Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El analista y su "valor estímulo" en la instauración del proceso tránsfero-contratransferencial
José Perrés

Ponencia presentada al Panel Plenario
El impacto del género sobre la transferencia-contratransferencia
XXXVIII Congreso Nacional de Psicoanálisis

Asociación Psicoanalítica Mexicana
Tema: Psicoanálisis Clínico
Realizado en la Universidad Iberoamericana del 2 al 6 de Diciembre de 1998 México, DF.

 

I) Introducción

El tema propuesto para el presente Panel Plenario abre una pregunta esencial para la clínica psicoanalítica, con fuertes repercusiones en diferentes dimensiones: en el plano teórico, obviamente, pero también en el epistemológico, llegando incluso a tocar la dimensión ética del psicoanálisis. ¿Impacta el género del analista sobre el fenómeno tránsfero-contratransferencial, motor del trabajo psicoanalítico? Dicho en términos aún más simples, como lo expresaba recientemente uno de mis pacientes en sesión: "¿el analista tiene sexo? ¿hubiera sido lo mismo para mí que me analizara con una psicoanalista mujer?". Por mi parte prefiero darle a esta pregunta esencial otra formulación, de mayor utilidad para el presente ensayo, como luego lo veremos: ¿existen géneros en la escucha psicoanalítica? ¿El analista escucha al analizando a partir de su dimensión de género?

La respuesta tradicional a esta pregunta suele ser negativa, siendo muy común en el ámbito analítico decir que la transferencia del analizando puede ser tan multifacética como modulada y variable, por lo que el analista va ocupando en la transferencia sucesivamente, y por las depositaciones de aquél, un lugar materno, paterno, fraterno, filial, etcétera; se habla habitualmente por ello, en la literatura psicoanalítica, de "transferencia materna", "transferencia paterna", etcétera. Pese a la brevedad extrema de esta ponencia, disponiendo cada uno de nosotros tan sólo de 15 minutos de exposición, trataré de discutir y matizar esta respuesta tradicional desde diferentes perspectivas. Desde luego, no alcanzaré más que a enunciar en forma esquemática problemas muy complejos que podrán ser, eventualmente, profundizados en el debate posterior a la presentación de las ponencias, a realizarse en el presente Panel. Empezaré para ello explicitando el título que he propuesto a mi ponencia, descomponiendo los elementos que lo integran, en forma de enunciados claramente reveladores de mi postura teórico-clínica como psicoanalista.

II) En torno al título de mi ponencia

Si el concepto de transferencia, motor del proceso analítico y de la cura, resulta unánimemente aceptado por las distintas corrientes psicoanalíticas, pese a ser teorizado de diferentes maneras, el concepto de contratransferencia, muy debatido, es un claro indicador de fuertes diferencias entre escuelas. Aceptado por algunas como esencial, es profundamente rechazado por otras. Desde luego, su aceptación o rechazo mucho dependerá de la forma en que es conceptualizado.

Dos han sido tradicionalmente las formas predominantes de esa conceptualización: la contratransferencia "amplia" y la "restringida", por todos conocidas (1).

Si Freud, en sus pocas menciones al tema, se sintió obligado a rechazarla violentamente, pidiendo su localización y superación por parte del analista, es porque la entendió fundamentalmente como emergencia incontrolable de la subjetividad del analista, transferencia del analista sobre su analizando, reviviendo patológicamente el primero sus propios conflictos inconscientes.

