Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Acerca de la formación de los analistas
Silvia Quesada

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La falla en el saber es traumática.

Es frecuente asistir en la actualidad a la renovación de discusiones entre colegas y en las distintas instancias institucionales sobre temas que devienen cruciales. Son cuestiones atañen de un modo u otro al lugar mismo del psicoanálisis, y de alguna forma a su destino en el campo social.

Quizás esta actualización va de la mano de las embestidas que llegan desde otras corrientes teóricas, verbigracia del campo de las neurociencias y del cognitivismo.

Por otra parte es preciso señalar, que dichas arremetidas son de una enorme pobreza intelectual, inconsistentes, y además fácilmente rebatibles.

De todos modos no es objeto de este texto acercar contestaciones desde el campo del psicoanálisis, a las invectivas desde otras teorías, sino que el interés se ciñe a poder repensar cuestiones que hacen a la formación del analista.

Si el telón de fondo es la imposibilidad propia del discurso analítico a ser asido en el discurso universitario, deberemos pensar la cuestión de la formación en otra dirección. Es en esta dirección, que quedamos orientados, en relación con la formación del analista, situándola de una manera amplia, y vinculándola con el discurso del psicoanálisis. Debemos avanzar, en primer término sobre la dificultad misma, que expresa la "función del analista" y que se sostiene en la pregunta tanta veces repetida: ¿que es, ser un analista?.

El saber del que se trata en la formación del psicoanalista se nos revela siempre como cojo, pero por esta misma razón se instala como un saber a ser producido. Se tratará entonces de una dinámica propia del discurso analítico respecto del saber.

Lo cierto es que no existe "para todo analista".No hay para todo analista, al igual que el analizante este deberá ser tomado también, "uno por uno", y en una temporalidad de "vez por vez".

Preguntémonos en primer término ¿como se da la formación? si existe un primer tiempo donde el supuesto analista se prepara y se capacita para poder realizar un análisis y en ese caso ¿donde?

Los tiempos, esto ha sido repetido hasta el hartazgo, fueron establecidos en primer término por Freud situando el propio análisis como un tiempo diferente. Este posee sus propias reglas y sus avatares específicos; luego los controles, y la formación teórica. En definitiva lo que ya ha quedado en la literatura psicoanalítica como "el trípode freudiano".

Pero lo que ciertamente amplifica el malestar que se juega siempre en torno al punto de la formación (posición) del analista; es que no consigue escamotear el nudo que articula. Se trata de dar cuenta de cómo conquistar algo en relación a un saber que se enreda en la experiencia misma de un análisis, ya que es allí donde se mide la formación de un analista, como siempre abierta. Es decir del acreditado trípode freudiano, la pata que no puede faltar.

Es necesario decir que la posición del analista, tal como lo sostiene Lacan tiene que ver con pérdida de saber efectivo y reclusión en una suposición del mismo. Debe ser, de una ignorancia docta, que no quiere decir sabia, sino formal y que puede ser formadora para el sujeto.(Lacan, 1954)

Platón describió a Sócrates escondiéndose detrás de una irónica posición de ignorancia que fue conocida en la filosofía griega como "la ironía socrática". El arte de Sócrates en el Menón, consiste en enseñar al esclavo a dar "su " verdadero sentido a "su" propia palabra.(Lacan, 1954)

Esto tendrá que ver posteriormente en Lacan en su teoría de los discursos, y con que al analista le resta en el dispositivo el lugar de semblante de objeto, y al analizante el lugar de la verdad. A propósito de esto sostenía en una entrevista realizada por l’Express en 1957, (como verán muy anterior a su seminario 17), y publicada en el nro.48 de L´Ane en 1991, decía lo siguiente: En psicoanálisis, se trata de la represión de una verdad,

"¿Qué pasa cuando se quiere reprimir una verdad? La historia completa de las tiranías es muy apta para darle la respuesta: se expresa a la distancia, en otro registro, en lenguaje cifrado, clandestino. ¡Y bien! Exactamente eso, es lo que se produce con la conciencia: la verdad, reprimida, persiste, mas traspasada a otro lenguaje, el lenguaje neurótico.

Esto trae aparejado que uno ya no es capaz de decir, llegado ese momento, cuál es el sujeto que habla, sino que "eso" habla, que "eso" continúa hablando; y que eso que se traspasa es enteramente descifrable, del mismo modo que es descifrable, con alguna dificultad, una escritura perdida.

