Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La subjeticidad entre la escritura y el inconsciente
Jorge Helman

El presente trabajo ha sido ponencia oficial en el
III Encuentro de Autobiografía y Escritura (Psicoanálisis y Narrativa)
organizado por Americas Society en Nueva York (U.S.A.)
los días 26 al 29 de Octubre de 1993

"...Lo que se cifra en el nombre..." (J. L. Borges)

Robert Moses produjo un manojo de sentimientos contradictorios.

Según nos cuenta Marshall Berman (1) todas las grandes edificaciones, dentro o alrededor de Nueva York parecían, de alguna forma, obras suyas. El puente Triborough, la autopista del West Side, docenas de vías - parque en Worchester y Long Island, las playas de Jones y Orchard, innumerables parques y urbanizaciones, el aeropuerto Kennedy, la reconstrucción del Bronx... la lista parece infinita. Es cierto que se le atribuyeron mas cosas de las que hizo, pero las que sí son suyas permitieron esta extensión exuberante. Su espíritu dominó desde la década del '20 hasta la extinción de la del '50 y representó una encarnación de la New Deal.

Por un lado produjo una devastación que alteró la fisonomía de Nueva York; por otro construyó y urbanizó, al amparo de los sueños de la Modernidad, la actual textura que ella posee. Si se pudiesen encolumnar los sentimientos que su quehacer despertó, los agruparíamos entre los opositores y los entusiastas; entre aquellos que se ataron a la Tradición y aquellos otros que habiéndose enfrentado a lo antiguo forjaron una nueva tradición bastante paradojal, la "Tradición por lo Nuevo".

Lo que se condensa en su leyenda es la nostalgia por lo que ya no esta y el precio necesario que se debía abonar para realizar el ideal del Progreso incesante. Lo que hizo fuerte presencia en esa historia y leyenda fue la idea de Movimiento, de transformación continua; se constituyó en la metáfora dominante de casi 40 años de este siglo para Nueva York.

Devastación, ideales, movimiento, metáforas.

Con estas palabras, usurpadas a la descripción anterior, nos es posible desplegar algunas ideas sobre la morfología de la subjetividad que queda capturada entre la escritura y el inconsciente. En esta dirección queremos distinguir a la Ciudad como forma de Escritura de aquella como objeto de la Literatura.

Que el espacio de la ciudad haya procreado relatos constituye un hecho que reconoce múltiples antecedentes, una memoria no lejana nos aproxima el recuerdo de lo que implicó el modernismo echado a rodar por las calles en Charles Baudelaire (2) o el impacto que en la literatura produjo la avenida Nevski Prospekt que se transformó en un protagonista ineludible de muchos textos de los rusos oriundos de San Petesburgo.

Pero mas que ello, queremos resaltar el hecho de que el espacio de la cotidianidad ciudadana es una Escritura que vivencialmente queda arrojada al lugar de lo irrelevante o intranscendente, a diferencia, precisamente, del espacio literario que intenta rescatar la trascendencia y perdurabilidad.

Si la ciudad es un lugar poblado de signos (!inevitable evocación a Roland Barthes (3)!) constituye en sí mismo una Escritura por cuanto su entramado lo hace significante y tolerante, además, de una lectura posible. Esos signos constituyen, como en el caso inicialmente expuesto, el testimonio Real de algunas ideas que "respiran" a través de ellos; por ejemplo, el impetuoso afán de movimiento y progreso. Ideales consumados que garantizan la idea de que los sueños son posibles de realizar en toda su extensión. Reflexionaba Jean Baudrillard (4) en esta dirección cuando señala que lo que Europa sueña, América lo realiza; y solidario de ello Umberto Eco (5) nos habla de la "hiperrealidad" de América, allá donde la realidad es mas Real.

Borrada la distancia entre los signos atados a lo Posible y aquellos otros que se sitúan en el campo de lo Imposible, la metáfora queda condenada a la esterilidad en su función ordenadora.

