Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Camille Claudel, el irónico sacrificio
Danielle Arnoux en México
Julio Ortega Bobadilla y Luis Tamayo

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Danielle Arnoux, psicoanalista de la école lacanniene de psychanalyse, estuvo en México los días 2, 3 y 4 de febrero, para dictar un seminario sobre Camille Claudel y continuar con el serio trabajo de la école en México que periódicamente ofrece al interesado en el psicoanálisis seminarios que califican siempre de excelencia hacia arriba. Fuimos testigos de un trabajo serio y comprometido de investigación que se ha traducido hace unos pocos años, en un libro espectacular y maravilloso sobre esta artista mártir. También presenciamos el espectáculo sublime de ver a una mujer analista entablando con el público una charla comprometida, experimentamos el placer de escuchar a una mujer platicando sobre otra mujer en la cual encontró afinidades en el alma. Camille fue precursora del feminismo, víctima del desprecio, loca para su familia y la sociedad, pero sobre todo: artista sublime.

Camille y su hermano, el poeta Paul Claudel, nacieron, ella en 1864 y él en 1868. Desde muy joven ella manifestó un verdadero don para la escultura que fue aprobado por su padre quien la encaminó a seguir desarrollando su talento bajo la dirección de Alfred Boucher. De allí, no pasará mucho tiempo para que tropiece con su destino que no es otro que el célebre Rodin. En el momento del encuentro, el artista cuenta con cuarenta y dos años y se encuentra en la plenitud de una obra reconocida, Camille es una bella muchacha con un talento que rivaliza con el de su maestro, sólo posee diecinueve tiernos años.

Las actividades del seminario se iniciaron en el marco de una extraordinaria exposición del museo Sumaya en torno a Auguste Rodin y otros escultores del siglo XIX y XX. En la penumbra de una de las salas oímos la presentación del libro de Arnoux ante un público rodeado por los espectros de las formidables obras de Rodin, Degas, y por supuesto Claudel. Los asistentes al evento, nos hayamos como fantasmas rondando una época pasada extraña y cercana a nosotros, plagada de prejuicios y de esperanzas, intensa en eventos desgarradores que nunca correspondieron al título de Belle Époque que le pusieron nuestros abuelos.

La vida de Camille es la historia de la soledad de una mujer que avanzó a destiempo con su tiempo y sufrió la soledad de quien se adelanta en el camino. Bruno Nuytten ha llevado a la pantalla su vida en una película protagonizada por Isabelle Adjani y Gérard Depardieu que mereció el oscar a la mejor película extranjera en el año de 1989. La existencia de Camille se presta para el cine y la literatura porque es intensa a decir basta, ese romanticismo que la impregna no es otra cosa que una respuesta airada al racionalismo francés del siglo XVIII y al arte neoclásico que acompañó esa pretensión de llevar todo al fiel del rígido cálculo exacto. La actitud de esos artistas del XIX fue la de anteponer la emoción a la razón y de mostrar sus sentimientos y deseos... en suma, proyectar su intimidad al desnudo. De hecho, el desnudo fue precisamente la perspectiva desde la que Rodin insistió en mostrar su talentosa obra al mundo para no dejar nada oculto, nada pendiente en la puesta a cielo abierto de su imaginación en un mundo que apuntaba la vela de su barco hacia el festín industrialista no sólo de las mercancías, sino del arte mismo.

En el borde de nuestra contemporaneidad artistas como Rodin, Blake, Rimbáud, Lautremónt, Paul y Camille Claudel, amén de tantos otros, eligieron una forma de ver el mundo ligada a la vibraciones del alma romántica, el sueño y la tragedia. Camille nació en Villeneuve, un pueblito provincial de Francia. Sabemos que desde su infancia juega con el barro y esculpe espontáneamente a las personas que la rodean, su hermano Paul y su sirvienta Helene serán sus primeros modelos. En 1880 llega a París, e ingresa en la academia Colarossi dónde Boucher aparece como su primer maestro. En 1883 tiene su primer encuentro con Rodin y al año siguiente comienza a trabajar en su taller colaborando, como alumna singular, en los trabajos de Los Burgueses de Calais y Las puertas del infierno, entre otras obras. La relación discípula-maestro deviene pasional amorosa. La llama que los consume durará ardiendo en secreto por diez años. Sin embargo, Rodin no dejará nunca a su mujer, Rose Beuret, con la que finalmente contraerá matrimonio en 1917. El contacto de Camille con su amante y maestro sobrevivirá al matrimonio, pero el daño a la vida de la joven será irreversible.

