Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Los inmortales:¿Superhombres o trogloditas? Encrucijada temporal
Marcelino Viera

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Introducción

Todo entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso. Entre los Inmortales en cambio, cada acto (y cada pensamiento) es el eco de otros que en el pasado lo antecedieron, sin principio visible, o el fiel presagio de otros que en el futuro lo repetirán hasta el vértigo. No hay cosa que no esté como pérdida entre infatigables espejos.
(Borges 541)1

En este ensayo pretendemos girar con Borges entorno a preguntas creando un mosaico de varios trazos que las cerquen y las circunvalen a lo largo del cuento "El Inmortal" (El Aleph), que será el principal hilo conductor. No obstante también integraremos otras ficciones como ser "El Sur", "El Aleph", y "Funes el memorioso" que dialogan enriqueciendo y complejizando el cuento inicial y las ideas y preguntas que nos interesa proponer y desarrollar.

En el cuento "El Inmortal", Borges presenta una civilización que logra acceder a la, universalmente humana y eterna, anhelada Inmortalidad. No podemos negar la afanosa búsqueda de la humanidad de controlar el tiempo, endentecerlo, y borrar los rastros que la llevan a la muerte. En nuestro tiempo, esta búsqueda se ejemplariza en el acelerado desarrollo de la industria cosmetológica a través de modelos estética arraigados en la juventud (cremas antiarrugas, cirugías plásticas, masajes, injertos capilares). La seducción que ejerce en los hombres la posibilidad de detener el tiempo, de anular la muerte como horizonte de la vida, como fin último; la ambición de controlar el constante avance del tiempo a través de la medicina, la tecnología, el medioambiente, y la ciencia son ya un hecho consabido e inevitable. Quizás sea debido a esta universalidad del anhelo de inmortalidad, que el narrador no revela el nombre del protagonista hasta llegar a la mitad del cuento. Probablemente de haberlo hecho antes tampoco podríamos recordarlo, ya que una vez que lo menciona lo deja en el olvido, lo confunde y lo hace desvanecer entre la información. "Marco Flaminio Rufo, tribuno militar de una de las legiones de Roma" (536), éste nombre podría estar en lugar de cualquier otro, o, cualquier hombre, incluido el lector, podría estar en lugar de Marco Flaminio Rufo.

Las características con las que Borges describe a los Inmortales y su forma de vida, se proponen como efecto de la consecución de semejante anhelo de inmortalidad. La ficción hace posible la no ex-sistencia de un fin, de un límite, en contraposición con la muerte, fin último de la vida de los hombres. En la descripción de esta eternidad, en la que están inmersos los Inmortales, uno de los aspectos más interesantes y cuestionadores, es su decisión de renunciar al lenguaje y de prescindencia de él. ¿Qué relación nos propone Borges en este cuento, entre la inmortalidad y el lenguaje? El tiempo será un instrumento con el que abordaremos esta pregunta, esperando que nos relance a otras.

De la resplandeciente Ciudad, a lo complejamente insensato

El personaje central, al tener noticia de la existencia del río de cuyas aguas se obtiene el don de la Inmortalidad, no vacila en buscarlo y emprender una frenética búsqueda para llegar a su encuentro. Anhelo, o ambición, que lo compele hacia una meta que implica sobrepasar los límites que la naturaleza impone a los humanos. "La codicia de ver a los Inmortales, de tocar la sobrehumana ciudad, casi me vedaba dormir." (536)

Durante su travesía atraviesa situaciones extremas, como el hambre y la sed, caminatas interminables por el desierto, remolinos de arena y la vasta noche. Es abandonado y traicionado por su propio ejército. Solo, atraviesa la tierra de los trogloditas y es tomado como prisionero, es maniatado y abandonado nuevamente, hasta que decide rodar montaña abajo, para llegar a un río, que luego advierte como riachuelo.

