Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Pasión - Parlêtre
Saralía Chiavaro

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"…el cuerpo – que constituye el asiento de las pasiones - es la primera palabra,
la palabra fundamental de la cual todas las demás palabras emanan.
Por eso muchas de las palabras que denotan las diferentes pasiones en nuestras lenguas
provienen claramente de los nombres que designan zonas, propiedades y acciones de nuestro cuerpo
".
Ivonne Bordelois

INTRODUCCION

¿De qué se trata en cada caso? ¿Se trata del acontecimiento, del acto en articulación al deseo decidido, o de la pasión? ¿Actos u actos fallidos? ¿actos que resultan de la palabra desplegada o actos que se oponen a la palabra? ¿Deseo o pasión? ¿Se trata de encuentros que llevan a cada cual a atravesar con un acto lo imposible (de soportar); o de una huída que redobla la impotencia subjetiva?

Las consecuencias de tales actos hablarán, en cada caso, del estatuto de los mismos.

I- Pasión de la ignorancia

Desde el principio de su enseñanza Lacan articula la pasión con el ser y con lo que de la demanda, de ser, se pone en juego en la transferencia.

Propone, continuando a Freud, tres pasiones fundamentales: el amor, el odio y la ignorancia. Situando en un comienzo al amor entre lo simbólico y lo imaginario, al odio entre lo imaginario y lo real y a la ignorancia entre lo real y lo simbólico(1); ya que se trataría en el amor de una reafirmación del ser; en el odio de una negación del ser del otro y en la ignorancia de lo indecible (que la demanda de amor comporta).(2)

Para que la transferencia se instale, Lacan destaca como elemento primordial, condición sine qua non, la pasión de la ignorancia que : "no debe ser entendida como ausencia de saber,sino al igual que el amor y el odio, como una pasión del ser" (3). Pasión de la ignorancia cuyo complemento: el amor-pasión sitúa a esta altura de su enseñanza como estructurando la transferencia.

De la mano de la pasión de la ignorancia, el amor-pasión se traduce en la vivencia subjetiva de una "catástrofe psicológica" (4), lejos está del ideal de unificación que el Eros implica. Es que "el corazón de la experiencia analítica" (5) se verá constituído por la falta en ser del sujeto, "campo donde se despliega la pasión del neurótico"(6).

Y será la ignorancia, -apasionada-, posibilidad de verdad: "…cuando el sujeto se compromete en la búsqueda de la verdad como tal es porque se sitúa en la dimensión de la ignorancia" (7). Aceptando hablar sin saber "las vías de su error" (8).

Por lo tanto, es aquello con lo que intenta cubrir su falta estructural, la pasión, el camino de la revelación :"…el fruto positivo de la revelación de la ignorancia es el no-saber, que no es una negación del saber sino su forma más elaborada" (9)

Y todo ello, no sin la complementación de un psicoanalista que a la pasión de la ignorancia responda con la "ignorancia docta", donde "docta" no significa sabia sino "formal" (muy expresamente indica Lacan con el titulo del último apartado de "Variantes de la cura tipo" cuál ha de ser la sabiduría del analista: ignorar lo que sabe) ; y cuya clave es el deseo de analizar. Deseo sin el cual la ignorancia docta podría transformarse en "ignorancia docens". (10)

¿No es pues la pasión de la ignorancia pasión primera, fundamental? ¿No subsume acaso a las otras dos: el amor y el odio en el medida en que éstas consituyen la transferencia operando allí, en su carácter pasional, como ignorancia-motor del deseo? La pasión de la ignorancia crea al amor que hace existir al inconsciente como saber.

II – La alienación del deseo

Hacia el año 56, Lacan afirmará que todas las pasiones son equivalentes y metonínimcas, y las definirá como "la alienación del deseo en un objeto".

Desde allí, la pasión procura la saturación del deseo por un objeto. Es el objeto patológico kantiano, afectando a un sujeto. Ya se trate del enamoramiento, la obstinación del coleccionista, el juego u otros, se busca un objeto que nombre un deseo y condense un goce. Es al mismo tiempo búsqueda de certidumbre y rechazo de saber acerca de la falta estructural que intenta cubrir.

Ya en el 60, con "Subversión del sujeto", lo enfatizado no será el objeto, como lugar de alienación del deseo, sino el sujeto, es decir que no se tratará tanto de lo que se desea sino desde dónde se desea, su posición enunciativa: "…el deseo del hombre es el deseo del Otro, donde el "de" de la determinación llamada por los gramáticos subjetiva, a saber la de que es en cuanto Otro como desea (lo cual da el verdadero alcance de la pasión humana)".(11)

Con-secuencia lógica del avance que esta formulación plantea será la posibilidad de pensar la pasión como "pasión del significante".

