Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
"Extasis"
Jorge Helman

Trabajo basado en la conferencia dictada en el ciclo de Actualizaciones Técnicas en Psicoanálisis:
TOXICOMANÍAS, organizadas por el Hospital Diego Thompson - SAN MARTÍN (Prov. de Bs. As.) - ARGENTINA
21 de junio de 1996. Versión corregida y ampliada.
20 de abril 1998

Coincidente con la invitación a participar en este Ateneo aconteció el aniversario de la muerte de Jorge Luis Borges; tal vez por ello cuando esta invitación me llegó recordé una frase que el autor pone en boca de su personaje Ireneo Funes: "...pensar es olvidar diferencias". Movido entonces por esta idea, me propongo compartir con ustedes (los ayer oyentes y los hoy lectores) algunas reflexiones a propósito del tema de las Toxicomanías, tratando de mantener presente la alerta de recordar diferencias.

En virtud de ello quiero proponer un recorrido plural y abarcativo que, a grandes trazos, nos permita ubicar el tema con relación a los diferentes contextos en que el mismo se encuentra inserto. Y esta segunda idea, que continúa a la del mantenimiento de las diferencias, tiende a establecer qué tipo de representaciones poseemos los profesionales en torno a la adicción.

RECORRIDO.

Si en épocas pretéritas, anteriores a la Modernidad, la característica fue la presencia de discursos homogéneos - conforme lo testimonian diversos estudios que al respecto se han realizado - el surgimiento de la Edad Moderna ha traído como consecuencia la explosión y diseminación de la producción discursiva. Y este enriquecimiento expansivo ha abarcado prácticamente todos los órdenes de la vida contemporánea.

En este sentido, pocos son los temas que no han sido capturados por algún tipo de logia discursiva. Si bien es cierto, como lo señala R.Barthes, que existen formas emocionales remisas al encarcelamiento del discurso, (tal es el caso ilustrado por el autor, del amor) las tentativas no han dejado de tener importante presencia.

No podía, en consecuencia, estar excluida de estas tentativas el tema de la Adicción; por el contrario, éste tiene hoy una multiplicidad de referencias que es útil desbrozar. Básicamente para poder determinar desde qué lugar de la producción discursiva se habla acerca de ese objeto y cuáles son los instrumentos con que se lo determina como comportamiento patológico.

¿Se tratará de una nueva modalidad morbosa? o ¿no es más que una forma de vestidura de viejas estructuras ya estudiadas por las diferentes psicopatologías?.

Dejaré para más adelante las respuestas a estas preguntas y atenderé, por el momento, al discernimiento de las diferentes modalidades discursivas que han tratado la cuestión de la Adicción.

Quienes más han abordado de manera prevalente el tema, han sido los enfoques políticos (con fuerte apoyatura sociológica), religiosos, médicos y psicoterapéuticos. Han sido por el contrario relegados los enfoques históricos y antropológicos a los cuales no destinaré atención en este trabajo, justamente, por esta cualidad de apartamiento y porque su intención no pasa más allá de ser estudios de poca o nula operatividad.

ESTACIÓN POLÍTICA.

En su artículo Narcotráfico y Política, aparecido hace 2 años, Horacio Verbitzky sostiene que gran parte de la lucha que se está dando en el mundo contemporáneo contra el uso indebido de drogas se encuentra muy lejos de una modalidad de protección para la salud de la sociedad. Sostiene el autor que lo que más incomoda a quien comanda esta lucha, Estados Unidos, es el destino del dinero negro que huye del circuito financiero y sobre el cual éste no posee dominio ni control. Los narcodólares constituyen una forma irritativa al sistema económico, que determina este combate contra la droga. Una segunda modalidad, señalada por el autor, es la llamada Hipótesis de Conflicto. Según ella, el derrumbe del mundo soviético ha dejado sin alternativa conflictiva al horizonte capitalista; éste requiere de una disyuntiva de oposición. Aliados ambos elementos se detectan con facilidad las motivaciones subterráneas que mueven esta lucha.

Revisando esta mirada, ilustrativa de muchas otras similares (de allí que ha sido expuesta aquí) es posible detectar dos condiciones que cumple el discurso político. En primer lugar, utiliza una terminología de guerra propia de Carl von Clausewitz y en segundo lugar, como toda política, es ciega a las diferencias individuales; porque le interesan las grandes cantidades de personas, no le interesa la persona en singular.

