Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Reflexiones sobre la procreación médicamente asistida en el fin del milenio
Diego Nin Pratt

 

Acto sexual, fecundación, procreación, gestación, paternidad y maternidad

Estos términos han adquirido una significación diferente, a la luz de la bio-tecnología desarrollada y puesta en oferta en los últimos veinte años. Fácilmente podemos informarnos sobre estos logros espectaculares; podemos también observar por TV los procedimientos: ambiente de moderno laboratorio, túnicas blancas, instrumental complejo, manipulación científicamente controlada del enigma del origen de la nueva vida; luego un bebé recién nacido, normal, igual que cualquier otro. Un conjunto de signos que nos habla de un nuevo éxito de la ciencia en beneficio de las parejas infértiles de nuestro tiempo. Algo nunca visto. Y entonces pensamos qué afortunadas son las parejas infértiles en la actualidad, a quienes la ciencia brinda tantas posibilidades para resolver su problema; y pensamos también qué pena por las parejas de generaciones anteriores que no tuvieron estas posibilidades.

Ahora bien ¿es realmente tan así? ¿Acaso es esta, en cualquier caso, la mejor de las épocas posibles para padecer infertilidad? ¿Qué enseña la experiencia y el testimonio de cientos de parejas de nuestro tiempo que han recurrido a estos servicios? ¿Es mejor ahora que antes? No es fácil responder. Sin lugar a dudas hay éxitos de las técnicas. Hay parejas que logran procrear gracias a ellas, y sus vidas cambian. Sin estas técnicas a muchas de ellas les hubiera resultado imposible procrear. No pueden más que estar agradecidas.

Pero eso no es el todo: para la enorme mayoría son experiencias muy dolorosas, desgastantes, cargadas de consecuencias emocionales. Para algunas personas llega a ser algo devastador. Las que hablan públicamente son las que tuvieron éxito. Las otras, que son amplia mayoría, callan.

Quisiera plantear claramente que estoy a favor del desarrollo y la aplicación de las técnicas médicas de procreación asistida. Me propongo reflexionar con ustedes sobre ciertos aspectos problemáticos de las mismas, con el objetivo de que se beneficien los pacientes, que en última instancia es lo que verdaderamente importa.

Somos contemporáneos del desarrollo de nuevas tecnologías que han transformado las posibilidades de reproducción humana hasta límites hace poco impensables, propios de la ciencia ficción. Inseminaciones artificiales,

GIFT, ZIFT, donación de esperma, donación de ovocitos o de embriones, fertilización in vitro (FIV), ICSI, crioconservación de esperma y de embriones, la posibilidad de alquilar úteros etc. ; y últimamente el espectáculo de las célebres ovejas clonadas. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que veamos humanos clonados? Tal vez ya los haya. Como dijo alguien, lo que se pueda hacer se hará.

Esta bio-tecnología ha descompuesto la aleación natural de erotismo, acto sexual, fecundación, gestación, paternidad y maternidad; nuestra manera de concebir la filiación está siendo sacudida en sus cimientos. Los elementos discretos componentes de esta aleación natural pueden ser manejados a gusto y por separado, y pueden ser combinados para responder al pedido o a las necesidades de cada situación particular de infertilidad. Pero también para personas o parejas no estériles.

Digamos desde ya algo que no por evidente todos lo hemos necesariamente comprendido: esta bio-tecnología no es en esencia una terapéutica, ya que luego del nacimiento de un bebé producto de una FIV, por ejemplo, la esterilidad no está curada; se trata de una nueva forma de procreación, la procreación médicamente asistida (PMA) 1.

Un poco de historia 2

Los intentos de inseminación artificial en humanos comenzaron hace más de cien años. La historia de la FIV comenzó por 1878, pero a partir de experimentos con animales, aparentemente por pura curiosidad referida a la reproducción de los mamíferos. ¿Podía un óvulo ser fertilizado fuera del cuerpo, es decir in vitro? Y si era fertilizado ¿podía continuar su desarrollo?¿Podía ser transferido a otro animal y continuar su desarrollo en el útero adoptivo?

Hubo muchos fracasos en las experimentaciones de este tipo con animales. Pero en la década de los 30` Gregory Pincus, investigador de Harvard, tuvo éxito en la operación, aunque no se trató estrictamente de una FIV, sino de lo que hoy conocemos como GIFT, ya que mezcló los gametos y los transfirió a las trompas, donde se produjo la fecundación. No transfirió embriones, pero las crías tenían las características genéticas de la madre que aportó los ovocitos y no de la que gestó.