La verdad no ha sido anonadada, no cayó al abismo, está ahí, ofreciéndose, presente, pero se ha vuelto "inconsciente". El sujeto que reprimió la verdad dejó de gobernar, no está más en el centro de su discurso: las cosas continúan funcionando por sí solas y el discurso sigue articulándose, pero por fuera del sujeto: y ese sitio, ese fuera del sujeto, es estrictamente lo que se llama el inconsciente.

Queda claro que lo perdido no es la verdad, es la clave del nuevo lenguaje en el que, en lo sucesivo, ella se expresa.

El psicoanalista interviene en eso."(J, Lacan, 1957)

Esta herramienta, la intervención del analista, único e imprescindible instrumento con el que contamos, determinará ser o no el soporte de un discurso, el del psicoanálisis. Y que como todo discurso es función lógica.

El psicoanalista debe afrontar la exigencia de las razones de su práctica, debe dar cuenta del porque de su intervención, de su acto.

Sostenía anteriormente que el lugar del analista se establece en relación a cierta reclusión en un "no saber", pero por otra parte cabe señalar que se corre el riesgo de deslizarse a una posición donde este "no saber" se constituya él mismo en una mascarada, en una posición agalmática y misteriosa, y por lo tanto riesgosa.

Se tratará de un saber que se juega en acto, preguntémonos ¿que era el saber para los griegos con Sócrates en primer término?, (como señalaba precedentemente) se trataba de un "saber hacer con".

¿Como escapar como quedar a salvo de la pantomima? Como salvarse del riesgo y del resultado muchas veces observable y advertido por el propio Lacan en el seminario 10 cuando dice que la experiencia analítica se transforma con el transcurso del tiempo y por la eficacia comprobada de su hacer, en el lecho de la mera autoridad. Y sabemos que la autoridad no se interesa ni por lo que hace ni por cómo lo hace.

Sócrates creía en la superioridad de la palabra sobre la escritura, es en virtud de esta convicción que pasó la mayor parte de su vida en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. La acreditada Mayéutica o arte de alumbrar los espíritus, no tenía que ver con otra cosa que lograr que el interlocutor descubriera la verdad a partir de él mismo.

En este sentido la práctica socrática tiene que ver en su esencia con hacer florecer en el otro, en aquel que habla una enunciación que el mismo desconocía, pero no sólo por la diversión de producir un efecto de división subjetiva, (vale recordar en relación a este tema, aquellos analistas que pareciera que sólo se empeñan en desencadenar angustia en el analizante como única o principal dirección de una cura) no se tratará de eso para los griegos sino que este método tendrá por fin determinar un giro, un cambio, en la existencia mismo de ese sujeto.

Para los griegos "saber" implica aquello que puede cambiar la existencia. Esta es una enunciación de esencial importancia.

La experiencia clínica, el sólo movimiento de la consulta al profesional, en tanto hecho de discurso, produce efectos de cambio en el sujeto que consulta.

El asunto es poder delimitar ¿cómo se promueve ese cambio? la respuesta rondaría por la propia experiencia, en pensar que es indirectamente como se nos presenta casi siempre la oportunidad de poner en movimiento una rectificación subjetiva.

Este carácter colateral es señalado por Lacan con una metáfora que toma de la astronomía de Arago: "Si quieren ver una estrella de quinta o sexta magnitud -es el fenómeno de Arago- no traten de clavar la mirada en ella. Sólo aparece si se desvía un poco la mirada." 1

Hay algo en el psicoanálisis, que permanece resistente a la mera explicación o comprensión.

En la medida que el analista se sostiene en su acto, es sólo a posteriori que podemos medir los efectos de una intervención.

Lacan sostenía que cuando una interpretación puede explicarse o comprenderse es que ya no es una interpretación en términos analíticos.

Por esto garabateamos siguiendo a Freud que el psicoanálisis se aleja de toda pedagogía. Estableciendo sus límites e imposibilidades, en su conocida aseveración de las tres profesiones imposibles: " curar, educar, gobernar". (Freud, 1925)

La cuestión de la formación de los analistas, como el análisis mismo incluye un real, que como tal insiste, quedando sometido a una dialéctica de la "no inscripción" y es por eso que podemos decir con total pertinencia que se sostiene en una posición: "no hay para todo analista."

