Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Reflexiones psicoanalíticas sobre los "Grupos de implicación e investigación" de la Sociología Clínica
Carlos Fernández Gaos y José Perrés Hamaui

Ponencia presentada al Encuentro Internacional organizado en México por el Grupo "Intergrup":
Universidad Autónoma Metropolitana (Unidades Azcapozalco, Ixtapalapa y Xochimilco)
y Universidad Pedagógica Nacional, México, D.F., noviembre 1997

I) Introducción

Hemos tenido ocasión, en una reciente ponencia (1), de referirnos a la importancia de una corriente actual del pensamiento sociológico que es conocida con la llamativa denominación de "Sociología Clínica". A través de ella muchos sociólogos se han visto motivados para acercarse por primera vez al Psicoanálisis, y a las reflexiones psicoanalíticas, buscando integrar un punto de vista más "clínico". Se rompería así con la clásica metodología sociológica vinculada al análisis de los fenómenos sociales como totalidades estructurales objetivas, desde una mirada más abarcativa y generalizada, para acercarse al análisis de otra dimensión de los fenómenos: el caso más específico y particular, en su dimensión subjetiva. Este nivel, pese a ser aparentemente más "individual", en el sentido de estar sometido a la experiencia vivida, es decir a una historia particular y contingente, podría arrojar mucha luz sobre el plano más general de comprensión de los fenómenos sociológicos mismos. No debemos olvidar que éstos están siempre apuntalados en las relaciones humanas que la sociedad permite tejer, siendo a su vez inevitablemente tejida por ellas.

Su plataforma conceptual resulta ya bastante conocida y sólo podremos recordarla aquí a modo de un esquema demasiado elemental (2), para poder desplegar los objetivos de esta ponencia. Es sabido que algunos de los sociólogos que se sienten convocados por esa denominación provienen históricamente de la llamada "psicosociología" (de los años cincuenta). La sociología clínica pretende precisamente prolongar dicho proyecto en forma más rigurosa, trascendiendo la ilusión de estar articulando dos disciplinas totalmente heterogéneas, para problematizar de modo pluridisciplinario, y a partir de un "pensamiento complejo" (en el sentido de E.Morin) la opacidad de la realidad. Recordemos brevemente que dicha corriente, la psicosociológica, se desarrolló en los límites mismos, y en oposición, de la institucionalización de la sociología más clásica, del psicoanálisis y de la psicología, dando pie a prácticas múltiples en campos sociológicos muy diversificados. Se intentaba pensar la clásica (y equívoca) oposición Individuo/Sociedad y las complejas relaciones entre "lo social" y "lo psíquico", que habían ya sido abordadas, tal vez de modo inadecuado, por las múltiples corrientes freudomarxistas de la historia.

La sociología clínica busca fundamentalmente, como nos lo recuerda V.de Gaulejac uno de sus mayores exponentes (3), proseguir las reflexiones anteriores en torno a tres grandes vías: 1) El análisis de las articulaciones entre las determinaciones sociales y las determinaciones psíquicas, totalmente irreductibles entre sí, debiendo  vencerse por tanto los graves dogmatismos mono-disciplinarios 2) La cuestión del sujeto en las ciencias humanas y sociales, necesitándose ahora pensar en una "sociología del sujeto" 3) El abordaje clínico como condición necesaria para el desarrollo de una sociología crítica, lo que conlleva inevitablemente brindarle toda su  importancia a la palabra y a la escucha, que se tornan ahora elementos centrales de esta Sociología y que lo son, entre otras disciplinas, del Psicoanálisis.

Resumiendo, entonces, el objeto de la sociología clínica estaría dado por las complejas articulaciones que se hallan "en el límite de lo subjetivo y lo objetivo, de lo psíquico y de lo social, de lo concreto y de lo abstracto, del poder y del deseo"(4). Cabe señalar que, como toda producción intelectual socializada, ha dado lugar a variadas reflexiones de quienes son ahora sus representantes, entre los que es posible apreciar significativos matices diferenciales (5), referidos tanto a la incorporación de diferentes marcos conceptuales, desde las clásicas concepciones sociológicas hasta la sociología comprensiva, la fenomenología y psicologías existenciales, el psicoanálisis, la psicología social, etcétera, como a la connotación e implicaciones de las nociones, categorías y conceptos que su discurso incluye.