III – Pasión del significante

Ya en "La Significación del Falo" (1958) el concepto de pasión aparece ligado estrictamente al significante, y es en el seminario 8,dedicado a La Transferencia (1960-61) donde será desarrollado, en fina articulación con la trilogía trágica de Paul Claudel.

Aparece entonces de la mano del significante, pero no del significante propiamente dicho, en cuanto representa al sujeto ante otro significante, no del significante en su estructura fundamental, que hace cadena, que provoca y propicia el devenir constante de la significación. Junto al término pasión el significante se ve afectado radicalmente en su función. "…el significante tiene función activa en la determinación de los efectos en que lo significable aparece como sufriendo su marca, convirtiéndose por medio de esa pasión, en el significado. Esta pasión del significante, se convierte entonces en una dimensión nueva de la condición humana, en cuanto no es únicamente el hombre quien habla, sino que en el hombre y por el hombre, ello habla, y su naturaleza se encuentra tejida por efectos donde se encuentra la estructura del lenguaje, del cual él se convierte en la materia y por eso resuena en el más allá de todo lo que pudo concebir la psicología de las ideas, la relación de la palabra". (12)

La pasión del significante hace de él operación de marca sobre lo significable, de lo que deviene el sujeto como efecto sobre la carne de aquello que habla antes de su advenimiento.

Pasión = estructura del lenguaje.

Ya para Aristóteles la pasión era una "afección", esto es, el estado en que algo está afectado por una acción (como cuando algo está "cortado" por la acción de "cortar") .

Lo significable sufre la marca del significante, convirtiéndose por esa pasión en el significado. El sujeto deviene la materia y el efecto de esa operación por el significante que en la cita mencionada toma el estatuto de "ello habla". "Su naturaleza"-dice Lacan- "se encuentra tejida" (13) desde entonces, como consecuencia de esa pasión. Y "tejido" tiene su raíz etimológica en el vocablo latino "textum" que da origen a la palabra "texto".

Por la pasión del significante, la naturaleza del sujeto deviene textual, entre-tejido de palabra y cuerpo.

La pasión, passio, -"lo cortado"- estar afectado o recibir "pati", introduce un elemento de pasividad de donde deriva el término "paciente"que, sin embargo, no se opone al acto: bajo las distintas formas de la demanda el neurótico interroga. "¿Qué quiere saber el neurótico?" se pregunta Lacan en la clase del 21 de septiembre de 1962, año en que trabaja "La Identificación", y responde: "Quiere saber lo que hay de real en eso de lo que el es la pasión, es decir lo que hay de real en el efecto del significante, suponiendo por supuesto que hemos llegado lo suficientemente lejos como para saber que lo que se denomina deseo en el ser humano es impensable sino en esa relación al significante y los efectos que allí se inscriben".

IV – La Tragedia

La pasión como "pathos", llega a su máxima expresión en la tragedia antigua. El término "pathos" es el equivalente griego del latino "passio" y, como aquel, subraya lo acontecido, lo padecido, aquello que sobreviene involuntariamente.(14)

Los héroes de Homero y los hombres de la época Arcaica, interpretaban tal experiencia en términos de Até, como una comunicación de menos o como la actuación directa de un demonio que se sirve de la mente y del cuerpo humano como instrumentos . "La Até era un estado de mente, un anublamiento o perplejidad momentáneos de la conciencia normal (…)una locura parcial pasajera atribuída no a causas psicológicas ni fisiológicas sino a un agente externo y demoníaco".(15).

"Menos" era también considerado un estado de mente: "cuando un hombre siente menos en su pecho (…) es consciente de un misterioso aumento de energía, la vida en él es fuerte y se siente lleno de una confianza y ardor nuevos"(16). Para Homero, es el acto de un dios, aunque puede llegar a producirse, en ocasiones, por exhortación verbal.

Los impulsos irracionales, aquellos que buscan expresarse en el hombre en contra de su voluntad, la esperanza y el miedo ("demonios peligrosos" para Teognis), el poder del Eros, no son verdaderamente para Homero partes del yo; se independizan de él, adquieren vida propia y pueden arrastrar al hombre hacia una acción que no puede controlar.. La suerte (buena o mala fortuna) del hombre depende más del "demonio" que recibe al nacer que de su carácter, y determina total o parcialmente su destino.

