Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura

Imposible de decir
Una correspondencia entre la gramática y la sexualidad
Helga Fernández

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En  el artículo titulado Historia del Movimiento Psicoanalítico Freud se retracta por haber adjudicado años antes el origen del psicoanálisis al Dr. Josef Breuer, para lo cual de un modo irrevocable expresa :"El Psicoanálisis es, en efecto, obra mía". Pero lo más elocuente, además de la sensatez de la afirmación, es que la misma se encuentra autorizada en el hecho de que todas las acusaciones, reproches, insultos, críticas, agravios, disgustos...., y otros atributos -como se lee, innumerables- proferidos para la teoría psicoanalítica se dirigieron exclusivamente hacia su persona. Quien lejos de distribuirlos o encomendarlos a otros se ha considerado "el  único  autor  responsable  de  sus caracteres  fundamentales”. Entendiendo  que  estas reacciones  de   repulsa han sido ocasionadas  por  lo  que  del  mismo  modo  fue  la  verdadera motivación de su separación de Breuer: especificar la  importancia  de  la sexualidad  en  la  vida anímica.  Especificación que fue sosteniendo cada vez con mayor decisión y  en la que perseveró (Haftbarkeit) (1) hasta el final de sus días.

Freud, hace coincidir el inicio del psicoanálisis, diferenciándolo de un momento pre-psicoanalítico, con la introducción de la sexualidad como una de las piedras angulares del discurso. Al tiempo que no atribuye esta aportación que turbó el sueño del mundo, a la agudeza de la observación clínica, ni a sus dotes de  investigador calificado, como tampoco a la casualidad que suele preceder a los descubrimientos, sino a su posición ética que no supuso retroceder sino decir sobre lo innegable de su existencia, con la consecuencia inaugurante, que sabemos, éste acto conlleva. Los siguientes párrafos, extraídos de sus líneas, así lo expresan:

"..en una de las reuniones nocturnas en las que Charcot invitaba a sus discípulos y amigos, el maestro frente a lo relatado por uno de ellos, sobre los síntomas de una paciente dijo:  Mais, dans des cas pareils, c`est` toujours la chose génitale, toujours...,toujours...,toujours. Y al hablar así cruzó sus manos sobre el vientre y movió dos o tres veces el cuerpo con su peculiar vivacidad. Recuerdo que durante un momento quedé poseído del más profundo asombro y me dije. "Pero si lo sabe, ¿por qué no lo dice nunca?"...."(2)

Pero Freud provocó una subversión del sujeto, no sólo por autorizarse a decir lo que otros no, sino fundamentalmente porque hasta el momento nadie había considerado de ese modo, ni en forma pública ni privada, tanto al inconsciente como a la sexualidad. Los cuales desde el comienzo de la construcción de la teoría se ocupa de conjugar, denotando su solidaridad. De hecho, ha escrito al mismo tiempo, en el año 1905, El chiste y su relación con lo Inconsciente y Teorías sexuales infantiles. Dos artículos a partir de los que muestra dicho anudamiento: por ejemplo, en el primero, en la aseveración de que las técnicas de conformación del chiste son en sí mismas generadoras de placer, lo que se evidencia por ejemplo, en la descarga facilitada por los movimientos espasmódicos que produce la risa; y en el segundo, porque advierte que los mitos construidos por los niños o los  pueblos,   acerca  del origen de la vida,   se enlazan  a  las  sensaciones corporales determinadas  por  la primacía  de  alguna  u  otra  pulsión  parcial.  

Este cuerpo al que hace referencia,  no se aparea con el  del discurso de la medicina, ya que por el contrario para el psicoanálisis, la diferencia sexual no habita en el amuro de la anatomía; ni en los genes, a  los que los hombres  le adjudican sus propios códigos, para hacerlos secundariamente a aquellos poseedores; como tampoco en el sistema endocrino, con lo cual su entrada en escena ya no coincide con la aparición en la pubertad de los llamados caracteres sexuales secundarios. Pero la sexualidad de la que se trata, tampoco es equiparable con la del instinto, por lo cual a falta de la periodicidad del celo se imprime un esfuerzo de trabajo constante, cuya meta no empieza ni termina en la reproducción sexual, ni se encuentra soldada a un objeto predeterminado, sino más bien a la falta de objeto y al objeto como falta. Es decir que de ningún modo la sexualidad se remonta a un origen pre-discursivo, y en todo caso dicha anterioridad  radica en una suposición mítica, que no deja de estar apoyada en la palabra misma.