Un amplio sector de dicha Sociología Clínica, bajo la responsabilidad de V.de Gaulejac en el Laboratorio de Cambio Social, de la Universidad de París VII, ha planteado metodológicamente una forma de trabajo muy particular, los llamados Grupos de implicación y de investigación, sobre los que queremos precisamente dirigir nuestra mirada reflexiva y crítica. Los mismos están centrados en temas diversos como las historias de dinero, la novela familiar o amorosa en su relaciones con la trayectoria social o económica, las emociones e historias de vida, la identidad y trayectoria espacial, etcétera (6). Se busca en todos estos grupos explorar la forma en que la historia individual está socialmente determinada, permitiendo así a los integrantes del grupo entender que son el producto de una historia de la que intentan apropiarse, que ha moldeado su personalidad. La hipótesis de base de estos grupos, como la define Gaulejac es que "la historia personal es el producto de factores psicológicos, sociales, ideológicos y culturales", en plena interacción. El individuo, nos dice, sería así el producto de una historia de la cual busca devenir sujeto.

Si bien en psicoanálisis jamás hablaríamos de "individuo" como lo hacen los presentes autores, la gran convergencia con los objetivos de todo psicoanálisis, a nivel individual o grupal, salta a simple vista. Para nosotros el dispositivo psicoanalítico está al servicio precisamente de lo que se ha denominado una historización simbolizante, vale decir, crear las condiciones de posibilidad para que el analizante pueda, mediante procesos perlaborativos de los procesos inconscientes, reubicarse en una cadena generacional, integrando en ella un pasado permanentemente resignificado abierto al proyecto futuro, en un complejo interjuego dialéctico entre los diversos momentos de su temporalidad psíquica.

Los objetivos de los grupos de implicación son muy claros en la formulación de sus autores: se busca fundamentalmente deconstruir una historia, develándola en su totalidad en un momento determinado, para poder reconstruirla a partir de las múltiples determinaciones sociohistóricas que la han producido. El trabajo efectuado es definido como cognitivo, a partir de la comprensión de procesos, la producción de hipótesis explicativas y el análisis de la implicación, poniéndose en juego la historia personal, familiar y social de cada participante; vale decir, sus deseos y capacidades para sumergirse en el pasado y poner al día los factores que han estructurado su historia.

Desde el punto de vista más metodológico, el dispositivo está organizado mediante la utilización de soportes y herramientas técnicas facilitadores de la aparición, exploración y la reescritura de dicha historia personal, jerarquizándose especialmente la palabra y la reflexión individual y colectiva. Igualmente se insiste en la dimensión de la transversalidad de la profundización colectiva de las trayectorias individuales. Tenemos ya, descritos en forma sucinta, los elementos que permitirán abrir nuestras propias reflexiones psicoanalíticas sobre el tema.

Digamos inicialmente que la misma conformación de dichos "Grupos de Implicación e Investigación", supone dificultades teóricas varias, a saber. Si estamos, como se indica, ante un "grupo", ¿desde qué conceptualizaciones sobre los fenómenos grupales, es trabajado metodológicamente dicho grupo, ya que son muchas las vertientes teóricas que dan cuenta del acontecer grupal? En la medida que uno de nosotros ha tenido ocasión de participar en un grupo de implicación, dispone de la experiencia vivencial, para su análisis crítico. Desde esa experiencia se pudo apreciar un notorio predominio de lo "individual" sobre lo "grupal", en el sentido de que era mucho más un trabajo reflexivo individual en grupo, sobre la propia historia de cada uno de los participantes, que un intento de trabajar dichas historias individuales a partir de interpretar psicoanalíticamente, por ejemplo, las reverberaciones, las reacciones en espejo, las fluctuaciones de las identificaciones introyectivas y proyectivas, las identificaciones cruzadas y laterales, los supuestos básicos, las modificaciones de las estructuras emocionales primarias, la constelación dinámica colectiva, la fantasmática grupal, los efectos de vínculo, las cadenas asociativas grupales, los pactos denegativos, etcétera, etcétera, de acuerdo a las diferentes conceptualizaciones psicoanalíticas que se han ido produciendo en la historia de la dinámica de los pequeños grupos y, especialmente, del psicoanálisis grupal.