Susan Sontag en su libro La enfermedad y sus Metáforas, sostiene al analizar los grandes terrores de los siglos XIX, (la tuberculosis) y XX, (el cáncer) que los sistemas discursivos presentan asombrosas analogías: la cuestión del mal, el carácter innombrable, la cruzada colectiva contra el aspecto demoníaco del mal, su forma misteriosa y enigmática de aparición, su cualidad de incontrolable. En otros términos, la autora resalta el fino y sutil carácter ideológico con que una enfermedad es constituida como tal desde el imaginario discursivo y social.

Imaginario discursivo y social. Ante éste surge una inevitable evocación en lo que atañe también a las adicciones. Es en el siglo XIX donde rebrota con más energía la temática del DOBLE y donde la droga juega un protagónico crucial. Baste como ilustración las vicisitudes del Dr. Jekyll ante el surgimiento experimental del Sr. Hyde; independientemente de las implicancias filosóficas acerca de las relaciones entre la ciencia (y ¡hasta dónde ésta puede llegar!) y la religión, el papel que cumple la droga como elemento de transformación es básico como para comprender el surgimiento del "otro sepultado". El "medicamento" consigue el destierro de aquel otro que la racionalidad logró apartar y exiliar.

Este testimonio literario se encuentra muy lejos de ser accidental y contingente. Por el contrario, en él es posible hallar los restos de una forma de razonamiento que parte de la disociación entre un fragmento de la personalidad racional y otro más arcaico enrolado en lo pulsional. En otros términos ¿por qué no considerar a los posteriores desarrollos de Breuer y Freud como soportados (independientemente de la conciencia que ambos pudieran tener del hecho) por el texto literario de Robert Louis Stevenson?. Después de todo, el libro El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde sale a la luz en 1884, diez años antes de la muerte de su autor británico.

En el texto literario la droga logra liberar a la animalidad subyacente en el sujeto humano, y esta noción de "liberación" se mantiene incólume dentro del imaginario usufructuario de las diferentes formas de drogas.

Pero la palabra liberación no deja de estar tonalizada por fuertes referentes históricos. En otros términos y siguiendo el decurso del imaginario discursivo y social, no es lo mismo la "liberación" planteada en la década del '60 dominada por un afán contestatario, Vietnam y hippismo mediante, que la concepción de "liberación" propia de la década del '80, Francis Fukuyama y fin de las ideologías mediante. En el '60 el imaginario plantea a la droga como idolatría, como potencial hallazgo de una realidad superior. En la década del '80, la droga es una fuga de una realidad sometida al simulacro; una realidad sobre la cual se ha cometido El Crimen Perfecto: la disolución de la ilusión.

En síntesis, las cualidades de la mirada política se sostienen sobre el orden de un discurso que idolatra y disipa la diferencia; que idealiza y no discierne a la singularidad.

ESTACIÓN MÉDICA.

Así como en el caso del enfoque político acudí a una ilustración (el artículo de H.Verbitsky), en este caso seguiré el mismo camino. Momentos previos a esta exposición leí un artículo aparecido en el día de hoy en el Diario Clarín; por lo tanto es mucho más reciente que el texto de Página 12. Esta crónica es la que voy a tomar como referencia ahora.

Para poder comprender el alcance y los dichos de este artículo es necesario dibujar el contexto en el cual el mismo está escrito. Hace pocos días el Ministerio de Educación de la Provincia de Chubut autorizó a un colegio a que impusiera como reglamento interno del mismo, una cláusula según la cual los niños que escupen serán castigados mediante el pasaje de un jabón por su lengua. Obviamente esta noticia trajo aparejado innumerables reparos emanados de las asociaciones de derechos humanos y de defensa de la infancia. A pesar de ello, algunas voces se alzaron en favor de la medida.

El artículo al cual hago referencia, aparecido recién en el Diario Clarín, esta firmado - o sea que no es un reportaje sino que está escrito y rubricado - por el Decano de la Facultad de Medicina, Dr. Ferreira; o sea no por cualquier médico, sino por aquél que, sin lugar a dudas, ocupa un puesto emblemático en el campo académico.

