Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Algunas consideraciones a propósito de la clonación humana
Marisa Rau

I-

El tema de la clonación se encontró en auge en los medios informativos hace algunos meses. Luego, paulatinamente, dejo de ser la estrella del espectáculo científico. Pero... si la clonación humana fuese posible (en cualquiera de sus connotaciones) la primer pregunta probable sería ¿para que hacerlo? Las únicas respuestas imaginables se relacionan con cuestiones mercantilistas (económicas o no), es decir ¿en busca de qué beneficio? ¿en interés de quiénes? Lo cual despierta ciertos fantasmas, de los cuales el no menos importante tendría que ver con su utilidad para la manipulación social. Una fantasía de este orden se llevó a la literatura en el libro "Un mundo feliz" de Aldous Huxley, ficción concerniente a la manipulación genética y social.

No obstante, pensar en tal orden de intereses ocultos, de conspiración, nos situaría en una perspectiva paranoica que supondría la preexistencia de un Otro (nación, asociación, organización, etc.) con dicha iniciativa y voluntad, proyecto y forma de implementación, lo cual descentraría la cuestión.

Es cierto, por otra parte, que las ciencias se desarrollan de forma no desconectada de momentos e intereses sociales. Algunos proyectos de investigación reciben apoyo estatal o privado, mientras que otros no, en tanto su implementación o desarrollo no prometen aplicaciones deseables o buscadas. La ciencia entonces se encuentra influida por cuestiones políticas y económicas. Concebirla con total independencia de estos factores sería una ingenuidad. Esto implica que su desarrollo no es lineal, ni está desvinculado de las formas de pensamiento imperantes en un determinado momento histórico (cánones de interpretación de la realidad, modelos teóricos en auge, etc.) Aunque esto no significa que sus actores sean concientes de tal transversalidad que los afecta. Sin embargo no resulta vano mantener este aspecto presente en las reflexiones concernientes a los avances de la ciencia y el desarrollo tecnológico que implican. Si se insistiese en basar sus intereses y progresos únicamente en la razón (como sistema interno del pensamiento científico) y en su búsqueda de saber, haciendo a un lado otras variables que inciden en dicho proceso, se incurriría en hacer de la ciencia un dogma y por lo tanto adjudicarle un valor incuestionable. De este modo ¿no se le otorgaría el lugar de una religión moderna?

En "El porvenir de una ilusión" Freud se ocupó del tema de la religión y su relación con el desvalimiento subjetivo. Le otorga el lugar de consuelo y socorro, tomando su fuerza de deseos y de la búsqueda de protección que el individuo infantil antaño anheló en un padre, convertido en Dios Padre para los creyentes. De tal manera le adjudica el adjetivo de ilusión. El ideal freudiano es un ideal científico, de la ciencia y sus logros esperaba el socorro, el instrumento de ayuda para que la vida se vuelva "soportable para todos " ("y la cultura no sofoque a nadie más") . Y respecto de aquello imposible de evitar como fuente de sufrimiento cabía esperar del hombre que aprenda a soportarlo con resignación (educación para la realidad ). Concluye dicho trabaja afirmando que la ciencia no es una ilusión, una ilusión sería creer que fuese posible "obtener de otra parte lo que ella no puede darnos". Pero ¿no esperaba acaso Freud demasiado de la ciencia, aún dentro de los parámetros que él menciona? Quizá esperaba obtener de ella, lo que ella no puede darnos. Su valor es incuestionable, pero asimismo convertirla en una nueva ilusión es un riesgo que solo puede menguarse aplicándole a ella misma la rigurosidad del pensamiento crítico que rige la labor científica.

Por otro lado cabría pensar, cambiando el enfoque de la interrogación, qué estatuto jurídico tendría una persona que es un clon. A la jurisprudencia podríamos aplicarle la siguiente dualidad: o bien tiene que introducir un orden allí donde no lo había, pues los hechos se venían sucediendo sin que éstos estuviesen contemplados en la ley (donde por ejemplo actos considerados condenables no encuadraban dentro de una tipificación de delito), o para anticipar temporalmente efectos indeseables y prevenirlos. Otra dualidad posible sería: sancionar legalmente algo ya efectivizado en la práctica o introducir una diferenciación respecto de lo ya dado buscando conseguir un cambio en el comportamiento social.

Ahora bien, la clonación humana abre interrogantes jurídicos nuevos, por ser una situación por el momento considerada sólo como probable (¿una cuestión únicamente de tiempo?) y novedosa. Es decir que muchas de sus consecuencias no pueden ser calculables. Tales baches jurídicos no carecen de efectos. Algunos de éstos se han registrado en relación a la paternidad y las responsabilidades que les corresponden en casos –por ejemplo de fertilización artificial- donde el padre o madre biológicos no coinciden con quienes invocaron tal título en relación a la función simbólica que estaban prestos a asumir, para luego de efectuada la concepción o nacimiento del niño cambiar de parecer. O viceversa, cuando por ejemplo la madre biológica rompe el contrato previo, generándose en ocasiones disputas interminables. Han habido casos en que ninguno de los actores del proceso se reconocían como padres. Cuestiones todas que afectan el derecho del niño. ¿Quiénes son responsables de tal nuevo sujeto, aunque más no sea a nivel jurídico? Decimos aunque más no sea, pues el orden jurídico se basa en derechos y obligaciones, pero las relaciones humanas poseen matices más vastos que éstos, ordenamientos y legalidades que no se ven incluídos en esos dos conceptos. Esto introduce, como mínimo, la cuestión del deseo. El cual posee el más profundo de los efectos en todo sujeto.