Desde luego que este camino seguido por los autores de la sociología clínica no se propone, como ellos mismos lo hacen explícito, como un psicoanálisis grupal, ni es derivado exclusivamente de las concepciones psicoanalíticas respecto a los grupos, por lo cual no habría que esperar que estas consideraciones fueran tomadas puntualmente en cuenta. De todas maneras es legítimo preguntarse ¿cuál es, entonces, la manera en que está contenido el enfoque psicoanalítico en esta práctica? ¿qué noción de inconsciente es la que está en juego en esta modalidad de trabajo en grupo? ¿qué lugar ocupa el nivel terapéutico, tomando en consideración su denominación como clínica? A esbozar la respuesta a estas preguntas dedicaremos la presente ponencia, desde luego sin la pretensión de analizar en todas sus implicaciones las propuestas de dichos autores.

II) En torno al modelo teórico/técnico de los grupos de implicación

Nos proponemos centrar nuestra atención en aquellas propuestas que involucran diferentes órdenes de reflexión directamente relacionados con el psicoanálisis. Para ello nos apoyaremos en algunas de la afirmaciones, postulados y conclusiones que podemos encontrar explícitas en diferentes trabajos que se han producido al respecto.

El discurso de la Sociología Clínica propone articular teóricamente el enfoque sociológico y el psicoanalítico, como una forma de dar cuenta del sujeto plenamente social, entendido éste, como "objeto complejo, con múltiples facetas, interdisciplinario, polimorfo, multidimensional, cuya construcción no puede efectuarse sino en el cruce de diversos campos teóricos"(7), a través del diseño de un dispositivo, Grupos de implicación e investigación, que descansa, fundamentalmente, en el relato de vida y el análisis biográfico, tomados ambos de la etnografía, pero puestos entre paréntesis, en tanto recursos para dar cuenta de una historia conformada también por determinaciones inconscientes.

La noción misma de Sociología Clínica, con el énfasis puesto, justamente, en el término "clínica", es utilizada en un sentido metafórico respecto a su connotación médica de "atención al enfermo en cama", recuperando únicamente las acciones investigativas implicadas en ese proceso (8). Así tomado, es indiscutible que se trata de un proceso de investigación, pero en tanto propone llevarse a cabo a través de la palabra, del relato, son ineludibles los efectos movilizadores que esas acciones conllevan. "Yo me sitúo -dice V. de Gaulejac- como investigador que puede ayudarlos a comprender en conjunto los procesos y los mecanismos para ir más lejos en la producción teórica" (9). Hasta aquí, y del lado del investigador, no es más que un recurso para avanzar en la producción teórica; sin embargo, considerando sus efectos sobre los participantes, el mismo autor dice un poco más adelante en esta cita: "...es un trabajo no terapéutico pero que tiene efectos terapéuticos". Vale la pena mencionar que este mismo autor, en la publicación de lo que fue su tesis doctoral, había situado este tipo de trabajo "en la frontera entre la investigación y la terapia"(10), pero que no podría considerarse terapéutico "en el sentido en que busca producir una comprensión intelectual de los procesos socio-psicológicos "(11).

Afirmar entonces, como suelen hacerlo permanentemente los responsables de estos trabajos, que el grupo de implicación no tiene propósitos terapéuticos, resulta tal vez demasiado simplista y reductor, si no se tienen en cuenta los inevitables efectos terapéuticos de una experiencia de movilización semejante, más aún si tomamos en consideración que esta forma de trabajo se propone atender directamente "...los conflictos en los que se han hallado los individuos en su trayectoria y de un análisis de las contradicciones que los provocaron"(12).

En este sentido, esta experiencia no resulta muy lejana de las diferentes formas de laboratorios, o de sesiones prolongadas, que se han implementado dentro de las dinámicas de grupos, tanto en los llamados "grupos de formación", "de discusión", "operativos", o directamente "terapéuticos", a lo largo de la historia de la investigación de los procesos grupales.

