Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Una estructura temporal
Javier Frère

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OBJETIVOS:

La publicación de esta artículo pretende mostrar teóricamente la relación entre la estructura psíquica y el tiempo lógico en la práctica psicoanalítica. Toma como punto de partida un caso de psicosis en el que se produce una operación discursiva que tiene efecto a nivel de la imagen del cuerpo. Esto tiene, además, el interés clínico de proponer algún tipo de operación posible en el tratamiento psicoanalítico de la psicosis. Pero, sobre todo, propone un modelo topológico en movimiento lo cual permite temporalizar la estructura, es decir captar el tiempo que se toma la estructuración de un acto discursivo. El modelo topológico pretende, también, situar en la estructura de un nudo de trébol la operación que se produce en el análisis y la modificación toplológica que promueve. Bien es verdad que en este último punto persiste un interrogante respecto de esa modificación. Por último, el modelo también propone un modo de pensar las posibilidades de operar psicoanalíticamente con la psicosis a través de lo que aquí se llama las líneas de suplencia.

PALABRAS CLAVE:

Topología, Clínica Psicoanalítica, Cadena borromea, Nudo de trébol, Estructura y Tiempo, RealSimbólicoImaginario, Trayectorias.

KEY WORDS:

Topology, Psychoanalytic Clinical, Borromean chain, Trefoil knot, Structure and Time, RealSymbolicImaginary, Trajectories.

Resumen

El artículo pretende abordar la compleja cuestión estructuratiempo. Toma la referencia de un caso de psicosis para plantear su posible tratamiento y las operaciones que se verifican. La posibilidad de que se operen transformaciones estructurales plantea la necesidad de pensar alguna temporalidad para la estructura. Esto se intenta representar con ayuda de modelos Topológicos. Así, se plantea la ficción de un anudamiento de trayectorias (al modo de las órbitas de partículas elementales), donde una articulación de los registros lacanianos (RealSimbólicoImaginario) podrá tener la forma de un Nudo de Trébol, o bien, de una Cadena Borromea. Con las diferentes consecuencias clínicas. Se presenta la Máquina del Anudamiento de Trayectorias para poder pensar un único modo de escritura de los nudos (una línea que se escribe triple), es decir de las estructuras. En función del caso, se sitúa una operación del tratamiento y se proponen algunas vías de continuidad.

 

¿Qué es, pues el tiempo?
Sé bien lo qué es si no se me pregunta.
Pero cuando quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.

San Agustín. Confesiones.

Introducción

La célebre sentencia de San Agustín no pretende esquivar el asunto de forma irresponsable. A mi entender, consigue darle su peso, hacer sentir con el poder de evocación de la palabra la complejidad del concepto. Si evoco ahora a San Agustín es porque ha tomado como referencia, para decir eso que no sabe, al discurso. Y lo hace al proponer el ejemplo del que canta una canción para acercarse al misterio del tiempo. Para el Psicoanálisis el problema no pierde nada de su complejidad. Por una parte, la introducción del discurso en la teoría lo pone en primer plano de nuestra reflexión. Pero, también, hay un problema especial cuando el tiempo ha de encontrarse con la noción de estructura. Problema que tiene su vertiente clínica en todo lo referente al diagnóstico de una estructura psíquica. El recurso de la Topología nos permite establecer su relación con el discurso y, también, hacer equivaler el tiempo al trazado de las líneas de un nudo.

Propongo para trabajar la cuestión de Tiempo y estructura acotarla en el tiempo de un acto. Entendiendo, lógicamente, que ese acto responde de una estructura; el acto lleva el tiempo que se toma la estructura para escribirse. Así, podrá pensarse también un acto analítico.

Siguiendo la propuesta de J. GranonLafont (1992) tomaré la dimensión "una" como propia de la palabra hablada y, por lo tanto, del tiempo. La temporal, es "una" dimensión. Cito textualmente:

La palabra hablada, en efecto, se mueve en un espacio de una dimensión, contrariamente a la escritura, que necesita de su soporte en dimensión dos, es decir, de una superficie de inscripción. La palabra se pronuncia en "una dimensión", en tiempo real. Una vez enunciada, la frase no se puede volver a atrapar, salvo al precio de una nueva frase que venga a modificarla. Esta tensión sin fin hasta el después implica una dimensión temporal irrebasable. Sólo la dimensión temporal, de sentido único, constituye el espacio en el que se despliega la palabra hablada, sin espesor ni superficie. Ahora bien, a partir de esta sola palabra se instala la estructura. La estructura da cuenta del hecho de que así, con palabra hablada, se construye, vía lo inconsciente, vía el fantasma, vía el sujeto... la realidad, toda la realidad, tanto el pan que se ha comido al mediodía como el libro que leemos. De lo más concreto a lo más abstracto, estas cosas no son sino efectos de discurso. Lo real es otro asunto.

