Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El cuerpo y el imperativo de salud corporal en occidente
Eleazar Correa González

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Cinco siglos de investigación científica en anatomía, fisiología, biología y tecnociencias han separado progresivamente el cuerpo de su carácter trascendente. Cinco siglos para que la carne humana sea inscrita bajo el sello de la tecnología y para que emerja progresivamente un cuerpo "nuevo", un "cuerpo-producto científico" en riesgo de convertirse en una máquina viviente. Cinco siglos han pasado para tener hoy un cuerpo, -tecnológica y genéticamente- modificado y reproductible.

Del cuerpo muerto del Renacimiento, expuesto al desmembramiento médico y al diagnóstico natural, llegamos hoy al cuerpo viviente, observado en directo por técnicas de escaneo, identificación genética y del genoma humano, etc.

En efecto, hoy vemos que el cuerpo es no sólo expresión de la naturaleza, sino ha devenido campo de acción de la tecnología médica. Constatamos que en torno al cuerpo, se elaboran hipótesis que resultan de combinar la naturaleza y la tecnología(1), es decir, hipótesis antropotecnológicas. Estas hipótesis pretenden realizar una planificación explícita de las características corporales, no sólo por el pasaje del "fatalismo del nacimiento" al "nacimiento opcional", y a la selección prenatal, sino también a partir del ofrecimiento de todas las posibilidades protéticas para el cuerpo, incluida ahí la técnica aplicada a la cirugía estética.

Ya Max Weber en 1920 señalaba que la tecnología se presenta como un instrumento privilegiado en el proceso de "racionalización". Proceso por el cual queda alterado de manera radical, no sólo el vínculo entre los sujetos y su mundo, o entre la cultura -en su sentido más amplio- y la experiencia subjetiva, sino también la relación que tiene el sujeto con su cuerpo, así como el cuerpo mismo. Sobre la modificación del cuerpo detendremos nuestra reflexión.

La tecnología modifica hoy el cuerpo y lo hace bajo la lógica de la "racionalidad instrumental" es decir, una lógica que es la del mero cálculo de una relación de eficacia entre los medios y los fines. Esta lógica de la "racionalidad instrumental" sólo pudo aparecer en el marco de la modernidad capitalista-, pues no se podía permitir una tecnología que no fuera ni eficaz ni eficiente. Hoy el cuerpo y su funcionamiento es sometido al cálculo, a una planificación y administración, quedó atrás la concepción del cuerpo como " casa del alma", "templo de dios", "cuerpo sagrado" etc. En nuestro presente se constata que la racionalidad instrumental somete progresivamente a la racionalidad sustancial –esta última era una racionalidad diferente, basada en valores y principios éticos.

Cada sociedad construye ciertas representaciones sociales del cuerpo humano, sin embargo, nunca como hoy, la mayoría de las sociedades contemporáneas disponen también de representaciones sociales sobre la posibilidad de modificar, transformar y metamorfosear el cuerpo. No hablamos de las transformaciones que obedecen a las lógicas funcionales de los imperativos del ecosistema, ni mucho menos de las metamorfosis del cuerpo generadas por una inscripción del Logos en el cuerpo, pues estas modificaciones del cuerpo pasan fundamentalmente por rituales sociales y no por el cálculo instrumental, por ejemplo la circuncisión, los tatuajes y marcas en la piel, los signos y las insignias, así como las decoraciones. Nos referimos -por el contrario- a las modificaciones del cuerpo determinadas por un cálculo y una "racionalidad instrumental", es decir a las prácticas que instrumentalizan al cuerpo. Dicho de otra manera, se ha considerado al cuerpo como un instrumento con vistas a obtener un resultado, un fin determinado.

En efecto, actualmente la plasticidad del cuerpo deviene un objetivo común. La anatomía no es más un destino sino un accesorio de la persona, una materia originaria a redefinir. La industria del diseño corporal está en pleno auge. Los cosméticos, las prótesis, los órganos o tejidos "de repuesto" están por todos lados.

