Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
¿Cómo se llamaba el padre?
Alexander Cruz Aponasenko

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Está a punto de estrenarse en cine, o quizás ya se ha estrenado en otras latitudes la versión cinematográfica del último libro de Cormac McCarthy: La carretera. Galardonado con el Pulitzer por este último libro y conocido entre los lectores casuales gracias a su anterior: No country for old men, relato llevado al cine de forma impecable por los hermanos Cohen, McCarthy sorprende a los analistas mostrando que a lo largo de su obra, en particular en La carretera, encontramos la pregunta por el padre. Desafortunadamente no nos planteamos esta pregunta con la belleza con que lo hace el poeta. La obra de McCarthy es otro de los varios ejemplos en los que la literatura enseña algo al psicoanálisis.

McCarthy es oriundo de Providence al igual que el viejo Lovecraft. Quizás los nacidos en esa tierra tengan un especial talento para imaginar mundos que a los demás nos resultan reveladores. El mundo descrito por McCarthy en La carretera es gris, frío, cubierto de ceniza, lo que algunos cinéfilos llaman post-apocalíptico. Como si alguna suerte de Apocalipsis hubiera efectivamente sucedido, como si el fin hubiera finalmente llegado, como si hubiese un post después del fin. Lo cierto es que todo se ha quemado y la mayoría de los hombres han muerto. Cuerpos carbonizados pueden verse a lo largo de la carretera, campos cubiertos de ceniza, árboles muertos en bosques de esqueletos, un padre y un hijo.

La novela narra el viaje, el movimiento constante de este padre y su hijo rumbo al sur, hacia el mar. Es también el relato de sus silencios, de sus acotados diálogos y la narración de su modo de vida. Porque es justamente la vida lo que la novela de McCarthy resalta, la vida que se abre paso bajo unas condiciones que no son las nuestras, pero que al igual que las nuestras son efecto de lo real. Los personajes caminan bajo el peso de lo Real. Real que hace su aparición de la manera menos velada, apantallado solo por la precisa prosa del poeta y sus recursos estéticos, reconocido y señalado sin rodeos. Hay entonces un padre, su hijo y lo real.

¿Qué entiende un psicoanalista por Padre? Algunas cuantas cosas. Para empezar es un concepto al cual se aplica el crisol lacaniano de los tres registros: imaginario, simbólico y real. Así resulta que hay padre imaginario, padre simbólico y padre real. En el seminario sobre la relación de objeto Lacan hace una distinción entre estos tres padres que resumiremos aquí.

El padre imaginario es aquel de la fantasía del niño, es el padre del fantasma, el padre tal como es percibido por el niño, este padre se opone al padre real, que es el padre como ser en su falibilidad, tal como lo dice Lacan: es el pobre hombre que como todo el mundo esta provisto de inconsistencias. Resta el padre simbólico, que es en sí la función del padre, o mejor, el padre en función. ¿Qué función? Para Freud la función del padre era la interdicción del incesto. Sabemos que a Freud hay que leerlo con cuidado y entendemos que cuando Freud dice interdicción o prohibición del incesto no se refiere a que el nenito tenga relaciones con su madre de carne y hueso. Sino al hecho de que hay un objeto fundamental, representado por la madre, que debe perderse y mantenerse perdido para que el orden natural de la neurosis se instale. A este proceso le llamamos complejo de Edipo y esa es a grandes rasgos la función del padre, en este caso, simbólico. Un padre entonces es aquello que dice: No, que instala el límite vital. Función que en el pensamiento lacaniano sólo puede ser llevada a cabo vía un significante, de allí el significante Nombre del Padre.

Un significante es siempre un asunto histórico. Desde la formulación del Curso de lingüística general hemos sostenido que el significante tiene una dimensión diacrónica. El encadenamiento significante mismo es el ejemplo de un ordenamiento temporal. Quizás no es ir tan lejos proponer que nuestro tiempo es un efecto del encadenamiento significante, del ordenamiento que éste impone al caos de lo real, de su regulación del goce. Y los significantes nunca están desligados de su tiempo.