Por mi parte, al hablar de proceso tránsfero-contratransferencial, le doy toda su importancia a ambos componentes del proceso. Por un lado, entiendo la transferencia, más que como la reactivación del pasado, donde se suele poner el acento sobre ese pasado, como una tela nueva que se teje con un hilo viejo; es decir pongo más el énfasis en el presente que desencadena el fenómeno repetitivo que en el pasado mismo que se repite. Es decir, mi concepción de análisis sería la de permitir al paciente una historización simbolizante que le permita resignificar su pasado a partir del presente, para que éste pueda cambiar y proyectarse hacia el futuro a partir de las investiduras anticipadas que, de ese futuro, puede efectuar en el presente (2). Correlativamente a ello le doy un gran valor a la contratransferencia, pero no aislada y analizada en sí misma, donde suele estar hipertrofiada, sino como parte indivisible de dicho proceso tránsfero-contratransferencial y que debe ser leído permanentemente, en su complejidad, desde ambos registros: analista y analizado, y no centrando la transferencia en el paciente y la contratransferencia en el analista. No en vano el prefijo alemán gegen (en Gegenübertragung: contratansferencia), no sólo tiene la significación lingüística de "contra", sino también de "cerca de", en el sentido de proximidad. Por ello en su etimología la contratransferencia implicaría la posibilidad de mantenerse próximo a la transferencia del paciente, para poder reaccionar ante ella. El proceso tránsfero-contratransferencial, así entendido, puede abarcar todos los planos antes mencionados, y muchas otras dimensiones de análisis, algunas de las que tendré que tocar brevemente para nuestros efectos, como la transferencia / contratransferencia anticipatoria, de analistas y de pacientes, así como lo que P. Aulagnier ha intentado conceptualizar bajo el nombre de investidura del proceso analítico por parte del analista.

Lo que me importa destacar en este punto es que considero, siguiendo a Freud, y contrariamente a lo que pensarían algunas corrientes analíticas, que la transferencia (y por ello el complejo fenómeno tránsfero-contratransferencial) no está dada inicialmente sino que se va instaurando en un largo proceso del vínculo analista-analizando, que cumple diferentes fases, nunca lineales. Los kleinianos o neokleinianos, por ejemplo, pueden de inmediato efectuar interpretaciones transferenciales a un paciente, aun en entrevistas iniciales, porque parten del supuesto implícito que la transferencia ya preexiste desde el principio.

La noción de "valor de estímulo" que introduzco aquí, fue propuesta y extensamente desarrollada por G. Devereux, psicoanalista y antropólogo, autor bastante relegado y renegado por el mundo analítico, pese a ser esenciales sus aportes etnopsicoanalíticos y epistemológicos para toda reflexión psicoanalítica.

III) El impacto de género en la instauración del proceso tránsfero-contratransferencial

Decíamos entonces que este proceso se instaura y se va consolidando en un largo desarrollo que supone distintas fases o momentos. P. Aulagnier habla de cuatro momentos muy diferentes entre sí: el "antes" del encuentro con el analista, el prólogo, el análisis y el "después" del encuentro. Desde nuestra perspectiva, un poco diferente, uno de los primeros momentos podría ser entendido como el de la transferencia / contratransferencia anticipatoria. Efectivamente cuando un paciente decide consultar a un analista podemos suponer que subyace a esta demanda de análisis, todavía incierta y poco clara para dicho paciente, un sufrimiento psíquico, una angustia que lo desborda. No llega a nosotros, sin embargo, en blanco, sino cargado de expectativas y de preconceptos, de fantasías de enfermedad y fantasías de cura. Simplemente al elegir un analista, lo hará a partir del "valor de estímulo" de su posible analista. No será por ello lo mismo, en sus motivaciones y expectativas conscientes e inconscientes, que el analista sea joven o viejo, hombre o mujer, mexicano o extranjero, reconocido o no en el ámbito público, ejerciendo como universitario o ajeno a actividades docentes, que tenga su consultorio en Tepito o en Polanco, a qué asociación, escuela o grupo pertenece, que se le conozcan publicaciones o no, etcétera, etcétera. Y ese "valor de estímulo" conlleva inevitablemente la ilusión de una "objetividad". A menudo, por ejemplo, una persona mayor sentirá que un joven analista no puede tener la experiencia vital suficiente para entenderlo. O una mujer podrá pensar que su problema tan particular con un hombre, por parte de quien se siente incomprendida como mujer, no podrá ser bien captado más que por una psicoanalista mujer.