El cuerpo puede ser hoy modificado en todos sus estados, por la intervención de una tecnología médico-científica. Su naturaleza puede ser cambiada a partir de los elementos (ADN, Genes...) que constituyen la identidad humana y la singularidad de la ontogénesis individual.

¿Que le ha sucedido al hombre contemporáneo, para quien su cuerpo, ha devenido "la parte defectuosa de la condición humana" es decir, un lugar que es necesario rectificar o corregir?. Podemos constatar que este "cuerpo perecedero, con fallas, defectuoso, es atrapado por la ciencia y que desde ahora podemos llamar "cuerpo-objeto de la ciencia", este cuerpo es un cuerpo "reparable", transformable, manipulable, programable, cuerpo que da forma precisamente al sueño arcaico de la fabricación del hombre perfecto.

La idea de que el cuerpo es algo a "reparar" toma fuerza con las maniobras que se pueden realizar a partir del descubrimiento del ADN y los avances sobre el estudio del genoma humano así como la posibilidad de actuar sobre el patrimonio genético y modificarlo. Se penetra el espacio último del cuerpo para conocer sus "secretos", conocimiento que no es para otra fin racional e instrumental, que para manipularlo, re-crearlo, y reproducirlo.

El gene aparece así a los ojos de la ciencia como "el último secreto arrancado al cuerpo", como la promesa de un conocimiento finalmente completo del humano y como el elemento que relanza el sentimiento ilusorio que desde ahí, -el gene- todo puede ser controlado en el ser humano. En efecto, el estudio del gene, implica para la pretensión cientificista "el adiós a la subjetividad" el despido a la "inmortalidad del alma" (2).

En la modernidad la subjetividad le es arrebatada al hombre. Con la modernidad el hombre es separado de su subjetividad y con ella desaparece también la inmortalidad de su alma, es decir, el hombre pasa a ser sólo un ser incapaz de inmortalizarse, sólo es efímero, fugaz, pasajero. Es sólo un "objeto natural o un rostro que ha de borrarse en la historia"(3).

El ADN, elemento inmortal no sólo aniquila los últimos restos de creencias dirigidas a la existencia del alma, sino también desplaza al cuerpo, este último, elemento imperfecto y perecedero. Con el ADN se podrá revestir a millones de formas manteniendo una eternidad biológica. Se trata ahora de la fetichización del ADN, en donde el hombre y su cuerpo, identificado como "carne imperfecta" no encuentra su salud más que en los genes, el cuerpo no es más que el campo de maniobra y acción. Así el cuerpo se ve desechado en favor de su "capital genético".

Pretensiones cientificistas, apoyadas en un punto de vista biológico, consideran al individuo, como el reducto de un conjunto de moléculas, provocando así una disociación con respecto a su propio cuerpo, convirtiendo a este último en eso que encierra a un elemento material pero inmortal, el ADN. En este último, así como en el gene, los neurotransmisores y las hormonas, se busca ahora encontrar la Identidad del Individuo. Y lo que parece más grave, es la tendencia cientificista de reducir al hombre a una máquina, el pensamiento a una neurona y el deseo a una secreción bioquímica.

El individuo cada vez es más disociado de su propio cuerpo. Y esto es delicado, pues el cuerpo es soporte de la vida psíquica (consciente e inconsciente) y de las relaciones a los otros y al mundo. En el tiene lugar el funcionamiento de los mecanismos y las determinaciones inconscientes, fisiológicas y culturales. El cuerpo es soporte para la construcción de la identidad, la cual supone un proceso previo de individualización biológica.

En efecto, la "Individualización" es un proceso necesario que permite no sólo tener una Identidad sino también devenir Sujeto, y el Sujeto es ante todo cuerpo, él se constituye a partir del descubrimiento de la imagen del cuerpo. Esto no significa que el destino del Sujeto esté limitado a su ser biológico, sino lo contrario, él debe encontrar en la palabra -y no en el cuerpo ni en los genes- la evidencia no sólo de su identidad, sino también de su deseo así como de su libertad.

La "Individualización" era un proceso que la tradición favorecía, hoy de manera contraria, la tecnología genética favorece la "dividualización", la división del hombre. Pierre Legendre escribe que en el fondo el nuevo orden industrial tiende a gobernar pedazos, un humano fragmentado, es decir, desubjetivado.