En 1932 ocurrió un acontecimiento literario. El escritor inglés Aldous Huxley publicó su famosa novela "Brave new world", traducida al español con el título "Un mundo feliz". Allí describe la técnica de la FIV tal como la conocemos actualmente, con la diferencia de que la ciencia aún no ha podido desarrollar la técnica que permita transcurrir todo el proceso de gestación in vitro. ¿Podrá? Creo que nadie se atrevería hoy a negarlo categóricamente. Huxley le llamaba "exogénesis".

En el prefacio a la reedición de 1950 decía este escritor inglés:

" Un libro sobre el futuro solo puede interesarnos si sus profecías pueden ser concebidas como factibles de hacerse realidad".

Algunas de estas profecías anunciadas por Huxley se han convertido en realidad, al menos en parte; ya que finalmente la proeza científica del nacimiento de un bebé por FIV se produjo en Inglaterra en 1978, la famosa niña Louise Brown, que los medios de masas llamaron "el bebé de probeta". Los doctores Edwards y Steptoe debieron trabajar diez años antes de que los diversos aspectos del sistema de FIV estuvieran listos para funcionar satisfactoriamente, y aun así fueron afortunados, ya que habían fracasado en más de cien intentos. La técnica estaba lejos de haber sido puesta a punto.

Al día de hoy se llevan realizadas en el mundo cientos de miles de procedimientos de FIV. En USA, por ejemplo, nacen cada año cerca de 6000 niños por técnicas de reproducción asistida; más de 3200 se deben a FIV, según datos de 19953.

El punto más alto de esta tecnología es la ICSI , la inyección del espermatozoide en el citoplasma del ovocito, que hace posible la procreación en casos de parejas o personas hasta hace poco absolutamente estériles. Esta técnica se desarrolló primero en Norfolk, USA, a fines de los años 80’, pero sin éxito. El primer nacimiento de un niño como resultado de una ICSI ocurrió en Bruselas en 1992.

¿Qué ha hecho posible esta nueva bio-tecnología?

Este conjunto de avances bio-tecnológicos en reproducción humana abre la posibilidad, a través de una oferta de servicios, de manejar los componentes naturales a discreción. Allí donde antes estaban ligadas indisociablemente la erótica del acto sexual con la procreación, incluyendo fecundación y gestación, la adopción era la única alternativa de cambio para la pareja con problemas reproductivos. Hoy en día tenemos las siguientes posibilidades, hablando solamente de parejas

heterosexuales. Veamos. Las parejas podrían:

1) Procrear y gestar ambos: con los gametos de la pareja hacer una inseminación artificial o una FIV.

2) Procrear ambos sin gestar: la pareja aporta los gametos pero gesta una mujer a quien se alquila el útero.

3) Procrea uno de los dos en la pareja y gesta: con donación de ovocitos o esperma, uno de ellos procrea y la mujer gesta.

4) Procrea uno sin gestar: uno de la pareja aporta sus gametos, el otro gameto es de donante y gesta una mujer que alquila útero.

5) Gestar sin procrear: la pareja recibe donación de gametos o de embriones.

A esta combinatoria podrían sumarse otros factores que harían más complejo aún el panorama, como el de usar esperma o embriones congelados luego de que la pareja se haya separado, o incluso que uno de ellos haya muerto. O el retraso del reloj biológico con tratamientos de hormonas, que hace posible a una mujer de sesenta años gestar con ovocitos donados. O los casos de donaciones de gametos entre familiares, hermanos y aun entre padres e hijos.

En fin, muchos factores difíciles de enumerar, seguramente infrecuentes, es verdad. Pero desde que existen las posibilidades siempre encontraremos algún caso, y no estamos en condiciones de predecir eventuales auges de demandas específicas de estas " rarezas". Por ejemplo, que en Uruguay haya sido hasta ahora estadísticamente irrelevante el número de solicitaciones de inseminación artificial de mujeres solas o de parejas lesbianas, no asegura nada que sucederá lo mismo en los años venideros. En estos tiempos de profunda transformación de nuestras sociedades estos números podrían modificarse rápidamente. En los hechos ya han comenzado a cambiar.