El tiempo nos trae de vuelta a McCarthy, ¿que caracteriza al hombre del momento? Es la reflexión de fondo sobre la cual se ubica la pregunta sobre el padre. ¿Qué pasa con el padre en estos tiempos?, ¿a dónde se fue? Si nuestro zeitgeist es "anything is possible", ¿qué necesidad hay de alguna norma que regule el mundo?, ¿qué necesidad hay de un padre? La obra de McCarthy traza una línea sobre estas cuestiones. Esto nos llama la atención en esta época titulada por algunos del Otro que no existe, o de la declinación del padre por otros. Anton Chigurh, el personaje interpretado por Javier Bardem en la película basada en este libro realizada por los hermanos Cohen, interroga en este sentido a Carson Wells, personaje tristemente interpretado por Woody Harrelson, en una de las escenas clave de No country for old men. Chigurh sostiene su escopeta en el regazo sentado frente a Wells. Wells sabe que su hora ha llegado, no hay escape, y desde allí se formula: "Si la norma que seguías te ha llevado a esto, ¿de qué te ha servido la norma?"(McCarthy, 2008). Más allá de la interrogación perverso/cínica de su personaje está la pregunta del mismo McCarthy. No hay respuesta, tampoco queja, solo un relato. Porque quizás lo que queda del padre son solo historias.

Anton Chigurh nos es presentado como un hombre nuevo, que nunca dejo de producirme una resonancia Nietzschiana, el súper hombre que emerge de la muerte de Dios, un nuevo "tipo" de ser humano. Una criatura de su época. Un producto que no se reconoce como tal. Que no cree serlo. Retengamos esta referencia a la creencia por ahora. McCarthy nos presenta las reflexiones del sheriff Bell en el inicio de la mayoría de los capítulos de No country for old men, su reflexión inicial es particularmente reveladora a la vez que aterradora: "Mandé a un chico a la camara de gas en Huntsville... Había matado a una chica de catorce años... La prensa decía que fue un crimen pasional y él me aseguró que no hubo ninguna pasión. Salía con aquella chica aunque era casi una niña. El tenía diecinueve años. Y me explicó que hacia mucho tiempo que tenía pensado matar a alguien. Dijo que si le ponía en libertad lo volvería a hacer... Creía que nunca conocería a una persona así y eso me hizo pensar si el chico no sería una nueva clase de ser humano." (McCarthy, 2008)

Esa nueva clase de ser humano establece a su vez otra clase, la clase en la que se inscriben el sheriff Bell y en la que podemos agregar a otros personajes de la obra de McCarthy: el padre de La carretera, John Grady Cole y su amigo Rawlins de Todos los hermosos caballos y algunos más. Estos conforman el grupo de los old men. Que más que los viejos se lee como los hombres de antaño. Los hombres de antes. Las traducciones desafortunadas le roban esta rica lectura a la obra de McCarthy, en Latinoamérica No country for old men se tradujo como: No es país para los viejos. En casos aún más desafortunados se tradujo como: No es lugar para los débiles (sic). Es verdaderamente terrible. Un old man, old folk, es uno de los de antaño, lo que conoceríamos coloquialmente como de la "vieja guardia". Es muy distinto eso a decir: un viejo. Aunque parezca, a nuestro entender no es eso a lo que el autor apunta, ni nosotros. Pues esto "de antaño" introduce justamente la cuestión de la historia, del tiempo, cuestión que señalábamos como entrelazada al significante y que a su vez, trae a juego la cuestión del padre. En la obra de McCarthy siempre parece haber un representante del padre, como los personajes mencionados arriba; representantes en el sentido de que ponen en evidencia la operación de la metáfora paterna. Algunos de estos personajes, como John Grady Cole, mantienen relación con sus propios padres reales en las obras, simples hombres. Pero el relato que McCarthy nos presenta de ellos sirve de contrapunto a la faceta desrregulada, excesiva y bordeante con lo inhumano de sus contrapartidas: Chigurh, los caníbales de La carretera y los militares renegados de la frontera en Todos los hermosos caballos. Personajes que encarnan el goce expuesto en su faceta más descarnada y mortífera. El caos caprichoso.

