Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El espacio público, el lugar del otro en la interpretación "delirante"
Una distinción en la semejanza
Inés Emilse Ramos

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"¿Por qué -dice uno- la gente se toca un ojo,
si no es para decirme que estoy ciego?"

"Le envían una caja con la etiqueta rasgada
para decirle que va a suceder lo mismo con su piel".

"La enferma observa en una carta enviada por sus familiares,
que no está el punto final en la frase:'deseamos tu curación',
entonces interpreta que no desean su curación. 1

 

La singularidad del lugar del otro en la interpretación

En los más distintos campos en que se practica la interpretación siempre se sustenta en una relación al otro; comparte a veces y otras veces participa de aquello que viene del otro. Esta interpretación abarca la del músico, el traductor, el médico, el actor, y también constituye uno de los recursos durante un psicoanálisis.

En la interpretación de una composición musical, el toque personal, realza la singularidad de la ejecución. Singularidad de otro orden a la del compositor de la obra musical; incluso, aunque se admita que para componer se apoyó en los avances acumulados de los músicos precedentes y en las innovaciones en ese arte.

La interpretación tiene como punto de partida la obra, gestos, acciones, detalles insignificantes de los "interpretados" y expresa así, una especie de continuidad entre ellos.

En ambos casos, hay una articulación con los otros, aunque de distinta hechura; pero en la que no cabe posibilidad de pretextar independencia, ni exclusión de los otros. Este texto localizará 2 una distinción en la consistencia de hechura de la semejanza; en otras palabras, una distinción en la simetría de los otros semejantes, la cual se suele tomar como excluida del circuito de la semejanza y entonces se cuenta como diferencia absoluta.

El delirio de interpretación fue estudiado extensiva e intensivamente por Sérieux y Capgras, quienes con fineza de observación clínica registraron el relato de los internados en hospitales psiquiátricos de su tiempo, situaron los pasajes al acto, incluyeron el diagnóstico médico, describieron los hechos, se sujetaron a una secuencia temporal en cada una de las descripciones, dieron un lugar a las palabras de los locos. Con tal método de acotar, situar y establecer algunas diferencias, los autores realizan un aporte en una dirección distinta a la proliferación de las interpretaciones que suele acompañar el intento de transmisión de una enseñanza en el terreno de "las locuras". También este método es un aporte para la práctica clínica al indicar un sometimiento a coordenadas de tiempo, lugar, descripción e introducción del relato testimonial de los locos; precisamente allí, en el campo resbaladizo y propicio para la interpretación de intenciones y sentido, los diques de contención son bienvenidos.

Estas sutiles observaciones clínicas fueron practicadas en un tiempo, cultura y geografía distinta a la nuestra, durante el transcurso de 10 a 20 años en 60 casos, de los cuales se publicaron 20 3; sin embargo, a pesar del tiempo pasado y la geografía distinta, permanece vigente la estructura de la interpretación; para comprobarlo, invito al lector a seleccionar al azar una interpretación cualquiera de las que pueblan "Las locuras razonantes" y quizá, le evoque de inmediato otras tantas escuchadas directamente en su práctica clínica reciente.

Este delirio, al nutrirse de interpretaciones, no es ajeno a un singular pasaje por los otros que, la estructura común a toda interpretación pone en juego, como quedó señalado en los párrafos precedentes.

 

Espacio público - interpretación - Delirio de interpretación.

"El delirio de interpretación es el delirio del pasillo, de la calle, del foro." 4

La reciente publicación "Las locuras razonantes. El delirio de interpretación" de Paul Sérieux y Joseph Capgras propició el Coloquio en las instalaciones del Hospital Fray Bernardino Álvarez: "Las razones del delirio de interpretación". Así como las observaciones clínicas y sus resultados contenidas en el libro se efectuaron "in situ" en distintos hospitales psiquiátricos de París, el Coloquio encontró en este Hospital el lugar pertinente para su realización. Pues en este espacio público 5 acuden hoy, por las más variadas locuras, quienes por un tiempo se quedan en sus instalaciones y quienes los acompañan. "In situ", es decir en donde se presentan los avatares de las urgencias de los internamientos, la concentración en crudo mostrada- padecida en cada locura y la exposición a los efectos (infaltables, y más presentes si no se admiten), que implica tal intervención para quienes reciben a los "locos".

