Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Aplicación del test de Rorschach
Arturo Alcaine Carmón

Introducción histórica

El Rorschach (se lo llama igual que a su autor Hermann Rorschach) data del año 1922. Su autor fue un psiquiatra que se formó como psicoanalista en el círculo de Jung antes de que este último abandonara la Asociación Psicoanalítica. En este sentido cabe considerarlo como un psicoanalista de primera generación aunque, bien es verdad, no hay datos de que ejerciera el psicoanálisis con sus pacientes que, por otra parte, fueron fundamentalmente psicóticos. Era hijo de un pintor decorador y desde niño, además de dotado dibujante, acostumbrado a jugar con esos materiales y a crear, como juego, ya en la escuela, klexografías, es decir, manchas de tinta mas o menos simétricas resultado de verter tinta sobre una hoja y doblarla por la mitad. Además era frecuente que sus ropas se vieran manchadas por pintura como resultado de esos juegos por los que tanta afición parecía mostrar. Todo ello le valió el sobrenombre de Klex (en realidad debiera ser escrito klecks) entre sus compañeros de escuela. Klecks significa borrón.

Así pues tenemos que las manchas de tinta son, de partida y entre otras cosas, una especie de anagrama identificatorio para Rorschach y además algo sobre lo que ha tenido un largo recorrido inconsciente de elaboración cuando, años después, se ponga a la tarea de construir su método de psicodiagnóstico. También podemos especular hasta que punto cuando Rorschach (identificado a las heces del padre, a la pintura que éste escampa) pone ese Klex (con el que tiene cierta relación como digo de identidad) ante el probando, no hace sino proponerle la cuestión "qué podría ser para usted". Es decir, le remite a una situación especular en la que aquel Klex es puesto como un espejo sobre el que el probando pueda ir enganchando, o tratando de enganchar, sus identificaciones, las manchas en realidad son eso, manchas de tinta, pero manchas con discontinuidades de diverso tipo, son casi simétricas como una cara o como un cuerpo y, además, han sido seleccionadas por alguien que en ellas se identifica y que, de una parte, como decíamos, cuenta en su propia historia con ese significante y por otra va a meter otra historia, condensada, metaforizada, en las klexografías.

La situación del test de Rorschach nos presenta, pues, en el origen ya, en las primeras investigaciones de su autor, una indagación acerca de cuales son las relaciones del sujeto con el otro, dicho quizá de mejor modo, cual es su estatuto en el otro, otro que se presenta como desconocido, como aparentemente inestructurado y magmático, como un Ello donde hubiere de advenir un Yo, y sin embargo, ese espejo aparentemente informe donde el sujeto habrá, como tarea, de reconocer-se es, sin embargo, una realidad construida por significantes, que tiene una historia y, además, no una historia cualquiera, la historia de un cuerpo que es el propio cuerpo imaginario de Hermman Rorschach, y todas las significaciones ulteriores que se han venido añadiendo por parte de todos aquellos que, poco o mucho, hemos usado de esta prueba para nuestro trabajo.

 

Rorschach como espacio transicional

La consigna "que podría ser esto" que en otro lugar es contemplada como emplazando al sujeto para que responda, aun sin que ello quede explícito en la misma, para otro, es decir le interroga por su alienación humanizante, es también, permite, una apertura a un modelo de espacio transicional y traslada a las láminas la condición de objeto de juego, o mejor aún, de objeto para "el jugar" en el sentido que utilizan esta expresión Winnicott o Rodulfo.

Es conocido por los psicólogos que nos dedicamos a las tareas del psicodiagnóstico cómo el test de Rorschach resulta ser una de las pruebas con un mayor potencial ansiógeno de entre todas las que se utilizan. El sujeto queda enfrentado a un estímulo aparentemente inestructurado y magmático. En cierto sentido podemos decir que cuando toma la cartulina con sus manos se sitúa ante un espejo caleidoscópico que de pronto le evidencia la inanidad y falta de coherencia de un Yo que, de ordinario y por el contrario, se pretende uno y organizado. Es decir, si en el estadio del espejo tenemos a un sujeto experimentando su rompimiento pulsional frente a otro de la imagen que se percibe completo y cerrado y ahí nace, al menos desde la teoría lacaniana, la agresividad, aquí lo tenemos enfrentado a una imagen perdida y por encontrar. ¡Que frecuente es la pregunta "¿Pero luego me dirá qué significan?" entre nuestros probandos!. Pregunta que se formula desde la expectativa de que son un enigma del cual el Otro tiene la respuesta. También de que son significantes pero para los que no se dispone de significado, para los que el significado es algo aún por producir mediante un trabajo.