Quizás el ejemplo más preciso es presentado en La carretera. El mayor peligro para los protagonistas a pesar de que la mayoría de la humanidad ha muerto, es justamente encontrarse con algún sobreviviente. Con la muerte de los seres humanos, la muerte que más impacto ha tenido es justamente la muerte de la humanidad. Las antiguas regulaciones, los antiguos diques han desaparecido con el fuego y con ellos se ha ido la humanidad. L os animales humanos se comen unos a otros, hay hombres que comen hombres. Y en este mundo el padre sigue adelante con su hijo, sin ir a ninguna parte, solo siguiendo la carretera, que es presentada precisamente como la marca de la humanidad restante. Poco reflexionamos sobre esto, pero resulta interesante a la luz de la obra de McCarthy. ¿Qué es una carretera? Definitivamente fue construida por alguien. Hasta el más minúsculo sendero en el campo indica la presencia de un sujeto. Los hombres hacen caminos, carreteras, es una de las mejores metáforas del significante. Es curioso como en su seminario sobre las psicosis Lacan describe el Nombre del Padre justamente como una carretera: "La carretera principal es así un ejemplo particularmente sensible de lo que digo cuando hablo de la función del significante en tanto que polariza, aferró, agrupa en un haz a las significaciones. Hay una verdadera antinomia entre la función del significante y la inducción que ejerce sobre el agrupamiento de las significaciones. El significante es polarizante. El significante crea el campo de las significaciones" (Lacan, 2007).

En este punto de la enseñanza de Lacan, el Nombre del Padre cobra la figura de la carretera principal que organiza las significaciones, y con ello organiza el mundo del sujeto. Y ¿cuándo esta carretera falta? Lacan responde: "Siguen los indicadores colocados a orillas de la carretera. Es decir que cuando el significante no funciona, eso se pone a hablar a orillas de la carretera principal. Cuando no está la carretera, aparecen carteles con palabras escritas. Acaso sea esa la función de las alucinaciones auditivas verbales de nuestros alucinados: son los carteles a orillas de sus caminos." (idem.)

En la teorización del seminario sobre la psicosis, la falta de esta "carretera principal" tiene como efecto la psicosis y es conocida como forclusión del Nombre del padre.

El padre de la novela de McCarthy sigue la carretera con su hijo, teme que la carretera desaparezca algún día, para él es el último símbolo de la humanidad. La pregunta del autor se filtra a través del personaje, ¿qué pasará cuando la carretera desaparezca? Alguna vez se sostuvo entre ciertos analistas que el significante sobreviviría incluso a la destrucción del planeta. Que el significante quedaría. En la novela de McCarthy lo que ha muerto con el fuego es precisamente el significante. Quedan seres humanos pero ya no quedan hombres. No es necesario que el significante exista para que exista el último ser humano, pero sí es necesario que haya significante para que exista el último hombre. "Como si el mundo se encogiera en torno a un núcleo no procesado de entidades desglosables. Las cosas cayendo en el olvido y con ellas sus nombres. Los colores. Los nombres de los pájaros. Alimentos. Por último los nombres de cosas que uno creía verdaderas. Más frágiles de lo que él habría pensado. ¿Cuánto de este mundo había desaparecido ya? El sagrado idioma desprovisto de sus referentes y por tanto de su realidad." (McCarthy, 2007) Esta declinación de la función ordenadora del significante Nombre del padre es lo que resulta aterrador en la novela de McCarthy. Lo Real se presenta en la forma de ser devorado. Como en la metáfora del cocodrilo del seminario de los cuatro discursos. Literalmente devorado. Y el padre está allí para impedir que esto suceda. La carretera bien podría ser una lectura de la obra de Lacan.