Si toda forma subjetiva constitutiva del sujeto, ya sea que se comparta diferentemente entre dos o varios, que sea calificada o no de delirante, sin embargo se arraiga en la dimensión de los otros (al modo de la semejanza, del "todopoderoso", etc.); por lo tanto, la forma subjetiva del llamado "delirio de interpretación", en razón de la estructura compartida con cualquier otra especie de interpretación, acusa esa dimensión de los otros, pero asomada y, a veces, francamente ventilada en el espacio público. Aquel espacio no resguardado en la vivienda, extendido desde la puerta del pasillo, y que con un paso está en la calle, y luego se continúa en la discusión del foro.

La interpretación delirante

Los autores mencionados subrayan en los distintos capítulos del texto la convivencia de locura y razón. Nunca encuentran debilitamiento intelectual: "Si se abandona el ámbito del delirio se descarta la impresión de debilitamiento intelectual (...) la misma persona que se mostraba tan manifiestamente alienada, aparece lúcida y razonable". Quienes padecen locuras razonantes, exceptuando su delirio parcial, logran conservar la lucidez. También conservan generalmente su aspecto normal hasta el fin de sus días y consiguen vivir en libertad, solamente los internan por violentos y no por sus ideas delirantes". 6 En otro momento, convendría detenerse en la precisión de elementos contribuyentes para el armado actual del violentamiento que conduce a recurrir al psiquiátrico.

El papel de las alucinaciones en el delirio de interpretación carece de importancia; los autores le dan el carácter de síntoma secundario y episódico, en contraste con "los perseguidos alucinados" en quienes se observan alteraciones de la sensibilidad general. No obstante, admiten para algunos casos registrados por ellos mismos, la intervención de accesos alucinatorios efímeros.

Las interpretaciones, aunque masivas, no impiden que, quien las padece distinga los matices de estilo conveniente de acuerdo al interlocutor: "las cartas conservan, tanto en su contenido como en las fórmulas de cortesía, los matices de la familiaridad, de la indiferencia o del respeto conveniente". 7

Cualquier nimiedad sirve de pretexto a las interpretaciones: "Cuanto más insignificante parece el hecho a los ojos de cualquier persona, mayor es su perspicacia. Donde otros no ven más que coincidencias, gracias a su clarividencia interpretativa, ellos saben desenredar la verdad y las relaciones secretas de las cosas. Esta disposición para adivinar las alusiones ocultas, para comprender las insinuaciones y las palabras de doble sentido, para interpretar los símbolos, confirma a los enfermos su buena opinión sobre su sutileza." 8

Del periódico atraen su atención, tanto un hecho anodino, un anuncio, un pasaje cualquiera, un término trivial, como incluso a veces, palabras de varias columnas seleccionadas al azar y reunidas en una frase enigmática (para cualquiera que no sea él) "El enfermo interpreta los hechos más insignificantes de acuerdo con sus ideas y también los convierte en pruebas que apoyan sus convicciones" 9. Así, todo aparece con sentido personal.

La sorpresa, el azar, la coincidencia, los gustos, el tiempo, el espacio, un imprevisto, no encuentran cabida en el razonamiento interpretativo, sin la alusión a intenciones e ideas previas .

