Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
De la cosa como causa al objeto "a" como causa
Ricardo Diaz Romero

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Una vez más, he podido armar las consecuencias de algunas reflexiones referidas a mi práctica, suponiendo a estos "algunos otros" que se constituyen con la convocatoria que seguimos llamando RLP, esta vez de Recife.

I : Una referencia fundamental:

A los fines de proponerlo como una referencia fundamental para estas reflexiones, he dibujado, este recurso topológico que nos fuera ofrecido por la enseñanza de Lacan como el "doble bucle", la "doble vuelta", el "ocho interior".

II : Dos relatos:

Comienzo el desarrollo de mi propuesta leyendo dos relatos testimoniales. El primero es el de un sueño: 3

"...; y no ha dejado de visitarme, a intervalos unas veces espaciados y otros continuos, un sueño lleno de espanto.

"Es un sueño que está dentro de otro sueño, distinto en los detalles, idéntico en la sustancia. Estoy a la mesa con mi familia, o con mis amigos, o trabajando, o en una campiña verde: en un ambiente plácido y distendido, aparentemente lejos de toda tensión y de todo dolor; y sin embargo experimento una angustia sutil y profunda, la sensación definida de una amenaza que se aproxima.

"Y, efectivamente, al ir avanzando el sueño, poco a poco o brutalmente, cada vez de un modo diferente, todo cae y se deshace a mi alrededor, el decorado, las paredes, la gente; y la angustia se hace más intensa y más precisa. Todo se ha vuelto un caos: estoy solo en el centro de una nada gris y turbia..."

El segundo relato - que ilustrará, como veremos, el otro extremo de un análisis -, es el testimonio de una experiencia de goce estético padecida por un pintor 4 que habría estado en la tarea de descuartizar el "Autorretrato" de Miró, que habría transitado el tiempo que le demandó tomar las diferentes partes, cortarlas siguiendo las líneas, los cortes, los pliegues indicados por el autor. Que habría disecado, en sus ejercicios, los diferentes planos, la carne los huesos, la linfa, la sangre, hasta que se tornaron en una serie de dibujos ante los cuales, en un momento, este pintor encuentra que ocurre otra cosa, y de ese instante testimonia lo siguiente:

"De este modo, a fuerza de chocar, rebotar de una forma a la otra, de un código a otro, de un sistema al otro, estamos ,finalmente comprometidos compartiendo las delicias de la conversación con Miró, en el goce optimista y alegre de una erótica de los pasajes.

"De pronto, de contemplador heme aquí contemplado por mis dibujos (...) Aproximación, comprehensión, incorporación – un modo de contornear, de reunir y de dar una doble vuelta a los desordenes de una energía pulsional destinada quizás a sublimarse en la operación de transformación.

"Lo que no cesa de sorprenderme es el punto de culminación – este momento en que los progresos bastante lentos hacia la fusión deseada tornan a girar violentamente. Cuando dos pies, dos manos, el cuerpo todo entero arman un núcleo irreductible.

"El contacto es con una despedazadora y dulce violencia – es una vibración colorida, "un porta impronta", aún tibia por esta intensidad que ha hecho vibrar mi cuerpo de tal modo que aún vibra largamente, como en la insuperable modorra de después del amor."

III – Las dos vueltas del retorno

En el primer relato, es decir en el testimonio ofrecido por un literato sobre ese "sueño dentro de otro sueño", está esa insistencia que nos indica sin forzamientos que pueden leerse allí las dos vueltas del ocho interior, ese que he dibujado como recurso topológico para hablar de la repetición, de la doble vuelta del retorno.