En diciembre de 1905, Camille realiza su última gran exposición. A partir de ahí, su crisis de soledad se agudizará y comenzará en un rapto de rabia a destruir sus obras. El 3 de marzo de 1913, muere su padre y el 10 de marzo será secuestrada a instancias de la madre e internada en el sanatorio de Ville-Evrard. En Julio será trasladada a Montdevergues, manicomio del cual, a pesar de los lúcidos y desgarrados ruegos a su hermano Paul, permanece prisionera.

Camille en sus años de esplendor, comenzó a tener cierta proyección en la sociedad parisina gracias al apoyo de Rodin. En esa época feliz, asiste a las tertulias en casa de Mallarmé y Jules Renard, quienes admiran su trabajo. Cuando Rodin regresa a su mujer, comienza la tragedia para Camille quien se siente rechazada, usada, tirada. Allí se encierra en su estudio y se entrega a una soledad obsesiva, signada por la pobreza y el deterioro físico y mental. Sólo sale de noche y vaga como alma en pena por las calles obscuras de París.

Danielle Arnoux se interesó en la historia más allá de estas anécdotas. Lo que le interesó a la analista fue la relación entre el delirio y la creación artística. Entre los períodos de obra y ausencia de obra. Pueden hacerse muchas preguntas al respecto: ¿Acaso la locura ya estaba ahí antes del encuentro con Rodin? ¿Es precisamente la locura el resorte que le impulsa a la creación o acaso el arte es lo que la impulsó al delirio? ¿Locura y creación son posibles de conjugar? ¿Cuál es la relación de la sublimación con la locura? Para el lector que quiera responder al detalle estas preguntas resulta indispensable la lectura cuidadosa del libro que ahora puede adquirirse en una versión en español magníficamente traducida por Silvia Pastenac: Camille Claudel. El irónico sacrificio. Ediciones Epele. México 2001.

El ttrabajo de Arnoux fue riguroso y en dirección a analizar no sólo la obra desvinculada de la vida del autor, tal y cómo lo ha hecho a su manera Freud en el análisis del Moisés de Miguel Angel o en Perseo y la Gorgona.

Danielle tomó no sólo las esculturas sino también los bocetos, los testimonios, la historia que conocemos a fragmentos, también las cartas de Camille a su hermano Paul que permanecerá impasible frente a su sufrimiento y que conspirará astutamente a espaldas de ella como perseguidor paranoico empeñado en aniquilar a su víctima. Entre las primeras páginas interiores del libro al que hemos hecho mención aparecen como puerta de entrada al trabajo sobre Camille, tres párrafos escritos al hermano en una letra elegante y nerviosa, están subrayados, la angustia se prolonga desde la mano que escribe el texto hasta quien la lee: "...es a ti solamente a quien confío este hallazgo, no lo muestres". Camille confió hasta el final en su hermano para salir de su reclusión en dónde su madre y el poeta decidieron conservarla hasta su muerte, en un gesto que no sólo habla de miedo a la locura, sino de odio. Es desde allí que surgirán unas cartas desgarradoras que hablarán de su secuestro al mundo, de un crimen médico de lesa humanidad que no reparó en lo más mínimo en los deseos de la paciente o planeó ninguna estrategia de recuperación. El sanatorio fue una cárcel que por la fuerza tuvo enclaustrada como loca a una artista y que brutalmente trató de borrar a un ser extraordinario de la conciencia social, llegando al extremo de prohibirle escribir y de recibir cartas. Sus médicos fueron verdugos implacables.

Paul Claudel escribió y bastante sobre su hermana. También, su obra, especialmente su trilogía cristiana analizada por Lacan, revela de manera rigurosa una evocación de la tragedia de su prisionera. ¡Paradoja extrema! Su delirio y su arte alimentaron a los seres que más significaron para ella en su amor: Paul y Auguste.

La relación con Rodin es enredada. El maestro reconoce, al principio, en la obra de la alumna un talento tan grandioso como el suyo. Dirá sin cortapisas que ella hace escultura a la manera de Rodin. El público ignorante, acusa al principio a Camille de robar el estilo de su maestro. Rodin responderá con algo que podría entenderse como nobleza: "Yo le mostré dónde encontrar oro, pero el oro que ella encuentra es efectivamente de ella".