Las interpretaciones que sostienen

En la observación V 10, caso H., el enfermo desde nueve años atrás padece ideas de celos y persecución. Están registrados antecedentes de "suicidio de un hermano, una enfermedad sufrida desde la infancia y excesos sexuales". Con la muerte de su madre se "agrava su deterioro físico-mental, influyendo en ello la enfermedad contraída en la infancia. Sus sospechas se apoyan en detalles, a veces sospecha de alguien conocido y otras veces, le aparecen suposiciones, impersonales, no atribuible a nadie con nombre y apellido, así supone que es enviado a un país húmedo, ex profeso, para agravar sus males. En otra ocasión, por "amenazado" de tuberculosis parte con rumbo a Argelia.

¡El engaño que envenena el cuerpo!

Desde el inicio hasta el final en la extensa observación, constantemente H. se queja de los efectos en su cuerpo, como dolores intestinales, somnolencia, envenenamiento, que relaciona con la ingestión de alimentos, bebidas, medicamentos. Inculpa siempre a su mujer de provocarle esos efectos y en ocasiones, se los atribuye a amigos.

Si padece enteritis o bronquitis se lo achaca a su esposa. "Después de asistir a una comida en casa de un amigo sintió dolores intestinales, lo mismo que su mujer y su hijo; este hecho le parece "una coincidencia extraña", luego concluye que quisieron envenenarlo a él y a su familia". "Mi mujer me ofreció una taza de leche que fui culpable de aceptar, porque mis peores males datan de ese momento". Después de comer le da sueño; cree que su mujer le da un narcótico a fin de quedar en libertad, una vez que él se haya dormido". Si su mujer se sorprende de verlo entrar en la cocina ¿no será acaso que preparaba algún platillo envenenado?.

La sede corporal de las afecciones de H., parece no ajena a la acusación de engaños, mentiras, farsas, traiciones. La singular proliferación interpretativa de H. se nutre de la incriminación a otros de querer engañarlo, especialmente a su mujer; engañarlo en lo que popularmente se consideran los alimentos del humano: comida y amor.

Más adelante se verá cómo la interpretación en H. es un recurso.

La acusación de engaño que H. sostiene

Al encontrar a su mujer en la calle supone que va a ver a un amante. Sospecha que un joven militar es amante de su esposa. Observa la forma en que ella se acicala al salir de la casa y si regresa con un alfiler cambiado de lugar, un botón desabrochado o con ojeras, es suficiente para confirmar sus sospechas. Sospecha que la Sra. H. se cita con alguien que quiere afiliarla a la masonería para así no tener escrúpulos en engañarlo, puesto que esta asociación preconiza la unión libre. H. le reclama a su mujer - quien en ausencia de su marido, para no quedarse sola, había pedido hospitalidad a una amiga, persona respetable y ya mayor - por "hacer vida" con esa dama. Los hombres visitantes de su casa todos son amantes de su mujer. Le reprocha a su esposa que se entregue públicamente a desenfrenos en su pueblo natal.

En cualquier estructura subjetiva (llámese neurosis, psicosis) los celos incluyen y quien incrimina a otro "me engañas", se hace singularmente partícipe de una relación. Cuando H. interpreta que su esposa lo engaña con el diputado, con el secretario, con una amiga, con su hermano, dirige hacia él todas las relaciones en que está ella y todo lo que hace. Así, si ella camina por la calle, se hace partícipe dirigiendo hacia él, la intención del andar de ella, cuando interpreta que ella lo va a engañar con un amante a quien visitará. Incluso una simple acción, la interpreta con sentido hacia él: si ella se sorprende que mientras guisa, él entre de improviso a la cocina, interpreta la sorpresa en el sentido de pretender envenenarlo con el platillo en preparación.

H. al sostener la acusación de engaño se sostiene.

Denuncias públicas

El primer intento de denuncia de envenenamiento contra su esposa no lo concreta, pues al entrar a alguna oficina ve sospechosos, individuos que desde antes le habían "querido presumir", anda por las calles hasta finalmente, pide lo protejan de sus perseguidores en una oficina pública. Al día siguiente, de regreso al hogar, desconoce a sus cuñadas y las toma por personas que su mujer introdujo para entregarse a orgías. En ese momento los psiquiatras localizan un episodio alucinatorio agudo. Días después, al ver desde lejos llegar a su hermano, toma una navaja y da vueltas alrededor de la Sra. H., la amenaza con cortarle la cabeza y la acusa de engañarlo con su hermano. A la hora de la comida se sirve un platillo en cuyo nombre está la palabra "relleno", que él toma como una alusión ya que en su cultura se emplea también en el sentido de hartazgo, de "estar hasta el copete". Se niega a comer.