Por otra parte, ¿no estará más en juego lo que podríamos denominar el deseo del animador, de confirmar sus premisas teóricas sobre la incidencia de lo social (lugar de clase, trayectoria, etcétera) en la conformación de la personalidad? Porque percibimos que la modalidad técnica elegida apunta a una direccionalidad muy clara, a una conducción, en el sentido más directo del término, que deja afuera todo aquello que no se espera obtener como respuesta. La situación, la dinámica, los ejercicios, etcétera, todo parece estar más estructurado en torno a dicho deseo del animador, desde su propio marco conceptual, que a las inesperadas manifestaciones de los deseos de los participantes, que podrían emerger por medio de la asociación libre. No por ello deja de haber efectos de gran riqueza para la reflexión de dichos protagonistas sobre sus historias, sus genealogías, sus pertenencias, a partir de una resignificación de su pasado y su futuro en relación a su presente.

Los efectos de este trabajo son referidos a una suerte de toma de conciencia, a una puesta en palabras, de las determinantes sociales que atraviesan a cada uno de los participantes en el grupo, mismas que tienen el carácter de una novela familiar y genealógica, transgeneracional, en la que estas determinantes, entendidas a la manera de contradicciones de clase, o, más genéricamente hablando, de las contradicciones propias a los lugares ocupados por los actores de esa historia social, en una sociedad de clases, pasan a ocupar el estatuto de determinantes objetivas, aunque entendidas en tanto construcciones subjetivas. Todo esto bajo la premisa de que lo psíquico y lo social están ineludiblemente entrelazados, que van transmitiéndose generacionalmente, hasta tomar la forma en que cristalizan en el aquí y el ahora de una persona en concreto.

Pero la puesta en palabras, si bien comienza siendo un relato narrado por una persona, en sus propios términos, ante un grupo, la intervención de los otros integrantes, así como la del animador, las técnicas auxiliares empleadas (dibujos, árbol genealógico, escenas dramáticas), etcétera, dirigidas a la construcción de hipótesis explicativas de lo que esa persona vive, pronto inscriben esas palabras en una relación de sentido, circunscrito a las contradicciones heredadas. De este modo, las palabras propias terminan siendo palabra colectiva; verdad construida colectivamente que hará las veces de un nuevo imaginario social, en el sentido en el que lo entiende Castoriadis, que se constituye en una nueva novela familiar, con todas las connotaciones fantasmáticas encubridoras que esa noción tiene en el Psicoanálisis.

Todo parece proceder de acuerdo a una lógica que trata de desentrañar una especie de historia verdadera compartida por todos los integrantes, en la que se encuentran atrapados cada uno de manera singular. Dice Eugene Enriquez, otro de los fundadores de esta corriente, refiriéndose a la noción de verdad como producto de la intersubjetividad sostenida por Habermas: "Sabemos muy bien que el mundo no es tan ideal como nos lo muestra Habermas, pero podemos retener, sobretodo en una perspectiva de Sociología Clínica, que la verdad va a buscarse y construirse entre muchos" (13). Es ésta una afirmación que resulta pertinente en la perspectiva de una Sociología del Conocimiento, pero para el Psicoanálisis, cuyo propósito es, esquematizándolo, la destitución de todo régimen de verdad, no viene a ser más que la transcripción de una fantasmática personal en un imaginario producido grupalmente que, en la medida en que deja abierta la posibilidad de nuevos encuentros grupales en los que se pueda construir otra nueva verdad, con el carácter de absoluto, obtura las posibilidades de una profundización elaborativa y creativa que trascienda las meras identificaciones promovidas por la detección, o, construcción de un historia que atraviesa y compromete a todos por igual; con mayor razón aún si está construida con hipótesis lo suficientemente generales como para provocar resonancias en quienes de ella participan (14). En otras palabras, lo que pretendemos poner en evidencia son los efectos suturantes sobre el trabajo perlaborativo que impone una idea de verdad, ya sea ésta la buscada en lo que conforma al sujeto socio-histórico, o, la construida grupalmente como proyecto vital de éste. "Tocamos aquí una dimensión central de la Sociología Clínica (dice De Gaulejac, refiriéndose a los niveles de profundización del trabajo de uno de estos grupos) donde la singularidad de los recorridos individuales se borra (¡SIC!) en la pertenencia a una comunidad social que busca definir su destino -y continúa un poco más adelante- Acá la noción de sujeto socio-histórico toma todo su sentido (...) Cuando la persona es ocupada en su interior por las contradicciones de esta historia. Cuando el trabajo de desanudar lo psíquico depende de su capacidad de reanudar el vínculo con el universo socio-político" (15). Y preguntaríamos a nuestra vez, si esta capacidad de reanudación de los vínculos no es parte de lo psíquico que hay que desanudar, y no algo independiente.

