Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Los sueños y los soñantes
Mariela Weskamp

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Los invito a que me acompañen e imaginen distintas voces que, seguramente, de una u otra forma habrán escuchado al pasar, y que nos dicen del sueño de distintos modos:

Quizá en un taxi:

-"Ud que es psicóloga, ¿qué quiere decir soñar con serpientes?"

Tal vez en un casino:

-"Voy a jugarle al 43, lo soñé anoche".

De relatos familiares:

-"Mi tía asegura haber visto en sueños a todos sus hijos en el primer mes de gestación. Por eso en el momento de nacer ya los conocía y sabía su sexo."

- " A mi abuela la visita su abuelo en sueños y siempre le avisa lo que va a pasar"

Posiblemente en algún bar de Buenos Aires:

-"Anoche tuve un sueño extrañísimo, lo tengo que llevar a análisis".

En realidad, fue la voz de Borges quien me sugirió el tema de este trabajo, al escucharlo decir: "los sueños son la forma estética más antigua de todas. Parece que los hombres siempre han soñado". 1

Agrega que en otros tiempos no se distinguían los sueños de la vigilia y que ésto mismo ocurre con los niños, quienes tampoco distinguen bien los sueños de la vigilia.

Borges recuerda cuando le preguntó a un sobrino qué había soñado y el niño le contó: "yo soñé que me había perdido en un bosque y ví una casita de madera, entonces fui a la casita, la puerta se abrió y saliste vos". En ese momento interrumpió el relato y le preguntó intrigado, "¿Qué estabas haciendo vos en esa casita?"

Los sueños son su relato, relato que es en relación a la posición subjetiva del soñante pues es la lectura que el soñante hace de esta escritura jeroglífica cuando se lo cuenta a otro. El relato está dirigido a otro.

Cómo lo cuenta, a quién se lo cuenta y para qué, depende de la posición del soñante. Posición que se puede ubicar en relación a: esquemas culturales, tiempos de constitución subjetiva y tiempos de análisis.

La actitud frente al sueño varía según la cultura que habite al soñante. Se podría pensar inclusive que el modo de interpretar la experiencia podría variar el modo de la experiencia misma.

Para hablar de occidente, lo más cercano a nosotros, me remitiré a la actitud que tuvieron los griegos, durante un tiempo, frente a la experiencia onírica.

Siguiendo a Dodds parece que, por el lenguaje que utilizaron los griegos al describir sueños de todas clases, el soñante aparece como el receptor pasivo de una visión objetiva .

De hecho, los poetas homéricos no hablaban de tener un sueño sino siempre de ver un sueño.

Se decía del sueño no sólo que visitaba al soñador sino que se colocaba sobre él.

El sueño aparecía como objetivo, visionario, como algo que no dependía del que sueña.

Era algo que se imponía desde afuera y no lo implicaba.

Según Dodds, la distinción fundamental que los griegos hacían en relación a los sueños era separarlos en significativos y no significativos.

Los significativos eran de varios tipos:

-El sueño simbólico, una especie de acertijo a interpretar.

-El Hórama o visión, representación previa de un acontecimiento futuro.

-Y el Khrematismòs u oráculo en donde un personaje importante para el soñador revelaba lo que iba a suceder o lo que debía o no hacerse. Este personaje podía ser un antepasado o un Dios.

Entre los griegos, como en muchas otras culturas, se empleaban técnicas, como la incubación, el ayuno, la automutilación o el aislamiento, para provocar estos sueños divinos.

Estos sueños podían ser vistos mientras se dormía, en la vigilia o en un estado intermedio. Como cuando Arístides experimenta la presencia del dios y dice: "Era como si se le tocara, una impresión de que estaba allí en persona, uno estaba entre el sueño y la vigilia, quería abrir los ojos pero temía que el dios se retirara, escuchaba cosas como en sueños, otras como en la vida de vigila. ¿Qué ser humano podría expresar con palabras esta experiencia? Pero cualquiera que haya pasado por ella compartirá mi conocimiento y reconocerá este estado de espíritu."

El sueño portaba un mensaje del Otro y el soñante se prestaba para recibirlo. La función del soñante era transmitir el mensaje, y éste no lo implicaba en absoluto.

Pareciera que quien puso al sueño en un lugar más cercano a como lo pensamos fue Heráclito, con su observación de que, en el sueño, cada uno de nosotros se retira a un mundo propio.

A partir de fines siglo V vieron en el sueño significativo una prueba de las facultades innatas del alma, que ésta podía ejercitar cuando el sueño las liberaba del cuerpo -concepción que tendría que ver con la influencia órfica en la cultura griega-. Aparece el interés por interpretar el sueño simbólico particular, oneirkritiké: técnica de desciframiento que depende de la clave de cada "Libro de Sueños".