Lo simbólico es justamente lo que ha sido afectado, pero ¿qué puede pasarle a lo real?, ¿es acaso lo real susceptible de cambio?, ¿percibiríamos un cambio en lo real?, ¿acaso lo real no es incognoscible?, ¿cómo determinar el estado inicial de lo real para luego determinar lo que ha cambiado? Lo que cambia es discursivo, si hay cambio es en el discurso. De allí los discursos sobre el cambio, eso que llaman movimientos políticos, son movimientos de discurso. El discurso es lo eminentemente simbólico. Y el padre, o mejor, la "posición del Nombre del padre" es un asunto simbólico. Una necesidad lógica de la red simbólica/Otro, algo que actuará como pivote a las significaciones que vayan a alojarse a la cadena. Cuestión interesante y que por supuesto traerá modificaciones como la pluralización del Nombre del padre.

Hacia el seminario de los cuatro discursos, 14 años después del seminario sobre la psicosis, Lacan retomará la cuestión del Nombre del padre y articulará a ella el concepto de S1, significante pivote de la cadena, significante que condensa goce, amalgama de la sustancia gozante con el significante, tratamiento de lo real, artesanía. Nódulo de la neurosis. Por supuesto, este giro conceptual servirá de antecedente a la llamada pluralización del Nombre del padre, consecuencia lógica de situar la cuestión del S1, esto sucederá en su vigésimo primer seminario. Si el Nombre del padre es al final algo con características significantes, una artesanía, no puede ser estático, fijo en el discurso. Pero sí determinable por sus efectos. Si el Nombre del padre fuese un singular cada analista esperaría encontrárselo de la misma forma en todos sus pacientes. Si el Nombre del padre se piensa en plural, como artesanal, entonces es una singularidad en cada caso. Esto marca el fin de la posibilidad de lo "preventivo" en psicoanálisis. No se ve a los analistas con una lupa en busca de un único significante que "debería" estar ahí. Pero es posible identificar un significante que hace las veces de Nombre del Padre, que hace función y es singular en cada sujeto. La pluralización del Nombre del padre es la apertura a la singularidad. A la transmisión en cada caso.

Pues es un caso precisamente particular, el de la transmisión entre el padre y el hijo en La carretera. Los elementos están presentes: un real devorador, un padre que sirve de palo a esa boca que se cierra sobre el hijo, la precariedad pero existencia del significante y por más gris que se vea el paisaje, la carretera sigue estando ahí. En No country for old men está Chigurh, pero también el sheriff Bell, Lewellyn Moss y Carson Wells. McCarthy fue duramente criticado en su país por transmitir lo que fue leído como una suerte de conservadurismo en su obra, se lo tacha de republicano. Es curioso, no le gusta dar entrevistas ni declaraciones públicas, muy al estilo del recientemente fallecido J.D. Salinger. Podría pensarse que sí. Que su obra es una queja ante un cierto estilo "liberal" de la sociedad moderna, una queja frente al cambio. Pero nos parece que en su obra puede leerse algo más.

Pongamos al conservadurismo en juego. Como lo entendemos, conservadurismo es pensar que el Nombre del padre es un singular. Que hay un elemento imprescindible que debe ser transmitido de un modo determinado ordenado por un agente regulador cuyo lugar en muchas ocasiones es asumido por un estado como gran padre educador. Pensar que en el contexto de La carretera, que en este inhóspito mundo de caní bales y salvajes, de pocas palabras, la función paterna opera, es apostar por la pluralización de los Nombres del padre. En No country for old men, más allá de las atrocidades del mundo moderno, más allá de las referencias al mundo de los old men, la pregunta y es una pregunta que nos convoca, es: ¿cómo hacer que el padre subsista?, ¿subsista en su pluralidad? Allí es donde cobra para nosotros todo su valor la obra de McCarthy. Pues, ¿no es esto a lo que nos vemos enfrentados día a día en la clínica?, ¿en este momento de nuestra historia, de nuestra cultura? ¿Cómo hacer que el padre funcione? El padre de La carretera lleva a su hijo al punto en el que su muerte lo enfrenta a la soledad en ese mundo que es el suyo. Y el hijo debe tomar una decisión, se decide por el lazo, este es el legado de su padre, el resultado de su operación, que en ese lugar de soledad, el portador del fuego pueda hacer lazo con otros.

