Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La transferencia es un juego de repetición
Luis Carlos Restrepo

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La transferencia se relaciona con el juego porque ambos son repetición, y hay un elemento común es la simulación, la apariencia que se encuentra en los dos. Hay la actualización de un pasado que fue lo que se encontró Freud con sus primeros pacientes. La actitud del paciente fue poner al otro en parte de su historia, transfiriéndole una serie de datos que tienen que ver con su historia. A esto Freud lo llamó transferencia.(1)

En la transferencia hay el sujeto supuesto al saber, que se posibilita allí, para poner en acto lo inconsciente. La transferencia como dispositivo, me posibilita el acceso a lo reprimido propiamente dicho, siendo esto una cualidad de lo inconsciente. Pero es de anotar con Freud que no todo lo inconsciente es reprimido.

¿Cómo se define entonces la transferencia desde Freud, hasta Lacan?

Para el psicoanálisis la transferencia es entonces el punto nodular para acceder al inconsciente en la experiencia clínica. Durante los inicios del movimiento psicoanalítico Freud, su descubridor, se interesa por los efectos de la relación mèdico-paciente. Fue con los trabajos de Breuer y Charcot, (la hipnosis y lo catártico) que llegó a plantear que en el paciente hay un tipo de pedido en el que pone al médico en el plano de responder.

Así es como Freud con la experiencia comunicada de uno de sus compañeros de trabajo sobre el caso Anna O, se da cuenta que su interrupción se debió al embarazo de ella, al deseo del terapeuta de tener un hijo.

Esta situación de influencia por una de las pacientes lleva a Freud a interrogarse por el tipo de trabajo que hasta esa época se desarrollaba, para asumir un tipo de relación terapéutica que fuese más eficaz.(2)

Introduce la regla fundamental de la asociación libre, con ello Freud asume la tesis de que la transferencia es actualizar un pasado, algo del psiquismo del sujeto insiste, es latente, no hay olvido, por el contrario algo es reprimido y retorna a la conciencia como transacción de dos fuerzas antagónicas.(3)

Para Freud y Lacan la transferencia se constituye en resistencia, ¿cómo entonces podría advenir el inconsciente? Esa transferencia implica enajenación al Otro. Ese Otro para Lacan es el sujeto supuesto saber.

Freud se interrogó por el pedido del analizante al analista, cómo poder jugar por parte del terapeuta con dicha herramienta de trabajo? Freud se da cuenta que el analista no se puede sustraer de esa situación en la que el paciente lo involucra. Pero advierte que el analista no debe responder al pedido de aquel.

En los textos sobre la técnica analítica alude Freud a experiencias donde el analista enfrenta algunas dificultades, en determinadas circunstancias. El analista no debe responder a la demanda. En la dirección de la cura, tal abstinencia, tiene un ''poder'', es el saber hacer con, es el uso que hace, el analista, de la transferencia. El lugar del analista está pues, entre esas dos vertientes, entre el amor y el saber. La transferencia pues, está al principio y al final de la cura analítica, sin ella, no hay terapia analítica.

Cuando un paciente va a análisis, no se puede pensar de inmediato hay transferencia. Hay que esperar un momento del proceso donde la demanda del paciente pueda enganchar en la figura del terapeuta. Pues ésta la inviste libidinalmente como lo dice Freud: el paciente sabe que su terapeuta no es su padre, pero le llega a endosar la figura parental masculina. Esto se constituye en una elección de identificación en el ámbito inconsciente.

El analizante busca en su saber no sabido y, lo pone en manos del Otro por el lugar que ocupa. Diremos entonces que la transferencia es el relevo, desde el comienzo, de ese saber, de ese saber acerca de lo que le espera, y que de alguna manera ha enmascarado. Lacan dice, el paciente no sabe qué le espera, por eso va a análisis.

Si tomamos con Lacan el matema de la transferencia

S-----------------------------------Sq

s (S1,S2,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,Sn)

Lo que está bajo la barra, esa serie de significantes, es la vertiente del saber de la transferencia. La otra vertiente es lo que tiene encima de la barra, es decir la flecha que vincula ese significante inicial del analizante a un significante cualquiera que está enganchado como una especie de distintivo a su analista, constituyéndose de algún modo en un punto de anclaje de lo que finalmente se llama amor de transferencia.(4)

Estas dos vertientes se oponen de una manera tal que el analista se las tiene que ver. O sea no se puede tomar el síntoma por el síntoma. Hay algo que esta

Detrás e insiste, aquello que diría Freud como algo ominoso, no familiar y como tal queda en el olvido. Pero precisamente eso ominoso para Freud es lo más familiar y cotidiano del sujeto, de la cual desea ignorar, reprimir y no comunicar. Siendo opuestos el uno y el otro tienen puntos de contacto.