Esa transferencia anticipatoria se iniciará, pues, para el paciente, apenas le hayan recomendado un analista. O, a la inversa, como contratransferencia anticipatoria, apenas un colega le haya comentado a un analista: "Te voy a remitir a fulano de tal". Se confirmará con la primera llamada telefónica que disparará para ambos componentes del vínculo analítico la dimensión fantasmática anticipatoria. Estos fantasmas recibirán su primera confrontación con la realidad objetiva en la primera entrevista que se fije. En esas entrevistas iniciales (3), el analista no podrá dejar de mostrar al entrevistado -su eventual futuro analizando- este factor de "valor de estímulo", tanto en los rasgos antes mencionados, como en su apariencia física, su modalidad técnica al delimitar el encuadre de la entrevista, su capacidad de escucha, los rasgos de personalidad que revele directamente o a través de las características de su consultorio, etc. No debemos olvidar que no sólo somos quienes, como analistas, "observamos" a nuestro paciente para conocerlo, sino que toda entrevista preliminar se constituye en una observación/conocimiento bilateral, pese a la asimetría funcional que nuestro dispositivo analítico suscita y torna imprescindible. Dentro de esas características "objetivas", que estamos denominando "valor de estímulo", consideramos que la condición de género del analista lejos está de resultar indiferente para el paciente, estando integrada a estas características que pueden llegar a facilitar o dificultar la instauración y desarrollo del proceso tránsfero-contratransferencial.

Lo que estoy trayendo hasta aquí, parece bastante obvio y elemental y podría ser aceptado, en términos generales, por analistas de diferentes corrientes. Solamente algunos colegas, a los que denomino "fundamentalistas", podrán llegar a negar la existencia de estos fenómenos tan evidentes, de los que sin embargo poco suele hablarse. En este momento inicial entonces, y en función de todos los imaginarios con los que el paciente llega a formular una demanda analítica, la dimensión de género tendría un cierto peso en la elección de psicoanalista. Pero, dirán muchos colegas, en la etapa en que la transferencia ya está instaurada, poco importa el género del analista, su identidad como hombre o como mujer. Llegado a ese punto, en plena transferencia, el analista ya carecería de identidad sexual. Para discutir este problema, nos será necesario ahora, luego de este planteo tan introductorio como esquemático, profundizar nuestra propuesta.

IV) El impacto de género en la escucha psicoanalítica

Un análisis no es verdaderamente eficaz sino cuando hace vacilar las referencias, cuando modifica el régimen de pensamiento y, digamos el término, el ser del analista.

J.-B. Pontalis

Mientras el analista se contente con el estilo aforístico que enuncia que el sujeto "hace una transferencia paterna" o "materna" [...] -la lista es infinita- [...] no comprenderá nada de lo que sucede, ni, sobre todo, qué quiere decir escuchar. La eficacia posible de su conocimiento de los mecanismos transferenciales depende de su capacidad para cuestionarlos del mismo modo que cuestionaría el elemento de un sueño.

P. Aulagnier

Frente a aquellos que sostienen que el género no tiene mayor incidencia en la escucha analítica, luego de consolidado el proceso psicoanalítico, me permitiré recordar un hecho elemental de la historia del psicoanálisis, vinculado a la producción de sus conceptos esenciales. En la actualidad aceptamos unánimemente la existencia de lo que solemos denominar lo "pre-edípico"(desde luego hablando en términos de edipo fase y no de edipo estructura, donde ese término carecería de sentido): la relación dual del niño con su madre y la importancia de esas primeras fases, totalmente constitutivas en el nivel intrapsíquico e intersubjetivo. Sin embargo, se necesitó de la escucha específica de género en la clínica psicoanalítica para que estos conceptos pudieran ser "descubiertos" y teorizados. Fueron precisamente analistas mujeres, algunas de las primeras analistas de la historia (4), que pudieron "escuchar" esa dimensión "pre-edípica" en sus pacientes, de "fijación al estadio preedípico [sin haber] alcanzado de modo alguno la situación edípica" (5), lo que sus colegas hombres no habían podido hacer, empezando por el propio Freud, precisamente porque la escucha de dichas psicoanalistas se dio a partir de su condición de mujeres, de su estructuración psíquica particular como tales (6), centrada en lo que la dimensión de género produce.