En efecto, las biotecnologías ofrecen los instrumentos que permiten remplazar las "piezas" defectuosas o insatisfacientes del cuerpo, por pequeños pedazos.

Ofrecen también prótesis para la sobrevivencia del cuerpo, -particularmente con la perspectiva de la clonación y de las manipulaciones genéticas realizadas a partir de ‘células embrión’- haciendo desde entonces brillar la promesa de poder "cambiar de piel" a placer, de revestir cuerpos con "préstamos", cuerpos a medida o "listos a usar".

En 1996 el controvertido y polémico filósofo alemán Peter Sloterdijk nos alertaba sobre los riesgos de estos actos en su texto polémico "Regeln für den Menschenpark" (Reglas para el parque humano) quien por cierto, insiste en la necesidad de inventar un nuevo vocabulario para estudiar nuestra época, una época dominada por las tecnociencias. El señala que nuestra época es presa de una transformación radical y que no está lejos de verse secuestrada por sus propias tecnologías.

 

EL IMPERATIVO DE LA SALUD CORPORAL.

El mundo moderno, es un efecto del discurso de la ciencia, la cual es elevada en el imaginario colectivo al nivel de solución para todos los problemas y cuna del Progreso. Un mundo se organiza con base en el saber y la razón, y se sustenta en el dogma del progreso. Este último se define como la evolución hacia estados de cada vez mayor dominio sobre la naturaleza, armonía entre los hombres y salud, situaciones que pueden alcanzarse por medio del saber.

En efecto el saber médico ha tenido sorprendentes progresos, a los que muchas personas han recurrido para mejorar el funcionamiento del propio cuerpo y para salvar su vida. El desarrollo de la ciencia y sus consecuencias técnicas ofrecen al sujeto sobreponerse a los límites del cuerpo y la existencia. Dichos límites a los que se ve enfrentado el ser humano, es en otras palabras, la presencia de lo "Real", concepto que en la teoría de Lacan, dicho "Real" es ese imposible, resto inherente debido a que el ser humano sólo existe por el Lenguaje. De este modo, para todo aquello que puede significar la presencia de "lo Real" y de la muerte, la ciencia parece tener la receta exacta para eliminar sus efectos y asegurar un armónico estado de salud.

El pensamiento científico se impone frente a la medicina llamada no científica, particularmente en aquello que para Aristóteles ES el fin (télos) de la medicina, a saber, la salud. Hoy la salud es modelada por el discurso médico y científico. Se enfrenta al riesgo de no existir más como una construcción individual y ritual colectivo.

El moderno complejo médico-industrial trata a la salud como "algo bueno", en el sentido mercantil y económico del término. Es algo negociable, vendible, permutable, sometido a leyes de mercado, con oferta y demanda.

Tal vez, en la terminología de Heidegger, podríamos hablar de la salud como Bestände, stocks, reservas, fondos, algo susceptible de explotación y consumo, "existencias" en la significación comercial de la palabra. La salud convertida en artículo de consumo nos lleva a preguntarnos por el contexto histórico en que eso pudo ocurrir. En fin, dentro de nuestra época la salud se ha convertido en mercancía (commodity ).

Nuestra sociedad adherida a una ideología medicamentosa busca suprimir "lo real" y todo lo que signifique la muerte, de esta manera, no se tolera el síntoma, ni el dolor, pues busca "curarlo" con medicamentos. Tampoco nuestra sociedad tolera "lo real" bajo la forma de fallas del cuerpo, handicaps, envejecimiento, órganos colapsados o inertes, etc.

Bajo el argumento de mejorar la calidad de vida, (pensemos simplemente en los lentes como paliativo de la deficiencia de la vista o aun en el marcapasos, estimulador que regula los latidos cardiacos) o de salvarla, los desarrollos de las biotecnologías, de la genética y de la robótica, buscan a todo precio mejorar las capacidades (performances) del cuerpo, prolongar la vida pretendiendo eliminar la muerte y así, "reparar" nuestra condición de mortales. Resultado: un hombre agotado por el evitamiento de sus pasiones, donde no le queda más que obedecer al Ideal de cuerpo y salud que se le propone.