¿Qué incidencias poseen estos pensamientos en la subjetividad? Consideramos que variadas por cuanto esta es un compacto de símbolos inscriptos. Un colapso en el sistema de referencias simbólicas no deja de producir efectos clínicos en la composición subjetiva. En otras palabras la transmutación de los ideales en realidades ofertan la posibilidad imaginaria narcisista de el "yo lo puedo todo".

Metáforas dominantes.

Como con acierto lo señala Denise Najmanovich (6) percibimos las cosas a través de las lentes que nos brindan las metáforas.

Históricamente algunas de ellas han tenido la virtud de capturar el espíritu de toda una época (Zeitgeist) transformándose en lo que Thomas Kuhn (7) llamaría un paradigma. Pero para poder captarlas se nos impone una ineludible distancia en el tiempo. Por ello es fácil, dada nuestra lejanía, percibir cómo el reloj constituyó la expresión prevalente en el siglo XVIII, y cómo la célula acogió la manifestación propia del Siglo XIX. En el primer caso, el reloj fue el exponente tangible del mecanicismo newtoniano; mecanicismo garante de un orden sin sospechas ni riesgos.

En el segundo caso se produjo una fisura donde la célula arrastró ideas del mecanicismo pero ya expuesto o arrojado a una ligera dosis de imprevisión.

Tal vez (!y esta expresión testimonia nuestra falta de distancia temporal!) nuestra metáfora dominante hoy sea el torbellino. Acoge éste a un fuerte ingrediente de imprevisión y a un movimiento que ha extraviado su objetivo y direccionalidad; posee un vacío ordenador en torno al cual giran interinamente los elementos y se traslada, exteriormente, siguiendo decursos imprevisibles, como si persiguiesen "atractores extraños".

Teorías del Caos.

El máximo de atrevimiento intelectual, excepción hecha de Illya Prigogine, a que han llegado los investigadores contemporáneos es llamarlo así: atractores extraños.

El concepto de Teoría del Caos es una paradoja que nos evoca a otra; la del cretense Epiminides que había formulado la proposición "todos los cretenses son mentirosos"

Teoría presupone ordenamiento de conceptos; algo que enfrenta a la propia idea de Caos. Por ende nos encontramos ante el torbellino intelectual propio de una enunciación que se dobla sobre sí misma, desmintiéndose.

Ya en 1931 Kurt Godel (8), por medio de su Teorema de la Incompletud, había anunciado el recurso de la autorreferencialidad como una pretensión de remediar la imperfección de un sistema lógico formal. Si bien la nominación de "Teoría del Caos" es hoy una etiqueta de marketing (!ya que funciona como un adecuado señuelo para capturar interesados!) lo cierto es que ella se ha impuesto mas allá de toda razonabilidad. Las investigaciones actuales se dirigen hacia estos hallazgos denominados "atractores extraños" aún cuando se "vistan" como "Ciencias del Caos".

Mitchell Feigenbaum habló de aleatoriedad y Benoit Mandelbrot de objetos fractales ya que conciben la esperanza de encontrar, mediante un dispositivo conceptual, algo que di noticias de algún orden inhóspito al conocimiento actual, vale decir de un orden en el interior del aparente desorden. Desde otra perspectiva, Karl Paul Feyerabend (9) dirigía sus reflexiones hacia la misma conclusión.

Estas orientaciones, que se conocen prácticamente desde la década del '80, no han dejado de tener tradiciones puntualizables desde comienzos de este siglo. N. Katherine Hayles (10) ha bocetado esas trayectorias que eclosionan recién en la ultima década y ha dado un paso mas gigantesco: articuló estos desarrollos científicos con el campo de la literatura.

Un antecedente importante, no incluido en el inventario realizado por Hayles, y que data de fines del siglo pasado, lo constituye Sigmund Freud (11). La llamada "regla fundamental" consistente en la libre asociación de ideas que implementa el psicoanálisis como procedimiento terapéutico esta sostenida, precisamente, para deconstruir el orden de la conciencia, el de la lógica formal abstracta, para dar cabida a un otro orden u organización que es, justamente, el del inconsciente. Inconsciente que Lacan definía como aproximándose a la estructura del lenguaje y en tanto tal dotado de significado a develarse. Esta es una línea posible para entender lo caótico.