"El griego –nos dice Dodds- había sentido siempre la experiencia de la pasión com o algo misterioso y aterrador, como la experiencia de una fuerza que estaba en él poseyéndolo, más bien que poseída por él. " (17). Observa que Jasón –al final de Medea- sólo puede explicar la conducta de su mujer como el acto de un alastor, el delito creado por el demonio de sangre inexpiado; el coro de Hipólito cree que Fedra puede estar posesa y ella misma habla al principio de su condición como el até de un demonio". Contrariamente a la opinión de André Rivier que en su "Essai sur le tragique d¨´Euripides" (18) sostiene que Medea está literalmente poseída por un demonio (19), Dodds considera que a diferencia de Jasón, Medea no utiliza lenguaje religioso porque "sabe que se está debatiendo no con un alástor sino con su propio yo irracional, con su thymós".

El thymós indicaba al hombre qué acción seguir: comer, beber, matar ; y ponía palabras en su boca, pero el hombre podía rechazarlo y actuar sin su consentimiento. Para el hombre Homérico el timos era como una voz interior independiente que el yo experimentaba como ajena.

Eurípides en cambio enfatiza lo interior de esa voz, que lejos de ser un elemento que asalta a la razón desde afuera, es parte del propio ser, lo que no lo hace menos misterioso y aterrador que cuando era considerado sobrenatural. Y allí, en el thymós residen los resortes de la acción .

"Conozco la maldad que estoy a punto de cometer –dice Medea (Eurípides)- pero el thymós es más fuerte que mis propósitos, el thymós, la raíz de las peores acciones del hombre".(20). "Con estas palabras –nos cuenta Dodds- abandona la escena, cuando vuelve ha condenado a sus hijos a la muerte y se ha condenado a S misma a una vida de prevista desgracia. Porque Medea no sufre ninguna socrática `ilusión de perspectiva´, no comete error alguno en su aritmética moral, lo mismo que no confunde su pasión con un espíritu maligno. Ahí está precisamente su suprema cualidad trágica".(21)

Nietzche, por su parte, en "El Nacimiento de la tragedia" (22), enfatiza la prevalencia del pathos como expresión de una acción sufrida más que ejercida con deliberación, y que arroja al héroe a la realización de un destino desgraciado contra el cual no lucha y al que se precipita "ciego y con la cabeza tapada".

Años después dirá Lacan sobre Antígona, (23) que de lo que se trata "…no es sencillamente la defensa de los derechos sagrados del muerto y de la familia, tampoco todo lo que se nos quiso representar como la santidad de Antígona. Antígona es arrastrada por una pasión y trataremos de saber de qué pasión se trata". Y centra el drama de Antígona en la até, que traduce como:"extravío, calamidad,fatalidad".(24)

Kierkegaard propone –sin saberlo- una respuesta a la pregunta abierta por Lacan, al afirmar en "De la tragedia", que lo que está en juego en el acto de la heroína más allá del amor fraterno y el rechazo a una prohibición injusta e insensata, es el eco del destino de su padre, "la exigencia fatal de aquella ley inexorable que castiga en los hijos el delito de los padres".(25). Sostiene el autor que con su acto, Antígona paga la deuda de Edipo: salva el honor y la gloria de la familia, siendo la coyuntura trágica no la causa de su devenir sino la oportunidad de llevarlo a cabo.

Lo dice, bellamente, de este modo: "¿cuál es la mano que la hace sucumbir? ¿ es la mano de un vivo o la mano de un muerto? Sin duda, en cierto modo es la mano de un muerto (…) Y en otro sentido es la mano de un ser vivo, ya que su amor infeliz favorece que el recuerdo la mate".(26)

Ya en nuestros días Jean-Pierre Vernant(27) encuentra que el dilema de un personaje es el motor de la acción trágica, y que lo que la tragedia muestra, precisamente, es que creer que el hombre es dueño de sus actos es una ilusión." Detrás de toda tragedia se erige una interrogación sobre la relación del hombre con sus actos:¿en qué medida en realmente su autor?"

De la tragedia antigua a la moderna la responsabilidad subjetiva gana terreno. Las marcadas diferencias que según Kierkegaard pueden encontrarse entre ambas y que radican esencialmente en que en la tragedia moderna la acción no se subordina a los personajes,siendo la situación y el carácter de los personajes más determinantes que la acción ; no impiden seguir encontrando la raíz de la tragedia antigua en la moderna.

