Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La clínica psicoanalítica en la drogadependencia
Emiliano del Campo

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"El pluralismo de los métodos terapéuticos es deseable, a condición de no ir jamás en contra de la dignidad personal de los drogadependientes. La noción de la libertad a adquirir, como fin en sí de la cura, debe estar presente en todo momento"
(Dr. Claude Olievenstein)

Desde la clínica psicoanalítica.-

Mi experiencia clínica en el "Programa Andrés, centro de rehabilitación de drogadictos", ha tenido como fundamentos la enseñanza del Dr. Claude Olievenstein, fundador del ‘Centro Médico Marmottan’ en Paris, para la rehabilitación de drogadictos. Su conjetura de ‘la estructura pre-adictiva’ es el punto de partida para el abordaje en la clínica de la drogadependencia. Conjuntamente la conjetura de Lacan, ‘la estructura pre-psicótica’. Con ésta, es posible detectar las psicosis en los rasgos o síntomas incipientes en los pacientes drogadictos. Este modo permite operar en la compleja patología de los pacientes duales, y evitar así el desmoronamiento del desencadenamiento de las psicosis. Esto me obligó a profundos replanteos ante la modalidad ‘terapéutica educativa comunitaria’ del Programa. En otro trabajo he escrito mis cuestionamiento sobre las Comunidades Terapéuticas. (2)

Respecto a los pacientes drogadictos, la conjetura del Dr. Claude Olievenstein: ‘la estructura pre-adictiva’, condición previa y necesaria para que, en el encuentro con la droga, se produzca lo que él llama el ‘drogadicto profundo’; su singular estructura lo diferencia del ‘consumidor de drogas’. Esta diferenciación, crucial para la clínica, obliga a denominar por éstas y otras diferencias, que en la clínica nos encontramos ante ‘las drogadicciones’. El término ‘la drogadicción’ está plasmado de diferentes prejuicios, el más importante es atribuir todo el mal en la droga, hace del abandono del consumo la curación. Ignora, para empezar, la diferencia fundamental de Olievenstein, la del drogadicto verdadero y el consumidor, así como distintas patologías subyacentes. Ante todo la de los pacientes duales: las psicosis con consumo de drogas; un capítulo aparte. Poner el peso en la droga, en primer lugar, es omitir que ‘las drogadicciones’ son una manifestación del ‘malestar en la cultura’.

Debemos pensar la drogadependencia como síntoma propio del ‘Malestar en la Cultura’ del siglo XIX, los trastornos en la identificación sexual del varón para trasmitir el ‘Nombre del Padre’ se agravaron. Sin este significante, ordenador de la subjetividad, no solo se desmorona la subjetividad individual, sino la familiar y la social. Hay una subversión de los valores Jurídicos y Políticos.

En segundo lugar, es ignorar que la estructura pre-adictiva, un ‘torbellino de demonios inconscientes’, en el encuentro con la droga producirá, como una fusión nuclear, producirá el despertar de todos los ‘demonios’. Pero lo que es más grave, y se ignora, será la abstinencia del consumo, la que multiplicará los padecimientos. Es lo que hace tan incierta la rehabilitación del drogadicto. El consumidor la abandona sin estos males.

Es por estas razones mi posición crítica de la modalidad de abordaje de l as llamadas ‘terapias educativas’, las utilizadas en muchas de las Comunidades Terapéuticas, implican un desconocimiento de los efectos de la ‘estructura pre-adictiva’ y de la compleja transferencia de los drogadictos, la que involucran, sin excepción, a todo terapeuta. En lugar de ésta se cae en la creencia que la terapia se basa en una ‘relación especular’, la que trae por consecuencia, inevitablemente, la ‘transferencia salvaje’, la que incrementa los trastornos en la abstinencia. Con ello, los innumerables pasajes al acto de los drogadictos en la comunidad; no menos importante son los múltiples trastornos contratrasferenciales que involucran a los integrantes del equipo terapéutico. Estos, al sostener la creencia de no estar involucrados en la transferencia, retroalimentan las patologías que quieren tratar. En primer lugar la transferencia masiva de los pacientes llamados ‘duales’, drogadictos psicóticos; no es menor la trasferencia de lo pacientes drogadictos por su estructura ‘pre-adictiva’.

