Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Contextos de "Dirección de la cura y los principios de su poder" de J. Lacan
Stella Maris Cao

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En 1970 Oscar Masotta se preguntaba "¿Cómo leer a Lacan?". Un interrogante al que, en la praxis, ha recibido más de una respuesta. Un texto sagrado en ocasiones, un oráculo... Y otras veces, una lectura en voz alta, que implica necesariamente una dimensión de escucha.

El mismo Lacan, en la apertura del Seminario 1, afirma que "El pensamiento de Freud está abierto a revisión. Reducirlo a palabras gastadas es un error. Cada noción posee en él vida propia. Esto precisamente es lo que se llama dialéctica. Algunas de estas nociones fueron, en cierto momento, para Freud, indispensables, pues respondían a una pregunta que él había planteado, anteriormente, en otros términos. Su valor sólo se capta cuando se las re-sitúa en su contexto."

En la perspectiva de esta introducción, surge lo que sigue, proponiéndose como una lectura comprometida en la búsqueda de contextos: ver qué hay detrás de los hombres y de los nombres, de las expresiones que pueden convocar al enigma.

Aprovechando la multiplicidad de recursos que ofrece Internet, seleccioné algunos párrafos asociándolos con vínculos que pueden servir para abrir en ellos nuevas redes de significación.

[Pág. 569]

Rostro cerrado y labios cosidos, no tienen aquí la misma finalidad que en el bridge. Mas bien con esto el analista se adjudica la ayuda de lo que en ese juego se llama el muerto, pero es para hacer surgir al cuarto que va a ser aquí la pareja del analizado, y cuyo juego el analista va a esforzarse, por medio de sus bazas, en hacerle adivinar la mano: tal es el vínculo, digamos de abnegación, que impone al analista la prenda de la partida en el análisis. [...] Pero lo que es seguro es que los sentimientos del analista sólo tienen un lugar posible en este juego, el del muerto; y que si se le reanima, el juego se prosigue sin que se sepa quién lo conduce.

Podemos remitirnos aquí a un reglamento de bridge.
El mismo incluye definiciones de cada uno de los términos usados en este juego (cf. art. 42 y 43 para leer los derechos y limitaciones del muerto).

Por otra parte, se puede confrontar este texto con el Sem. 8, Clase 13 ("Critique du contre-transfert"):

"La paradoja de la partida de bridge analítica es esta abnegación que hace que, contrariamente a lo que ocurra en una partida de bridge normal, el analista debe ayudar al sujeto a encontrar lo que hay en el juego de su partenaire. Y para hacer este juego de ‘quien pierde gana’ del bridge, el analista no debe en principio complicarse la vida con un partenaire. Y es por eso que se dice que el i(a) del analista debe comportarse como un muerto."

También podemos encontrar una propuesta (en formato word) acerca del lugar del muerto (dummy) en la dirección de la cura.

[Pág. 573]

Léase a Edward Glover, para medir el precio que paga por la falta de este término: cuando al articular los puntos de vista más pertinentes, encuentra la interpretación por todas partes, a falta de poder detenerla en una parte cualquiera, [...]

La interpretación así concebida se convierte en una especie de flogisto: manifiesta en todo lo que se comprende a tuertas o a derechas, por poco que alimente la llama de lo imaginario, de esa pura exhibición que, bajo el nombre de agresividad, hace su agosto de la técnica de aquel tiempo (1931, es sin duda bastante nuevo para seguir siendo de hoy. Cf. [13]).

Lacan asimila la visión de Glover acerca de la ubicuidad de la interpretación con la teoría del flogisto. Este se trata de un principio imaginado por Stahl en el siglo XVIII, que formaba parte de todos los cuerpos y era causa de su combustión.

"Toda ciencia, entonces, permanece largo tiempo en la oscuridad, enredada en el lenguaje", señala Lacan en la apertura del Seminario 1. Allí mismo se vale del paso de la teoría del flogisto al ‘descubrimiento’ de oxígeno (por Lavoisier) para pensar la relación entre ciencia y lenguaje relacionándolas con la situación analítica. Es posible consultar un interesante artículo sobre la historia de la terminología química , que incluye la referencia al flogisto.

[Pág. 573]

Sólo por venir a culminar en el hic et nunc de este juego, la interpretación se distinguirá de la lectura de la signatura rerum en la que Jung rivaliza con Boehme. Seguirle por allí iría muy poco en la dirección del ser de nuestros analistas.

Este párrafo es clarificado por el mismo Lacan, cuando señala que "La noción de que el significante significa algo, de que alguien se vale de ese significante para significar algo, se llama la Signatura rerum. Es el título de una obra de Jakob Boehme. Con lo cual quería decir que, en los fenómenos naturales, esta el susodicho Dios hablándonos en su lengua." (Sem. 3, clase 14)

Existe una página dedicada a los recursos existentes en Internet acerca del filósofo y místico alemán (1575-1624) Jakob Boehme (en inglés). Allí se puede encontrar el capítulo primero de su obra "De signatura rerum" (en inglés), mientras que también pueden consultarse algunos párrafos en francés. Dicho texto fue publicado en castellano con el título de "Signos de la alquimia eterna".