A partir de esta consideración inicial podemos regresar a nuestras reflexiones sobre la escucha psicoanalítica. Nos preguntaremos ahora: ¿quién habla?, ¿quién escucha?, en la situación tránsfero-contratransferencial psicoanalítica. Según como sean contestadas estas preguntas desde los marcos conceptuales de cada analista, tendremos respuestas diferentes en torno al impacto de género posible en el trabajo psicoanalítico, respuestas que suelen ser muy variadas. No será posible desarrollar todas las opciones ahora. Recordemos tan sólo que para muchos analistas la contestación sería fácil: es el inconsciente del paciente quién "habla" y el inconsciente del analista quién "escucha". Se trataría de una conexión de inconsciente a inconsciente. Otros grupos analíticos, especialmente lacanianos, preferirán referirse a la emergencia momentánea del evanescente sujeto del inconsciente, tal como fue conceptualizado por Lacan.

Mi respuesta personal es otra, pero sólo podré enunciarla ya que su desarrollo implicaría una extensa discusión en torno a la teoría de sujeto que sustento para pensar el psicoanálisis y su mismo objeto de estudio, a nivel epistemológico. Concepción que tiene fuertes repercusiones clínicas, además de las teórico-epistemológicas, ya que marca también una forma de entender la situación psicoanalítica en su dimensión clínica. Desde mi punto de vista diría que quién habla, en el analizando, y quién escucha, en el analista, es siempre el sujeto psíquico de la intersubjetividad. Para ser aún más explícito, podría aclarar, el sujeto (o los sujetos) del aparato psíquico, en sus redes de constitución intersubjetiva. Vale decir, un sujeto escindido en instancias, que sólo puede ser entendido freudianamente como diferentes sujetos portadores de deseos (que llegan inicialmente de afuera, de los otros que nos constituyen), en donde la instancia yoica intenta trabajosamente mantener un equilibrio inestable entre esas diferentes dimensiones deseantes, conflictivamente enfrentadas. Pero un sujeto también que, siguiendo los imprescindibles aportes de R. Kaës, se ha constituido inicialmente como "sujeto del grupo", a partir de otros, del encuentro con otros aparatos psíquicos que lo han constituido (otros sujetos psíquicos de la intersubjetividad), mediante procesos identificatorios, en vínculos intersubjetivos donde van teniendo gran incidencia los fenómenos preconscientes, antes de devenir ese sujeto psíquico que estamos definiendo. Contrariamente a Lacan, entonces, no concibo al yo tan sólo como un lugar puramente imaginario y engañoso, lugar del desconocimiento, un síntoma en sí mismo. Me adhiero más a la concepción de P. Aulagnier, entre otros, para considerar las complejas relaciones entre sujeto y yo. No se puede elaborar una teoría del sujeto sin tomar en cuenta esa instancia esencial que es el yo, directamente vinculada al lenguaje y al pensamiento, tal como lo he desarrollado en varias publicaciones anteriores (7). Gracias a la teoría del sujeto le salimos al paso a la pretensión del yo de homologarse a todo el aparato psíquico, por ejemplo, con la idea de "áreas libres de conflicto", o de pensar que la racionalidad del pensamiento, en el sistema preconsciente-consciente puede autoabastecerse en relación a las esenciales determinaciones inconscientes que están en la génesis de todo pensamiento y sostienen la misma posibilidad de pensar.

Leído el proceso desde esa perspectiva, la escucha se efectúa con todo el aparato psíquico y no solamente con el sistema inconsciente, pese a que serán jerarquizados, desde luego, los contenidos inconscientes reprimidos y sus derivados. Pero estarán presentes en el discurso del paciente y en la escucha del analista, inexorablemente, todos los factores constitutivos de sus respectivos psiquismos, entre ellos también los que provienen del registro cultural internalizado, que tanto ha contribuido a la delimitación de una identidad sexual, por lo que la escucha sólo puede ser una escucha de género, capaz de producir muchos puntos ciegos, no necesariamente catastróficos para el analizando, ya que pueden y deben ser controlados y combatidos, tal como Freud proponía domeñar los factores contratransferenciales.

