Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Michel Foucault:
Una historia de la sexualidad crítica del psicoanálisis
Guillermo Mendoza Gutierrez

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"El psicoanálisis está en el centro mismo del proyecto
que parece haber ocupado a Foucault en sus últimos años,
el proyecto de una historia de la sexualidad." 2
Jacques- Alain Miller

"La historia del dispositivo de sexualidad,
tal como se desarrolló desde la edad clásica,
puede valer como arqueología del psicoanálisis." 3
Michel Foucault

Si es cierto que nosotros, los que conocemos, somos desconocidos para nosotros mismos, la filosofía tendrá como tarea levantar los velos que imposibilitan el conocimiento, trabajando deconstructivamente con las ilusiones que se entretejen en el orden de lo imaginario y que son sustentadas por los que conocemos como conocimientos verdaderos de la verdadera realidad. Su tarea habrá de ser la de mostrar aquello que insidiosamente se oculta, aquello de lo que no se quiere saber -en la complacencia de un conocimiento cierto que posee a quien lo posee. "El saber no ha sido hecho para comprender, ha sido hecho para hacer tajos." 4

Si para los antiguos la filosofía era pregunta insistente por ‘lo que no pasa’ en un mundo sumido en el cambio; hoy, nosotros, hijos de la modernidad, debemos preguntarnos acerca de qué es lo que pasa actualmente, y qué somos nosotros, nosotros que no somos, quizás, otra cosa que lo que pasa actualmente. La filosofía es, para nosotros –e irremediablemente-, enteramente política y enteramente histórica.

El trabajo de Michel Foucault puede situarse en esta tradición de pensamiento que aspira a llevar hasta sus últimas consecuencias la crítica ilustrada, a través de un minucioso trabajo de develamiento de los surgimientos históricos de nuestras creencias y maneras de pensarnos a nosotros mismos. No en la búsqueda de los pomposos orígenes para santificar el presente, sino en el trabajo genealógico gris sobre los nacimientos poco felices, para liberar el presente de cualquier comprensión infatuadora. Porque la "mejor manera de ver que las cosas podrían ser de otra manera es viendo que ellas fueron ya una vez de otra manera, y que en ciertos dominios de la vida, ellas lo son todavía; (...) Foucault considera su obra como una genealogía, escrita para ayudarnos a des-realizar (déréaliser), sobrepansando así una comprensión sofocante de la realidad que ha emergido progresivamente en la historia de Occidente (...). Una terapia histórica que consiste en aflojar la opresión de nuestra comprensión corriente de la realidad, permitiéndonos ver como nosotros hemos llegado donde estamos, y cuál es el precio de nuestra comprensión común (...). 5 La investigación filosófica de Foucault es un trabajo crítico que "intenta develar lo más posible (...) todos los efectos de dogmatismo ligados al saber, y todos los efectos de saber ligados al dogmatismo" 6; su tarea es un ejemplo concreto del arduo camino de la libertad.

...

Es su última obra, la "Histoire de la sexualité", una muestra casi paradigmática de su proceder: obra compleja para las interpretaciones, por su inacabamiento, por los replanteamientos teóricos y reescrituras de la que fue objeto y por los efectos teóricos que produjo. El primer tomo, "La Volonté de savoir" es editado en 1976, casi paralelamente a "Vigilar y castigar" 7 (1975), en él es patente la preocupación por el poder, su ejercicio y sus tácticas históricas. Los dos últimos tomos, "L’Usage des plaisirs" 8 y "Le Souci de soi"9, son editados en 1984, en el mismo mes de la muerte del filósofo. Las transformaciones entre ambas entregas son evidentes, sea por el lenguaje simple y sereno al que Foucault inusitadamente recurre en sus dos últimos tomos, sea por las transformaciones metodológicas que hacen virar el análisis (incluso temporalmente hacia la antigüedad).

Hermenéuticamente se establece, y ya de manera clásica, una grieta en el pensamiento foucaultiano entre estos ocho años. Un pasaje de una filosofía centrada en el análisis histórico de la problemática del poder, de los múltiples puntos desde los que se ejercen sobre los cuerpos (microfísico-política del poder); a una filosofía preocupada por la constitución ética del sujeto, o a un análisis de cómo desde los discursos filosófico-médicos griegos y romanos se ha conformado en Occidente toda una ética del cuidado de sí (ética como estética de la existencia) que se ha visto a su vez continuada (por los préstamos masivos de técnicas de uno mismo) y transformada con la moral del código (desde el cristianismo hasta la modernidad).