Podría decirse que, a mayor consistencia del Otro, menor implicación subjetiva. Tiempos de la relación del sujeto al Otro que encontramos tanto en el siglo IV como en el año 2001.

Pasemos ahora a Freud, quien revela el secreto de los sueños y el método de la interpretación a partir de su propio testimonio.

En la 8ª Conferencia nos dice que estudia los sueños de niños menores de cinco años porque nos pueden enseñar sobre la esencia del sueño.

Encuentra que lo característico de ellos es que no aparece aún la desfiguración onírica, que es lo que hace que el sueño resulte ajeno e incomprensible. Por lo tanto no es necesario traducirlos, ya que en ellos coinciden lo manifiesto y lo latente y no es preciso recurrir a la asociación libre para sacar a luz lo inconsciente.

Al no haber trabajo de censura sobre el deseo, éste no se enmascara, y el sueño es el cumplimiento directo, sin desfiguración, de un deseo.

La diferencia con los sueños de los adultos es que para comprenderlos no es necesario indagar al niño. Sí es importante saber algo de su vida, ya que alguna experiencia vivida el día anterior nos ayuda a explicar el sueño.

Esto marcaría una distinción en relación a la temporalidad: en el sueño del niño se realiza un deseo actual en tanto que, en el adulto, está en juego lo actual y el retorno de lo reprimido.

Me parece importante tomar en cuenta esto que dice Freud: no es necesario el relato del niño para la comprensión del sueño. De estos datos del día anterior, podemos enterarnos a través de los padres.

De eso se trata, cuando Lacan nos habla del sueño de Anna Freud, para hacer una distinción entre los sueños de los niños, y los sueños de los adultos.

Señala que, en éste, se revela un primer estado del deseo en el sueño, ya que el mismo se dice sin deformación.

Recordemos que conocemos este sueño a través del relato de su padre, el mismo Freud, que escucha a Anna hablando mientras duerme.

La niña tiene diecinueve meses y dice "Anna Freud, fresas, frambuesas, bollos, papillas" .

Nombra todo aquello que se le había prohibido comer el día anterior, demanda enérgicamente al otro lo que le fue negado, y en esta serie metonímica se trasluce su deseo.

Los objetos aparecen todos juntos, yuxtapuestos, en posición de equivalencia.

Éste es el fenómeno esencial. La metonímia es inicial y hace posible la metáfora, pero la metáfora es de grado distinto. La metáfora es posible como efecto de la represión.

El niño pequeño no construye aún metáforas ni las comprende. Por eso su deseo es transparente para los otros, se muestra sin veladuras.

La frase comienza con el nombre de la persona: Anna Freud. Estamos en el plano de la nominación ya que, un sujeto se anuncia, y enuncia su serie. Articulación que denota un primer tiempo de la operatoria de la represión.

El sujeto humano, cuando comienza a apropiarse de la palabra, se implica en este acto, se cuenta. Pero en estos tiempos iniciales no puede diferenciar ese yo sujeto del enunciado, del yo sujeto de la enunciación.

Esto sucede porque aún no tiene lo que le hace falta. El sujeto se cuenta pero no puede descontarse. El yo de la enunciación no es aún sujeto de un proceso de enunciado.

Aquí Anna se nombra como es nombrada; el Otro habla por su boca.

Lacan se pregunta: "¿Hay algo más primitivo como expresión directa de un deseo, que lo que Freud cuenta sobre su hijita menor, Anna?".

La forma que toma el deseo en este sueño infantil es diferente a la forma del deseo del sueño en el adulto, que aparece como más complicada para la interpretación.

Esto ocurre porque la represión no operó aún, borrando al sujeto a nivel del proceso de la enunciación.

¿Qué es necesario que suceda para que pueda producirse la represión?

Como toda palabra es discurso del Otro, el lugar donde este discurso se sostiene inicialmente es en los padres. Por eso el niño, en un inicio, cree que sus pensamientos se transparentan, no sospecha que no puedan saber sobre ellos.

En algún momento descubre que el adulto no sabe todo. Se abre la dimensión del no saber.

Tiempo en el que se descree de la magia de los magos, se esconderán algunas cartas, se podrá mentir.

Salida a la fantasía, al sueño, escondites posibles para el deseo.

El niño se las tiene que ver con lo que es prohibido, dicho que no. Descubre que la verdad del deseo no puede decirse porque ofende la verdad de la ley y entonces la censura.

Pero también se da cuenta de que el dicho que no, si es dicho es dicho. El "yo no digo" es la frase en la que el sujeto se constituye. Diciendo que no se dice, se dice, y ésta es la propiedad más radical del significante.

