Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La criatura ideal de mis desvelos
Ariel Viguera
Trabajo publicado en Cuadernos de psicologia clínica de niños y adolescentes,
colección cátedra, editorial de la U.N.L.P., noviembre de 1995

"A semejante trabajo he dedicado durante las últimas semanas todo minuto libre, he consumido las horas postreras desde las once hasta las dos con ese fantasear, traducir y conjeturar, y nunca cesaba antes de haber tropezado en alguna parte con un absurdo o de haberme fatigado real y seriamente al punto de no hallar ya en mí interés alguno por la actividad médica cotidiana". (1)

SIGMUND FREUD.

"Yo hago una exposición clínica, tú libre-asocias sobre mi exposición, nosotros mesa-redondeamos sobre tus asociaciones libres, etc. ¿Qué queda del paso a paso del psicoanálisis en todo esto? La práctica está entonces en crisis...". (2). Este es solo uno de los párrafos que Jean Laplanche dedica a lo que da en llamar, muy atinadamente, "el desamarre de la teoría y de la práctica". Y es esta temática la que pretenderemos indagar en este artículo, tomando como referentes a aquellos autores que coinciden en señalar que el psicoanálisis contemporáneo atraviesa un tiempo de crisis en el interior de sus paradigmas. Situar esta cuestión es el objetivo, y trazar al menos unas líneas de investigación desde el marco en el que estamos insertos, nos referimos al psicoanálisis de niños y adolescentes, que permitan pensar algunas cuestiones respecto de los múltiples atravesamientos que sufren tanto nuestra práctica clínica como la transmisión de los fundamentos teóricos que la sustentan.

Algunas escalas de este recorrido tienen que ver con los referentes teóricos que trabajamos en la materia Clínica de niños y adolescentes, de allí que intentemos articular conceptualizaciones de Piera Aulagnier así como de Silvia Bleichmar, tomando en este último caso ciertas cuestiones trabajadas en un artículo que se incluye en esta misma publicación (3)

Piera Aulagnier plantea la imposibilidad de arriesgar un pronóstico acerca del porvenir de la práctica psicoanalítica, en función de la observación de la "práctica actual", en la cual "...se tiene la impresión, a despecho de una aparente referencia a los postulados de Freud, de estar contemplando un traje de Arlequín que, lejos de aportar al análisis un sabor festivo, le quita toda alegría y todo valor..." (4). También nos propone indagar acerca de lo que ella concibe como los factores responsables de tal estado de las cosas. Aclara que trabajará con el concepto de paradigma, tomado del físico (y epistemólogo) Thomas Kuhn. Tal concepto designa "un conjunto teórico-práctico", particular cada vez, pero siempre necesario para sostenerse en toda disciplina científica, en tanto apunta al establecimiento de criterios para que una comunidad científica seleccione problemas a estudiar y atribuya rigor epistemológico a la construcción de las teorías que intenten explicarlos (un paradigma se sostiene básicamente gracias al consenso de la mayoría de los miembros de una comunidad científica x). Históricamente, el psicoanálisis fue condenado a quedar excluido del campo de la ciencia, y esto tuvo que ver con las resistencias al mismo y el aislamiento inicial de la comunidad psicoanalítica. Otro de los obstáculos al respecto, engloba tanto al psicoanálisis como a cualquier modelo teórico que intente dar cuenta de lo psíquico o de lo social, y estriba en que el objeto al que se aplica es al mismo tiempo el agente encargado de esa aplicación. Hablará Aulagnier de lo que ella llama "ósmosis peligrosa": si el modelo de Freud se define tanto por la construcción teórica que propone, como por las demandas a las que pretende responder, la historia de las demandas nos narran la historia de la teoría; y queda claro que dicha interacción supone el riesgo de que la teoría termine existiendo en función de las formulaciones y objetos que las ideologías, el discurso cultural y las instituciones privilegian (y por tanto demandan). Aulagnier también llama a este fenómeno "riesgo de colonización" (sea el analista el que juegue de colonizador o de colonizado, en ambos casos el campo psicoanalítico se ve impregnado por proyectos y demandas ajenos).