"Al tener el héroe trágico una conciencia reflexiva, esta reflexión sobre si mismo no solo lo aísla del Estado, la familia y el destino, sino que muchas veces lo desvincula de su misma vida anterior. Así, aquello que nos ocupa es entonces un definido momento de su vida considerado como consecuencia de sus propios actos (…) El héroe sostiene o sucumbe única y exclusivamente en relación a sus propias acciones".(28)

En la tragedia antigua la pasión lleva a la acción que la realiza; en tanto que en la tragedia moderna se ve intervenida por la decisión del héroe. Con la tragedia moderna crecen la responsabilidad y el diálogo, retroceden el monólogo y el coro. Aumenta el dolor y disminuye la pena inherente a la inocencia que el héroe antiguo en tanto víctima de la cólera de los dioses, albergaba. Esto no significa que el héroe moderno sea dueño de sus actos, su responsabilidad se traduce en una fluctuación entre la culpa y la inocencia, hiancia en la que se constituye la falta trágica.

Quizás sean estos matices los que llevan a Lacan a elegir trabajar una tragedia moderna- la trilogía de Claudel- al momento de desarrollar su seminario sobre la transferencia. "El Rehén", "El pan duro" y "El padre humillado" son los títulos de las tres piezas que la conforman y a través de las cuales pone en escena al deseo (Pensée) como aquello que se compone entre las marcas del significante (Sygne) y la pasión del objeto parcial.(29)

V- El cristianismo

La pasión del héroe de la tragedia antigua ligada al destino, a la Até, es sustituída por la fe: "…aquello en que toda vida humana halla unidad es la pasión –dice Kierkegaard- y la fe es una pasión" (30)

Con el primado de la fe, retroceden la razón y el deseo en pos de garantizar la existencia del Otro.

Abraham, con su acto, no persigue "salvar un pueblo ni defender la idea de Estado, ni apaciguar a los dioses irritados. Su conducta es un asunto estrictamente privado, extraño a lo general. En tanto el héroe trágico es grande por su virtud moral, Abraha m lo es por su virtud personal. Lo hace por amor a dios y por amor a S mismo" (31)

Con Jesús en cambio, fe y destino vuelven a articularse en función de lo universal : es el drama de la pasión de Cristo, quien ofrecerá su vida para salvar a los hombres de sus pecados y reconciliarlos con el Padre.

Renovado escenario de la tragedia griega. Antígona y Jesús – dirá Lacan- son "victimas voluntarias" de su destino, "allí reside el verdadero sentido, misterio y alcance de la tragedia" (32)

Destino ligado al padre. Término bajo el que se inscribe la serie de las tragedias: Edipo, Antígona, Cristo, Sygne de Coufontaine…

"¿Cuál es la superficie que permite el surgimiento de la imagen de Antígona en tanto imagen de la pasión? – se pregunta Lacan en el Sem.7- Evoqué el otro día en relación a ella el: ¿Padre mío, por qué me has abandonado? que es literalmente dicho en un verso. La tragedia es lo que se expande hacia delante para producir esa imagen" (33)

"Pasión de Cristo" se llama además, al Vía Crucis: sufrimiento y flagelación del cuerpo, desde la condena hasta la crucifixión. Cuerpo torturado, lacerado, como pago de la deuda que los hombres tienen con el Padre. Látigo, espinas y clavos. Nuevamente un cuerpo hecho jirones como ofrenda sacrificial para calmar la furia de un dios y recuperar su amor. Leemos en La Biblia que "Dios se hace carne" a través de su hijo "dos personas distintas y un solo Dios verdadero" El hijo es el padre encarnado. Pasión de la comunión, pasión del ser. Pero en el último instante, el hijo vacila.

Edipo, por su parte pronuncia su "me phynai": "antes bien no ser " o " mejor no haber nacido"negación consentida del ser por la que se sustrae al órden del mundo tachando él mismo su ser.

Sygne de Coufontaine hará "signo que no".

Edipo pierde sus ojos, Sygne pierde su vida.

La pasión es entonces ya, el exceso encarnado de un excedente estructural que "el héroe" no está dispuesto a ceder, ya que ello implicaría dejar de serlo.

VI- La trilogía de Paul Claudel

"El Rehén" (L`Otage) es el título de la primera pieza teatral de la trilogía en la que este autor francés nos presenta al personaje, a partir del cual, en una serie de tres generaciones, transcurrirán los diversos dramas que après-coup podrán ser pensados en su lógica textual.

Se trata de Sygne de Coufontaine, noble dama que en tiempos de Napoleón I pierde, no sólo a su familia, que es ejecutada por los revolucionarios, sino también sus tierras y fortuna, todo aquello a lo que se liga su buen nombre.