Así pues, el tiempo del discurso que produce un acto analítico se escribe como una línea que traza un nudo, ese nudo representa la estructura. El trazo tiene, como el discurso, una dimensión temporal irrebasable; también está "en una tensión sin fin hasta el después"; no podrá decirse cuál es el nudo hasta que se haya escrito, mientras tanto se sostiene en un habrá sido. También es interesante comprobar que en buena lógica temporal no sería posible borrar una línea.

Pretendo poder representar un caso clínico con el trazado de un nudo de trébol, siguiendo su uso canónico de mostrar la psicosis. En este caso, el nudo se escribiría con una sola línea que se encuentra consigo misma; el 1º cruce hará al nudo levógiro o dextrógiro y los siguientes darán o no lugar a los posibles errores según la ley de la alternancia arribaabajo.

I

Para empezar, digamos que el nudo de trébol (Fig. 4), tanto como la cadena borromea, conserva el triskel que rodea al objeto a. Los diferencia la puesta en continuidad de los registros que representa el nudo de trébol en lo que sería, para la borromea, los cruces periféricos.

Una impresión que deja el recorrido por parte de la bibliografía es que no hay unanimidad en la utilización de los nudos. Así por ejemplo, si mayoritariamente se toma el nudo de trébol para la estructura psicótica, Erik Porge (1986) usa distintas reparaciones de los errores de ese nudo para representar el fantasma o el síntoma de Juanito y del Hombre de las Ratas. Esta libre manipulación me sugiere que la manipulación de los nudos produce un trabajo equivalente al de la asociación libre. Es decir, que no se cometen errores con los nudos, sólo puede que se haga uno distinto del que se esperaba. Conserva, entonces, la misma relación entre saber y verdad que la que es propia de una formación del inconsciente en el acto analítico. Un nudo de trébol con un error no es tal cosa, es un círculo; por transformación continua, acabará alcanzando esa forma. Ocurre que, clínicamente, el círculo es una hecatombe psíquica: por eso hay que pensar que el trazado de un nudo "erróneo" y su reparación son sincrónicos, tal como propone E. Porge (1986).

Podríamos plantear la ficción de que un discurso que se despliega en sesión pudiera representarse por el trazado de la línea mientras se escribe el nudo. De esta forma, un decir psicótico se escribiría, como el nudo de trébol, con una sola línea; mientras que la cadena borromea, como un decir neurótico, precisaría de una línea que se escribe triple. Una línea que se escribe triple ha de ser concebida como si una mano que fuera triple, o bien tres manos, escribieran una línea simultáneamente. Téngase en cuenta que estas reflexiones me fueron sugeridas, al principio, como necesidades prácticas para poder dibujar correctamente los nudos en el papel. Fue necesario establecer ciertas reglas que, luego, demostraron tener cierta coherencia interna, mostrándolas como algo más que un truco para dibujar correctamente los nudos en un papel.