Varias preguntas surgen a partir de esto, ¿cómo se verifica la función paterna? Los caníbales de la carretera ¿no podrían pensarse como individuos adaptados al mundo en que viven? ¿Acaso los desadaptados no serían los protagonistas, que se empeñan en llevar un modo de vida anticuado y poco adaptado al contexto? ¿no debería el padre haberse comido a su hijo en primera instancia en algún momento de hambre severa?, ¿qué caracteriza al padre en última instancia?, ¿a fin de cuentas, se trata de adaptación?

Hacia su vigésimo primer seminario Lacan señala que la función de un padre es nombrar, nombrar para, digamos, alguna cosa, cualquiera, la que sea, pero a fin de cuentas, ser nombrado para algo, aunque sea para sufrir, ser estafado, perder o triunfar a toda costa, a fin de cuentas, ser parte de un proyecto que incluso puede ser el de la madre, el que su deseo indica. El nombre del padre actúa como cuarto elemento entre lo simbólico, lo imaginario y lo real, registros cuyo interjuego configuran la realidad de los sujetos. El padre es aquello que permite justamente anudar los registros. Ese "nombra-miento", termino que nos parece justo por la presencia de aquello que indica el funcionamiento princeps del significante, es un acto de amor. Algo a lo que el padre no está obligado y por tanto tiene estatuto de don. Pues esta es la cuestión que ubicamos en los desarrollos lacanianos de los últimos seminarios, el estatuto de este nombrar, adelantamos que nombrar es un acto de amor.

Este amor reintroduce la vieja cuestión del deseo y quizás es aquí donde podemos comprender con mayor fuerza la indicación de Lacan en su seminario sobre la angustia, en el cual plantea que el amor es lo que hace al goce condescender al deseo. Es el ejemplo de varios de los personajes de McCarthy. Tanto el sheriff Bell, como John Grady Cole y el padre de la carretera se hallan en posición de amantes. "Llegó al puente del Río Devil cuando se ponía el sol y a medio cruzar detuvo el coche y encendió las luces del techo y desmontó y cerró la puerta y rodeó el vehículo por delante y se quedó apoyado en el tubo de aluminio que servía de barandilla. Viendo ponerse el sol en el embalse al otro lado del puente del ferrocarril. Un camión articulado que se acercaba en dirección oeste por la larga curva del puente redujo la marcha cuando vio las luces. El camionero sacó la cabeza por la ventana al pasar. No salte Sheriff. Ella no vale tanto. Y se alejó en medio de un largo remolino de viento, el motor diesel acelerando y el conductor haciendo doble embrague y cambiando de marcha. Lo cierto, dijo, es que vale eso y más." (McCarthy, 2008) Esta cita es la única referencia a la posición erótica de alguno de los protagonistas en toda la novela. "Recordaba haberse despertado una noche parecida al oír el ruido de unos cangrejos arañando la sartén donde había dejado huesos de carne de la noche anterior. Las ascuas todavía vivas de una lumbre de maderos flotantes vibrando en el viento que soplaba tierra adentro. Acostado bajo aquella mir ada de estrellas. El horizonte negro del mar. Se levantó y caminó un trecho y descalzo en la arena vio aparecer las pálidas crestas de las olas a lo largo de la playa y rodar y romper y oscurecerse de nuevo. Cuando volvió al fuego se arrodilló junto a ella y acarició sus cabellos mientras dormía y dijo que si él fuera Dios habría creado el mundo tal cual sin ninguna diferencia." (McCarthy, 2008)

El padre recuerda un tiempo anterior a la catástrofe, única imagen con luz en toda la novela. Los ejemplos de la posición amante de algunos personajes de las obras de McCarthy son realmente escasos pero contundentes.

Ante el avance del goce, de la destrucción de los cuerpos y su desaparición el amor se opone y erige al deseo. Sí, como defensa. Pero eso es ya tener suerte. Que posteriormente de ello surja la neurosis seguramente está más allá de lo que el autor quiere transmitir. Que de la palabra de este padre el obsesivo haga religión y se haga mártir es cosa aparte, cosa de nuestra clínica. Que la histérica haga de este padre ideal a alcanzar castrando a su paso todo lo que encuentre no tiene por qué ser parte de la reflexión de McCarthy. Es tarea de los psicoanalistas el cómo regular al padre para que aquellos que versionan de manera sufriente su relación con él puedan tener una vida un poco mejor.