Por otra parte, si atendiéramos a las posibilidades de combinación de procreación y gestación en parejas homosexuales de mujeres, las posibilidades serían mayores aún. Bástenos como ejemplo el de una pareja que pedía extraer ovocitos de una para fertilización con donante anónimo y transferir los embriones a la otra. Una procrea y la otra gesta. ¿Cuál es la madre? La pregunta suena absurda. La bio-tecnología de la procreación médicamente asistida hace tambalear las categorías seculares de la filiación.

¿Porqué nos interesa todo el espectro de posibilidades? Nos interesa lo que se ha hecho posible porque toma la forma de un discurso público, el de la medicina, con todo su prestigio, que impacta de manera significativa nuestro imaginario colectivo e induce, en parte, una demanda de asistencia a través de su oferta de servicios.

La inducción de la demanda

Ahora bien ¿deberíamos pensar que esta oferta de servicios en procreación médicamente asistida, con todas sus posibilidades, es simplemente la respuesta a una demanda ya establecida del público? ¿Acaso la oferta no genera también la demanda? ¿Cómo es la relación oferta-demanda en la prestación de servicios en este campo?

El embarazo no llega por sí solo y casi inmediatamente se piensa en la infertilidad. Es posible acudir a estos nuevos servicios creados para captar ese malestar en la procreación en forma de demanda. Porque difícilmente puede dejarnos indiferentes el fascinante espectáculo de las imágenes que muestran el momento de la fecundación, o más aún cuando esa fecundación es realizada por el especialista con la microinyección. Es cuando el médico, con su triunfante técnica, doblega a una naturaleza rebelde, desviada, insuficinte. Es el milagro de la técnica. Como escribe Marie Magdeleine Chatel:

"Se volvió posible hacer un hijo al margen del sexo, al margen del cuerpo, en desafío a las leyes del deseo y el sexo, hacer el hijo alucinado, el hijo imposible, con toda legitimidad. La FIV realiza hoy ese desafío lanzado a la opacidad enigmática del cuerpo sexuado que nos estorba "4

Este discurso de la ciencia médica, poblado de imágenes altamente cargadas de significación, induce la demanda más allá de los resultados estadísticamente comprobados, por lo demás asombrosamente bajos en comparación con el prestigio de que gozan. Los resultados en términos porcentuales no se ocultan, los médicos los plantean con total honestidad, las parejas los conocen, pero esto no cambia nada: es su oportunidad.

La oferta de servicios para procrear podría entenderse como el complemento necesario, en los años 80` y 90`, de lo que fue el impacto en los años 60`y 70`de la introducción de la píldora anticonceptiva, y de la legalización del aborto en varios países. Se espera que la medicina logre hacer tan fértiles a las mujeres como había logrado hacerlas no-fértiles artificialmente desde la década de los 60`. Se espera el control médico absoluto de la fertilidad-infertilidad.

Se presenta a menudo como un saber sobre el cuerpo como máquina biológica, capaz de dar solución a todos los problemas de "ausencia de embarazo", dislocando la fecundidad del campo del deseo y reduciéndolo casi todo a un asunto de encuentro de sustancias.

La procreación es el núcleo de esta clínica

¿Dónde está el núcleo de esta clínica? La experiencia muestra que el núcleo, es decir el punto clave, de esta clínica es la procreación. La posibilidad de crear vida. No hay dudas, las demandas son por dificultades en la procreación. Las parejas quieren procrear, o saber si pueden hacerlo. Si no pueden gestar igual hay que procrear, o procrear uno de ellos. Y si no se puede procrear al menos se podría gestar.

Este punto clave de la experiencia humana del deseo que llamamos procreación es algo que debemos distinguir del deseo de practicar la maternidad o la paternidad en el sentido ocupacional de la expresión, cosa que bien puede hacerse a través de una adopción. No es lo mismo procreación, que gestación, que maternidad o paternidad. Incluso hay embarazos "casuales" que solo tienen la función de probar en lo real la capacidad procreadora de una mujer, y están destinados de antemano a no llegar a ser hijos jamás. La práctica de la maternidad por la adopción no recubre este registro de la subjetividad que es la procreación. Cuando el deseo es procrear, adoptar es pasar a otra cosa.