Lleva por título este artículo: "Una palmadita en la cola no está mal" y dice lo siguiente: (cito textualmente)

"Esta es una sociedad de premios y castigos y el que hace mal las cosas debe pagarlo ¿Por qué no lavarles la boca a los chicos si escupen a sus compañeros?. Deben saber que cuando hacen algo que no corresponde deben ser reprendidos. ¿No es más humillante tener un hijo que se porte bien y que le escupan?. Si estas normas fueran consensuadas en la escuela me parece un gran progreso. A veces hay que pegarles a los chicos pero sin lesionar, una palmadita en la cola a un nene de tres años no es nada malo, hablarles a veces no es suficiente. Por eso apoyo a los maestros en esta situación. Las normas deben existir. Criticar esto es criticar el establecimiento del orden. Si los papás hiciéramos lo mismo, los maestros no deberían recurrir a estas medidas, fruto de la mala educación. Tuvimos dificultades con nuestra juventud y no queremos volver a atrás. Hubo drogadicción y terrorismo, cosas diferentes y ambas desviaciones de la juventud, consecuencias del dejar hacer. Por este motivo creo que lo que digo y pienso está bien".

Tal vez el tiempo designe como increíble este pensamiento que llevado a su extremo no deja de desembocar en un chiste de humor negro. Sería esperable que al Decano Ferreira no se le ocurra hacer extensiva esta "pedagogía" a sus alumnos de la Facultad de Medicina.

Se podría considerar que éste es un accidente aislado, una opinión fortuita de una persona; sin embargo refleja (por el cargo que ocupa el catedrático en cuestión) una forma de pensamiento que nada debe envidiarle a una concepción militar y corporativa de la sociedad.

En otros términos, si bien el "caso Ferreira" es extremo, justamente por esa extremidad es testimonial de lo que se puede, con toda legitimidad, designar como EL ORDEN MÉDICO, feliz término acuñado por J. Clavreul para indicar lo que años antes M. Foucault llamaba en Vigilar y Castigar (Capítulo I), El sometimiento de los cuerpos.

En el pensamiento de Clavreul no se trata de los médicos en su forma singular o particular de razonar, sino de una modalidad de raciocinio que cubre aun a aquéllos que no pertenecen a la profesión médica. Es como un fragmento de una Zeitgeist (el espíritu de una época). La idea que este autor pone de manifiesto es que la Medicina ha expandido sus modalidades de razonamiento más allá del propio cuerpo (que sería su recinto específico de abordaje); extendió así sus tentáculos ideológicos a áreas extraterritoriales. En esta idea, no es necesario ser médico para pensar desde la medicalización del sujeto; ella opera por sí ya que se ha incrustado como una forma de razonar la Realidad...por supuesto de una manera bastante particular.

M. Foucault, cualifica a esta forma como propio de una sociedad disciplinaria y G. Deleuze y Guattari como sociedad de control.

El Decano Ferreira asocia adicción con terrorismo; la consecuencia es inmediata: la satanización de los sujetos que deben ser combatidos mediante la represión (no en el sentido analítico, sino social) y el aislamiento.

A diferencia del discurso político antes expuesto, que intenta comprender las motivaciones subyacentes de las adicciones, el orden médico pretende suprimir por aislamiento y represión a los adictos. Funde así enfermedad con enfermos.

Pero en coincidencia con la mirada política, no discrimina entre enfermos, o sea que piensa desde una política de represión y no de discernimiento de la singularidad.

ESTACIÓN RELIGIOSA.

Es un hecho conocido que, entre otras prácticas sociales, las religiones atienden también a la problemática de la Adicción. Como en los casos anteriores voy a exhibir, también, un testimonio que posee el valor de paradigma.

Se trata de un anuncio de una iglesia evangélica; en ella se puede leer la siguiente oferta de servicio:

JESÚS TRAE PAZ Y FELICIDAD A SU VIDA.
Mensajes para combatir el estrés (sic), ansiedad, adicciones, miedos, culpas, egoísmos, baja estima y otros males. Aquí además se dictan cursos gratuitos de costura rápida y práctica.