No deja de ser interesante pensar por qué se buscaría el nacimiento de sujetos sin intervención de relaciones sexuales. Y esto no abarca únicamente la exclusión del coito (con sus aspectos físicos y psíquicos) sino también el hacer a un lado la participación de un otro en la génesis de un individuo. Un otro, cuyo mínimo lugar posible de intervención sería de intercambio biológico. Aún mujeres que en la actualidad establecieron contratos privados, por los cuales tras el nacimiento de sus hijos se erigieron en únicas poseedoras de la patria potestad, requirieron la intervención de un tercero, la participación de un padre. (Lo introduzco a modo de ejemplo de la ejecución de un plan premeditado) Y aquellos que ocuparon dicha función, tuvieron en contrapartida un lugar en el deseo materno. ¿Qué tipo de deseo? Bien, eso es más difícil de definir y requeriría del análisis de los casos en forma particular.

Si la gestación de un niño por clonación fuese combinada con el uso de probetas, ello dejaría enteramente fuera del proceso la cuestión del cuerpo. De haber esfuerzo para que tal cosa fuese llevada a cabo, merecería por si sola una reflexión aparte.

¿Le cabe a la clonación llamarse reproducción? Reproducción asexuada es la denominación utilizada, pero ¿es factible la aplicación del término reproducción cuando dicho acto no involucra la sexualidad? ¿Se trataría de reproducción o de duplicación? Duplicación por otra parte desliza hacia significaciones des-subjetivantes.

Es frecuente que las personas deseen tener hijos, frecuentemente también, creen saber por que lo desean. Lo que sabemos, es cómo se estructuran o no, las relaciones una vez que él o los hijos entran en escena. Se reparten ciertos lugares y ciertas funciones (aunque no necesariamente coinciden los lugares con las funciones) que estructuran dichas relaciones.

 

II-

Para cuando un niño nace, la historia ya ha comenzado tiempo atrás. Posee un lugar simbólico que lo espera y en donde puede alojarse. Espacio en el deseo del Otro, que lo libidiniza, lo erotiza y lo carga de significación. (Como no solo de pan vive el hombre, conocemos las experiencias de hospitalismo o marasmo infantil, es decir la muerte de niños a los cuales no obstante se mantenía en instituciones con sus "necesidades satisfechas") La subjetividad no es algo dado desde el inicio, sino el resultante de un intrincado proceso. Es por ésto que la influencia de la familia es tan importante, pues conlleva el poder de las primeras formas de relación, las primeras marcas sobre un sujeto.

En psicoanálisis nos referimos al Complejo de Edipo, como aquello que estructura dichas relaciones primeras, y aún ejerce su influencia sobre todo tipo de vínculos surgidos posteriormente. Este no se reduce al "cuentito" de que el niño busca satisfacción sexual en su madre, para lo cual debería matar a su rival paterno. Para desdicha de muchos, es algo más complejo (lo cual no deja de estar indicado ya en su denominación). Se lo encuentra en funcionamiento con independencia de la existencia real de la madre o el padre de un sujeto. Por otro lado, no es necesario que un padre falte, para que falte (1). Pues lo que se designa en el concepto del Edipo son lugares simbólicos, los cuales por ese motivo son intercambiables, pueden ser transferidos de un individuo a otro. Estos lugares imprimen un funcionamiento que no se halla por fuera de tal dispositivo inconsciente. Un cuarto término se desliza entre aquellos: el falo. En él se representa el objeto del deseo. Se encuentra referido a aquello que falta y que proveería la satisfacción de colmar dicha falta. Asi éste término se torna central en la estructuración de la sexualidad y la subjetividad. Pero dado que tal falta es estructural, el falo demuestra ser móvil en alto grado.

El Complejo de Edipo organiza las relaciones, establece prohibiciones, limita el goce, introduce la ley y la liga al deseo. Clausura y habilita simultáneamente. Esta ley resulta internalizada, erigida en el interior del sujeto operando como su superyo, quien subroga el conjunto de los mandatos y prohibiciones parentales, a la vez que propone ciertos ideales, por cuyo cumplimiento el sujeto recuperaría la satisfacción, perdida a nivel pulsional.

Respecto del ideal del yo, Freud nos dice que es la herencia del Complejo de Edipo, a la vez que es la herencia del narcisismo primario. Es decir entonces que Edipo y narcisismo se hallan relacionados.

Freud se refiere al narcisismo como al complemento libidinoso del egoísmo, que aporta una satisfacción erótica. El narcisismo primario hace referencia a un primer momento lógico donde el yo es investido libidinalmente como objeto de amor. Posteriormente la libido busca satisfacción en objetos externos, constituyéndolos en eróticos o desasiéndose de éstos para volver a almacenarse en el yo (narcisismo secundario) En los objetos investidos libidinalmente el narcisismo se satisface o recibe afrentas, según que el objeto amoroso reporte satisfacciones o frustraciones.

Los primeros objetos libidinosos de un sujeto, por fuerza han de ser sus padres. El narcisismo del niño depende en gran medida de la satisfacción aportada por éstos. A la vez que el narcisismo de los padres se satisface en el hijo, éste concentra sobre sí el peso de sus esperanzas y deseos insatisfechos.

Lo antedicho corresponde a la faceta erótica del narcisismo y a la economía amorosa que conlleva. Es decir, lo que se cede por un lado, se recupera por el otro. Pero su contrapartida es la agresión. El narcisismo es unilateral, lo cual supone un "tu o yo", es decir que si la completud está de un lado, del otro está la fragmentación. La imagen del semejante representa la imagen del propio cuerpo, pero sin los inconvenientes de éste último, ya que los datos propioceptivos no se hallan presentes, el semejante entonces es análogo a un espejo moviéndose en la realidad, ya que refleja mi propia imagen. Un yo, puesto en el lugar del tu. En dicho prójimo se constituye ahora un rival, puesto que en él, el sujeto aprehende una completud ajena a la fragmentación y turbulencia que lo habitan. Este rival imaginario desencadena en el sujeto una agresión que busca invertir los términos dejando la fragmentación del lado del "tu". De no intervenir el componente erótico para ligar la destrucción, ésta encontraría su satisfacción en el semejante de modo más directo y evidente. (En la vía de tal satisfacción también hay resarcimiento narcisista por cumplimientos de deseos de omnipotencia).