Pero, aquí se presenta un problema. Para la borromea, la primera vez que la línea triple se cruce (que será el cruce central de los tres registros y constituirá el triskel ) se evidencia por el encuentro simultáneo de los tres puntos de avance o crecimiento de la línea que traza la trayectoria (Fig. 1, tiempo 1º). Una línea que se escribe como tres simultáneas, produce un encuentro de esas tres líneas en algún momento (Por una parte, ¿podrían no ser exactamente simultáneas y sostenerse la construcción del nudo? Por el momento, es una complicación que prefiero no introducir aunque, si fuera posible, podría mostrar algunos avatares de la dialéctica edípica. Por otra, hay que decir que el encuentro de estas tres trayectorias podría no producirse nunca (por ejemplo, si se tratase de tres líneas rectas que se fugan del centro), si lo hace es porque todas se mueven en torno a un atractor extraño que indica el lugar que ocupa el objeto a dentro del triskel). De tal modo que podría, ese cruce, indicar los puntos o momentos en que las trayectorias habrán de cruzar por arriba o por abajo, que como hemos visto hace a la ley que regula el trazado de los nudos. El problema se presenta para el nudo de trébol, pues en su escritura no hay otra línea con la que cruzarse; si bien el cruce puede producirse con la propia trayectoria, en ese caso no puede escribirse nunca un nudo de trébol, resulta imposible cumplir la ley de alternancia arribaabajo de los cruces. Esto se funda en que cuando una trayectoria trazándose, se encuentra con otra ya trazada, habrá de decidir si pasa por abajo o por arriba. Hemos establecido la regla de que la decisión habrá de ser siempre la misma y por eso lo que siempre se construiría es un falso nudo de trébol, es decir un círculo. Claro que esta regla puede parecer arbitraria, pues bastaría decir que la trayectoria trazándose podría hacer el cruce una vez por arriba y la siguiente por abajo. El problema de esto es justificar en razón de qué la trayectoria decide el tipo de cruce en cada encuentro; a no ser, claro, que conjeturáramos un saber sin sujeto en lo real. Nuestra regla se soporta en que a iguales condiciones, iguales resultados, lo único arbitrario está en que el cruce sea por abajo, lo que nos fue sugerido por la posibilidad de evitar borrar la línea y porque, de esa forma, el nudo resultante es levógiro.

Para la solución de este problema cabe seguir la idea de Erik Porge (1986) de que el nudo de trébol reparado proviene de una puesta en continuidad en la cadena borromea, que por transformación continua deviene el anterior. En este caso, la puesta en continuidad se produce sólo entre dos de los tres registros. Como ya hemos dicho, el autor no usa el nudo de trébol para mostrar la psicosis. De todas formas, tomando en consideración esta propuesta cabe abordar el problema por la vía de lo que llamaré el tiempo lógico de la escritura de la cadena borromea. Esta propuesta supone una ficción del origen de su escritura (Fig. 1).

El primer tiempo representa el inicio triple de la trayectoria en torno al objeto a, necesariamente las tres líneas han de encontrarse y decidir un cruce que, arbitrariamente, vamos a suponer que cada vez que se encuentren será el mismo. Es decir, que si en el primer cruce el punto de avance de la línea que se encuentra con la trayectoria ya trazada, pasa por debajo, en los segundos cruces también pasará por debajo (esta suposición es necesaria para que se dibuje una cadena borromea. Podrían producirse otras variantes, de tal modo que no se anudaran borromeanamente y dieran lugar a las vicisitudes clínicas que propone Serge André (1982) en "Clinique et noeud borroméen", en Actes des Journées Cliniques). En este caso, la cadena borromea que se dibujará será levógira, en caso contrario (por arriba) dextrógira. A todos los efectos vamos a suponer una cadena levógira (Siguiendo la indicación de J. Lacan (1973) en el seminario Los no incautos yerran); además, el que la línea de uno de los registros pase por arriba indicará que ese prima sobre el que pasa por debajo, como ya es clásico.

En el segundo tiempo, la trayectoria pasará por detrás del punto de arranque de la tercera línea (con la que aun no se ha encontrado y sobre la cual prima). En el ejercicio de escritura del nudo, el pasar por detrás orienta algo que de otro modo no podría saberse: el punto de encuentro que determinará más tarde el tercer tiempo en que el dibujo concluye. En la trayectoria de la línea podemos saber los puntos de cruce que determinarán el que la trayectoria encontrada prime sobre la que se está escribiendo, pero no aquellos sobre los que va a primar. Este segundo tiempo permite conjeturar la posibilidad de que, en lugar de pasar por detrás, se produzca un empalme (puesta en continuidad) de las líneas de los registros. De esta forma, ya tendríamos la manera en que se dibuja un nudo de trébol, a partir de la conjetura de una línea que se escribe triple, como en la cadena borromea. Sacaremos algunas consecuencias de esta coincidencia.

Si tal empalme no se produce, la línea avanzará en un tercer tiempo hasta su propio punto de arranque; en cuyo lugar se encontrará con el trazado de la misma línea (el mismo registro) con que se encontró por primera vez, lo que indica que esta última prima sobre ella y habrá de pasar por debajo para concluir el nudo. De esta forma, somos llevados a considerar que la forclusión del Nombre del Padre tendrá relación con este empalme, y a que la operación del Nombre del Padre estará relacionada con que se produzca un tercer tiempo para permitir la constitución de la cadena borromea.

