Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Dinero en psicoanálisis... ¿signo de un crimen?
Andrea Bielli

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La idea

Las obras artísticas en general han tenido un papel no menor en la historia del psicoanálisis. Basta con recodar el lugar que han ocupado las tragedias griegas en su edificio teórico o citar, por ejemplo, el análisis de Hamlet realizado por Lacan para tener idea de ello. Del mismo modo, las obras cinematográficas han entrado en el ruedo y es conocida la atención que han suscitado algunas películas entre los psicoanalistas. Pero un giro interesante ha tenido lugar recientemente entre psicoanálisis y el séptimo arte: ya no es el psicoanálisis el que habla unilateralmente de los filmes sino que estas obras de ficción han comenzado a presentar su propia versión sobre éste. En estos últimos tiempos son varios los rollos de celuloide que narran las peripecias de los encuentros analíticos.

Y verdaderamente, oportunidades como éstas hay pocas. Uno de los programas televisivos que sigo con más entusiasmo no sólo cuenta sobre la experiencia analítica sino que ha abordado específicamente algunos temas puntuales sobre los que intento reflexionar. Con las posibilidades que la ficción ofrece, la derivación, las entrevistas iniciales y el pago en un análisis pueden ser leídos con la ventaja de saber qué ha sucedido después de que el paciente ha decidido tomar por otros rumbos lejanos al consultorio.

El episodio 33

Hace algunos años atrás, una noche de agosto, seguramente un sábado, el episodio número 33 de la serie "Los Sopranos" me dejó, por así decirlo, algunos enigmas por delante. Su guionista lo tituló "Second Opinion" y algo de eso es lo que me ha sucedido a mí entorno al episodio. Tuve una primera opinión a poco tiempo de haberlo visto en televisión, primera opinión que dio fruto una a primera versión del presente trabajo. Ahora, pasados algunos años y varios capítulos más de la serie, estoy al borde de esbozar otra respuesta a lo planteado en el episodio 33.

La serie, producida por la cadena norteamericana HBO, ha llegado actualmente a su quinta temporada de éxito, con grandes niveles de audiencia en EE.UU y otros países y una larga colección de premios ganados. A través de distintos capítulos, el programa relata las peripecias de Anthony Soprano, un mafioso italo-americano, quien a pesar de ocupar el lugar de jefe de la organización con cierta solvencia, tiene sus propias flaquezas. A causa de reiterados ataques de pánico ha decidido emprender un tratamiento psicológico. La frase con la que el canal HBO promociona la serie es elocuente sobre la posición de este personaje central: Tony tiene dos familias y "si una no lo mata, la otra lo hará".

A la altura del episodio 33 de la tercera temporada, Tony ya hace varios años que prosigue su tratamiento con la Dra. Melfi y a las últimas sesiones ha concurrido junto con su esposa. Carmela, una mujer de 40 años entrados, también de ascendencia italiana, ha vivido junto a él por largo tiempo. Como esposa fiel, ha cuidado de sus hijos, se ha ocupado de la casa y ha mantenido una actitud indiferente frente a al modo en que su esposo se gana la vida y mantiene a su familia. Si bien Carmela está al tanto de la naturaleza delictiva de las actividades de Tony, ella se mantiene al margen de las mismas y no encuentra ninguna contradicción entre ser católica practicante y su actitud condescendiente.

Pero algo sucede en el episodio 33 y vemos concurrir a Carmela sola a una de las sesiones de su esposo. Luego de un tiempo de aguardar por él en la sala de espera, Carmela entra al consultorio. Tras unos minutos de silencio, lo único que alcanza a pronunciar es un cumplido forzado sobre el buen gusto artístico de la Dra. Melfi, para inmediatamente volver a quedar en silencio. Finalmente, la Dra. Melfi le pregunta por qué ha venido. Carmela contesta en un principio que está muy preocupada por su esposo, pero posteriormente agrega que no es fácil estar cazada con Tony y comienza a llorar angustiadamente. La Dra. Melfi le dice que seguramente haber concurrido a las sesiones de su esposo ha hecho aflorar en ella emociones que debería explorar en una terapia personal y, luego de aclararle que ella es la psiquiatra de su esposo, le da el nombre de un colega.

