Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
ADHD
Un nombre para la falla de la función de inhibición
Mónica Prandi

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En la actualidad el trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad, forma parte del discurso corriente. Entre lo cultural y lo subjetivo, qué es lo nuevo en el ADHD?

Desde la década del ’80 el ADHD se anota como un síntoma social. Sin embargo, en la actualidad el estado de situación de estos diagnósticos nos deja apreciar un matiz de sólido afianzamiento.

Hubo un momento en que se creía que el déficit de atención c oncernía a una falla del niño en su posibilidad de aprendizaje, es decir que se lo consideraba síntoma que afectaba al campo del conocimiento, entonces la misma escuela trataba de poner remedio dentro de su propio campo.

La novedad es que hoy estamos ante una nueva forma de concebir lo que otrora fuera un síntoma escolar, hoy ya no es un síntoma a nivel del aprendizaje sino que recae sobre el cuerpo del niños y la forma de tratarlo ha dejado de ser competencia de la escuela, salvo para que las maestras colaboren administrando la medicación al niño.

Es también de destacar el cambio semántico ya que e n nuestros días ni siquiera se habla de fracaso escolar, como ocurría por 1980, sino que se nombra al déficit de atención, con o sin hiperactividad, como un trastorno.

Cuando se lo llamaba fracaso al menos se indicaba una mínima operación que señalaba la distancia entre el ideal y lo que no se ajustaba a él, decir sobre el fracaso escolar de un niño era un intento de denunciar que algo allí no funcionaba.1

Hoy asistimos a un efecto de rotundo nominalismo.

Aquellos que reúnen el conjunto de síntomas requeridos que permiten nombrarlos como ADHD, entran en un nuevo orden. Lacan ya situó este nuevo orden de hierro que da lugar a una degeneración catastrófica, que en este caso toma la forma de la medicación como la vía regia para tratarlo.

ADHD, es sigla muda que no dice ya ningún fracaso sino tan solo que ha de medicarse.

También terminó el tiempo donde se interrogaba a los diferentes discursos que podrían tener algún saber al respecto de este síntoma. En su momento los psicopedagogos, los psicólogos y psicoanalistas eran convocados a trabajar con los niños que presentaran este déficit.

En nuestros días este trastorno, solo se dirige al discurso psiquiátrico y al discurso jurídico y la concurrencia del ámbito psi es tan solo en el sentido de un apoyo, siendo central la terapia farmacológica.

La consecuencia de estos cambios es que los niños que hoy recibimos con ADHD en nuestras consultas, ya llegan medicados. No hay discusión al respecto. Los desajustes que se manifiestan en el ámbito de la escuela son llanamente orientados hacia la solución del fármaco, aunque quizás esto sea porque los interrogantes de la escena escolar hoy están más concernidos en torno a una preocupación mayor, la violencia.

Hace tiempo que hemos entrado en la era en que el ADHD queda definido como trastorno.

Tal como ya lo presentara hace un tiempo, en nuestra cultura una de las formas en que queda prometido el bienestar es diagnosticando lo que no anda, como trastornos, reduciendo a una pura descripción que soslaya la interrogación subjetiva y da consistencia a una ilusión que hace pareja con la medicación. El trastorno sitúa una desviación pero sin interrogar lo que anima dicho desvío. 2

Podríamos decir que el déficit de atención esta en el tratamiento que se le otorga a este trastorno, ya que a nadie parece llamarle la atención que estos diagnósticos crezcan en número y en edades.

Hoy estamos en una época donde se ha corrido la edad del diagnostico de ADHD, no solo incluyendo a los niños muy pequeños como ocurrió en la década de los ’90, sino que en el presente también, y cada vez mas, los adultos son incluidos en dicha categoría.

Los burn out que ocurren en las situaciones laborales, las peleas en el marco de una relación de pareja suelen comenzar a atribuirse a un ADHD no diagnosticado tempranamente.