El acto de procrear ocupa una función vital en la subjetividad, y no podemos reducirlo al deseo de continuarse, de prolongarse en un hijo, o de transmitir el apellido, o el patrimonio genético; tampoco podemos reducirlo a las necesidades de las identidades masculina o femenina, al género, si bien todo esto está en juego. Porque una persona que ya ha procreado y tiene a sus hijos también puede desear procrear a cualquier precio y por encima de cualquier opción, en determinadas circunstancias de su vida. El acto de procrear muestra al sujeto comprometido en su deseo entre la vida y la muerte, en la potencia creadora de la vida. Es algo diferente de ser padre o madre, no necesariamente van juntos, y la tecnología permite hoy que eso pueda hacerse de diferentes maneras.

Cuando alguien es tomado por lo que podríamos llamar "el furor de procrear" puede no hallar límites de ningún tipo. Un hombre joven me dijo cierta vez que estaban pensando adoptar un bebé con su mujer, porque sabía que muchas parejas que lo hacen luego logran el embarazo espontáneamente. A continuación agregó: "Cuando eso suceda devolveremos al adoptado".

El caso más impactante que conozco, en lo que refiere al furor de procrear, es el que relatan el periodista argentino Rolando Hanglin y su esposa Marta Ibáñez en su libro testimonial "Esperanza por encargo"5. Un hombre desea procrear, con cualquier mujer, como sea y al precio que sea. Quiere tener un hijo varón para ponerle el nombre de su padre muerto. Vemos allí de manera radical la función del deseo entre la vida y la muerte, el intento de resolver una situación de duelo. En mi opinión, se trata de un excelente material clínico.

Riesgos de la prácticade la PMA

1) Tratar toda demanda de un hijo como un síntoma médico

En mi opinión, uno de los riesgos que entraña esta clínica de las PMA es la de responder en todos los casos a la demanda de los consultantes en el mismo registro. Es decir que ya se trate de parejas con esterilidad médicamente comprobada o no, la respuesta sea siempre la misma. Siguiendo esta lógica, bastaría el simple dato de que hay "falta de embarazo" durante un lapso que podría variar según el criterio de cada médico para hacer pertinente la escalada de técnicas, de las más simples a las más complejas, de las más baratas a las más caras, en el supuesto de que por más compleja y más cara es más efectiva.

Me estoy refiriendo a todos esos casos, que son mayoría en las consultas, llamados de "esterilidad por causas desconocidas", "esterilidad psicógena", "esterilidad enigmática"; casos donde no hay razones médicas o también donde los obstáculos no son irreversibles y definitivos, son relativos y no impiden el embarazo por vía natural sino que lo hacen menos probable en términos estadísticos.

El riesgo sería entonces responder rápidamente al dato "falta de embarazo" con un "yo le hago el bebé", obturando la posibilidad de despliegue de la demanda entendida como una pregunta que pide ser articulada por el sujeto. Esa pregunta casi siempre lo implica en relación a su cuerpo sexuado, a la feminidad, a la madre, al padre, a la muerte. Unicamente si esa demanda es escuchada como demanda de otra cosa, y no como la de un objeto a dar, habrá una oportunidad para el sujeto en relación con su deseo. Hay numerosos ejemplos de embarazos espontáneos, sin tratamientos, luego de las primeras consultas. Diferentes autores llaman la atención sobre estos acontecimientos sutiles, por eso mismo difíciles de convertirlos en datos estadísticos.

Ahora bien, como dice M.M. Chatel, precisamente "esta demanda se dirige a un lugar que, por haberse presentado como ofreciendo la solución, no puede tratarla como demanda que entraña un deseo"6. Usted quiere un hijo y no lo logra: de acuerdo, nosotros se lo daremos. En la mayoría de los casos se pierde la posibilidad de responder adecuadamente a la demanda por la propia lógica del dispositivo y porque rápidamente los consultantes se adhieren a esta forma de tratarla, y hasta incorporan conocimientos y asimilan el lenguaje técnico. Es el riesgo de "tratar toda demanda insistente de un hijo como un síntoma médico"7.

Cuando no existe un diagnóstico médico de infertilidad ¿es imprescindible que el especialista responda a la demanda de esa manera ? ¿Hay acaso otras posibilidades? La palabra demanda en lengua francesa, "demande", significa demanda, pedido, pero también pregunta. Unicamente no respondiendo al pedido inmediato de un hijo puede surgir en cada caso la pregunta, es decir qué está en juego para el sujeto más allá de lo que está pidiendo.