Carmela concerta de este modo una consulta con el Dr. Krakower esperando que éste la ayude a sobrellevar su matrimonio. En la primer entrevista con él Carmela plantea sus problemas de la vida conyugal. Se queja de las repetidas infidelidades de su esposo y de su mal carácter, obteniendo como respuesta que esas son las faltas menos graves que su esposo ha cometido. Concretamente, el Dr. Krakower le dice que su esposo es un criminal con tendencias agresivas y un infiel "serial". Carmela comienza a llorar y admite que Tony está involucrado en la Mafia. A esto el Dr. Krakower le señala que ella se encuentra en una situación de cómplice. Agrega que ella debe irse con sus hijos, dejar a su esposo y todas sus pertenencias, pues conservar alguno de sus bienes y aceptar la manutención de su esposo también sería un crimen. También añade que quizás Tony pueda redimirse pero únicamente luego de que él se entregue a la policía, lea "Crimen y castigo" y reflexiones sobre sus crímenes todos los días durante largo tiempo. En esta vía el Dr. Krakower va aún más lejos y le dice a Carmela que no piensa cobrarle nada pues él no va a aceptar su dinero sucio.

Horas más tarde, cuando Tony regresa a casa, encuentra a Carmela envuelta en una manta, tirada en un sofá. Le pregunta si se siente bien, si está enferma o deprimida, e incluso llega a mencionar que quizá sea bueno para ella comenzar una terapia. Carmela, lejos de contar nada de lo sucedido en el consultorio del Dr. Krakower, responde que no tiene tiempo para comenzar un tratamiento propio, pero que puede continuar participando en las sesiones conjuntas con la Dra. Melfi si él lo desea. Luego, de una forma que da a entender que la decisión ya ha sido tomada, Carmela le comunica a su esposo que él debe donar 50 mil dólares a beneficio de la Universidad a la que concurre su hija mayor. En un principio él protesta y su esposa le advierte que él debe hacer algo agradable por ella. Anthony termina cediendo e invitando a Carmela a cenar fuera de casa.

Las preguntas

Bien podemos tomar estas escenas del episodio 33 como el despliegue, en distintas secuencias, de la demanda análisis de un sujeto doliente. Derivación, entrevista inicial y pago son los mojones de este comienzo. Así, contamos con un pedido de ayuda inicial poco claro, que la intervención de la Dra. Melfi ayuda a despejar en un encuentro que termina convirtiéndose en una entrevista de derivación. Y una vez que la demanda de Carmela gana consistencia, se produce lo que podríamos considerar la primera entrevista de su tratamiento en la que, como era previsible, se aborda el tema del pago.

La cadena de eventos que tiene lugar en el movimiento de acercamiento de Carmela a un análisis parece, en un principio, seguir un buen camino. La falta de su esposo a su propia sesión le permite a Carmela aparece como sujeto particular y ofrecer algo a leer en su propio decir. De la preocupación debida y esperable por parte de una buena esposa ante la sintomatología de su marido, se desprende como un nuevo acontecimiento su propio padecimiento. Alguien que puede descifrar esta nueva significación, da sostén y cauce al desarrollo de un primer trastabilleo en la posición subjetiva de Carmela que toma inicialmente la forma de una dificultad en vivir al lado de Tony.

Bajo este nuevo ropaje de desavenencias conyugales, Carmela puede comenzar a hablar de su sufrimiento en su primer entrevista, sin necesidad de poner por delante la sintomatología de su esposo como causa de su decir. Sin embargo, ello no significa que esté dispuesta a renunciar a su marido para explicar su malestar. Sin lugar a dudas este malestar tiene que ver con él, al menos con sus infidelidades y su carácter. Es hasta allí a donde ella está dispuesta a llegar en el primer encuentro con el Dr. Krakower.

No dejan de sorprender entonces, las intervenciones del doctor. Si es hasta allí donde Carmela pudo avanzar, ¿a qué viene, o mejor dicho, de dónde viene la inclusión en ese encuentro de los crímenes de Tony? Crímenes, que por otra parte, no dejan de manchar el dinero en pago que Carmela le puede ofrecer por ser atendida y que lo empujan a dictar sentencia: "tome a sus hijos y váyase de su lado".

Este es el punto en que el recorrido de Carmela en su demanda de análisis encuentra al parecer un escollo insalvable. Cuando Tony llega a su casa no sólo la decisión de donar dinero a la Universidad está tomada, sino también la decisión de Carmela de no abandonar a su esposo ni de iniciar ningún análisis personal. Hasta en eso ella está dispuesta a seguir a su lado, pues continuaría acompañándolo a sus sesiones de análisis si él quisiera. Todo indicaría que un regreso a la posición de partida observada en el encuentro a solas con la Dra. Melfi habría tenido lugar.

