Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La clínica como estructura
Jorge Helman

 

Fue un domingo, hace 5 años. Me encontraba distraídamente recorriendo la sección cultural del diario La Nación cuando tropecé con él.

Se trataba de un pequeño anuncio publicitario que tuvo la virtud de despertar mi atención. En ese aviso se ofrecía un servicio, por lo menos para mi, inédito.
Decía:

Profesora de Letras
Egresada de U.B.A.,
Investigadora del CONICET
TE......................

Escribo su autobiografía.

No me resultaba sugestivo el anonimato de la anunciante. Era obvio que si iba a prestar su sabiduría para escribir la biografía de otro en nombre de ese mismo otro no podía develar el propio. En un principio pensé que ofrecía servicios como un mercenario quien, independientemente de los principios que sostienen una causa, se enrolan en la misma, sólo por dinero y la subsistencia que el mismo posibilita.

Lo que sí me impactó fue encontrar una semejanza con el papel protagonista que, en mi opinión, posee la tarea de un análisis.

Aquel aviso de La Nación me resultó inquietante por sus similitudes y diferencias con mi tarea de analista. Por intermedio de este escrito pretendo compartir algunas reflexiones que hacen al despliegue de un análisis; precisamente sustentado en la idea de que la clínica constituye un espacio donde se va a constituir una autobiografía.

Intentaré hallar, en consecuencia, los elementos que son comunes y aquellos otros que alejan la tarea de esa escritura producida desde "la profesora de letras" y esta otra escritura procesada en un "psicoanálisis".

Un elemento en común que poseen tanto la literatura como el psicoanálisis es la Transferencia. Es en ella que se produce la creación del discurso. Más enérgicamente expresado es por ella que el discurso existe (¡inevitable evocación aquí a Lacan (1)!).

Cualquier escrito debe en principio perfilar su interlocutor; no alcanza sólo con tener algo que decir sino que se hace necesario, también, tener a quién decírselo. En realidad el origen de una escritura nace desde el destinatario al cual ella se dirigirá; como con acierto lo han señalado G. Deleuze en su estudio sobre Proust (2), como R. Barthes en su trabajo sobre Blanchot (3) son los nombres quienes inspiran las ideas. Se trata del "lector ideal", en el decir de U. Eco (4), quien procrea la discursividad. Es en relación con el Otro que se funda la subjetividad, definida a ésta como un paquete de símbolos (5).

La escritura siempre se hace en relación con Otro (o sea en transferencia) por ello es importante que ese Otro funcione como el oficiante de esa autobiografía. Hablamos de éste desde el punto de vista religioso, ya que es el que intermedia y posibilita el vínculo entre el creyente y su creencia. En otros términos, es importante rescatar un concepto afín: el valor del autoanálisis en compañía.

En la línea de la comunidad de elementos que abrazan tanto a la literatura como al psicoanálisis, también se encuentra el hecho de que ambos laboran sobre la base de un texto, es decir que estos espacios cobijan un entramado o red de significantes que son su "materia" prima de trabajo.

A cambio de ello los separa el hecho de que la literatura contiene significantes escriturales a diferencia de un análisis que sólo encuentra significantes nacidos del habla.

Es un hecho sabido, Derrida mediante (6), que la palabra hecha voz está alejada abismalmente de la misma palabra hecha escrito. Un trivial ejemplo servirá para ilustrar lo que afirmo. Ante un error cometido en el discurso, lo oral reaccionará ampliando palabras con la finalidad de suturar ese error, es decir agregará más palabras. El escrito actuará de forma diferente: cortará, censurará lo mal escrito, sacará palabras con la intención de no dejar rastros tras de sí.

Ante esta evidencia, cabe una primera interrogación: ¿Es posible hacer un análisis a través de un escrito, por ejemplo, por correspondencia? La literatura podrá contener sorpresas pero nunca imprevistos; podremos desconocer el desenlace de una dramática literaria, pero jamás saldrá del terreno de las palabras escritas. El análisis, por el contrario está sujeto a lo imprevisible.