Consideré que estaba a unos treinta pies de la arena; me tiré, cerrados los ojos, atadas a la espalda las manos, montaña abajo. Hundí la cara ensangrentada en el agua oscura. Bebí como se abrevan los animales (535)

Tanto el personaje como el lector ignoramos que al beber del riachuelo, está accediendo a su tan anhelado fin: la inmortalidad. Estas aguas alivian su sed y su dolor. Y retoma el camino hacia la Ciudad de los Inmortales. Cuando por fin logra llegar a la ciudad y recorrerla advierte con asombro que se encuentra desierta. Y lo que fue en un principio "...la resplandeciente Ciudad" (537), cuyo encuentro lo hizo "...sollozar de felicidad.", se transforma en una atrocidad complejamente insensata. Luego de vagar por corredores sin salida, abrir puertas que dan a una celda o a un pozo, o toparse con increíbles escaleras inversas, le es develada como "...un caos de palabras heterogéneas, un cuerpo de tigre o de toro en el que pululan monstruosamente conjugándose, y odiándose, dientes, órganos y cabezas" (538). Comenta: "A la impresión de enorme antigüedad se agregaron otras: la de lo interminable, la de lo atroz, la de lo complejamente insensato" (537).

Proponemos entonces, ampliar la pregunta anterior, o plantear su corolario desde este punto de lectura y pensamiento. ¿Por qué Borges nos presenta la Ciudad de los Inmortales como complejamente insensata, y atroz?

De los Inmortales, a la estirpe bestial de los trogloditas

En la estructura del cuento, inmediatamente al hallazgo de la Ciudad de los Inmortales, sucede el encuentro con Argos, el troglodita que lo había seguido hasta la puerta de la ciudad. "Estaba tirado en la arena, donde trazaba torpemente y borraba una hilera de signos, que eran como las letras de los sueños, que uno está a punto de entender y luego se juntan."(538). Así como la Ciudad de los Inmortales era análoga a un caos de palabras heterogéneas, conjugándose y odiándose, los signos que trazaba el troglodita eran como las letras de los sueños, incomprensibles, juntas, indiferenciadas. "Ninguna de las formas era igual a la otra, lo cual excluía o alejaba la posibilidad de que fueran simbólicas." (538)

Párrafos más adelante, pasada ya la mitad del cuento, Borges nos devela el misterio de los trogloditas, del río, y los Inmortales: "Todo me fue dilucidado, aquel día. Los trogloditas eran los Inmortales; el riacho de aguas arenosas, el río que buscaba el jinete" (540) La transformación que ante sus sentidos y razón sufre la resplandeciente ciudad, es la antesala de la transformación que también sufrirán para él los Inmortales. La codicia de ver a los Inmortales, de tocar su sobre-humanidad, se transforma en temor y repugnancia de ellos: " hombres de piel gris, de barba negligente, desnudos, [...] que infestan las riberas del Golfo Arábigo y las Grutas etiópicas" (535). Una de las características más enigmática de esta desagradable estirpe, es que prescinden del lenguaje "...no me maravillé de que no hablaran y de que devoraran serpientes" (535) Otra transformación que acompaña a estas dos anteriores es la del río, "el río secreto que purifica de la muerte a los hombres" (534), se transforma, en "un arroyo impuro, entorpecido por escombros y arena" (535).

A la deshumanización de los Inmortales en su carácter cualitativo, es decir, a su exclusión del universo cultural del hombre (hábitos, trabajo, estudio, lenguaje), se le suma la deshumanización en el vínculo con su propio cuerpo. Éste les es prescindidle, sin importancia, resignando a las mínimas exigencias corporales que se pueden pretender para la vida: "El cuerpo era un sumiso animal doméstico y le bastaba, cada mes, la limosna de unas horas de sueño, de un poco de agua, y de una piltrafa de carne." (541) De no ser porque el narrador, nos explicita que los Inmortales comen serpientes2 y toman un poco de agua, podríamos pensar que no son más que cualquier otro elemento inerte hallado en el desierto. Estamos en un mundo de equivalencias en el que el cuerpo se anula: "Así como los juegos de azar las cifras pares y las cifras impares tienden al equilibrio, así también se anulan y se corrigen el ingenio y la estolidez" (540); pero en esta sentencia también se desprende una enigmática anulación del ingenio y la estolidez.

¿Qué los lleva a abandonar la ciudad?

Como mencionamos anteriormente, los Inmortales se transforman en trogloditas sin lenguaje y la Ciudad se transforma en algo complejamente insensato. Además, existe una concordancia entre el caos de palabras al que se asimila la ciudad y los signos que traza el troglodita en la arena. Ambos son heterogéneos, incomprensibles, e incoherentes como habitantes de un sueño. Retomo ahora la pregunta planteada al comienzo del trabajo: ¿Qué relación nos propone el narrador entre la inmortalidad y el lenguaje? Intentaré abordar tal cuestión suponiendo la existencia de un paralelismo, que iremos construyendo, entre el motivo que los llevó a abandonar la ciudad y el motivo que los llevó a abandonar el lenguaje. Por lo tanto, la pregunta la dejaremos suspendida y pasaremos a preguntarnos ¿qué llevó a los Inmortales a abandonar la ciudad para habitar en cuevas en las laderas de la montaña?