2) La cinta transportadora fuera de control

Tal vez sea este aspecto el más común y el de mayor riesgo en la clínica de las PMA. En los casos más extremos las consecuencias psicológicas pueden llegar a ser graves.

Me parecieron muy ilustrativas las imágenes que nos da Patricia Irwin Johnston en un artículo8 en el que habla de su experiencia personal como paciente de infertilidad y de su trabajo posterior con las parejas. Dos imágenes que resumen la experiencia dolorosa de tantas parejas.

La primera es la del muñeco inflable al que se le coloca un peso en la base, de tal manera que se le puede golpear y tirarlo violentamente al suelo: no hay problema, inmediatamente el muñeco vuelve a estar de pie, listo para recibir un nuevo golpe. Creo que nosotros les llamamos tentempié. La segunda imagen es la de la cinta transportadora fuera de control.

La experiencia muestra que existe un riesgo importante de que las parejas que llegan desesperadas y confiadas a la consulta especializada, sin saber en qué están a punto de embarcarse, sigan este amargo camino del muñeco golpeado sobre una cinta transportadora fuera de control y a gran velocidad.

Con escasa o nula preparación pueden verse llevadas por la cinta transportadora de la infertilidad, moviéndose rápidamente de un especialista a otro y a otro, a un laboratorio, a una clínica y luego a otra, a consultas en otros países, a internet etc. No hay final previsto. En cada lugar que la cinta se detiene pueden surgir nuevos diagnósticos o nuevas opciones que producen desvíos como los de las vías férreas; cambia el rumbo pero la cinta continúa andando. Y en cada una de esas estaciones nadie nota jamás que la cinta transportadora se mueve fuera de control. Nadie sugiere que la cinta debe detenerse para bajarse y evaluar si vale la pena seguir intentándolo. Todos suponen que si las parejas están en eso es porque lo tienen muy claro y está todo bajo control. Al fin y al cabo son adultos responsables que saben lo que quieren.

3) Un discurso que excluye lo imposible

Hasta un pasado muy cercano las parejas infértiles poco podían esperar de los médicos. Sufrían su problema y lo aceptaban como irremediable. Otros tal vez depositaban sus esperanzas en Dios, y recurrían al cura o al pastor. Podían tener fe y esperar, pero en la práctica las únicas alternativas posibles eran la adopción o la resignación a una vida sin hijos. Es decir que en materia de procreación y gestación nada había que hacer. Esto hacía más fácil aceptarlo como imposible y facilitaba el pasaje a otra cosa, otra alternativa, otro proyecto. Pensemos además que las parejas tenían sus hijos en edades más tempranas que en la actualidad. Esto hacía posible un cambio de proyecto, por ejemplo para una adopción, cuando las parejas eran aún jóvenes. Era una opción relativamente rápida y muy barata.

Por el contrario, existe hoy una contradicción intríseca entre el discurso y la práctica de las PMA. Por un lado existe un discurso de oferta de servicios prestigiado por la ciencia que casi excluye la categoría de lo imposible. Siempre se puede hacer algo para procrear o para gestar, siempre hay chance, siempre se puede hacer un nuevo intento de lo mismo o probar con otra cosa. Mientras hay posibilidad teórica hay esperanza, y esto mantiene andando la cinta transportadora fuera de control. Pero por otro lado los resultados estadísticos de las PMA son demasiado bajos. Las gran mayoría de las parejas no logra procrear. Esta contradicción puede tener efectos enloquecedores, especialmente para las parejas que están exclusivamente jugadas a procrear y no pueden abrirse a otros proyectos. Para algunas parejas es, precisamente, esta posibilidad de que " siempre hay chance" lo que ha hecho esta época la peor de las épocas posibles para padecer la infertilidad. ¿Cuándo detenerse y cómo? Porque el padecimiento del que sufre de infertilidad junto con el prestigio científico de la PMA y sus espectaculares logros, pueden llevar a la pareja a abdicar del control de los tratamientos y las opciones a seguir. En muchos casos esto significa que las parejas renuncian literalmente al control de sus vidas. Abdican en favor de los médicos especialistas. Procrear, si, pero ¿a qué costo subjetivo y económico? Procrear, si, pero ¿con cuáles posibilidades reales?