Y esto es así por cuanto en la literatura los órdenes imaginarios y simbólicos prevalecen de modo ostensible, a diferencia de un análisis donde la irrupción de lo Real puede hacer su presencia escapando de lo previsible.

Tema sobre el cual volveré más adelante.

Es a esta altura que debo introducir una distinción fundamental entre la Psicobiografía y el Psicoanálisis.

La psicobiografía se sostiene sobre la idea de reconstruir a través de una escritura (que a partir de ahora voy a llamar GRAFIA (A)) los avatares pulsionales de un sujeto. Parte de la premisa de que hay una relación de estricta correspondencia entre esa grafía y la vida personal de quien la produjo. En este sentido no hay sólo un modo psicobiográfico sino varios; por ejemplo alguien puede contar su vida por la vía de una grafía (¡por supuesto que este modo se sostiene sobre la idea del "recuerdo oficial" de lo que el sujeto evoca; deporta, en consecuencia, aquello que olvidó!)

Existiría otra modalidad psicobiográfica consistente en que algún estudioso de la personalidad de alguien decidiera escribir sobre aquél (¡por supuesto que lo haría sobre la base de lo que conoce o percibe, es decir sobre la base de su propia conciencia!).

Otra modalidad psicobiográfica consistiría en establecer una relación entre la vida de la persona en cuestión con su producción literaria. De hecho aquí se partiría de la premisa de que existe una asociación refleja entre lo que se escribe y lo que se es, en otros términos, que existe un individuo, en el riguroso sentido de la expresión (que quiere decir: "indiviso")

Estas modalidades psicobiográficas pueden ser inundadas por una pluralidad de ejemplos variados tanto en el campo literario como en la producción de la literatura psicoanalítica, pero dejaré libradas las ejemplificaciones a la imaginación del lector. Sí quiero señalar tres detalles centrales del enfoque psicobiográfico, que desembocan en una idea aglutinante. En primer lugar, éste siempre se sostiene sobre la base del recuerdo oficial; en segundo se apoya en la percepción y conciencia; y en tercer término, su premisa básica es la de un sujeto indiviso; o sea que estos basamentos del enfoque psicobiográfico alimentan una ilusión: que PERSONA Y AUTOR son lo mismo.

En ocasión del estreno de la película EL AMANTE la escritora Margarite Duras afirmó, haciendo alusión a ella:

(El amante)... es la novela de mi vida.

Una traducción automática (psicobiográfica) permitiría entender esta frase de la escritora como equivalente de "es mi vida novelada".

También es cierto que la frase es tolerante de otra traducción ya no psicobiográfica:

"es la mejor novela que he escrito en mi vida".

Resulta claro a la luz de este ejemplo que la expresión en cuestión goza o padece (según se mire) de una ambigüedad que no nace sino de dónde se quiere poner el acento. ¿Qué hacemos sustantivo (objeto) la vida o la novela?. Es a partir de cómo se determine el objeto que se va posicionar y moldear el destino del Yo, ya que el mismo se encuentra esclavizado a las encrucijadas del lenguaje. ¿Duras contó su vida? (¿dijo, acaso, la verdad, solamente la verdad y nada más que la verdad, como pide un tribunal?)

Una apropiada respuesta a la ilusión psicobiográfica la da Jorge Luis Borges. Afirma él:

"Sabemos que los actos suelen calumniar a los hombres. Alguien puede robar sin ser ladrón, matar y no ser asesino."

me permitiría, personalmente, interpretar la frase, diciendo que los protagonistas de esos actos son, también, los escritores de biografías.

Es un hecho conocido, Freud (7) entre otros mediante, que la subjetividad se puede vestir de diferentes yoes; son licencias concedidas a la imaginación y al escenario (¡uno de los tantos!) en que ella puede desplegarse: el papel.