La experiencia psicoanalítica nos enseña que la transferencia debe producirse y transformarse en dispositivo esencial de toda cura posible, la del drogadicto no escapa a su complejo dominio. Por ello retomo las conjeturas del Dr. José Bleger, quien designa como ‘parte psicótica de la personalidad’, a un núcleo autista o simbiótico, el que produce trasferencias masivas, con una matriz confusional. Sostiene: "La transferencia de la parte psicótica de la personalidad es una trasferencia psicótica, que se caracteriza por ser masiva, invasora, precipitada, tenaz y lábil; totalmente equivalente a la simbiosis transferencial" (4.156) La simbiosis transferencial se caracteriza por carecer de nivel simbólico, en los términos de Lacan equivale a lo imaginario-real; no hay alteridad de los componentes. La conjetura de la ‘parte psicótica’ no es equivalente a la psicosis clínica, sino al tipo de trasferencia observada en los pacientes drogadictos, más aún en los duales.

¿Cuál es el efecto de esta trasferencia en quien está en la posición de terapeuta u operador ante un drogadicto? "Que el análisis de estos pacientes no reside fundamentalmente-en los períodos de análisis de la parte psicótica-en que se los analice a ellos, sino en que el analista pueda analizar qué es lo que el paciente hace permanentemente con él, con el objeto de que el analista cumpla solamente con el rol de depositario sin fusionarse con lo depositado."(4.92)

Esto es lo que quiero remarcar: " que el analista pueda analizar qué es lo que el paciente hace permanentemente con él". Es lo que quiero destacar, que los integrantes del equipo terapéutico comunitario, al ‘fusionarse con lo depositado’, retroactuan en los drogadictos, quienes reaccionaban en las formas más diversa, incrementan sus trastornos, y los pasajes al acto estarán al día.

Quiero establecer los equivalentes entre la conjetura de Bleger sobre el ‘vinculo simbiótico’ y lo que Nasio sostiene: que ‘las formaciones del objeto a’, al entrar en juego en la transferencia, ocupan el lugar de la red de significantes, el nivel simbólico de la transferencia. Da lugar a lo real-imaginario del objeto a, éste invade la transferencia, y así "cristaliza la relación analista/analizante en un hecho compacto y terminal" (15.12)

Es justamente sobre esta ‘invasión transferencial’ que quiero hacer hincapié, se trata de los nuevos trastornos, los producidos en la dupla entre el terapeuta y el drogadicto; pero toda esta gama de patologías son adjudicadas al drogadicto. En las ‘Comunidades’ las normas represivas están en el lugar de la transferencia, con lo cual los trastornos, en particular los pasajes al acto, son caratulados como propios de la ‘personalidad transgresora del drogadicto’; se apela a su profunda conciencia culposa.

Amplio lo que Nasio nos enseña que, las ‘formaciones del objeto a’, pueden convertir al terapeuta en ‘el objeto fantasmático elegido’; el elegido fantasmatizado, "Es la presencia real del otro en mi inconsciente la que plantea más dificultades conceptuales, porque el calificativo de ‘real’ (... ) no designa a una persona sino a lo que, de esa persona, despierta en mi inconsciente una fuerza que hace que yo sea lo que soy, y sin la cual no sería consistente. Lo reales es lisa y llanamente la vida en el otro. (…) un eje vital e impersonal que no pertenece a ninguno de las dos partenaires (17.53)