Obviamente que la segunda propuesta de "costura rápida y práctica" retroacciona al primer fragmento del mensaje. Y esta es justamente la función que cumple la religión. Producir velozmente "recauchutajes" en la subjetividad; aquella que ha sido afectada por los "males" descriptos en el enunciado inicial.

Esta función se realiza mediante la inserción de la problemática (sea cual fuese) dentro de una dimensión de mayor amplitud. De este modo esa conflictiva singular aparece enlazada, enrolada y sometida a una relación muy superior, la figura de Jesús (en este caso).

Vale decir que el rol que cumple la religión es mitigar la presencia del conflicto en vistas a un ideal superior; al así hacerlo el conflicto (sea cual fuese su nombre: adicción, ansiedad, etc.) se reduce en su poder de expresión; en otros términos, se lo acalla ubicando así la supremacía del Bien por encima del Mal.

El sistema lógico que aquí impera, se asemeja al del discurso médico porque opera con un razonamiento binario (tal vez en otra época se lo llamaría "maniqueo") donde el Bien y el Mal se instituyen en bandos nítidamente diferenciados. Pero a distancia del discurso médico donde la sentencia viene dictada desde un sujeto de relieve procedente del campo de la medicina, aquí el juicio no es humano sino divino. Ubicado en la figura de Jesús se "corporeiza" lo espiritual en una idea superior.

Muy próximas a este método terapéutico implementado por la religión, se encuentran las psicoterapias comprensivas. Su objetivo es enlazar la problemática adictiva operando desde una red de contención social. Estas psicoterapias no apelan a la figura superior como en el caso de la religión pero sí intentan sustituir la droga por la red social.

Obviamente que todas estas estrategias médicas, religiosas, psicológicas se encuentran ubicadas en el plano genérico, o sea que siguen la trayectoria de políticas que ignoran las particularidades de cada sujeto. Porque además parten de saberes cristalizados a priori.

PROBLEMAS.

Luego de haber revisado, a grandes trazos, los que desde aquí se consideran los abordajes dominantes frente al problema de la Adicción, intentaré puntuar algunas cuestiones metodológicas y epistemológicas en torno al tema.

¿Es la Adicción una entidad gnosológica específica o se trata de un síntoma que envuelve a varias entidades psicopatológicas?. ¿Qué recursos inferenciales, no sólo estadísticos, permiten responder a la pregunta anterior?

La problemática de la adicción en nuestro país se hizo enérgica en las dos últimas décadas. No implica esto que no haya habido con antelación adicciones; sin embargo los estudios anteriores a la década del '70 sitúan la conflictiva no en el campo de las drogas sino en el terreno del alcoholismo. Numerosos estudios, respetando sistemas metodológicos de seguimientos de casos clínicos, así lo testimonian.

Desconozco cifras de relevamientos realizados actualmente en los servicios de atención de Salud Mental. Es evidente que hoy han surgido nominaciones para nuevas patologías, o por lo menos así se las designan en calidad de tales. Por ejemplo, como efecto de los enfoques y estudios realizados a partir de la década del '80 (época en la que la percepción acerca de la Mujer alcanzó un relieve históricamente inédito) ha surgido la patología de la "Mujer Golpeada (y del Hombre Golpeador)".

Su entidad gnosológica no posee más que un estatuto meramente cuantitativo; surge de la Psiquiatría Social, así como la "Bulimia y Anorexia". Varios centros de atención mental poseen sus respectivos departamentos de "Mujer golpeada" y "Bulimia y Anorexia", así como el de "Adicciones".

El valor cuantitativo es una mera referencia; lejos está la cuantificación de designar a una estructura psicológica y social. Umberto Eco en el trabajo Signos, peces y botones. Apuntes sobre semiótica, filosofía y ciencias humanas señala con toda nitidez la fragilidad de tomar como referencia a algún elemento que pueda constituirse como objeto científico por el simple hecho de su cantidad.

Afirmo, en consecuencia, que la adicción tiene el carácter de síntoma y no de estructura psíquica y lo hago sobre la base de la observación de casos clínicos donde la conducta adictiva es irreverente ante la estructura psicopatológica. En otros términos, la Adicción aparece tanto en la psicosis, en la perversión, como en las diferentes formas de neurosis. Por lo tanto tiene, conceptualmente hablando, el mismo estatuto que la fiebre; es decir que se requieren de otros datos adicionales para poder otorgarles el valor de significación, ya que de por sí no es indicativo de mucho.