Traeremos un solo ejemplo, muy conocido tal vez, pero terrible en sus muy variadas consecuencias, para mostrar que un analista siempre escucha desde un lugar determinado, desde luego que a partir de su formación teórico-clínica, pero debiendo luchar permanentemente contra sus propias orejeras que, en función de muchos motivos, no necesariamente patológicos, pueden provocar una escucha selectiva, a veces tan sólo por intereses momentáneos, con relación a aquello que se está estudiando o investigando. Relataba un famoso analista inglés sus experiencias analíticas personales. Se trata de H. Guntrip, perteneciente a la escuela de las "relaciones objetales". Sus analistas fueron figuras que marcaron profundamente la historia del Psicoanálisis, nada menos que R. Fairbairn y D. W. Winnicott, en ese orden. Recuerda Guntrip que el análisis con el primero de ellos giró sobre la noción de rivalidad edípica, en torno al tema del robo del pene paterno. Tema que "casualmente" obsesionaba a Fairbairn, su analista. Con Winnicott, en cambio, el análisis se centró sobre las relaciones objetales con su madre, que por supuesto era el tema de interés teórico central, en esa época, del gran analista británico. Es decir, regresando a mi temática más específica, que toda escucha psicoanalítica resulta inevitablemente limitada y parcial, por la incidencia de muchos factores, desde los teóricos hasta los clínicos, debiendo destacarse entre ellos, también, la identidad de género como posible productora de puntos ciegos o de pseudoevidencias, todo lo que no suele ser consignado por la atención flotante del analista en su escucha.

¿Llevará lo antedicho a pensar que sólo se puede analizar lo "semejante" y no lo "diferente", que no podría ser "entendido" adecuadamente? ¿El problema del impacto de género nos haría revisar drásticamente nuestros criterios de analizabilidad? Claro que no, incluso sería perfectamente sostenible todo lo opuesto con relación a la primer pregunta formulada: no se trata de "entender" en psicoanálisis, en un plano racional, pese a que también la razón interviene en la escucha por pertenecer al aparato psíquico de quién escucha. Se trata de "escuchar" las determinaciones inconscientes, y de ayudar al analizando a que pueda "escucharse" a sí mismo, confrontarse con su mundo fantasmático inconsciente, con sus múltiples y dispares deseos inconscientes, a menudo en conflicto con sus deseos conscientes y preconscientes. Incluso lo que dispara más la contratransferencia en su registro de "movimientos contratransferenciales", correlatos a los movimientos transferenciales del paciente (las sorpresas del análisis, como las conceptualizaba J.-B. Pontalis), es justamente lo que nos toca en carne propia, en llaga viva, podríamos decir: lo semejante, no lo extraño o lo distinto. En ese sentido podemos escuchar mejor como analista lo que, proveniente del paciente, no nos confronta con nuestra historia, con nuestros propios núcleos patológicos inconscientes, nunca totalmente elaborados pese a los análisis que hemos llevado. Igualmente el entender "completamente" a nuestro analizando, o comprenderlo demasiado rápido, también puede significar una grave distorsión defensiva a la que subyace una escucha muy parcial y distorsionada, con la que solemos manejar nuestra angustia por no lograr asumir adecuadamente nuestro lugar como analista. Desde luego, es preciso subrayarlo, estos análisis por los que hemos atravesado en nuestra formación analítica resultan esenciales, porque nos confrontaron siempre con la diferencia de género, la diferencia de sexos (8), el hombre tratando de entender sus conflictos y sus eternos desencuentros con la mujer, y respectivamente, la mujer con el hombre. Pienso, además, que la posibilidad de que hayamos tenido por lo menos un análisis con un analista hombre y otro con una analista mujer puede ser enriquecedor en nuestra propia formación, y la resolución de conflictos en torno a la diferencia de sexos.

De todas formas que emerjan en nosotros diversas respuestas contratransferenciales no significa, en absoluto, que las podamos consignar inmediatamente, por lo que puede ser mucho lo "no escuchado" en la situación analítica, en detrimento de la evolución clínica del analizando y del encuentro con su propio inconsciente. La verdadera contratransferencia, en su sentido más restringido, correlato directo de la transferencia (aquellos niveles que Pontalis estudia con el nombre de "posiciones contratransferenciales" y "empresa contratransferencial"), se caracteriza precisamente por no ser fácilmente percibida. Y a menudo sucede que sólo en nuestras supervisiones o en nuestros análisis propios pueden emerger sus trazas obligándonos en un a posteriori a resignificaciones y cuestionamientos de todo nuestro complejo vínculo tránsfero-contratransferencial con nuestros pacientes. Allí también emergerán, no siempre fácilmente, nuestras lecturas de la realidad, y nuestra escucha, inevitablemente tamizada por todos los factores que nos han constituido como sujeto psíquico, entre ellos también nuestra identidad de género.

