Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Ante el tribunal del deseo: una declaración testimonial
Gerardo Herreros - Horacio Massimino

La filosofía parece ocuparse sólo de la verdad, pero quizá no diga más que fantasías, y la literatura parece ocuparse sólo de fantasías pero quizá diga la verdad.

Antonio Tabucchi, Sostiene Pereira

Sostiene Pereira (3) es una obra que no podremos olvidar y que dejará una huella en todo lector, reza la contratapa del libro. Y sin dudas es así por la riqueza literaria, argumental, estilística y también, por qué no, por el efecto de identificación imaginaria que puede producirnos su personaje.

Intentaremos (4)en este escrito, dar cuenta del por qué hemos dado en llamarla una novela "sobre el deseo". Seguramente, todos los lectores se preguntan ante quién «sostiene Pereira» y nuestro título, es una respuesta anticipada.

Apela, argumentalmente, al registro de la novela histórica para ubicarnos en momentos de plena guerra civil española, previos a la Segunda Guerra Mundial, en Portugal, donde el héroe es periodista de un pequeño y modesto diario —el Lisboa—.

La obra comienza en un cronotopo:

Sostiene Pereira que le conoció un día de verano (7) (5).

Allí es donde Pereira —el protagonista— conoce a un personaje que le cambiará la vida, o mejor dicho, le despertará un deseo que siempre lo habitó, pero que hallándose postergado, transformó su vida en gris y melancólica.

Bastan muy pocas páginas para que el narrador nos regale una hipotiposis acabada sobre Pereira y sus pensamientos:

Y él, Pereira, reflexionaba sobre la muerte [...] él se puso a pensar en la muerte. ¿Por qué? Eso, a Pereira, le resulta imposible decirlo. (7)

Y es que justamente como sujeto, este es un punto crucial con relación a su vínculo con la vida, más del lado de la muerte del deseo o de la renuncia a éste. Le resulta imposible decirlo, porque es efecto de su vida. Por otro lado, las marcas familiares no dejan de estar presentes: El padre dueño de una funeraria "Pereira La Dolorosa".

La acción ocurre en Lisboa en 1938, año clave para el mundo: los fascismos están a pleno, la guerra civil española da un vuelco definitivo, se prepara la Segunda Guerra Mundial —como dijéramos arriba—, aunque las llamadas democracias no quieran verlo.

Portugal —fondo de la novela— es un país bajo la dictadura de un personaje patibulario, Oliveira Salazar. España —telón de la novela— es quien agita, con su guerra civil, la aparente paz de Portugal, país tranquilo, satélite intelectual del mayor de la península y se desprende del texto, pendiente de los sucesos vecinos. En Italia y Alemania arriba el fascismo.

La conflictiva social cotidiana de la novela es metáfora de lo que sucede en Europa. La pérdida de las garantías individuales, la censura, la desinformación, el siniestro Director del Lisboa como representante de las clases que flirtean con el poder, la iglesia acomodándose a los vaivenes políticos, el nacionalismo a ultranza y los grupos paramilitares represores, conforman un conjunto de hitos fuertes que describen la situación reinante.

Sin dudas eso es obra de un escritor no ingénuo. Antonio Tabucchi conoce muy bien Portugal, ha sido maestro de literatura portuguesa en Génova, es director del Instituto Italiano de Lisboa, ha traducido al italiano autores portugueses, en especial Fernando Pessoa, e incluso ha escrito en portugués. Sabe, entonces, de lo que habla.

La novela de Tabucchi es, sin duda, en su multivocalidad, un homenaje a los pueblos portugués y español, a la vida, y los ideales.

Decía Juan Filloy "El escritor es un notario público; debe aprovechar los datos de la realidad circundante y aderezarlos poniendo imaginación" (6). También quisiéramos agregar lo que dijo Héctor Tizón: "Un escritor debe escribir sobre el lugar y la gente que conoce, tratando en lo posible de que no se note y lo pueda leer todo el mundo..." (7)

En el mismo orden, es dable destacar la polifonía que se encuentra manifiesta en esta novela. La diversidad de voces que se encuentran dentro del relato —y que son, a la vez, autónomas— son inconfundibles. En palabras de Bajtim: "es dialógica, no se estructura como la totalidad de una conciencia que objetivamente abarque las otras, sino como una total interacción de varias". La convergencia de estas voces dispares son las que le dan cohesión, unidad narrativa, a todo el texto.