Aquella fundación fue el último símbolo a que condescendieron los Inmortales; marca una etapa en que, juzgando que toda empresa es vana, determinaron vivir en el pensamiento, en la pura especulación. Erigieron la fábrica, la olvidaron y fueron a morar en las cuevas. Absortos, casi ni percibieron el mundo físico (540)

La ciudad fue el último bastión de la civilización de los Inmortales, "aquella fundación fue el último símbolo" (540), la última marca del simbolismo como algo propiamente humano. Los Inmortales la abandonaron para ir a morar a las cuevas y paralelamente el pensamiento se convierte en el recinto donde deciden vivir. "Que nadie quiera rebajarnos a ascetas. No hay placer más complejo que el pensamiento y a él nos entregábamos" (540-541).

Si consideráramos que el pensamiento es expresión y efecto de la relación con los símbolos, encontraremos una inevitable contradicción o paradoja en la cita anterior. En ella se manifiestan dos ideas encontradas en direcciones opuestas: por un lado la decisión de olvidar y abandonar la ciudad, "último símbolo", y por otro, la "decisión de vivir en el pensamiento", expresión y efecto de la relación con los símbolos. Pero tenemos una tercera opción, que disolvería la paradoja. Ella implica la posibilidad de morar en el pensamiento prescindiendo del símbolo, en otras palabras, la posibilidad de pensamiento sin símbolo, sin lenguaje. Esta última propuesta es la destacada por el narrador. Borges presenta la posibilidad de morar en el pensamiento prescindiendo del lenguaje como extraña y ajena a los hombres, y esto es por ser propia de la estirpe de los Inmortales, pero a su vez no cesa de presentarse como íntimamente familiar a los hombres ( tanto como el ansia y la codicia de la inmortalidad). Esta posibilidad conforma universos inaccesibles entre los hombres, generando que el universo de un hombre le sea totalmente desconocido para su prójimo más cercano:

Pensé que Argos y yo participábamos de universos distintos; pensé que nuestras percepciones eran iguales, pero que Argos las combinaba de otra manera y construía con ellas otros objetos; pensé que acaso no había objetos para él, sino un vertiginoso y continuo juego de impresiones brevísimas. (539)

Lógica del tiempo inmortal

El continuo juego de "impresiones brevísimas" implica la imposibilidad de trazar una continuidad en el lenguaje, así como también la imposibilidad de la permanencia en el tiempo de los objetos.

Al igual que en "Funes el memorioso", aunque en diferentes circunstancias, ambos llegan a la instancia en que el espacio se transforma en inmediatez y eternidad. Argos "[e]ra el solitario y lúcido espectador de un mundo multiforme, instantáneo y casi intolerablemente preciso" (490). En el singular mundo de cada uno de los Inmortales, al igual que "en el abarrotado mundo de Funes, no había sino detalles, casi inmediatos" (490), ambos vivían en el mismo tiempo que los objetos. Esto nos lleva a problematizar el vínculo entre tiempo, lenguaje y pensamiento:

[Funes] Había comprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos. (490)

A partir de la comprensión de los cuatro idiomas, y de la relación que éstos establecen con el mundo, Funes proyectaba un "idioma imposible en el que cada cosa individual, cada piedra, cada pájaro, cada rama tuviera nombre propio [...] pero lo desechó por ser demasiado general" (489). Había algo que no le gustaba:

Éste [Funes], no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No solo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y formas; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente) (489)

En la fascinación que la historia fantástica produce, el narrador desliza una duda: "Sospecho, sin embargo, que no era capaz de pensar (...) era casi incapaz de ideas generales, platónicas". Establece categorías diferenciadas: por un lado la capacidad de memorizar diferentes idiomas, y por otro, la imposibilidad de pensar. Pareciera ser que el mundo "abarrotado" de detalles, no da lugar para la producción de abstracciones, de generalidades, y de categorías mayores que permitan establecer conexiones de otro orden. En una aparente diferencia con los Inmortales, Funes vive en la inmediatez, vive a cada "perro", el de las tres y catorce y el de las tres y cuarto como esencialmente diferentes. El tiempo se acota (muere) en cada percepción, en tanto, los Inmortales viven siglos dilatando el tiempo: "... un hombre se despeñó en la más honda [cantera]; no podía lastimarse ni morir, pero lo abrasaba la sed; antes que le arrojaran una cuerda pasaron setenta años" (541) Para los Inmortales nada tiene carácter de urgencia, de inmediatez; la percepción es desplazada a un tiempo infinito de la eternidad, que se conjuga con un continuo juego de "impresiones brevísimas". De la misma forma que para Funes el tiempo se comprime, como su vida de tan solo veintiún años, en su abarrotado mundo de sensaciones inmediatas.