Muchos problemas de impulsividad que se dan en la vida adulta comienzan entonces a orientarse por el diagnostico de este trastorno y en consecuencia no hay nada más que interrogar.

Es de notar que este modo de funcionamiento, no es sin consecuencias.

Por un lado se reduce la dimensión subjetiva al cuerpo, ya que se considera –aunque todavía no ha sido posible saberlo a ciencia cierta -que el trastorno responde a cierto desorden del funcionamiento cerebral y la droga es el camino de resolución.

Una segunda consecuencia se ubica a nivel de la responsabilidad, ya que si no hay sujeto no hay quien pueda tomar responsabilidad en lo que sucede.

Y por último creo que el sistema mismo se ha visto obligado a tomar a su cargo el intento de reintroducir algo de esta dimensión subjetiva que se aplana, y lo realiza por la vía del sujeto del derecho.

El discurso jurídico toma lugar para velar por el derecho de las personas a tener lugar en la vida civil y laboral, a no quedar discriminados por portar este trastorno.

Sin embargo, hay que señalar que el campo de la victimizacion dispara la ley, pero sigue dejando latente al sujeto del inconsciente.

Los Civil Rigths toman presencia para tratar de ajustar lo que no marcha en cada quien, a la estructura social.

Hoy hay más del 4 % de personas adultas con ADHD y, en los Estados Unidos, quien porte ese diagnostico puede incluirse en un ambiente laboral concordante a su condición porque asisten los derechos civiles contra la discriminación.

Desde hace unos años ya se disponen en las escuelas de programas especiales de aprendizaje para los chicos con déficit de atención o hiperactividad.

Hoy se suma a ello, las condiciones especiales que hay que crear en los ámbitos de trabajo, no siendo ya posible reprender o sancionar a alguien que llega tarde o no cumple con las tareas asignadas si es que media un diagnostico de dicho trastorno. Inclusive, en los Estados Unidos, desde hace un tiempo se han creado ciertos marcos desde donde se empuja a declarar el ADHD como discapacidad, con la consecuente resarcimiento económico que ello implicaría.

Es una mueca de la realidad contemporánea que se solidariza con la cultura de la victimizacion. Las victimas del ADHD van en camino de conquistar cada vez mas dispensas como sujetos del derecho civil pero, en una escala invertida a lo que abandonan como sujetos del inconsciente.

Cada época ofrece sus propios recursos para dar tratamiento al malestar que la caracteriza.

La medicación es hoy el recurso que la ciencia y la técnica han producido y con ella se intenta responder a los síntomas de los hombres y niños contemporáneos.

Por ser el medicamento un objeto del que se dispone en el mercado, tiene presencia para ser demandado.

Hoy las drogas que se usan para tratar los trastornos de la atención e hiperactividad se promocionan por los canales de televisión norteamericanos; es posible ver dichos comerciales tanto en las casas como en los aviones, así como también en la prensa grafica.

Por un lado el discurso científico lo prescribe medicación y por otro los sujetos contemporáneos no solo que no lo rechazan sino que demandan el milagro de la farmacología que la publicidad ofrece tan estéticamente. Hacer pareja con la medicación es la consecuencia inevitable de las actuales administraciones de salud.

A partir de estas apreciaciones, es interesante que nos detengamos a pensar en el modo actual del funcionamiento de la demanda.

En el discurso imperante la demanda esta impregnada del rasgo de su época , la inmediatez. Cuando se abre la hiancia que presentifica la dimensión de la causa, emerge la angustia y ella es tramitada de manera urgente.

Para ello viene muy al punto la "magia"de la medicación bajo sus ropajes de eficacia a corto plazo.

Quizás podemos decir, que es la maniobra posmoderna por la que se rebaja el deseo a la demanda.

La hiperactividad es un síntoma permite encontrar una salida por la vía motora, no espera. Por la anulación del tiempo entre la causa y el efecto el sujeto se precipita en la urgencia.

La medicación como respuesta al trastorno, sostiene la misma lógica. Valiéndonos de las categorías del psicoanálisis podemos decir que se hace un uso contemporáneo de la demanda, que no respeta la operación de reflexión.