El investimiento del modelo suele pre-existir a la demanda, pero esto no es lo grave; (incluso es necesario para una buena formación) más bien el problema tiene que ver con que la posible verdad del modelo es considerada como obvia y nunca puesta en cuestión. De arranque entonces se produce una negación de todo posible encuentro con la no-verdad de la teoría, la cual por el contrario tiene el estatuto de "certeza" a priori. En todo caso lo que habrá de fallar será el analista o el mismísimo postulante, todo en función de preservar la Fe en un paradigma transformado en Dogma.

Y si la certeza precede a la experiencia: Cómo llega uno a la verificación de una hipótesis teórica a partir de los hechos de la clínica? Qué nivel de "teorización flotante" podría lograrse? Aulagnier dice que a falta de nuevos aportes, toda teoría se momifica. Por otra parte, en El Orden del Discurso, Michel Foucault explícita una de sus hipótesis básicas de trabajo: que en toda sociedad, la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y los peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad. Es lo que llama procedimientos de exclusión, que a grandes rasgos caracteriza como la palabra prohibida; la separación de la locura y la voluntad de verdad. A lo que queremos llegar, es a mostrar que esto ha ocurrido con el psicoanálisis, a veces hasta desde los discípulos más acérrimos. Podemos pensar entonces, que muchas de las "continuaciones" de la obra de Freud pueden albergar enmascarados intentos de cierre y completamiento de las lagunas puestas de manifiesto por el fundador del psicoanálisis.

En relación con esta temática, resultó fundamental en su momento el retorno a Freud impulsado por J. Lacan, en tanto puso al desnudo la violencia interpretativa de ciertas concepciones que se decían freudianas. Nos referimos a todas aquellas teorías que lograron leer en Freud un psicoanálisis adaptativo; así como aquellos que desde cierta "ortodoxia" reemplazaron la metapsicología freudiana por la psicología del yo.

Pero si bien el psicoanálisis lacaniano se ha insertado -sobre todo en nuestro país- a partir de esa operación esclarecedora (sin que sea nuestra intención desmerecer todo el trabajo de profundización del pensamiento freudiano que aporta inobjetablemente), cabe señalar que ha sufrido un fenómeno similar a aquél contra el cuál intervino tan eficazmente. En efecto, cierto lacanismo proyectó sobre Lacan un saber cuya extensión y potencia era proporcional a la ilusión que quería preservar, y muchos se aferraron a una caracterización formal de un inconsciente sin fisuras, axiomática, matemática, dogmática. Y, en muchos casos, el saber dogmático sustituyó el deseo por la sumisión al texto. No es original plantear que todo saber que se presente con cierta modalidad discursiva hermética, cuya enunciación apunte a excluir a los extraños no por los contenidos sino más bien por una serie de entendimientos de orden presuntamente mágico, genera una gran fascinación en quien lo escucha, así como engendra el fenómeno de la glosa, paráfrasis y repetición permanente. Todo esto si nos atenemos al campo de la teoría; basta citar el ejemplo de lo que se ha interpretado a partir de frases de Lacan como "no hay que responder a la demanda" o con el tema de la sesión en relación al tiempo del inconsciente. A aquél que creyendo emular a Klein decía tantas interpretaciones como minutos tenía la sesión, le sucedió el que no pronunciaba palabra durante sesiones enteras...