En esta última frase citada se advierte algo que, a primera vista, podríamos entender como un prejuicio sociologizante, en tanto la capacidad de desanudar lo psíquico es atribuida a las posibilidades de reanudación de un vínculo con el universo socio-político. Por nuestra parte, la pregunta que levantamos ante esa afirmación implica que nuestro sujeto psíquico incluye a sus vínculos y no guarda con ellos ninguna relación de exterioridad que los haga aparecer como ajenos a él. No podemos dejar de evocar a este respecto las palabras del mismo Freud: "La relación del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y con su médico, vale decir, todos los vínculos que han sido hasta ahora indagados preferentemente por el psicoanálisis, tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales" (16). En cualquier caso, la premisa de la sociología clínica, de que el sujeto de la sociología no puede construirse sino en el cruce de varios campos teóricos queda, por lo menos, entre paréntesis, cuando el sujeto se agota en las contradicciones de una historia que lo ocupa y que, al hacerlo así, desconoce su psiquismo como portador de historia.

III) Para concluir

En la historia del trabajo con grupos se han dado modalidades muy diversas. Para esquematizar digamos que hubo dos grandes modalidades polares, con múltiples variantes. Por un lado, pensar simplemente que un grupo era un conjunto de individuos con quien se trabajaba individualmente en un espacio común. Por otra parte, la línea opuesta de empezar a considerar las modalidades específicas de los fenómenos de agrupabilidad que hacen, en términos gestálticos lewinianos, que un conjunto lejos está de ser la simple suma de sus partes. De esa oposición derivaron tanto las formas de Psicoterapia en grupo, como la reacción contra ella de Psicoterapia del grupo. Desde luego esta última modalidad, pese a las agudas críticas que pudo hacerle a la primera citada, terminó incurriendo en criterios inaceptables de antropomorfizar al grupo en el trabajo cotidiano, y de interpretar esas antropomorfizaciones, en el estilo de "El grupo siente ahora...", "el grupo piensa tal o cual cosa". Pero en las dos modalidades citadas se estaba todavía en niveles descriptivos o esbozos muy someros de teorización psicoanalítica. La profundización del tema llegó paulatinamente, a través de una larga historia que no podemos reseñar aquí. Deberemos conformarnos con mencionar tan sólo un autor. Desde luego seleccionamos para ello a R.Kaës, por ser uno de los pensamientos más ricos, desarrollados y abiertos a la reflexión, sobre los fenómenos grupales, con investigaciones rigurosas que obligan a reformulaciones de todas nuestras antiguas certezas.

El problema antes planteado, en su supuesta polaridad, cobra otras dimensiones a partir de las teorizaciones de Kaës, debiendo reformularse íntegramente. Recordaremos a continuación algunos mínimos elementos de su planteo, necesarios para mejor esbozar nuestras reflexiones críticas ante los Grupos de Implicación. Si éstos trabajan grupalmente temáticas introducidas y elaboradas por el psicoanálisis, como la novela familiar, la genealogía familiar, los proyectos parentales, las elecciones y rupturas de la existencia, etcétera, resulta indudable que no pueden carecer de un concepto de inconsciente, aun para incorporar la dimensión de las determinaciones sociales que se articulan complejamente con las estrictamente psíquicas. En especial cuando dicen con todas las letras que los grupos de implicación buscan "permitir a los participantes de comprenderse como el producto de una historia de la cual tratan de devenir sujetos..."(17)