Ese trabajo lo es como una actividad lúdica, es el trabajo de construir, mediante la aplicación de unos significantes, una realidad, un imaginario comunicable a partir de un real, pero no de un real cualquiera, de un real propuesto, un real con historia. El probando tiene ahí que encontrar significados, para poder hacerlo la consigna que se le propone no es "qué significa esto" o "qué es esto", una respuesta del tipo "un borrón de tinta" podría muy bien ser interpretada como muestra de negativismo patológico. Es la consigna "qué podría ser esto", donde el podría remite a otro, la que permite la entrada en el juego, la que lleva al sujeto a la actividad constructiva de usar unos objetos para representar a otros faltantes ante la moción de la propia angustia y vivencia de despedazamiento. Lo que vamos a valorar posteriormente no va a ser sino el cómo particular, para cada sujeto, es llevada a cabo esa tarea de significantización de lo real. En otro sentido lo que se le plantea, como problema, al sujeto, es, de manera análoga a lo que implica el diván en el psicoanálisis, una desaparición del A, del otro imaginario de las identificaciones. Hay una suerte de forzamiento de la ausencia del otro con la presentación de las láminas de la que el probando no podrá salir sino a través del juego del como si.

 

Administración de la prueba

Hay varias reflexiones importantes para hacer respecto del proceso de administración de las láminas del test de Rorschach. La primera de ellas se relaciona con el cuando aplicarla.

Se considera, por lo general, adecuado administrarla en el último lugar de la batería de los test proyectivos y antes de cualquier test de cuestionario cerrado o de rendimientos como lo son, por ejemplo, los test de inteligencia. En general se viene considerando al Rorschach como la más ansiógena de las pruebas proyectivas. En cualquier caso es una de las que producen una mayor desestructuración de los referentes imaginarios y, desde luego, desde este punto de vista, parece adecuado iniciar la aplicación de la batería por otra del tipo de los test gráficos, HTP, Familia, que permitan al sujeto incorporarse a la situación de test. Es decir, ante una prueba que induce la pérdida del continente imaginario para las mociones pulsionales del probando, no se considera adecuado añadirle la ansiedad que implica la situación de examen frente a otro vivido persecutoriamente, como una figura superyoica que lo condena a una pasiva experiencia de disolución del Yo frente al Ello. La actividad de dibujar permite, a partir de la pulsión anal, cierto desparrame del sujeto por el espacio desconocido, y por lo tanto hostil o al menos amenazador, de la consulta invistiéndola, como se hiciera con los objetos transicionales en la cuna, de objetos surgidos del probando, convirtiéndola, de ese modo, en un lugar suficientemente familiar para el trabajo del proceso primario sin que se activen, yatrogénicamente, defensas psicóticas o, al menos, muy primitivas.

Por otra parte los test de rendimientos o, incluso, los cuestionarios de personalidad remiten al sujeto a la actividad escolar y a ejecuciones que lo son, solamente, del proceso secundario. Se trata de tareas en las que la significación esta cerrada, lo que viene a ser lo mismo que decir sometidas a intensa represión. En estas pruebas al sujeto se le formula una exigencia de trabajo sometido al deseo del otro, un deseo que el probando se supone que debe de conocer. Se trata de una experiencia de repetición de examen escolar, se despliegan toda suerte de fantasías, fundamentalmente anales y fálicas. Se trata de producir para el otro lo que el otro espera que se produzca o de estar o no en posesión de la respuesta o las respuestas adecuadas a la demanda del otro. Por el contrario en el Rorschach lo que pretendemos es que el sujeto repita, proyecte, en el proceso de la construcción de sus respuestas su propio proceso de constitución subjetiva, y de su realidad, y este proceso se va a ver forzosamente interferido por los test de rendimientos, de modo que, en lugar de lo que pretendemos, el probando va a contestar aquello que supone le va a reportar una buena calificación. Es un proceso semejante al de los niños que hacen precoces identificaciones con un ideal del yo materno que les excluye de la actividad lúdica de construirse a sí mismos condenándolos a la constitución de un falso self. En estas pruebas la realidad es algo que viene cerrado como el imaginario del otro, un imaginario que excluye cualquier otro que es valorado como incorrecto por el mero hecho de no aparecer como posibilidad entre las posibles respuestas correctas.