En la primera de estas dos vueltas, podemos seguir el vector que se va constituyendo con el intento de cerrar una escena confortable y redondita. Así, hasta el momento en el que el vector desaparece en esa "interioridad-externa", en esa "extimidad", restando como efecto en una sensación, primero de angustia y luego de una presencia amenazadora que se aproxima y que, en el instante siguiente, irrumpe desde ese exterior íntimo bajo una forma de la que me animo a decir que no estaría lejos de aquello que Lacan, en el Seminario "La ética del psicoanálisis", introdujo como das Ding. Es decir, eso que él mismo nombra como: "un pequeño detalle del texto freudiano que fui a pescar en el Proyecto" 5; y que también en el extremo del pensamiento freudiano (Más allá del Principio del Placer) se vuelve a encontrar como "das Ding: eso que puede preferir a la muerte (...), el mal"; pero que a su vez es centro del desarrollo psíquico 6, y "es el núcleo mismo de la maquinación humana" 7. El primer relato, insisto, ilustra este encuentro.

Considero que, efectivamente, fue un pequeño hallazgo en el texto freudiano, pero dentro del contexto que le diera una extensa lectura de la conferencia de Heidegger llamada, precisamente: das Ding.

En el segundo relato, se podía escuchar el testimonio de una experiencia que me atrevo a nombrar como de goce estético, propiamente padecida por un pintor en el momento en el que de contemplador pasa a quedar contemplado por sus dibujos.

También a este relato podemos leerlo en la vectorialidad que escribe el ocho interior: "un modo de contornear, de reunir y de dar una doble vuelta...", la doble vuelta de la repetición. El primer tramo del giro tiende, contorneando, a la reunión, a la fusión. A continuación el vector pasa a la interioridad-externa, hasta llegar a constituir un núcleo irreductible, y desde allí torna violentamente haciéndose presente en un encuentro que resultará muy otra cosa que das Ding.

La resultante será ese contacto que lo sume en un despedazamiento – como en el segundo giro del otro testimonio -, pero, como dice a continuación el relato, de una dulce violencia, de un goce, estético lo he llamado, y que, evidentemente, no es desexualizado como se supone al goce de la sublimación freudiana. El relato dice que la dulce violencia no fue ajena al goce en el cuerpo con el que estaba gozando.

IV – La diferencia en la clínica: angustia y goce

Espero haber podido transmitir una diferencia: la diferencia entre estos dos modos de presentificación del retorno en la repetición: me refiero a la diferencia clínica entre angustia y goce, es decir la diferencia en la efectuación de ese efecto que llamamos el sujeto dividido.

Insisto en que el primer relato, el del testimonio del sueño, podría ser una ilustración del encuentro de Lacan con das Ding; en tanto que el segundo podría constituir una buena ilustración de otro encuentro: aquel que Lacan nos transmitiera mediante la invención del objeto ´a ´, como mirada, que es de lo que se trata en este relato.

Ahora hago un giro al decir que ambos relatos también podrían ser – y aquí les solicito licencia poética - la tentativa de hacer una clínica de dos tiempos en un análisis: el tiempo de los comienzos de un análisis y el tiempo de los finales del mismo.

En el análisis al que me refiero, en esos tiempos del comienzo, tanto en las producciones escritas, en la relación con otros e incluso en los sueños se reiteraban encuentros con algo que, tal como en el sueño relatado, nombraría como del orden de ese das Ding de Lacan en el Seminario VII: lo peor, la malignidad. Pero al mismo tiempo, ese das Ding se rebelaba ante cualquier intento de sostenerse en una unificación, revelándose por esto mismo en su estatuto de causa del deseo, de instaurador de un saber sobre la división subjetiva: tanto por hacerla presente cuanto por constituir (por vía de la carencia) la función del objeto; incluso trayendo consigo una suerte de nostalgia que hacía comprender porqué Freud habló de re-encontrar un objeto originariamente perdido.

En esos primeros tiempos, bajo este modo angustiante de la repetición se constituían los mojones para situar las diferentes funciones y formas de lo que llamamos la alteridad.

Esto era lo que llamé los primeros tiempos de un análisis.