Pero también hay otro sentido del término Caos. Se trata de aquel en el cual se cobijan los elementos no ordenados, no atados a ley alguna, no sujetos a una regularidad que permita atraparlos en algún categorial conceptual. Este enfoque acerca del Caos se aparta del anterior en tanto no oferta la promesa del hallazgo de un orden oculto tras el desorden aparente. Por el contrario, esta orientación esta mas expuesta a la indeterminación y al acontecimiento.

Así como los sucesos lo son en tanto puedan ingresar en una sucesión, en una seriación, los acontecimientos son hechos que responden al campo de lo imprevisto; por lo tanto son elementos resistentes, "extraños" a ser imaginarizados y simbolizados.

Responderían, mas bien, al territorio de lo Real que hace irrupción.

La idea de acontecimiento enfrentada a la de suceso surge a partir de una reflexión de Jean Badiou (12), según la cual no hay concepción filosófica que pueda entrever el comportamiento de los hechos sociales y políticos.

Pero además esta concepción del Caos como gestor del acontecimiento se emparienta fuertemente con la idea de Creación. A diferencia de la primer concepción aquí enunciada según la cual un orden esta "escondido" detrás del visible desorden (concepción que podemos llamar "regrediente") este enfoque capta que el acontecimiento es el potencial nuevo ordenador (enfoque que podemos llamar "progrediente"). Ese acontecimiento permitirá, si hay intelectos sensibles, interrogar acerca de la insuficiencia de los dispositivos tradicionales y convencionales para poder explicarlo. En otras palabras ese acontecimiento operara como un "atractor extraño".

Muy brevemente hemos intentado distinguir dos enfrentamientos. Entre "orden-desorden" por un lado y entre "Teorías del Caos y Atractores Extraños" por otro. A la primer confrontación le hemos introducido una variable: orden dentro del desorden; en la segunda nos hemos inclinado por el "atractor extraño".

Lo hemos hecho porque las teorías del caos poseen mucho mas filosofa que hechos, en tanto los "atractores extraños" poseen muchos mas hechos que una filosofía que los ampare. Pero por otro lado entendemos que cuando se han lanzado un número indeterminado de elementos, sus trayectorias se interceptan y combinan de una manera rigurosamente azarosa, no imaginable por el dispositivo de probabilidad estadístico.

En otros términos, nos resulta mas atrayente la no linealidad dinámica, ya que responde a nuestra practica psicoanalítica sobre la cual luego volveremos.

Devastación/deconstrucción.

Las conmociones registradas en el campo literario poseen ya antecedentes desde comienzos de siglo. Alcanza tan sólo con "disparar" hacia el espíritu del lector dos nombres que inauguran esa conmoción: James Joyce (13) y Marcel Proust (14).

Así como la física cuántica y las geometrías no euclidianas se han alejado de la concepción newtoniana de la linealidad, las literaturas nacidas desde comienzos de este siglo han reconocido y recogido en su producción la intermitencia en el orden del relato.

Si antes las historias se encadenaban linealmente, a partir del siglo XX el orden clásico de la lógica literaria se ha quebrado. De hecho, si esto se ha producido es porque los autores han logrado palpitar una lógica no lineal, no causal, sino polivalente, compleja y dinámica.

Ya desde la década del '60 y merced a los trabajos de Roland Barthes (15), Michel Foucault (16), Jacques Derrida (17) y mas recientemente Gilles Deleuze y Félix Guattari (18) la idea de deconstrucción ha ido ganando espacio en la teoría literaria actual.

Nos resulta inevitable aquí pensar que este crecimiento del deconstruccionismo es contemporáneo (¿paralelo o multifluyente?) del desarrollo de la atención científica hacia las Teorías del Caos.