Silvia Bleichmar ha señalado precisamente la necesidad del estudio y reformulación de las relaciones entre teoría y clínica, teniendo en cuenta que la crisis del psicoanálisis supone la incidencia de condiciones externas -que pensamos más de una vez son la excusa para ocultar todo tipo de irresponsabilidades éticas- tanto como la incidencia de factores pertenecientes a las determinaciones interiores del paradigma. Según Bleichmar, "La práctica está en crisis a nivel de sus principios y, particularmente, porque sus reglas han quedado desamarradas de sus fundamentos, de aquello que las sostiene. No se trata de que haya un exceso de teoría, sino del hecho que la teoría, al quedar desconectada de la clínica, ha devenido teoricismo. Por su parte, la práctica se ha convertido en una empiria que pocos argumentos tiene para ofrecer en la pugna que con otras propuestas psicoterapéuticas se plantea...". (5)

A esto habría que agregarle la proliferación, efecto de la crisis, de todo tipo de alternativas, muchas de las cuales dicen insertarse dentro del terreno del psicoanálisis. No estamos haciendo un llamado a la ortodoxia, nada más lejos, sino más bien a la rigurosidad y la ética propias del trabajo y la teorización analíticas. Sería muy necio suponer que no es necesario innovar y generar transformaciones en el aparato psicoanalítico, todo lo contrario, solo ciertas transformaciones orientadas a una fecundidad teórico-clínica podrían colaborar con el espíritu de la frase de Laplanche que citamos en el inicio de este trabajo. Solo que también es cierto que toda transformación que no se ejerza desde algún marco de validación que entendemos pasa por lo que Bleichmar llama "la prueba de la metapsicología" (6), está condenada a reduplicar un efecto absolutamente tóxico para el psicoanálisis.

En síntesis, no es nuestra intención estancarnos en una descripción extensa de todos estos fenómenos. Nos interesa poner sobre el tapete estas cuestiones con la intención de promover una modalidad de teorización y una práctica clínica que den cuenta de las transformaciones que se suceden en ese ir y venir constante de una a otra. Creemos que la vía de levare que Freud nos legó, se despliega revisando esclarecedoramente todas sus lecturas, dialogando críticamente con Freud y con Lacan; y que para ello debe reconocerse la importancia de lo que definimos como el procedimiento epistemológico que subyace a la construcción conceptual del psicoanálisis; como así también respetarse la ética psicoanalítica prescindiendo rigurosamente de la sugestión y de la acción directa.

Es necesario "hacer ciencia". Y esto no significa postular al psicoanálisis como cosmovisión, ni dimitir ante el sujeto de la ciencia. Significa hacer trabajar al psicoanálisis y a sus lecturas, pero con rigor epistemológico, es decir, fundamentando y profundizando en la línea teórica que sea, sin caer en eclecticismos inconsistentes ni dogmatismos religiosos. Dando cuenta de la clínica, evitando ese abismo que se genera entre la discusión teórica y la intimidad del consultorio.

 

"...Juntó las yemas de los dedos de ambas manos, apoyó los codos en los brazos del sillón, como quien se siente deseoso de conversar, y dijo:

-Mi cerebro se rebela contra el estancamiento. Proporcióneme usted problemas, proporcióneme trabajo, deme el más abstruso de los criptogramas o el más intrincado de los análisis, y entonces me encontraré en mi atmósfera propia ... ahí tiene por qué he elegido esta profesión a que me dedico..." . (7)

(SHERLOCK HOLMES).

Es necesario recordar, en principio, la supervivencia del psicoanálisis a través de los tiempos, sosteniéndose sobre las mismas resistencias que contra él se edificaron, como también sobre el "saber popular" (impregnado de esa mitología intuitiva que lo caracteriza), y fundamentalmente por sus propias sobredeterminaciones: producciones desprendidas del libre juego entre la práctica clínica y la metapsicología. Fue así como pudo recortar un espacio de validación, construido sobre un tozudo respeto por sus orígenes y antecedentes, su aspiración científica y las características de su objeto de estudio.

Freud reivindica el psicoanálisis como saber que tiene sus reglas de funcionamiento propias y sus referentes específicos. Se define, en efecto, por la pretensión de fundarse sobre el saber que deriva de su práctica y en ningún otro lugar. Descubre un objeto específico que sólo le pertenece a él y que, en cierta forma, subvierte lo que ya se conocía, obligando a elaborar ciertas cuestiones. Ahora bien, Freud no puede deslindarse del entorno que lo determina, se halla inserto en la Viena del 1900, con todo el espíritu positivista de la época, toda una episteme de su tiempo.