El odio es la contracara del narcisismo, el opuesto del amor, aunque originariamente fue el resultante de la perturbación del yo-placer purificado. Es decir que el odio posee un origen diverso, previo a su constitución como opuesto del amor. Se halla al servicio de la pulsión de muerte. Por tanto parte de la agresividad es el reverso del amor, en tanto que en otra dosis posee fuentes independientes, siendo una disposición pulsional autónoma.

Este último aspecto del narcisismo y su tensión agresiva, también se ejerce dentro de la trama edípica. A cada coartación de la satisfacción provocada por los progenitores, le corresponde una cuota de agresión vengativa por parte del niño. Esta rivalidad imaginaria resulta atemperada con el recurso a la identificación, por ella el sujeto trasciende la agresividad.

La identificación es el primer modo de ligazón con el objeto, previa a toda elección de objeto posterior. También es el mecanismo por el cual se relevan las investiduras del ello resignadas, un rasgo del objeto es erigido entonces en el interior del yo, modificándolo. Asimismo, una situación deseada es motor para que se ponga en juego la identificación.

Ahora bien, la identificación edípica conlleva la unificación de las dos identificaciones parentales, reforzado de este modo la identificación primaria (directa e inmediata, previa a la elección objetal) con la consecuente modificación del yo del sujeto, enfrentado al restante contenido yoico como superyo o ideal del yo . Si bien la identificación posee por su ambivalencia una tonalidad hostil en tanto que tiende a la eliminación del objeto por ocupar su lugar y en éste sentido es un resto de las primeras elecciones objetales, simultáneamente significa un fuerte rechazo a éstas investiduras pulsionales. Ya que si la identificación opera, ésto se debe a que el objeto se ha resignado. Ahora ha dado lugar al Ideal del yo. Pero es que habiéndose entonces introyectado el objeto, lo mismo sucede con la agresión, vía por la cual ésta se vuelve contra el yo. La autoridad antes externa se ha transformado ahora en interna y el yo es objeto de la agresión anteriormente destinada a los progenitores. El superyo es también un excelente aliado del ello, del cual toma su energía y al cual subroga contraponiéndose y dominando al yo. Por éste rodeo también se satisfacen entonces las exigencias de la pulsión de muerte.

Freud señala que la cultura requiere de una renuncia pulsional y de una lucha contra la hostilidad (para lo cual se ve precisada a basar el poder no en la violencia de individuos aislados sino en el derecho que implica el establecimiento de un orden jurídico). Uno de los reclamos ideales se encuentra representado en el mandamiento que reza "amarás a tu prójimo como a ti mismo". Pero ocurre que irónicamente, la agresividad se desata por la identificación narcisista, que ve en el otro justamente a un semejante. No resulta superfluo recordar que toda prohibición encubre un deseo, y que esta sentencia es una prohibición positivizada, donde se puede leer asimismo "no odiarás ni maltratarás..." (También contamos con el "no matarás") Claro que el "amarás a tu prójimo..." resulta paradójico, pues ¿cómo amarlo si es un extraño? ¿qué satisfacción podría aportar? Y aun más, el "...como a ti mismo" también resulta poco recomendable a la luz de nuestras últimas consideraciones, donde vimos el maltrato que el sujeto procura para si. (2) Freud reflexiona que se lo podrá amar si "se me parece tanto que puedo amarme a mi mismo en él; lo merece si sus perfecciones son tanto mayores que las mías que puedo amarlo como al ideal de mi propia persona (...) Pero si es un extraño para mi, y no puede atraerme por algún valor suyo o alguna significación que haya adquirido para mi vida afectiva, me será difícil amarlo".(3) Es decir que para amarlo será necesario el intercambio libidinal que balancee el monto narcisista.

Tal puesta en juego de el deseo, la rivalidad, el superyo, los ideales, la identificación, es decir algunas –puesto que existen más- de las cuestiones claves en el proceso de la subjetivación que se organizan en el interior del Complejo de Edipo (que como ya hemos dicho hace referencia a lugares simbólicos) y que también se relacionan con la castración ( la falta central a la que se halla relacionado el falo según anteriormente hemos indicado) se dan de forma particular para cada sujeto humano. Es decir que para ésta trama general existen anudamientos diferentes.

Esto implica que por otra parte, en cualquier punto estructural o normativizante algo puede configurarse fallidamente. Puede haber un tropiezo, un escollo. Escollo que se hará notar en cada oportunidad en que dicho camino sea transitado. En torno al mal-logro algo aparece como síntoma, como intento de taponamiento a la vez que válvula de escape de lo que no anda.

Respecto de un sujeto, en lo que hace a su constitución, nada está asegurado. Hay de la norma y lo normativo ¿pero no es acaso más incierto referirse a lo normal? Que existe norma implica que hay ordenamiento, legalidad. Que la ley sea obedecida o esté allí a propósito de la transgresión, incluso que esté allí justamente para ser transgredida, no invalida el hecho de que opera, que no carece de efectos.

¿Qué buscaría la ciencia o, para ser más precisos, los científicos con la clonación humana? O mejor aún ¿qué buscarían aquellos que hiciesen uso de tal posibilidad? ¿Por qué querer un clon de "uno-mismo" o de "otro-mismo" - específico o inespecífico-? ¿Qué significación se le supondría?