Quién no reconoce el placer en la voz de algún niño dicendo: "papá ¿no es cierto que no se puede decir boludo?"

Luego el sueño dirá lo que no debería ser dicho y entonces el deseo del sueño es la marca de una represión.

Para Lacan, lo que caracteriza el deseo del sueño en el niño, en estos tiempos, es que "algo no está todavía terminado, precipitado por la estructura, algo no está todavía distinguido en la estructura........." 2

Creo que lo que señala como lo no distinguido aún, es el fantasma, que sostiene al deseo y que no precipitó aún sellando la estructura

No es casual que sepamos de este sueño "transparente" a través del padre de Anna. Freud sabe sobre el deseo de su hija que aparece desnudo para sus oídos. Está doblememte implicado en sus escucha, sabe de la prohibición ejercida, y este sueño le presta la letra necesaria para avanzar en su teoría.

Es a través de su palabra que la escuchamos, no hay relato del soñante. Pero, ¿podría ser de otro modo en este tiempo del sujeto?

Durante un tiempo el niño está tomado en esta alternancia de ser hablado, apropiarse de la palabra y decir algo en su nombre.

Alternancia que los niños pequeños cuando dicen de sus sueños dejan entrever, y me permiten escuchar en la clínica tiempos de la relación del sujeto al Otro.

Momentos en los que no hay una clara distinción entre el sueño de la vigilia.

Tiempos en los que no hay desfiguración onírica.

Otros en los que sí la hay, hay metáfora y se cuenta el sueño como lo soñado mientras se dormía.

Algunas veces el niño se pregunta sobre el material de sus sueños, pero generalmente no lo hace, el sueño no aparece como un enigma a ser descifrado. Si lo cuentan es porque molesta, y piden que "se los saque". No se preguntan qué dice el sueño de sí mismos. No hay interrogación sobre el relato.

Muchos niños, al invitarlos a hablar sobre sus sueños, los dividen en lindos y feos. Los lindos no aparecen como muy importantes, como dignos de ser relatados, a veces son simplemente una continuación de la fantasía diurna.

Los feos tienen en general la forma de la pesadilla. Pesadillas que aparecen durante un tiempo muy largo de la niñez y que podrían pensarse como un tiempo de respuesta a la pregunta sobre el deseo del Otro: ¿qué quiere el Otro de mí?

Angustia ante la presencia del objeto que se es para el Otro. Angustia que emerge porque este lugar se interroga. Señal de un corte en relación a que hay un goce a perder y un deseo por venir.

 

 

Un paciente que tenía una madre voraz, voracidad que su enorme cuerpo denotaba, soñaba reiteradamente que una ballena se lo comía. Sueño que contaba con mucha angustia.

Lo que a mí me resultaba obvio de este desplazamiento metonímico, a él no lo implicaba en absoluto, él no podía pensar nada en relación a esa ballena y lo único que me pedía es que le "saque esos sueños feos" que lo molestaban.

Esto sucedía en un tiempo del tratamiento en el que se vislumbraba un avance en la separación de su madre en la que estaba preso.

Creo que este tiempo de no implicación tiene que ver con avatares transferenciales y con tiempos del análisis pero también, y esto es lo que me interesa destacar, con tiempos de la constitución subjetiva en donde implicarse en el sueño no es posible aún por estructura. Porque hay algo que no está terminado todavía, precipitado en la estructura.

Invito a Juan, que tiene cuatro años, a hablar sobre sus sueños.

- Me dice: "Sueño con solapas". Pregunto qué son las solapas. Como respuesta toma un lapiz y un papel y las dibuja (hace algo que a mí me parece un fantasma).

Al interrogarlo no puede decir absolutamente nada.

Yo tampoco digo.

Solamente si el soñante hablara, "solapas" sería un jeroglífico a descifrar. Si pusiera "solapas" en un discurso tendría valor de letra, de lo contrario el contenido de este sueño es imposible de interpretar. Es el discurso lo que permite que el contenido manifiesto se inscriba como letra.

La lectura es función del sujeto. Si las solapas son solapas y punto, no hay lectura posible, no hay descifrado posible.

Podríamos decir inclusive que no hay realización de deseos si no hay relato e interpretación del sueño. Retomando el clásico sueño de Anna: ¿qué deseo está en juego?, ¿el de Anna?, ¿el de Freud?

-Tiempo después recibo un llamado de la mamá de Juan. Ella está embarazada de una nena. El niño le dijo que el bebé va a tener dos cabezas y, como ella le adjudica poderes adivinatorios, está terriblemente angustiada, debe repetir la ecografía. Su hijo debe saber. Me cuenta que él últimamente tiene pesadillas y que sólo se duerme si es con ella en la cama grande. Ella le explica que esos monstruos no existen en la realidad sino en sus sueños pero no logra calmarlo. Me pide ayuda, no pueden sacarlo de la cama.

