Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Verganchischkeit
Serge André


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Siendo que la agresividad constituye el fundamento de la relación al otro (y, por consiguiente, de la necesidad de las leyes), es vano creer que los psicoanalistas, al menos entre sí, conseguirían regularla naturalmente y en un modo ejemplar. La desilusión, este tema esencial del texto de Freud sobre la guerra, debe ser considerada como la experiencia primera sobre la que una comunidad de psicoanalistas puede intentarse construirse. Es por ello sin sorpresa que constato que la injuria, el sarcasmo y la rechifla se desencadenan en el tiempo mismo en el cual la affectio societatis es ubicada en un modo explícito en el centro de nuestras discusiones. ¿Es una razón para olvidar que la moderación, el control del pathos, la prudencia y una cierta voluntad de reserva continúan siendo las condiciones de la reflexión y del ejercicio del espíritu crítico sin el cual no existe "espíritu fuerte" ni "héroe"?. La obra de Baltasar Gracián, referencia mayor de Lacan, me parece estar en el lado opuesto al triunfo de las virtudes fariseas a las que lleva la apología de la calumnia, evocada hacia el final de "Kant con Sade"...

1- JACQUES-ALAIN MILLER, EL PRIMERO.....

Aunque J. A. Miller haya en otro tiempo hecho él mismo el cuádruple elogio de Lacan (en el VIIº congreso de la EFP en Roma en 1975), no tomaré hoy el riesgo de hacer nuevamente uso de este término –elogio- puesto que parece que de ahora en adelante, si debo creerle, el elogio es ya una variedad de la injuria (p. ej. la Conversación de Toulouse, Dépêche ëlectronique nº 17 del 7 de julio 1998)... Diré simplemente lo que me es importante reconocerle de eminente, incluso de único. ¿Quien de entre nosotros se atrevería a refutar el hecho de que, desde la época de la Escuela Freudiana de París, J. A. Miller se destacó del conjunto y se impuso rápidamente como uno de los más brillantes, sino el más brillante, de los comentadores de Lacan?. ¿Qué punto de la doctrina no ha sido iluminado por él, allí donde tantos de nosotros avanzaban en la niebla con los brazos tendidos?. ¿Quién mejor que él ha hecho aparecer el orden y la racionalidad del trabajo de Lacan?. Miller el explorador se avanzó, trazó los caminos, retículo los Escritos y los Seminarios, y fuimos siguiendo las pistas que incansablemente nos indicaba.

2- LA ESCUELA COMO CONCEPTO

Después del explorador y el profesor, podría evocar al orientador y al director, pero paso directamente al inventor. Porque es a justo título que J.A. Miller puede prevalecerse de haber elevado la noción de Escuela al nivel de concepto. Que compartamos o no su entusiasmo, o su militantismo por la orientación lacaniana, que estimemos o no su participación en la institución analítica como esencial, la honestidad nos obliga a reconocer que J.A. Miller a sido el primero –y el único por el momento- en querer hacer de "la Escuela" el quinto concepto fundamental del psicoanálisis. Este concepto está, es cierto, en curso de elaboración, pero desde ahora y en adelante queda como su invención. Podemos discutir esa invención. Podemos decir: no es necesaria. Podemos pasar de ella. Podemos también contradecirla y sostener que no es la buena o la mejor de las invenciones. La única actitud inadmisible sería la de considerar este concepto como indiscutible. Después de todo, la invención de Miller, la Escuela según Miller, no es EL concepto de la Escuela, no es más que su concepto de una escuela. Cada cual es libre de hacerlo suyo o no. Me parecería completamente arbitrario negar a J.A. Miller el derecho de inventar y de construir su concepto de la Escuela y de argumentarlo en tanto que concepto de la escuela de orientación lacaniana. Asimismo, me parecería propio de un dogmatismo bastante ridículo creer que, porque inventado por J.A. Miller, este concepto sería automáticamente el único válido y el único posible para una escuela que se reclamase de Lacan. Nadie puede negar a quienquiera el derecho de producir otro concepto de la Escuela y de intentar demostrar que es más lacaniano que el de Miller. El debate está abierto, cuando menos es lo que sería deseable – incluso lo que sería necesario. ¿Es este el debate que está en curso desde hace algunos meses? La cuestión se plantea... En efecto, si seguimos lo que se dice en las publicaciones de la Escuela y en Internet, podemos por lo menos constatar que parece extremadamente difícil instaurar y respetar un verdadero debate entre nosotros. Apenas se anticipa una diferencia de opinión que ya llueven los anatemas y los autos de fé, las acusaciones y las certezas perentorias. A esta dificultad, a estas "penas del debate" (poenas disputationis), no escapa nadie, ni siquiera J. A. Miller cuyos trances (p.ej. la Tirade) me han dejado perplejo. Quizás habrá que concluir que, más que una dificultad o un tormento, lo que encontramos es una verdadera imposibilidad. Podemos lamentarlo pero, estando así las cosas, mejor será darse cuenta (p.ej. la desilusión que evoco al inicio...). No excluyo que, por mi parte, solo un resto de idealismo me haya llevado a pensar que los psicoanalistas eran capaces de confiar en el debate antes que batirse en nombre de la creencia en un principio de autoridad, sea este cual sea.