No es seguro que haya investimiento libidinal hacia un individuo clon, no es lo mismo tomar a un niño por hijo que como objeto anhelado de curiosidad científica. Es claro que el lugar a ocupar es absolutamente diferente. Niño o conejito de indias.

Y de haber alojamiento en el deseo del Otro ¿de qué orden sería éste y cuales sus consecuencias?

Si alguien deseara un clon de sí mismo ¿qué denominación familiar (presuponiendo claro que ésta sea la idea) le correspondería? ¿La de hijo, por avenirse a ese lugar? ¿o la de hermano, por compartir la herencia genética parental del sujeto clonado? No parece ser ésta una pregunta superficial.

Suponiendo que la función del Otro materno se halle asegurada, establecida (para el presente desarrollo poco cambia la cuestión de quién la encarne, podría tratarse incluso de un instituto de investigaciones) quedaría aún por ser pensada la función paterna. Si ésta tiene íntima relación con la legalidad, es porque establece una interdicción sobre el deseo materno y sobre el del niño simultáneamente. Si bien prohíbe al niño el goce incestuoso de la madre, habilita el tránsito hacia las otra mujeres. Prohibiendo tal incesto también a la madre, resguarda paralelamente al niño, ofreciendo un salvoconducto, un elemento mediador ante una situación mortífera respecto de la omnipotencia materna. Esta ley del padre, de la que antes expusimos sus aspectos vinculados al superyo, que opera sobre el niño y sobre la madre, también lo hace sobre el padre. Es que el padre se halla atravesado por la ley que debe transmitir, por la función paterna él mismo está tomado. En muchos casos cuando ésta desfallece se la hace sentir por ejemplo por la introducción del dictamen de un juez. Con esto intentamos hacer notar que si de lo simbólico se trata (y éste implica la existencia de la falta real) no es cuestión de imaginarizar el Edipo, sino de hacer uso de tales aspectos para comprender su alcance.

Parece entonces pertinente pensar cuánta incidencia tendría éste elemento tercero en una relación que lo excluiría, al menos desde lo fenomenológico, desde el inicio, por el procedimiento de clonación.

El psicoanálisis no es predictivo, no hace las veces de oráculo, ni promueve nada a título de cosmovisión. Antes bien, incluye en su práctica misma, el nachträglich freudiano. Lo cual no excluye el hecho de que en el caso por caso, pueda anticipar posibles salidas a una situación determinada. Esto es que para la subjetividad, la temporalidad no es lineal ni cronológica, razón por la que los acontecimientos se inscriben y ordenan de manera tal que se resignifican retroactivamente, produciendo un sentido que también incide en lo por venir, en la medida en que lo dado también conforma una dirección y una exclusión.

Entonces, como no se trata del destino oracular sino de sobredeterminación inconsciente, no podríamos aventurar sobre la subjetividad posible de un sujeto clon. Dado que la clonación humana por el momento es solamente una probabilidad y no un hecho, no podemos anticiparnos sin saber siquiera de sus fines en lo concreto de una experiencia, su entorno, la trama en la cual se insertaría. Y de hecho, en tal caso, nuevamente nos encontraríamos con los niveles de la generalidad y de la particularidad.

¿Y qué del efecto del enfrentamiento entre dos sujetos perfectamente iguales? Salvo la posibilidad de diferencia temporal (edad) ¿qué otra se percibiría a nivel especular? Claro, el tema del tiempo y la atemporalidad es también una intrincada cuestión subjetiva. Si la identificación reparte lugares y organiza el espacio, si los pequeños detalles de los rasgos identificatorios –en éste sentido no de "identificación con" sino de "identificación de"- en los que se sostiene el narcisismo son idénticos ¿qué consecuencias aparejaría para la tensión agresiva, ya presente para cualquier relación con el semejante?

 

III-

Como Freud lo indica en su brillante artículo sobre lo siniestro, lo unheimlich es una variedad de lo heimlich. Recomendamos la relectura de tal escrito, para advertir lo atinente de su desarrollo al tema que nos ocupa.

Si lo siniestro se halla en relación a lo íntimo, a lo familiar, en suma, a aquello destinado a quedar oculto, velado, es por desgarrar tal estado que aquel sentimiento se presentifica. Éste también puede presentarse en relación a la repetición, en donde hay algo del orden de la insistencia de lo in-sabido. Se contraría un estado de cosas en tal compulsión, que vivida como si de algo ajeno se tratase, se torna en destino indescifrable.

El recurso de la multiplicación o duplicación tal cual lo encontramos por ejemplo a nivel onírico, expresaría la castración al intentar atemperarla. Una réplica humana –cual si de reproducción en el arte se tratara- lejos de colmar la falta ¿no tendría por este mismo intento, el efecto inverso de señalarla y redoblarla? Pues de haber colmamiento, algo vendría a suplir la falta que no hay, y que es necesario que haya.

Freud señala que las representaciones del doble se originan apuntalándose en el narcisismo primario, el amor irrestricto del yo hacia sí mismo. Correlativo a éste período evolutivo, sería la creencia animista en la omnipotencia del pensamiento (por sobreestimación narcisista de los procesos anímicos) , razón del carácter ominoso adherido al doble, en el cual confluye lo proyectado fuera del yo. Lo que concentra sobre sí en tal representación el sentimiento de lo siniestro y de amenasante fatalidad que lo rodea, cumple con la condición de hacer vibrar tales restos de actividad animista.

En razón de lo reprimido que retorna vía este rodeo de lo extranjero que extraña, la angustia emerge. Angustia que se hace presente en ocasión de que en el lugar de la falta, algo se presentifique. Cuando la falta viene a faltar a la cita.

