Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Acerca del amor y la angustia en la mujer
Marité Colovini

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".......en cuanto pueda liberar tu mano tan cálida, iré sola y en el horror."

Clarice Lispector.
"La pasión según G.H."

I.

En Inhibición síntoma y angustia, al llegar Freud a concluir que toda angustia es angustia de castración, se encuentra con un aparente escollo al referirse a la mujer.

Sale de allí diciendo que en la niña, como ya lo ha propuesto anteriormente, el desarrollo es orientado hacia la carga amorosa de objeto. Y que en la mujer, parece ser el peligro de la pérdida del objeto la situación de mayor eficacia, en lo relacionado con la angustia. Aunque aclara, ya no se trata de la necesidad por ausencia o de la pérdida real del objeto, sino que se trata de la pérdida de su amor.

Esta situación es constatada en la práctica analítica cuando se trata de analizantes mujeres, pero entiendo que nos plantea la necesariedad de un desarrollo que intente explicar:

  1. Por qué en la mujer el desarrollo es orientado hacia la carga amorosa del objeto.

  2. Cómo se produce el desplazamiento de la situación peligrosa desde la necesidad, la ausencia, el desamparo o la pérdida real del objeto hacia la pérdida del amor del objeto.

Sostengo que en el intento explicativo será posible aclarar la relación de la femineidad con el amor, y especialmente con el amor del objeto. Es decir, que intento encontrar el por qué en una mujer "ser amada" se convierte en una necesidad que supera las necesidades vitales, constituyendo entonces no serlo, el mayor peligro al que puede estar expuesta (1)

II

En 1924, al escribir la Disolución del complejo de Edipo, Freud sostiene que esta disolución se produce por decepciones dolorosas. Allí diferencia los dolores en la niña y en el niño.

Para la niña: que se cree objeto preferente del amor de su padre; para el niño: que considera a su madre como propiedad exclusiva.

Vemos aquí prefiguradas dos posiciones bien distintas: la niña cree ser y el varón considera una propiedad exclusiva.

Repartición en dos lógicas, la del tener y la del ser, que van a ponerse en correspondencia con el símbolo del falo de muy distintas maneras.

Ser el falo, tener el falo.

Ahora bien: Por qué la niña regresa al ser, siendo que la etapa fálica ya ha sido cumplida para hablar de disolución?

Podemos revisar los momentos del Edipo que son generalizables para ambos sexos: si en la prehistoria se trata para el niño/a de ser el falo de la madre, luego de la intervención paterna, y situada la atribución del falo al padre, la lógica del ser deja paso a la del tener, para entonces realizar las ecuaciones simbólicas entre pene, niño y falo y así el niño rivaliza con el padre en cuanto al tener, y la niña espera recibir un hijo de su padre, que funcionará como el falo que puede llegar a tener.

Nos dice Freud en "Consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica", texto de 1925, que la niña, luego de aceptar la castración como un hecho consumado, haber realizado un juicio y adoptado una decisión, reprocha a su madre por la falta de pene, y es allí que aparece en ella el deseo de niño. Con este propósito toma al padre como objeto amoroso, situada como una "pequeña mujer".

III

Encuentro que estas formulaciones, que dan lugar al concepto freudiano de la "envidia del pene", presentan ciertas dificultades en su seguimiento, ya que encontramos allí algunos saltos y rupturas de la lógica con la que estructura sus argumentaciones.

Sin duda, las ambigüedades entre la madre y la mujer, así como entre la femineidad y la histeria, son algunas de las razones de estas dificultades.

Porque en Inhibición, Síntoma y Angustia, finaliza el párrafo aludido al principio situando a la histeria y a la neurosis obsesiva repartidas entre mujeres y varones, y aclarando que entonces, en la histeria, la condición de angustia es la pérdida del amor del objeto, en la fobia es la amenaza de castración y en la neurosis obsesiva es el miedo al superyo.

También cuando intenta la diferenciación entre el Edipo en el niño y en la niña, nos deja a una niña que espera ser madre como solución a la cuestión de la castración, llamándola pequeña mujer, en tanto rivaliza con su madre por el hijo del padre.