II

Recapitulando, concebiremos el tiempo como la secuencia de encuentros contingentes (tyje) con el objeto a, donde cada objeto instaura un tiempo propio. Como agente de la castración, el objeto a es un agente doble [Lacan (1992), J.B. Ritvo (1995), Saiegh (1995)] que tanto puede poner en marcha el discurso causado como la inhibición, el síntoma y la angustia, el pasaje al acto o la alucinación. El efecto de la causa habrá sido en el punto en que el trazo se cierra y dibuja un nudo. Así, cada encuentro tiene la potencialidad de engendrar un acto y éste tiene que tomarse un tiempo para ese objeto, ese será el tiempo de escribirse la estructura para cada acto; parece claro que la estructura tiene una estabilidad, en tanto, de no mediar una experiencia, se repetirá. En nuestros términos, esa escritura representa la trayectoria del discurso.

Por otra parte, hemos hipotetizado cómo se escribe un nudo de trébol: no se escribe solo (estamos postulando que la línea que se escribe triple representa la intervención de las tres posiciones edípicas), con lo cual: por alguna suerte de complejo de Edipo ha pasado el sujeto de esa estructura. Ésta es la hipótesis clínica que justifica y sostiene toda la especulación topológica del presente trabajo; el cual se anima con la búsqueda de herramientas teóricas que nos orienten en la clínica, no sólo con pacientes psicóticos. Tal vez en razón de aquella hipótesis, también el nudo de trébol posee un triskel que rodea la posición de a, como en la borromea, lo cual hablaría de alguna estabilidad de esa estructura para el encuentro con él. También (como aparece en la fig. 4), se constituirían las superposiciones "a dos" de los registros donde quedarían ubicadas las lúnulas del sentido, el goce fálico y el goce del Otro; con una particularidad que, ahora sí, diferencia al nudo de trébol de la cadena borromea: en el de trébol hay un empalme de registros donde en la borromea hay un cruce, es decir: un agujero en la lúnula.

De esta diferencia podríamos deducir ciertas importantes manifestaciones clínicas. Así, que no haya agujero en el sentido constituye el delirio (empalme entre lo simbólico y lo imaginario), de la misma manera que es una certeza para el psicótico que el Otro goza sin falta (empalme entre lo imaginario y lo real) y, por fin, en el goce fálico (por empalme entre lo real y lo simbólico) falta la imposibilidad de la relación sexual. He seguido para esta cuestión a J. GranonLafont (1992), págs. 93 y ss, ver para una fundamentación más amplia.

III

Un joven de veintitantos años viene a verme aconsejado por el analista que lo atiende en Salud Mental. Me cuenta que "el origen de todo fue el golpe que me dio la loca". Siendo un niño ("precioso") sale de su portal en pos de una niña que le gusta, ella jugaba con otra. En el camino dice sentir una mezcla de excitación y temor, éste partía de la otra niña, a la que juzgaba "fea". Al acercarse no sabe qué hacer, piensa en ponerse a jugar con ellas pero lo rechaza, vuelve a la incertidumbre y la "fea" lo golpea "con un cubo en el rostro", ("me estrella un cubo contra el rostro y me deja convaleciente e inconsciente"). Olvida el incidente, hasta que 20 años después, al cabo de una operación del tabique nasal lo recuerda todo. Pocos meses más tarde, mientras trabaja en la oficina con su padre, aparecen las voces, primero lo alientan, pero enseguida se vuelven hostiles, le dicen que está acabado. La crisis dura unas semanas y termina en el hospital psiquiátrico.

Me cuenta esto y, además, que tiene una vena negra en el ojo que cuando se mira al espejo lo pone "de muy mal humor". También que desde la operación siente "el interior de la cabeza, de la nariz, el techo del ojo y el cerebro, del lado derecho", donde lo golpeó "la loca". Que un líquido grasiento le baja del cerebro y se conecta, supone, con los genitales. Desde aquel golpe ha "estado mal", se aparta, y no es igual a sus hermanos. Aquel golpe "me ha dañado la cabeza".