3. EL EJERCITO CONTRA LA IGLESIA

En su "Tirade" y en su carta a M.J. Sauret (Dépêche Électronique nº 9), J.A. Miller afirma explícitamente que "La IPA es la Iglesia, y la ECF es el Ejército", y que él es un soldado (miles). Hago observar que esta idea de la Escuela como formación militar ya estaba explícita en su "Dirigido al Congreso de la Escuela Freudiana de París" (Roma, 1975). Esta posición es defendible –quiero decir: argumentable. Pero hay que darse cuenta de las consecuencias. El ejército, incluso el más moderno, está fundado sobre un principio absoluto: la obediencia. Plantearé tan solo una pregunta: ¿Es esto lo que queremos? No impediré a nadie su querer obedecer (¿cómo podría hacerlo?), en tanto obedecer es el anhelo más común y la más confortable de las posiciones. Pero tengo mis mayores dudas sobre la pertinencia analítica de este objetivo.... ¿Qué sentido tiene elevar la noción de Escuela al nivel de concepto de un nuevo tipo de lazo social, para luego rebajarlo a la realidad cretinizante de la tropa?. Por lo demás, una ojeada rápida sobre la historia de los siglos que nos preceden demuestra que jamás, jamás un ejército puso fin a una iglesia. Algunos se han indignado de que Miller se atreva a reducir lo que está en juego en la discusión a un "por mí o contra mí". Los mismos protestan por el hecho de que el voto de Barcelona haya sido redactado como "por o contra la AMP". Conviene sin embargo darse cuenta de que, en ambos casos, J. A. Miller no anda equivocado al presentar la elección de nuestra asamblea en estos términos. No anda equivocado en la exacta medida en que tiende a confundir su Ego con la Escuela. ¿Efecto estructural del militantismo? ¿O a la inversa?. En cualquier caso, de esa confusión deriva una curiosa consecuencia. Y es que, en "por mí o contra mí", quien le aparezca a J.A. Miller siendo "como yo" (p. ej. el caso de M.J. Sauret en la discusión posterior a la Tirade, en la Dépêche Électronique nº 4 del 16 de junio 1998), atraerá sobre sí al mismo tiempo los fuegos del amor y los rayos de la cólera.