Si la derivación había sido exitosa, al menos hasta permitir que Carmela solicitara una consulta ¿Qué sucedió entonces en la entrevista con el Dr. Krakower?

Los planteos

Esquemáticamente se pueden distinguir los siguientes elementos y acontecimientos que configuraron el encuentro:

Emergencia del malestar de Carmela bajo el modo de problemas conyugales: de su decir se desprende que su malestar de tiene que ver con Tony y con la posición que ella toma al respecto. Las infidelidades son un modo de presentar esta posición, en la que ella permite que suceda todo bajo su conocimiento.

El Dr. Krakower sabe que Tony es un criminal y la confronta con la realidad de que ella es cómplice no sólo a nivel de las infidelidades sino con respecto a todos los crímenes de su esposo.

Carmela confiesa lo que sabe.

El Dr. Krakower aconseja y rechaza.

Es decir, a los actos de Carmela de hablar, llorar y admitir, el Dr. Krakower responde con otros actos, pues confronta, aconseja y rechaza. En su conjunto, estas intervenciones, se articulan sobre dos dimensiones: el crimen y el dinero mal habido. Las palabras de Krakower son claras al respecto: Tony comete faltas graves para sustentarse, entiéndase con esto, para ganar dinero; por estas faltas Carmela debe abandonar a su esposo y a sus bienes, es decir, abandonar también su dinero; él la atenderá sin cobrar pues no quiere aceptar dinero mal habido.

De este modo, el Dr. Krakower pone condiciones a Carmela para iniciar su análisis. Pero llamativamente estas condiciones nada tienen que ver con la enunciación de la regla fundamental que configura el espacio de trabajo psicoanalítico. Aún más, si tenemos en cuenta los consejos que Freud destinara a los practicantes del psicoanálisis, vemos que el Dr. Krakower se sumerge de lleno en algunos de los atolladeros que el propio Freud había señalado ya en 1913 como escollos para el desarrollo de los tratamientos: el tratamiento gratuito.

El tratamiento gratuito: algunos escollos

Específicamente, según las recomendaciones de Freud, la determinación de los honorarios del psicoanalista es uno de los elementos que se deben resolver en el inicio de toda cura. En sus reflexiones sobre el tema, advierte que el dinero, más allá de constituir un medio de supervivencia, encuentra su valor en un campo distinto al de las transacciones financieras que lo implican en la vida del neurótico de modo similar en que está implicada la dimensión sexual. Es decir, el tratamiento que el dinero recibe por parte de un sujeto es un elemento más de la peculiaridad de su funcionamiento psíquico.

Por otra parte, de acuerdo a su propia experiencia clínica, verifica que eliminar la circulación del mismo dentro del tratamiento supone el aumento de resistencias del lado del paciente. En palabras del propio Freud: "Muchas de las resistencias del neurótico se acrecientan enormemente por el tratamiento gratuito; así, en la mujer joven, la tentación contenida en el vínculo transferencial, y en el hombres joven, su renuencia al deber de agradecimiento, renuencia que proviene del complejo paterno y se cuenta entre los más rebeldes obstáculos de la asistencia médica. La ausencia de regulación que el pago al médico sin duda establece se hace sentir muy penosamente; la relación toda se traslada fuera del mundo real, y el paciente pierde un buen motivo para aspirar al término de la cura." (1)

Lo interesante de la argumentación de Freud es que allí donde podríamos entender el tratamiento gratuito como una solución a las dificultades que el pago impondría sobre el análisis, en ese mismo lugar, es que señala que surgen los obstáculos. Obstáculos que podemos ubicar en la exclusión del análisis de un aspecto particular del funcionamiento del sujeto, en las respuestas resistenciales que emergen del lado del paciente, pero también en las actitudes del propio analista. No es sin apreciar la vigencia para el Uruguay de hoy que pueden leerse las siguientes frases de Freud: "Opino que es más digno y está sujeto a menos reparos éticos confesarse uno mismo sus pretensiones y necesidades reales, y no, como suele ocurrir todavía hoy entre los médicos, hacer el papel del filántropo desinteresado, papel para el cual uno no posee los medios, y luego afligirse en su fuero interno por la falta de miramientos y el afán explotador de sus pacientes, o quejarse de ello en voz alta." (2)

Advertidos entonces de todas estas desventajosas consecuencias del tratamiento gratuito, ¿por qué un analista puede, aún así, dejar caer su pretensión de cobro?