Sygne se consagra entonces, por espacio de diez años a recuperar, trabajosa y arduamente, su tierra y sus bienes. Acaba de lograrlo cuando se presenta ante ella su primo que, retornando de un largo exilio, trae consigo nada menos que al Papa, a quien busca proteger de aquellos que quieren matarlo. Gentes cuya cabeza visible lleva el nombre de Tousaint Turelure, destestable personaje que, habiendo sido hijo de la sirvienta de la familia Coufontaine así como de un brujo, se constituye luego en el asesino de la familia de Sygne y no bastándole con esto, amenaza con matar al Papa si Sygne no se casa con él.

Propuesta que ella rechaza con horror pero que, luego de la intervención de Monsieur Badilon, enviado del Papa y confesor de aquella, quien la exhorta a "salvar al Padre" pagando el precio, termina por aceptar. El precio no podría ser más alto:

"renuncie a su amor y a su nombre,y a su causa y a su honor en este mundo. Abrazando a vuestro verdugo y aceptándolo como esposo, como Cristo se ha dejado devorar por Judas"(34)

Consiente así en salvar "a su Dios y a su Rey" a partir de lo cual será ella –y no el Papa- la rehén. Al aceptar el sacrificio que le es demandado renuncia a todo lo que tanto esfuerzo le ha costado y que comporta para ella el valor supremo de su identidad, aquello que vale más que su vida: su nombre, su filiación.

Dice Turelure: "Tomaré la tierra y la mujer y el nombre. Tomaré el cuerpo y el alma con él". (35)

Dice Sygne: "la fe que he prometido la traicionaré"(36)

Y ocurrirá, -llegando la obra al punto de su conclusión- que el día del bautismo del hijo de la forzada pareja, cuyo nombre es el del rey (Louis), Tousaint se encontrará con el primo de Sygne quien, en nombre del monarca (Louis XVIII) está recibiendo las llaves de la ciudad. En ese encuentro ambos se dispararán con armas de fuego muriendo Georges al tiempo que Toussaint es salvado por Sygne, al interponer su cuerpo al suyo, recibiendo la bala.

Herida de muerte, la dama agita su cabeza de izquierda a derecha como quien dice "no", lo que aparece ya anteriormente en la obra –puntualmente en la escena en que su primo Georges le cuenta sobre la muerte de sus hijos ( y con ellos la desaparición de la continuidad del apellido)- como un tic nervioso. Y dice no a lo que Badilon le ofrece y a lo que Tousaint pide:la extremaunción, el perdón de Dios, el primero; el perdón para S el segundo.

Dice no con su gesto, y de ese modo reniega de su propio sacrificio, rechaza el valor de su renuncia primera. Turelure le reclama, en estos, sus últimos momentos de vida, que complete su sacrificio, que no retroceda, que no se prive del Dios por el que ha renunciado a su propio ser y la acusa de traición.

Sygne hace signo que no.

Lacan, en su Seminario 8 propone que Sygne es: signo (en francés " signe"). Signo de sacrificio. Y para designar la particularidad del sacrificio del Sygne apela al concepto de Versagung.

Versagung no refiere a "frustración", como algunos traductores de Freud han planteado, sino que comporta la noción de denuncia de un tratado o retractación de un compromiso, pudiendo significar también: promesa y ruptura de la promesa al mismo tiempo. Rechazo, retractación, promesa y rechazo de la promesa.

No queda claro si Lacan se refiere con tal término sólo a la primer renuncia de Sygne, la más violenta y profunda con la que arrastra a su ser a su negación más radical ; o incluye también la segunda, la que sucede al final, aquella que hace vano el devastador sacrificio acontecido a partir de sus nupcias.

Lo cierto es que, con el último aliento, ella rechaza lo conquistado con su sacrificio redoblado: las puertas del cielo. Se rebela contra una promesa por la cual ya ha renunciado a todo aquello a lo que se anudaba su deseo.

"Eso a lo cual él le ha pedido que renuncie es en lo cual ella ha comprometido todas sus fuerzas, a lo cual ella ha atado su vida y que estaba ya marcado del signo del sacrificio".(37)

Sygne dice no, rechaza lo prometido, lo dicho, y Lacan considera a ese no como un "ne"en el que reencontramos la marca del significante. "Ne" que es, nuevamente, "ne fus-je", "n`y étre", donde el "ne" designa lo que Sygne encarna: el efecto del significante sobre el hombre, el efecto del significante en su pasión : como aquello que a la vez "lo marca y lo desfigura"(38)

El "ne", partícula enfática que denuncia y localiza la participación del sujeto de la enunciación en el enunciado, haciendo caer el "je", revela en el "ne sois-je", "n`y étre", lo que la pasión del significante comporta: una deuda heredada, la carga de la Até que precede al sujeto y lo acompaña en su hominización.