Debemos preguntarnos, pues, cuál sería el concepto de inconsciente que se maneja dentro de los Grupos de Implicación. El problema es extremadamente arduo porque, como sabemos, no disponemos psicoanalíticamente aún de una teoría consistente sobre las modalidades de emergencia y circulación del inconsciente en grupo. Para Kaës, en relación a la dimensión inconsciente, es preciso estudiar en un grupo: a) el sujeto considerado en su propia singularidad (partiendo de la hipótesis de que todo sujeto del inconsciente ya es sujeto del grupo) b) el conjunto intersubjetivo, entendido en su globalidad. Si bien constituido por sujetos particulares ese conjunto supone ya un trabajo psíquico muy particular, con procesos específicos que implican precisamente formaciones derivadas de esa grupalidad c) El tercer nivel a ser estudiado sería el de las funciones de carácter intermediarias por medio de las cuales se logran los pasajes, anudamientos, modificaciones, transformaciones, retroalimentaciones, etcétera, entre ese espacio "individual" y el espacio más grupal (para él, entre otras, entrarían el estudio de las llamadas "funciones fóricas").

Tenemos aquí replanteada ya con otro rigor la vieja polémica que separaba las psicoterapias en grupo, de las de grupo. Ambas formas están presentes siempre y no es un problema de una supuesta elección conceptual y metodológica, sino de entender permanentemente los efectos del inconsciente en planos y dimensiones muy diferentes.

Ante esto regresamos a nuestra pregunta: ¿es posible trabajar temáticas tan complejas como las ante indicadas, atravesadas todas por la dimensión inconsciente, en los diferentes planos, "individual", familiar, grupal e incluso social, sin tener en cuenta las modalidades específicas de dichos atravesamientos?

Pero, en otro nivel más metodológico, ¿resulta posible trabajar con la dimensión inconsciente si no creamos como condición de posibilidad para ese trabajo la asociación libre, teniendo como trasfondo la comprensión de lo que sucede en el campo tránsfero-contratranferencial, incluyendo un riguroso análisis de lo que Kaës denomina la intertransferencia? Pero, ¿qué significa la asociación libre en grupo? ¿Cuál es su estatuto?

Empezaríamos contestándolo otra vez a partir de los aportes de Kaës, en torno a lo que significa el estudio de la "cadena asociativa grupal", es decir, la forma en que esa libre asociación emerge en un grupo. Tema esencial, pero aún poco explorado ya que no sabemos bien , más allá de nuestras intuiciones clínicas, las formas en que la asociación libre de cada sujeto provoca efectos sobre los otros integrantes del grupo y las modalidades en que regresan al primero. Es decir, los complejos planos de la interdiscursividad, en los registros inter y trans-subjetivos.

De todos estos problemas esenciales, y otros no menos importantes, no parece haber reflexiones de los que teorizan los grupos de implicación. Se conforman, al parecer, con los niveles más simples vinculados a los efectos producidos por las identificaciones entre integrantes, al discutir la novela familiar de cada participante, tratando de darle significaciones muy diversas, y rompiendo por ello los estereotipos repetitivos con los que, cada uno de nosotros, nos contamos nuestra propia novela familiar.

Los autores citados hablan en este caso de reflexión "coral" y la definen expresamente como "el análisis llevado a cabo en común por el sujeto, los investigadores -los animadores y los otros participantes- sobre cada una de las historias en las que se entremezclan elementos subjetivos, los ecos que producen sobre otros, informaciones objetivas e hipótesis interpretativas y/o explicativas"(18).

Es pertinente preguntarnos, en consecuencia, si estamos realmente ante una escucha, en el sentido psicoanalítico del término, de los estructurantes deseos de los integrantes de dicho grupo de implicación y por ende, si se trata de un dispositivo amparado en argumentos teórico/epistemológicos que separan y subordinan las determinantes psíquicas a las sociales, o más bien sustentado en la imposibilidad del coordinador del grupo (autodenominado "animador", por los sociólogos clínicos), por una carencia formativa, de una escucha psicoanalítica de las complejidades antes mencionadas, de los procesos grupales ante los efectos del inconsciente. Ambas cuestiones implican una consideración común que se refiere a la noción de inconsciente en la que se sustenta el discurso de la sociología clínica. Intentemos esclarecer este punto.