Sería imprudente entender, por ejemplo, que Shakespeare es siempre el que tiene el rol protagónico primordial en cada una de sus piezas teatrales; por el contrario cada una de ellas requiere descubrir por dónde se ha filtrado el autor, con quién está más próximamente identificado. HAMLET es una adecuada ilustración ya que el autor no se encuentra representado por el personaje Hamlet sino por otro totalmente accidental y secundario: Horacio.(B)

Siguiendo al mismo autor en otra pieza, OTELO, también se impone tratar de distinguir cuál es el grado de cercanía del autor con el de algún personaje. En este caso el escritor se transforma en el traidor Yago, tramoyista de enredos, chismes, acciones de palabras ambiguas pero de clara intenciones que derivan luego en un precipitado de acciones concretas en las cuales se ven envueltos los personajes centrales. Y todo puede aparecer en un instante fugaz de la pieza que opera como clave (C)

Existen aún situaciones literarias aún más complejas como por ejemplo el caso de Ricardo Piglia (8) quien simula haber hallado un manuscrito inédito de Roberto Arlt que lo da a conocer; en rigor el autor lo escribe con el estilo de Arlt y lo firma por cuenta de Arlt.

Otro ejemplo más modesto pero no por ello menos elocuente. El lector prevenido podrá observar, en este mismo escrito, que Yo estoy usando la primer persona como sujeto expositivo. Si se acude a la última página, allí donde están las claves numéricas de las referencias bibliográficas, se podrá ver que yo como escritor he invitado a varios autores más, aunque el que ponga la firma de lo que afirmo aquí sea yo mismo. Como lo señala, nuevamente Borges:

"...quien recita Shakespeare, por ese instante es Shakespeare..."

Lo que en todo caso es importante distinguir aquí a través de estos ejemplos es que precisamente un discurso no es poseedor de un Yo único e indiviso sino que, por el contrario se hace necesario detectar y descubrir por qué extraños laberintos se desliza y dibuja la subjetividad singular de alguien. Me resulta ineludible aquí volver a traer el pensamiento de Borges (9), precisamente porque el mismo testimonia de modo más fehaciente los desdoblamientos y trasvestismos que puede adquirir el Yo como un retazo de la subjetividad.

Estas mutaciones y disfraces del Yo ponen en evidencia el carácter mágico (o ilusorio) que posee esta instancia en su cualidad de UNIDAD.

Este comentario, nacido de la intención de confrontar lo que llamo ahora una lectura tradicional (psicobiográfica) de la vida de una persona por la vía de su producción literaria, pretende situar a la lectura psicoanalítica dentro de un enfoque diferente, ya que existen muchas formas de producir relatos históricos.

Una cuestión que queda planteada a raíz de los ejemplos expuestos es ¿cómo se hace Historia?, o en otros términos ¿desde dónde se define a la Historia?

Paralelo a la retirada del estructuralismo, acontecimiento ocurrido hace tres décadas, se ha dado en nuestros días el renacimiento de la Historia. Pero de una historicidad que ha podido absorber las críticas en lo que atañe a qué acontecimientos pone de relieve y deja estampados en sus libros de recuerdos. La historia actual ha cambiado su enfoque y hoy se dirige a atender lo que desde aquí designaré provisoriamente como la Historia de las marginalidades; aquellos personajes, hechos y sucesos que fueron antes deportados del recuerdo hoy son incorporados a este nuevo enfoque historicista (D).

No es ajeno a este viraje de la perspectiva historiográfica la contribución que el psicoanálisis ha brindado. Desde sus inicios la mirada freudiana se centró sobre los acontecimientos inadvertidos que constituían "la psicopatología de la vida cotidiana", o sea sobre las marginalidades que deportadas del interés (que se focaliza en el centro) desestimó la ciencia decimonónica.