Acusa formalmente a su mujer de haberle administrado veneno en muchas ocasiones.

Denuncia a su mujer, esta vez, ante el Procurador de la República, el alcalde y el brigadier de la gendarmería. Otra vez se dirige a la autoridad municipal para pedir un fin a la multiplicación de burlas, alusiones y provocaciones de las cuales es objeto en la calle: "en la sala de espera de la delegación municipal se burlan de él".

Al siguiente año insiste de nuevo con la denuncia a su mujer por envenenamiento dirigida una vez más al Procurador de la República, que también hace extensiva contra desconocidos. Envía copia a la prensa y espera que su caso interese a la opinión pública.

A fin de ese mismo año, otra denuncia al Procurador por temor a que lo envenenen. Únicamente bebe leche que él compra, hierve y guarda bajo llave. Considera que si sus denuncias a las autoridades judiciales no obtienen resultado, se debe a que su mujer integra la masonería y la policía secreta que la protege.

Escribe a un periódico para denunciar su caso y para pedir que inicien una campaña contra la Ley de 1838 "que sirve para ocultar tantos crímenes".

Cuando al pasar relata la visita de un inspector enviado por el Ministro ¡por única vez a lo largo de toda la Observación admite, en primera persona del singular, un efecto en él, al que toma como resultado de una actividad a su cargo: "Es una coincidencia que quería siempre, estoy más nervioso cuando recibo una visita motivada por mis reclamaciones". 11

Lo examinan médicos expertos. Extiende las incriminaciones también a un médico, lo acusa de intoxicarlo. Azuzan a los enfermos contra él, se burlan, lo provocan. Lo sustituyen por otro para el trámite de divorcio.

Las interpretaciones se extienden junto con la persecución, los perseguidores y las incriminaciones. Todas las maquinaciones en su contra se arreglan con la ayuda de su mujer, "que sin duda pertenece a la policía ¿Es un complot policial organizado por mi hermano, que creo era de la policía?"

Acusa, es decir hace público ante las autoridades y la prensa que así está ubicado él en relación a los otros, en primer lugar a su mujer. Una intimidad recurre a un público, por lo tanto se pierde como intimidad.

Por el contrario, una acusación proveniente de la esposa lo lleva a replicarle, a insultarla, a acusarla: algún tiempo después de que un diputado intercedió para evitar que un robo cometido por la esposa de H. pasara a mayores, ella "sin razón aparente a la hora del almuerzo" le dice "¡qué audacia la tuya!" 12. H. no está en condiciones de tomar esas palabras como un cumplido, ni de aceptar la atribución de audacia que ella le hace. Formular en primera persona singular: "soy audaz" implicaría ninguna referencia a otro, lo dejaría sólo con la audacia. Y entonces no cabría la posibilidad de compartir, o está en uno o en el otro. Cuando en cambio, él acusa a la Sra. H. de engañarlo y de envenenarlo, esa atribución los mantiene en una relación, no hay exclusión posible ni de uno ni de otro, pues el sólo mencionar que lo engañan y envenenan refiere a la participación de otros en la cual está incluido. "Me engaña... me quiere envenenar", estas incriminaciones que H. dirige a su mujer, lo sostienen en un lugar con otros, lo mantiene en una relación con ella. No es para H. un orgullo reconocerse "soy audaz", esas proclamaciones de autonomía individual 13 e ilusiones de sí mismo son insostenibles para él, es decir no lo sostienen. En otro momento del caso se puede observar esta singular relación de continuidad entre H. y los otros: "me molestan", "me engañan", dice H.; en ese pasaje de atribución de intenciones y sentido a los otros en dirección hacia él, alcanza a sostenerse. Cuando la Sra. H. le dice que él "se molesta", "se engaña" 14 H. no encuentra otra forma de recibir esas palabras que como un intento de pelea por parte de ella; H. no cuenta con condiciones para transformar y girar del impersonal "me engañan" al reflexivo "me engaño", pues sin la referencia al yo de algún otro, presente en "me molestan... me engaña", queda en el aire, sin el apoyo de una primera persona, del yo con sede corporal en la Sra. H, que lo mantenga en pie.