A cierto nivel de aprehensión de lo social, no faltan razones para la existencia de tratamientos sin dinero de por medio. Entre ellas, podemos apelar a la costumbre corporativa de los colegas de no cobrarse honorarios entre sí ni a los familiares cercanos, o a los escasos recursos económicos del paciente y, de hecho, estas son las razones que Freud cita en sus consejos al médico.

Sin embargo, ninguna de estos motivos está en juego en la renuncia a los honorarios que tiene lugar en el episodio 33. No se trata en este caso de falta de dinero del paciente, ni de una deferencia entre colegas. Aparentemente la imposibilidad no está dada del lado del pago, sino del lado del cobro. Queda abierta, entonces, la pregunta acerca de qué factores vuelven imposible el cobro en un análisis y, específicamente, el cobro en el análisis de Carmela.

Pero quizá, cualquier respuesta posible que se pueda dar a esta pregunta venga precedida de un interrogante previa. Pues, en la misma medida que no resulta evidente no cobrar en psicoanálisis, tampoco resulta evidente el cobro. Los propios casos de gratuidad lo atestiguan.

Razones para un cobro

Formulemos explícitamente la cuestión: ¿Por qué se cobra en psicoanálisis? Una contestación apresurada, y no por ello del todo desacertada, evocaría las urgencias económicas del pretendido analista. Es que en definitiva, si se cobra es porque hay alguien dispuesto a cobrar por alguna causa. Ahora, la revisión de estos motivos no debería en un principio desprenderse de la lógica implicada en un análisis. Es decir, si el que cobra es un analista es porque algo de ello se juega en su función.

Y bien, Jacques Lacan en su clase del 26 de abril de 1955 (3) adelanta algo al respecto. A propósito de sus consideraciones acerca del cuento de Allan Poe "La carta robada" establece una comparación inusitada: un analista se hace pagar por los mismo motivos que el detective del cuento, el Sr. Dupin, exige sus honorarios. El enredo suscitado por el desplazamiento de mano en mano de una carta que no parece encontrar un lugar apacible hasta el final del relato, está ocasionado por un rasgo no menor: algo de esta carta quema. Para Lacan el pago exigido por Dupin hace las veces de indemnización por haber estado tan cerca de este fuego que acompaña a la carta. El cobro de una suma de dinero por haberla encontrado deja en evidencia los motivos de Dupin para ser parte de la intriga: única y simplemente dinero. En el juego de la carta robada, ningún otro interés promueve su participación. En otras palabras, Dupin no está enredado en este enredo.

Siguiendo los carriles del parangón establecido por Lacan, no queda más que concluir que un analista cobra porque no está enredado en el enredo desplegado en el discurso del analizante. O al menos, cobra para dar señal de ello. En este punto, el dinero viene a ocupar el lugar de una incógnita, es decir, da respuesta a la pregunta sobre qué quiere el analista cuando presta oído al drama que el sujeto viene a contar. Sin embargo, la particularidad del propio dinero constituye una respuesta paradojal. Efectivamente, en cierta medida, responde sobre los motivos del analista igual que responde sobre los motivos de Dupin: única y simplemente dinero. Pero al mismo tiempo deja esta pregunta sin contestación. El dinero no tiene consistencia imaginaria propia, sino por las mercancías por las que se puede intercambiar. En sí mismo no es más que un representante de múltiples bienes y servicios, en virtud de la equivalencia general que establece con cualquiera de ellos. Por tanto, el dinero que un analista cobra, mantiene como incógnita qué es lo que representa, cuál es su significación, en definitiva, cuál es el objeto último de su deseo.

Volvamos a lo sucedido entre el Dr. Krakower y Carmela en el episodio 33. Luego de escuchar aquello que en el discurso de Carmela quema, es el turno del Dr. Krakower para retirar las manos del fuego. Pues bien, el modo que Krakower encuentra para salirse de este asunto inmundo es, precisamente, la antítesis de la solución encontrada por Dupin: él se niega a aceptar dinero y ya no es única y simplemente dinero lo que Krakower persigue en su encuentro con Carmela. En coherencia con su renuncia a su pretensión de cobro, deja ver aquello que le interesa: separar a todo sujeto del dinero mal habido. Se reconoce, entonces, por vía doble su deseo, tanto en el consejo que le dirige a Carmela de abandonar a Tony como en su propio acto de rehusarse a cobrar.