Se puede decir que no hay analista, en tanto lugar y discurso que no implique encuentro con lo real, puesta en escena de lo traumático, instante que va a ser necesario sostener, antes de que se vuelva a saturar de imaginario y simbólico. En definitiva hay un resto que resiste e insiste en la formación, en tanto como resto, es su propia causa.

Lacan sostenía que se halla un real en juego en la formación de todo analista, a partir de allí escribe dos afirmaciones básicas: 1) el analista no existe y 2) no sabemos que es un analista

Es entonces palmario que la cuestión central parece deslizarse a la pregunta ¿que hacer con este real que se instala en la formación misma?, en tanto se sitúa en el eje mismo del discurso analítico.

Se han ensayado y se practican diferentes soluciones. Algunas las podemos observar en el plano de lo imaginario, en el campo de las identificaciones. Tenemos así los candidatos a analistas que consumado su análisis didáctico terminan hablando, vistiendo, como su analista.

Otra opción, de la cual dan cuenta algunas instituciones psicoanalíticas, nos habla de la construcción de una práctica modelo en relación a lo que se llama "formación del analista". Se establecen entonces reglas y estatutos, y aparecen en escena los llamados didáctas, pasadores, pasantes, con horarios para las sesiones, número de sesiones necesarias, analistas que puedan autorizar y garantizar la "iniciación" del practicante, etc.. Todo un ritual de iniciación. Esta opción nos hablará del subterfugio simbólico, aunque en realidad nos signifique muchas veces quedar entrampados, en los efectos indeseados de nuestra propia solución (Brotsky, G; 2002)
De este modo esta escapatoria implica poner orden a una práctica. Resta entonces a un Jury decidir si es o no analista.

La tercera opción, es el camino que de alguna manera señaló Lacan, cuando determinó la disolución de la escuela. Esta salida o ¿entrada? sólo la podemos entender si captamos que es necesario poder sobrellevar cierta dimensión de tropiezo con "lo traumático", en tanto real. Es por todo esto, que la clínica psicoanalítica, implica una práctica que se resiste por estructura a devenir standard, clínica de la singularidad, del caso por caso, sin embargo soportada en una consistente estructura teórico-conceptual. Particular anudamiento de lo simbólico que consigue capturar lo real del síntoma.

No es de otro modo entonces que tiene lugar la experiencia analítica, en tanto experiencia que si bien se sostiene en la singularidad, articula necesariamente aquello que deviene generalizable.

Es justamente en torno a este punto, a aquello que se refiere a los lugares, a los dispositivos creados y generados a los efectos de nominar a otro analista, que se aplican todas las discusiones alrededor de la formación.

Si entendemos la lógica de los discursos como dinámica, es decir no se instala uno u otro de una vez y para siempre, debemos por lo tanto, y como de formación se trata pensar una capilaridad entre el discurso analítico y el discurso universitario.

Debemos decir que ni Lacan ni Freud, abjuraron de la transmisión universitaria; Lacan en su seminario sobre los cuatro discursos, situó lo que debe quedar del lado del discurso analítico y aquello que quedará del lado del universitario. Por otra parte sostenía que el discurso universitario del cual había hablado muy mal y por las mejores razones, es de todos modos el que riega el discurso analítico. Por esto podemos especular con la idea de que no es cierto de que en el ámbito universitario, no pueda instalarse algo del discurso analítico, o que permanecer fuera de las aulas exceptúe de quedar atrapado en el discurso universitario. Es más, muchas veces somos testigos desilusionados de como las instituciones que se autodenominan analíticas quedan atravesadas por el discurso del amo y el discurso universitario. Pero ambos discursos, (el universitario y el analítico) si bien tienen sus puntos de separación, poseen también aquellos de intersección ya que comparten como decíamos anteriormente esa característica de construcción, de invención de un saber no cerrado, permanente.

El debate, que en estos inicios del siglo XXI, nos reúne, y nos convoca a dar respuestas, deberá ser tomado en el sentido que el mismo Lacan lo planteara, en 1957 cuando temía y sostenía que "el psicoanálisis iba camino de volverse una mitología de más en más confusa". Al mismo tiempo, nos dejaba una invocación al sustentar que en relación a esa obra genial, como fue la de Freud, que atraviesa su siglo como reguero de pólvora, el trabajo va muy a la zaga. No se volverá a tomar la delantera a menos que haya gente suficientemente formada como para hacer lo que necesita cualquier trabajo científico, cualquier trabajo técnico, cualquier trabajo en que el genio puede abrir un surco, requiere enseguida un ejército de obreros para recoger la cosecha. [(Entrevista de l´Express, (1957) publicada en l´Ane (1991)].