4) Exito = bebé en casa

¿Cómo evaluar éxitos en la práctica con los problemas de infertilidad? ¿Cuándo es exitosa una pareja en la resolución del problema de infertilidad? La más obvia medida de resultados es comparar los intentos efectuados con los casos de embarazos llevados a término que culminan con un bebé saludable en casa. Considero un riesgo, tanto para los médicos como para las parejas, manejar como criterio exclusivo de evaluación la ecuación exito = bebé en casa.

Porque bien puede haber otras maneras de evaluar el éxito o no del resultado de las consultas. Las parejas podrían evaluar desde otra perspectiva. Puede ser positivo para algunos saber que no hay infertilidad en el sentido médico, o cuál de los dos tiene el problema, o saber cuáles son sus posibilidades. O pueden considerar un logro que se les haya ayudado a detener la cinta transportadora de los tratamientos y a tomar mayor control de la situación, hacer pausas para mejor decidir qué opciones tomar y qué opciones no tomar, incluso decir basta y detenerse. Para muchas parejas esto puede ser decisivo en sus vidas; es lo que puede permitirles pasar efectivamente a otra cosa, luego de poder asumir que para ellos es imposible seguir en eso. Pueden llegar a comprender que una cosa es que en el discurso de las PMA no haya casi imposibles, pero otra cosa muy distinta es enfrentarse a qué es posible y qué es imposible para uno mismo.

Médicos y psicólogos en la clínica de las PMA. El problema de la transferencia.

¿Porqué somos llamados los psicólogos y psiquiatras a ocupar un lugar en la clínica de las PMA? ¿Porqué los especialistas en infertilidad insisten en la necesidad de una atención psicológica? Es que hay sufrimiento, angustia, depresión, ansiedad.

Esto es tan cierto como inevitable.

Los especialistas proponen una manera de trabajar que los libere de la pesada carga subjetiva de los pacientes en consulta. Se establece así una división de las aguas que pretende que el médico se ocupe exclusivamente de las sustancias del cuerpo biológico, mientras el psicólogo trabaja con el sufrimiento de la pareja debido a la infertilidad y al estrés de los tratamientos. Habría entonces dos lugares bien definidos: uno para tratar el cuerpo y otro lugar para tratar la psiquis doliente.

Es la división que nos llega desde la antigüedad griega, el cuerpo para el médico y el alma para el filósofo.

Ahora bien ¿es operativa en la práctica esta división? ¿Porqué los pacientes manifiestan, en términos generales, tanta renuencia ante la posibilidad de concurrir a la consulta psi? La experiencia muestra que muy rara vez lo piden, y los que concurren suelen hacerlo porque el médico los envía, y ellos confían en él. No concurren por iniciativa propia. El médico se muestra sensible, abierto y comprensivo, percibe el sufrimiento y da su prescripción: busquemos un paliativo, vaya a hablar con un psicólogo, eso irá en beneficio suyo y del tratamiento. Pero las parejas normalmente se niegan. Malestar en los técnicos: no funciona la lógica de la consulta médica por especialidad que dice "a tal problema tal especialista". El pasaje del médico al psi no responde fácilmente a ese funcionamiento.

Para muchas parejas resulta relativamente simple, si tienen los medios, consultar a otros especialistas en infertilidad, incluso subirse a un avión e irse hasta Norfolk, USA. Sin embargo, nada quieren saber de una consulta a un psi aunque esté a su disposición.

En mi opinión esta situación es producto de un malentendido básico que consiste en no plantearnos de manera adecuada el problema de la transferencia, en el sentido psicoanalítico del término. No deberíamos considerar la transferencia como un detalle accesorio o secundario de esta práctica, pasándole de costado. La transferencia es a la vez el motor y la estructura que marca las posibilidades y los límites de esta práctica.

La transferencia está jugada al médico porque es en su figura que nuestra cultura localiza de manera predominante el saber sobre el cuerpo biológico y sus disfuncionamientos. La transferencia es al saber de los médicos especialistas, quienes no solamente saben sobre el tema sino que también saben hacer, saben intervenir sobre el cuerpo. Es por ello que la demanda es dirigida al médico especialista en infertilidad. Esta demanda dice algo así como "quiero procrear, arrégleme lo que funciona mal en mi cuerpo, y si no tiene arreglo procúreme otras opciones para procrear". La demanda se efectúa precisamente en el lugar que la sociedad ha legitimado para ese fin.