El texto predispone a su lector a la memoria, ya que ésta tiene por oficio recuperar y transmitir, a través de cada uno de los personajes (Monteiro Rossi, Marta, Manuel, el mismo Pereira, etc.) la historia política y cultural de un país. De este modo, leer será actualizar esa historia una y otra vez, para impedir su disolución en el definitivo silencio del olvido, o como diría La Nona en Santo oficio de la memoria (8): "la definitiva desmemoria".

A la vez que polifónico, Sostiene Pereira es, asimismo, un texto metaliterario y esto en un doble sentido. Por un lado, pone en escena la memoria de la literatura francesa y portuguesa. En segundo término, inscribe textualmente los vínculos entre escritura e historia, su puesta en circulación, su transmisión, su negación o su recuerdo.

Como un diorama, el texto se maneja sobre dos ejes manifiestos, el histórico y el del personaje, articulándose sobre otro, el menos visible, que es el de los antagonismos: los totalitarismos y la república, la vida y la muerte, Eros y Tanathos, el deseo y la depresión, el protagonismo y la renuncia, y el de dos significantes que se articulan; por un lado, el sostiene que marca toda la novela de una manera genial y el arrepentimiento como contracara antagónico.

El protagonista es un viudo que habla y consulta todo con el retrato de su esposa muerta. Sin hijos, obeso y católico, Pereira vive en el pasado y cuando su pensamiento refiere al futuro lo hace en el sentido de la muerte; forzándose a estar ajeno a los hechos que sacuden al mundo, traduce o lee autores franceses católicos del siglo XIX (tales los casos de Guy de Maupassant y Honoré de Balzac, por citar dos).

Así, desde el inicio, Tabucchi nos interna en el núcleo de la historia. Un personaje gris que, al parecer sin saberlo —pero con las características del "saber no sabido"—, ha renunciado al motor vital y cuyo goce se reduce al pulsional, comiendo y muriendo con el pensamiento:

Y se le ocurrió la extravagante idea de que él, quizá, no vivía, sino que era como si estuviese ya muerto... él vivía como si estuviera muerto (14)

En cierto momento, Pereira lee un ensayo sobre la muerte y, fascinado, contrata a su autor, Monteiro Rossi, un joven recién salido de la facultad de filosofía. Buscando a un pendolario, le pide hacerse cargo de la sección necrológicas de la página del Lisboa. Monteiro Rossi acepta por la necesidad del dinero, pero antes le deja en claro:

[...] a mí me gusta la vida, pero si usted quiere que hable de la muerte y me paga... (23)

Tanto Monteiro Rossi, como su novia Marta, marcarán el giro que pegará la vida de Pereira, hasta hoy monótona y solitaria. Estos jóvenes, son impulsivos, sensuales, inteligentes y comprometidos con la realidad social hasta las últimas consecuencias.

Pero no son los únicos que marcan al héroe. Está también un interesante personaje que va informándolo de la novedades políticas cada vez que Pereira concurre al Café Orquídea: nos referimos a Manuel, el mozo, quien está al tanto de todo, no por los diarios, sino por lo que pasa de boca en boca:

Cuando llegó el camarero le preguntó: ¿Qué noticias hay, Manuel? Si no lo sabe usted, señor Pereira, que es periodista, respondió el camarero. He estado en las termas, respondió Pereira, y no he leído periódicos, aparte de que por los periódicos no se sabe nunca nada, lo mejor es enterarse de la noticia a viva voz, por eso le pregunto a usted, Manuel. Lo nunca visto, señor Pereira, respondió el camarero, lo nunca visto. (67)

Es posible leer aquí cómo Pereira sabe que no quiere saber nada, que a pesar de ser periodista, esto no garantiza ni el saber ni la información; como cuando también otro personaje lo impulsa: la señora alemana que se encuentra en el tren. Ésta lo intima:

La señora Delgado, bebió un sorbo de agua mineral y dijo: Pues, entonces haga algo. ¿Algo como qué?, respondió Pereira. Bueno, dijo la señora Delgado, usted es un intelectual, diga lo que está pasando en Europa, exprese su libre pensamiento, en suma, haga usted algo. (61)