Me interesaría ahora referirme a la experiencia en nuestro país, ya que en el contexto de América Latina, es uno de los países donde el psicoanálisis ha tenido y tiene más desarrollo.

Incluso si se lo compara con países europeos, el psicoanálisis Lacaniano en particular posee un sorprendente progreso.

En este sentido es necesario situar, que en la actualidad observamos una gran heterogeneidad de la clínica. En la propia teoría lacaniana verificamos por lo menos dos usos de la clínica. La primera clínica lacaniana sostenida básicamente en la dinámica significante, es reemplazada o para ser más precisa, enriquecida con la conceptualización de lo real y su operatoria en el sujeto.(Laurent, E. 2000) Deberá ser entonces a partir de este nuevo paradigma, el de lo real, y su lugar en la estructura que debemos resituarnos al hablar de la formación de los analistas. Desde allí el análisis y sus dispositivos de transmisión ya no quedan al margen de esta torsión teórica y clínica fundamental. En este sentido, deberemos interrogarnos sobre el espacio de la transmisión en psicoanálisis, teniendo claro que el discurso en que se sostienen nuestras elucubraciones es la invención discursiva freudiana. Es por esta razón que Lacan se reconoció, y se nombró freudiano.

Por otra parte en Freud también ubicamos por lo menos dos clínicas. Reconocemos de este modo, toda una primera época donde Freud, sostenía el ideal de que el psicoanálisis era una teoría del recuerdo. Desde esta concepción era factible hacer conciente todo lo inconsciente.

Perteneciente a esta primera época, en sus Estudios sobre la histeria , registramos su formulación "cesa la causa, cesa el efecto". El psicoanálisis se ubica allí como una teoría del recuerdo. Posteriormente con su reformulación de lo inconsciente, ya no se tratará del inconsciente descriptivo de esta primera época, tampoco será suficiente con el inconsciente dinámico, se instalará a partir de la angustia y su lugar estructural, la necesidad de conceptualizar un tercer inconsciente: el ello, o inconsciente estructural.

Con esta reformulación cae el sueño freudiano de hacer conciente todo lo inconsciente. Enunciará entonces que si bien "todo lo reprimido es inconsciente, todo lo inconsciente no es reprimido". Es decir resta un inconsciente que queda más allá de la represión, en el sentido de la represión secundaria. Esto inconsciente, por definición no retorna. Esta subversión teórica, tendrá profundos efectos en la clínica.

No será posible agotar lo inconsciente. Freud sostendrá a partir de allí que lo más esencial de nuestro ser, el núcleo de nuestro ser, permanecerá por estructura inconsciente. Este lugar es el que ubicará en el Cáp. 7 de "La Interpretación de los Sueños" como el lugar del deseo motor en los sueños, en tanto la causa del mismo. Adjudicándole el estatuto de fuerza pulsionante, y la característica de indestructible, tal como lo formulara con "más allá del principio de placer "será la cara irreductible del síntoma. Leído como beneficio primario del mismo, aparecerá bajo la forma de enigmáticas tendencias masoquistas del yo. En definitiva tendencias, que van en todo sentido más allá del principio de placer, es decir de la homeostasis.

Lacan dialogó con este discurso de Freud, y nosotros, los analistas continuamos a partir de esta interlocución. La tradición psicoanalítica argentina se reconoce como una de las más fecundas.

La Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires registra en su fundación esta orientación y permanece en ella. Esto, posee ventajas y desventajas. Sabemos que la teoría psicoanalítica puede ser transmitida y aprendida en el marco universitario, pero el discurso del psicoanálisis se resiste por estructura a esta forma de transmisión.

¿Dónde se transmite este discurso? En definitiva ¿cuál es el lugar donde se forma un psicoanalista? Esta pregunta, insiste, no cesa de interpelarnos y nos impulsa al trabajo.

Las instituciones psicoanalíticas poseen dispositivos de formación específicos y diversos de acuerdo a los referentes teóricos que se adopten.

Así la APA, (Asociación Psicoanalítica Argentina), siguiendo la organización de la IPA, posee sus propios criterios de formación y ha generado sus dispositivos proporcionados a estos criterios. Didáctas, análisis didáctico, seminarios de formación, y supervisión son los lugares que indefectiblemente deberá recorrer, el futuro candidato a analista.