Si bien esta perspectiva de análisis es tentadora, pues permite echar luz sobre el recorrido de las obras de Foucault, mostrando a la vez sus continuidades y discontinuidades teóricas; no acoge en sí el sentido del ejercicio de pensamiento foucaultiano en tanto y en cuanto no cae en la cuenta de que la obra misma en su totalidad (una gran ‘Historia de la sexualidad’) ha sido proseguida, afrontando incluso arduas dificultades. Y la obra, en Foucault, no es jamás sin interés. Ella es un ejercicio teórico, una caja de herramientas para ser utilizada, un punto desde el cual puede sustentarse la resistencia y la lucha, un juego a partir del cual puede comenzarse a pensar ‘de nuevo’, a contracorriente de lo establecido. "Mi problema –dice Foucault- es de hacer por mi mismo, y de invitar a los otros a hacer conmigo, a través de un contenido histórico determinado, una experiencia de lo que nosotros somos, de lo que es no sólo nuestro pasado sino también nuestro presente, una experiencia de nuestra modernidad tal que salgamos de ella transformados. Lo que significa que al final del libro podamos establecer nuevas relaciones con aquello que estaba en cuestión (...)." 10 Así pues, la primera pregunta que debemos hacernos frente a la obra es acerca de aquello que ella señala de nuestro presente y de nuestro ser histórico. Si perdemos de vista este carácter a la vez transformador y combativo de las obras de Michel Foucault, podemos sumirnos en análisis bellamente teóricos pero que desvirtúan el espíritu del ejercicio de pensamiento foucaultiano.11

Foucault afirma taxativamente que su primer tomo de la "Historia de la sexualidad" es un libro programa, sin función demostrativa, que aspira a producir efectos de ‘verdad’ a través de un discurso de ‘ficción’ 12. La ‘Voluntad de saber’ es el tema; una pregunta acerca de qué ha ocurrido en Occidente para que la cuestión de la verdad sea estructurada a propósito del placer sexual, cómo ha surgido esta voluntad de saber que atraviesa toda nuestra relación al sexo y que hace que le preguntemos a él por nuestra verdad más íntima y oscura: "hacer la genealogía de esta ‘ciencia del sexo’ (...) en términos positivos, a partir de las incitaciones, los focos, las técnicas y procedimientos que han permitido la formación de este saber (...)." 13

Y en esta historia de las ‘estrategias sin sujeto’ 14 que ponen en relación sexo, individuo y verdad, el psicoanálisis ocupará un lugar privilegiado y culminante. 15 En tanto que genealogía de la scientia sexualis, esta historia de la sexualidad vale como una genealogía del psicoanálisis, esto es, un análisis histórico que se detiene en la teoría psicoanalítica, poniendo de relieve cómo ha podido ésta formarse, señalando las deudas que posee para con determinadas transformaciones históricas, teóricas y técnicas, operadas en Occidente; en fin, una genealogía que ‘hace manifiesto’ aquello que la teoría psicoanalítica no-sabe o no-quiere-saber sobre sí misma.16 El primer tomo, posterior a las críticas articuladas en el ámbito francés por Deleuze-Guattari en su "Anti-Edipo" 17(1972) y por Robert Castel en su "Le psychanalysme"(1973), tiene por blanco específico no sólo al psicoanálisis freudiano y posfreudiano, sino también a todos los freudomarxismos, -marcuserías y reichianismos 18-, que se autocomprendían como teorías críticas revolucionarias y libertarias.

En el análisis histórico, Foucault va a rechazar cualquier recurrencia a una verdad en sí de una sexualidad silenciada y finalmente liberada por el discurso psicoanalítico, para ceñirse a analizar los procesos de la verdad y la puesta en juego del dispositivo de sexualidad; hecho que implica no darse por principio un objeto ya constituido del que se realizaría la historia (crítica que podría realizarse a su "Historia de la locura"), sino que por principio la genealogía pondrá fuera de juego cualquier referencia a un fundamento real, sea físico, biológico o sustancialista del sexo y la sexualidad19. Por ello, antes que poner en cuestión la validez teórica del psicoanálisis, se intentará descubrir sus bases históricas e investigarlo en relación con sus antecedentes. "Me gustaría hablar –afirma- (de la práctica analítica) pero (...) hablar desde ‘fuera’. No pienso que debamos caer en la trampa, por otro lado vieja, establecida por Freud mismo, y que consiste en decir que, desde el momento en que nuestro discurso penetre en el campo psicoanalítico, caerá bajo la dominación de la interpretación analítica. Quiero mantenerme en situación de exterioridad frente a la institución psicoanalítica, para volverla a colocar en su historia, en el interior de los sistemas de poder que la sostiene." 20 Lo que la "Historia de la locura"(1961) era a la psiquiatría, la "Historia de la sexualidad" lo será al psicoanálisis.

Pero exterioridad no implica purismo metodológico. La historia del dispositivo de sexualidad -como relato del surgimiento de las condiciones de posibilidad del psicoanálisis- no se realizará en el estilo calmo de una historia de la ciencia que permitiría ver desde el exterior y a distancia el nacimiento de una práctica discursiva nueva. 21 La genealogía se mueve en el terreno de la estrategia y de las múltiples relaciones de poder: en tanto que los resultados de la investigación dependen de la elección del punto de mira, y éste a su vez de la coyuntura; el ejercicio genealógico, como interpretación que se sabe ‘ficción’, trabajará en el orden de lo fabricado, para poner en entredicho las ficciones teóricas que se autocomprenden como naturales y ahistóricas.

En esta historia, Foucault considera al psicoanálisis como una contribución al dispositivo de normalización, en tanto que nueva línea de defensa del dispositivo médico en su empresa de captura del cuerpo y de reglamentación de los placeres 22; además, por su utilización de la confesión en la cura, es concebido como un procedimiento de individualización por el poder; finalmente, como teoría y como práctica es una de las piezas claves de la generalización del dispositivo de sexualidad -en tanto que Freud inscribe, por el Edipo, el dispositivo de sexualidad en el sistema relacional de la alianza.