El autor nos advierte de la similitud entre: la percepción de "detalles, casi inmediatos" de Funes y el "...vertiginoso y continuo juego de impresiones bravísimas" de Argos. Así, para ambos -Funes y los Inmortales- el tiempo deja de ser un referente válido; la palabra "tiempo" deja de representar la categoría de medición, comparación y ordenamiento del universo humano.

Esta ruptura de la categoría "tiempo" nos permite acercarnos a la propuesta de Borges en relación a la muerte y al lenguaje. El movimiento nos indica las categorías del tiempo que se desarrollan en una lógica particular: desde el pasado, se va hacia el presente en dirección al futuro, movimiento atribuible a la vida y al lenguaje. En ese movimiento el narrador nos muestra un tiempo presente, que parecería ser al que pertenecen los Inmortales; movimiento imposible en el tiempo que los sitúa más allá de la humanidad. En "El Aleph"3 Borges nos permite pensar la percepción como un transcurso lógico y ya no cronológico: "lo que vieron mis ojos fue simultaneo: lo transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré." (625) El narrador da cuenta de la incapacidad del lenguaje a la hora de expresar la simultaneidad; por lo tanto plantea la idea de que la ausencia de lenguaje nos sumerge en una percepción masiva, simultanea. Sin el compás del lenguaje que marque y brinde sucesión a la percepción.

Asimismo en "El Sur" Borges vuelve a pronunciarse sobre este vertiginoso juego de impresiones brevísimas que desafían la posibilidad del lenguaje y refieren a la atemporalidad en la que vive el animal carente de lenguaje:

...había un enorme gato que se dejaba acariciar por la gente [...] y pensó, mientras alisaba el negro pelaje, que aquel contacto era ilusorio y que estaban como separados por un cristal, porque el hombre vive en el tiempo, en la sucesión, y el mágico animal, en la actualidad, en la eternidad del instante (526).

Esta "eternidad del instante" parecería ser la que envuelve a los Inmortales haciéndoles prescindir del lenguaje y abandonar la civilización, la ciudad último símbolo, para vivir en las cuevas como bestias.

El símbolo implica un universo compartido por la comunidad lingüística que lo utiliza. Por consiguiente nos permite conceptualizar ideas y sobre todo cronometrar relojes. Así también lo plantea Borges en "El Aleph": "Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten" (624). El abandono de la ciudad, podría ser metáfora de la retirada de este "pasado compartido"; de este mundo en común marcado por el compás de un lenguaje, que presupone y conforma un tiempo. Por consiguiente, la retirada a las cuevas, metáfora de un mundo multiforme y preciso.

El hombre como ser esencialmente social, no puede ser concebido sin lenguaje. Incluso el lenguaje de señas, que carecen de voz, utilizado por los sordo-mudos comparte la estructura esencial del lenguaje escrito y hablado. El "lenguaje" se convierte en la principal categoría para definir al Hombre. Vivimos en un mundo construido y constituido por símbolos. Utilizando un ejemplo trivial: pensar este cuento y sus variables, sería imposible fuera del lenguaje, tampoco podría ser transmitido lo pensado a cerca de él si no fuera en la escritura, su real.

La fundación de la ciudad "fue el último símbolo al que condescendieron los Inmortales". "Condescendencia" como lo indica su etimología proviene del latín "condescendere: ‘ponerse al nivel de alguno’" (Corominas 207). El narrador indica que los Inmortales descendieron por última vez al nivel de los "símbolos" al construir, derruir y reconstruir la ciudad. Si tenemos en cuenta el significado de condescender como " acomodarse por bondad al gusto y voluntad de alguien" (Real Academia Española), podríamos decir que la ciudad fue lo último, "juzgando que toda empresa era vana", mediante lo cual los Inmortales se acomodaron por bondad al gusto y voluntad del símbolo.