Sin duda, el sólo hecho de hablar de lo psíquico y lo social, da la idea de que nos referimos a campos teóricos diferentes, pero eso no autoriza a pensar que esos campos se refieren a realidades distintas. Nos referimos sí a sujetos distintos. De esta manera, el proyecto de construcción del sujeto social en el cruce de diversos campos teóricos, es desde luego un problema teórico para dar cuenta, precisamente, de ese sujeto en tanto construcción, no en tanto concreción. Por otro lado, esta construcción interdisciplinaria del sujeto debería hacerse, si acaso, sin transformar la noción de sujeto del Psicoanálisis; de otro modo, lo que se hace no es situarlo en el cruce de diversos campos teóricos, sino en uno solo que incorpora, a su modo, nociones originadas en el otro. Incorporar el Psicoanálisis en la construcción del sujeto social y, en consecuencia, en las prácticas grupales de él derivadas, significa escuchar, como ya señalábamos, las asociaciones libres en el campo tránsfero-contratransferencial. Esto es, teniendo siempre presente al sujeto propio del psicoanálisis puesto en escena. De no hacerlo así, en el estricto sentido, es un solo campo teórico el que se hace cargo de esa construcción: el de la sociología, que si bien intenta ser complejizado incorporando lo psíquico, sólo lo hace en un sentido discursivo, pero pagando el precio de sacrificar a su sujeto.

Siguiendo a Assoun (19), el sujeto del psicoanálisis "... no existe sino objetivado en el síntoma (...) sujeto que se inscribe en la grieta misma que separa el saber de la verdad"; en otros términos, es un sujeto que sólo se revela en el acto analítico, en las fracturas de su discurso; esto es que, para captarlo, es necesario situarse en el lugar de una escucha cabalmente analítica, por lo cual no tiene otra realidad más que la que es propia de la metapsicología que se despliega en la práctica para captarlo. De esta manera, y no habiendo un trabajo explícito con las transferencias, contratransferencias e intertransferencias, se deduce que la noción de inconsciente a la que recurren tiene que ver más con el desconocimiento que con lo reprimido. En términos freudianos, más con el inconsciente descriptivo que con el inconsciente dinámico. Es decir, las actividades y reflexiones llevadas a cabo en el grupo están dirigidas a la detección y esclarecimiento de las contradicciones en las que está actualmente inserto el sujeto, mismas que hunden sus raíces en los lugares sociales que han ocupado los diferentes personajes de su biografía familiar. En términos quizá un poco más precisos y tratando de no desvirtuar las propias consideraciones teóricas de la sociología clínica, se trata de inscribir estos conflictos actuales, referidos a los valores, deseos, afectos, etc., en una historia en la que, éstos mismos, son el resultado subjetivado de contradicciones sociales objetivas y que, por lo mismo, se instituyen como explicación última o más profunda. Hacerlo así, y persistiendo en el proyecto de incorporar lo psicoanalítico, significa transformar, además del sujeto del Psicoanálisis, como lo acabamos de señalar, también el estatuto epistemológico y metapsicológico de las categorías y conceptos propiamente psicoanalíticos, como es el caso de las nociones mismas de transferencia y contratransferencia a las que se pone el apellido de "sociales" (20)y que son referidas a las diferencias de clase y de cultura (21), el Edipo mismo que es curiosamente transmutado en "complejo socio-sexual" (22)y en suma jerarquizar, por encima de todo, la "génesis social de los conflictos psíquicos" (23).

Pese a todas estas reflexiones críticas, pensamos que la Sociología Clínica puede ser bienvenida al volver a traer a la discusión temas que ameritan ser nuevamente abordados, con mayor rigor, sobre las complejas vinculaciones entre diversos niveles de determinaciones; sobre las dificultades inherentes a los distintos modos de conceptualización de los sujetos que sustentan la construcción teórica de nuestros campos; sobre la indispensable necesidad de precisar las definiciones y connotaciones, de acuerdo con nuestras respectivas miradas y escuchas, de nociones y conceptos que suelen ser utilizados en los lenguajes teóricos de varias disciplinas, omitiendo el estatuto particular que les confiere ese contexto disciplinario. Asimismo los Grupos de implicación movilizan en forma efectiva la reflexión sobre un orden de determinaciones en el que la historia vivida en común se constituye en la plataforma para el diseño grupal de otra historia posible, con todos los efectos políticos que esta postura conlleva. Ello contrarrestaría, tal vez, muchas formas contemporáneas de hacer un psicoanálisis que ignora radicalmente, amparándose en una supuesta asepsia, que el ser humano es simultáneamente, y no puede dejar de serlo, sujeto psíquico y sujeto social. Mucho camino queda, sin embargo, por recorrer para poder despejar los niveles de complementariedad, tensión y, también, de radical heterogeneidad y diferencia entre nuestros respectivos registros.