Durante todo el primer tiempo "el golpe de la loca" y sus consecuencias será el tema principal, lo cuenta sin ningún problema y espera del analista una confirmación, que no encontrará tan clara como a él le gustaría. Vagamente irá haciendo alusiones a que duda de que sus genitales "estén bien", pero no suelta prenda ante mis leves insinuaciones. Esto es así hasta que ya cerca de las vacaciones de verano comienza a tener una molestia "en el bajo vientre, cerca de los genitales". Está preocupado porque teme que se le repita un dolor semejante que tuvo no mucho tiempo después del golpe de la loca, que le duró 3 días ininterrumpidos y que nadie supo decirle qué pasó. Asocia ese dolor con su sospecha de que sus genitales "estén bien", pero no cuenta por qué pues teme que lo que diga "sea tratado con torpeza". Por fin, la última sesión antes de las vacaciones lo dirá: no puede masturbarse "manualmente", así lo dice. Tiene que hacerlo "frotando contra una superficie".

A la vuelta de vacaciones el dolor ha remitido. Comienza a hablar profusa y titubeantemente de su problema sexual, lo achaca al golpe de la loca, claro está. Pero al tiempo aparecerá otro elemento, y nuevamente se retrae de contarlo, se trata de "una fantasía enferma". La contará tiempo después de debatirse entre las ganas de contarlo y el temor de que lo dicho sea tratado con torpeza. Se trata de la fantasía de sodomización de una mujer, "por detrás" dirá; y le parece enferma pues podría tratarse de "una mariconada":

A partir de ahí se explayará en contar las fantasías, las que van a ir adquiriendo cierta diversidad, distintas partes de su cuerpo y del cuerpo del otro van a entrar en contactos imaginarios. Un día llega diciendo que se le ha "impuesto en la cabeza no volver a masturbarse frotando contra una superficie". Lo cumplirá, se someterá a esa imposición. Paralelamente al despliegue de las fantasías van apareciendo una especie de recuerdos que, en realidad, son cosas que las voces le han "recortado", pedazos olvidados de su historia. Sobre todo dos: una vez su padre lo limpiaba después de una deposición, él piensa que ya tiene edad como para hacerlo solo, y el padre le introduce los dedos en el ano. Cierto tiempo después reconocerá haber sentido cierto "gustillo" desconcertante. Otra vez, espera a que su madre lo bañe, piensa que ya tiene edad para hacerlo solo, la madre lo baña y esa noche aparece ese extraño dolor "en el bajo vientre cerca de los genitales".

Esto dura varios meses hasta que un día llega diciendo que ha conseguido masturbarse "con la mano". Es verdaderamente sorprendente que justamente el día que consigue hacerlo sea la primera vez que dice "con la mano" donde decía "manualmente". La conjetura de este cambio de discurso en relación con una inscripción en su cuerpo es la de que ese acto reúne dos partes de un cuerpo fragmentado, algo en ese orden se ha constituido. La cosa no se termina ahí, se propone (obsesivamente) lograrlo además con una fantasía en la que penetre a una mujer por delante. Aquí va a proliferar el cambio de discurso en el sentido de que comenzará a utilizar todas las palabras vulgares para referirse a los órganos y a las prácticas sexuales, además las mujeres imaginarias empezarán a tener nombre e historia. Incluso en alguna ocasión aparecerá entre ellas "la loca", en una posición bien diferente, como se darán perfecta cuenta. Por fin, y con eso cierra el tema sexual por el momento, va a decir que se ha masturbado "con una fantasía que no es la enferma". Aclarará que fue pensando en que penetraba a una mujer por delante, pero que no estaba totalmente seguro de que fuera "por el coño". Esa duda subsistirá sólo unas semanas hasta que el tema pierde fuerza frente a una nueva cuestión en torno al sentido de las palabras, que lo termina reemplazando. Detengámonos aquí.

IV

Figura 2

Volvamos ahora a la referencia topológica y consideremos el dispositivo analítico como un círculo que rodea al nudo de trébol (Fig.2): por ejemplo, todo el tiempo que el paciente se toma en contar al analista el golpe de la loca y sus consecuencias, sus certezas delirantes. Las líneas no tienen porqué cruzarse. Pero esta nueva disposición tiene que haber pasado por su tiempo de inscripción, sus trayectorias han de haberse tomado su tiempo para escribirse. Siguiendo nuestra conjetura inicial de una línea que se escribe triple, aquí también el nudo de trébol seguirá las trayectorias explicadas más arriba, con el agregado de que, mientras el paciente cuenta, el analista ha ido presentando su posición, su escucha particular. Esto se representa, también, por una línea triple. Alrededor del triskel inicial tres líneas comienzan a trazarse en el sentido de constituir el círculo alrededor del nudo de trébol. Las llamaremos líneas de suplencia (Fig. 3).