Este amor del padre abre la dimensión de la creencia para el sujeto, la dimensión de la esperanza, cosas que se pueden comprobar clínicamente. ¿Quién ha visto a un paciente melancólico esperanzado? El padre es precisamente lo que permite que alguien pueda esperar, anhelar, y esto es ya tratamiento de lo mortífero del goce. ¿Que no necesitamos de la dimensión de la creencia para que se instale la transferencia en un análisis? Cualquiera puede objetar que este es el camino a la religión. Si. Lo es. Está claro para nosotros y también para McCarthy: "Hizo unos hoyos en la arena para acomodar las caderas y los hombros del chico cuando se acostara y se sentó abrazándolo mientras le alborotaba el pelo delante de la lumbre para secárselo. Todo ello como en un antiguo ungimiento. Que así sea. Evoca las formas. Cuando no tengas nada más inventa ceremonias e infúndeles vida" (McCarthy, 2007). Esta frase de La carretera nos recuerda al viejo Fausto. No ha pasado desapercibido para Freud ni para Lacan, ni para varios analistas que el padre es el pivote tanto de la clínica de la neurosis como de la religión, una cuestión central para el psicoanálisis. La diferencia radica en que un analista se ubica en un lugar en medio de la posición canalla a la que tiende el saber de la inexistencia del Otro y del lugar del fervor religioso conservador. Eso salva al analista de tomar cualquier posición política extrema. El psicoanálisis condena a sus practicantes al centro, al in-between, en donde curiosamente Lacan ubico al sujeto del inconsciente.

Habíamos dicho que a McCarthy lo tachaban de derechista, conservador. Un analista sabe que la neurosis no es posible sin el padre, y hasta el momento, ser neurótico es de lo mejor que le puede pasar a alguien ante el encuentro con la no relación sexual. Así proponemos hacer uso del padre, un intermedio lógicamente razonable entre los dos extremos neuróticos del amor religioso y renunciativo. No sabemos cuál es la propuesta de McCarthy, no es un analista. Pero es verdad que su obra nos aporta mucho material de reflexión a este respecto. El padre de La carretera no tiene nombre, es solo un padre, es lo que es. ¿Que acaso el nombre de Dios no está perdido también? ¿Importa su nombre?

"Donde los hombres no pueden vivir, a los dioses no les va mucho mejor." (McCarthy, 2007).

 

Bibliografía

-Freud, S. (2001) Tótem y tabú (1912), en Obras Completas. Biblioteca Nueva. Madrid.

-Freud, S. (2001) Duelo y melancolía (1915), en Obras Completas. Biblioteca Nueva. Madrid.

-Freud, S. (2001) La disolución del complejo de Edipo (1924), en Obras Completas. Biblioteca Nueva. Madrid.

-Freud, S. (2001) El porvenir de una ilusión (1927), en Obras Completas. Biblioteca Nueva. Madrid.

-Lacan, J. (2006) El seminario, libro 2. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Paidós. Buenos Aires.

-Lacan, J. (2007) El seminario, libro 3. Las psicosis. Paidós. Buenos Aires.

-Lacan, J. (2007) El seminario, libro 4. La relación de objeto. Paidós. Buenos Aires.

-Lacan, J. (2007) El seminario, libro 10. La angustia. Paidós. Buenos Aires.

-Lacan, J. (2006) El seminario, libro 17. El reverso del psicoanálisis. Paidós. Buenos Aires.

-Lacan, J. (2001) Seminario 21. Inédito. Versión de la Escuela Freudiana de Bs.As.

-Lacan, J. (2006) El seminario, libro 23. El sinthome. Paidós. Buenos Aires.

-McCarthy, C. (2007). La carretera. Literatura Mondadori. Argentina.

-McCarthy, C. (2008). No es país para viejos. Debolsillo. Argentina.

-McCarthy, C. (2008). Todos los hermosos caballos. Debolsillo. Argentina.

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Número 26 - Octubre 2010
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