Atrás quedaron las ambigüedades frente al psicoanálisis de su "Historia de la locura en la época clásica" 23. La posición de Foucault está mucho más próxima al "Anti-Edipo" de Deleuze-Guattari. La gran diferencia metodológica es que Foucault no quiere conformar su obra como una crítica interna al sistema teórico psicoanalítico 24, estructurando una nueva teoría del deseo desligada de los fantasmas de la moderni dad capitalista; sino que, al formularse desde una perspectiva históric a, se posicionará exterimente respecto de la formación discursiva analítica, mostrándola en su juego estratégico de verdad. 25

 

1.- "La Voluntad de Saber" es clara en su posición crítica frente a la hipótesis represiva sustentada tanto por la teoría psicoanalítica de Freud y los posfreudianos, como la de los freudomarxistas. Toda la primera parte de la obra está elaborada para poner en entredicho la validez histórica de la hipótesis de una represión creciente de la sexualidad operada por el proyecto moderno. Foucault muestra cómo ha habido históricamente, y por el contrario, una proliferación creciente de discursos en torno a la sexualidad; más que mutismo y represión, la burguesía ha incitado los discursos sobre el sexo. El poder moderno, más que haber dicho constantemente no, ha ligado en una espiral indefinida y ascendente la coerción, el placer y la verdad, intensificando y generando insistentemente tanto discursos en torno al sexo, como prácticas para extraer de él la verdad más íntima al sujeto.

Foucault no constata, por tanto, como síntoma histórico a analizar una represión en torno a la sexualidad que se tornaría cada vez más restrictiva, sino que el hecho asombroso a tener en cuenta es que "el hombre occidental se haya visto desde hace tres siglos constreñido a esta tarea de decirlo todo sobre su sexo; que desde la edad clásica haya habido un aumento constante y una valoración siempre mayor del discurso sobre el sexo; y que se haya esperado de ese discurso -cuidadosamente analítico- efectos múltiples de desplazamiento, de intensificación, de reorientación y de modificación sobre el deseo mismo." 26

Incitación política y técnica a hablar de sexo como algo que hay que controlar y conducir a su mejor provecho. La modernidad verá surgir la ‘población’ como problema, y en su interior, la necesidad de una gestión racional de la natalidad y de la mortalidad, los problemas de las uniones lícitas e ilícitas, de la sexualidad de los niños y del cuidado de la salud general de la especie. Y en su preocupación por la sexualidad, dará a luz a la oscura familia de los perversos siempre vista desde la perspectiva moral de una sexualidad económicamente útil, políticamente conservadora y reproductora: el poder más que forcluir, multiplicará al infinito las sexualidades heréticas.

La modernidad es así, más que la época en la que la sexualidad ha sido reprimida para canalizar su fuerza en el trabajo productivo, la época del surgimiento de un dispositivo de sexualidad 27 nunca antes existente. Desde el siglo XVIII al XIX, la medicina, la psiquiatría, la justicia penal y todos los focos de control social "irradiaron discursos alrededor del sexo, intensificando la conciencia de un peligro incesante que a su vez reactivaba la incitación a hablar de él." 28 El psicoanálisis no puede comprenderse sino a partir de su enraizamiento en esta ‘invención’ moderna: íntimo al sujeto está su sexualidad, oscura y temible, que puede ser exorcizada por la palabra. La gran originalidad de Freud no consiste tanto en haber descubierto la sexualidad bajo las múltiples neurosis, -en esto según Foucault no hace más que continuar y llevar al límite la obra de Charcot-; sino en haber reinscrito la sexualidad en una lógica del Inconciente, por la que se liga definitivamente subjetividad, sexualidad y verdad.

La tesis de la represión ya había sido criticada por Jacques Lacan, haciendo de la ley no un aditamento externo y posterior al deseo, sino concibiéndola como constitutiva del deseo: sería ilusorio pensar en un deseo exento de relaciones de poder, finalmente, por la cura, liberado y puro. Pero Foucault aspira a realizar una genealogía histórica que se haya liberado incluso, en su método de análisis, de esta concepción ‘jurídico-represiva’ del poder 29. Y en esto, tanto las teorías de la represión (Freud) como la teoría de la ley como constitutiva del deseo (Lacan) recurren a la misma representación común del poder: la diferencia entre ambas es en la manera de concebir las pulsiones, pero no difieren en la manera de concebir el poder. Esta representación jurídico-negativa del poder conduce o a posiciones liberacionistas (liberar el deseo del apresamiento exterior de la ley) o a posiciones reaccionarias (siempre se está ya apresado en la ley). "Lacan se sitúa, a pesar de haber inventado muchas cosas, en el interior del campo freudiano, lo que lo imposibilita de crear nuevas categorías." 30

