Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Presentación de
"
Para una clínica de la cultura"
de Mario Pujó
Noé Jitrik

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En todos los buenos ensayos, y los de Mario Pujó lo son, se pueden percibir dos registros, a la manera de la música; uno el de los temas en los que se centran discursivamente, el otro, por detrás, en una suerte de bajo continuo. Los temas están declarados, lo que llamo "bajo continuo" puede ser discernido o entendido como una preocupación de fondo.

Es claro que el punto de partida de su elaboración es irrenunciable: se trata de una mirada psicoanalítica que intenta repensar esos temas pero, rasgo inicial, esa mirada no es endógena o inmanente, no se traduce en un discurso que se habla a sí mismo o, a lo sumo, a los contendores o colegas. Se traduce, por el contrario, en una prosa fluida y articulada que se deja leer y se permite un discurrir que los trabajos puramente académicos se vedan.

Y si la mirada, o el objeto de la reflexión, es psicoanalítica el bajo continuo al que me refiero es una pregunta, ¿cómo hacer?, que mostraría una inquietud del sistema e, incluso, sus alcances en la perspectiva de lo que le da sentido, o sea, aliviar el padecimiento. No ¿qué hacer?, que, además de la reminiscencia política, indicaría algo sustancial sino "cómo", es decir que, indiscutido su sentido y sus objetivos, insinuaría que existe una crisis de lo operacional.

Creo que encarar el libro de Pujó ("Para una clínica de la cultura") de esta manera permite ver algunos otros matices. Por ejemplo, el que sus temas sean en realidad irreductibles de la cultura humana, o sea asuntos que no tienen solución pero que, por eso mismo, pueden y son rodeados incesantemente –la infancia, la memoria, la muerte, la época, los sueños-, propone que, pese a su irreductibilidad, puede producirse un saber sin el cual ese "cómo" sería una puerta de acero, infranqueable y muda. A su turno, ese saber proviene de iluminaciones no ortodoxamente psicoanalíticas sino de aportes transdisciplinarios que lo enriquecen: la antropología, la culturología, la filosofía. Dicho de otro modo, si el problema es la operatividad del psicoanálisis ese problema sólo podría tener un principio de solución si considera otros vectores, si hace concurrir otros saberes que pueden nutrir un discurso tal vez demasiado apegado a sus muy establecidas retóricas.

Se advierte, además, que los razonamientos de Pujó fluyen por dos canales; uno, evidente, las preguntas sobre la subjetivación, el otro, su sensibilidad a lo histórico y, por lo tanto, en sordina, a lo político. Eso sería, acaso, un tributo a una experiencia de lo real (Pujó diría "del real"), pero también un modo de ver, calificar al cual de "posmoderno" sería una grosería; me refiero a la idea de "construcción de figuras" en los respectivos campos a los que he designado como "temas".

Entiendo que esa manera de ver permite salir de la metafísica y del conductismo y, lo que es más interesante, supone un desplazamiento epistemológico rico en consecuencias. De este modo, el niño ya no es una entidad conocida y objetalizada sino un producto, la época no es un conjunto de rasgos sino una construcción que al ser formulada muestra mejor su dinamismo, que es su rasgo principal. Nada se puede decir sobre la muerte, en efecto, pero sí sobre cómo se la entiende; los sueños están ahí y son inexplicables pero eso es menos interesante que sus articulaciones y sus configuraciones; qué seríamos sin memoria pero no por esa indispensabilidad sabemos bien qué es, tal vez no lleguemos a saberlo nunca, pero eso mismo permite ver de qué manera se la entiende y se trabaja con ella.

Diría, en conclusión, que tanto su lenguaje, abierto y transparente, los modos principales de pensar, el interés por esos núcleos de significación, producen un objeto intelectual contemporáneo, moderno, actual, sin dogmatismo ni demagogia sentimental.

Noé Jitrik

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
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