Este nuevo enfoque histórico tiende a poner de relieve los acontecimientos que teniendo su origen en el campo de la cultura, merced al HABITO, inadvertidamente, han pasado al campo de la naturaleza; lo que hace este enfoque es, precisamente, hacer retornar esos hechos al campo de la cultura.

Borges señalaba que:

"...cualquier desorden convertido en hábito se transforma en un orden..."

Intentaré responder por esta modalidad de producir Historia. Para el psicoanálisis el protagonista de un relato (inscripto necesariamente en el interior de una gramática) se articula pero no superpone con el protagonista de una dramática; en otros términos el sujeto lo es en calidad de quebrado, que puede tener puntos de encuentro efímeros entre sus partes constituyentes.

En una carta a Zweig (10) Freud expresa su absoluto descreimiento de las biografías. Tan taxativa es su postura que asienta:

" ...la verdad biográfica es inalcanzable...tampoco tiene valor bregar por ella..."

¿Qué concepto de verdad estaría manejando Freud cuando descreía de la biográfica? ¿habría acaso renunciado a un concepto tan caro como el de Verdad o sería que, sabedor del efecto sublimatorio de las grafías, la distorsión más que develarla ocultaría a esa Verdad?.

Hay fuertes razones para pensar que se aferraba a un concepto de Verdad no nacido de la grafía.

Para poder demostrar de dónde brota éste en Freud, necesito definir, previamente, qué idea sostiene él en lo atinente a lo inconsciente, con relación al sobredeterminismo psíquico, porque es desde allí desde donde se podrá percibir que la verdad no es algo que deba descubrirse o develarse sino, por el contrario, es algo que debe crearse.

Este sobredeterminismo (14), también llamado "fe causal" por su autor, posee la característica de ser parabólico en tanto se encuentra sujeto a la aleatoriedad de todos los elementos puestos en juego. Este sobredeterminismo, lejos de pronosticar un acontecer, habla de la indeterminación del mismo.

La indeterminación sobredeterminada crea acontecimientos, separable del de sucesos.

Así como los sucesos lo son, precisamente, en tanto puedan ingresar en una sucesión, en una seriación, los acontecimientos son hechos que responden a lo imprevisto; por lo tanto son resistentes a ser imaginarizados o simbolizados. Pertenecen de facto al territorio de lo Real que hace su irrupción de manera imprevisible.

Es el momento oportuno de retomar aquello que anteriormente señalé como que era el interlocutor el procreador de la discursividad, incluyendo a la Transferencia como un elemento nodal.

Afirmar esto significa que el inconsciente no es ciego sino selectivo. Este inconsciente se compagina y escribe con otro, pero no un otro anónimo ni lejano sino presente y puntual, donde el acontecimiento posee un papel fundamental.

En otros términos: al sobredeterminismo lo concibo como integrante de una RED, definiendo a ésta como el sistema de relaciones transferenciales complejas no lineales, no predecibles; lanzado a una indeterminación crucial que lo hace no imaginable. Es decir sujeto al devenir del Registro de lo Real.

Registro que en la obra de Lacan ha tenido diferentes formulaciones de las cuales en este momento sólo quiero desglosar dos:

a) por un lado defino a lo Real como aquello que está excluido del circuito del pensamiento, de la imaginación, de la representación. Concepto de alto interés epistemológico (E).

b) por otra parte (la más aprovechable desde el punto de vista clínico) defino a lo Real como aquello que se vincula con la letra, aquello que irrumpe bruscamente en el interior de la cadena discursiva para deconstruirla. Un acto fallido, un olvido, un lapsus es la presencia de este Real que contiene, como un iceberg, un campacto de historia subjetiva no historizada.

Es en este último concepto de lo Real de donde emerge lo que antes llamé "acontecimiento", que es el efecto de la RED de sobredeterminación indeterminada.

La obra freudiana es generosa por su extensa escritura. Ella permite seguir itinerarios de pensamientos que, conforme a su ubicación histórica, han ido modelando los conceptos básicos. Uno de ellos es el de INCONSCIENTE.