El analista debe buscar, que se dé ese objetivo, que lo que esta abajo emerja en un momento del proceso, y que cuando aparece no se deje, él, atrapar por lo emergido, eso lo llama Freud contra-transferencia.

De hecho el analista tiene un lugar que no puede eludir, el paciente se pone en manos del Otro; ''yo no se, usted sabe lo que me pasa''. La transferencia podría ser algo así como ponerse en manos de Otro, confiarle los intereses al Otro.

Ese Otro para Lacan, es la del objeto causa de deseo. Este objeto tal como es definido en el seminario ocho de la " Transferencia", forma una combinación notoria particular con el falo denominado "agalma".

El "agalma" es aquello que busca el paciente en el análisis. Es el objeto que, supone bajo transferencia, tiene el analista. Es también aquello que persigue el amante ubicado en un cierto momento con relación al Otro. Lacan se basa en el Banquete de Platón con Alcibíades, quien movido por la falta en ser del deseo trata de buscar en el amado, este "agalma". Alcibíades trata de suscitar el amor de Sócrates, suponiendo que la disposición amorosa de Sócrates lo lleva amar "a los niños bellos". Si el niño suscita el amor del Otro es por el lugar que ocupa para ese Otro. Por el valor que él supone tiene para el Otro en esa relación que se establece en clínica con infantes o en general.

Lacan señala en el seminriao siete (5)que el infante que se ubique en relación con el deseo del Otro, lo que interioriza será la mirada del Otro. La mirada del Otro regulara los intercambios imaginarios de a----a´ que aparecen al recibir el signo de la imagen del otro con minúscula. O sea el i(a) que necesita corroborar frente al espejo y que sostiene la identificación dentro de la dialéctica imaginaria.

El paciente cuando comienza un análisis precisamente endosa un cheque al Otro. Este tiene fondos, sabe lo que el paciente ignora.

Cuando el paciente demanda análisis pone los intereses a un Otro, es depositarle precisamente esa confianza, con un grado de reserva. Esto puede acompañarse de una desconfianza ciega (duda el neurótico, no duda el psicotico). De cualquier forma el sujeto nada sabe de sí, supone que el Otro sabe al respecto un poco más. El sujeto supuesto saber, esta enmarcado por un juicio que el paciente hace de él, vgr ''no, no es mi madre o no soy lo que usted piensa''.

El analista debe prestarse para servirle como modelo de identificaciones al paciente, no como objeto o sea un ''i(a)'', pues esto ultimo implicaría que el analista acepte la transferencia. Hace ''acto'' precisamente cuando hay transferencia permitiendo que de dicho amor surja la falta. Develar lo que el amor de transferencia calla. Permitir ese amor en que el sujeto en su confrontación con el saber se sostiene. Esto seria lo que el analista permitiría como ''acto''.

Cuando el analista es él deposito de un saber que le supone el paciente es ponerse en sus manos: "usted sabe un poco mas, yo lo amo, guárdese para usted lo que ignoro." Cuando se accede por parte del analista a ese amor, es tapar la falta, negar el acceso a lo simbólico, o callar el significante que lleva consigo ese amor.(6)

Precisamente la dinámica de la transferencia esta del lado del saber inconsciente. Aun cuando decimos que el amor de transferencia se opone al saber, al mismo tiempo forzando la demanda, que es de amor de transferencia va a volverla alcanzar por la emergencia del significante.

Para Freud la resistencia es aquello que se opone a la palabra, hay silencio, se detienen las asociaciones, y en ese momento Freud dice ''usted piensa en mi''. Es paradójico, pensar que no hay nada que decir, por el contrario, algo se reprime, y debe ser dicho. Lo que hace Freud es transformar esa negativa hablar de algo que el analizante debe tomar a su cargo, en algo devuelto en el ámbito de la significación como una negativa, o mala ''voluntad'' para hablar.

Lo que hace el analista es utilizar el amor de transferencia para enviar algo del orden de la significación, algo que confronta al sujeto con la enunciación. Es resistencia cuando ese amor es mucho más intenso, cuando se opone a la palabra, se compra él silencio del analista, el del inconsciente, para seguir amando esa figura que ocupa ese lugar.(7)

Lacan sitúa en la transferencia tres puntos: imaginario, simbólico, real.

En el imaginario el paciente demanda amor al otro, este tolera ese amor, es un soporte, en tanto se presta a las manifestaciones de la repetición, a la puesta en acto del inconsciente.