4- LA RECONQUISTA

Le reconozco a J.A. Miller el derecho a querer vengar a Lacan el excluido, de buscar la conquista del mundo y de soñar en la lacanización de los anglosajones. ¿Pero para eso debe procurarse un apoyo en la letra de la enseñanza de Lacan? Antes de pronunciarme sobre lo bien fundado de su lectura de la "reconquista del campo freudiano", me voy a permitir dirigirle amistosamente dos observaciones. La primera es que su público desprecio por "el estilo inglés" o por los que ha llamado "les Anglés" (N. del T.: hay homofonía entre anglais – ingleses- y anglés –ángulos, angulados-), me parece francamente un mal punto de partida y la expresión de una particular incomprensión de la cultura anglosajona. La segunda es que el estilo milleriano –tal como se ha revelado en sus intervenciones más recientes- me parece tener muy pocas posibilidades de ser recibido (dejando aparte algunas Facultades de Letras) allí donde la práctica analítica ya exista en esa otra cultura. En cuanto al fondo, afirmar que la reconquista del campo freudiano es un objetivo geográfico, una conquista de poder, una guerra por la mundialización de la enseñanza de Lacan, me parece una verdadera desviación del pensamiento y de la letra de Lacan. Puedo equivocarme, no pretendo ciertamente detentar la sola y única versión de la enseñanza, ni tampoco del deseo de Lacan. Pero dudo de que Lacan haya soñado con una venganza. Y sigo convencido de que la reconquista de la que hablaba era, y sigue siendo, un trabajo interno a efectuar por cada psicoanalista en cada instante de su práctica. La reconquista del campo freudiano debe ser entendida "en intensión" –y, quizás, por añadidura, "en extensión" por cuanto el ejemplo que dá un psicoanalista puede ser contagioso. Añadiría esto: si hay que colocarse en el nivel del psicoanálisis en extensión, ¿no sería más urgente uncirnos a la restauración de "el lugar del psicoanálisis en este mundo" en Europa, y en primer lugar en Francia?. ¿Cual es, en efecto, el lugar que se le dá al psicoanálisis en el espacio de las ciencias humanas, de la filosofía, de la literatura, de las artes? ¿No es chocante que en veinte años el psicoanálisis haya perdido la posición de agitador, de empuje a pensar, de inspirador, que había conquistado gracias a Lacan?. Gracias a Lacan porque, desde antes de la fundación de su Escuela y todo a lo largo de su vida, Lacan había sabido dar a los no-analista (de los cuales J.A. Miller formó parte in illo tempore) un lugar de interlocutores privilegiados. Hasta el punto de plantearse situar al no-analista en el control del acto del psicoanalista. ¿Dónde está hoy el no-analista en nuestro movimiento? ¿Dónde están los filósofos, los lingüistas, los antropólogos, los sociólogos, los escritores, los artistas?.

5- EL UNO Y EL MÚLTIPLE

El significante "Escuela Una" fué lanzado. Enseguida se convirtió en un estribillo. El fenómeno es maravilloso, tanto más cuando nadie parece tener la menor idea de lo que quiere decir –una verificación ,de lo más eficaz, de la teoría lacaniana del significante: "....el significante manda. El significante es ante todo imperativo." (Sem. Aún, p. 33 Ed. francesa). No importa: a este significante, se le saca partido, sirve...