Propuestas que se le hacen al hombre moderno, pero que desde la perspectiva del filósofo francés Michel Foucault, se trata de la gestión y del control del cuerpo por el "biopoder", poder sobre la vida. Término al que se agregan dos más: las "tecnologías del poder" y la "biopolítica" y que designan las operaciones que dominan la vida colectiva e individual, así como el control de la mentes y los cuerpos. Tal control no necesariamente es consciente.

La vida en su conjunto es invadida y controlada por la lógica de la racionalidad instrumental, o lo que es lo mismo, por el capital. Después de haber sujetado a los humanos con el trabajo físico, ha captado el trabajo intelectual y después la mente humana y subjetividad en su conjunto. Las ideas, las imágenes, los afectos, las opiniones sirven hoy a la valorización del capital. Se explica así como la biopolítica o política somete la vida. Control que se ejerce en tres ámbitos:

Sobre los cuerpos humanos: las investigaciones sobre la clonación, la carta del genoma, la mercantilización de órganos y tejidos, la utilización de mujeres a fin de despertar el deseo en la publicidad, el forzamiento del cuerpo del deportista, la cirugía estética (aparatos dentales, implantaciones de cabello, colorantes, etc.) la vigilancia y readaptación de niños, etc. Sobre la mente: la producción de identidades psíquicas y sociales y la modulación de esas identidades, y finalmente sobre el medio ambiente: las manipulaciones genéticas, organismos genéticamente modificados, la transformación del orden de la naturaleza y sus efectos nocivos irreversibles...

La vida en su conjunto es invadida y controlada por la lógica de la racionalidad instrumental, de la que el hombre moderno no puede escapar y las más de las veces no le queda más que obedecer al Ideal de cuerpo y salud que se le propone.

En efecto, investigaciones inobjetables de la medicina se le "ofrecen" a todo mundo cómo imperativos para recuperar la salud, una vida sana y natural; "para el envejecimiento, la medicina ofrece el lifting; para la obesidad, la liposucción; para el órgano colapsado, el transplante; para el temor a la muerte, el logro de una longevidad inédita aunque fuese por medio del recurso de conectar el cuerpo inerte a un conjunto de aparatos; para fantasmas como el de Schreber de ser una mujer en el momento del coito, las operaciones de cambio de sexo; para la menopausia, la esterilidad, el celibato, el matrimonio homosexual: los bancos genéticos, los embriones congelados, la inseminación artificial, la fecundación "in vitro"; para lo irremediable de la muerte, los proyectos de clonación cuya realización quizá ya sea ingobernable; para la angustia ante las posibles imperfecciones de la descendencia, la ingeniería genética, la dilucidación del genoma humano y su manipulación intrusiva, la eugenesia; a la muerte siempre incontrolable, la eutanasia" (4).

La lista podría hacerse más extensiva, pero lo que interesa es destacar el rasgo común de todas estas proposiciones: la idea básica de que todo malestar puede eliminarse, de que toda presencia de "lo real" y la muerte pueden evitarse y así la vida puede transcurrir sin la menor tensión. Pareciera ser que la modernidad, con sus avances científicos y técnicos, se ha propuesto como meta curar a la humanidad de su malestar, curarla de los límites del cuerpo y la existencia.

Aubrey de Grey evocaba la posibilidad, con las nanotecnologías, de "fabricar robots microscópicos que penetrarán en los cuerpos para corregir todos los defectos perjudiciales del envejecimiento". Y sin exagerar, hablaba también de la urgencia de "curar" el envejecimiento y combatir este "enemigo", esta "anomalía" que es la muerte.

Por tal razón no dudamos en decir que la ciencia tiene una ética y que se ha propuesto como meta enfrentar la muerte curando las fallas del cuerpo, aunque para lograrlo haya que alterar o modificar los programas de vida natural. Todo ocurre como si el mundo contemporáneo organizado por las tecnociencias pretendiera llevar hasta las últimas consecuencias, aquello que para Freud era el fundamento de la humanidad: rechazar la falta, ceder sobre el deseo, buscar la plena satisfacción.