En el desarrollo expuesto por Freud durante casi cuarenta años es posible discernir diferentes conceptos de "inconsciente". En esta ocasión sólo señalaré dos: Por un lado se puede entender que a este inconsciente hay que descubrirlo (que significaría sacarle la cobertura que lo oculta); por el otro a éste hay que crearlo (que significa inventarlo); creación que por otra parte "no saca cosas de la nada" (como define el diccionario) sino que registra los nuevos ensamblajes que se producen sobre viejos elementos.

Elijo esta segunda versión de lo inconsciente, ya que los testimonios nacidos de la clínica avalan la presencia de una verdad que se ex-pone por la vía de un fallido, por algo que se salió del "libreto", por ese plus que se dijo demás (15). Por supuesto que en esta elección influye una posición en defensa del "análisis profano". Todo análisis que es convocado a la sacralidad (¡lo que se le opone a profano es "sagrado"!) concluye enterrándose como análisis y funcionando como ortopedia yoica.

Además si he delineado al inconsciente como atado al acontecimiento es porque lo emparento con la función de la escritura.

Conforme se concibe hoy a la escritura (aún en el sentido de GRAFIA) ésta se encuentra dominada por el movimiento de la transtextualidad y la interpretación. Contra la idea dominante en la década del '60 donde se concebía que un texto era un transmisor de mensajes, actualmente, merced al postestructuralismo de Deleuze y Guattari (16), se considera que en un texto no habita una verdad única e inconmovible sino ficciones y verdades plurales.

Si se puede concebir a la escritura (GRAFIA) como movimiento es posible vincularla con lo inconsciente, ya que aquélla se guía por la prevalencia de los registros imaginarios y simbólicos, pero de sus intersticios brota lo Real que es propio del inconsciente singular.

El reordenamiento de los significantes arrastra ineludiblemente a un reposicionamiento subjetivo. Una alteración en el orden de los significantes implica necesariamente un cambio en el significado.

En ese punto virtual de conjunción de los tres registros y de la escritura y lo inconsciente es como veo la presencia del ACONTECIMIENTO SUBJETIVO; amarrado éste a la imponderabilidad de la red de relaciones transferenciales que lo representa.

Desde esta óptica es posible considerar a la subjetividad como un sobresalto que rebalsa lo cotidiano; como un efímero despertar de un extenso letargo. La Verdad de esa subjetividad se erige sobre las sombras de su propia rutina; es la intranscendencia lo que hace pueda brotar la fugaz trascendencia del sujeto del inconsciente. Del mismo modo que es el silencio el que crea al lenguaje.

En función de esto es posible pensar que hacer Historia es instalar Memoria, no sólo porque algo crucial fue desterrado del campo del recuerdo sino también porque pudo no haber habido allí recuerdo o significación del mismo. En otros términos se trata de "hacer consciente lo inconsciente". ¡Vale recordar que el lecho etimológico de la palabra "recuerdo" es, justamente "volver a pasar por el corazón (re-cordis)!

Esto implicaría entender a la clínica analítica como la fundadora de una Historia singular y en tanto tal sostenida desde la Escritura. Por ello es aquí donde se crea la autobiografía de un sujeto.

Comencé esta exposición con un recuerdo. Otro lo cerrará.

Desde lo dicho en este escrito quiero mirar a esa evocación inicial.

Los analistas nos aproximamos, de alguna manera, a la oferta de esa profesora de letras por el hecho de contribuir a forjar la autobiografía, a hacer historia, a producir escritura (¡todas estas no son más que formas diferentes de enunciar lo mismo!).

Nos separa de ella nuestro dispositivo. Este no se monta solamente sobre las palabras que hacen historia sino también sobre una retórica del silencio.

Silencio al cual un análisis (¡y este también!) debe convocarse.