Retomo lo que sostiene Nasio, para dar un paso más en lo anteriormente dicho, para sostener lo que debe llamarse: ‘perversiones terapéuticas’ "Estas diversa formaciones psíquicas más frecuentes en la cura de lo que uno cree y que actualizan la transferencia en un hecho compacto, heterogéneo a los significantes, o bajo su dependencia en el caso particular del fantasma, nosotros lo agrupamos bajo el nombre de formaciones del objeto a" (15.13)

¿Por qué este hincapié en la transferencia? Debemos entender que las distintas drogas son usadas para intentar acallar ‘los torbellinos del infierno’ de la estructura pre-adictiva, no solo emergen con el consumo, sino que lo más importante es su irrupción en la abstinencia de la droga, más aún cuando ésta se produce en la cura de un drogadicto. Es necesario que todo terapeuta sepa sostener y procesar estas ‘transferencias masivas y compactas’, solo así será posible conducir los dolorosos pasos de la cura. Ya que la abstinencia inevitablemente resucita estas estructuras con sus ‘infiernos’; las recaídas en el consumo deben integrarse a la cura.

Son, entonces, las diversas formas de ‘sustitución del goce’ producido no solo por el consumo de drogas, lo que es necesario enfatizar son todos los ‘demonios’ que se despiertan en la abstinencia del consumo; un hecho a menudo ignorado. Uno u otro, se trata de un goce que en sí mismo, que como semblantes privilegiado al objeto a, un goce fuera del cuerpo, retornan como delirio-alucinaciones-trastornos somáticos en los drogadictos. Repito, estos retornos solo pueden ser conducidos en relación trasferencial, la propia en la cura del drogadicto. Son transferencias tales como Bleger los describió, como ‘simbiosis transferencial’ y Nasio como ‘trasferencia compacta’.

Me sirvo de esta conjetura a los fines de hacer una lectura de las diversas manifestaciones de los drogadictos, tal como Olievenstein los descifra a partir de la estructura pre-adictiva. Son diversas las ‘formaciones alucinatorias-delirantes’ que cubren un amplio espectro sintomatológico en el consumo de drogas y en los procesos de abstinencia, en la cura en trasferencia de los ‘verdaderos drogadictos’.

Son las marcas del consumo, las que retornan no solo en el drogadicto, ocurren en el ex-drogadicto, en especial como alucinaciones o seudo-alucinaciones del consumo, sin olvidar los importantes acting –out o pasajes al acto; son los comportamientos imprevisibles de los ex-drogadictos. Muchos ignoran que las marcas o las ‘huellas’ del consumo suelen retornar como formas sustitutivas, como las ‘formaciones del objeto a por forclusión’,

Además de esta soldadura al otro-semejante, el fantasma produce otra soldadura, la del a, la letra que signa al ‘goce fuera del cuerpo del drogadícto’; más aún en el adolescente, el fantasma va restituyendo el goce al cuerpo del sujeto. La terapia debe permitir integrar, en el púber y adolescente, la función del fantasma de la castración, el que sostiene la función simbólica, imaginaria y real del falo, así se va atemperando la extrañeza del goce genital dentro-fuera del cuerpo. En ellos el goce de la droga vaya sustituyendo al goce orgásmico; lo vivido fuera y dentro del cuerpo.

Por ello es fundamental reconciliar a éstos con el ‘fantasma fálico’ en el lugar de las ‘las formaciones del objeto a’ que forcluyen la castración . Una experiencia mental, sensorial o perceptiva, que es vivida como ‘viniendo desde fuera’; el goce en las alucinaciones del consumo que creen librarlo de la castración. No es casual el hábito de un drogadicto en la búsqueda de travesti.