Al inicio de la Observación el otro al que se dirige es su mujer, luego va ampliándose la red desde los cercanos hasta el impersonal llamado "gente de la calle", público, la prensa, las autoridades. Sin embargo, su mujer y su hermano siempre conservan un lugar identificado para él, aunque terminen en el puesto de los perseguidores principales, integrantes de un complot en su contra.

La incesante actividad interpretativa de H. lo muestra en la pendiente del otro, pendiente "en relación al otro".

Una Fantasía:

Vivir de la mala conducta de su mujer. Esta fantasía está presente en una interpretación formulada por H., a partir de gestos de la gente en la calle: "¿Por qué se suenan a cada rato? ¿Por qué escupen de la manera más asquerosa? Sin duda, para hacer entender que llevo cuernos, que soy un indecente personaje que vive de la mala conducta de su mujer".

Y en otro momento del relato reitera: " (...) lamenta no haber hecho su asunto con su mujer y el diputado (...) ella se presta a los engaños conyugales". Otro día, la Sra. H. le dice: "Tú me harías hacer cosas que yo no quisiera', H. considera esta frase como una confesión de adulterio".

Ahora, después de este recorrido por el caso, se despeja que para H. las interpretaciones lo sostienen en ese lugar con su mujer presente en esa fantasía.

Distintas semejanzas

Las réplicas-ecos entre Sr. H. y Sra. H., que pueden hallarse15 en la Observación, no parecen indicar la inclusión de ellos en una relación simétrica y tampoco que se sostengan en una reciprocidad de la relación compartida. La semejanza de la sra. H. en relación a H. no es la misma que la de H. en relación a la sra. H. y a los otros que no sean la sra. H. Para H. parece manifestarse una distinción incluida en la semejanza; dicho en otras palabras, la semejanza con su mujer no es la misma que con su hermano o con los otros, pero sigue siendo semejanza.

Suposición, sospecha, certeza.

Se pregunta "¿Por qué hice estos juramentos? ¡No sé nada! -escribe H.- (...) Sin saber porqué le dije: 'tú eres de la masonería". "Ignoro qué me hizo tomar mi mujer, pero curiosamente poco a poco le relaté mi vida entera". A pesar del estado de perplejidad, H. narra lo que le sucede; aunque no entienda, tiene la certeza de estar concernido y al relatarlo da un paso más.

Se puede rastrear en el caso H., incluso en el final, tal como lo presenta la Observación que, a diferencia de otros casos, en éste conviven las suposiciones con las sospechas y las certezas.

Suposición, sospecha, certeza constituyen tres modos del saber de los que H. echa mano ante lo inentendible; pero que no obstante relata e intentar transmitir.16

 

Significación personal - Concernimiento

A partir "de una sensación real o de un hecho exacto... con la ayuda de inducciones o deducciones erróneas (...) el enfermo, quien cree que todo está relacionado con él"17 adquiere significación personal. No hay gesto, acto, hechos, frase oída o leída, incluso las fotografías de los períodicos que no aludan a su persona.

Afirman los autores: "Se trata de un verdadero delirio de significación personal - tua res agitur - este podría ser, se dijo, el lema del interpretador".18

El interpretador vive en la certeza del concernimiento: en cualquier conversación, si se habla de una operación de cataratas, lo aluden como marido ciego.