El abandono de la Ciudad representa el sucesivo alejamiento de los Inmortales de la civilización , de lo esencialmente humano. Asimismo, se enlaza al ser el último símbolo abandonado por los Inmortales, con la decisión de abandonar el lenguaje. Evidentemente, la causa de esta decisión parece estar íntimamente ligada con el juicio de que toda empresa era vana, y este a su vez, remitida a la condición de inmortalidad con la experiencia de la eternidad.

"Sin - Fin": en su segunda acepción.

La palabra "fin" significa: "término, remate, consumación de algo; limite, extremo, confín" y también en una segunda acepción: "objeto, motivo con el que se ejecuta algo, finalidad, aquello a cuya consecución se dirige la intención y los medio del que obra" (Real Academia Española). En la siguiente cita el narrador parecería usar la segunda acepción del término "fin":

Yo había cruzado un laberinto, pero la nítida Ciudad de los Inmortales, me atemorizó y repugnó. Un laberinto es una casa labrada para confundir a los hombres; su arquitectura pródiga en simetrías, está subordinada a ese fin. En el palacio que imperfectamente exploré, la arquitectura carecía de fin. (537)

Tomando la segunda acepción, esta cita afirmaría que la arquitectura de la ciudad carece de finalidad y de motivo. Parece no existir aquello a cuya consecución se dirigen la intención y los medios de los Inmortales al construir, derrumbar, y reconstruir la ciudad. Parece ser que tampoco existe interlocutor a quien se dirigen sus actos. Pero también, la primera acepción de la palabra "fin", aparece a lo largo del relato, de esta manera una de las impresiones que le despierta la ciudad al personaje es "la de lo interminable" (537); la de lo carente de límite o confín, de término. Podríamos asociar éste último con lo carente de "término lingüístico", en tanto carente de lenguaje.

La Cuidad de los Inmortales como los signos que Argos trazaba en la arena, carecían de "fin". Una ciudad tiene a grandes rasgos, los fines de agrupar organizadamente a los integrantes de una comunidad, y brindar fácil acceso a diferentes áreas: como ser laborales, recreativas, alimenticias, etc.4 Otro de sus fines es otorgar protección a sus habitantes de las diferentes catástrofes naturales, así como también de la naturaleza animal del propio Hombre, de ese Ser el lobo del Hombre. De la misma manera, podríamos pensar que el lenguaje brinda a los hombres que habitan en una ciudad, una herramienta indispensable para poder sostener dicha organización, y acceder así, a los beneficios mencionados. Pero, ¿para qué querrían estos beneficios los Inmortales? ¿Para qué el refugio? ¿Para qué los sofisticados alimentos? ¿Para qué un salario...?

Tanto el lenguaje como la civilización, son para el Hombre, en su fin último y esencial, estrategias de sobrevivencia; que luego cobran autonomía, se fetichizan y, engañosamente, parecería que son en si mismas el fin último de la vida. Adquirir la casa, la vestimenta, la comida, el automóvil, el salario, pasan a ser fines en si mismos cuando en realidad son meras estrategias de sobrevivencia. Pero, ¿qué pueden significar estas estrategias de sobrevivencia para los Inmortales?

He mencionado las antiguas canteras que rompían los campos de la otra margen; un hombre se despeñó en la más honda; no podía lastimarse ni morir, pero lo abrasaba la sed; antes que le arrojaran una cuerda pasaron setenta años. Tampoco interesaba el propio destino, el cuerpo era un sumiso animal doméstico y le bastaba, cada mes, la limosna de unas horas de sueño, de un poco de agua, y de una piltrafa de carne (541)

Las estrategias de sobrevivencia para los Inmortales no significan nada, en consecuencia prescinden de ellas. El lenguaje, que en otros momentos estuvo al servicio de los humanos para la sobrevivencia, para los Inmortales se transforma en nada, ya que de nada hay que sobrevivir. Carentes de un "fin", en tanto limite extremo, o término de la vida, los Inmortales, carecen de un "fin" en tanto meta, objetivo o finalidad. En esta lectura del cuento, la carencia de "fin", es lo que los conduce, primero a construir, derruir y reconstruir lo atroz, lo complejamente insensato, y a abandonarlo luego, juzgando que toda empresa es vana para ir a vivir a las cuevas; trasformándose en la bestial estirpe de los trogloditas, hombres de piel gris, de barba negligente, desnudos, sin tiempo, sin lenguaje.

