Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La vida de lucha de Clodomira Thompkinsons
Gustavo Etkin

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Clodomira me procura porque es una super médica – la Dra. Thompkisons – pero quiere saber quien es Clodomira.

Porque Clodomira sufre.

Sufre, por ejemplo, cuando vuelve muy mal de la pequeña ciudad del interior donde vive su família, que va a visitar una vez por año, en Semana Santa. Sufre porque todos son pobres, desgraciados y, fundamentalmente, ignorantes. Ahí llega con el auto lleno de regalos y con dinero. Y todos esperando su llegada. Sufre por ellos, por verlos asi, carentes. Ella dá lo que les trajo y, como siempre, vuelve arrasada, triste. A veces, cuando me habla de eso, llora.

Respecto a su família, dice que es una mutante. Una mutante que vino solita para la capital, estudió, entró en la facultad. Se recibió de médica.

Dice que la madre no le daba bola a los hijos, que hubo falta de madre. Que al padre lo llama coentro, aquel condimento adicional del cual se puede prescindir. El casamiento entre ellos fué por conveniência.....sin afecto. Pero cuando se recibió de médica, ella realizo el sueño de su padre.

Es una mutante, também, porque – a diferencia de su família interiorana – tiene un gran saber. Está siempre actualizada leyendo revistas como Veja, Isto É, y periódicos. E además de medicina sabe psicoanálisis e filosofia, por lo que una vez me informa que Carlos Marx era un filósofo ruso.

Tiene alrededor de 40 años (no está segura de la edad por un problema que sucedió en el Registro Civil) pero, después de aclararme que la edad biológica es diferente de la edad cronológica, afirma con certeza que por su edad biológica ella es joven. Y continuará siempre joven porque sabe como cuidarse.

La causa de su sufrimiento no es solo la carencia de su família. Es, también, haber pasado 11 años con aquel que llama el otro analista. Se autorecrimina, por eso, como masoquista, lo que durante mucho tiempo fué una de sus principales quejas. El otro analista la llamaba de histérica, le decia que lo queria seducir, que no servia, que estaba equivocada. Le discutia y la cuestionaba. Y también, muchas veces, la hacia esperar mientras se quedaba hablando y riendo con las secretarias. Con él era una lucha constante.

Se fueron delimitando dos áreas de quejas repetidas: la de las secretarias y la de la academia de gimnasia

La academia, dice, es un lugar de guerra, de lucha. Ahí casi todas las mujeres la envidian. No la saludan ni conversan con ella. Le cierran la cara. Porque ella es la mejor. La que mejor hace los ejercícios. Una vez sentió una sensación de triunfo cuando el profesor la hizo pasar al frente para mostrar a las otras como se debian hacer los movimentos. Envidian no solo su capacidad para ejecutarlos sinó también su belleza. Es en la academia que una paciente mía le habla de mi.

Con las secretarias la queja es otra: son todas – siempre – incompetentes. Por eso se ve obligada a hacer todo. Ocuparse de todo. Porque ella es una empresa. –"Yo creé una cosa que funciona: la empresa". Registrada como empresa, tiene muchos convenios. Y también tiene que hacer todo, ocuparse de todo, porque está siempre llena de pacientes. Trabaja mucho, desde la mañana a la noche. Apenas tiene tiempo para almorzar. Continuamente llegan pacientes procurándola, porque ella es muy buena médica. Y asi, con el consultório constantemente lleno de pacientes, no tiene descanso. Por eso habitualmente llega a la sesión quejándose de que está agotada.

A veces comenta que, para ella, la vida – no solo en la academia – es una guerra, una lucha continua , pero de la que sale siempre victoriosa.

Una vez colocó sus cuadros en el corredor del edificio donde está su consultório. Todos, obviamente, muy buenos. El encargado se lo prohibe. Ella dice que es envidia, como en la academia, porque todos os consultórios están vacios, pero el de ella está siempre lleno.

A los ocho años trabajó como moza de recados en un prostibulo. Veia esas mujeres que parecian felizes, sempre sonrientes. Tiene, en su casa, una colección de corsets de ellas. Comenta con indiferencia: - Tal vez me gustaria ser una prostituta como ellas.

Cuando decidió que no podia continuar virgen, solo tuvo una relación sexual, por la que pagó a un hombre que se ofrecia en un anúncio del diario. Fué doloroso y desagradable.. No lo llamó nuevamente porque se dió cuenta que queria aprovecharse de ella. Antes, en un congreso, quando estaba en el auto de un médico por el cual sentia deseo y se presento la possibilidade de coger, comenzó a llorar de miedo y no pasó nada. Es que el contacto afectivo con los otros le dá miedo. Entre ella y los demás hay un abismo.

Es asi que hay dos lugares de trabajo y lucha: la academia y su consultório/empresa. En ambos muestra – y demuestra – que ella es la mejor. En la academia ostentando su belleza y juventud biológica, no cronológica (de vez em quando me informa que son edades diferentes) y saliendo victoriosa en la ejecución de todos los ejercícios. En el consultório, no solo siendo muy buscada por mucha gente como excelente médica, sinó también mostrando a las secretárias como ella siempre tiene que hacer todo - y siempre bien hecho – por la incompetencia de ellas.