La importancia que relevo en despejar estos impasses, están en relación a la escucha de mujeres en mi práctica analítica que hacen del amor un recurso para no caer en la locura, otras que presentan dificultades en cuanto a la posición en la relación sexual y también porque en cuanto a los fines de análisis de mujeres, se presenta en forma ineludible la separación entre la madre y la mujer como manera de alcanzar el atravesamiento del fantasma que pueda dar lugar a la emergencia de un deseo inédito.

Se trata entonces de retomar la enseñanza freudiana no sin interrogarla. Retorno a Freud por la vía despejada por Lacan.

¿Qué hace a Freud sostener la ambigüedad entre la madre y la mujer?

En El motivo de la elección del cofrecillo, Freud sitúa tres figuras inevitables en la relación a la mujer para todo hombre: la generadora, la compañera, la destructora. Tres en una, o tres caras de lo mismo. Tres maneras de relación a la mujer necesariamente desde la óptica de un hijo: en uno de los últimos párrafos, Freud dice: "o las tres formas en las que se muda la imagen de la madre en el curso de la vida". Parece que en este texto, Freud mismo trata de entender el motivo de las elecciones de un hombre, y lo sitúa especialmente en función de la elección de objeto. "la elección ocupa el lugar de la necesidad, la fatalidad. Así el hombre vence a la muerte, a quien ha reconocido en su pensar. No se concibe mayor triunfo del cumplimiento del deseo. "¿Nos está diciendo aquí Freud que la elección fatal recae siempre sobre la madre? ¿O se trata de su propia elección?

Por otro lado, parece que cuando sitúa la solución femenina por el deseo de niño, en contraposición con la solución neurótica a través de la histeria, deja el problema del advenir mujer en un dilema clásico: la madre o el padre. Con el rodeo necesario establecido entre la madre y el padre, haciendo de los dos Uno, ya que se trata de transferencia del mismo amor, de sustitución de un objeto por otro; y de la equivalencia forjada entre el falo y el niño. Solución entonces al dilema, por la vía del Uno, hacer Uno de dos: ilusión del amor.

IV

Pero entonces: no hay salida en Freud para lo femenino? No hay salida para la consideración del Otro sexo? Se rinde Freud ante el defecto de lo simbólico, al no encontrar representación posible para la mujer en el inconsciente?

La confesión a Lou A. Salomé en cuanto al enigma sobre el querer de la mujer, nos deja una muestra de su posición: No-Todo puede saberse con respecto a lo femenino. No hay una visión universal sobre la mujer. El psicoanálisis deja abierta una pregunta fundante con respecto a la esencia de lo femenino.

Cuestiones que resuenan con las conclusiones lacanianas en Aún: la mujer no-toda es, no hay un universal de la mujer, el La que especificaría a la mujer está barrado, y el sujeto que se sitúa en la posición femenina se relaciona con el significante de la falta en el Otro y con el falo en tanto significante.

No hay que buscar en la teoría psicoanalítica respuestas al desarreglo entre lo simbólico y lo real que signa la búsqueda del sujeto femenino. Pero es probable que en un análisis se alcance esa invención que permita a un sujeto que se ha enfrentado a la inexsistencia del Otro, cumplir con lo que se ha propuesto en su inconsciente: ser dicha mujer.

V

Retomo entonces la cuestión planteada en el comienzo: parece que la niña es obligada a elegir amar, o que en ella se manifiesta de forma más acentuada la necesidad general del amor, para sostener la existencia.

Si la necesidad de amor parte del "no" original a la demanda materna, del rechazo originario a la significación fálica del cuerpo que el amor materno instituye; cómo es que en la niña este vacío perdura, para que responda siempre a sus atolladeros por la vía del amor?

Estoy situando el efecto real de lo simbólico, que es el que da lugar al rechazo. Se trata de la represión primaria, como efecto del encuentro con el lenguaje, como efecto del trauma que el lenguaje instituye y del que se sale por la vía de la necesidad de amor, represión mediante. Amar para recuperar la imagen, ya sea en el espejo o en la mirada del Otro, amor que instituye al mismo tiempo una disculpa por el rechazo originario. Necesidad de amor que es una solución vía el imaginario al desajuste entre lo real y lo simbólico.