Para marcar la tensión que domina la relación socio-política con la personal, es que el padre Antonio, una de las pocas personas con las que habla Pereira, le dice:

[...] hay huelgas, aquí en la ciudad y en otras partes, pero ¿en qué mundo vives, tú, que trabajas en un periódico?, mira, Pereira, ve a informarte, anda." (14)

Volviendo a los nudos de la novela: en medio de las cavilaciones de las que hablábamos, por consejo médico, Pereira va a pasar una semana a una clínica talasoterápica. Es allí donde conoce al doctor Cardozo. El encuentro con este personaje es definitorio en el cambio que acontecía en Pereira. Esta especie de "psicoterapeuta del yo" con una teoría atribuída a Janet sobre la confederación de almas y la primacía de un yo hegemónico, le dará el último impulso:

Quizá de ahora en adelante su vida ya no le parecerá inútil, déjese llevar por su nuevo yo hegemónico y no compense su sufrimiento con la comida... (105)

Y en relación al joven Monteiro Rossi:

Pues búsquelo, replicó el doctor Cardozo, como ya le he dicho antes, búsquelo, señor Pereira, él es joven, es el futuro, usted necesita tratar con un joven [...] deje ya de frecuentar el pasado, frecuente el futuro. (135)

La tensión que viene en un "in crescendo" llega a su punto máximo cuando su ya "amigo" Monteiro Rossi es brutalmente asesinado:

Monteiro Rossi tenía los ojos completamente abiertos y miraba el techo. Pereira le dio otra palmada, pero Monteiro Rossi no se movió. Entonces Pereira le tomó el pulso, pero la vida ya no corría por las venas de Monteiro Rossi. (170)

A causa de este acontecimiento es que Pereira se pone a redactar una nota contra la dictadura, donde describe el asesinato de Monteiro Rossi:

Invitamos a las autoridades competentes a vigilar atentamente estos episodios de violencia, que a su sombra, y tal vez con la complicidad de alguien, se están perpetrando hoy en Portugal. (174)

Las notas publicadas por Pereira, hasta este momento, nunca habían sido firmadas con su nombre:

Señor Pereira, dijo el doctor Cardozo, me gustaría saber cuáles son los proyectos para la página cultural del Lisboa, me gustaron mucho las efemérides de Pessoa y el cuento de Maupassant, estaba muy bien traducido. Lo traduje yo, respondió Pereira, pero no me gusta firmar. Debería hacerlo, replicó el doctor Cardozo, sobre todo los artículos más importantes... (100)

Finalmente nuestro "amigo" Pereira, luego de firmar su último artículo para el Lisboa, se marcha al exilio, sabiendo, certeramente, lo que su nota provocará.

Hasta aquí los nudos de la obra que Tabucchi supo regalarnos.

Habíamos notado cierta marca muy fuerte que nos deja el texto: nuestro héroe es un viudo sin hijos.

Ahora bien, ¿por qué decide Pereira "ayudar" a Monteiro Rossi? No porque lo tome como hijo adoptivo debido a sus similitudes:

Y después, sostiene Pereira , en un determinado momento vio como un joven alto y delgado se levantaba de una de las sillas [...] sintió una punzada en el corazón, quizá porque le pareció reconocerse en aquel joven (Monteiro Rossi), le pareció que se reencontraba a sí mismo [...] porque de algún modo se le parecía... (19)

No, éste no es el motivo. Sí en lo manifiesto, pero no en lo latente. Se sabe que la identificación funciona. Pero Pereira, ya en aquellos momentos, presentaba un quiebre. Quiebre en el sentido de la falta de referente. Al conocer a Monteiro Rossi este quiebre sale a la luz. No exactamente por Monteiro Rossi en sí mismo, sino por la vida y el compromiso que con ésta tenía aquel joven.

Un fuerte indicio que podría pasar desapercibido nos es indicado en ese párrafo y no podemos dejarlo pasar de largo: "le pareció que se reencontraba a sí mismo".