La Comunidad Terapéutica.-

Disiento con la ‘modalidad terapéutica educativa’ implementada en el Programa Andrés, como en muchas otras Comunidades Terapéuticas, en tanto se alejan de un fundamento Ético. "Mi cuestionamiento respecto de las Comunidades Terapéuticas, es que, gran parte de ellas, los tratamientos de rehabilitación se basan en terapias-educativas, en las cuales lo ‘educativo’ es una ‘confesión pública’ del drogadicto, colocado en situación grupal de culpa. Por medio de esta ‘educación’ se proponen dirigir la propia vida de los drogadictos. Este supuesto método terapéutico despierta la pasión por un nuevo sometimiento: las organizaciones estarán en el lugar de la droga". (2)

Considero posible que solo es posible trabajar con ‘las transferencias múltiples en la comunidad terapéutica’, tal como lo propone el Dr. García Badaracco; fundamentada desde el psicoanálisis, implica todos los requisitos antedichos. Permite el despliegue de las diferentes transferencias, no solo entre sus integrantes el equipo y el grupo familiar, sino que la trasferencia implica la organización que pretende curarlos, lo cual es esencial para el pronóstico y tratamiento. "Podríamos visualizar la Comunidad Terapéutica como una forma de terapia por el "medio" en el cual la estructura social total de la institución está incluida en el proceso terapéutico. Estaría organizada y se desarrollaría para hacer utilizables como terapéuticas todas las relaciones y todas las actividades en la vida del paciente" (6.37)

La ‘comunidad terapéutica’ para cumplir sus objetivos de rehabilitación debe fundamentarse en la Ética: "J. Etkin en su libro ‘La doble Moral de las Organizaciones’, me hizo posible profundizar muchos conceptos relacionados con este trabajo, y retomar el camino de pensadores como Pichon-Riviere, José Bleger y Claude Olievenstein.

Un axioma, el de José Bleger, quien afirmaba que aquellos que deben ser rehabilitados, se identifican con la ‘institución’; por otra parte, la Organización va adquiriendo, dentro de su estructura, la patología de aquellos a quienes pretende rehabilitar. Se establece así un circuito que se retroalimenta, y que J. Etkin denomina: ‘organización perversa’. Es preciso aclarar que lo ‘perverso’ no implica adjudicarle el calificativo de ‘psicopatológico’, sino que se trata de poner el acento en la ausencia de principios ‘éticos’. Esta ‘ideología perversa’, no persigue la destrucción de la organización; sino la subsistencia de su funcionamiento, se vale de una moral flotante puesta al servicio de la subsistencia del poder fundacional". (2)

¿Cuáles son los fundamentos de García Badaracco: "Si una Comunidad Terapéutica aspira a ser un adecuado continente para el proceso terapéutico de un paciente, debe tener las condiciones para hacerse cargo de toda la "locura" del paciente en los distintos momentos de su enfermedad (6 Pág.64)

"En el caso de un paciente neurótico es posible que la "pureza" del setting sea un factor conveniente ( ) En el caso de un paciente psicótico, en quien, como ya lo hemos señalado varias veces, se da necesariamente una tendencia a hacer trasferencias múltiples." (6 Pág.341)

Las transferencias múltiples se despliegan dentro de la Comunidad Terapéutica, entre los pacientes, con los grupos familiares y con el equipo terapéutico; irán así encontrando el interlocutor válido de su vivencia enloquecedora. No solo disminuye la intensidad transferencial, hay una progresiva diversificación-diferenciación desde una transferencia masiva, confusa e invasora. "Habrá que revivir la situación traumática en un contexto de seguridad psicológica-dada por la presencia de objetos externos e internos positivos "asistentes", para poder desarrollar los recursos necesarios para transformar la situación traumática en una vivencia elaborable y analizable(6 Pág.512)

Cada integrante es un ‘asistente’ de las transferencias múltiples. El terapeuta, el equipo terapéutico, la familia y la organización, deben saber ocupar el lugar de las trasferencias, según las diferentes escuchas comprometidas, no solo con el padecimiento psicótico o pre-psicótico, sino de la estructura pre-adictiva, la que portan los pacientes drogadictos. De allí que sus transferencias sea tan complejas como la de los psicóticos.