Esta primera represión da lugar a una segunda, ya que es la manera que encuentra el sujeto de librarse del efecto angustiante que implica quedar situado en un vacío como cuerpo, o sucumbir a responder con el propio cuerpo a la demanda materna. Para resolver este impasse, se le otorga potencia fálica al padre, quien será amado como precio de esta liberación. Esta atribución, deja al padre en el lugar amenazante (como castrador, o como violador potencial), y es necesario reprimir el trauma que procede de este amor, ya que es allí que adviene la angustia de castración. La represión secundaria, entonces, motivada por la angustia de castración, resuelve el efecto traumático del amor al padre por la vía del olvido del trauma para continuar amando (2)

En tanto este desarrollo esquemático es válido para ambos sexos, es importante situar la especificidad del estilo femenino para encontrarse en su desarrollo con la necesidad de orientarse hacia la carga amorosa del objeto. Necesidad que no vemos en el varón, ya que transita su Edipo del ser al tener, jugando su apuesta en no ser objeto de la amenaza de castración, particularmente en lo que respecta a conservar la propiedad del objeto en exclusividad.

VI

Podríamos decir que la niña se encuentra tempranamente con la falta de significante en el Otro, ¿con la falta de ese significante que la diría mujer, con la incompletud del Otro? Y que es por este enfrentamiento que queda ligada a la problemática del ser. Por lo tanto, su angustia, respondería más al modelo de la angustia originaria que a la angustia de castración.

Parece que no queda saldado en la niña la cuestión de su ser, ya que lo imposible la encuentra tempranamente. Si se dirige al padre, es porque intenta legitimar su ser, ávida de hacerse reconocer. Pero el amor al padre conserva las huellas del amor primitivo, mostrando en la histeria las marcas de la pasión. Desde allí puede jugar a medias su partida con el tener, juego que no le interesa mayormente y que siempre está dispuesta a abandonar, sobre todo cuando entra en contradicción con su ser sexuado.

Al quedar ligada a la cuestión del ser, se juega en ella todo el tiempo la cuestión de la estúpida pregunta por la existencia, esa que deja al sujeto boquiabierto, estupefacto, la pregunta por el sexo y la contingencia en ser.

Y es en la persistencia permanente de esta pregunta que ella dirige su vida. Sus amores, sus decisiones, sus actos, llevan la marca indeleble de esta pregunta.

Aún el amor de transferencia, muestra, cuando de analizantes mujeres se trata, su tono imperativo y de urgencia. Recordemos que es en torno a obstáculos surgidos en el análisis de mujeres que Freud escribe sus textos sobre este tema.

Si esta pregunta no proviene ni de las profusiones de lo imaginario, de ninguna función propia de la sustancia viva, ni siquiera de las palpitaciones de lo vital; sino que toma su efecto de la legalidad del significante; nos encontramos con una poderosa razón para dilucidar la relación de la mujer con la ley, lo que equivale a decir que la normativización que el Nombre del Padre instaura, alcanza a la mujer pero "no toda" la alcanza , siendo ella irremediablemente situada a un costado de la ley, teniendo que inventarse una ley y luego hacerse adoptar por ella (3)

Y es así que en este No- Toda que la mujer es, el vacío inicial, la falta de consistencia, hasta de visibilidad en la que se sume cuando está sin amor, es condición de una angustia mucho más poderosa que la angustia de castración, ya que ese poco de ser que obtiene al ser amada, la libra de quedar literalmente fuera, exiliada de lo simbólico, ex-sistiendo.

Se entiende de este modo que utilice el amor como recurso, y aún el amor más loco, el más ciego, el que ella misma padece, para alcanzar ese poco de ser. Se entiende así que hipoteque todo su tener en aras del amor del otro, verdadero potlach amoroso, intentando transformarlo en ser.

Notas:

1 - He realizado algunas puntuaciones con respecto a este tema en dos trabajos anteriores: Colovini, M. "Mujeres de pasiones elementales" (publicado en Actas de la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis de Rosario de1999) y Colovini, M. "Acerca del amor y la mujer o cinco tesis sobre erotomanía". (Publicado en "La apuesta del psicoanálisis". Tucumán. 2000. pag. 435.)

2 - Retomo en este desarrollo los planteos de G. Pommier en (1997) "El amor al revés", Amorrortu, Buenos Aires, y (1996), "Transferencia y estructuras clínicas" Kliné, Buenos Aires.

3 - Ver Assoun, P-L(1994.) "Freud y la mujer". Nueva Visión. Buenos Aires. Especialmente el capítulo: "La mujer como verdad de la Kultur", pag 229

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 25 - Diciembre 2008
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