Justamente por advertir que el planteo naturalno basta para rodearla parece proseguir con el intento el discurso cultural.  El cual en rasgos generales,  entiende  la  diferencia  sexual  como  establecida  y consensuada a partir  de las funciones, cualidades, roles,  modas y hasta por las estrategias  políticas  ideadas de acuerdo a  las necesidades de la época, por ejemplo al control de la natalidad, o a  la inclusión  de  las  mujeres  en  el  mundo de la producción. Subsumiendo, de este modo, la sexualidad a la arbitrariedad social e histórica, quien si  no  se   propusiera  establecer  la  diferencia la misma se borraría, según  su lógica misma. Al tiempo que tampoco bastaría para denotarla por estar condenada a los acontecimientos futuros que impiden la conclusión de su establecimiento. 

Así, otro modo  de resistirse a  la sexualidad de la que se trata se facilita deslizando el propio psicoanálisis hacia alguna de las dos vertientes antedichas, de las que tanto  Adler como Jung  se hicieron causa. El primero, por medio de la argumentación de  la deficiencia orgánica y fisiológica, en la que se asienta la diferencia entre los hombres y las mujeres, es decir entre los más o menos potentes, respectivamente. Y el segundo, por medio de la teorización del patrimonio de la humanidad transmitido culturalmente, como único responsable a partir del cual y por su apropiación se demarcan las diferencias sexuales, homologadas y reducidas a las raciales, generacionales, religiosas y por tanto arquetípicas. 

Frente a estas teorías  de sus discípulos Freud  dice:

podría extrañar que tan desconsoladoras concepciones del mundo hayan encontrado partidarios: pero no debe olvidarse que la humanidad, abrumada por el yugo de sus necesidades sexuales, está pronta a aceptarlo todo de quien maneje el  señuelo  del  "vencimiento sexual". " (3).

Por tanto esta actitud de aversión hacia el psicoanálisis, y que en un principio coincidía con la novedad y con un contexto histórico denominado "moral victoriana", se extendió y se extenderá a lo largo del tiempo. Ya que las resistencias hacia su "transmisión pandémica", no se circunscriben a los comienzos, ni a una determinada sociedad , como tampoco se agotan en aquellos que expresa y manifiestamente hacen saber su contrariedad, sino que  se encuentran presentes, ineludiblemente, en cada uno de los  que nos dedicamos a esta práctica.  Aunque sus modos de presentación, como así también sus argumentos, se  metamorfizan  de acuerdo a las características particulares  de la época en la que irrumpen. Por lo cual la “dificultad”, lejos de acotarse, cada vez encuentra mayor especificidad.  Y si bien la claridad de su manifestación se restringe, esto lejos de acotarla, la expande en cuanto a su eficacia. Lo cual puede observarse paradigmáticamente  en la historia del movimiento psicoanalítico, con sus  avenencias y vicisitudes.

Al constituir el psicoanálisis otro discurso que el científico no avanza por acumulación de conocimientos cada vez más próximos a la verdad. Verdad prometida por el progreso hacia un saber absoluto, cuyas etapas serían la tesis, la antítesis y la síntesis. Como así tampoco lo hace por medio de rupturas, cuyas corrientes progredientes y regredientes, darían lugar a un paradigma cada vez más acorde con la realidad en cuestión. Sino que la historia del psicoanálisis implica una demarcación constituida por sus aperturas, cierres y reinvenciones necesarias, posibilitadoras a su vez  de una nueva apertura.  Y en todo caso  y si hubiese un avance, el mismo constituiría la capacidad evanescente y escurridiza que conlleva trascender y fallar, como toda praxis, a los límites de la represión. Discontinuidad que introduce cada vez la novedad, por antigua que sea.