Recordemos, ya para terminar, una pequeña anécdota. En una conferencia bastante reciente que tuve a mi cargo, una psicoanalista lacaniana me cuestionó intempestivamente: "¿Cree usted entonces que la escucha psicoanalítica es cultural?". Le contesté que inevitablemente toda escucha es histórica, toda escucha es cultural, porque no dejamos de ser nunca, además de sujetos psíquicos, sujetos histórico-sociales. Desde mi óptica, antes indicada, de que escuchamos con todo nuestro aparato psíquico, resulta evidente que no podríamos analizar a una persona de otra cultura o de otra galaxia, con códigos desconocidos para nosotros. Pero aun sí solo escucháramos al inconsciente, como sostienen algunos colegas, sería lo mismo ya que tampoco creo en la existencia de un inconsciente atemporal y ahistórico, en lo que concierne a los contenidos inconscientes reprimidos, por más que podamos pensar que los modos formales de estructuración del psiquismo, en cuanto a los vínculos intersubjetivos y al deseo como motor estructurante, son universales. De la misma forma, entonces, no puedo dejar de pensar que toda escucha no puede desprenderse totalmente del género de quien escucha, lo que puede producir fuertes impactos en el proceso tránsfero-contratransferencial cuando se niega o reniega esa incidencia y sus posibles consecuencias. Cuando en cambio se la tiene en cuenta y se la trabaja en los niveles teórico, epistemológico, ético, y clínico, tratando de dominar sus posibles efectos negativos, no sólo puede ser reducida de manera significativa para no significar un entorpecimiento al proceso analítico, sino que las reflexiones a que nos conduce enriquecerán definitivamente nuestra escucha.

 

Notas

(1) Los trabajos de P. Heimann (1949 y 1959), fueron fundamentales al respecto, inaugurando toda una reflexión sobre los fenómenos contratransferenciales, que condujo luego a ensayos muy específicos en la escuela kleiniana latinoamericana como los ya clásicos desarrollos de H. Racker sobre el tema, comenzados en realidad desde 1948.

(2) Nos recordaba P. Aulagnier algo esencial: el poder de anticipar es la tarea específica del Yo y de la actividad de pensar. Vivir, nos decía, implica el investimiento anticipado del tiempo futuro (Cfr., "A propósito de la transferencia: el riesgo de exceso y la ilusión mortífera").

(3) Entrevistas preliminares que son esenciales por muchas razones, fundamentalmente contratransferenciales, en el sentido más amplio del término: evaluar la posibilidad de que podamos tomar a un paciente, invistiendo y preservando una relación transferencial con ese sujeto singular que nos consulta y que debe lograr motivar nuestra escucha psicoanalítica. Cfr., algunos de los trabajos de P. Aulagnier citados en bibliografía, especialmente su ensayo "Tiempo de palabra y tiempo de escucha" y el apartado "Entrevistas preliminares" de su libro El aprendiz de historiador y el maestro-brujo.

(4) El propio Freud cita expresamente a R. Mack-Brunswick, J. Lampl-de Groot y H. Deutsch como aquellas psicoanalistas que aportaron a la comprensión de la "prehistoria de la mujer", las relaciones duales madre-hija más tempranas (cfr., su clásico ensayo "La feminidad", 1932). Obviamente M. Klein, como importante jefa de escuela, también fue una pionera en la profundización del estudio de esas relaciones tempranas, dejando una huella imperecedera con su pensamiento. El mismo tomó en ese punto una dirección distinta a las antes citadas ya que Klein conceptualizaba una relación triangular y no dual con la presencia del padre (fantasía inconsciente del pene paterno guardado en la madre), a partir del edipo temprano que postuló.