No puede comprenderse al psicoanálisis como una ruptura radical con el proyecto moderno-burgués -en esto, la recurrencia cuasi-religiosa a Freud como el gran innovador no es más que una gran ficción histórica de la que los psicoanalistas intentan convencerse. El psicoanálisis no es una práctica liberadora que permite al sujeto la cura de sus traumas sexuales reprimidos y, como teoría, no puede postularse como posicionamiento crítico frente al poder y los dogmatismos. "La metáfora de la liberación –dice Foucault- no me parece apropiada para definir la práctica psicoanalítica. Es la razón por la cual ensayé de elaborar una arqueología de la confesión y de la confesión de la sexualidad, para mostrar cómo las técnicas esenciales del psicoanálisis preexisten (la cuestión de la originalidad no es la importante) en el interior de un sistema de poder. Y es falso imaginarse que Occidente ha sido una civilización que ha reprimido la expresión de la sexualidad, que la ha prohibido, que la ha censurado. Al contrario, desde la Edad Media, hay una constante demanda por obtener la confesión de la sexualidad. Hay una presión para que ella se manifieste bajo forma de discurso: confesión, dirección de conciencia, pedagogía, psiquiatría del siglo XIX, técnicas que preceden al psicoanálisis y que hacen que éste deba situarse en relación a ellas. No en situación de ruptura, sino en situación de continuidad." 31

 

2. Un segundo síntoma histórico debe ser analizado por el genealogista: el surgimiento en la sociedad burguesa de una ciencia de la sexualidad que "se defin(irá) como instancia soberana de los imperativos de higiene (...); pretend(erá) asegurar el vigor físico y la limpieza moral del cuerpo social; promet(erá) eliminar a los titulares de taras, a los degenerados, a las poblaciones bastardas. En nombre de una urgencia biológica e histórica justifica(rá) los racismos de Estado (...)." 32

Esta forma de saber científico sobre el hombre nacerá "de las prácticas sociales de control y vigilancia" 33, y se opondrá claramente a las técnicas del secreto y las iniciaciones propia de las artes eróticas orientales. Desde Trento -y para todas las sociedades occidentales-, será la confesión el ritual alrededor del cual se instaurarán los aparatos de producción de ‘verdad’: inscribiéndose en el interior de los procedimientos de individuación por parte del poder, se difundirá a la justicia, a la medicina, a la pedagogía, a las relaciones familiares. Así, todo secreto individual deberá ser obligatoria y exhaustivamente expresado en el ritual de la confesión. En éste, el sujeto de la enunciación y el del enunciado coinciden en una misma posición frente a un Otro: la confesión se despliega en una relación de poder en donde la verdad se autentificará finalmente gracias a los obstáculos que el sujeto ha tenido que vencer para formularla. Gracias al combate, la enunciación misma producirá modificaciones intrínsecas -de liberación-purificación- en el sujeto que la enuncia. Ella regirá como matriz general de toda producción de discurso verídico sobre el sexo.

Pero, ¿cómo se logró constituir esa inmensa y ya tradicional extorsión de confesión sexual en forma científica?; ¿cómo finalmente pudo Occidente hacer funcionar los rituales de la confesión en los esquemas de la regularidad científica?. El nacimiento de una ciencia del sexo no hubiera sido posible sin un registro indefinido de los placeres y su posterior clasificación; y esto por: a) haber codificado el hacer hablar, haciendo que el conjunto de signos sean síntomas descifrables; b) el deber de decirlo todo y el poder interrogar acerca de todo hace que pueda postularse al sexo como un poder inagotable y polimorfo; c) haber pensado que la sexualidad está latente intrínsecamente, escondida para el mismo sujeto que enuncia y que no puede salir a la luz sino por el lento trabajo de la confesión; d) haber pensado que la validación de la verdad enunciada debe pasar por la instancia del que recoge la enunciación y la interpreta; finalmente, e) por la medicalización de los efectos de la confesión, en tanto que aquel que enuncia será colocado bajo el régimen de lo normal y lo patológico.

Es justamente en la intersección entre la práctica cristiana de la confesión y la discursividad científica moderna que Occidente se dotará de una sexualidad. Estos dispositivos complejos para producir discursos verdaderos sobre el sexo definieron también a la sexualidad ‘por naturaleza’ como un dominio penetrable por procesos patológicos y que por tanto exigía intervenciones terapéuticas de normalización. Occidente, con esta Voluntad de saber, ha inventado el goce en la verdad del placer, instaurando un juego entre el sujeto, el secreto y su develamiento que constituirá un saber sobre lo que escinde al sujeto, esto es, sobre lo que éste desconoce pero que lo determina.

Según Foucault, la tesis histórica que afirma la obsesión del poder moderno por la producción de una sexualidad heterosexual, reproductora y centrada en el matrimonio, no da cuenta de los múltiples objetivos de sus estrategias. La instauración del dispositivo de sexualidad se debe, según Foucault, más que a la represión de las sexualidades heréticas, a una serie de procedimientos complejos de producción de poder-saber: histerización del cuerpo de la mujer (la histérica que curar), pedagogización del cuerpo del niño (el masturbador sobre quien intervenir), socialización de las conductas procreadoras (el modelo de la pareja malthusiana), psiquiatrización del placer perverso.