De acuerdo a lo antedicho y considerando que el inconsciente con su respectiva realidad sexual, no es del orden de lo que podría descubrirse de una vez y para siempre,   entiendo que la responsabilidad ética  de los analistas ha sido y será facilitar las condiciones de una nueva irrupción, para lo cual además de continuar  con el psicoanálisis en intención más allá de lo que acontezca por fuera de éste, se hace indispensable también, en el marco del psicoanálisis en extensión, mostrar cuáles son las armas con las cuales el psicoanálisis resiste al psicoanálisis , así como también aquellas con las cuales  la contemporaneidad , en la que quienes practicamos el psicoanálisis   también  nos encontramos insertos, rechaza al sujeto. Muchos ejemplos denotarían cómo las re-invenciones del marco analítico,  que con Lacan podríamos denominar retorno, produjeron momentos fecundos que permitieron al psicoanálisis sobrevivir y diferenciarse de otros discursos.  Esto no es otra cosa que lo que ha realizado Freud, con la modificación en la teoría que introdujo en 1920, ya que la misma apuntaba, entre otras cuestiones, hacia la disolución de la idea de que el psicoanálisis representaba fidedignamente al inconsciente. De modo tal que dejó ver que aquel ya no tenía efectos, mediante la incorporación de conceptos  fundamentales para entender de lo que se trataba, como los de yo, súper-yo e ideal del yo, pensando en abolirlos como obstáculos, aunque sean constantes por estructura., y por efecto contrastante dejar en falta al llamado primer Freud, y por tanto a la primera generación de psicoanalistas. Quienes por causa del  agrupamiento en el orden de la masificación, dieron lugar a un taponamiento o inmunización del sujeto para con el discurso del psicoanálisis.

Por su parte Lacan parece haber realizado una tarea homóloga a la antedicha, ya que frente a los acontecimientos del denominado "mayo francés"  continuó, pese a todo,  con la práctica del acto analítico. Aunque no sin dejar de establecer consideraciones directas hacia los jóvenes radicales, a quienes ni apoyó ni contrarió, ya que les hizo saber que en sus voces se podía oír el llamado a un nuevo Amo. Pero lo más paradójico es que uno de los sustentos intelectuales de esta revolución fue el propio psicoanálisis, o al menos lo que de él se  entendía. Así por ejemplo Herbert  Marcuse,   quien  por  su  pensamiento  fue uno  de los núcleos protagonistas   de  estas revueltas   estudiantiles, apoyado en  Wilhelm Reich, proponía que una verdadera revolución social debía acompañarse ineludiblemente de una revolución sexual. Revolución que exigía la liberación sexual, y una práctica de la misma, que en nombre  de  la  salud  mental   y  de  la  felicidad de la humanidad debía extenderse, obligatoriamente,  más  allá  de  la  frontera  de  la llamada  heterosexualidad.  Es decir que en esa oportunidad las resistencias hacia la sexualidad, en contraste con la moral victoriana, se produjeron por hacer de la misma una exigencia, lo que provocó como efecto un nueva modalidad del  rechazo al inconsciente cuya direccionalidad no advino desde corrientes opuestas al psicoanálisis, ni desde el mismo hacia el mismo, sino que se tomó el discurso para expandirlo por fuera de  la práctica. Por eso se hace importante no dejar de recordar que muchas de las personas dedicadas a esta práctica, participaron activamente en la revolución en nombre del psicoanálisis. Lacan respondió a esto,  y  a otras tantas consideraciones,  con lo sustentado en El envés del Psicoanálisis, y  con los Seminarios  XVIII, XIX y XX, sucesivamente.  De modo tal que en el Seminario XVII propone la diferenciación de los discursos, dejando establecido cuáles son los modos de lazo social que estos producen, y por tanto la imposibilidad lógica que conlleva el psicoanálisis para ser aplicado  por ejemplo en una masificación, o a cualquier orden de gobierno. El psicoanálisis y su subversión sólo son realizables dentro del dispositivo propicio para tal finalidad, y de un modo absolutamente fallido.  Por lo cual se hace indispensable establecer una diferenciación entre el psicoanálisis aplicado y el psicoanálisis en extensión. Lo que no implica que  quienes nos dedicamos a esta práctica nos mantengamos apartados o indiferentes frente a los sucesos denominados  sociales, producidos por otros discursos, ya que a mi modo de ver, también supone una responsabilidad por la función que imprime el deseo del analista, tomar posición al respecto. En el mismo sentido, es decir facilitando una diferenciación con este modo de resistirse, Lacan  dice a viva voz que LA RELACION SEXUAL NO EXISTE,  y con ello deja atrás  todo “ideal comandante” de la liberación sexual, con lo cual es  imposible prodigársela por estar condenada a una desproporción  fundante. La sexualidad de la que se trata no se identifica con un bien  soberano que alcanzar, o un estado de equilibrio y constancia felizmente hedonista, sino que más bien tiende a procurarse la mayor tensión emparentándose con el goce. Esta imposibilidad, que constituye la sexualidad misma,  no sólo se  anuncia enunciándose, sino que se demuestra a través de una particular  lógica modal que escribe con sus letras que La mujer no existe.  Ya que si bien existe  la función fálica que inscribe a todo ser hablante independientemente de su sexo, lo que no puede escribirse es que toda la mujer se defina por la negación, como tampoco por la universalidad de la afirmación de dicha función. Lo que del lado izquierdo del cuadro sí puede realizarse, por estar sustentado en la excepción del "Al menos uno que niega la función fálica",   que al  existir delimita el conjunto  de "Todo hombre se rige por la función fálica". Conjunto imposible de constituirse del lado derecho a falta de la excepción, por lo que  del límite que constituye la infinitud surge el "no-toda" de la mujer, que hace objeción al universal.