Más de una lectura psicoanalítica ha pretendido eludir esta filiación freudiana, o tal vez relativizarla planteando que existe en Freud un "tinte positivista" que enturbia al psicoanálisis y del cual habría que rescatarlo, salvarlo, civilizarlo. No estamos de acuerdo con este tipo de interpretación, porque consideramos que supone un profundo desconocimiento de la identidad epistémica misma del fundador del psicoanálisis. El mismo Lacan lo ha señalado en La Ciencia y la Verdad: "Decimos, contrariamente a lo que suele bordarse sobre una pretendida ruptura de Freud con el cientificismo de su tiempo, que es ese cientificismo mismo ... el que condujo a Freud, como sus escritos lo demuestran, a abrir la vía que lleva para siempre su nombre. Decimos que esa vía no se desprendió nunca de los ideales de ese cientificismo, y que la marca de él que la señala no es contingente sino que sigue siéndole esencial..." (8)

Convengamos que esa es -nos guste o no- la estructura de partida en la cual Freud está situado en los orígenes del psicoanálisis: en la ambición de ciencia natural, en la adhesión al fisicalismo, en la tesis determinista; en definitiva todos elementos constitutivos del paradigma positivista clásico, al cual hará trabajar hasta llevarlo a un quiebre que se plasma en la concepción de sujeto que nos deja como legado primordial. Y es desde ese proyecto positivista desde donde Freud puede desplegar un saber que se revela consciente de su carencia y por ello mismo seguro de sí, en tanto que al renunciar al conocimiento de la cosa en sí, recorta un campo de fenómenos, una transobjetividad en la cual se traslucen los procesos inconscientes. La contradicción se salva por la construcción de un procedimiento especial adaptado a ese objeto, a dar cuenta de él, y que es la famosa "bruja" a la que Freud apela: la Metapsicología, hechicera que viene nada menos que a ponerle nombre a la identidad epistemológica freudiana. En efecto, si hay algo que definitivamente puede avalar la idea de que el psicoanálisis debe ser considerado una ciencia, eso es lo que tiene que ver con la producción metapsicológica en Freud.

Y si la cuestión se presenta como "teoría y clínica desamarradas", la intención de este trabajo es situar lo que se ha denominado "la prueba de la metapsicología" justamente como punto de amarre.

El término "metapsicología" se encuentra ya episódicamente en las cartas de Freud a Fliess. Lo menciona varias veces en 1896, y es famosa la interrogación que Freud dirige a su amigo en 1898: "...por lo demás quiero preguntarte si me es lícito emplear el nombre de metapsicología para mi psicología que conduce tras la conciencia". (9). Pregunta que viene a dar cuenta, a nuestro parecer, de un verdadero momento de fundación del edificio freudiano. Encontramos allí la delimitación de una especie de laboratorio de los procesos inconscientes, destinado a nombrar conceptualmente aquello surgido de la observación y la escucha clínicas.

Cabe aclarar aquí que, si bien Freud da una definición en 1915: "...propongo que cuando consigamos describir un proceso psíquico en sus aspectos dinámicos, tópicos y económicos eso se llame una exposición metapsicológica" (10); Laplanche sugiere que también pueden designarse así a aquellos textos que, de un modo más fundamental elaboran o explican las hipótesis subyacentes a la psicología psicoanalítica: principios, conceptos fundamentales, modelos teóricos. Con lo cual ciertos textos pasarían a ser considerados metapsicológicos como el Proyecto de psicología científica, el capítulo VII de La interpretación de los sueños y Mas allá del principio del placer entre otros. Esta lectura que hace Laplanche sigue la línea de una afirmación hecha por Freud en una nota inicial a su texto Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños, en la cual da cuenta de su proyecto, jamás concretado totalmente, de publicar un conjunto de ensayos en forma de libro que tenían como propósito "aclarar y profundizar las hipótesis teóricas que podrían ponerse en la base de un sistema analítico". A esa serie iban a pertenecer textos que sí fueron publicados tales los casos de Pulsiones y destinos de pulsión, La represión y Lo inconsciente.