(5) S. Freud, ibíd., p. 121, el paréntesis aclaratorio es de nuestra responsabilidad.

(6) Tema que, de profundizarse, nos llevaría muy lejos. Si existe, como lo estoy insinuando, una estructuración psíquica específica según el género, resultaría evidente entonces que la misma escucha, a partir de esas estructuraciones específicas masculinas o femeninas, no podría ser sino distinta y particular, correlativa a cada estructuración.

(7) Por ejemplo, en mi contribución al libro colectivo Tras las huellas de la subjetividad, que llevó por título "La categoría de subjetividad, sus aporías y encrucijadas: apuntes para una reflexión teórico-epistemológica".

(8) Prefiero hablar de "diferencia de sexos", porque considero que el concepto de género introducido por R. Stoller en 1968, tan difundido actualmente a partir del mundo anglosajón, y pese a sus indiscutibles aportes, resulta problemático para el campo psicoanalítico. La antigua denominación de "sexo", que venimos utilizando desde los años sesenta, diferenciando sexo biológico, legal, socio-cultural, psicológico, etc., nos confrontaba con algo esencial: la diferencia de géneros sólo puede entenderse edípicamente a partir del concepto de sexualidad, leído éste en su máxima amplitud y abarcabilidad, y nunca fuera de él (que, además, debe ser pensado no sólo desde la concepción psicoanalítica de sexualidad sino trabajado en un nivel interdisciplinario y con miradas multirreferenciales sobre el complejo fenómeno de la sexualidad). Pero todo esto se abre a una polémica que necesita de un espacio para desarrollar discusiones específicas.

 

Bibliografía

Aulagnier, Piera, "Tiempo de palabra y tiempo de escucha: Notas clínicas" (1973), en su libro El sentido perdido, Trieb, Buenos Aires, 1980.

_____"A propósito de la transferencia, el riesgo de exceso y la ilusión mortífera" (1975), en ibíd.

_____"El trabajo de la interpretación. La función del placer en el trabajo analítico" (1976), en el libro de L. Horstein et al. Cuerpo, historia, interpretación. Piera Aulagnier : de lo originario al proyecto identificatorio, Paidós, México, 1991.

_____El aprendiz de historiador y el maestro-brujo (1984), Amorrortu, Buenos Aires, 1986.

Devereux, George, De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento (1967), Siglo XX, México, 1977.

Freud, Sigmund, "La feminidad" (Conferencia núm.33 de las Nuevas conferencias de

introducción al psicoanálisis, 1932), en Obras Completas, vol. 22, Amorrortu, Buenos Aires, 1979.

Heimann, Paula, "Acerca de la contratransferencia" (1949), Revista Uruguaya de Psicoanálisis, t. IV, núm. 1, 1961-62, Montevideo.

Guntrip, Henry, "My experience of analysis with Fairbairn and Winnicott" (1977), en su traducción al francés publicada en Nouvelle Revue de Psychanalyse, num. 15, Gallimard, París.

Kaës, René, Le groupe et le sujet du groupe, Dunod, París, 1993.

Perrés, José, El nacimiento del psicoanálisis. Apuntes críticos para una delimitación epistemológica, Plaza y Valdés / Universidad Autónoma Metropolitana, México,1988.

_____"Acerca de la institución psicoanalítica y de las relaciones entre escuelas analíticas", en Memoria del Simposium "Desarrollo de la personalidad - Relaciones de objeto", Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica AC., México, 1992.

_____ "La categoría de subjetividad, sus aporías y encrucijadas: apuntes para una reflexión teórico-epistemológica", en Tras las huellas de la subjetividad, libro colectivo, UAM, Xochimilco, México, 1998.

Pontalis, Jean-Bertrand, "A partir du contre-transfert: le mort et le vif entrelacés" (1975), en su libro Entre le rêve et la douleur, Gallimard, París, 1977.

_____"Lo extraño de la transferencia", en su libro La fuerza de atracción (1990), Siglo XX, México, 1993.

Racker, Heinrich, Estudios sobre la técnica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 1960.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 8 - Diciembre 1998
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