Hacia la investidura de objeto, no toda la libido se precipita. En el yo propio, en carácter de objeto, se encuentra un investimiento que hace de tope ante lo que puede trasvasarse hacia un exterior. Existe un límite a lo que se inviste en el nivel especular (sea éste el del sujeto frente a el espejo o frente a un semejante)en el cual de lo que se trata es de una imagen de totalidad, pues hay un resto irreductible que muerde en el cuerpo propio, en relación al narcisismo primario y la parcialidad constitutiva de los objetos de la pulsión. Es que el cuerpo propio es tomado como un objeto otro. Siendo el yo una esencia-cuerpo, la proyección de una superficie (4) ¿no sería previsible la irrupción de la angustia cuando lo más propio se presentifique como imagen real frente al sujeto? La desorientación en que tal hecho sumiría a un sujeto y el desconocimiento al cual daría lugar al señalar límites en la función identificatoria ¿no acarrearía acaso breves fenómenos de despersonalización?

También en el último artículo mencionado, Freud señala que la existencia del superyo con sus funciones de auto-observación y autocrítica (pudiendo tratar como objeto al restante contenido yoico), "posibilita llenar la antigua representación del doble con un nuevo contenido" (5) además de atribuirle lo relacionado al narcisismo primario y "todas las posibilidades incumplidas de plasmación del destino, a que la fantasía sigue aferrada, y todas las aspiraciones del yo que no pudieron realizarse (...) así como todas las decisiones voluntarias sofocadas..." (6). Es decir que tal representación del doble atrae también sobre sí todo el poder del superyo, incluyendo por lo tanto su aspecto punitivo y su cuota de malignidad.

Por un lado entonces, podemos pensar en torno al tema que nos ocupa, los aspectos ya desarrollados en relación con la agresividad, como así también el temor a éste doble-clon sucitado por proyección de aspiraciones pulsionales reprimidas, y la angustia ante el superyo siguiendo la vía marcada por Freud según lo hemos consignado en el párrafo anterior.

Incorporemos ahora algunas consideraciones en relación a la mirada.

Freud se ocupa detenidamente del cuento "El hombre de la arena" de Hoffman en su artículo sobre lo siniestro. El hombre de la arena con que se amenaza a los niños que no quieren irse a dormir, arrojaría arena a los ojos de los desobedientes. Arrancados éstos de sus órbitas por éste procedimiento, se los llevaría para dárselos de comer a sus hijos, quienes picotearían y devorarían los ojos de los pequeños que se habían portado mal. Se dedica Freud a demostrar la estructuración del relato en torno a la angustia de castración substituida en el mismo a través de la angustia por los ojos, a la representación de ser despojado de ellos. Finalmente Natanael, protagonista del cuento, se suicida arrojándose de una torre. Esto, tras ver a Coppelius, amigo y huésped del padre en ocasiones, personaje con el que de niño había asociado la figura del hombre de la arena.

Freud no deja de señalar que la imagen del padre había sido escindida por el niño en dos opuestos, el padre bueno por un lado, y el padre que amenaza con la castración al intentar dejarlo ciego, en el lugar de Coppelius.

Podemos pensar entonces que Coppelius sería el doble del padre, tanto como había sido su huésped. Generalmente aludimos con la palabra huésped a aquel a quién se le brinda alojamiento, pero también posee la significación opuesta de ser quien brinda tal hospedaje. Tal significación no suele ser utilizada, más bien recurrimos en éste caso al término anfitrión. De todos modos, resulta interesante recordar tal conexión de opuestos, la misma recordada a propósito de lo heimlich y lo unheimlich. Señalando así que lo extraño y lo familiar son tanto cuestiones vinculadas a lo interno como a lo externo.

Recuerda Freud el mito de Edipo y afirma: " Y en verdad, la acción del criminal mítico, Edipo, de cegarse a sí mismo no es más que una forma atemperada de la castración, el único castigo que le habría correspondido según la ley del talión. " (7) Pero intentemos aún dar otra vuelta en torno a éstas cuestiones. Si el hombre de la arena haría aparición según señala la amenaza popular, sería en relación a que éste niño fuese mal-visto. Esto es, por haberse comportado de modo impertinente, desobediente. Y por ser mal-visto a raíz de esto, atrae sobre sí la mirada del hombre de la arena, por lo tanto es objeto de los deseos de este hombre malvado.

Es decir que tal mirada posee la particularidad de no ser en nada tranquilizadora.

Cuando la amenazante presencia del hombre de la arena se torna para Natanael más contundente aún, es decir, una presencia del orden de lo real que emerge, ésto se produce por vez primera en las siguientes circunstancias: el niño engaña a sus padres haciéndoles suponer que se halla dormido, cuando en realidad se ha propuesto descubrir la identidad del hombre temido a la vez que se trata aquí de atisbar en que tratos anda su padre, que relaciones lo atan con tal "horrible monstruo espectral" (8). Tal descubrimiento es entonces también referido a su padre. Natanael dice: "(...) me quedé petrificado por temor a ser descubierto y castigado con dureza" (9). Ocurre que por la misma razón, él mismo se descubre al salir de su escondite luego de haber observado las actividades de los dos hombres. Se hace sentir entonces la posibilidad de ser privado de sus ojos, por los cuales intercede su padre, salvándolos. Pero aún tras esto Natanael relata de Coppelius " (...) me cogió con fuerza y, haciendo crujir mis huesos, me descoyuntó pies y manos colocándolos en sitios diversos" (10). Tras lo cual "todo a mi alrededor se oscureció, y una fulgurante convulsión me sacudió nervios y huesos (...)" (11). Entonces se desmaya y con fiebre permanece enfermo por largo tiempo. Al relatar años después aquellos sucesos a un amigo enlaza tales hechos con un padecimiento que afecta su vista (todo carece de color, un sombrío destino ha arrojado sobre su vida un oscuro velo de nubes que piensa quizá solo podrá rasgar con la muerte).