[Pág. 577]

Pero cuando Freud trae a luz lo que no puede llamarse de otro modo que las líneas del destino del sujeto, es sobre la figura de Tiresias sobre la que nos interrogamos ante la ambigüedad en que opera su veredicto.

Tiresias representa el más importante de los adivinos de las sagas tebanas y aparece en diversas obras clásicas, entre ellas, de Sófocles (Edipo Rey, Edipo en Colono, Antígona), Eurípides (Bacantes, Ifigenia en Aulide, Fenicias) Homero (La Odisea), Ovidio (Metamorfosis).

[Pág. 589-590]

Puede percibirse aquí una especie de humor involuntario que es el que da precio a este ejemplo. Hubiese colmado a Jarry.

Alfred Jarry es un dramaturgo y poeta francés, autor de Ubu Rey ("Ubu Roi", en su original francés). Se puede ampliar la información consultando la referencia a la patafísica (curiosamente definida por Jarry como "ciencia de las soluciones imaginarias").

[Pág. 590]

A falta de él, ¿cómo no se acordó esa novicia dotada del diálogo de las armaduras en el Discours sur le peu de réalité de André Breton? Eso la hubiera puesto en la pista.

De André Breton es posible acceder en la red al texto del manifiesto surrealista. También encontramos un fragmento de la Introduction au Discours sur le peu de réalité (en francés). En castellano dicho ensayo no aparece en formato digital, pero puede encontrarse un breve párrafo extraído de la recopilación que se publicó con el título de "Apuntar del día" (Point du Jour).

[Pág. 590-591]

¿Pero cómo esperarlo cuando ese análisis recibía como control una dirección que lo inclinaba a un acoso constante para volver a llevar al paciente a la situación real? ¿Cómo asombrarse de que al revés que la reina de España, la analista tenga piernas, cuando ella misma lo subraya en la rudeza de sus llamados al orden del presente?

La expresión que alude a las piernas de la reina de España responde a una antigua anécdota.

[Pág. 591]

No se engañe el lector no analista: nada hay aquí para desvalorar un trabajo que el epíteto virgiliano de improbus califica con justeza.

Lacan hace alusión aquí a una famosa frase de las Geórgicas de Virgilio. Las Geórgicas pueden encontrarse en versión en inglés y en latín.

[Pág. 594-595]

Es perder el tiempo, ya se sabe, buscar la camisa de un hombre feliz, y lo que llaman una sombra feliz debe evitarse por los males que propaga.

Lacan hace referencia aquí a un cuento de León Tolstoi titulado, justamente, “La camisa del hombre feliz.

[Pág. 605]

Eso es lo que Freud capta en una de esas visiones al sesgo de las que él sorprende lo verdadero, demoliendo de paso esas abstracciones con las que los espíritus positivos fabrican, gustosos la explicación de todas las cosas: aquí la imitación cara a Tarde.

Se refiere aquí a Gabriel Tarde, sociólogo francés.

[Pág. 607]

Lo que de este modo al Otro le es dado colmar, y que es propiamente lo que no tiene, puesto que a él también le falta el ser, es lo que se llama el amor, pero es también el odio y la ignorancia.

Sobre la ignorancia como pasión del ser, se pueden consultar textos del mismo Lacan: Sem 1, 21; Sem. 5, 26; Sem. 17, 12.

En "Variantes de la cura tipo", señala:

"El analista, en efecto, no podría adentrarse en ella sino reconociendo en su saber el síntoma de su ignorancia, y esto en el sentido propiamente analítico de que el síntoma es el retorno de lo reprimido en el compromiso, y que la represión aquí como en cualquier otro sitio es censura de la verdad. La ignorancia en efecto no debe entenderse aquí como una ausencia de saber, sino, al igual que el amor y el odio, como una pasión del ser; pues puede ser como ellos, una vía en la que el ser se forma, Es efectivamente allí donde se encuentra la pasión que debe dar su sentido a toda la formación analítica, como resulta evidente con sólo abrirse al hecho de que estructura su situación."

Y en Sem. 1, 13 ("La báscula del deseo"):

"¿Qué es la ignorancia? Ciertamente se trata de una noción dialéctica, pues sólo se constituye como tal en la perspectiva de la verdad. Si el sujeto no se sitúa en referencia a la verdad, no hay entonces ignorancia. Si el sujeto no comienza a interrogarse acerca de lo que es y de lo que no es, entonces no hay razón alguna para que haya algo verdadero y algo falso, y ni siquiera para que, más allá, haya realidad y apariencia.