La medicación es el objeto que obtura la hiancia que revela la división que causa al sujeto. Su efecto inmediato acalla el síntoma de la hiperactividad o el déficit de atención a la vez que nos pone a riesgo de suprimir la instancia de la pregunta subjetiva.

Cuando se nomina con hiperactividad se sostiene la idea de que hay algo en la actividad del niño que es excesivo e inútil.

Lacan en los años 70, en La tercera, afirmaba que el síntoma viene de lo real y revela un goce inútil. El síntoma en tanto real es lo que no marcha para cada uno, es la singular manera de fallar, lo que a cada uno le impide circular por las vías comunes lo que no encaja con lo que se espera según los ideales de cada momento histórico.

Los ideales de nuestro tiempo empujan a creer que los hombres, las mujeres y los niños deben marchar por las vías de la producción. Lacan decía que el discurso capitalista ubica el "todos proletarios" . Sin embargo los síntomas de nuestro tiempo se ponen en cruz con ese imperativo.

En medio de los ideales de producción de la época , que reabsorben el deseo del sujeto, el ADHD revela un goce inútil. Los esfuerzos de universalización y uniformizacion de los sujetos estallan contra el síntoma de una hiperactividad o de una falta de atención que no permite producir.

Por otra parte entonces, cómo medir este hiper, ese quantum, para determinar si es excesivo?

El movimiento es consustancial al tiempo de la niñez , su necesidad de jugar y la curiosidad infantil inquieta y desplaza a los chicos constantemente.

Sin embargo la infancia de hoy se inscribe en un contexto donde no se le hace lugar al movimiento del niño. Un ejemplo de ello son los colegios norteamericanos, que en su mayoría no tienen recreo.

En el sur de la Florida es por la implementación de una reciente ley que algunas algunas escuelas, comenzaron a considerar 15 minutos de recreo para toda la jornada de estudio. El sistema escolar no hace lugar a la actividad lúdica y más bien parece demandar un comportamiento robótico del niño que consiste en incorporar la mayor cantidad de información sin ninguna marca subjetiva.

Es en este contexto que muchos de los casos diagnosticados como hiperactividad, pueden repensarse a la luz de la actividad como un signo vital del sujeto.

Pero, también es cierto que mas allá de los abusos diagnósticos hay niños que tienen una particular relación al movimiento.

Se trata de de chicos que tienen dificultad o imposibilidad para suspender la descarga motora, sus movimientos no están orientados hacia un objeto en particular y en general, responde con acciones inadecuadas para el contexto.

La descarga motriz es un desorden del movimiento que no da indicios de aliviar sino que necesita repetirse al infinito y en este movimiento el cuerpo del niño queda tomado en un cortocircuito pulsional.

Hay algo que no se tramita adecuadamente, hay un goce que no se contabiliza en el inconsciente y deja al cuerpo atrapado en movimientos desorientados, inadecuados, excesivos.

Tal como ya ha sido planteado en un trabajo anterior3, queda preciosamente indicando en la lectura que Lacan hace de Freud que, la presión de lo que hay que reprimir en la sexualidad, para mantener el principio del placer –la libido- permite el progreso del aparato mental y por ejemplo la instauración en el aparato de la posibilidad de carga que llamamos Aufmerksamkeit, posibilidad de atención.

Lo que no se constituye en este proceso no permite que los objetos de la realidad sean investidos adecuadamente y enlazados sino que funcionan aislados, de a uno y anulándose la dimensión temporal y espacial que deja al movimiento desorientado, sin sentido, ya que no viene de ningún pasado ni se dirigiéndose a ningún punto por delante.

Este desorden del movimiento emerge como una inhibición a nivel del yo, manifestándose en el actino out y también en el pasaje al acto. Se trata de un actuar que muestra una rotunda separación del saber, pura urgencia que trastoca el tiempo de comprender y denota una falla en la constitución del yo.