En "La última tentación de Cristo" Scorsese pone en escena a un Jesús que carga su deuda hasta realizarla en su destino de cruz, y ya en la cumbre del sacrificio, en el momento de terminar de pagar con lo único que dice tener, su cuerpo, adviene la tentación, la hora de la verdad que, como debe ser, aparece como pregunta por el deseo del Otro (¿Padre, por qué me has abandonado?), como posibilidad de una inconsistencia del Otro frente a la cual se desvanecería el sentido de su "misión", se haría innecesario el sacrificio .Momento en que Jesús baja de la cruz y vive una soñada vida de hombre. Claro que la película no termina allí.

Se dice que Jesús paga con su muerte la gran deuda de todos los hombres con El Padre, por su condición de pecadores. Sin embargo, ni los pecados, ni la deuda de los seres vivos hablantes es cancelada a lo largo de los siglos subsiguientes. ¿Cuál es entonces el alcance de su operación?

Sygne, con su muerte, hace de su sacrificio, signo. Con su acto, por el cual redobla la traición a S misma dejando luego sin efecto su sentido, encarna al significante mismo en su operación fundamental, aquella por la que introduce "el decir" (el sagen) que permitirá al sujeto rechazarse (39). Rechazo original, indomeñable en tanto constitutivo, que Lacan pone en escena –con Claudel- en el personaje de Sygne.

En la segunda pieza de la trilogía, "Le pain dur", Louis, el hijo de Sygne, habiendo recibido como herencia de su madre el apellido –y con él la deuda impaga-, transcurrirá en una coyuntura en la que con la activa participación de dos mujeres: Sichel, la amante de Tousaint y Lumir, su propia amante, intentará recuperar de manos de su padre los bienes y las tierras que le pertenecen por herencia; los bienes y las tierras de su madre. Empresa que lo llevará a matar al padre. Obtendrá así lo que busca pero en el mismo movimiento se transformará en aquél; en aquel que lo ha despreciado, que lo ha combatido, rivalizado, no ofreciéndole lugar alguno en la línea filiatoria.

Para Louis, no querido por su madre, con un padre que –dice Lacan- lo ha observado crecer con inquietud, "es de la pasión de una tierra, del retorno hacia aquello de lo que ha sido arrojado, a saber de todo recurso a la naturaleza, de lo que se trata" (40). Y ello al precio de "chausser les bottes" (calzar las botas) de su padre al punto de casarse con Sichel, la amante de aquel e hija del usurero con el que Tousaint malograba la herencia de su hijo. Esta transformación sobrevenida junto a la recuperación de la tierra, lleva la figura de Louis al límite de la comedia negra, bordea el ridículo de modo siniestro.

En esta segunda generación, nuevamente se traiciona el amor: así como Sygne renuncia a Georges, Louis rechaza a Lumir -luego de confesarle lo profundo de su amor- para esposar a Sichel.

La última pieza de la trilogía, "Le père humilié", nos presenta a la hija de Louis y Sichel : Pensée, que en francés se traduce por "Pensamiento". Se trata –dice Lacan-, del deseo de Pensée, donde podemos encontrar el pensamiento del deseo. La propuesta de Lacan es que los nombres otorgados por el poeta a sus personajes nos habilita a interpretarlos como la puesta en escena de dos momentos de la incidencia de lo simbólico sobre la carne (41), donde el segundo, el pensamiento del deseo, sólo podrá ser entendido a la luz del primero: la pasión del signo ( Sygne.).

Con Sygne tiene lugar un movimiento articulable al concepto de Versagung, donde "lo que es condición deviene perdición" (42), el sagen, el decir, aquello que es condición de su subjetividad es rechazado; por lo que "ne pas dire" (no decir) deviene "decir no" (el gesto de Sygne) (43)

Pensée será el retorno de lo rechazado, el pensamiento del deseo. Con ella renace la luz (Lumir) y su ceguera no hace más que resaltar el estatuto de esa luz hecha de palabras, donde será la voz y no la mirada –velada, no vista- la que aportará nitidez a las sombras.

Pensée como Lumir, perseguirá la justicia absoluta, esa será su pasión.