Cuidado. Comenzamos a estar de lleno en la filosofía. Digamos que la ignorancia se constituye de modo polar en relación a la posición virtual de una verdad que debe ser alcanzada. Es, entonces, un estado del sujeto en tanto ese sujeto habla.

En el análisis, desde el momento en que comprometemos al sujeto, implícitamente, en una búsqueda de la verdad, comenzamos a constituir su ignorancia. Somos nosotros quienes creamos esta situación y, por consiguiente, dicha ignorancia. Cuando decimos que el yo no sabe nada acerca de los deseos del sujeto es porque la elaboración de la experiencia, en el pensamiento de Freud, nos lo enseña. Esta ignorancia no es pues una pura y simple ignorancia. Es lo que está expresado concretamente en el proceso de la Verneinung, y que se llama en el conjunto estático del sujeto, desconocimiento.

Desconocimiento no es ignorancia. El desconocimiento representa cierta organización de afirmaciones y negaciones a las que está apegado el sujeto. No podemos pues concebir el desconocimiento sin un conocimiento correlativo. Si el sujeto puede desconocer algo, tiene que saber de algún modo en torno a que ha operado esta función. Tras su desconocimiento tiene que haber cierto conocimiento de lo que tiene que desconocer."

La consideración de un vínculo dialéctico entre saber e ignorancia tiene su antecedente en el texto del filósofo y cardenal alemán Nicolás de Cusa, "La docta ignorancia".

[Pág. 609-610]

Este momento de corte esté asediado por la forma de un jirón sangriento: la libra de carne que paga la vida para hacer de él el significante de los significantes, como tal imposible de ser restituido al cuerpo imaginario; es el falo perdido de Osiris embalsamado.

La libra de carne refiere obviamente a "El mercader de Venecia", mientras que la referencia fundamental al "falo perdido" se sustenta en el mito de Osiris.

[Pág. 613-614]

Que el acto genital efectivamente tenga que encontrar su lugar en la articulación inconsciente del deseo, tal es el descubrimiento del análisis, y es en eso precisamente en lo que nunca se ha pensarlo en ceder a la ilusión del paciente de que facilitar su demanda para la satisfacción de la necesidad arreglaría en nada su asunto. (Menos aún autorizarlo con el clásico: coitus normalis dosim repetatur,)

En realidad, "penis normalis dosim repetatur", la famosa prescripción de Chrobak citada por Freud en "Historia del movimiento psicoanalítico" (1914).

[Pág. 619]

Aquí el camino mismo por donde precede lo traiciona, cuando necesita por ese camino introducirse en la fantasía y ofrecerse como hostia imaginaria a las ficciones donde prolifera un deseo embrutecido, Ulises inesperado que se da en pasto para que prospere el chiquero de Circe.

Esta alusión corresponde al relato del Canto X de La Odisea.

[Pág. 621]

Se siente aquí la ardiente tentación que debe ser para el analista responder por poco que sea a la demanda.[...] ¿Quién nos liberará ya de esa túnica de Neso que nos hemos tejido nosotros mismos: el análisis responde a todos los desiderata de la demanda, y por medio de normas difundidas? ¿Quién barrerá ese enorme estiércol de las caballerizas de Augias, la literatura analítica?

La limpieza de las caballerizas de Augias es uno de los doce trabajos de Hércules. La muerte de Hércules o Heracles aparece vinculada al mito de la túnica de Neso.

[Pág. 621]

¿A qué silencio debe obligarse ahora el analista para sacar por encima de ese pantano el dedo levantado del San Juan de Leonardo, para que la interpretación recobre el horizonte deshabitado del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva?

Se trata de la famosa pintura del San Juan Bautista de Leonardo, que hoy se encuentra en el museo del Louvre.

[Pág. 622]

¿Quién tendrá todavía la ingenuidad de contentarse, en cuanto a Freud, con esa figura de burgués tranquilo de Viena que dejó estupefacto a su visitante André Breton por no aureolarse con ninguna obsesión de Ménades? Ahora que ya sólo tenemos su obra, ¿no reconoceremos en ella un río de fuego, que no debe nada al río artificial de François Mauriac?

La relación entre Freud y Breton puede encontrarse en distintos lugares en la red. En particular, existen algunas cartas de Freud dirigidas a André Bretón (el texto se encuentra en francés).

Es posible rastrear también alguna información acerca de las Ménades, seres mitológicos griegos (a menudo asimilado a las Bacantes), mujeres desvariantes y de vida licenciosa cuyo nombre se encuentra emparentado etimológicamente con un término de uso psiquiátrico muy actual: manía.

Finalmente, en cuanto a la referencia al escritor católico francés François Mauriac (premio Nobel de Literatura 1952), Lacan alude a uno de sus libros, "Le fleuve de feu" ("El Río de Fuego").

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 21 - Julio 2005
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