Volvamos al antagonismo entre el sostiene y el arrepentimiento, porque allí está la clave. El primero es más claro ya que literariamente es utilizado en casi todo párrafo y da a la novela una originalidad estilística única, pero por otro lado: ¿cómo pensar la fuerza del sostiene en un personaje como Pereira, más bien temeroso y pusilánime?. Es que el texto está relatado hoy pensando en el ayer y de esa forma, aprés-cup, el sostiene adquiere toda la significación de un acto a puro riesgo. Esta torción temporal, también la retoma Tabucchi en el texto, cuando en sus notas finales "por fuera de la ficción" escribe:

Cuando lo conocí en París era un hombre de unos cincuenta años, agil y despierto (9). (180)

Si comparamos el Pereira descipto por Tabucchi en el final de libro, con el del comienzo, vemos que su acto produjo efectos hasta en el cuerpo. Antes de su firma y del exilio, la obesidad, los dolores, la fatiga y los problemas cardíacos eran la regla.

Es por ello que proponemos el significante testimonio como nombre del acto, a partir del uso del sostiene; ya que, como en todo testimonio, la palabra tiene valor de acto, de audacia.

Sin embargo, hay muchos tipos de testimonios: el del psicótico, el del místico, el del testigo jurídico, el del científico, el del psicoanalista (10). ¿Cuál es el testimonio puesto en juego aquí?.

Lacan nos dice: "... Todavía hoy se le pide al testigo que diga la verdad, sólo la verdad y es más, toda si puede, pero por desgracia, ¿cómo va a poder?. Le exigen toda la verdad sobre lo que sabe". (11)

Un testimonio como el de Pereira, implica una verdad en juego, pero no al modo del testimonio jurídico, donde se supone que el sujeto puede saber lo que hace en el momento del acto mismo como un sujeto todo conciencia, ni como el testimonio psicótico a-histórico que sacrifica su cuerpo a un Otro absoluto, ni el del místico que brinda testimonio intentando dejar de ser sujeto en pos del Ser. La declaración testimonial de Pereira implica un cambio en la posición subjetiva que reencausa el goce y tiene efectos en su vida y en su cuerpo.

Pero esta acción de Pereira que podemos simplificar en la firma de su último artículo, dejando allí nada menos que la marca de su nombre propio, haciéndose responsable de la acción, ¿se trata de un acto en sentido analítico?. "Sin acto no hay sujeto y sin lectura una acción no hace acto" (12), sentencia Deluca.

¿Dónde podemos situar entonces la lectura de la acción para pensar en un acto y no en una locura, o con propiedad, un acting-out o un pasaje al acto?. Pues en el sostiene mismo, que es el significante del testimonio, como nos advierte Lacan al escribir que "siempre hay compromiso del sujeto y lucha virtual en todo lo que es del orden del testimonio" (13). No por nada testimonio viene de testis y ¿no son esos, los testis, que hay que tener "bien puestos" para hacerse cargo de algunas cosas?.

En Pereira, lo que el testimonio, efecto del acto, ordena, es su historia. Y lo que se transmuta es el pasaje del arrepentimiento al sostiene, ya que el testimonio escinde al hablante entre lo que dice y el saber que produce ese decir (14).

Pereira vive de hesitación en hesitación, debido al quiebre al que hacíamos mención líneas arriba. En varias partes del relato se nos nombra "el arrepentimiento" que siente Pereira, aunque él no sepa el motivo por el cual lo padece, por lo que podemos hablar psicopatológicamente de depresión, pero en el sentido que Lacan le da en Televisión:

Se califica por ejemplo a la tristeza de depresión, cuando se le da el alma como soporte... Pero no es un estado del alma, es simplemente una falla moral, como se expresaba Dante, incluso Spinoza: un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral (15)

El arrepentimiento nos habla de esto:

Pereira no sabe por qué, pero creía que aquel relato sobre el arrepentimiento sería un mensaje en una botella que alguien recogería. Porque hay muchas cosas de las que arrepentirse. (65)

Y más adelante:

Y le parecía que él también tendría que arrepentirse de algo, pero no sabía de qué... Sentía tan sólo una nostalgia de arrepentimiento (93).