Más tarde, cambiará su actitud al ser acusado de plagio por Camille quien tiene razones para señalarlo, pues trabajó decisivamente en algunas de sus obras al punto de que se confunden en las esculturas no sólo el estilo sino el trabajo. Esa época es confusa, se han fundido dos almas al punto de confundirse, tal y cómo en los cuentos de hadas se pinta el amor: ¿Gesto sublime o rasgo patológico?

Las dudas sobre esta complicada relación entre artistas pueden resumirse en una pregunta: ¿Quién remolca a quien durante esos diez años? A partir de cierto momento, la cercanía de Rodin con su producción queda vedada por ella misma. Se niega a mostrar sus obras al maestro en lo que no puede interpretarse sino como una desconfianza justificada, no como una conducta delirante impulsada por una paranoia: Rodin la había traicionado.

Desde antes del internamiento, Camille decide retirarse del mundo para dedicarse totalmente a su obra sin parar, ha hecho avances que significan integrar movimiento insólito a sus obras... pero la artista se detiene, en un momento dado, para dar paso al avance de la locura. No tiene para pagar la renta y sufre del acoso de su casero. Su casa es una extensión del sueño que va cobrando la forma de pesadilla. Escribe en esa época a Eugène Blot quien le ha propuesto que participe en el salón de Otoño, estas letras conmovedoras:

No me puedo presentar en público con la ropa que poseo en este momento. Soy como Piel de Asno o Cenicienta., condenada a cuidar la ceniza del hogar, sin la esperanza de ver llegar al hada o al príncipe azul que cambiarían mis vestidos de piel y de cenizas en ropajes apropiados a las circunstancias.

Su destino se convierte en incierto. Cierra a piedra y lodo sus puertas y deja de recibir a la gente. El delirio se va sistematizando progresivamente, construyéndose poco a poco, como quien apila ladrillos o piedras para una lápida improvisada.

La "locura" de Camille no fue tratada sino con el encierro. Tuvimos oportunidad de platicar extensamente con Danielle Arnoux quien nos relató cómo la obra era un elemento de equilibrio en la vida del artista. Nos disculpamos con el lector por no poder repetir al punto sus palabras, pues debido a un problema técnico, quedó perdida la grabación, pero la charla fue instructiva. Advertimos después de sus palabras, que la locura supuso en este caso: ausencia de obra. También percibimos en sus palabras, un movimiento hacia la comprensión del artista, quizá la creación, la sublimación, puedan ser interpretadas como una muralla contra el delirio. Todo arte es loco en cierto sentido.

La situación de Camille es la de una mujer desolada tras convertirse en puro erastés. Un par de obras clave para descifrar no sólo su vida y su locura, sino su obra y legado son Sakountala y otra obra maestra llamada El abandono. En la primera pieza se refleja dramáticamente una historia hindú de amor en la que el rey Dusyanta pide de rodillas perdón a su esposa por no haber cumplido su promesa ni haberla reconocido a ella y a su hijo. En El abandono una mujer yace desnuda y suplicante frente a su amante que es arrastrado por la muerte. Estas dos obras reflejan dos momentos distintos de la relación de Camille con su amante y maestro. Al margen de la dimensión artística, podemos decir que Camille abandona el símbolo en la segunda obra, para retratarse a sí misma frente a Rodin y su mujer, se humilla como sólo puede hacerlo quien ya no tiene nada que ofrecer, paradójicamente, esta humillación es la obra inmortal que persistirá como reproche y revancha hasta nuestro tiempo.

El final de nuestra heroína es sumamente trágico. Su madre jamás irá a visitarla y rechaza, a fines de los años veinte, el consejo de los médicos de regresarla a su hogar. Paul Claudel, embajador y célebre poeta adinerado, se niega, en 1933, a pagar la pensión hospitalaria. Cuando fallece en 1943, se llamó a la familia que no respondió, el cadáver fue a parar a la fosa común, denunciando con estos hechos la insensatez de los ultrajes que le inflingió la sociedad de su tiempo y ¿por qué no? Su madre y los hombres que significaron su vida.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 15 - Julio 2002
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