Ya Freud escribía en 1929 que cuando algo parece inaccesible o inalcanzable al hombre, este crea la Cultura (5), pero también construye ideales y dioses que realizan lo que él mismo no puede. Así el hombre siempre se ha formado ideales de omnipotencia y omnisciencia, él ha querido saber y dominar su mundo, ha construido ideales y dioses pero también ha realizado lo que se suele llamar "conquistas de la cultura".

En efecto, se han producido herramientas y "bienes útiles" (el lenguaje, la escritura,.... etc.) con los cuales el hombre mismo se trasforma. El hombre ha perfeccionado sus órganos, -tanto los motores como los sensoriales-o incluso utiliza instrumentos en su cuerpo para facilitar su accionar e incluso "ha destituido a los dioses".

Así, -continua Freud- el hombre que "esta tierra vio aparecer por vez primera como un débil animal y a la que cada nuevo individuo de su especie vuelve a ingresar -oh inch of nature!- como lactante inerme" "ha llegado a ser por así decirlo, un dios con prótesis: bastante magnífico cuando se coloca todos sus artefactos".

Prótesis, artefactos, cirugía estética, etc. Intentos que buscan combatir lo perecedero del cuerpo. En efecto, hoy se rechaza al cuerpo, el cual, reducido al envejecimiento y a lo ineluctable de la muerte, ha sido todo el tiempo considerado como desfalleciente. El rechazo de la falta, de un cuerpo ‘defectuoso’ y perecedero por parte de la ciencia médica moderna y por nuestra sociedad, no es otra cosa que el rechazo de "lo real", de la muerte. Sin embargo, es impensable la verdad del Sujeto sin considerar su finitud, su incompletud, así como el ideal que tiene de ser inmortal.

El estudio de las manifestaciones de la verdad del Sujeto en su exterioridad, en sus excesos, con sus prótesis y artefactos, nos lleva a denunciar los propósitos de la medicina científica, una práctica dominada por la fascinación absoluta de la omnipotencia tecnológica que se propone postergar la muerte de los hombres, frente a la cual, no hay poder alguno que la evada.

Desde luego, no se trata de oponerse o de recusar ciegamente todo avance científico o tecnológico, pero sí de advertir su potencialidad siniestra –propia a la lógica subyacente del "progreso"- que busca una gigantesca instrumentalización del cuerpo y que tiende a borrar al sujeto en su especificidad singular. A esto se agrega el peligro de la ausencia de límites y tabúes, situación en la cual se borrarían las diferencias entre lo prohibido y la trasgresión, entre lo imaginario y lo real...

Frente a una ética que instrumentaliza al cuerpo, se eleva otra ética radicalmente opuesta, es la de la poesía, donde el sujeto se vuelve contra cualquier intento de aplastamiento. Ética otra que el psicoanálisis no hace más que retomar. Leamos al poeta: « Je n’ ai jamais été que la trace et le simulacre de moi-même. ( ..) Je ne désire rien d’autre de la vie que la sentir se perdre ». Él nos permite deducir que la muerte no es el final de la vida y que por tanto se puede eliminar, pero el es contundente al mostrar que la muerte es la insistencia de la destrucción, y que esa, no hay más que aceptarla, ¿como? Sentir como la vida se va perdiendo.

Bibliografía:

(1) «La relación entre la antropología y la tecnología aparece como tanatología», Bernard Stiegler, La technique et le temps, tome 1, Galilée, 1994, p. 136. (Traducción hecha por el autor).

(2) Vattimo, Gianni. El fin de la modernidad. Edit. Planeta-De Agostino. Barcelona 1994. P. 41.

(3) Foucault, M. Las palabras y las cosas. Edit. S. XXI., México 1982. P. 305.

(4) Gerber Daniel. Artículo. El psicoanálisis y la razón moderna. En Rev. electrónica « Acheronta ».

(5) Freud, S. El malestar en la cultura. Edit. Amorrortu. Para Freud "«cultura» designa la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí"

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
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