Figura 3

Ahora bien, en el 2º tiempo, cuando se va a producir el empalme de registros, nos encontraremos con lo dibujado en la Fig.3. En lo que apunta a escribirse como nudo de trébol la línea de progreso de la trayectoria, antes de encontrarse con la del otro registro al que se va a empalmar, tendrá al alcance, también, la línea de suplencia. Si la trayectoria se continuara con la línea de suplencia, y esto se produjera en los tres puntos en que tal alternativa se presenta, entonces lo que se dibuja no es un nudo de trébol sino una cadena borromea, suplementada por las líneas de suplencia.

Algo de esto podremos situar, al menos, en el punto de empalme entre lo real y lo imaginario. Allí donde lo imaginario prima sobre lo real en la cadena borromea se presenta un empalme de estos registros en el nudo de trébol. Intentaremos sostener que en el fragmento clínico presentado la trayectoria imaginaria continúa en la línea de suplencia correspondiente. Pero para eso habrá, antes, que situar algunas operaciones en el nudo.

Siguiendo la propuesta de S. André (1982) de usar la cadena borromea para definir los dos puntos en que cada registro prima sobre uno de los otros dos. Vemos que, en efecto, cada redondel de cuerda cruza con otro en, al menos, dos puntos. Además pasar por arriba será la indicación de que ese registro prima sobre el que pasa por debajo. Textualmente (en traducción no autorizada): "(...) lo imaginario prima sobre lo real, al menos por esas dos formaciones que son i(a), la imagen del cuerpo y m, el yo que se constituye en el semejante. (...) lo simbólico tiene que superponerse a lo imaginario, en el sentido de que la dimensión del sujeto (S supuesto por el significante) y de I(A), el Ideal del yo en tanto que sostenido a partir del otro, deben resonar más allá del espejo. (...) Y, por fin, que este primado de lo simbólico encuentre dos topes: por una parte, la verdad no se puede decir toda, no todo lo real es simbolizable ni está simbolizado: S(A), y la ‘posición’ del goce en la función fálica, es decir su determinación por el significante, que actúa solamente a partir de una excepción que Lacan (1973) escribió: ExFx". En síntesis:

I>R { i(a)

{ m

S>I { S

{ I(A)

R>S { S(A)

{ ExFx

Haré, sin embargo, caso omiso de su advertencia sobre ubicar los matemas lacanianos en el nudo de trébol, al intentar dar cuenta del caso, aún a riesgo de que esto se preste a "malentendidos de la sistematización". La dificultad de ubicarlos en el nudo es la de decidir qué matema corresponde a cada cruce de registros (el que pertenece al trískel y el "exterior"). Se trata de una dificultad estructural justificada por la necesidad de que cada par funcione vinculado el uno al otro. Así, por ejemplo, la imagen del cuerpo (i[a]) resulta impensable separada del Yo en tanto constituido en el semejante, los dos puntos en que lo imaginario prima sobre lo real. No otra cosa se verifica en el estadio del espejo. Como señala Freud (1923) en El Yo y el Ello: "el Yo es un ser corpóreo", lo define como una proyección de la superficie del cuerpo. De este modo queda por decidir que si uno de los matemas está en uno de los cruces, el otro está en el otro cruce, sin que pueda decirse de un modo universal qué matema en qué cruce. Aunque, también podría pensarse que de alguna manera ambos deberían colocarse en los dos cruces. Evidentemente hay aquí una dificultad, pero en este caso me voy a guiar por lo que el caso requiera; lo cual es una propuesta para esta dificultad.

Más candente se hace este problema para el nudo de trébol, ¿cómo ubicarlos, entonces, allí donde hay un cruce y un empalme? En principio, con la misma premisa: que si uno se sostiene abierto (en el cruce), el otro fracasa en la detención de lo real por lo imaginario en el empalme de los dos registros. Podríamos decir que para nuestro caso el yo se sostiene a costa de los fenómenos que produce en este paciente la imagen del cuerpo, esa dificultad radical que tiene para registrar lo no especularizable de su propia imagen (la vena negra que dice tener en un ojo y que lo "molesta" no es la cagadita de mosca en el espejo, está en la imagen que ve, dando cuenta así del empalme de la imagen virtual con la real. Al desaparecer el espejo, amenaza la disolución imaginaria.). Claro que también podría pensarse que el Yo, producto de esa imagen corporal, se ve afectado de la misma precariedad. El problema subsiste, aunque por requerimiento de la exposición del caso seguiremos manteniendo la imagen del cuerpo en el empalme.