Como bien lo señala la ya mencionada Hayles (10) creemos que se tratan, mas que de influencias mutuas (!de muy difícil precisión!), de desarrollos que se registrables en diferentes territorios, ciencia y literatura; sonoridades emergentes del campo cultural actual. Y tenemos fundamentos para pensar en esta dirección.

Entropía.

Esta palabra nació cuando Rudolf Clusius la impuso, allá por mediados del siglo pasado, como equivalente del vocablo griego que significa transformación. Pero éste le impuso una connotación particular a la "entropía", le adicionó una definición que la ataba a la degradación del calor. Entropía como equivalente de degradación, sobrevive hoy como concepto fuerte.

Es posible vincular esta noción a la de representación.

Algunas concepciones de la postmodernidad nos hablan, justamente, de la profunda crisis de la Representación; hoy esta no posee sino un valor fugaz y efímero. Podemos afirmar que la misma se ha degradado.

Jean Francois Lyotard (19) ha señalado el reemplazo de este concepto por el de simulacro. Si la representación se encuentra vinculada a la metáfora, "la retirada de esta" -!siguiendo una afortunada expresión de Derrida (20) !- da lugar a la presencia del simulacro. No es una versión de la Realidad, sino la realidad misma puesta en juego.

Este deterioro sufrido por la representación es lo que se ha activado no solamente en el campo literario sino también en el científico. No es azaroso que las literaturas recostadas sobre sistemas dinámicos no lineales convivan en el tiempo junto a las Teorías del Caos.

Mas de sesenta años nos separan de un aporte que ahora queremos actualizar. Freud (21) señalaba que, desde el punto de vista religioso, el pensamiento hebreo había significado un salto cualitativo importante porque había destituido las imágenes y las había suplantado por la palabra; de la adoración a los iconos se había pasado a la entronización de las representaciones de palabra. Una involución posterior hizo retorno a la devoción por imágenes e iconos. Con este dispositivo nos es posible pensar que el momento actual se asemeja a un simulacro (en términos de Lyotard) por su fuerte vinculación con las representaciones de cosas (imágenes).Mas que ser un despliegue se trata de un repliegue donde el pensamiento se expresa mas que por las representaciones de palabras por la cosificación de las palabras mismas. En otros términos, el tránsito actual traslada la entropía de las ideologías a las entronizaciones de las imagologías.

No es ajeno a este proceso la sólida presencia que tiene la autorreferencialidad que es, también, un integrante del torbellino; un giro sobre sí mismo. Las imágenes moldean, por especularidad identificatoria un retorno sobre la noción de mismidad. Así como Freud señalaba (22) que el líder podía encarnar al Ideal Yoico silenciado de las masas, hoy el desvanecimiento de los ideales, las transformaciones de estos en realidades, la apuesta antes que a la representación al simulacro, no dejan de tener efectos resonantes sobre la constitución de la subjetividad.

El psicoanálisis de los '90.

El itinerario que hasta el momento hemos seguido ha sido regido por el acto de la escritura, por nuestro propio acto de escritura; ella nos ha conducido hacia una desembocadura que nos remite a la autorreferencialidad. Si esta, como lo afirmamos, constituye un rasgo de nuestra época, es inevitable que también este escrito se repliegue sobre sí.

En oportunidad del II Coloquio sobre "Autobiografía y Escritura" hemos establecido (23) la intima relación que existe entre la escritura y a quien esta dirigida la misma; relación que, ineludiblemente, nos remitía al concepto de Transferencia. Afirmamos en esa oportunidad, siguiendo a Lacan (24), que la transferencia era constituyente del inconsciente. del mismo modo que el interlocutor es parte esencial del escrito. Mas radicalmente dicho el interlocutor ("lector ideal" en términos de Umberto Eco (25)) es el móvil de la escritura.

Este mismo escrito, que tiene como destinatario habitantes de la ciudad de Nueva York comienza, justamente, haciendo alusión a una evocación de la ciudad de Nueva York. Lo que acabamos de describir, propio de la recursividad, es un retorno formulativo de la misma proposición sobre sí:...evocación de la ciudad de Nueva York...a los habitantes de la ciudad de Nueva York...