Es por quedar en ésta posición de atraer ésta mirada, que supone un goce siniestro, abrumador, ante el cual como sujeto se queda indeterminado, que Natanael ha enfermado varias veces y que en la oportunidad arriba mencionada desorganiza su campo perceptivo, produciendo incluso una fragmentación, un despedazamiento sobre la imagen corporal. Finalmente para escapar de tal mirada, por no poder escapar de ella, se arroja de la torre.

¿ Acaso tal intento de escapar de ésta mirada, no poder soportar ser el objeto de ella, no lo encontramos también en la tragedia de Sófocles ? Dice ésta que cuando Edipo se encuentra con la verdad de su crimen consumado, recorre el palacio pidiendo a gritos que le den una espada y que arrastren a su presencia a su esposa y madre. Gritando aún más, violó la entrada de la cámara nupcial y encontró allí a la reina ahorcada. Tomado dos broches de oro de las ropas de ésta, se los clava en los ojos exclamando "¡Ojos, no veréis más ni el mal que sufro, ni el crimen que cometo! ¡Dormid la muerte de la noche eterna y las tinieblas podrán defenderos de ver lo que no quise ver jamás, y tampoco aquello que tan anheloso ver ansiaba!" (12). Luego continúa con un parlamento del que extraeremos lo siguiente: "¿Por qué habría yo de ver, si para el que ve, nada dulce había que ver pudiera? (...) ¿Qué había que oir que placer me diera, amigos míos? (13). "No me digas que estuvo mal hecho lo que hice y ya no trates de hacerme reflexionar. ¿Para qué eran mis ojos, si al bajar al Hades, encontraba a mi padre y a la desdichada madre mía, podría ver acaso, con esos ojos, su propio semblante?(...) ¿Eran acaso esos ojos para ver a los hijos que nacieron de ésta forma execrable? ¡No, éstos mis ojos ya no podrán ver nada de eso! ¡Yo mismo he hecho imposible ésta vista, yo, que fui el más excelente hombre de Tebas, cuando puse la ley de que todos echaran de sus hogares al malvado, al que los dioses declaraban infame, al que era hijo de Layo! ¿Podría ver a los ciudadanos con ojos inmutables, yo que con mis crímenes arrojé la peor mancha sobre ellos? ¡Nunca jamás! ¡Ojalá que de igual modo hubiera yo podido tapiar mis oídos, fuente por donde fluyen los sonidos al alma! ¡De ésta manera, ni oyera voces, ni contemplara luz...! ¡Dulce es para la mente vivir sin el contacto de los infortunios de afuera!" (14)

Edipo, sin saberlo se había maldecido a sí mismo, ahora imploraba el destierro. Cegándose había querido atemperar su falta, a la vez que arrojar un velo sobre la verdad de una visión que lo horroriza. Quería ocultarse de la mirada.

Ahora es mal-visto incluso por los dioses, pero aún ciego no puede no verse ocupando un lugar imposible de soportar. La imagen de sí mismo con la que se encuentra súbitamente, es angustiante.

Si lo que se ve en el espejo no resulta apto para el reconocimiento demandado al Otro es porque lo que allí se refleja es angustiante. Si lo que el sujeto encuentra es su propia mirada (y no la visión de sí mismo que está allí justamente para eludirla) la imagen especular se transforma en la del doble, posibilitando así la irrupción de la angustia. Si la ausencia, la carencia que nos constituye surge como presencia en otro lugar, ella domina el juego apoderándose de la imagen en la que se sostiene, éste doble desconocido frente al cual un sujeto se ve aparecer como objeto.

En contrapartida, cuando la falta se halla oculta detrás del yo ideal del narcisismo y la especularidad que encierra, la angustia queda suficientemente rechazada por la aprobación del Otro ante la imagen propuesta.

La cuestión de la mirada posee íntima relación con el objeto del deseo, en tanto éste la provoca. Pero ella no se confunde con la visión. Más bien es del orden de lo que se intenta situar por el entorno, una expresión, la posición de los párpados, las cejas, un silencio, un más alla de la visión, un más alla de los ojos.

En la mirada vemos articularse la función del señuelo, en tanto que lo que a ella se ofrece como dándose a ver es algo diferente a lo que se quiere ver. Es por esto que el campo escópico funciona también a nivel del objeto a, a nivel fálico, - fi , es decir lo que hace presencia por una ausencia. La temporalidad que rige el juego se sitúa en relación a lo evanescente, el instante, lo fugaz.

Cabe recordar por otra parte lo que popularmente se conoce como ojeo o mal de ojo. Se lo relaciona con la envidia, envidia despertada por algo que un sujeto posee, no tanto porque un objeto que la despierte resulte por sí mismo apetecible, sino por el valor conferido al mismo en la economía de quien lo detenta. Es decir que se resulta afectado al ser "muy mirado" "mirado por todos" o por ser objeto de "una mirada fuerte". En tal caso, lo que tal concepción folklórica recorta, es una conexión entre la mirada y lo maléfico.

El que un objeto se recorte como deseable sirve para velar el hecho de que bajo ese deseable yace un deseante. Si tal deseante deja de ocupar el lugar del semejante de la relación imaginaria para encarnar al gran Otro, tomando así su estatuto, el deseo que se le supone tiene su correlato en la angustia del sujeto por ser una incógnita el lugar de objeto al que se encontraría reducido de tal manera para el goce del A.

Cuando en el Seminario X , Lacan habla de los cinco pisos de la constitución del objeto a en la relación del sujeto con el Otro ( ahorraremos al lector la conceptualización del objeto a en la enseñanza de Lacan por suponerla de su conocimiento ) ubica a nivel del objeto fálico, el –fi , la falta de tal objeto del lado del sujeto, como correlativa del goce en el A (piso tercero). Y en el cuarto piso, el piso escópico, es del lado del Otro donde queda ubicado lo que se inscribe como del orden de la potencia.