Freud es realmente un descubridor, en tanto su procedimiento implica que la producción de conocimientos existe sólo gracias a la incesante revisión crítica de lo sabido. Revisión que nada tiene que ver con la metafísica pura (tan criticada por Freud) como intentaron señalar los detractores del psicoanálisis. Todo lo contrario, revisión que implica renuncia, limitación y práctica epistémica a la vez. Renuncias como "...Ya no creo en mi neurótica...", las especulaciones vertidas en Más allá del principio del placer, o simplemente la revisión permanente del caso Katharina (Freud relata que "...cierto día me  desvié de la ruta principal para ascender a un retirado monte...") (11), son algunos ejemplos de ese "permiso científico" que Freud se otorga siempre para apartarse de la ruta preestablecida por el curso de sus investigaciones. Ese procedimiento es, entonces, enseñanza misma, en tanto ciencia que rompe con "La Ciencia" (de buscar edificios sin fisuras y razones cerradas en su definición), sin caer tampoco en la ilusión de esperar algo de la intuición y del abismarse en sí mismo.

Como ya anticipamos, es la metapsicología la que nombra el procedimiento psicoanalítico. Apodada la bruja por Freud (en homenaje a Goethe) y caracterizada por este párrafo de Análisis terminable e  interminable: "...Sin un especular y un teorizar metapsicológicos -a punto estuve de decir: fantasear-, no se da aquí ni un paso adelante..." (12). Especular y teorizar que significa algo así como una licencia (absolutamente arbitraria) para continuar, sin saber adónde va el pensamiento, (o si se hallará tierra, en la metáfora del colonizador) en materias en que se está condenado a errar o a acertar.

Esta característica nos lleva a lo que a partir de Pierce se conoce como abducción o "el arte de forjar conjeturas" (13), y que nos permite jugar con un paralelo entre el fundador del psicoanálisis y el célebre detective de Conan Doyle, Sherlock Holmes, quien hablaba de la importancia del "razonamiento hacia atrás": "A la mayoría de la gente, si se les describe una serie de sucesos, son capaces de decir cuál es el resultado. Pueden ensamblar aquellos conocimientos en sus mentes, y razonar a partir de ellos que algo pasará. Sin embargo, hay poca gente que si se les da un resultado, son capaces de deducir, a partir de sus propios conocimientos interiores, qué peldaños condujeron al resultado. Es a este poder al que me refiero cuando hablo de razonamiento hacia atrás". Al mejor estilo Holmes, Freud se dedica a tirar de un hilo, sobre la línea de sus conjeturas e hipótesis extraídas de su consultorio, y en ese movimiento va desprendiendo todo el hilván, hasta dejar al descubierto la estructura de la psiquis inconsciente, el concepto de Aparato Psíquico ya aventurado en 1895. Tal es la lógica del descubrimiento en Freud: luchar contra, y superar, la resistencia a lo nuevo; para lo cual supone pasar con frecuencia "una temporada en el infierno", evocada en el epígrafe de La  interpretación de los sueños (14).

El concepto psicoanalítico surge, en toda su dimensión de descubrimiento, del nudo dialéctico que se establece entre la clínica y la teoría, movimiento por el cual, un saber emerge a la manera de capas de lava, donde cada torsión abre un espacio nuevo que requiere en algún momento una nueva torsión, nombrada a su vez por un concepto nuevo que pasa a engrosar las arcas de la metapsicología. Basta, para entender este proceso, echar un vistazo al papel fundamental de los casos clínicos paradigmáticos de la obra freudiana, y las articulaciones establecidas, por ejemplo, en el aposteriori de sus textos. Ejemplo claro de que la metapsicología es fundamentalmente la postescritura de algo que se ha notificado en la escucha clínica. Producciones ejemplares son también en este sentido las articulaciones de Aulagnier en el caso Philippe (15) o las de Bleichmar en el caso Alberto. (16)