LLEGADA PROVISIONAL.

Los enfoques que hasta el momento han desfilado en esta exposición han partido de una premisa ontológica: EL SER ADICTO. Premisa que en numerosas oportunidades clínicas el mismo paciente suele plantearse y que oscurece, más que aclarar, la cuestión diagnóstica. Este punto de partida, tiene como origen un IDEAL que se encuentra configurado como siendo dotado de un conjunto de atributos regulares, permanentes, constantes. Ese ideal - aunque negativo, no por ello menos Ideal - ocluye la historia personal del paciente.

Y a este Ideal contribuye sólidamente la estadística, soporte metodológico que atiende a lo general; por lo tanto posee apetitos universales.

Un ligero desvío en esta exposición, permitirá entrever el problema desde otro ángulo.

Toda la ciencia occidental, la que conocemos, aquélla que nos permite clasificar como perteneciente o no a un conocimiento científico, se funda en los desarrollos de la Modernidad y con mucha energía en las postulaciones epistemológicas que Isaac Newton transmitió. Éste distingue (de ahí que la lógica lo recolecte posteriormente) tres categorías de conocimientos. Los conocimientos genéricos (hacen al género por su extensión) que abarcan todos los aspectos de ese fragmento de la Realidad y se expanden a la totalidad de los objetos allí habitantes. Los conocimientos particulares (nombre que toma Newton de "partícula") donde el elemento individual sólo remite al conocimiento del género.

En otras palabras, conociendo el comportamiento del género se puede inferir la conducta particular; y a la inversa: un hecho particular sólo se entiende en la remisión de una categoría general.

Por último tenemos los conocimientos singulares; aquéllos remisos a ser absorbidos por algún categorial genérico. Éstos permanecen sin posibilidad de teorización ya que ésta requiere la presencia de la generalización como requisito sustancial.

Con este arsenal vuelvo nuevamente a la exposición.

Por ello otro camino posible al encarado consiste en partir de la premisa adversa al Ideal, o sea partir de lo Real.

Esta ruta muy lejos se encuentra de ser novedosa u original, por el contrario tiene sus simientes en el método psicoanalítico ya que éste impone como base de su conocimiento la investigación del caso singular. En este sentido resulta memorable, por ejemplo, que la interpretación del sueño (piedra basal del descubrimiento freudiano) se halla construida sobre la base de las asociaciones que el propio paciente puede realizar de los ingredientes aparecidos en su sueño. Y así como el sueño, los síntomas presentan similares características, en lo que atañe a su carácter de expresión encriptada.

Muy poco es lo que se puede decir del síntoma, más allá de que se trata de productos subrogados devenidos de impedimentos en el proceso de tramitación psíquica. En otros términos, lo no elaborado por la vía del recuerdo, de la metabolización representacional, hace su presencia por el camino de la expresión sintomática.

Y justamente esta generalidad es extensiva a los grandes territorios de la llamada psicopatología. La teoría analítica ha compuesto un cuadro preciso de la subjetividad propio de la Modernidad pero no ha podido, ni puede responder, al requisito epistémico positivista de hablar de los sujetos en su estatuto universal; sólo le queda la apelación, irreverente ante la exigencia positivista, de rescatar la individualidad.

Al no disponer en esta exposición, como en otras ocasiones, de un caso clínico singular, resulta muy difícil demostrar la presencia de este camino que se propone como lo es el acceso a lo Real, opuesto al Ideal de los enfoques anteriormente descriptos.

A pesar de ello intentaré, también aquí, tomar como en los casos anteriores un hecho anecdótico que orienta hacia la presencia de lo Real en cuestión.

Es un hecho conocido por todos que una nueva droga ha invadido el mercado adictivo con fuerte poder nocivo. Se trata de ÉXTASIS.

Aquí nos detendremos para bucear el origen (u orígenes según veremos más adelante) de este significante ya que el mismo nos dará algunas pistas importantes.