Este no-toda de La mujer es homólogo al no-todo de lalengua, ya que la misma  desmiente el universal del lenguaje. Entendiendo al mismo como lo que el discurso científico trata de hacer con lalengua, rechazándola. Aunque el lenguaje está hecho de lalengua, no es más que una elucubración de saber sobre la misma, mientras que lalengua supone más bien un “saber-hacer con”. Así el lenguaje del que se trata no coincide con el de la gramática o  la lingüística, como tampoco con el de los diccionarios o el que constituye el orden de parentesco de Lévi-Strauss. Sino que lalengua es  aquello que resiste a la totalización al igual que La mujer,  y por ende a cualquier totalitarismo. Por esto los principios del dinamismo mental, metáfora y  metonimia, transfieren valor de goce, y su barra deja de identificarse con la resistencia a la significación, para hacerlo con un  borde real, que  nuevamente connota lo imposible, pero del decir.

Así la sexualidad y el inconsciente encuentran una articulación nueva, debido a que,   al  no dejar de no inscribirse la inexistencia de la relación sexual, ésta es fundamento de la existencia del inconsciente.  En el cual, al estar estructurado como un lenguaje, no existe nada que haga posible escribir a  La mujer como función universal. Así dicha imposibilidad lleva a condicionar el goce sexual, en tanto que surge como mito el goce absoluto. Esta disyunción del goce sexual es correlativa de lalengua como real. Es decir que el goce del inconsciente como "otra satisfacción", se sostiene ahora en el lenguaje. A través de esta reinvención establece una objeción al Todo, dándole un estatuto fundamental al no-todo a partir de lo imposible. Lo que a su vez produce como efecto, también la diferenciación con quienes y a hacia quienes instrumentan “el lenguaje del dominio” y “el poder de la palabra” para provocar efectos coercitivos que facilitan por ejemplo, la colonización, la globalización, o  la imposición de cualquier otra ideología oficiante.  Lo cual en la actualidad se lleva a cabo por medio   de "innovadoras políticas educativas"  y de  "educadoras políticas normativizantes", las que en nombre de una facilitación pedagógica o de una mejor calidad de vida para la ciudadanía, hacen de lo imposible, o bien una prohibición, o bien una exigencia. Que no sólo se aplica en forma directa  a lo que cotidianamente se menciona como sexual, sino fundamentalmente al lenguaje. Aunque por su solidaridad, cualquier intervención en el lenguaje tendrá efectos ineludibles sobre la sexualidad. Justamente esta nueva dificultad implementada  a través de la usanza despótica  del lenguaje, paradójicamente tan resaltado y señalado por el discurso del psicoanálisis, queda soslayada en la  reinvención que Lacan produce. Para lo cual le fue necesario  establecer una diferencia aun más específica entre el lenguaje utilizado por el discurso del amo y el discurso universitario, y lo que se entiende por lenguaje en  psicoanálisis. Tarea que indudablemente no hubiera realizado sin haber tenido en cuenta estas particulares y devastadoras ideologías post- freudianas, que según mi entender suponen una alianza entre la política, la lingüística y la educación.