Entonces, así planteadas las cosas, ¿qué tiene una pareja para pedirle a un psi en el mismo momento en que está efectuando este tipo de demanda determinada por la transferencia a ese saber específico? Es muy difícil que se abran esos dos espacios simultáneamente. No alcanza con que haya sufrimiento. El hecho de que algunas parejas accedan a concurrir a una o dos entrevistas con un psi no necesariamente indica que se abra efectivamente ese espacio. Es diferente, lo sabemos, cuando llegan a la consulta con el médico y uno o ambos ya se encuentran en tratamiento psicológico, es decir que ese espacio ya estaba constituído desde antes. También podría generarse luego de los avatares de los tratamientos de infertilidad, sobre todo cuando el saber médico comienza a mostrarse fallido. Pero sería excepcional que ambos espacios transferenciales se abrieran al mismo tiempo. Es posible derivar personas o parejas, pero no es posible derivar la transferencia. Mientras la transferencia esté fuertemente jugada al médico, en el tiempo en que se efectúa allí esa demanda, no habrá demanda dirigida al psicólogo.

La transferencia marca los límites de las posibilidades de intervención. Nada ganamos con desconocerla. Nada ganamos con querer forzar nuestra entrada, mostrándole a las parejas cuánto sabemos sobre tema o intentando convencerlos de la importancia de nuestro trabajo.

Tenemos entonces dos posibilidades:

1) La primera es la antes referida, cuando los psicólogos entramos a la clínica de la infertilidad por el lado de la demanda del médico, según la lógica de las especialidades que pretende derivar la transferencia en el momento en que se efectúa la demanda. Es desconocer la estructura de la transferencia.

2) La otra opción sería no pretender forzar la transferencia, respetarla, aceptar que existe esa estructura e intentar incidir desde otra posición. Creo que sería útil diferenciar dos momentos con respecto a la forja de esa transferencia al saber del especialista:

a) El momento de la consulta al especialista en infertilidad y el comienzo de los tratamientos, cuando la transferencia está fuertemente ya jugada. La opción que podríamos intentar y que podría ser útil sería la de hacer intervenciones puntuales y concretas sobre los efectos de esa transferencia, muchas veces devastadores. Intervenir para cuestionar esos efectos, esas situaciones locas que puede engendrar, es decir lo que llamé el efecto "cinta transportadora". Cuestionar sus certidumbres. Intentar generar una reflexión a propósito de la man era en que se han involucrado ellos, la pareja, sus vidas y los tratamientos. ¿Porqué continuar o no con el tratamiento? ¿Cuándo y porqué detenerse? ¿Puede haber otras opciones? Es una manera diferente de posicionarse en relación a la transferencia. Algunas parejas podrían beneficiarse con esta estrategia. Incluso de ese trabajo podría surgir, a su debido momento, la demanda al psicólogo.

b) El otro momento es el de la forja de la demanda en la primera línea, es decir en la consulta ginecológica. Habría todo un campo a investigar allí, en un posible diálogo con los médicos ginecólogos. Esta opción implicaría, por parte de los especialistas, una concepción menos tecnicista y más abierta a dar lugar a la subjetividad sin apresurar la derivación. Porque una vez que la demanda se rigidiza, las parejas corren riesgo de llegar a lo que llamamos "el furor de procrear". Es así que la cinta transportadora llega a funcionar fuera de control. Paradójicamente, las parejas que más necesitarían la atención psicológica son, casi siempre, las menos dispuestas a consultar. Es el límite que marca la transferencia.

De este análisis se desprende que la posibilidad de incidencia efectiva de los psicólogos en la clínica de las PMA dependerá más de los elementos referidos en el mismo que de las presiones corporativas para conquistar lugares de poder.

Notas

1Véase Chatel, Marie Magdeleine: "El malestar en la procreación", Nueva Visión, Buenos Aires 1996.

2 Jones, Howard: "History of In Vitro fertilization". En "Infertility" Keye, Chang, Rebar, Soules. USA 1995

3Davis, Owen; Rosenwaks, Zev: "In Vitro fertilization". En "Infertility" op. cit.

4 Op. cit. p. 64.

5Hanglin R ; Ibáñez, Marta: "Esperanza por encargo". Planeta, Buenos Aires 1992

6Op. cit. p. 76

7Idem, p. 93

88Johnston, Patricia : "Infertility: A patients perspective". En "Infertility", op. cit.

Volver al sumario del Número 11
Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 11 - Julio 2000
www.acheronta.org