Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Los ecos del nombre y la nominación
Edgardo Feinsilber

Imprimir página

‘Los hombres son fuertes durante todo el tiempo en que sustentan una idea fuerte;
se vuelven impotentes cuando se le ponen en contra’
.
Freud.
Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico.

1) Camino a la nominación

En la policronía del lenguaje en la que el parlêtre - el ser por el habla y por la letra- habita, los nombres en su lenguaje van tomando distintas significaciones o valores, según las modalidades de su presentación. Es por lo que realiza con ellos, cómo se identifica y se singulariza con ellos en su pensar y en su hacer, que los nombres van adquiriendo inflexiones que constituyen al sujeto, que lo sujetan a la otredad que se los ha transmitido; y con los que no en este caso el sujeto sino ‘el hombre’ (‘lom’ por fonética en francés) se propone ir más allá de una mera repetición.

En ‘Los nudos y lo inconsciente’ (1) Lacan proponía: "Es la función del nombre la que nos da acceso, no directamente a lo Real". No es entonces una razón nominalista ni de simple referencia a los objetos sino la posibilidad de ligarse a aquello que lo causa, que no es solo lo Real. Luego en su Seminario 24 L’insu... (2) nos aclara: " No hay verdad sobre lo Real. Es también demasiado decir: ‘Hay de lo Real’, porque decirlo es suponer un sentido. La palabra Real tiene un sentido –evoco el eco de la palabra ‘reus’-culpable-. Se es más o menos culpable de lo Real".

Así en cuanto al nombrar, podemos preguntarnos con qué elementos lo hacemos, es decir si es con los significantes, en tanto ellos representan al sujeto para otro significante haciendo signo en una lengua, o si lo hacemos con la materialidad de las letras, las que en su significación se distribuyen en una diversidad de lenguas, que se elongan provocando otros significantes así llamados ‘ significantes nuevos’.

R. Harari lee una diferencia (3): el Nombre-del-Padre nombra al modo creacionista, es decir con el creacionismo del significante. Con ‘¡Fiat Lux!’, divino ‘¡Hágase la luz!, el creador nombra para fundar, es decir que genera lo Real desde lo Simbólico. Desde la nada que el agujero del significante presentifica, lo simbólico del significante hace surgir lo Real. Los Nombres-del-Padre son los que nombran lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario, y de esta manera dan su nombre a lo que existía para el padre, ahora para el sujeto. Así su constitución va desde la alienación al campo del Otro, tesoro de significantes pero que no los agota, a la separación y el poco de libertad siempre fantasmática que permite.

El Nombre-del-Padre hace posible la función paterna y su metáfora, pero lo hace condicionado por el Deseo-de-la-Madre que lo pre-existe, lo que delimita su posibilidad de nombrar. Lo que resta imaginarizado de esa dependencia hace a las faltas (manques) del padre, el cumplir más o menos su función, lo que justifica su asesinato y la orgía consecuente, e instituye una legalidad: ‘el deseo es el deseo del Otro’, identificación lograda no sin la masticación, la incorporación y la asimilación que requiere.

En este tiempo de Lacan, Harari subraya que el Nombre-del-Padre es una instancia responsable de estipular, al ‘modo contingente’, la relación entre las palabras y las cosas, no arbitraria ni accidentalmente como era para Saussure, puesto que configura un pacto simbólico (4). Sus fallas (failles), a partir de las carencias (carences) del padre, requieren de un Nombre-del-Padre incondicionado respecto del deseo materno, de algo que denote no las suplencias sino las supleciones al defecto nombrante de la instancia Nombre-del-Padre.

Aquí y vía el Nombre Propio, Lacan propone redefinir la nominación, para compensar la dimisión paterna de sus carencias. Nominación ahora no de la ‘falta-en-ser’ (manque-à-être) sino del ‘ser-de-la-falta’ (être-à-manque), ser de otra manera del que obra con su responsabilidad en un hacer, un saber-hacer-ahí-con lo que antes provocaba síntomas, para dar nombre a una obra que lo singularice (5).