Por último:

Es como si sintiera deseos de arrepentirme de mi vida (102)

El arrepentimiento como retroceso ante el deseo inunda el texto —páginas 16, 26, 28, 58, 103 y 113, sólo para citar algunas— y no sólo eso, Tabucchi hasta nos regala un malentendido:

Es un relato sobre el arrepentimiento, dijo Pereira, un hermoso cuento sobre el arrepentimiento, tanto que lo he leido en clave de autobiografía (16). ¿Un arrepentimiento del gran Balzac?, interrumpió el doctor Cardozo. Pereira permaneció pensativo unos instantes.(100)

Sin dudas, el comienzo de su "depresión" se fecha en la muerte de su esposa con quien se casa sin saber que es tísica —y curiosamente es una clínica para tísicos donde se desarrolla la etapa final de su cambio—:

Y ¿cuándo comenzó a manifestarse su obesidad?, preguntó el doctor Cardozo. Hace algunos años, respondió Pereira, después de la muerte de mi esposa. (95)

Y a partir de allí, sólo lo gris de su vida, la soledad, la mediocridad, la falta de compromiso socio-político, la obesidad, los problemas cardíacos y la fatiga que indican un duelo no resuelto y la posición de renuncia que marcamos, contrastando con sus recuerdos juveniles de ímpetu, salud, atletismo y felicidad.

En No velas a tus muertos (17), Martín Caparrós interpelaba al lector a mantenerse en un estado de vigilia permanente, obligándolo a resistir por medio de dos operaciones simultáneas: "novelar" para "no-velar". En el mismo sentido, uno de nosotros escribió: Entonces lo ocurrido irremediablemente perdido en el tiempo, pasa del cenagoso mundo de lo fáctico al simbólico espacio de los mitos, si algo de la verdad puede presentarse en forma no/velada (18). Y este texto apunta en ese sentido, lo no-velado por la novela, es la forma en como el deseo insiste bajo la forma del arrepentimiento.

Es así que el encuentro con Monteiro Rossi, no le enseña sobre la vida, sino que le despierta un deseo que se presentaba como detenido y postergado del que su testimonio da cuenta. De allí el título de nuestro trabajo y el ante qué declara Pereira.

Esto también se manifiesta en las traducciones. Sabiendo que el título original es Sostiene Pereira. Una testimonianza queremos hacer notar las diferencias entre las distintas versiones.

En castellano, esta obra de Tabucchi, nos llega como Sostiene Pereira. Una declaración. Veamos cual es el título de la edición en catalán: Afirma Pereira. Un testimoni (19).

En catalán "Afirma Pereira. Un testigo". Como pudimos haber observado hay dos cambios muy significativos: ‘afirma’ por ‘sostiene’ y ‘testigo’ por ‘declaración testimonial’. En cuanto al verbo, en ‘afirma’ hay un menor valor probatorio, entendiendo que se puede afirmar cualquier dicho, en tanto sostener implica tener pruebas fehacientes sobre lo afirmado; justamente una de las características que el texto quiere dejar bien en claro:

Efecticamente, el artículo era para tirarlo, pero Pereira no lo tiró, quién sabe por qué, lo conservó y por eso puede aportarlo como documentación (44)

En cuanto a "testigo" por "declaración testimonial: se priorizó al testimoniante, entendiendo ésto como persona que declara, y no a la declaración misma, como lo es en el título original.

La traducción al castellano —creemos— tendría que haber sido: "Sostiene Pereira. Un declaración testimonial", a la vez que al catalán tendría que haber llegado como: "Sosté Pereira. Una testimoniança" o "Sosté Pereira. Un testimoniatge".(20), (21)

Rescatamos la traducción que se hiciera al idioma francés, Pereira prétend. Un témoignage (22), (23) ya que este respeta, en un todo, fielmente a la versión original italiana.

Como mencionábamos arriba, básicamente, el joven y su novia, por un lado, y el doctor Cardozo, por el otro, son los gatilladores de la crisis ya presente. Pero, ¿de qué forma?.

En el caso de Monteiro Rossi, es sencillo. El muchacho es la condensación identificatoria de lo que Pereira no fue, del hijo que no tuvo y de lo que quiere ser. ¿O acaso no es posible conjeturar el deseo de Pereira por Marta, que se inscribe en la misma lógica?.