Las técnicas utilizadas se remontan hacia la confesión obligatoria de Letrán y los métodos de ascetismo, de ejercicios espirituales y de misticismo desarrollados a partir del siglo XIV. Pero será el siglo XVIII, quien verá nacer una tecnología enteramente nueva por la que el Estado tomará como asunto propio a la sexualidad, y haciéndolo desde tres ejes: el de la pedagogía (el sexo del niño), el de la medicina (la fisiología sexual de las mujeres), y el de la demografía (el control de los nacimientos en las poblaciones); retomando en cada uno de estos puntos métodos ya formados por el cristianismo y su ‘poder pastoral’. Pero una transformación será capital: la tecnología del sexo empezará a responder a la institución médica, a la exigencia de normalidad, y al problema de la vida y la enfermedad.

Es a través de estos cuatro focos (mujer histérica, niño masturbador, pareja reproductora y adulto perverso) que la sexualidad será producida históricamente y sobre un dispositivo de alianza históricamente anterior: si éste se edificaba en torno a un sistema de reglas de lo permitido y de lo prohibido, teniendo como objetivo fundamental el reproducir el juego de las relaciones sociales manteniendo la ley que las rige; el de sexualidad funcionará según tácticas móviles, polimorfas y coyunturales de poder, engendrando continuamente una extensión de dominios y formas de control.

Es inevitable pensar en la ruptura que respecto a estos ejes teóricos produjo el psicoanálisis, desmarcándose definitivamente del sistema teórico de la degeneración. Según Foucault, éste ocupó una posición singular respecto a la estrategia de conjunto en tanto que "retomó el proyecto de una tecnología médica propia del instinto sexual, pero buscó emanciparla de sus correlaciones con la herencia y, por consiguiente, con todos los racismos y todos los eugenismos. Se puede volver ahora sobre lo que podía haber de voluntad normalizadora en Freud; también se puede denunciar el papel desempeñado desde hace años por la institución psicoanalítica; en esta gran familia de las tecnologías del sexo que se remonta tan lejos en la historia del Occidente cristiano, y entre aquellas que han emprendido, en el siglo XIX, la medicalización del sexo, él fue, hasta la década de 1940 el que se opuso, rigurosamente, a los efectos políticos e institucionales del sistema perversión-herencia-degeneración." 34

Por tanto, el psicoanálisis, ocupó un lugar peculiar, ya que, en primer lugar, funcionó como un discurso crítico, que se enfrentó estratégicamente a los discursos médicos dominantes de principios de siglo. Sólo a partir de ahora puede ser comprendido como un discurso y una práctica que operaba, desde Freud y la institución psicoanalítica en general, con un interés normalizador –oculto para la práctica misma. El genealogista concibe al psicoanálisis en la estrategia de conjunto de la instauración de una scientia sexualis: si bien puede considerárselo como una plataforma teórica de crítica de las ideologías médicas de la degeneración, contribuye a la normalización del individuo, tanto por su reproducción del modelo médico confesional, como por la reclusión del deseo en la familia a través del Edipo.

 

3.- La hipótesis represiva afirma, en general, que la sexualidad especialmente reprimida fue la de las clases trabajadoras, para que justamente la energía allí ahorrada se canalizara en la producción. Lo que ha sucedido, según Foucault, fue lo contrario: las técnicas más rigurosas se formaron y aplicaron en primer lugar en las clases económicamente privilegiadas y políticamente dirigentes. Y fue en la familia burguesa en la que primeramente se determinaron los controles más férreos, donde se medicalizó y psiquiatrizó la sexualidad. Fue la burguesía la que comenzó a considerar su propio sexo como cosa importante, frágil, como el secreto que era necesario conocer.

Las capas más populares escaparon al dispositivo durante mucho tiempo y sólo fueron penetradas muy lentamente y en tres etapas: por los problemas de natalidad a fines del XVIII; con la instauración en el XIX de la familia canónica como modo de control político y regulación económica; y con el establecimiento del control judicial y médico de las perversiones en nombre de la protección de la sociedad y la raza. Sólo entonces el dispositivo, generado por la burguesía para sí, se difundió por todo el cuerpo social.

Más que un avasallamiento de las clases pobres se debe pensar en una autoafirmación de clase, en una exaltación del ‘cuerpo propio’ burgués, en una afirmación de sí. "Y lejos de que la clase que se volvía hegemónica en el siglo XVIII haya creído deber amputar su cuerpo de un sexo inútil, gastador y peligroso en tanto no estaba limitado a la sola reproducción, se puede decir, por el contrario, que ella se otorgó un cuerpo al que había que cuidar, proteger, cultivar y preservar de todos los peligros y de todos los contactos, y aislar de los demás para que conserve su valor diferencial; dotándose para ello, entre otros medios, de una tecnología del sexo. (...) No imaginemos a la burguesía castrándose simbólicamente para rehusar mejor a los demás el derecho de tener un sexo y usarlo a su gusto. Más bien, a partir de mediados del siglo XVIII, es necesario verla empeñada en darse una sexualidad y en constituirse a partir de ella un cuerpo específico, un cuerpo ‘de clase’, con una salud, una higiene, una descendencia, una raza (...)." 35 Y frente a la sexualidad específicamente burguesa, la sexualidad de la población toda que podía engendrar males infinitos si no era vigilada y controlada racionalmente.