Así la nominación ha pasado de ser para Lacan una noción con la que se proponía dar cuenta del carácter idiótico del nombre propio, por ser éste una identificación al trazo unario del Otro, tal como lo desarrolla en su Seminario IX (6), y ha concluido en ser un fundamento a partir de su conceptualización desde ‘RSI ’, y en particular en sus últimas enseñanzas en las que plantea llegar a su efectuación por medio de la responsabilidad del sinthoma por el que cada uno tiene a su cada una, con lo que logra inventar.

Así la nominación implica en lo Simbólico, prescindir del Nombre-del-Padre a condición de servirse de él, con el goce mental del sinthoma; en lo Real, hacerse un nombre propio, trabajado en el análisis con el forzaje del analista en el goce de lalengua del analizante; y en lo Imaginario, un plus-de-gozar con un ‘obsyecto’, un objeto-deyecto-hueso, que mantenga la continuidad y la consistencia de una obra.

2) Valores del nombre

Les propongo ahora una policronía del nombre que de cuenta de la coexistencia de su diferencialidad:

Hay un tiempo primero donde el sujeto se identifica con un nombre que vale para él en tanto nombre común, para ser uno más entre los objetos que conforman su mundo. ‘Nene’, ‘mesa’, o ‘gato’ sustantivan los referentes que ‘humanimalizan’ su realidad. De ahí el niño de los lobos, el de los caballos, el de las gallinas, o la niña de los huevos pintados.

Luego encontramos la adquisición del nombre propio: necesario para la ‘hazaña’ del cumplimiento del deseo inconsciente de un sujeto, al decir de Freud (7). Esta identificación que liga el nombre a los objetos, expresa la toma de posesión en un festín desiderativo en el que el sujeto es un objeto tanto como es sus objetos en su fantasma.

‘Anna F(r)eud, f(r)esas, f(r)ambuesas, h(u)evos, papi(ll)a’ dice de la inscripción del nombre propio como una identificación imaginaria causada por una falta, la de la frustración del objeto de goce.

En un nuevo tiempo, el nombre propio se desprende de su objetivación en la que surge, y se hace intraducible. ‘Me llamo Lacan en todas las lenguas’ dice de lo considerado como propio, pero que es heredado y a lo que hay que adquirir. Es lo que concluye por ejemplo en Edipo, haciéndolo el héroe patronímico del complejo, al decir de Lacan (8). Esto es algo que también debemos remarcar: la saga tiene por fin la conquista de un nombre, en la interrogación de: ‘¿quién soy?’, tal como es considerada en las versiones que del mito nos dan H. Lefevre o R. Graves pasando por la de Sófocles.

Mas también Harari considera que el nombre propio genera una identificación imaginaria promovida desde el simbólico Ideal del Yo -I (A)-, la que sutura la función del agujero constituyente (9). Se trata con el nombre propio de hacerse amable.

Aquí notamos que surge algo que le resta consistencia a esa identificación alienante del nombre propio: el apodo. Ya sea un calificativo, otro sustantivo o un neologismo, funciona como otro nombre que dice, insinúa y metaforiza, por condensaciones diversas, una serie de significaciones que predican lo que se es en el mundo con los semejantes, o los ecos de sentidos: ellos marcan, determinan, encausan o ilustran el posicionamiento personal.

En otro tiempo y ligado al fin del análisis considerado en toda su extensión - meta y final - se trata ahora de ‘volver a hacer entrar el nombre propio en lo que tiene de nombre común’ (10). Esto es reducir el nombre propio al nombre más común. Lacan lo expresa así: ‘¡Jacqu’Lac Han!’ o ‘Ja claque ¡Han!’, en referencia a la claque que él hacía vivar.

También podemos ubicar aquí el título de un libro en homenaje a su autor: ‘Marchand du sel’ - Mercader de la sal - anagrama de su nombre, Marcel Duchamp, según el procedimiento rousseliano de la dislocación de la palabra, cruzando las sílabas.

Es decir que la función que cumplía el apodo la realiza ahora el mismo nombre propio. Pensamos en la intención de Picasso de volver a pintar como un niño, o como planteaba Freud al remitirse a la concepción de Wordsworth: "El niño es el padre del hombre".