En esta historia Orian de quien ella está enamorada, intenta rechazarla, no por falta de amor sino porque "se debe" al Papa y decide ir a combatir en su nombre (versión renovada de Sygne). Pero Pensée para quien Dios no existe, siendo esto herencia de su madre Sichel (Sichel a Lumir en "Le pain dur": "…yo no creo en Dios, y no espero más que de mí misma y sé que sólo hay una vida…"(44), acusa a Orian de adorar a un muerto en la figura del Papa e insiste en su deseo hasta lograr ser amada por él antes de su partida al campo de batalla, de lo que resultará un futuro niño de ambos.

Pero Orian muere en la guerra y, en línea con su posición, le pide a su hermano Orso –quien también ama a Sygne- que se case con ella, que ocupe su lugar. Pensée rechaza tal propuesta en salvaguarda de su deseo.

"El amor del otro, el amor que ella experimenta, es allí mismo donde coagulándose, ella deviene el objeto de deseo"(45) De este modo Lacan concluye su análisis de la trilogía por la cual, de la mano de Claudel pone en escena las coordenadas de la constitución de un deseo, posible de engendrarse entre dos pasiones, la del significante y la del objeto parcial.

VIII – Las psicosis pasionales

No estamos ya en el terreno de lo "irracional" sino de lo que acontece fuera de discurso.

En las psicosis llamadas "pasionales" (celos, reivindicación y erotomanía) encontramos la mayor conjunción entre goce y pasión, en tanto aquello que retorna desde el campo del Otro como goce desregulado, toma la forma de una pasión. Pasión de la inocencia ya que no de la ignorancia, allí donde no se trata de la castración,

El erotómano tiene la certeza de ser amado y este "núcleo ideo-afectivo"(46)suplirá la ausencia de inscripción del deseo como falta. El deseo toma la forma de: esfuerzo ligado a la voluntad. Su vehemencia, su carácter excitado, el elemento de acción que comporta su delirio, revelan precisamente el estatuto de lo que está en juego: ni amor, ni deseo: orgullo sexual. ¿Y qué es el orgullo? Dice el diccionario: "arrogancia, vanidad, engreimiento, exceso de amor propio, sentimiento exagerado que una persona tiene de su valor o de su importancia". Es decir: narcisismo, en su vertiente imaginaria, aquel cuyo sustrato es el esfuerzo de cristalización de un ser-sin-falta, que haga excepción..

El psicótico –decía Freud- "ama a su delirio como a S mismo" (47), y es el "S mismo" lo que busca producir. Ese es en todo caso, el lugar del amor.

Esperanza, despecho y odio son las tres fases por las que transcurrirá en el trabajo de ordenar ese goce desregulado que se presentifica para él bajo la forma de "ser amado". Ser amado como certeza del ser. Y donde la pasión no es ignorancia del deseo como deseo del Otro sino saber sobre Su intención . Con la particularidad de que ese saber toma la forma misma de la pasión en la que se c onstituye. Y es precisamente la forma que toma la que permite en ocasiones confundirla con la pasión común, con la pasión neurótica o aún con el deseo decidido. En tanto la pasión es, en todos los casos una presentación del sujeto "tomado" por el lenguaje, cuya causa habrá que discernir.

Dejo abierta a futuras investigaciones la posibilidad de pensar los modos particulares en que la pasión puede constituírse en nudo, resultando de ello un tratamiento del goce. ¿Cómo pensar la pasión que trasunta el texto de autores como Alejandra Pizarnik, Virginia Wolf, Fernando Pessoa, o pinturas como las de Van Gogh? Hay allí un tratamiento de la pasión que hace de ella lazo social, e introduciéndola en el lazo social moldea su origen, transmutándola en la trama de un deseo posible, el que engendra por suscitarlo en el Otro con la materialidad del trazo.

El sujeto logra así constituírse entre la pasión que " lo objeta" y el deseo del Otro, que su trazo abraza y comprime. Atrapa y recorta.

IX- La dirección de la cura

" ¿Qué es lo que el analizante viene a buscar al análisis? (…) si busca es porque hay algo que encontrar. Y lo único que tiene para encontrar es lo que llama su destino" (48)

Para ello, desplegará su mito individual, su tragedia íntima, vía por la que nos toparemos con los efectos de la ya mencionada Versagung, operación existencial, rechazo original, gérmen de la repetición.

El amor, el odio, la ignorancia en tanto pasiones del ser constitutivas de la transferencia son del órden de la demanda como lo es también la repetición. Y quien repite padece del significante y su pasión: letra encarnada que no cesa. Pasión-parlêtre.

Dios o demonio, até o destino, se tratará de la presentificación de un determinismo del que el sujeto será respuesta y apuesta a su más allá.