Asombrosamente, de esta idea de fines del XVIII por la que se concebía a la sexualidad de la población como lo que debía someterse a cuidados, se pasó a la idea de que la sexualidad burguesa estaba sometida, a diferencia de la de los otros, a una represión fuerte, -el sexo no sólo era un secreto temible que había que desenmascarar, sino también un peligro, debido a la represión que sobre él pesaba. Y será allí justamente donde según Foucault se insertará la teoría psicoanalítica, en el justo punto de generalización del dispositivo de sexualidad hacia todas las clases sociales y en la instauración de los mecanismos secundarios de diferenciación de la sexualidad burguesa. Como técnica para eliminar los efectos de lo prohibido allí donde el rigor lo torna patógeno (Freud) y como teoría de la relación esencial entre la ley y el deseo (Lacan); determinó el principio del incesto (pensando a la vez el dispositivo de sexualidad superpuesto al de las alianzas) como válido para toda sociedad y para todo individuo (generalización). Así, en la práctica analítica se intentaba, según Foucault, eliminar los efectos de represión que puede inducir la ley del incesto, articulando en el discurso el deseo incestuoso reprimido.

En la misma época en que el incesto es perseguido como conducta, el psicoanálisis se empeña en sacarlo a la luz como deseo constitutivo de lo humano sin más, identificando el excesivo rigor con que los burgueses reprimen su sexualidad como causa de todos sus males (diferenciación). Así, los que perdieron el privilegio exclusivo de preocuparse por su sexualidad gozaron a partir de entonces del privilegio de experimentar más que los demás lo que la prohibe y de poseer el método que permite vencer la represión.

 

Con su ‘Historia de la sexualidad’, Michel Foucault determina el juego múltiple del psicoanálisis en el dispositivo de sexualidad: por un lado se presentará como una crítica de las teorías médico-psiquiátricas de la degeneración, pero por el otro, no sólo realizará la unión –por superposición- entre los dos dispositivos de alianza y de sexualidad (inscribiendo, por el Edipo, al deseo humano en la grilla de la familia burguesa), sino que funcionará como elemento generalizador del dispositivo – a través de la ley del incesto-, y diferenciador en la tecnología general del sexo, haciendo que los analizantes posean una relación en ‘verdad’ con el secreto que los habita; contribuyendo, por todo esto, a la normalización y a la individuación por el poder.

Así, si bien se reconoce la importancia de la crítica que significó el psicoanálisis a las ideologías médico-psiquiátricas, se afirma que esta crítica distaba mucho de ser radical: Foucault nos muestra cómo la posibilidad misma de su éxito estaba vinculada al hecho de que la nueva tecnología psicoanalítica se desplegaba dentro del dispositivo de sexualidad, y no fuera de él o contra él. Para Foucault las luchas sublimatorias de Freud, antirrepresivas de los freudo-marxismos, conciliatorias del deseo y la ley de Lacan, no son más que desplazamientos y giros tácticos del mismo dispositivo. Solamente fuera del entramado teórico del psicoanálisis y los freudo-marxistas; sólo fuera de la ‘hipótesis represiva’ y su doble relato histórico de prohibición creciente y de liberación necesaria, será posible una relación novedosa consigo mismo que no pase por la constricción moderna a la verdad por el sexo.

En el primer tomo de la "Historia de la sexualidad" el psicoanálisis es descripto como una técnica de control orientada hacia la producción del deseo normal gracias a procedimientos confesionales. Como técnica externa de control de los individuos est á fundada en un dispositivo de sexualidad que posee raíces históricas. En ninguna otra época los individuos se comprendieron a sí mismo como ‘sujetos sexuales’. La sexualidad es una invención de la modernidad, una ficción que oculta su carácter de artificio: el psicoanálisis –situado en el corazón mismo del dispositivo- puede sólo así describir estructuras psíquicas específicas y una lógica universal del deseo válida para todos. Los siguientes tomos continuarán el planteamiento general de la obra, demostrando cómo ni griegos ni romanos se comprendían a sí mismos como sujetos de una sexualidad; la antigüedad ha problematizado de otra manera los placeres: más que el conocimiento de uno mismo, el cuidado de uno mismo; más que el descubrimiento de la identidad, la creación libre de una identidad admirable ante otros; más que una hermenéutica del deseo, una gestión de los placeres y los actos; más que el estricto cumplimiento de la ley, la libre aplicación de principios morales generales de acuerdo a las circunstancias.36

La ‘Historia de la sexualidad’ se dirige críticamente a nuestro presente: a la vez que problematiza esta austera monarquía del sexo a la que estamos desde hace tiempo sometidos, nos permite pensar en otros tipos posibles de economías de cuerpos y placeres que no estén constreñidas por las coerciones del dispositivo de sexualidad; nos advierte de la trampa de pensar que la liberación respecto al dispositivo consiste justamente en arrancar a esa sombra del deseo las confesiones más verdaderas, porque la sexualidad, a la que el psicoanálisis adscribe el poder de determinar nuestra identidad, es una invención reciente. Hay que ‘volver a Freud’ como momento de fundación racional de una ciencia del deseo, no para articular geométricamente su pensamiento sino para establecer las raíces históricas de una doctrina que asigna a cada individuo una constitución subjetiva en el cuadro general de las clasificaciones (mecanismo externo de pode r), y de una práctica por la que los individuos descubren en sí mismos una identidad a través de una hermenéutica del deseo (tecnología de subjetivación).