Es porque el yo queda impedido para alimentar catexias intencionales que se favorece la dispersión, sea para llevar a cabo el curso del pensamiento, sea para encausar la acción.

Podemos señalar que falla una operación que anuda la estructura. La inhibición a nivel del yo muestra que se expande el territorio de la defensa, no el de la represión y sus efectos de retorno. El decaimiento del Padre en nuestros días no favorece la constitución del síntoma y favorece la proliferación de lo imaginario.

A partir de lo que Lacan nos deja pensar con su RSI, podemos situar que la expansión del imaginario si de inhibición se trata, es lo que se define como simbólicamente imaginario.

Sin embargo, Lacan precisa en el citado seminario, que la inhibición es una función que en alguna parte ¨…se detiene de entrometerse, de inmiscuirse en una figura que es figura de agujero, de agujero de lo simbólico. ¨

Si la inhibición como función que detiene el movimiento no se lleva a cabo habrá una falla que produce el goce de la inhibición.

La lógica de lo percibido que replantea J-A Miller, a partir de la Fenomelogia de la Percepción de Merlaux Ponty, afirma que lo percibido tiene una estructura que le es propia y es del significante.

Estas afirmaciones también releen los primeros modelos freudianos que nos sirvieron para saber que, es gracias a la insensibilidad periódica del sistema perceptor que se accede a la realidad, es decir que no hay un acceso al mundo sino filtrado por una discontinuidad.

Esta discontinuidad es una operación de corte, tal como Freud lo afirma, permite acceder a una representación de tiempo, que ya no es inmediatez ni continúo.

La función de la inhibición es un hecho de lenguaje que hace intervalo, será operando sobre el continuo de lalangue, lo que ya esta allí, para que el sujeto se apropie del lenguaje, o lo que también podemos decir bajo la forma de que se pueda acceder al discurso.

La función de la inhibición detiene el fluir de todos los sonidos y sentidos que se imponen en forma masiva, sustrae de ese todo algo para introducir lo parcial.

Lacan en L’Insu, ubica a la inhibición como lo simbólicamente imaginario, cuestión que no deja a la cuerda real en el buen lugar. Si se envuelven lo imaginario y lo simbólico, no hay agujero de la cuerda real que deje calzar el nudo.

Será necesario rescribir el agujero de la cuerda real para que no se contraiga la función simbólica a lo univoco, o a la a la metonimia infinita de la palabra que no se constituye en dicho.

Y será también disponiendo de la letra que escriba ese agujero en la cuerda real, que la función del Imaginario haga consistencia y que no quede también el cuerpo, lanzado al movimiento continuo.

Notas

Este artículo fue publicado en "DDA, ADD, ADHD, como ustedes quieran", Compilado por Gustavo Stiglitz, Editorial Grama

1 M.Prandi y otros, El fracaso Escolar en el discurso analítico, Sexuacion y otras investigaciones , Editado por Pequeño Hans /Tres Almenas.

2 M Prandi, La alfabetización en ps, algunas consideraciones sobre el ADHD,Gramma ediciones

3 Mónica Prandi, La Alfabetización en Psicoanálisis, algunas consideraciones sobre el ADHD, Psicoanálisis con niños, Grama Ediciones, Buenos Aires.

 

Bibliografía

Freud, S. El Proyecto de una Psicología para Neurólogos, Amorrortu Editores

Lacan, J. Seminario 7, La ética, Editorial Paidos.

Lacan, J. L’Insu, Seminario inédito

Lacan, J. RSI, seminario inédito

Lacan, J. Seminario 20, Aun, editorial Paidos.

Lacan, J. La significación del Falo, Escritos 2

Lacan, J. La subversión del sujeto y la dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano, Escritos 2

Miller, J-A. Entre articulación e investidura, Lección n°17 del curso del año 1997-98, La orientación lacaniana II, 15, pronunciado en el marco del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de París VIII.

Zizek, The obscenity or human rigths: violence as symptom, publicado on line en www.lacan.com

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Número 26 - Octubre 2010
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