Éxtasis es una palabra de procedencia griega; significa "fuera de sí". El escritor checo Milan Kundera, describe a este término con mayor precisión. Sostiene que el éxtasis es el despojo liso y llano de los recuerdos y lo ilustra por medio de una relación sexual donde los amantes se dejan conducir por sus pasiones sin atender a las reconvenciones, alertas y advertencias que derivan de tal acto. Sus consecuencias, que podrían perfectamente ser previstas por los protagonistas, son desoídas y arrojadas fuera de ellos mismos.

Cuando Max Weber pretende traducir el término griego al latín lo hace con la palabra "superstitio", que significa en castellano "superstición". Infiere el filósofo español, Eugenio Trías, en el texto de referencia, que no es accidental esta traducción hecha por el ensayista de la escuela de Francfurt.

Por el contrario, superstición es lo que sobrevive más allá de la religión romana. Si existe una religión oficial que ha marcado por el culto a sus deidades una posición legitimada, los "supertitios" son la sobrevida de los cultos paganos que conviven a pesar de la religión oficializada.

Se trataría de formas arcaicas de religión resistentes al avasallamiento de la religión legal.

Conclusión provisoria. La superstición (el éxtasis) es una forma de existencia de lo Real (obviamente, imaginarizado, ya que de otra forma sería imposible su captura) que está por fuera del "YO" (religioso) legal.

Reforzando esta conclusión provisoria, vale la pena distinguir los vocablos griegos de éxtasis, frenesí y manía. La antigüedad occidental distinguía los trastornos de la pasión (definida como frenesí) de los trastornos ideativos (marcados como manía). Pero el éxtasis es algo que escapa a la posibilidad de conceptualización y estaba considerado no como trastorno sino como condición propia de lo humano.

De modo tal que bien puede asimilarse la idea de éxtasis a aquello que la doctrina analítica reciente, merced a Lacan, ha designado como goce. Éste se aleja del concepto de Placer, ya que Freud consignará al placer como una sobreinvestidura de representaciones; a diferencia, precisamente, de "goce" que escapa del campo representacional.

Por ende el goce no es placer, porque está más acá y más allá del principio del placer; tampoco es pulsión, porque ésta significa evocación o recuerdo; tampoco es deseo porque el deseo siempre es deseo del otro.

Goce no es tampoco como lo concibe la filosofía, o sea, usufructo del objeto. Por el contrario contiene la raíz autoerótica de consumo del sujeto.

Así el goce (éxtasis) estará antes, en el interregno y después del lenguaje; es merced a éste que el goce es intrínseco a la subjetividad. Por ello no dejaba de haber razón en la distinción que la Grecia arcaica establecía a propósito de estos términos.

Vinculado al éxtasis surge el entusiasmo; palabra castellana que esconde en su raíz al vocablo griego "teo"; es decir a aquello que está fuera de uno mismo porque corresponde a Dios (o a los dioses).

El goce pone "fuera de sí" al Yo, lo sobrepasa y lo impotentiza...o en todo caso, muestra la impotencia consustancial al Yo mismo. Si bien el término "goce" es de acuñamiento actual, y Freud no utiliza la especificidad de dicho vocablo, es posible discernir dentro de su obra, dos conceptos de Placer muy diferentes, al igual que los conceptos acerca del YO.

Con relación a este último, Freud había establecido, entre una de sus funciones primordiales, la acción "inhibitoria"; hecho resaltado muy tempranamente, en 1896.

En lo que atañe al placer, existe un placer propio de la "descarga" y otro placer que es atinente a la "sobrecarga" o sobreinvestidura de representaciones. Por ende las definiciones freudianas al respecto cobijan dos conceptos antagónicos sobre una misma idea. ¿Cómo sería posible conciliar este antagonismo? Justamente acudiendo a la idea de que existe un "placer" (goce) propio de la corporeidad - huidiza ésta de las tensiones, y en consecuencia ávida de descarga - y existe un Placer propio de lo psíquico, consistente en una sobreinvestidura de los recuerdos.

Ahora, retomando ambas ideas, la correspondiente al YO y la atinente a la de placer, es posible observar su articulación. Es en LAS PULSIONES Y SUS VICISITUDES donde asevera que "...el Yo es resistente al abandono de sus fuentes de Placer". Esto determina que la función inhibitoria está inhibida, por lo menos en parte, en lo que atañe a su extensión.