V

Intentaré, ahora, dar cuenta de lo operado en el tratamiento. En ese sentido sería necesario que la operación fuera situada en los tres cruces de registros. Pero el trabajo que despliega J.L. en el análisis consiste en una reconstrucción histórica de su sexualidad, por un lado, y en la formulación de los hitos históricos que señalan ciertas inscripciones pulsionales encarnadas en el mito edípico que va haciendo en análisis. Por otra parte, el despliegue de las diversas fantasías que le sostienen el deseo, tienen el valor de producciones imaginarias que recubren su cuerpo. En eso consiste la restitución de la imagen del cuerpo, en tanto un mito recubre el organismo y lo convierte en un cuerpo. Todo esto opera en el cruce de lo imaginario con lo real, es el tope que lo imaginario pone a lo real y que tendrá un efecto: el momento en que el paciente cuenta que ha logrado masturbarse "con la mano". En donde lo imaginario prima sobre lo real, allí definimos como empalme de registros los fenómenos referidos a la imagen del cuerpo. Precisamente allí situamos una cierta unión de dos partes del cuerpo fragmentado: el pene "con la mano". Se soporta allí una imagen de su cuerpo. Pero, aún una aclarción más: hemos hablado de mito y eso supone al registro simbólico; es evidente que los tres registros han de estar en juego, pero esta operación puede situarse conflictivamente en el punto donde se decide el empalme o el cruce entre lo imaginario y lo real, pues la operación de que se trata es la de cierta juntura de dos partes de un cuerpo fragmentado.

La conjetura clínica es la de que en el tratamiento se produce, en lugar del empalme realimaginario, la continuación de la trayectoria de la línea imaginaria con la línea de suplencia correspondiente. Lo que obliga a la otra línea de suplencia que llegará a ese punto a pasar por debajo, continuándose con la trayectoria real. Esta operación topológica de las trayectorias muestra el fragmento clínico expuesto. Conjeturamos un acto analítico que supone una triple operación, el cambio de discurso que supone el paso de manualmente a con la mano, por una parte; el padecimiento del límite que supone la castración en la prohibición que se opera sobre "frotando contra una superficie" (se pasa algunos meses sin conseguir una descarga), por otra; y, finalmente, la descarga lograda "con la mano" que junta dos partes de un cuerpo fragmentado. Son las tres operaciones sincrónicas que representan que la trayectoria de un registro, en lugar de producir el empalme de registros propio del nudo de trébol, produzca un cruce de registros apoyándose en las líneas de suplencia del dispositivo analítico: un dispositivo imaginariosimbólico predispuesto, en el mejor de los casos, para producir un acto ante la emergencia de lo real, que no consiste más que en el que mantiene abierta la trayectoria del discurso. En todo caso, interpreta las operaciones que allí se producen.

No es intensión aquí discutir si esto supone o no un cambio de estructura, todo el modelo topológico está pensado para evitar que una pregunta así se haga necesaria. Diré que, al menos, una experiencia de cadena borromea se ha producido. La pregunta que sí nos interesa, en cambio, es considerar si la operación reseñada ha de plantearse como un desempalme del nudo de trébol separando real de imaginario o si la operación se ha producido para los tres cruces de registros. Las consecuencias clínicas deberían ser diferentes, tanto como son diferentes las consecuencias topológicas en los casos en que los desempalmes de los registros fueran 1, 2 ó 3 (en el primer caso se mantiene un nudo de trébol con alguna torción, en el segundo se logra un pseudo nudo de trébol reparado que diferencia un registro y mantiene empalmados a los otros dos y el tercero da lugar a una cadena borromea). Probablemente haya que pensar que aun en el caso de que el cruce reemplazara al empalme en uno sólo de los tres lugares posibles, algún efecto habría de producirse a nivel de toda la cadena, los tres registros han de estar concernidos de alguna manera. Pero la respuesta a la pregunta sólo ha de esperarse de la investigación clínica, no será más que una dirección de la trayectoria de la cura.

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 15 - Julio 2002
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