"Fin": en su primera acepción

A modo de fin o límite, que contenga a su vez el fin en tant o intención, u objetivo de transmitir las ideas más importantes de este ensayo, proponemos las siguientes reflexiones finales en torno a las preguntas planteadas.

En un principio se destaca en el cuento la ambición, la codicia y las ansias por tocar la sobre humanidad de los Inmortales. Pero a medida que avanza la historia se suceden una serie de transformaciones. La resplandeciente Ciudad cuyo encuentro hace al protagonista sollozar de felicidad, se transforma en una atrocidad complejamente insensata, plagada de corredores sin salida, puertas que no son puertas, y escaleras inversas. Antesala de la transformación de los Inmortales en la estirpe bestial de los trogloditas que infesta la faz de la tierra, e infunde temor y repugnancia.

¿Por qué los Inmortales abandonan la ciudad? Los inmortales poseen una característica preciada por gran parte de la cultura occidental, la eternidad. Pero Borges señala en su ficción, que para los Inmortales toda empresa es vana. Esta vana trivialidad que tiñe todo emprendimiento, es lo que los lleva a construir, derruir, y volver a construir la atroz e insensata Ciudad de los Inmortales, hasta que por último la abandonan. Al hacerlo, dejan atrás el último símbolo al que condescendieron, metafóricamente, abandonan así también el lenguaje y deciden vivir en el pensamiento, extraño y ajeno al universo simbólico, compuesto por un vertiginoso y continuo juego de impresiones brevísimas.

¿Qué relación encontramos entre la inmortalidad y el lenguaje? La relación entre muerte, lenguaje y cultura, se formula como una trilogía que hace a lo esencialmente humano. El lenguaje le da al Hombre la capacidad para comprender su finitud, su mortalidad, pero a su vez, la cultura occidental lo impulsa a vivir en el olvido de ese límite último, al codiciar e imaginar la inmortalidad. Borges nos propone que los Inmortales, al situarse más allá de este fin último (la muerte), se transforman en bestias carentes de tiempo y de lenguaje. La ciudad, tanto como el lenguaje es una forma cultural de comprender, organizar y existir en el mundo. Podríamos pensar que al beber del río de la inmortalidad, reciben a su vez: el "don" de la eternidad y el "daño" de carecer de finalidad, de objetivo, de vivir en la vana "eternidad del instante". Son condenados por su "don" (inmortalidad), y su vez dañados al ser excluidos del universo humano.

Ésta es la última transformación implícita en el cuento, la sufrida por la muerte. La muerte es en un principio, asociada a un "daño" sufrido por el hombre, a un padecimiento, al que vencer. Pero, se transforma hacia el final, en el objeto codiciado y anhelado por los inmortales a través de la búsqueda del río cuyas aguas les devuelvan la mortalidad. Se transforma en un "don", en tanto les posibilita acceder nuevamente al, lenguaje, a la cultura, a la ciudad. La muerte pasa a ser entonces ambicionada por los Inmortales como lo único que pude devolverles el universo humano, arrancarlos del caos de palabras heterogéneas, de lo complejamente insensato y atroz, de "un cuerpo de tigre o de toro en el que pululan monstruosamente conjugándose, y odiándose, dientes, órganos y cabezas"(538).

Notas

1 En lo sucesivo el número de página en paréntesis en el cuerpo de texto.

2 No dejamos de asociar a este elemento el carácter mítico religioso de la serpiente representante de la sabiduría. Elemento este, que dejaremos para analizar en otro momento.

3 "El Aleph" es la historia de un hombre que descubre tener en el sótano de su casa un punto donde convergen el tiempo y el espacio en una síntesis que no conoce de jerarquías ni ordenamientos.

4 Omitimos aquí un análisis sobre la "ciudad" por considerarlo de basta complejidad, es nuestra intención sólo servirnos de ella para ilustrar nuestro cometido, (finalidad).

 

Bibliografía

Borges, J. L. Obras Completas I Buenos Aires: Emecé Editores S.A., 1996.

Corominas, Joan. Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. España: Gredos, 1973

Real Academia Española. Htpp://www.rae.es

Korolkoff, V; Viera, M. Los inmortales Inedito, Seminario "Historias de Amor, Locura y Muerte" Facultad de Psicología de la UdelaR. Doc. Ricardo Landeira. 2001.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 21 - Julio 2005
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