La presencia del doctor Cardozo le permite a Pereira poner en palabras lo que no podía decir. Su lugar es claro: la clínica para tísicos donde lo encuentra nuestro héroe; París, donde se exilia Pereira, es el lugar a dónde va el médico y, como si fuera poco, hasta la transferencia, al menos imaginaria, necesaria para situar cierta relación analítica también se lee en el texto:

No me deje, doctor Cardozo, hubiera querido decir Pereira, se lo ruego, no me deje. Pero en cambio dijo: No nos deje, doctor Cardozo, no abandone a nuestra gente... (133)

Hasta el efecto de sorpresa de una intervención:

¡Qué expresión más hermosa!, dijo Pereira, frecuentar el futuro, qué expresión más hermosa, no se me habría ocurrido nunca (135)

Nuestra hipótesis entonces, es que desde la perspectiva del personaje, un deseo detenido, más un duelo no resuelto, sumado a la aparición de los personajes de la identificación y de un lugar de un sujeto supuesto al saber, en la trama de una conflictiva social, dan cuenta de la bella historia.

Por último, si del deseo se trata, no podemos dejar de lado el del escriba, Tabucchi, el autor que toma la declaración testimonial ante el tribunal del deseo. Y para ello, su último párrafo en la nota personal que agrega a la décima edición italiana:

El día feliz del nacimiento de un hijo mío nacía también, gracias a la fuerza de la escritura, la historia de la vida de un hombre. Tal vez en la inescrutable trama de los eventos que los dioses nos conceden, todo ello tenga su significado

La Plata/San Martín,

algún día de septiembre de 1998

NOTAS:

  1. Psicoanalista. Especialista en Psiquiatría y Psicología Médica. Miembro fundador de "Apertura. Sociedad psicoanalítica de La Plata".Ex Profesor de la Universidad Nacional de Quilmes. Docente de la Cátedra de Clínica de Adultos y Gerontes de la UNLP. Secretario de Redacción de la revista electrónica Acheronta.
  2. Estudiante del Profesorado en Castellano, Literatura y Latín, I.E.S. Nº 2 "Mariano Acosta".
  3. Tabucchi, Antonio. Sostiene Pereira. Una declaración. Traducción de Carlos Gumper y Xavier González Rovira. Título original: Sostiene Pereira. Una testimonianza. Decimocuarta edición: Barcelona: Editorial Anagrama, 1997.
  4. Los autores no se conocen personalmente. Jamás el uno escuchó la voz del otro. Compartiendo el gusto por la literatura, se cruzaron en redes de computadoras. Para el intercambio de opiniones, se utilizó exclusivamente correo electrónico.
  5. Los números entre paréntesis hacen referencia a la página de la versión castellana. En negritas hacen referencia a las notas a pié de página.
  6. "Noventa y tres años con los bolsillos llenos de palabras". Reportaje a Juan Filloy. En Así se escribe un cuento, de Mempo Giardinelli. 2º edición: Buenos Aires: Beas Ediciones, 1993.
  7. De un reportaje a Héctor Tizón, publicado en el suplemento Cultura del diario La Nación. Buenos Aires, 28 de septiembre de 1997.
  8. Giardinelli, Mempo. Santo oficio de la memoria. 1º edición, 2º reimpresión: Santafé de Bogotá: Grupo Editorial Norma, 1992.
  9. "Nota de Antonio Tabucchi a la décima edición italiana". Sostiene Pereira. Op. cit.
  10. Deluca, Daniel y Sayús, Alejandro. "Testimonios". La formación del analista. Buenos Aires: Ed. Puntosur, 1990.
  11. Jacques, Lacan. Seminario XX. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1981.
  12. Deluca, Daniel y Sayús Alejandro. Op. Cit.
  13. Lacan, Jacques. Seminario III. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1985.
  14. Deluca, Daniel y Sayús Alejandro. Op. Cit.
  15. Lacan, Jacques. Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión. Barcelona: Editorial Anagrama, 1977.
  16. El subrayado es nuestro.
  17. Caparrós, Martín. No velas a tus muertos. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1986.
  18. Editorial de La Peste Psicoanálisis - Literatura. N° 1. 1993.
  19. Tabucchi, Antonio. Afirma Pereira. Un testimoni. Traducción al catalán por Xavier Rui. Barcelona: Península Edicions, 1995.
  20. Diccionario Castellà - Català / Català - Castellà. Barcelona: Alberti Editor, 1988.
  21. Fabra, Pampeu. Gramàtica Catalana. Barcelona: Edcions Aqua, 1981.
  22. Tabucchi, Antonio. Pereira prétend. Un témoignage. París: Editorial Christian Bourgois, 1995.
  23. Diccionario Francés - Castellano. Buenos Aires: Editorial Sopena, 1961.
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Número 8 - Diciembre 1998
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