Sirve para fijar la idea de que Lacan sería el promotor de un "Eros unitario", yendo a contracorriente de la "pendiente hacia lo Múltiple"; que esta aspiración unitaria definiría "la orientación lacaniana", "anti-Babel" que daría a entender el retorno a Freud como "reelaboración de una lengua común en el psicoanálisis", "la única lengua común existente en el psicoanálisis": la lengua del matema (extraigo esta serie de términos del rapport de J.A. Miller en Barcelona, parte IV). ¿Pero quien –me dirijo a los lectores de Freud y de Lacan- puede tragarse estos sapos? En cuanto al Eros Unitario, debo recordar que cuando Freud, en el "Más allá del principio de placer", cita el pasaje del discurso de Aristófanes en el cual las mitades de las esferas primitivas buscan reunirse, trunca la frase de Aristófanes, dejando caer la parte en la cual Aristófanes dice que, una vez reunidas, las dos partes ya no piensan más que en estrujarse hasta el punto de perecer de inanición. En otros términos, Freud, en este punto, escamotea la inclinación mortal del Eros unitario. ¿Debo recordar también cuanto se rió Lacan de esta faz uniana del amor? La aspiración hacia la unidad es la pendiente hacia la muerte – tal es la verdadera lección del psicoanálisis. ¿Cómo podríamos por lo demás olvidar que siempre, para Lacan como para Freud, son la división y la separación las que se encuentran tanto al final como en el origen? Dualismo de las pulsiones mantenido a lo largo de las succesivas tópicas, spaltung del Ich, división del sujeto, separación entre sujeto y objeto a, división entre falo y gran S de A barrado, etc. Incluso el significante-amo no es amo más que por haber al-menos un segundo que no lo es. En cuanto a la referencia a Babel, ¡qué contrasentido grosero en la boca del que nos promete el "Midrasch perpetuo"! El sentido del mito de la torre de Babel no es en absoluto el de una "maldición del Múltiple". Al contrario, quiere decir que el dios de los judíos (en ese punto no muy distinto del Zeus griego), hace lo todo lo necesario para que en sus criaturas exista lo imposible a decir. La instauración de la multiplicidad de las lenguas, y la incomprensión resultante, no es más que la garantía de un límite, de una sana división que preserva al hombre de creerse dios. No, sin lugar a dudas, la celebración de la Unidad no es freudiana, ni lacaniana. La "escuela Una" no sería ya una contra-experiencia, sería una anti-experiencia y la ruina del deseo de la diferencia que forma el corazón mismo del deseo del analista.

6- ¿UNA SOLA LENGUA, O EL CANTO ÚNICO?

Que el matema tenga, en la transmisión de la enseñanza de Lacan, un estatuto privilegiado, nadie de entre nosotros lo pone en duda. Pero ¿quién piensa seriamente que el matema es translinguístico, que puede obviar la traducción y la pérdida (o ganancia) que conlleva toda traducción? ¿Quién sostendría que el mismo matema citado por uno es idéntico cuando lo cita un otro? ¿No conviene mejor, en suma, subrayar la función irónica del matema en Lacan?. En ocasión de las Jornadas de la ECF sobre la interpretación, en otoño 1995, evoqué a Lacan el comediante. Habría podido igualmente hablar de Lacan el ironista. La ironía no es el sarcasmo ni la burla. Aniquila la idea misma de un saber absoluto (es por ello que Hegel es incapaz de comprenderla). A propósito de esto, no puedo dejar de señalar que quien hoy nos repite que "la orientación lacaniana es lógica" (Rapport de J.A. Miller en Barcelona, parte IV), declaraba en la EFP en 1975: "Psicoanálisis y lógica –la una se funda sobre lo que la otra elimina. El análisis encuentra su materia en los cubos de basura de la lógica", y mostraba acto seguido por qué la tópica de la lógica no podría ser la tópica analítica, antes de que fueran echadas las bases de una teoría de lalengua apoyada en esta frase de Saussure: "En la lengua, no hay más que diferencias". Por mucho que se afirme, en enunciados cada vez más categóricos, que el psicoanalista es un lógico, no es por ello menos cierto que también es un artista. Su arte no es quizás la parte más conceptualizable de su práctica (¡ah¡ ¡el amor por el concepto!), y ciertamente escapa a todo intento de formación (el arte del psicoanalista, es lo que no se aprende en la Sección Clínica), pero sin embargo es indudable de que sin arte, no hay psicoanálisis. En este punto, sé que contrarío profundamente el pensar y el sentir de J.A. Miller. Creo sin embargo que estará de acuerdo conmigo en que Lacan era (además) un artista, un gran artista, tanto más grande en cuanto se había emancipado de la represión de la estética; y también en que no solamente cuentan el texto de la canción y su partitura. ¿Qué es una canción sin la voz que la modula?. No es el matema, son la música y la voz quienes pueden ser trans-linguísticas.

Estas son, estimado(a)s Colegas, algunas reflexiones que deseaba hacheros llegar. Encontrareis "VERGANGLICHKEIT" en el volumen X de las Gesammelte Werke de Freud. Con mis saludos cordiales.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 9 - Julio 1999
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