México, D.F., noviembre de 1997.

Notas

(1) C.Fernández Gaos y J.Perrés: "¿Escucha de la realidad psíquica vs. escucha de la realidad objetiva?"

(2) Intentando en lo posible de expresarlo en la propia terminología de los autores de dicha corriente, para no traicionar involuntariamente sus pensamientos.

(3) V.de Gaulejac: "Psicosociologie et sociologie clinique", p.158.

(4) V.de Gaulejac: "Historias de vida y Sociología Clínica", p.106, traducción nuestra.

(5) Cf., como posible ejemplo, la distancia que puede separar conceptual y metodológicamente a los grandes precursores y autores de dicha corriente como M.Pagès, E.Enriquez, el ya citado V.De Gaulejac, A.Levy, M.Legrand, etcétera.

(6) A modo de ejemplo más preciso, el programa del Laboratorio de Cambio Social, U.F.R. Ciencias Sociales, Universidad, París 7, propuso un ciclo sobre "Novela familiar y trayectoria social", bajo la responsabilidad de V.de Gaulejac. El mismo se llevó a cabo a lo largo del presente año y estuvo integrado por los siguientes grupos de implicación y de investigación, de 32 horas de duración cada uno: "Novela familiar y trayectoria social", con la animación de A.Lainé y R.Orofiamma; "Lo que yo creo" (Novela familiar y trayectoria ideológica), animado por V.de Gaulejac; "Identidad y trayectoria espacial", por M.Bonetti; "Historias de dinero" (Novela familiar y trayectoria económica), por V.de Gaulejac, culminando con una "Jornada de síntesis", animada por los dos investigadores citados en último término.

(7) V.de Gaulejac "Historias de vida y Sociología Clínica", op.cit., p.98.

(8) A.M.Araujo: "Desde una Sociología clínica: hoy, el Uruguay", p.10

(9) M.Scapusio: "Entrevista a Vincent de Gaulejac", p.49.

(10) V.de Gaulejac La névrose de classe, p.274, traducción nuestra.

(11) Ibíd., p.276.

(12) Ibíd., p.275, traducción nuestra.

(13) E.Enriquez: Ponencia presentada en el " Primer Encuentro Nacional de Sociología Clínica", Montevideo, Uruguay, p.18.

(14) Vemos aquí que si bien las concepciones de la Sociológica Clínica suponen una hermenéutica, se trataría de una modalidad muy discutible de ella, la que consiste en descifrar un sentido preexistente en las determinaciones histórico-sociales y no la creación de sentido, siempre abiertos y provisorios, como en el Psicoanálisis.

(15) V.de Gaulejac: "Impresiones posteriores al seminario Novela familiar y trayectoria social", p.66.

(16) S.Freud Psicología de las masas y análisis del yo, p.67.

(17) Ibíd, p.266, traducción nuestra.

(18) Ibíd., p.267, traducción nuestra.

(19) P.L.Assoun Introducción a la metapsicología freudiana, pp.347/383.

(20) Resulta imposible entrar en detalles pero diferimos radicalmente de la postura de V.de Gaulejac que propone hablar de "transferencia y contratransferencia social", referidas a las diferencias de clase y de cultura, cuando en el trabajo de los Grupos de implicación deja de lado el análisis de los fenómenos tránsfero-contratransferenciales, en su sentido propiamente psicoanalítico, estructurantes de los movimientos inconscientes intersubjetivos.

(21) M.Scapusio, op.cit., p.42.

(22) V.de Gaulejac La névrose de classe, op.cit., p.203.

(23) Ibíd. p.181.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 7 - Julio 1998
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