Llega el niño. Me dice que quiere que su hermano sea varón. Además que "es dos cabezas"

No quiere hablar más, me pide jugar a la Oca.

Iniciamos el juego y me avisa con toda seguridad qué número me va a salir en los dados.

"dos".

(Rogué que el azar no me jugara una mala pasada).

Cae en cinco

Digo: "te equivocaste, no se puede adivinar lo que va a pasar".

Entonces me dice que quiere contarme algo, tiene sueños.

- Sueños de los malos, otros gigantes.

-¿Por qué tenés esos sueños?

-Porque sí.

-¿Qué hacés?

-Le digo a mi mamá y a mi papá.

-¿Qué hacen?

-Me cuentan el sueño que yo soñé.

-¿Cómo saben?

-Saben.

-¿Con qué soñás?

-Monstruos que hacen cosas malas, como un monstruo nene. Es gigantoske, pega.

-Me parece que tenés miedo de un monstruo nene, por eso decís de las dos cabezas".

-Sí.

-¿Existen los monstruos?

-No, en las películas, (dice mi mamá). También existen un poquito acá después se van. Aparecen cuando duermen mi mamá y mi papá. Existen en mi casa cuando yo cierro los ojos. Cuando se despiertan los papás ya no existen más.

-¿Existen o los soñás?

-Existen.

-¿Los ves en la casa, en tu pieza o sólo los ves cuando soñas?

-Los veo soñando. Existen en mi casa, se van cuando viene un grande. Están sólo cuando duermo. Si están durmiendo se llevan a las personas, si no están durmiendo no las llevan. Cuando abro los ojos los veo y los patio fuerte y les sale sangre.

Me cuenta que duerme en la cama de la mamá y que el papá se queja porque le queda un lugar chiquito, tan chiquito que casi se está por caer.

El supone aún que el Otro sabe, que conoce sus pensamientos. Los monstruos aparecen cuando sueñan los padres, al tiempo que, cuando cierran los ojos, se puede soñar.

Algo de la represión no operó aún y por eso, si sus padres se duermen, aparecen los monstruos y los monstruos están en sus sueños y también en el despertar.

Pareciera que, cuando la metáfora no opera aún con toda su eficacia, no hay una clara distinción entre los registros, todos se funden en un gozoso abrazo.

Porque: ¿Quién sueña con monstruos?, ¿quién le teme a los monstruos?, ¿quién no sabe qué hacer para sacar al monstruo de la cama compartida?

Distinción entre los registros que, más allá de cada historia, dependen siempre de tiempos para encontrar su diferencia.

¿No es esto acaso lo que le sucede al sobrino de Borges?

Cómo intervenir a partir del relato de un sueño depende de la posición del soñante, del analizante en nuestro caso. La interpretación de un sueño, vía significante, será eficaz cuando el analizante pueda encontrarse representado por esta formación del inconsciente.

Cuando la palabra no se hace propia, cuando se está capturado en fantasmas ajenos, el relato de los padres se entrama con el relato del niño para la lectura del sueño. Red en la cual los relatos se entremezclan, se cruzan, como si hubiera una continuidad en el discurso que es sólo uno.

A la espera de un fantasma propio al sujeto, el relato se puebla de otros fantasmas y escuchar a los padres precipita la interpretación. Interpretación que deja caer al niño de este lugar en el que está retenido y le abre otras puertas para salir a jugar, a fantasear, a soñar.

Para finalizar, y ya que Borges habla de su sobrino, traigo al mío que parece estar vislumbrando la experiencia del inconsciente. Casi como un regalo para mi trabajo, días antes de cumplir cuatro años, estaba sentado en el auto, y mirando al cielo con gran concentración me dijo: "¿viste tía Meme?, uno no elige lo que sueña, lo que toca, toca".

(Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)

Notas

1 Borges, Jorge Luis: "Borges en la Escuela Freudiana de Buenos Aires". Ed. Agalma

2 Lacan, Jacques: "El deseo y su interpretaciòn". Clase 03/12/1958. Inèdito

BIBLIOGRAFIA

Lacan, Jacques: "El deseo y su interpretaciòn". Inédito.

Dodds, E.R.: "Los griegos y lo irracional". Ed. Alianza

Borges, Jorge Luis: "Borges en la Escuela Freudiana de Buenos Aires". Ed. Agalma

Freud, Sigmund:" 8º Conferencia. Sueños de niños (1915-1916). Ed. Amorrortu

Freud, Sigmund:" 29ª Conferencia. Revisión de la doctrina de los sueños". Ed. Amorrortu

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
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