Por ello el recuerdo de cierre es el de un pensamiento de Walter Benjamin (17) a quien por su transparencia cederé la últimas palabras de esta exposición:

"La grandeza es el eterno silencio que sobreviene tras una conversación. Significa captar el ritmo de las propias palabras en el vacío".

 

Notas

(1) Jacques LACAN: Los cuatro principios fundamentales del psicoanálisis.

(2) Gilles DELEUZE: Proust y los signos.

(3) Roland BARTHES: El grado cero de la escritura.

(4) Umberto ECO: Lector in fábula/ Obra abierta.

(5) Jorge HELMAN: Viena, Mayo de 1936, el 31. / La subjetividad entre la escritura y lo inconsciente.

(6) Jacques DERRIDA: De la Gramatología.

(7) Sigmund FREUD: El poeta y la creación fantástica.

(8) Ricardo PIGLIA: Prisión perpetua.

(9) Jorge Luis BORGES: Borges y Yo.

(10) Jacques Le Gof: Lo maravilloso y lo cotidiano en el Medioevo Occidental.

(11) Georges DUBY y colaboradores: La historia de la vida privada/ La historia de las mujeres/ La Historia de la Familia.

(12) Nilda GUGLIELMI: La marginalidad en la Edad Media.

(13) Sigmund FREUD, Arnold ZWEIG: Correspondencia.(carta del 31.5.36)

(14) Sigmund FREUD: La psicopatología de la vida cotidiana.

(15) Sigmund FREUD: El análisis profano.

(16) Gilles DELEUZE y Félix GUATTARI: Rizoma.

(17) Walter BENJAMIN: Metafísica de la juventud.

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(A) Retorno sobre el pensamiento de Derrida (6): Según éste la Grafía es un hecho tardío devenido luego de que se ha producido la Escritura. Para él la Escritura se sostiene en la DIFERENCIA, o sea en la oposición entre trazas, y constituye el hecho primario que potencia la posibilidad del habla y luego de la grafía. En la escritura, como hecho primordial lo que prevalece son las marcas que construyen las huellas mnémicas y es ello quien faculta al sujeto los posteriores dispositivos lingüísticos: habla y luego grafía.

(B) Al epilogar la tragedia, moribundo ya Hamlet le dice a Horacio:
"...tu debes sobrevivir para contar esta historia de oprobios." (subrayado personal).

(C) Promediando el desarrollo de la pieza alguien interroga sobre el destino final de la historia ante lo cual otro responde:
"...acudamos a Yago ya que él fue quien tramó todo esto..." (subrayado personal)

(D) Hago aquí alusión a los desarrollos desplegados por Jacques Le Gof (10), Georges Duby y colaboradores (11), y entre nosotros Nilda Guglielmi (12). En estos trabajos los autores se han dedicado a abordar las categorías de la vida cotidiana, de la vida privada, de la mujer, de la familia.

Estas categorías tuvieron un carácter común para el enfoque histórico: las daba por supuestas y estaban allí "desde siempre". ¡Al mejor estilo estructuralista!

(E) El neopositivismo lógico (Karl Popper, Mario Bunge) ha desterrado no sólo al psicoanálisis sino también a la historia del espacio de la ciencia. Con relación a la Historia la acusó de no acomodarse ésta a un requisito básico: la predicción. Es muy interesante preguntarle al positivismo lógico cómo explicaría HOY el nacimiento de las Teorías del Caos y de las Teorías de las Catástrofes. ¡Más aún cuando ellas proceden de un espacio científico "no sospechoso" (puede esto traducirse como "humanístico"), sino de las ciencias consagradas (o "duras") como las matemáticas (B.Mandelbrot) y físico-química (I.Prigogine)!

Justamente ellas se enfrentan en la actualidad ante fenómenos que han designado como "atractores extraños", es decir que las respuestas de la ciencia son insuficientes para predecir hechos que escapan al territorio de la estabilidad imaginada por la mirada newtoniana.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 4 - Diciembre 1996
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