El deseo en el Otro, del Otro en tanto ubicado de ese lado, el cual despierta la angustia del sujeto al no encontrarse suficientemente velado, se halla presente en todos los pisos. La angustia de castración prevalece en relación a lo que se manifiesta a nivel del tercer piso. Y en relación al objeto mirada del nivel cuarto es como dijimos, la potencia lo que se inscribe en el lugar del Otro.

La cuestión de la potencia queda claramente demarcada en lo concerniente a los dioses, poco importa de que dios se trate. La representación de la omnipotencia divina se extiende en la concepción de su omnividencia.

Dicha omnividencia es la misma que volvemos a encontrar en relación a la función autoobservadora del superyo.

Cabe recordar que tras el dios cristiano del Nuevo Testamento, éste Dios que ha efectuado una nueva alianza con los hombres, se encuentra un dios irascible y vengativo. Y si los dioses exigen sacrificios para atemperar su encono, el dios cristiano no vaciló en matar a su hijo, aquel creado a su imagen y semejanza. Pero si en la Trinidad Divina se trata de un solo Dios en tres Personas, los hombres han asesinado a su Padre. Y éste delito, se consuma una y otra vez dentro de la trama edípica. En tanto que el padre en cuestión es un padre muerto, que lega su nombre para que de él se haga uso, cada vez que de ocupar su lugar se trata, el parricidio se consuma simbólicamente. ¿No es ésta un falta que el superyo siempre está presto a señalar transformándose su poder punitivo y lo excesivo de sus ideales en un castigo que provocaría alguna índole de satisfacción masoquista en el sujeto? ¿O no es acaso de ésto de lo que se trata cuando a un éxito se le enlaza un fracaso?

¿No parece acaso el encuentro con el doble al que la clonación humana haría posible, teniendo en cuenta todo lo que hemos desarrollado, una circunstancia privilegiada para la irrupción de la angustia?

 

IV-

Retomemos ahora lo concerniente a los avances científicos ( su tecnología podría ser utilizada en forma legitimada o clandestinamente ) y convengamos en que los avances de la genética durante los últimos años deben caracterizarse como revolucionarios. Que innumerables fracasos previos en materia de clonación, hayan no obstante dado lugar al surgimiento de la hoy famosa oveja Dolly ( para la opinión pública esto se dió a conocer el 23-02-97), demostraron en lo concreto de una experiencia lo que antes únicamente era factible en el plano teórico. Esto es que cualquier célula de un organismo posee la información genética total del mismo. Dado que el clon Dolly se produce a partir de células ya diferenciadas ( y no de células embrionarias ) ésto arroja por tierra las dudas acerca de si las células diferenciadas habían perdido la capacidad de volver a diferenciarse en otro tipo de células. Anteriormente ya se habían clonado animales pero partiendo de células embrionarias y también se había logrado seleccionar genes para obtener asi animales genéticamente modificados. Recordemos sintéticamente en que consistió el procedimiento de la clonación de la famosa oveja escocesa. Se tomó una célula de la ubre de la cual se extrajo el núcleo que contenía la totalidad de los cromosomas. También se tomo un óvulo no fertilizado del cual se descartó su núcleo, pues éste poseía solo la mitad de los cromosomas. Se combinaron luego el citoplasma del núcleo ( que posee los nutrientes necesarios) y el núcleo que contenía el total de los cromosomas, lo cual da lugar a la transmisión del mismo ADN que el del individuo a clonar. Luego, por estimulación eléctrica se indujo a la división celular, lo cual en la reproducción sexuada se produce tras la fecundación. Tras la multiplicación celular se implantó el embrión en el útero de la oveja madre, donde continuó su desarrollo hasta su nacimiento.

En medicina se vislumbra entonces la posibilidad de desarrollar las técnicas adecuadas para obtener células precursoras de distintos tejidos para utilizarse en autotransplantes. A la hora de promesas, la lista es cuantiosa.

Pero la existencia de Dollys humanos parecería no la respuesta a un interrogante sino el planteamiento de nuevas preguntas.

Parece pertinente transcribir aquí algunas ideas de André Pichot, investigador en epistemología e historia de las ciencias del CNRS (Centro Nacional de la Investigación Científica de Francia), que en su artículo "La biología y el circo" publicado en Clarín el 16-03-97 sostenia lo siguiente:

"Lejos de ser una manifestación de una ciencia dominada, éste tipo de operaciones traduce el desconcierto de una disciplina que exorciza sus dificultades teóricas multiplicando las aplicaciones espectaculares. (...) la opinión pública se cansa de la repetición del mismo esquema: descubrimiento del gen de una enfermedad, promesa de futura terapia, y después nada (...) y así sucesivamente. (...) Mientras tanto tenemos un número nuevo, Dolly (...). Más que nunca, la ocurrencia de René Thom es de suma actualidad: ‘En biología, tal vez sería necesario pensar’. Dos veces en vez de una: elaborar los conceptos y reflexionar sobre los conceptos de lo que se hace."

Creemos que no se trata aquí de detentar opiniones apocalípticas, pero en cambio podríamos preguntarnos si ésto supondría algun tipo de crisis. Podemos pensar que con crisis se hace referencia a un proceso vertiginoso, cuyos resultados sobrepasan en velocidad a los tiempos necesarios para su absorción o metabolización en un sistema determinado, cualquiera sea éste, y cualquiera sea la materia a la cual apliquemos la noción de crisis. Además habría que diferenciar una crisis de una catástrofe, pués ésta última alude a un desenlace imprevisto, nefasto o inevitable. En cambio la noción de crisis incluye la de proceso, en tanto se refiere a una agudización, a una tensión aumentada, se enlaza entonces a la idea de momento o período decisivo. Luego todo puede volver a encauzarse en el ordenamiento previo o en cambio dar lugar a una estructuración diferente.