Para concluir relataré brevemente la historia de la gramática normativa  en Alemania ya que en ella se observa paradigmáticamente el dominio que se busca ejercer con y para la palabra, al igual que los efectos consiguientes en el orden sexual. Así como también el modo en que la dominación y la subversión del sujeto se enfrentan en el discurso mismo. En 1880 los Prusianos regularon la ortografía alemana basándose en el diccionario KONRAD DUDEN. Diccionario que posteriormente  daba cuenta oficialmente de las normas instituidas por el Parlamento del Imperio Alemán de 1902. En las décadas siguientes, dramáticamente la ortografía alemana se decidía de facto por los editores de estos diccionarios. Quienes además reforzaban ampliamente estas normas a la vez que el gobierno alemán, comandado por el nacional-socialista, extendía la censura en la expresión literaria a través de  la prohibición de palabras, frases, párrafos, textos… y hasta de autores. Para lo cual no sólo se han quemado sus obras, sino que también se ha matado a sus escritores. Y si bien en el año 1950 otras editoriales empezaron a atacar con diversas publicaciones, que no siempre respetaban la oficialidad del monopolio privilegiado de DUDEN, en respuesta a esto los Ministros de Cultura declararon vinculantes las normas establecidas por este diccionario, en noviembre de 1955. Frente a esta controversia y en su defensa, los editores respondían que su cometido principal se circunscribía a la documentación del uso y no a la creación de las reglas. Al tiempo que explícitamente modificaban, cada vez más restrictivamente, reglas ortográficas.

En el año 1960 los jóvenes de esta generación comenzaron a rechazar la regulación de la ortografía, por considerarla represiva y utilizada como método para la discriminación social. Las sugerencias para una reforma ya no se limitaban a decidir casos dudosos, sino a simplificar la ortografía para hacer más fácil la tarea de escribir y aprender a escribir. Aunque estas aclamadas modificaciones  no se produjeron hasta la caída del Muro de Berlín. Así, el día después de este hecho, en  todas las escuelas y colegios de enseñanza media de la ciudad, se les fue permitido a los alumnos que escribieran sus trabajos, sólo por esa vez, sin acatar ningún signo de puntuación. Querían  que sintieran, como lo expresa Fabio Morábito (4)  en un cuento, en "carne propia" la libertad de la nueva época que comenzaba. Pero esa medida escueta y en apariencia  insignificante, ha tenido repercusiones en la  literatura nacional. Lo que se muestra en la proliferación de la poesía sobre la prosa, en donde es más fácil no hacer uso de la puntuación. Así la momentánea caída del muro de la puntuación parece haberles revelado, a un buen número de jóvenes escritores de la actualidad, una dimensión estilística del lenguaje que no sospechaban.

En esta modificación, como  también en las protestas originadas en 1960 contra la opresión gramatical, se sustentó la exigencia años después de no escribir con puntuación alguna. Política educativa implementada en las escuelas y colegios dependientes del Estado, en donde inclusive los libros con los que se trabaja tampoco se subsumen a  estos signos. Se espera y se demanda entonces que se diga todo, a falta de la inhibición verbal  y artística producida por el dique de los puntos y las comas. Lo que lejos de provocar una facilitación o proliferación literaria ha llevado, de acuerdo a lo que relatan los trabajos realizados por los detractores de este sistema, a que luego de uno o dos años de no ser utilizada la puntuación, cuando se intenta introducir  a los niños en su uso, desarrollen  alergias, que obstaculizan su empleo futuro. Lo más frecuente parece ser la sensación de obstrucción de las vías respiratorias, o hasta el relato que expresa que los signos de puntuación pinchan.  También se ha constatado que los estudiantes avezados en el uso de la puntuación reaccionan con lo que se describe como un sentimiento de pánico, acompañado de sensaciones de mareo y pérdidas de equilibrio, cuando se les invita a declinar su uso. Y frente a frases particularmente largas cuya significación no resulta, surge la misma sensación de ahogo que experimentan, pero por razones opuestas, los otros alumnos. A este respecto me parece importante especificar que el trabajo citado, en el cual se describen estos síntomas, por estar establecido al modo científico no considera la constitución subjetiva, ni la incidencia de la misma, de cada una de las personas que incluye en su estadística. Por lo cual  es relatado aquí, sólo por resultar altamente significativo a los fines de lo que se quiere subrayar, aunque con reticencias  en las afirmaciones evocadas por el mismo.