El goce, sobre el cual no voy a extenderme más en este momento ya que remito al estudio realizado por Néstor Braunstein al respecto, está muy vinculado a la función del cuerpo.

Así como la droga ÉXTASIS está vigente, también lo está el tatuaje. Modas mediantes, tanto el tatuaje como la droga configuran modalidades asociadas donde lo que prevalece es, justamente, el cuerpo como recinto inscripcional de aquello que no ha sido tramitado por el lenguaje.

Así el cuerpo se ha transformado en un mecanismo de fuga de la historia, porque en esa "cosa" (Das Ding) estará exhibida la reseña que no habita la memoria.

Voy a concluir mi exposición intentando rescatar algunas ideas que se han ido presentando.

El cuerpo hoy se ha transformado en un escenario en el cual se juegan diferentes dramáticas. Propio del empobrecimiento del mundo simbólico, lo real ha expandido su territorio. Ya en oportunidades pasadas pretendí poner de manifiesto la incidencia de algunas consecuencias psíquicas devenidas del mal llamado concepto de Postmodernidad.

Dentro de estas dramáticas, sin lugar a dudas, ocupan un lugar privilegiado las adicciones y las enfermedades Psicosomáticas.

Pero no quiero abandonar este relato sin antes retomar una pregunta que quedó pendiente.

Esa interrogación está referida a si existen nuevas modalidades psicopatológicas o por el contrario se tratan de viejas fórmulas con nuevas vestiduras.

No creo posible responder a este interrogante. Existe una poderosa razón de impedimento. Si enfrentásemos el nacimiento de nuevas patologías nos veríamos confrontados a tener que revisar nuestra concepción de la subjetividad misma.

Es un hecho admitido que la patología psíquica no es más que una exageración aberrante de la normalidad. Freud lo expresaría en términos "cuantitativos". Por lo tanto, para poder determinar si nos encontramos ante una nueva modalidad subjetiva deberíamos, en principio, tener la suficiente distancia histórica que nos permita evaluar comparativamente la mutación.

Considerarnos fundadores de un nuevo período de la Humanidad es, amén de un soberano gesto narcisista, una miopía conceptual que distorsiona la percepción. El posmodernismo padece, precisamente, de esta perturbación perceptiva. Es imposible, por el hecho de ser protagonistas de acontecimientos, producir la Historia de los mismos.

La Historia se define como un espectáculo significativo acerca del pasado forjado desde el presente; y en calidad de espectadores queda neutralizada la posibilidad de ser protagonistas.

Claude Levi Strauss sostiene que una sociedad se enferma cuando se han quebrado en ella los mitos que hacen a su linaje; se cura esa sociedad cuando puede restablecer nuevas ficciones míticas, que más que realidades tangibles, permiten operar con una eficacia simbólica recomponiendo la historia.

Comencé con una evocación acerca de Funes, el Memorioso, de Jorge Luis Borges. Cerraré esta exposición con un recuerdo de El Naranjo, de Carlos Fuentes.

Sostiene él que se hace necesario "...recordar el futuro e imaginar el pasado". Esta expresión podría considerarse un acto fallido, pero no lo es.

Las predicciones futurológicas son proyecciones deformadas del pasado, y éste es una forma imaginativa (por retroacción) del presente.

Las posibilidades terapéuticas, no sólo en el caso de pacientes calificados como "adictos" sino en un sentido más abarcativo, se encuentran atadas al potencial de transformación psíquica que permita mudar el goce en placer. Si bien es sabido que en toda su extensión esto es imposible, por las propias definiciones de goce y placer, por lo menos la curación pasa por tramitar aquellos goces que atentan contra la subjetividad singular. De ahí que intentase en mi exposición, conducirme por la frase de inspiración borgiana de "(no) olvidar diferencias".

El procedimiento de esta mutación terapéutica es a través de producir una escritura allí donde hubo ausencia de la misma y donde el cuerpo vino a ocupar el inadecuado escenario de la expresión.

Por lo tanto esa escritura contendrá, por lo menos en su formación esperable, la alianza entre lo señalado por Claude Levi Strauss y Carlos Fuentes.

Es decir: inventar una historia que en su verosimilitud (no en su veracidad) permita recomponer el linaje recordando el futuro e imaginarizando el pasado.

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 7 - Julio 1998
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