¿Deseo o pasión? Confundirlos conduce la cura a lo peor.

La dirección de la cura deberá orientarse a despejar ambos términos sin desconsiderar su fina intrincación. Transcurrirá para ello, de la pasión del signo al pensamiento del deseo; de la pasión del significante a la letra; de la pasión de la ignorancia al acto; vuelta tras vuelta de la repetición, por el análisis de ese insistente retorno cuyo trabajo de des-a-pasionamiento, posibilitará el reanudamiento de un deseo del que el sujeto devendrá acontecimiento.

Paradoja de una pasión fundante.

Sara Lia Chiavaro

Referencias

(0) Silvina Marisimian. Prólogo de "Cuentos" de León Tolstoi. Editorial La Página.

(1) J. Lacan, "Variantes de la cura tipo", Ecrits. Editions du Seuil, Paris.

(2) J.Lacan, "La Dirección de la cura y los principios de su poder". Escritos 1. Siglo XXI editores

(3) J.Lacan, "Variantes de la cura tipo" Ecrits. Editions du Seuil. Paris.

(4) J.Lacan, Seminario 1: "Los escritos técnicos de Freud". Ed Paidós

(5) Ibíd..

(6) Ibíd..

(7) J.Lacan, Seminario 1: "Los escritos técnicos de Freud". Clase 22. Ed. Paidós.

(8) Ibíd.

(9) J. Lacan, "Variantes de la cura tipo". Ecrits, pág. 358. Editions du Seuil. Paris.

(10) J.Lacan. Seminario 1:"Los escritos técnicos de Freud". Ed. Paidós

(11) J. Lacan, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano". Escritos 2. SXXI editores.

(12) J. Lacan, "La Significación del falo". Ecrits, pág. 794. Editions du Seuil. Paris.

(13) las negrillas son mías.

(14) I. Bordelois, "Etimología de las pasiones", pág. 83.ed. Libros del zorzal. La autora señala que la pasión en su aspecto de sufrimiento y pasividad viene de la tradición grecolatina y es redoblada luego por la doctrina cristiana.

(15) E.R. Dodds, "Los griegos y lo irracional". Alianza Universidad.1994.

(16)Ibíd.

(17) Ibíd.. pág.177.

(18) André Rivier, "Essai sur le tragique d`Euripides". Laussane 1944. pág.59.

(19) Ibíd.

(20) Ibíd.

(21) Ibíd.. pág.190

(22) F. Nietzche, "El nacimiento de la tragedia", "Sócrates y la tragedia", pág.213. Alianza Editorial.

(23) J. Lacan, Seminario 7. La Etica. Pág. 306. Ed.Paidós.

(24) Ibíd.. pág 314.

(25) Kierkegaard, "De la tragedia", pág.94. Ed. Quadrata.

(26) Ibíd.. pág 133.

(27) Jean-Pierre Vernant. Art. Publicado en el sumplemento Ñ del diario Clarín, el 18/04/05

(28) Kierkegaard, " De la tragedia". Pág 31-32. Ed.Quadrata.

(29) J. Lacan, Seminario 8, Le Transfert, pág 347. Ed. Seuil (la traducción es mía).

(30) Kierkegaard. "Temor y Temblor", pág 66. Ed. Losada

(31) Ibíd..pag. 78

(32) J. Lacan, Seminario 7. La Etica, pág 373.

(33) Ibid. Pág 373.

(34) Paul Claudel, "L¨Otage, Le pain dur et Le père humilié", pág 96. editorial Folio. (la traducción es mía)

(35) Ibíd., pág 81.

(36) Ibíd., pág 100.

(37) J. Lacan, Seminario 8: "La transferencia",pág 353. Ed. Du Seuil.(la traducción es mía)

(38) Ibíd., pág 352

(39) Ibíd., pág 377. Cap.XII

(40) Ibíd..

(41) Ibíd., pág 352

(42) Ibíd., pág 353

(43) Ibíd., pág 353

(44) Paul Claudel, L Otage, Le pain dur e Le pere humilié", pág 170. Ed. Du Seuil(la traducción es mía)

(45) J. Lacan, Seminario 8;"La transferencia", pág 364, Ed du Seul (la traducción es mía)

(46) G. G de Clerambault

(47) J. Lacan, Seminario 3: "Las Psicosis", pág 226, ed Padiós. (se refiere a Freud, en su trabajo sobre Schreber)

(48) J. Lacan, Seminario 6: "La Transferencia", pág 372, Ed du Senil (la traducción es mía)

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 24 - Diciembre 2007
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