En el otro extremo están otras instituciones psicoanalíticas, entre las cuales se destaca la EOL (Escuela de Orientación Lacaniana). Digo que se destaca por poseer una gran producción teórica, y sostener la investigación, como uno de los pilares fundamentales de su fundación. También llevó a la práctica dispositivos específicos de formación para los practicantes, de acuerdo a lo formulado por Lacan en la fundación de su Escuela. Entre estos dispositivos se enfatiza el del control. En el control al decir de Eric Laurent "se puede llegar a saber aún con la sorpresa de que ya se sabía, se trata de la marca de la exigencia de saber sobre la cura que se dirige, sobre el acto del que se es agente". En el control no se trata de la subjetividad de quien va a controlar, aunque ésta sea tocada, el saber en juego se refiere más bien al intento de ceñir lo esencial de la experiencia deduciendo en ello, la posición misma del analista que dirige la cura. Es verificable que en innumerables textos dedicados a la política de las instituciones, Lacan le reconoció al lugar del control, un espacio privilegiado en la formación de los analistas. En definitiva todo se ciñe a delimitar en la formación cuál es el artefacto que capturaría mejor, ese real en juego. Si es que fuera capturable.

Otro dispositivo privilegiado en la formación del analista, de acuerdo a esta escuela, es el cartel. Desde la fundación de la Escuela, se incorpora para su funcionamiento al cartel en una modalidad que quedó establecida en un número de cuatro participantes que, a partir de un tema en común, eligen su rasgo individual. El Más Uno, que surge de la elección de los cartelizantes, tiene función de líder, debiendo causar y velar por el trabajo con el que cada uno se comprometió. Pero resulta que al referirse Lacan a esta cuestión, en sus textos institucionales, entre otras cosas hace mención al número, que pienso no debe tomarse en su literalidad ya que nos dice: ... "lo que yo quiero decir, es que, incluso si ustedes no son más que 3, eso hará 4. La más una estará ahí, incluso si ustedes no son más que 3". Se trata de una función lógica. La función Más Uno, es un hecho de discurso, se produce o no ese discurso, que promoverá el trabajo, y neutralizará el efecto de grupo.

En cambio es frecuente que la propuesta sea la de formar unidades, dispositivos, que a poco de pensar, entendemos que marchan con los efectos indeseados del grupo. Entre los datos que se revelan avalando lo antedicho se puede mencionar, que se proceda a la elección del mas uno, por anticipado, asemejándose más a la elección de un coordinador.

Es necesario puntualizar que muchos avatares atravesaron las instituciones psicoanalíticas, en los últimos años. Ocurrieron escisiones, peleas, rupturas, fundaciones, refundaciones, etc. Hubo mucha producción teórica, mucha investigación. El psicoanálisis conservó un lugar dentro de la enseñanza en la universidad. Por otra parte fueron muy criticados los psicoanalistas que permanecieron en la universidad, desde diversos sectores, me refiero a los propios y a los anti. Conservando, en cierto sentido, un lugar de imposibilidad dentro del discurso social, de la comunidad de los analistas.

A mi juicio no se ha podido resolver aún, la dificultad introducida por estructura, en la cuestión de la formación de los analistas, ¿ es que es posible resolverla? Esto condujo de alguna manera a esclerosarse aún más en posiciones que tienen más que ver con la burocratización del discurso del psicoanálisis, que con conservarlo dispuesto y vigente.

Por otra parte el psicoanálisis pareciera que no está pasando por su mejor momento. La cuestión de la regulación de las psicoterapias, entre las que estaría el psicoanálisis, sitúa el problema, en el punto de ese autoexilio, que ciertas corrientes, impusieron al discurso analítico. No se desprende de lo señalado por Freud, y retomado por Lacan que el psicoanálisis en tanto discurso y función lógica requiera de un espacio físico y una temporalidad material, para establecerse.

Seguramente, tal como lo vengo expresando a lo largo de estas líneas, la formación de los analistas es un factor problemático. Quizá deberíamos releer algunas líneas del fundador de las ideas respecto de los órganos de formación. Cómo retoma la cuestión de los carteles y sobre todo el lugar del más uno. El propio Lacan sostenía al respecto en "Intervenciones en Jornadas- Conclusiones de las jornadas días 8 y 9 de noviembre de 1975 (Lettres de la L’ Ecole Freudienne Nro. 24

"He oído hablar —desgraciadamente no pude asistir a las jornadas— de lo que se ha planteado aquí sobre la función de los cartels. Si los informes que he recibido son ciertos, todo ha girado alrededor de este más uno que yo había formulado, y que, si fui bien informado, la cuestión era saber si el más uno estaba encarnado en alguien. Alrededor de esto ha girado la pregunta planteada sobre la función de los cartels.