Desde lo simbólico tenemos que tomar en cuenta que en ese amor hay un saber; el saber del inconsciente. A partir del amor de transferencia, el paciente supone al analista la razón de este amor; algo asi: "yo le amo, usted debe saber porque". El analista se vuelve de esta forma el depositario del sujeto supuesto saber. Este hace el papel de semblante, es un simulacro, o simulación por parte del analista.

Este sujeto supuesto saber, es para Lacan la transferencia en lo simbólico, pues el analizante busca en el Otro, el significante que le hace falta. Podrá encontrar el significante que reprime tan solo en el lugar del Otro. A partir de esto se le permite al sujeto engancharse por un significante, esa imagen esta a travesada por lo simbólico, entonces el amor como relevo de ese saber se queda corto, por que lo tocante a los ideales o atributos de esa imagen no dan cuenta propiamente de esa identificación.

La producción de lo inconsciente, se desprende de esa imagen ilusoria, a partir de la pareja saber-amor, denunciando al amor mediante el saber, se trata de delimitar el deseo que esta detrás.

Por esta vía de la transferencia de amor el sujeto es reconocido en la posición que ocupa. Ese amor se desvanece en toda su grandeza, es una ilusión. Develando ese amor, se llega a lo que Freud llama el amor real, lo que equivale a decir con Lacan: hay algo mas profundo en ese amor que es el objeto ''a''.

El paciente los toma por lo que son, o se los ubica por Otro, por que no ve claramente, no por lo que el analista cree, sino por el desplazamiento que hace el analizante de la imagen del analista.(8)

El analista permite que esa vana ilusión de amor se dé para advenir de ella un saber. La interpretación es que ese imaginario no es un error, sino que hay puntos de referencia significantes que están en el origen de ese amor.

El analista es el objeto de la pasión del analizante, es el depositario de la misma no-solo a causa de la existencia del engaño, sino porque efectivamente ocupa el lugar del Otro. El analista está en el lugar al que se le dirige la palabra, el lugar del que el analizante anhela un retorno. El analista suscita pasiones: amor, odio e ignorancia. Tres pasiones que se reconducen en la palabra. Lacan alude a la pasión del significante.

La transferencia para Freud es vista en primer lugar como desplazamiento. Los significantes inconscientes son de algún modo, allí, transferidos, el analizante lo hace tomando como punto de contacto, el relevo al analista.(9)

Finalmente, el manejo de la transferencia a punta a algo, efectivamente hace surgir el lugar real que ocupa el analista en ella. Como objeto causa del deseo del Otro, pero como un objeto que deja simplemente. Como algo imposible de amar y de analizar. Debe pensarse que el analista no tiene la ultima palabra, pues esta no se da.

A esto es lo que se enfrenta el paciente, a la falta del Otro, como en el caso del "Fort-Da", a la falta del Otro, que la madre muestra en ese lugar que deja a su hijo en la ausencia. Y cuyo efecto es que este la nombre como cosa ausente, muerta.

Diremos con el análisis que el final es cuando ese supuesto al saber cae, muere. Dando paso a una ley, que el sujeto asume en esa división de un significante para otro.

El final del análisis es un duelo y lleva al sujeto a asumirse como deseante. Por eso es que el amor aquí se convierte en una ilusión, por que no logra lo que inicialmente deseaba el analizante. No hay posibilidad de unir un significante con otro. No hay garantía.

En esa relación imaginaria, especular se instaura una falta, tanto para el paciente que ingresa a análisis, como el nieto de Freud que juega, representa simula que el carretel simboliza a la madre. Y en verdad lo hace para atemperar una situación penosa. Pero detrás de ella hay algo real de ese encuentro, un amor imposible, tanto para la madre, como para el analista de parte del hijo y del paciente respectivamente.

El juego es repetición, como la transferencia es repetición por que pone en acto una situación inconsciente reprimida, algo de su propio fantasma.

Notas

1 Freud, Sigmund. Recordar repetir y elaborar. Editorial Amorrotou, t 12. Buenos Aires. 1979.

2 Freud, Sigmund. Trabajo sobre la técnica psicoanálitica. Editorial Amoorortou.t 12. Buenos Aires 1979

3 Freud Sigmund. Sobre la iniciación del tratamiento. Editorial Amorrortou, t 12 Buenos Aires. 1979.

4 Lacan J . Seminario de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. La transferencia. Editorial Paidós. 1992

5 Lacan Jacques. Seminario siete; la ética del psicoanálisis. Paidós. 1982

6 Idem.

7 Freud ,Sigmund. Puntualizasiones sobre el amor de transferrencia. Editorial Amorrortou, t 12. 1979.

8 Lacan J. Escritos 1 y 2. Editorial siglo XXI. Mexico 1978.

9 Freud, Sigmund. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanálitico. Editorial Amorrortou. T 12. Buenos Aires. 1979.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 16 - Diciembre 2002
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