Pero sostener que el interlocutor es promotor del relato no es un hecho menor por cuanto implica (!nada mas y nada menos!) que el inconsciente no es ciego sino selectivo.

Este inconsciente se compagina y escribe en relación con otro, pero no un otro anónimo ni lejano sino presente y puntual, donde el acontecimiento (al cual hicimos alusión anteriormente) posee un papel fundamental. En otros términos, debemos introducir necesariamente el concepto de red para comprender el rol activo (!léase también, creativo!) que posee el inconsciente.

La red la definimos como el sistema de relaciones complejas, no lineales, no predecibles; lanzado éste a una indeterminación crucial que lo hace no imaginable, es decir sujeto al devenir del registro de lo Real. Registro que en la producción de Lacan ha tenido diversas formulaciones y que, abreviadamente y por cuenta nuestra, desglosaremos en tres momentos lógicos.

En primer lugar situamos a lo Real como aquello excluido del circuito del pensamiento, de la imaginación, de la representación; como el ojo del torbellino, ese vacío en torno al cual se organiza el movimiento.

En segundo lugar colocamos a lo Real como aquello que brega por inscribirse en la subjetividad pero que esta repudia de sí: "aquello que no cesa de no inscribirse".

Y por último situamos a lo Real (26) como la letra, como aquello que irrumpe bruscamente en el interior de la cadena significante para deconstruirla. Un acto fallido, un lapsus es la presencia de este Real que contiene, como un iceberg, un compacto de historia subjetiva no historizada, un recuerdo no recordado.

Es en este último concepto de lo Real de donde emerge lo que antes definimos como acontecimiento, que es el efecto de Red. Aquí el significado no habita sólo en la gramática sino, también en la dramática de la relación de transferencia.

Con esta dotación, podemos hacer un retorno sobre la Teoría del Caos.

Si acudimos al diccionario en busca de una definición de creación, éste nos dirá que crear es sacar cosas de la nada, tarea reservada a Dios. Y queremos cruzar esta definición de la Real (!!) Academia Española con la definición que da Lacan (24) : Dios es inconsciente.

De este cruce que hemos hecho podemos deducir algunas conclusiones. Por un lado el inconsciente no es un caos en el sentido tradicional del término como "desorden". Por el contrario, posee una sobredeterminación que lo transforma, parabólicamente, en indeterminado.

Solidario de esto es posible inferir que el caos no es entropía degradativa sino, por la reversa, es el inicio de un orden nuevo y creativo.

Junto a Freud (27) y a Lacan (28) podemos afirmar que lo único Real es lo inconsciente, en tanto instalemos una diferenciación de lo que entendemos por "inconsciente". Alejados ya de una definición que lo encierre como develamiento o desciframiento de algo oculto, es posible situar al inconsciente como creación que supone un momento posterior de ciframiento en una red diferente.

Ello implica que la cura que hoy imagina el psicoanálisis reposa en ese cifrado distinto en el interior de la red que arrastra, ineludiblemente, a un reposicionamiento subjetivo original.

Inconsciente, escritura, subjetividad.

Si hemos delineado al inconsciente como atado al acontecimiento es precisamente porque lo emparentamos con la función de la escritura.

Con relación a esta nos inspiramos en un clásico razonamiento de T.S. Eliot según el cual ...las palabras se resisten a estar en su lugar...no se aquietan...se corrompen en la imprecisión...siguiendo nuestra metáfora dominante se "atorbellinan", se mueven generando nuevas relaciones de significado.

Es un hecho sabido, merced a Borges y a los rizomaticos, que todo texto se rellena cuando algún lector es afectado por él. La escritura, en consecuencia, es movimiento dominado por la transtextualidad y la interpretación.

Así concebido el texto ya no es un transmisor de mensajes sino un disparador donde cada lector inscribe una versión singular. Contra la idea dominante en los '60, hoy no existe en un texto verdad exegética, única e inamovible, sino ficciones y verdades plurales donde, en el decir de Deleuze y Guattari (18), el texto es al lector lo que un mapa a un topos concreto y real.