Pero también con esto Lacan avanza en otro tiempo: es el de tratar al nombre común en lo que tiene de nombre propio. Es por lo que no se traduce pero que se elonga en otras lenguas, tal vez siguiendo en esto a Freud para quien lo inconsciente habla más de un solo dialecto.

En nuestra clínica, el analista como rétor retorifica, trenza, sugiere con sus forzajes en el decir del analizante, haciendo de lo oído un decir de lo inconsciente no repetitivo, operando con lalengua a la que así se hace existir (11). El analista así más que interpretar traduciendo, opera como sinthoma inventando supleciones en un metalenguar, más allá de una única lengua con sus significaciones fálicas históricas que histerifican.

Un nuevo giro que no será postrero es el de enunciar el tiempo de los estilos. Si Lacan había comenzado su lectura freudiana pasando de las palabras a los significantes, a un ‘retoque’ de las ideas de Saussure invirtiendo los términos del algoritmo, luego comenzó a valorar la dimensión de la letra no sólo como materialidad del significante, sino como lugar de inscripción tanto de lo Real como de lo Simbólico y de lo Imaginario.

Ahora pasamos de la letra en el nombre propio a partir del socrático ‘Todo pero no eso’, a los juegos de frases, a los equívocos, a las pendientes de las palabras firmadas. Así Raymond Roussel, Brisset, Wolfson, Leiris, Joyce y Wittgenstein vienen en apoyo de Freud, a los que podemos agregar a Pessoa y sus heterónimos, no entendidos como seudónimos (12). Son supleciones al patronímico, con la invención de ‘otros’ autores a los que mune de una obra, autores con los que dialogar, con los que se hace vivir a la multiplicidad con la que cada uno descompleta una imaginaria unificación.

Acá finalizamos con una puntuación del campo lacaniano entendido como prolongación del freudiano. El creador del psicoanálisis en su final "Esquema del Psicoanálisis" (13) sosteniendo la tesis según la cual el niño es psicológicamente el padre del adulto, y más allá de las determinaciones paternales del destino oracular, concluía que " La condición de no sapiencia (Unwissenheit) de Edipo es la legítima figuración de la condición de lo inconsciente". Es eso pero no sólo eso. Con el saber solamente es imposible dar cabida a todas las dimensiones concernientes a lo Real. Para ello hacemos supleciones con las dimensiones del hacer, con un saber-hacer más allá del dominio de la representación, hacia ‘nuevas empiricidades’(14).

(Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)

BIBLIOGRAFÍA

J.Lacan: ‘Los nudos y lo inconsciente’. 1976. Petit Ecrits et Conferences. pg. 164.

" " : Sem.24: ‘L’insu que sait de l’unebévue s’aile à mourre’, 15/3/77.

R. Harari: ¿Cómo se llama James Joyce? A partir de ‘El sinthoma’ de Lacan. Lugar Ed. Bs.As. 2000. pg.32/46.

" " : ¿Qué sucede en al acto analítico?" La experiencia del psicoanálisis. Lugar Ed. Bs.As. 2000, pg. 93.

E. Feinsilber: Goces y materialidad de lo inconsciente. Catálogos Ed.Bs.As. 1998, pg. 183. ‘Los ecos del nombre y la nominación’.

J. Lacan: Sem. 9 ‘La identificación’. 20/12/61.

S. Freud: La interpretación de los sueños. AE. Bs.As. T.IV, pg. 149.

J.Lacan: Sem. 2 "El yo en la teoría de Freud y en la técnica del psicoanálisis". Paidós. Bs.As., 1983.pg.342.

R. Harari: ¿Qué sucede...? cit. Pg. 74.

J.Lacan: Sem. 23 ‘Le sinthome’. 10/12/76.

" " : Sem. 25 ‘Momento de concluir’. 15/11/77.

R.Harari: Sem. ‘Palabras sin memoria y violencia del lenguaje en psicoanálisis. Mayéutica.2000.

S. Freud: Esquema del psicoanálisis. 1938. AE. T.XXIII. pg. 191.

M. Foucault: Las palabras y las cosas. Siglo XXI de España. Madrid. 1997. Pp. 209 y 245.

 

Volver al sumario del Número 14
Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
www.acheronta.org