Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Presentación de
"Encrucijadas del campo psi-jurídico"

de Luis Camargo
Albert Garcia y Hernandez

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Presentación del libro "Encrucijadas del campo psi-jurídico", de Luis Camargo
realizada en la librería Herder, Barcelona, España, el 20 de septiembre de 2006

El libro que presentamos hoy, aparte de su promoción y ánimo para la compra, es una excusa para reunir a quien pueda estar interesado en él, en la persona del autor o simplemente, en la relación, poco tratada, entre el psicoanálisis y el campo jurídico. En un tiempo del soliloquio frente a monitores, es de agradecer la presencia de todos ustedes, cosa que anima oportunidades de lazo social. Gracias, también, a esta librería que nos lo permite.

El libro empieza con una dedicatoria a los hijos del autor y acaba hablando de niños. No me negaran que no llama la atención esto, tratándose de algo presuntamente sesudo como es la encrucijada que pueda establecerse entre el campo psicoanalítico y el jurídico. Además, ¿quién habla hoy de niños, de hijos, si no es para aborrecerlos? (no entraré en los grados de esa hostilidad).

Si lo primero que nos encontramos es esa dedicatoria, lo segundo es una serie de agradecimientos encabezada por ese: "A Juan Dobón, amigo y maestro (¿quién habla hoy de amigos y maestros?), por llevarme de las narices a la Encrucijada".

Mi fascinación por lo que Lacan llamaba lalengua llegó hasta indagar e incluso lograr que me regalaran un diccionario lunfardo para entender la dimensión melancólica de los tangos. Pero aquí, me falta ciencia. Ignoro qué connotación tiene en Argentina "llevar de las narices" a algo o a alguien o a algún lugar. Ignoro, además, si es una expresión argentina o lo es más estrictamente de la Tierra del Fuego.

Si es lo que me sugiere, debe ser algo parecido a lo que expresa mi pueblo de origen, el valenciano, cada vez que encuentra un giro (es inagotable en eso) para connotar sexualmente cualquier palabra. Es un pueblo socarrón, barroco, incomprensible hasta para sus propios habitantes, y siempre promesa de ser la vanguardia de algún porvenir. Mientras se queda en promesa, usa hasta el abuso la polisemia. O sea que en Valencia no se diría "llevar de las narices a", sino "llevar pels collons a". Aunque lo más probable es que no se trate de eso. Pero sirvan estas primeras palabras como tarjeta de encuentro, un encuentro muy esperado y deseado, entre un argentino de Tierra del Fuego y un catalán del País Valencià.

Todo ello no es en vano. Luis muestra una sensibilidad especial para los lugares dentro de los lugares. Vayan ustedes al último apartado del libro, "Colofón", en donde encontraran una muestra magnífica basada en la anécdota de los indígenas onas.

La lectura me ha confirmado las sospechas alimentadas desde el momento en que Luis y yo tuvimos el primer contacto. Fue un contacto virtual, creo que se dice así. Se lo debemos, siempre hay un tercero, como en los culebrones, a Michel Sauval, director del espacio Psicomundo y de la revista Acheronta en la que los aquí presentes compartimos ser miembros del consejo de redacción. Eso de Acheronta sería largo de explicar, pero me serviré de una definición hecha hace pocos años por un pope del psicoanálisis: "ustedes, en realidad, son una banda". Y creo que es así. Banda es un término que podría considerarse simpático si no fuera por las contaminaciones que ha ido sufriendo por quienes quieren marcar el nombre de las cosas. Ya empezó con aquel acto, supuestamente jurídico, que fue la promulgación de la ley franquista sobre bandidaje y terrorismo. Hay que ver cómo Franco se adelantaba a la doctrina Bush. Siguió con el ninguneo de la parte crítica de dos pensadores frustrados (murieron ambos jóvenes) como Ulriche Meinhoff y Andreas Baader en Alemania. De ahí continuó su trayecto hasta llegar al paroxismo esperpéntico cuando se llamó banda a los grupos de rock. Un anglicismo sin ninguna gracia. Dicho todo lo cual, es obvio que aceptamos aquel calificativo con curiosidad y diversión. Nos ayudó a usar un significante que no remitiera a lo institucional, peligro de anclaje de cualquier colectivo.