Volviendo al procedimiento que intentamos recuperar en este trabajo, Paul Laurent Assoun lo ha caracterizado espléndidamente, nombrándolo "Realismo fantástico" en alusión a esa extraña amalgama de metafísica fantaseadora y positivismo de la experiencia actual freudiana, que desorienta a los lectores y sistematiza de alguna manera la dinámica de la producción conceptual:

"...Podemos inferir de allí una secuencia de pasos en el descubrimiento analítico: los términos son (A) el material clínico de observación; (B) las relaciones inducidas de ese material; (C) los conceptos que permiten identificar relaciones en el material. El procedimiento (D) consiste en poner de relieve aquello que trata de significarse en el material; producir principios que cristalizan un nudo de relaciones y, finalmente, nombrar, mediante conceptos, ese nudo de relaciones. Luego, el aflujo del material sirve para desestabilizar la forma precedente de síntesis -en el curso de crisis manifiestas o larvadas- por la introducción de problemas nuevos, que re-engendra la secuencia hechos-relaciones-conceptos. El momento del descubrimiento es aquél donde se encuentra nombrado cierto nivel de teorización que permite dar cuenta de manera coherente de cierto campo de fenómenos...". (17)

Teniendo en cuenta los avatares de nuestra profesión en la actualidad, consideramos que resulta fundamental retomar esta huella freudiana si nos preocupa el porvenir del psicoanálisis. Y, si nos atenemos al terreno específico de la clínica de niños y adolescentes más aún, dado que no son pocas las razones para pensar que esta puede convertirse tanto en una vía regia para la investigación como en el ojo de huracán del desamarre teórico-clínico.

Son numerosos los referentes teóricos que han señalado con contundencia la necesidad de definir metapsicológicamente los tiempos de lo originario, por cierto desde recorridos no necesariamente idénticos. Pero es inobjetable la importancia que esto cobra tanto desde el eje teórico (hacer trabajar el paradigma psicoanalítico) como desde el eje clínico. En efecto, sería necio desconocer la eficacia de una intervención analítica pertinente allí donde abundan los diagnósticos apresurados y estigmatizantes que suelen ejercerse sobre el infans, verdaderos excesos -o desoladoras desatenciones- portadores de una violencia secundaria singular.

Paralelamente, si tomamos la clínica de adolescentes habremos de fundamentar, por un lado, en función de los mismos elementos que señalamos anteriormente, siguiendo el criterio concensuado del sujeto "aún en estructuración". Y por otra parte porque es innegable que este es el terreno por excelencia en el cual se manifiestan las que se ha dado en llamar "nuevas patologías", aun cuando no estamos totalmente de acuerdo con esta denominación. Al respecto, más bien pensamos que se trata en muchos casos de nuevas modalidades de presentación sintomática de formas conocidas, cuestión que de todos modos no pretendemos discutir en este trabajo. Si se pierde el rumbo justo en ese punto de la travesía, se corre el riesgo de "inventar" categorías psicopatológicas nuevas (rebosantes de arabescos teoricistas) que generen el peligroso efecto de proyectarse sobre los pacientes. De esta manera, más de una vez asistiríamos a un extraño fenómeno: analistas que parecieran "ver" (y no escuchar) el mismo paciente en un conjunto bastante diverso de casos singulares. Una pregunta a modo de ejemplo de lo que estamos planteando sería: ¿toda vez que nos hallemos ante un presunto caso de bulimia o anorexia habríamos de partir de la idea casi axiomática de estar ejerciendo una "clínica de borde"?. El desamarre aquí puede pensarse como una triste metáfora anticipatoria del naufragio del proyecto analítico.