El interpretador nos muestra que, precisamente ahí, no hay nada "personal". Muestra que se encuentra en una especie de continuidad con el otro y de ningún modo, lo que le aqueja, proviene de una soledad conflictual, aislada en un sí mismo, que conduciría a intervenciones clínicas de "enfrentamiento o confrontación con la realidad".

Certeza de concernimiento y no creencias

Quien está afectado por la interpretación delirante, una alucinación e incluso los fenómenos más sutiles de significación general asientan su interés en la certidumbre, alejándose de confirmar la ampliamente difundida creencia en la existencia de una realidad única. Incluso puede llegar a admitir que su experiencia no corresponde al orden de la realidad, pero ni siquiera al pasar admite, que se le atribuya en ello una creencia. No comparte la perspectiva de averiguar si es una creencia, si es verdadero o falso, si es real o irreal.19

En cambio, en su incansable actividad de razonar el Real buscan la verosimilitud. Sérieux y Capgras observan que "la interpretación delirante puede ser exagerada, extravagante, pero raramente absurda, incluso algunas veces es verosímil" y también reconocen que las concepciones delirantes suelen permanecer en secreto, disimuladas por desconfianza hacia el entorno, o por conciencia de que son inverosímiles.

La verosimilitud transmite

"Saben defender sus ficciones con argumentos tomados de la realidad. Argumentos que por lo común mantienen en el terreno de lo posible, de lo verosímil (...) A veces, el enfermo se calla, no por disimular, sino porque tiene conciencia de que su delirio es inverosímil"20

Lasègue y Falret en su estudio de la locura compartida señalaron que, la verosimilitud de un delirio favorece su transmisión a otro: "el alienado que afirma un hecho notoriamente falso, es convencido al instante, de su impostura (...) si por el contrario, el enfermo se mantiene en el mundo de las conjeturas y las interpretaciones, si los hechos de los que habla pertenecen al pasado o son aprehensiones únicamente para el futuro, el control directo se vuelve imposible. ¿Cómo comprobar a otro y a sí mismo que el acontecimiento del que relata los detalles no ocurrió?"21

La precisión de los hechos y los detalles numerosos aproximan la verosimilitud que favorece la transmisión: "Ella relata todos los hechos con una precisión y una multitud de detalles que hace que su hija comparta su delirio (Régis)".22

Por otro lado, como ya se ha visto en los párrafos anteriores, en la interpretación delirante el detalle23 nimio, sirve para la certeza.

En el testimonio24 publicado por el magistrado alemán Daniel Paul Schreber (diagnosticado como paranoico), en el momento de relatar los argumentos que empleó para conseguir la autorización de la publicación de ese testimonio, se interesa en la opinión de personalidades sobre la cuestión de saber si es verosímil para los otros su experiencia narrada con tal cantidad de detalles verídicos (cursivas mías).

Encontramos así confirmada en otra fuente, la importancia de la cantidad de detalles para favorecer la verosimilitud propiciatoria de la transmisión de un saber, de la transmisión de alguna enseñanza. Cuestión crucial en la articulación clínico-doctrinario del psicoanálisis y en el campo compartido de intervención con otros para abordar las locuras.

Inés Emilse Ramos.

Coyoacán, junio del 2002.

Notas

* Texto escrito de la presentación oral efectuada en el coloquio: Las razones del delirio de interpretación, organizado por Intersecciones clínicas y la Escuela lacaniana de psicoanálisis, en el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez, México, DF, el sábado 25 de mayo del 2002.

1 Paul Sérieux y Joseph Capgras, "Las Locuras Razonantes. El delirio de interpretación". Colección Libros de Artefacto. Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, México, D.F., 2002. pp. 43-44.

2 Un próximo texto continuará la localización en una exploración de la distinción de hechura en la semejanza, en el caso de E. Wagner, y a partir de la monografía clínica "Ernest Wagner, ¡Ecce animal!, escrito por Anne-Marie Vindras y presentado por el Dr. Héctor Pérez-Rincón. Colección libros de artefacto/Edelp, México, abril del 2002.