Pero decía que la lectura de este libro me confirmó algo que sospechaba: que este autor obedece a un solo dictado: la ética.

Pongan del otro lado todo lo que se les ocurra: infatuación, soberbia, intrusismo, impunidad, cinismo, y un largo etcétera que pueden completar con sólo diez minutos de cualquier cadena de televisión, aparato pedagógico que produce modelos a una sociedad que será reprimida por copiarlos.

Eso de la ética tiene enjundia. No les aburriré con la acotación que esa palabra tiene en psicoanálisis, muchas veces divorciada de la creencias o de la filosofía. Pero tiene enjundia además porque es escasa. Uno de los problemas del psicoanálisis -siempre y cuando permanezca al margen de la homologación académica- es saber a qué puerta hay que llamar si alguien quiere comprometerse en un análisis. Por eso, sumar un lugar más, una puerta más, a las que se puede llamar cuando alguien sufre y espera no ser defraudado, es todo un logro. Ustedes, si se fían de mí, claro, pueden llamar a la puerta de Camargo. Porque sostiene algo fundamental en lo que nos ocupa: la existencia del inconsciente y la ética de su tratamiento. Además, como verán en el libro, hay ciencia. Pero una ciencia que no le impide entusiasmarse hablando, si se tercia, de la Fender telecaster de Bruce Springsteen o de la tímbrica lograda en los parches de una marca de batería. Incluso puede catar un vino y dar un diagnóstico tan acertado como en sus otros trabajos. Esta apertura y curiosidad en campos diversos suena como más fiable que la de un experto o especialista, que por haberse dedicado tanto a un solo campo queda sordo ante los demás.

El libro remite, desde lo que sabe Luis (en el campo psi-jurídico) a aquello que empieza a ser esporádico, al menos en Europa: hacerse cargo de la subjetividad de su tiempo. Y Camargo se hace cargo.

Los colegas que trabajan, también, fuera de la particularidad e intimidad que supone el dispositivo analítico, en que una persona habla y otra escucha, se enfrentan a dimensiones colectivas ante las cuales pueden optar por ignorarlas, ponerles parches o cuestionar su responsabilidad en todo ello. Luis ha optado por lo último.

Aquí lo que hay es lo de siempre, es decir: señores hoy pasa esto: que la función del padre está diluida, que las parejas pueden serlo de todo tipo y que además ya no son para siempre, que ya no es una exclusiva masculina la división entre amor y goce, que la llamada violencia doméstica campa a sus anchas, que en los institutos, y en los colegios... en fin, ya saben. Y que continúa habiendo un aparato jurídico que aplica las leyes, muchas de ellas sustantivadas cuando la realidad era otra. Y, aún más, que ese aparato jurídico se encuentra sobrepasado y puede rebuscar entre la irrupción de expertos (está muy de moda eso de los expertos) en el campo psicológico.

Los campos están delimitados. El libro que presentamos apunta a las encrucijadas donde se encuentran. Un mero repaso al índice lo ilustra. El ensayo pasa por los conceptos de sujeto, responsabilidad, imputabilidad, culpa… pero va más allá y reflexiona sobre el abuso sexual, la niñez, la función del padre, la de la madre, el feminismo…

En mi opinión, hay un lugar particularmente común que es la interpretación. La interpretación psicoanalítica, no vamos a extendernos en ello, tiene que ver con la escucha del saber no sabido de quien habla. Ahí está la difícil apuesta que compromete el lugar del analista y, correlativamente, su ética. La interpretación jurídica pasa por los recovecos de la letra, aunque puede apoyarse en la doctrina emanada anteriormente por sentencias de un tribunal superior. Y yo diría que, sobre todo en momentos difíciles, estoy pensando en las respectivas dictaduras de Argentina y España, la interpretación era de las pocas armas "legales" de defensa. Para ello se requería de abogados hábiles y de jueces y fiscales valientes. Sólo con eso, y tampoco era tanto, se lograba poner unas trabas enormes a la impunidad. Una interpretación estricta podía evitar dar las órdenes de registro y detención como si fueran churros -recordemos que a veces estaban firmadas en blanco en las comisarías-. O podía anular un proceso por la difusión de las pruebas. Siempre hay recovecos en la legislación por los que ir más allá del acatamiento. Incluso no es difícil encontrar normativas olvidadas, sin derogar, o sentencias que pueden, a su vez, leerse con una interpretación diferente. No es gratuito recordarlo, recordar el poder de la interpretación, hasta la saciedad cuando la tendencia contemporánea es judicializar la política. Como sigue vigente aquella vieja máxima del "qué tiempos estos en que hay que luchar por lo que es evidente", hay que recordarlo. Esto va a ir a más. Desdibujados los papeles de cada cual, reinando el cinismo de la irresponsabilidad, del no hacerse cargo, de la corrupción que alcanza a cualquier sector, en fin, la lista es larga, parece que, al menos simbólicamente, todo el mundo acuerda llevar a los tribunales la decisión de los conflictos.