Afirma, cada tanto, que la medicina la salvo de la esquizofrenia, de la psicosis. De ser una serial killer. Con el tiempo, dice que tiene dos objetivos en su vida: escribir un libro (que no duda será muy bueno porque ella es una gran escritora) y viajar a Paris.

Al principio me fué fácil recordar las tres alternativas de Freud para la sexualidade femenina. La actitud femenina normal, que toma al padre como objeto, la auto afirmación de su masculinidad amenazada y la que – obviamente – parecia corresponder a las quejas de Clodomira: la renuncia a la sexualidad en general. Asi, Clodomira oscilaria entre una incansable y desafiante posición activa, y la des-sexualização. Posición histérica donde - siempre elogiada - es procurada e desejada por sua beleza e seu saber.

Sin embargo, estaba equivocado. Habia algo extraño en el habla de ella y en la forma como escuchaba mis pocas tentativas de intervención.

Siempre llega con su blanco uniforme de médica. Solo una vez, en las primeras entrevistas, vino con ropa de calle, y pollera muy corta. Fué cuando me dijo que el otro analista le decía que estaba queriendo seducirlo. En la entrevista siguiente se levanto de repente de la silla, y se dirigió al divan. A partir de entonces queda sentada en él, apoyada contra la pared, y mirando siempre para otro lado mientras habla. Su discurso es una extensa holofrase. No hay cortes ni dudas, ni momentos de silencio entre una palabra y otra. Una vez, referiéndose a él, lo llamó de relatório. Me cuesta trabajo entrar. Lo hago a veces repitiendo una palavra que habló poco antes, em voz mas alta para conseguir que me escute. O, diretamente, llamándola primero por su nombre.

Se irrita cuando hago algun juego de palabras. O cuando nombré una actuación: no vió una puerta de vidrio en el gimnasio y la quebró con el rostro, que quedó herido. Solo dije –"quebro la cara", 1 a lo que ella reacionó agresivamente: - "No entiendo lo que, ustedes los psicoanalistas están queriendo decir", para aclararme, a continuación, que el accidente fué por los "malos fluídos y la envidia contra ella en esa academia".

Afirma, cada tanto, que nada es casual. Que todo, cualquier detalle, hasta lo más ínfimo, tiene un sentido. Por eso, para encontrar el sentido de lo que le acontece, dice que hará regresión a vidas pasadas.

Uma vez que me limité a repetir una palabra que yá había dicho, pero en otro contexto, me perguntó irritada: -"¿Por qué está diciendo eso?". Le respondi que era una palabra que ella dijo un poco antes. Entonces me aclaro, agresiva: -"Pero ahora estoy hablando de otra cosa". Y nuevamente comentó respecto a lo que –"ustedes los analistas estan queriendo que la gente piense". Le dije que yo solamente trabajo con lo que ella habla. Me respondió: -"Entonces, déjeme hablar". Tenía razón. Es lo que hice. Mis intervenciones pasaron a ser mínimas, en general, repetir lo que poco antes ella misma habia enfatizado y, sobretodo, dentro del mismo contexto semántico.

Con el tiempo pasó a llamar al relatório de confesión. Y cuando confiesa a veces llora. Es cuando dice que precisa afecto y sexo. Comienza a referirse a situaciones en las que, al princípio, tiene certeza que un hombre la desea, gusta de ella. Despues se aleja o no actua como ella espera. Entonces llora y dice que sabe que "intimida a los hombres porque la ven tan bonita y con todo ese saber que tiene". Por eso es que, con miedo de ella, de diferentes maneras, terminan alejándose.

Pienso que también tiene razón cuando dice que "la medicina me salvó de la psicosis". Aunque prefiero, al respecto, no decir que la medicina la estabilizó – psicológica, tranquilizante y ajustada palabra - pero si que la delimitó en la organización de sus inconmovibles certezas. O sea, que le permite una inserción social de sua estrutura paranóica.

Pero entonces, me pregunto dos cosas:

Respecto a la primera pregunta, la respuesta podria estar en la modalidad, la forma en que acepta mis pocas intervenciones; que le prueban, demuestran, que su palabra queda. Es recordada. Se transforma en letra en mi memória. Sobretodo, las palabras que expresan sus certezas. Mi memória, asi, es una hoja de papel donde las vuelve a encontrar. No me supone un saber. El saber, es ella que lo tiene en las palabras con las que confirma su certeza de que la causa de la falta que siente (de afecto, de sexo) no es por lo que no tiene, sinó por el exceso y perfección de lo que tiene.

Respecto a la segunda, no se que responder. Tal vez, otra manera de organizar sus certezas por la que no precise de mi para recordarlas. Que me pueda metaforizar, substituir como una hoja de papel por otra. Que le permita quejarse menos, escribir un libro y hasta ¿ir a Paris?.

(Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)

Notas

1 "Quebrar la cara", dicho popular brasileño, metáfora de tropezar sorpresivamente con algo evidente que hiere el narcisimo y cuestiona alguna certeza.

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
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