3 Sériux y Capgras, Op. cit. p. 26

4 Jacques Lacan, "De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad" Siglo XXI editores, 5º edición, México 1987 p.192. Conviene aclarar que, el pasillo (y no la vivienda) junto con la calle y el foro, corresponde al espacio público en que se despliega el delirio de interpretación. Ver nota 47 del artículo "La ruptura entre J. Lacan y G. G. de Clérambault" en "Obra psiquiátrica de Gaëtan Gatian de Clérambault" Colección Pathos, Universidad Autónoma de Querétaro, 1997. p.430. Ver también la dimensión pública en el seguimiento de "las huellas del rumor" en la consumación del acto magnicida ejecutado por José de León Toral en la persona del General Obregón en "Vox Populi, Vox Dei" en el Epílogo a cargo de Alberto Sladogna de "Los Regicidas. En la historia y el presente". Colección libros de artefacto. Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. México, 2000, pp.93-132.

5 Alberto Carvajal, "El siglo inicia en el manicomio" Psiquis, Nº 1, vol. 9, 1999, pp. 3-9. También ver el artículo: "Mujeres sin historia. Del Hospital de La Canoa al Manicomio de La Castañeda", Revista Secuencia, publicación del Instituto Mora. pp.31-55

6 Sérieux y Capgras, Op. cit. p.60

7 Ibíd. p. 65

8 Ibíd. p.42

9 Ibíd. p.134

10 Ibíd. p.74-89

11 Ibíd. p. 87

12 Ibíd. p.75

13 La ficción de "El hombre natural" inventada por Rousseau y admitida como fundamento de la democracia y de formas pedagógicas en su siglo, en siglos posteriores e incluso aún vigentes; trae consigo aparejada otra ficción también muy exitosa, con masivo consenso: promulgar la existencia del individuo opuesto a lo social, aquel que no aliena su autonomía, que se basta a sí mismo, Ver Dany-Robert Dufour "Locura y democracia" Edición Fondo de Cultura Económica. México, 2002.

14 Ibíd. p.76

16 J. Lacan "Las estructuras freudianas en las psicosis", seminario oral de 1955 al 1956. Lacan sostiene la fundamental importancia en el caso de Daniel P. Schreber, como en otros casos, que sin entender su experiencia se decidan a formularla. Sesión del 11-1-56. (Ver testimonio de Schreber al que se llamó "Memorias"). Años después, en el seminario "El acto psicoanalítico", Lacan señalará que quizá un sujeto evanescente puede aparecer en el tiempo después de la efectuación de un acto y con ello un saber se sepa, un saber encuentre su lugar en algún público.

17 Sérieux y Capgras, Op. cit. p. 21

18 Ibíd. p.45. "tua res agitur", fórmula del concernimiento empleada por Horacio en las cartas de consejo al joven Lolio.

19J. Lacan, Op.cit. Tomando esta constatación localiza el falso problema de interrogarse (¿por qué cree en la realidad de su alucinación?) por la génesis o las causas de la creencia en la alucinación y la interpretación. Este interrogante no proviene de los casos, más bien parece introducido por la angustia o intranquilidad despertada en los otros, efecto de la alucinación y la interpretación.

20 Sériux y Capgras, Op. Cit. pp.40-41

21 Ibíd. pp. 211-212. Cursivas mías en relata los detalles .

22 Ibíd. p.118

23 El paradigma indiciario toma los detalles, incluso los considerados desechables, como indicios para una transmisión. En los detalles aparece un objeto no visible, pero que sin embargo puede dejar huellas. Ver Carlo Guinsburg "Mitos, emblemas, indicios". Gedisa editorial , pp.138-175.

24 Daniel Paul Schreber, "Memorias de un neurópata" Ed. Petrel. p. 390.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 15 - Julio 2002
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