En ese punto, el de la interpretación, es donde veo un sendero paralelo a la encrucijada psi-jurídica. La interpretación jurídica es la expresión de poder de un juez. No puede legislar, no puede ejecutar las leyes, sólo aplicarlas según las interprete. Un juez, cabe suponerlo, también es un sujeto, con toda la carga que sujeto tiene para el psicoanálisis.

No sé si podemos equiparar su demanda pericial a otro tipo de demanda, pero puede acercarse, pues también es frecuente comprobar que la demanda que trae un sujeto al dispositivo analítico no coincide con la demanda real, la que deducirá o interpretará el analista.

Me puse algo pesado con el tema de la interpretación en la encrucijada de la intervención pericial, porque leyendo por segunda vez el libro de Luis, volvió a rechinarme el mismo párrafo, el que se encuentra entre la página 76 y la página 77 y que dice así:

"El dispositivo discursivo que a mi juicio convendría a la relación perito/juez es aquel que se orienta en el discurso analítico, y dentro de él, en la especificidad de una de sus herramientas, la interpretación analítica, en el sentido de hacer del juez un sujeto dividido que trabaja (formalizado: a -> S). ¿Con qué? Con el deseo que lo anima en cada caso particular al cual se refiere su demanda pericial. Lo cual implica acompañarlo en un paso más allá de la moral, hacia los confines de la ética, y esto quiere decir, un más allá de cualquier idea del Bien Supremo que sostenga, o del querer el bien del otro, sea éste el o los sujetos implicados en el caso, sea éste la sociedad en su conjunto. Intervención que provoca la asunción de un decir entre los dichos, en este caso, del juez"

De la gente a quien otorgamos criterio, nos gusta que nos alabe el trabajo pero que dé alguna referencia para que todo el resultado no sea "flors i violes i romaní" (para los argentinos: que todo no sea excesivamente piola). Creía haber encontrado en ese párrafo material para ejercer una opinión matizada. Pero no. Leído atentamente, y referido al contexto global, nihil obstat. O, como máximo, manifestar una pequeña duda sobre eso de que el juez trabaja con el deseo que le anima. Ojalá. A veces, se lleva a cabo la celebración de jornadas interdisciplinares, y nos encontramos con la sorpresa de profesionales que van más allá de estar preocupados por el reloj de fichar. Por qué no un juez? Los hubo también bajo la dictadura.

Y es ahí donde sí que veo una senda que no vendría tanto por la respuesta doctrinaria del saber supuesto del perito, sino por su capacidad de histerizar el discurso cerrado del juez. Que creo que es lo que viene a decir ese párrafo. Hacer tambalear algo muy en boga hoy: que los problemas siempre son de otros hasta que a uno le toca en suerte uno de ellos. Dicho de otro modo: esto es lo que hay y no voy a meterme en camisa de once varas.

Este libro, su existencia material, la posibilidad de su acceso, la lectura, cumple una de las funciones del psicoanálisis frecuentemente desdeñada: hacer extensión. Y, lo que es más de agradecer: hacer extensión de una manera comprensible para todos, sin jergas ni "corta y pega" de otros textos, con amenidad, cariño, humor y compromiso personal. O sea: cómprenlo, si es que he logrado engatusarles un poquito.

Albert Garcia y Hernandez

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
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