Si la clonación humana fuese un hecho corriente (¿?) afectaría profundamente... ¿quién podría anticipar cuantas cosas y en que medida? Indudablemente implicaría una reformulación de las relaciones sociales y en tal caso la crisis se instalaría a propósito de la norma.

De existir un clon humano ¿no habría acaso nacido de La Ciencia? Aquí nos será de utilidad todo lo anteriormente expuesto a propósito del Edipo. Si la ciencia lo da a luz, si tal sujeto es antes que cualquier cosa hijo de la ciencia... queda claramente planteado en que trama se insertaría. Lugar extraño a sostener entre sujeto y objeto de observación y experimentación. En tal caso una cuestión crucial sería la de reflexionar acerca de la función paterna. Esto es, de qué forma podría limitarse el poder abusivo de esta ciencia madre sobre tal sujeto. Sujeto del cual, por ser un fenómeno, no se querría perder oportunidad para estudiarlo, cuantificarlo, configurar estadísticas, verificar hipótesis, etc. Cualquier libertad que se le otorgue o derecho reconocido no dejaría de aparejar una nueva oportunidad para registrar su comportamiento. No es necesario estar tras rejas para encontrarse apresado. Preso de miradas de médicos, psiquiatras, sociólogos, psicólogos, periodistas, etc. ¿Cuál será el límite entre lo público y lo privado, lo íntimo y lo obsceno? Entendamos como obsceno no una transgresión moral sino aquello que rompe el pacto sobre el cual se constituye una escena. En tal sentido ¿cómo podría tal sujeto sostenerse en una escena diferente a la de ser el objeto del goce del Otro, en este caso La Ciencia? Hemos visto que cuando la angustia se torna insoportable, si no se puede abrir el tránsito hacia otra escena, una salida posible es la caída de la escena por suicidio o mutilación por ejemplo (pasaje al acto) Sin la puesta en acto de la función del padre que introduce la castración en el Otro (produciendo allí una fisura, descompletándolo) , un límite al deseo y al goce de La Ciencia, éste sujeto clon se vería reducido al lugar de ser gozado por La Ciencia, usufructuado por ésta en pos de sus propios intereses. Este goce del Otro sería subjetivamente amenazante porque instauraría una ley caprichosa, una ley des-regulada, es decir encarnada, detentada por quién no se halla tomada por ella misma.

La prohibición que instala la función paterna, instaura asimismo el deseo, lo engendra en el mismo movimiento en que la constituye. Metaforizando el deseo materno ante el cual se es una incógnita, posibilita el desplazamiento. Por lo cual de no haber límites al poder de La Ciencia sobre nuestro hipotético sujeto engendrado por el procedimiento de clonación, ¿qué del deseo de tal sujeto? ¿no sería aplastado, obturado?

En éste punto la pregunta sería acerca de los recursos disponibles sobre los cuales cabría esperar que la ley del padre, como tercero incluído, pudiese operar. ¿Existen acaso medios para que ésta fuese vehiculizada, transmitida? No parece éste ser el caso tal cual se encuentra planteada la situación en la actualidad.

Acaso la alternativa subjetiva sería la del perverso, esto es consagrarse a ser el instrumento del goce del Otro, adecuarse a ser un buen discípulo, abogar por el reconocimiento siendo garante del orden establecido, intentando una conciliación entre el ser objeto de la mirada y la satisfacción del darse a ver, provocando así un giro al instaurarse como sujeto que muestra. De tal forma la mirada de La Ciencia, mirada en su costado angustiante según antes lo hemos desarrollado, se eludiría por identificación (posibilitando la homeostasis narcisística; de ser objeto pasivo se restituye la actividad en un intento de resguardo de la angustia que señala el límite de lo tramitable, el punto de vacilación de la identidad fundada en la lógica fálica ).

Por supuesto, la perversión posible de instaurarse en cuanto a las relaciones sociales a la cual hacemos referencia, nada tiene que ver con presunciones diagnósticas, pues ésta se refiere a la lógica del caso singular y nuestras reflexiones versan sobre lo general.

Si las cuestiones acerca de la legalidad, no de la ley escrita de la jurisprudencia, sino de la que encontramos operando en el Edipo ya sea en torno a su inclusión o a su exclusión ( y la lógica del deseo que instaura ) , no son tenidas en cuenta por las ciencias al hacer uso de su tecnología, se tratará entonces de verificar una vez más que lo exluído de lo Simbólico, retorna como -y desde lo- Real.

NOTAS

(1) Oscar Masotta "Edipo, Castración, Perversión" p.174. "¿ Qué es un padre ? En primer lugar un padre es esa diferencia introducida por un deseo de madre que no se agota en un deseo de hijo. "

(2) Jacques Lacan. El seminario. Libro 7. La ética del psicoanálisis. p 235 . "Retrocedo en amar a mi prójimo como a mi mismo en la medida en que en ese horizonte hay algo que participa de no se que intolerable crueldad. En esa dirección, amar a mi prójimo puede ser la vía mas cruel."

(3) Sigmund Freud. El malestar en la cultura. p 106

(4) Sigmund Freud. El Yo y el Ello. p 27.

(5) Sigmund Freud. Lo ominoso. p 235.

(6) Sigmund Freud. Ibíd. p 236.

(7) Ibíd. p.231.

(8) E.T.A. Hoffmann. El hombre de la arena. p. 27

(9) Ibíd.

(10) Ibíd. p. 28

(11) Ibíd.

(12) Edipo Rey. p. 145-146.

(13) Ibíd.p 146.

(14) Ibíd. p.147.

 

BIBLIOGRAFIA

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 9 - Julio 1999
www.acheronta.org