Hago otra vuelta y vamos a los últimos tiempos: en esos últimos tiempos, el estatuto de causa del deseo se producía en un retorno bajo el modo de eso que Lacan llamara: "mi único invento: el objeto ´a´ ".

En esos últimos tiempos incluso lo que se decía como del orden del horror no era dicho en tanto das Ding, sino que constituía otro orden, extraño - es preciso decirlo -, de un caos contorneado y extrañamente organizado en escenas con el recurso de tornar visible, allí, al objeto ´a´, por la posibilidad de depositar, de declinar allí su mirada. Pasando así, si parafraseamos, de contemplador a contemplado.

V - Qué es inventar un objeto :

Damos otro giro, otra vuelta para retornar al Seminario VII, donde Lacan, al final de una sesión del mismo dice 8: "quisiera mostrarles qué es inventar un objeto, un objeto en una función especial que la sociedad pueda estimar, valorar y aprobar". Y cuenta, entonces, que en ocasión de visitar a su amigo Jacques Prevert - y eran los terribles tiempos de la guerra -, éste lo puso ante una decoración que había realizado vaciando numerosas cajitas de fósforos a las que colocó, abiertas, una a continuación de la otra realizando de esta suerte una ornamentación que, según sus palabras, alcanzaba el efecto de lo bello.

En este punto invito a que demos otro giro para encontrarnos, otra vez, con la enigmática afirmación de Lacan que dice: mi único invento: el objeto ´a´. Ante ella tendremos dos caminos: Uno, el camino de decir que esta afirmación es falsa en la medida el que sabemos que, efectivamente, hubo otros inventos del maestro, como "su" real, por ejemplo. Y otro camino que consistiría en suponer algo que la hace verdadera, y eso es lo que, para terminar, quisiera proponer con una hipótesis.

VI – Una hipótesis:

Mi hipótesis sería que en el análisis de un analista - además de haber pasado por los encuentros del retorno bajo los diferentes modos que, sin pretender ser exaustivos, podríamos enumerar como: das Ding, las formaciones del inconciente, la angustia, las vacilaciones y atravezamientos del fantasma, la caída del SsS9 -, también estaría la posibilidad del encuentro con una forma de retorno en la repetición como aquella que a Lacan lo llevó a inventar el objeto ´a´. Pasar por este instante implicaría poder realizar – de parte de cada analista – "mi único invento".

De este modo, el analizante devenido analista, en cada análisis, podría acompañar a su analizante hasta el punto de poder inventar un objeto, un objeto en una función especial que la sociedad pueda estimar, aprobar y valorar y seguramente, este objeto será, a su vez, "mi único invento", dicho así, con el pronombre posesivo de la primera persona , en cada caso.

Mi único invento será lo que puedo, como analista, ofrecer a mis analizantes para llevar un análisis hasta el final.

Esto podría ser un modo de decir que la abstinencia recomendada por Freud no es de ningún modo neutralidad del analista, sino solamente el estar advertido de esta responsabilidad, la responsabilidad de inventar un objeto, de hacer esto que he llamado "mi único invento" para poder ofrecer a los analizantes.

Les agradezco la atención que me permitió desplegar este planteo y los invito a discutir sobre el mismo.

(Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)

Notas

1 1 Italia 140 – 2000 – Rosario – Argentina – T: 00-54-341-4250805 / 4243625 – E_mail: diazromero@infovia.com.ar

2 (Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)

3 P. Levi – La tregua -

4 F. Rouan – Le souffle de la petite plume – Pleine Marge – Nº 18 – Décembre 1993 – p. 28.

5 J. Lacan – Seminario VII – Paidos – p. 125.

6 Idem – p. 128/9.

7 Idem – p. 130.

8 J.Lacan – Seminario VII – Paidos – p. 140.

9 Se podría incluir aquí lo que Isidoro Vegh llamó, en la RLP de Gramado, Brasil, "Las exausciones del Otro".

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
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