En definitiva, el campo de la clínica de niños y adolescentes reviste una enorme trascendencia, sobretodo si acordamos en concebir al aparato psíquico -siguiendo a Silvia Bleichmar- (18) como un sistema abierto siempre al apres-coup, descapturado de un determinismo lineal que tendría sólo en cuenta la acción del pasado sobre el presente y no las recomposiciones que el presente inaugura sobre el pasado. Desde esta perspectiva, el proceso de la cura analítica puede ser concebido como un espacio privilegiado de la resimbolización. Como un lugar de re-engendramiento a partir de que lo traumático no es lo vivido en general sino aquello que no pudo encontrar, en el momento de su inscripción y fijación, de su caída en el aparato, posibilidades metabólicas de simbolización productiva. La atemporalidad del inconciente atañe entonces a su indestructibilidad pero no a la posibilidad de reensamblaje de sus representaciones, lo cual pone el énfasis en la capacidad de operar transformaciones a predominio de Eros por la vía del tratamiento psicoanalítico.

Siguiendo esta hipótesis podemos forjar la conjetura de que una buena brújula para el explorador psicoanalítico consistirá en no perder nunca de vista que el aparato teórico freudiano será inagotablemente fecundo si lo concebimos también como un sistema abierto, siempre alejado de un equilibrio absoluto y permanentemente susceptible de transformaciones y recomposiciones espontáneas bajo el amparo del rigor epistemológico.

No en vano Freud, en ese tiempo fundacional de la metapsicología al que hicimos referencia, elegía nombrar a esta como la criatura ideal de sus desvelos. (19)

Notas

(1) Sigmund Freud: Cartas a Wilhelm Fliess (1897-1904), Amorrortu edit., Bs As, 1986. (Pág. 130, carta 64).

(2) Laplanche, Jean. Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, Amorrortu edit., Bs As, 1987.

(3) Bleichmar, Silvia. Sobre los recursos del método, Cuadernos de psicología clínica de niños y adolescentes, colección cátedra, U.N.L.P., noviembre de 1995.

(4) Aulagnier, Piera. El sentido perdido, cap.VI, pág. 101, edit. Trieb, Bs As, 1980.

(5) Aulagnier, Piera. El sentido perdido, cap.VI, pág. 101, edit. Trieb, Bs As, 1980.

(6) "Toda mutación de las reglas debe ser sometida a la prueba de la metapsicología, así como nuestra metapsicología es sometida, constantemente, a la prueba de la clínica".

(7) Conan Doyle, Arthur. Sherlock Holmes, el signo de los cuatro, Pomaire, Barcelona, 1980.

(8) Lacan, J. Escritos 2, siglo XXI edit., México, 1993, pág. 836.

(9) Freud, S. Cartas a Wilhelm Fliess 1887-1904, pág. 329, edición completa, Amorrortu edit., Bs As, 1986.

(10) Freud, S. Lo inconciente, Obras completas, Amorrortu edit., tomo XIV, pág. 178.

(11) Freud, S. Estudios sobre la histeria, O.C., Amorrortu edit., tomo II, pág.141. Amorrortu edit. Tomo XXIII, pág. 228.

(12) Agradezco a Denise Najmanovich el haberme permitido acceder a esta problematica epistemológica, que he podido rastrear en el libro de Umberto Eco y T.Sebeck, El signo de los tres, Dupin, Holmes, Pierce, editorial Lumen, cap. II.

(13) "Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo". (Si no puedo inclinar a los poderes superiores, moveré las regiones infernales).

(14) Aulagnier, P. El aprendiz de historiador y el maestro brujo, Amorrortu edit., Bs As, 1984, págs 51 a 136.

(15) Bleichmar, S. La fundación de lo inconciente, Amorrortu edit., Bs As, 1993, cap.4, págs 131 a 177.

(16) Assoun, P. Los grandes descubrimientos del psicoanálisis, en Historia del psicoanálisis (varios autores), Granica edit., pág. 135 y sigs.

(17) Repetición y temporalidad: una historia bifronte, en Temporalidad, determinación, azar, varios autores, edit.Paidós, Bs As, 1994.

(18) Sigmund Freud: Cartas a Wilhelm Fliess (1897-1904), Amorrortu edit., Bs As, 1986. (Pág. 229, carta 113).

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 2 - Diciembre 1995
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