En lo que he escrito nada indica que el Más Uno esté encarnado. Tal vez es un Más Uno que se desprende, que funciona efectivamente en todo grupo, porque, finalmente un grupo es algo que está siempre compuesto de cierto número de individuos. Hay un número finito, y la pregunta de saber si a un número finito no se le agrega siempre Uno es una pregunta que me parece que vale la pena plantear. "

La experiencia en general ha sido que los dispositivos creados, inventados lamentablemente se burocratizan. Es así que toda institucionalización conlleva los efectos "in-deseados", de quedar despojados de la pasión por el saber. Lacan sostuvo esta pasión y desde allí que se preguntara una y otra vez, sobre estas cuestiones. Es por esto que Lacan sostuvo: "ni Sócrates, ni Descartes, ni Marx ni Freud pueden ser "superados" como pensadores que han conducido su indagación con esa pasión de descubrir que tiene un objeto: la verdad." 2, es así que eran "no-incautos errantes".

En definitiva es necesario sostener, recrear, mantener con vida un discurso, más allá de las trampas de la autoridad y los semblantes. Pero la cuestión parece ser ¿Cómo lograrlo? Evidentemente no pretendo dar soluciones. Pero no creo que sea conveniente escamotear la pregunta. Podríamos sostener que es necesario revisar los dispositivos que hasta ahora vienen funcionando. Solemos escuchar las quejas de algunos, la reclusión de otros, frente al avance de otras terapias alternativas. Creo que debiéramos preguntarnos ¿estamos haciendo lo esperado?.

Creo que en torno a la formación del analista se ciñe ese registro de lo real del que les hablaba, y que en tanto función de discurso tiene un punto de intransmisible. Sostengo entonces que quedan abiertas múltiples preguntas, que es necesaria la repatriación del psicoanálisis, que es indispensable que se establezcan espacios de interlocución con otras formas de abordaje del padecimiento subjetivo, por lo tanto no deberíamos quedar aislados, automarginados.

En este sentido es que convendría que nos preguntemos sobre la razón que determina que muchas instituciones psicoanalíticas hoy en día se cierren sobre sí mismas, y se transformen en un perro que muerde su propia cola. Muchas veces tenemos la sensación de que se han convertido en iglesias. Y sabemos que la esencia misma del discurso analítico es radicalmente contradictoria con "la creencia" . No se puede producir, ni investigar, ni compartir con otros un saber, desde el discurso de los ideales y la autoridad.

La función "mas uno" es obvio puede ser cumplida por cualquiera, vez por vez, sin conocerse de antemano en quien va a quedar transitoriamente encarnada, y sorprender a todos, o pasar inadvertida. Algo de esto que no se deja atrapar en ningún orden significante, ni imaginario, porque cuando se entra en esa lógica, ya es otra cosa, de lo que se trata.Cada vez que nuestra flecha da en el blanco, y eso sólo se sabe a posteriori, se cumple c on la función, y el trabajo prosigue.

No hay observable en la función más uno, se trata, como sucede con el discurso del psicoanálisis de una función lógica. Como tal puede ser capturada desde lo simbólico sólo apres-coup, es decir una vez producida. No hay Mas Uno por anticipado

Notas

1 El Seminario XI(Clase VIII, 4/3/1964.)

2 Escritos. México, Siglo XXI,1985

BIBLIOGRAFÍA

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Lacan, J: Entrevista publicada por L'Express el 31 de mayo de 1957. (Reproducida en el número 48 de L'Ane, 1991.)

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Lacan, J. Saber y verdad. Escritos 2. Editorial Nueva Visión .

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Laurent; E. (2000) Psicoanálisis y Salud Mental, Tres Haches

Lavigne, Jorge Alemán: "La arqueología de la formación de los analistas"

Kohut, H. (1977) La restauración del si mismo. Paidós, Bs. As., 1980.

Israel, P. (1999) "Informe del Comité sobre Psicoanálisis y Terapias Afines", News letter IPA , N° 1.

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