Notas

1 El presente artículo nace del informe final del trabajo de investigación correspondiente a la Tesina Doctoral en el Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, España, presentado en Octubre de 2000. Actualmente estoy redactando la última parte de la Tesis Doctoral.

2 Jacques-Alain Miller. ‘Michel Foucault et la psychanalyse.’ En "Michel Foucault, philosophe", Seuil, París, 1989. (trad. A. Bixio, Gedisa, Barcelona, 1990. Pág. 67.)

3 Michel Foucault. ‘La Volonté de Savoir, Histoire de la sexualité, t.1’. Bibliothèque des histoires. Gallimard. Paris. 1976. pág. 172. (Hay trad. De Ulises Guiñazú, Siglo XXI, Bs As.) En adelante se la citará como ‘HS1’. La traducción de las obras de Michel Foucault siempre es nuestra.

4 Michel Foucault. ‘Dits et écrits’, Gallimard, 4 Tomos, París, 1994, Tomo II, pág. 148. (En adelante se citará DeE I, II, III o IV).

5 Dreyfus, H.L. ‘Foucault et la psychotérapie’. Revue Internationale de Philosophie, Revue Trimestrielle, Volumen 44, N° 173, 2/1990, pág. 228. El subrayado es mío.

6 ‘Michel Foucault. DeE II, Pág. 815-816.

7 Michel Foucault. ‘Surveiller et punir. Naissance de la prison’. Gallimard. París. 1975. (Hay trad. De Aurelio Garzón del Camino, Sigklo XXI, Bs. As.)

8 Michel Foucault. ‘Histoire de la sexualité, t. II: L ’Usage des plaisirs.’ Coll. ‘Bibliothèque des histoires’, Gallimard, París, 1984. (Hay trad. de Martí Soler, Siglo XXI, Bs. As.)

9 Michel Foucault. ‘Histoire de la sexualité, t. III: Le Souci de soi.’ Coll. ‘Bibliotèque des histoires’, Gallimard, Paris, 1984. (Hay Trad. De Tomás Segovia, Siglo XXI, Bs As.)

10 Michel Foucault. ‘Entretien avec Michel Foucault.’ En DeE IV, pág. 44.-

11 No se produce en Foucault un giro hacia la ética y un abandono de la problemática del poder. Un mismo movimiento del pensamiento recorre la obra de Foucault desde "Vigilar y Castigar" hasta el último tomo de la "Historia de la sexualidad". El interés de Foucault por la constitución del sujeto se ejerce en un trabajo histórico de dos vías. Primero, un análisis histórico de los procedimientos por los cuales el sujeto (pasivo) es constituido a través de los poderes y los saberes que lo constriñen a descubrir y declarar la verdad sobre su identidad. Segundo, un análisis histórico de los procedimientos y discursos por los cuales el individuo se constituye a sí mismo como un sujeto moral activo, técnicas de uno mismo por las que se dota a sí mismo de una identidad. El sujeto es un pliegue, entre unos procedimientos exteriores por los cuales una microfísica polimorfa pone en juego a poderes y saberes; y una tecnología de sí que lo dota, desde el interior, de una identidad propia.

12 En tanto que todo análisis histórico ‘ficciona’ hay que situarse más allá de la dicotomía verdadero-falso. Ver ‘Les rapports de pouvoir passent à l’interieur des corps.’ En DeE III, pág. 236.-

13 ‘L’Occident et la vérité du sexe’, en DeE III, pág. 104-105.-

14 Foucault piensa en estrategias globales, coherentes y racionales pero sin sujeto, esto es, sin que pueda decirse quién las ha concebido. Ver ‘Le jeu de Michel Foucault’, DeE III, pág. 306.-

15 Ver ‘Le jeu de Michel Foucault’, DeE III, pág. 298 a 329.-

16 Una genealogía del psicoanálisis que no es antipsicoanalítica, sino que aspira a poner a la teoría psicoanalítica en relación con su propia historia (como había sido hecho en la ‘Historia de la locura’ con la psiquiatría). Ver ‘Les rapports de pouvoir passent à l’interieur des corps.’ En DeE III, pág. 235. Por otro lado, en otras entrevistas Foucault identifica esta imposibilidad del psicoanálisis de aceptar su propia historia como un síntoma de su pertenencia a las pseudo-ciencias. Ver DeE IV, pág. 666.-

17 Deleuze, Gilles y Guattari, Felix. "Capitalisme et Schizophrénie, t.I: L’Anti.Œdipe." Ed. De Minuit, París, 1972. (Hay traducción en Gedisa)