Es evidente que el doctor deja a Carmela en un callejón sin salida, pues salir del lado de su esposo es justamente lo que ella no puede realizar. No es posible en ese plano para ella desligarse del dinero mal habido. Pero tampoco eso es posible en el caso de Krakower. Claramente Krakower privilegia una sola significación del dinero, es decir, dinero como representante del crimen y a través del mismo acto con el que intenta separarse de éste consigue, por el contrario, hundirse más en la maraña de lo delictivo. Esta correspondencia unívoca entre dinero y delito es la que sustenta la imposibilidad de cobro por parte de Krakower.

Un pago posible

Llegados a este punto, todo parecería indicar que las intervenciones de Krakower fueron un error. Incluso los acontecimientos posteriores a la entrevista parecen comprobarlo: Carmela queda sin posibilidad de emprender un tratamiento, buscando la redención a través de una importante donación de dinero mal habido. Si vamos aún más lejos en el tiempo, en episodios posteriores, Carmela recurrirá al sacerdote de su Iglesia, dejará de usar sus joyas y comenzará a cocinar confituras como modo de acceder a pequeñas sumas de dinero. Distintos modos de alejarse del mal configuran de ahí en más su drama y de hecho, en la cuarta y quinta temporada de la serie veremos cómo paulatinamente Carmela se decidirá a abandonar a su esposo ... pero también la veremos realizar esfuerzos por conseguirse su propia fuente de ingresos tomando a escondidas parte de los billetes que su marido guarda en el patio trasero de su casa, insistiendo en lograr un seguro de vida de su marido a su favor, y cuando finalmente consiga pensar en otro hombre, eso sí, será en otro mafioso. Las palabras de Krakower parecen haber tenido un efecto paradojal. Carmela efectivamente se comporta como si estuviese obedeciendo las sentencias que él dictara el día de su encuentro, pero ello no termina de desenredarla de la familia Soprano.

¿Qué habría sucedido, entonces, si el Dr. Krakower hubiese aceptado el pago de Carmela? De más está decir que el éxito del análisis no hubiera estado asegurado, ni siquiera su emprendimiento. Pero posiblemente se hubiese abierto una oportunidad para que el dinero encontrara una posición distinta en el análisis a la que mantiene en la vida cotidiana de Carmela. Krakower, bien entendió que el dinero era la puerta de entrada a los juegos de la familia Soprano y al sufrimiento de Carmela, y que en un análisis posible con ella era necesario operar sobre el dinero, pero erró en la definición del problema. Si Krakower no podía cobrar, no era porque recibir el dinero de Carmela lo convertiría en criminal, sino porque Carmela no podía pagar como cualquier otro.

Debemos tener en cuenta que para Carmela no existe suma de dinero a la que no pueda hacer frente. Para Carmela ninguna cifra por más alta que sea supone un verdadero costo. Recordemos que con sólo tenderse en un sofá puede conseguir una donación de 50 mil dólares de las manos de su esposo. El dinero, al que ella está ligada en la familia Soprano es un barril sin fondo, un imposible de perder por más que se gaste y gaste, y por consiguiente, también un dinero que atrapa a quien lo posee. Krakower al rechazar el pago, en el mismo acto, enfatiza esta dimensión fatalista del dinero que Carmela tiene para ofrecer. Echadas así las cartas, ella no puede pagarse su análisis, no sólo porque el dinero que tiene para ofrecer sea signo del crimen, sino porque no tiene dinero del que poder desprenderse para dejarlo entrar en el juego de los intercambios.

¿Cómo podría pagar entonces Carmela con otra cosa que no sea un signo? ¿Cómo podría entonces Krakower sostener el cobro sin aceptar el signo como pago? Quizá operando en el mismo acto de cobro sobre el dinero-signo, restituyéndole su dimensión de significante de una incógnita, al vanalizar el acto, al restarle trascendencia, al convertirlo en una moneda igual a cualquier otra moneda, una moneda que para un pago no necesite ser inagotable. Quizá con lo que Carmela pudiese pagar fuese justamente con lo poco, con las pequeñas sumas que se agotan, con el mínimo símbolo de intercambio por el que Krakower estuviese dispuesto a trabajar. Quizá lo que Krakower pudiese aceptar como pago fuese simplemente el acto de la pérdida del dinero que todo lo puede criminalmente.

Notas

(1) Sigmund Freud (1913), "Sobre la iniciación del tratamiento", en Obras Completas vol. 12, Bs. As, Ed. Amorrotu, 1980, pp. 133-134.

(2) Op. cit., p. 133.

(3) Jacques Lacan, Seminario 2, "El yo en la teoría de Freud".

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 19 - Julio 2004
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