Por otra parte  el resto de  la población, independientemente de su edad, se muestra desconcertada y busca una referencia desesperada en el código, por lo cual las ventas del diccionario DUDEN, que continua siendo el oficialmente establecido, han alcanzado record  en los últimos tiempos, al igual que la necesariedad de sus reediciones. Desconociendo que la significación no está dada en ningún diccionario de la lengua sino en el encadenamiento significante. Ya no se prohíbe hablar, como en otras épocas, pero se induce a callar. Ya no se sabe ni cómo escribir, ni cómo leer,  provocando por esto  el  efecto contrario que se dice querer alcanzar. Lo cual puede explicarse, según mi entender, si se considera que  las puntuaciones son marcas que al escandir facilitan un corte, dando lugar al efecto retroactivo del significante, pero que al faltar impiden, o al menos entorpecen, una significación posible.  Del mismo modo, y apoyándonos en la propia teoría de la gramática, la cual no es rechazada o descalificada en sí misma sino cuestionada  en su utilización, por medio de estos signos se denotan o expresan afectos. Por ejemplo los puntos suspensivos pueden inducir la intriga; separación y distancia el punto aparte; los signos de exclamación elocuencia, énfasis y hasta enojo;  y las comas pausa o cansancio, y de las cuales  puede prescindirse para denotar apuro, prisa o apremio, a condición de que se implementen usualmente al igual que el resto de los signos de puntuación Así al no estar facilitado aquello que en la escritura se desliza, en forma dominante el afecto, y que no es otra cosa que la pulsión  articulada en la gramática -ya que además de lo ya mencionado posibilita connotar un ritmo, una melodía, o al decir de Lacan una “lalación”- irrumpe en el cuerpo produciendo diversas sensaciones, que en algunos casos se constituyen como afecciones. Lo cual no deja de evocar la siguiente afirmación: “Lalengua nos afecta de entrada por todo lo que ella conlleva como efectos que son afectos…Estos afectos son lo que resulta de la presencia de lalengua en tanto que, por saber, ella articula cosas que van mucho más allá de eso que el ser hablante sostiene de saber enunciado…”. (5)

Por tanto, prestar importancia a estos “fenómenos sociales” no se circunscribe a un interés intelectual, ni meramente  cultural  y ni siquiera a lo que podría mencionarse como "el amor por las letras”. Sino que más bien, tomar posición al respecto se hace imprescindible si se considera que la introducción en el lenguaje es  necesaria para la constitución subjetiva,   y se encuentra pendiendo, o al menos obstaculizada,  de la política implementada para con las  letras ya que intenta reducir e impugnar lalengua, y no sin consecuencias.  Aunque igualmente lalengua,   no puede ser reducida y así insiste produciendo cada vez la novedad.

Estas circunstancias que no dejan de ser espeluznantes, demuestran que tanto la restricción desmedida de las leyes gramaticales y la censura que se dirige a la literatura, así como también la denuncia al artificio de la gramática y a la jactancia de sus reglas, parecieran sostener ambas, aunque a través de signos inversos, que el lenguaje no conoce lo imposible (6). Lo cual se implementa prohibiendo decir, o exigiendo decir todo, ignorando por tanto que hay algo que no cesa de no inscribirse, es decir que pese al esfuerzo denodado nunca podrá escribirse (7).

Notas

(1) Palabra que en alemán posee así mismo la acepción de responsabilidad o compromiso.

(2) Sigmund Freud, Historia del Movimiento Psicoanalítico.

(3) Sigmund Freud, Historia del Movimiento Psicoanalítico.

(4) Fabio Morábito,  El Muro de Berlín, Revista Letras Libres Junio 2001, Año II, número 30.I

(5) Jacques Lacan, Encore, cit.,p. 127. Versión Inédita.

(6) Lo que no deja de evocar cierto paralelismo para con la restricción y la liberación sexual, respectivamente.

(7) Así es sabido, aunque no va de suyo, que estas mismas políticas lingüísticas son homologas, y en todo coherentes, a las políticas sexuales, ya que se presentan en simultaneidad aunque no necesariamente vinculadas. Por lo cual suele coincidir cronológicamente la prohibición sexual con la censura literaria, o a la inversa, el llamado destape con la exhortación en la expresión de las letras.

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 28 - Diciembre 2013
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