18 Ver ‘Sorcellerie et folie’, DeE III, pág. 89.-

19 "(...N)o hay que referir a la instancia del sexo una historia de la sexualidad; sino mostrar cómo "el sexo" se encuentra bajo la dependencia histórica de la sexualidad. No hay que poner el sexo del lado de lo real, y la sexualidad del lado de las ideas confusas y las ilusiones; la sexualidad es una figura histórica muy real, y ella misma ha suscitado como elemento especulativo, necesario para su funcionamiento, la noción de sexo. No hay que creer que diciendo que sí al sexo se dice no al poder; se sigue, por el contrario, el hilo del dispositivo general de sexualidad. Si mediante una inversión táctica de los diversos mecanismos de la sexualidad se quiere hacer valer, contra el poder, los cuerpos, los placeres, los saberes en su multiplicidad y posibilidad de resistencia conviene liberarse primero de la instancia del sexo." HS 1, pág. 207-208. Y también: " Pero yo me decía: ¿en el fondo, el sexo que parece ser una instancia que tiene sus leyes, sus restricciones, a partir del cual se definen tanto el sexo masculino como el femenino, es que no será al contrario una cosa que había sido producida por el dispositivo de sexualidad?." ‘Le jeu de Michel Foucault’, DeE III, pág. 313.-

20 ‘Michel Foucault. Les réponses du philosophe.’ En DeE II, pág. 815.-

21 "En tanto que en ‘Las palabras y las cosas’ el principio de sospecha encarnado por el análisis autorizaba a situarlo de parte de un pensamiento crítico, ahora éste, obrando en el corazón mismo del dispositivo de sexualidad, hace al psicoanálisis una pieza maestra de este último. También porque no es ya mas posible oponer a los mecanismos disciplinarios, como su crítica, un discurso que reenvía a la familia como a una instancia de verdad. " Jacques Lagrange. Versions de la psychanalyse dans le texte de Foucault. ‘Psychanalyse à l’Université’. Revue trimestrelle, Tome 12, Nº 15. Janvier, 1987, pág. 267.-

22 Ver ‘Crise de la médecine ou crise de l’antimédecine?’ en DeE III, pág. 52.-

23 Por la que consideraba al psicoanálisis positivamente como liberador de la locura en tanto que teoría crítica de toda psiquiatría de la herencia y la degeneración; pero negativamente, y por la transferencia, como una recaída en la relación médico-paciente como estructura de dominación. Ver ‘Foucault e a psicanálise.’ Chaves, Ernani. Editora Forcerse Universitária. Río de Janeiro. 1988. Cap I, pág. 11 a 62.-

24 "Lo que me interesa de su trabajo –dice Foucault-, es que nos lleva esencialmente al interior del psicoanálisis, sobre lo no-dicho del psicoanálisis: cómo la práctica psicoanalítica constituye un golpe de fuerza para redistribuir el deseo entre los diferentes polos del triángulo edípico. La ‘familiarización’ del psicoanálisis es una operación que Deleuze ha demostrado con mucha fuerza, una crítica que él, en tanto teórico del deseo, hace desde adentro, y que yo en tanto que historiador del poder no soy capaz más que de hacer desde fuera." ‘Michel Foucaul. Les réponses du philosophe.’ En DeE II, pág. 813.-

25 "(...) intentar ver en qué medida el psicoanálisis mismo, que se presenta como la fundación racional de un saber del deseo, forma parte él mismo, sin duda, de esa gran economía de sobreproducción de saber crítico en cuanto a la sexualidad. Ese es el esquema del trabajo que yo quiero hacer, que no es del todo un trabajo antipsicoanalítico, sino que intenta retomar el problema de la sexualidad, o más bien, del saber de la sexualidad, a partir no del desconocimiento por el sujeto de su propio deseo, sino de la sobreproducción de saber social y cultural, el saber colectivo sobre la sexualidad." ‘Sexualité et pouvoir.’ En DeE III, Pág. 555.-

26 Michel Foucault. HS1, pág. 33.-

27 Por ‘dispositivo’ Foucault entiende: 1. Un conjunto heterogéneo de elementos discursivos y no discursivos; 2. Ligados entre sí por lazos peculiares y coyunturales; 3. Que tiene una función estratégica dominante.

28 Michel Foucault. HS1, pág. 43.-

29 Foucault sustenta una concepción positiva y pluralista del poder. La inteligibilidad de su ejercicio no hay que buscarla en la determinación de un punto focal único desde donde ejercería su fuerza represora y del cual derivarían formas descendientes, sino más bien en las relaciones móviles que sin cesar inducen estados de poder. El poder se está haciendo a cada instante y en todas partes. No se trata de identificar al poder con una institución, es desde el modelo de la guerra continua, y de la multiplicidad de fuerzas que se quiere pensarlo.

30 ‘Asiles. Sexualité. Prisons.’ En DeE II, pág. 780.-

31 ‘Michel Foucault. Les réponses du philosophe.’ En DeE II, pág. 813-814.-

32 Michel Foucault. HS1, pág. 73.-

33 ‘La vérité et les formes juridiques.’ En DeE II, pág. 539.

34 Michel Foucault. HS1, pág. 157 y 158. El subrayado es nuestro.

35 Idem pág. 163 y 164.-

36 En los últimos tomos Foucault definirá al psicoanálisis como una técnica de trabajo sobre uno mismo fundada en la confesión. Ver DeE IV, pág. 665.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 17 - Julio 2003
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