Por lo que respecta al procedimiento concreto de aplicación de la prueba existen diversas opiniones y escuelas, pero viene siendo la más aceptada que el examinador se sitúe fuera del campo visual del probando. De nuevo ello nos remite a la que consideramos dinámica básica del test.

En efecto, la salida del campo visual del examinador, sea mediante la administración lado al lado sea situándose detrás del probando, no hace sino reforzar la condición de ausencia del otro imaginario, del otro de las identificaciones especulares en la prueba. El probando es privado de la presencia de otro que lo contenga y se lo enfrenta a un estímulo que activa en él las mas diversas experiencias afectivas, pero, antes que ninguna otra la de esa falta.

Todo aquello que en él se conmueva a partir de esa experiencia visual ha de ser convertido a palabras. Se le da la consigna "¿qué podría ser esto?" A partir de ahí, y frente al caos de las manchas y sobre el de sus propias pulsiones va a tener que encontrar con qué simbolizar e integrar algo de eso en alguna realidad. El proceso, empero, se ve mediatizado por el hecho mismo de que es otro quien le plantea como demanda la incógnita, de modo que, como en cualquier otro test aquello que el probando espera que el otro desee de él, estará en el origen mismo del proceso de respuesta.

Es decir en ningún caso el paciente va a contestarnos qué son o siquiera que le parecen las manchas, sino qué podrían ser y qué podrían ser para otro, para otro que se le escabulle como continente imaginario para situarse, fuera de su campo visual en el lugar de los significantes, o de las palabras si se prefiere, como una voz que demanda significantes pero de manera enigmática, sin proponer una pregunta concreta y, podríamos decirlo así, como sujeto de la falta $. Encarnando el sujeto por advenir, y esa va a ser, precisamente, la producción simbólica del probando con las manchas.

A este periodo lo llamamos de asociación libre. Durante este periodo la cuestión es el qué, la cuestión es por la substantividad, por el ser. Es el momento en que se registran las respuestas, sólo las que aparecen en esta asociación libre se consignan como tales.

Tras este primer periodo, una vez recogidas la totalidad de las respuestas que vamos a contemplar en el recuento se pasa al momento de la encuesta. Ahora van a ser los determinantes y las localizaciones las que van a perfilarse a partir de las respuestas que ya tenemos. En este segundo tiempo nos interesamos mas bien por los aspectos adjetivos.

Finalmente hay un tercer tiempo llamado prueba de límites en el que se investigan aquellos aspectos que quedaran pendientes en los dos momentos anteriores y que dejaran puntos obscuros o de duda a la hora de valorar y categorizar las respuestas. También es el momento en que se aplican diversas pruebas complementarias, como la selección de láminas por orden de preferencias, la construcción de una historia a partir de alguna de las láminas y otras.

A lo largo de estos tres momentos se da de nuevo una repetición, se fuerza a ello al probando, de los momentos constitutivos de su propia subjetividad. La asociación libre es el momento en que el probando identifica, se identifica, a través de las huellas de los objetos, especularmente en la mancha. Es el momento en que predomina el proceso primario y se espera que las catexias libidinales activadas o reactivadas por el estímulo recurran a las representaciones preconscientes de que disponga el probando.

En este primer momento podemos decir que nos encontramos explorando una situación dual, preedípica. Un momento en que merced a la consigna el sujeto queda en una posición de mostrarse en tanto que artífice de su propia realidad, realidad que es encontrada en el campo del otro, construida a partir de aquellas discontinuidades cuya historia, cargada de significaciones, el sujeto desconoce pero que están ahí para que pueda tomarlas y nombrar algo que haga algún tipo de semblante de su propio e íntimo goce. La represión, si la hay, debería, al menos en condiciones ideales, ser aquella que el sujeto trae a la consulta.