Si tomamos esta analogía de los rizomaticos es porque consideramos que entre los trayectos que realmente realizamos y los mapas que a ellos los representan, distinguimos una diferencia radical.

Así concebida a la escritura nos resulta posible vincularla con lo inconsciente. Entendemos que aquella se guía por los registros imaginarios y simbólicos, pero de sus intersticios brota lo Real que es propio del inconsciente singular.

En ese punto virtual de conjunción de los tres registros y de la escritura y lo inconsciente es como nos imaginamos la presencia del acontecimiento subjetivo; amarrado éste a la imponderabilidad de la red de relaciones transferenciales que lo representa.

Desde esta óptica consideramos a la subjetividad como un sobresalto que rebalsa la cotidianidad; como un efímero despertar de un extenso letargo. Una subjetividad se erige sobre las sombras de su propia rutina; es la intrascendencia lo que hace que pueda brotar la fugaz trascendencia del sujeto del inconsciente.

Fugaz trascendencia....

Un largo trayecto hemos realizado hasta llegar a este punto. Sitio que nos incita a concluir esta exposición.

Fieles a la metáfora que aquí estampamos daremos una última mirada sobre el torbellino que, sabemos, no se cierra sino que altera los contornos de su forma.

Si vinimos desde Buenos Aires con un recuerdo (no vivido sino literariamente) de Nueva York, nos volvemos desde Nueva York hacia Buenos Aires con una vivencia aún no agotada y, en consecuencia, no evocable.

Es probable que el Encuentro de hoy nos lance mañana hacia la evocación (literariamente expresada) de lo que estamos viviendo como Acontecimiento... pero dejemos que la imponderabilidad del mismo haga las resonancias que cada uno de nosotros pueda registrar.

Poner un punto final es un cierre dramático.

Preferimos por lo tanto los puntos suspensivos...

Notas

(1) Marshall BERMAN: Todo lo sólido se desvanece en el aire.

(2) Charles BAUDELAIRE: a) Heroísmo de la vida moderna / b) El pintor de la vida Moderna.

(3) Roland BARTHES: El estilo de la moda.

(4) Jean BAUDRILLARD: América.

(5) Umberto ECO: Las estrategias de la ilusión.

(6) Denise NAJMANOVICH: Del reloj a la red.

(7) Thomas KUHN: La estructura de las revoluciones científicas.

(8) Kurt GODEL: Seguimos el análisis elaborado por Douglas HOFSTADTER: Godel, Escher, Bach (Un eterno y grácil bucle).

(9) Karl Paul FEYERABEND: Adiós a la razón.

(10) Katherine HAYLES: La evolución del caos.

(11) Sigmund FREUD: Para la prehistoria del movimiento psicoanalítico.

(12) Jean BADIOU: La política contra la filosofía.

(13) James JOYCE: Ulises.

(14) Marcel PROUST: En busca del tiempo perdido.

(15) Roland BARTHES: a) El placer del texto/ b) El grado cero de la escritura.

(16) Michel FOUCAULT: El nacimiento de la clínica.

(17) Jacques DERRIDA: El teatro de la crueldad o la clausura de la representación.

(18) Gilles DELEUZE y Félix GUATTARI: Rizoma.

(19) Jean Francois LYOTARD: La condición postmoderna.

(20) Jacques DERRIDA: La deconstrucción en la frontera de la Filosofía (La retirada de la metáfora).

(21) Sigmund FREUD: Moisés y la religión monoteísta.

(22) Sigmund FREUD: Psicología de las masas y análisis del Yo.

(23) Jorge HELMAN: Viena, mayo de 1936, el 31.

(24) Jacques LACAN: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

(25) Umberto ECO: De los espejos y otros ensayos.

(26) Jacques LACAN: Joyce, el síntoma.

(27) Sigmund FREUD: Inhibición, síntoma y angustia.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 2 - Diciembre 1995
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