Durante la encuesta se propone una situación triangular y donde, ya desde el propio encuadre del test, se plantea al probando una situación sometida al principio de realidad a partir del reconocimiento, que debe hacer, del examinador, como un semejante. La consigna pasa a ser ahora, mas o menos, "me gustaría verlo como usted". Explícitamente se le está diciendo al probando algo que es falso y sin lo que, no obstante, no hay posibilidad de relaciones interhumanas algunas. Aquello en lo que el probando reconoció un aspecto del si mismo, aun cuando fuera inconsciente para ello, debe ser ahora ubicado entre los objetos de la realidad social reconocibles por un tercero, es decir, se le plantea explícita, aunque tramposamente, que tiene que alienarse en el discurso de otro, amo, para tomar a las partes del sí mismo especularmente encontradas en la mancha, como objeto. Es, pues, ahora desde el Super Yo, al registro simbólico de este sujeto al que se le pide una explicación y un reconocimiento. No hay ahora juego alguno, no se consignan más respuestas, se cuestiona por los adjetivos, determinativos, calificativos o verbos si se trata de las respuestas de movimiento.

En general cabe esperar que todo lo atinente a las localizaciones y determinantes quede para el segundo momento de la prueba, la encuesta, mientras que los contenidos aparecen en el primero, la asociación libre. Será también, pues, motivo de reflexión y estudio para el rorschachista con formación psicoanalítica si esta condición ideal se cumple o no. En primer lugar podremos ver si el paciente nos ofrece ya explicaciones durante el periodo de asociación libre o, por el contrario, se limita a indicar el contenido de la respuesta. Una indicación precisa acerca de los determinantes y/o las localizaciones ofrecida ya en ese primer momento puede relacionarse con una actitud autojustificatoria, explicatio non pedita acusatio manifesta, el sujeto ante una gran cantidad de experiencias pulsionales se siente inadecuado en su Yo frente a un Super Yo al que supone exigente. Habrá de encontrar, pues, la manera de calmar(se) recurriendo, desde un primer momento, a razones con las que poder sostener(se) en aquellas identificaciones sobre las que ejercen sus presiones tanto los impulsos del Ello como las críticas del Super-Yo.

Por el contrario, la absoluta ausencia de indicaciones acerca de la determinación y la localización en ese primer tiempo y, desde luego, su falta en el periodo de encuesta pueden, sin embargo, atribuirse a una escasa capacidad de autocrítica, propia de estructuras límite de la personalidad, así como (estaríamos en el mismo caso) a cierta propensión a pasar al acto o, en otros caso a unas reserva y cautela propias de actitudes y recelos paranoides, otra posibilidad es que las limitaciones intelectuales empobrezcan la producción general de las respuestas pero en este caso lo advertiremos también en otros muchos rasgos propios de la debilidad mental.

Así pues, y en resumen, el mismo proceso de administración de las pruebas y test, y mas concretamente la del de Rorschach, constituye en si mismo un rico filón de experiencias clínicas que debe ser considerado en atención flotante y con detenimiento más allá de los estándares de aplicación que proponen los enfoques psicométricos, por lo demás útiles para contrastar los hallazgos de los psicoanalistas que no hemos renunciado a su utilización.

Bibliografía y corolarios

"El Yo y el Ello" S. Freud . Obras Completas Edición Electrónica (Ediciones Nueva Helade)

"Realidad y juego". D.W. Winnicott . Ed. Gedisa.

"Psicodiagnóstico" Hermann Rorschach. Ed. Paidós

"Manual de Psicodiagnóstico de Rorschach" .Edwald Bohm. Ed. Morata.

"Obras Menores e Ineditas" . Hermann Rorschach. Ed. Morata.

"Las técnicas proyectivas en el proceso psicodiagnóstico" María Luisa Siquier de Ocampo y otros. Ed. Nueva Visión.

"El niño y el significante". Ricardo Rodulfo. Ed. Paidós.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 6 - Diciembre 1997
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