Es fundamental tener en cuenta que en estas curas, la existencia de "una fuerte tendencia a hacer un uso "perverso" del vínculo con el terapeuta o con los distintos miembros del equipo, configurándose así las llamadas relaciones simbióticas patológicas o relaciones narcisistas patológicas en las que puede existir siempre un componente sadomasoquista" (6 Pág.247)

Se corre el riesgo, como lo he comprobado en los sistemas terapéuticos ‘educativos, constituir verdaderas ‘folie a deux’ o a ‘plusiers’. Esta elección patológica está emparentada con el ‘objeto fantasmático elegido’, tal como nos lo enseña Nasio.

Lo antedicho implica rever la noción de ‘las trasferencia psicóticas’, son las graves patologías que, por sus transferencias masivas, imposibilitan establecer lazos sociales. No es menos compleja la transferencia de los drogadíctos, en tanto implica la estructura pre-adictica.

La otra modalidad es la que el Dr. Claude Olievenstein desarrolló desde los años 70 en el Hospital Marmottan de Paris. De ésta también me ocupo en otro trabajo, como también fundamentar y desarrollar mis críticas a las clásicas ‘Comunidades Terapéuticas’.(2)

El Marmottan de Olievenstein.-

Olievenstein, desde su experiencia en el Marmottan, explica la función específica que debe ocupar el terapeuta en la complejidad de la cura del drogadicto: "Nosotros hemos dicho en otra parte que el imaginario del drogadicto es más real que lo real. Es necesario entonces, para tomar en cuenta este imaginario, alucinar a dos lo real para que la terapia devenga suficientemente operativa." (20 Pág.95) Si la función terapéutica se debe apartar de los modelos clásicos, no excluye la singular transferencia donde el terapeuta debe saber comprometer su inconsciente como resonador, al tiempo de saber hacer uso de lo que en él resuena. "El clínico debe aventurarse, de alguna manera, hacia una zona prohibida, entonces, por una vez, el debe franquear las fronteras, no como investigador sino con una mirada casi de iniciado (iniciatico) para que el encuentro pueda producirse" (20 Pág.6)

Se trata de producir un ‘momento fecundo’, el que se alterna entre el acto y la palabra, para develar cada vez un poco más, el misterio de la íntima convicción del drogadicto en su manara de gozar, la que habita en su gran reserva de recuerdos que, cargada de gran afectividad, sostiene su identidad mutable. De este modo la mesura del deseo podrá ir sustituyendo a la desmesura del goce. Vamos produciendo otro sujeto en la nueva demanda de curación, sin dejar de ser un sujeto drogadicto. Es necesario partir que lo específico del drogadicto: " la combinación de la trampa y la autenticidad en la relación terapéutica" (20 Pág.03)

Es reconocerlo a él tal como es, para que se instale un efecto terapéutico, reconocerlo ante todo en su auténtica subjetividad, lo que va a permitir que acceda a formas más estables de relación, creer que siempre nos engaña, no solo es desconocerlo sino condenarlo moralmente a una figura degradada. "El rol del terapeuta es aquel que conduce poco a poco al deseo del paciente de construir una identidad diferente de aquella del drogadicto(...) sin esta alucinación a dos no hay lugar para la falta" (20 Pág.95)

Es necesario reafirmar que solo en esta particular transferencia, ‘alucinar a dos’, retoma la conjetura de Nasio de las ‘formaciones del objeto a’, implicándolo al terapeuta, para hacer posible que surja el lugar de la ‘falta’.

Solo franqueando las fronteras que reprimen el sin-sentido se puede actuar en la subjetividad del drogadicto, "como co-explorador del sentido, paso a paso, en los mismos caminos-para un verdadero trabajo de reajuste de la historia del sujeto, tal como ella es vivida por él, una realidad más tolerable devendrá en él. Lo que no será posible, repitámoslo, sin la parte de iniciación del clínico en los ‘hechos primeros’ de la vida del drogadicto" (20 Pág.96) Entiendo que toda suerte de resistencias se ponen en marcha en la cura del drogadicto ante un terapeuta que ignore estas vicisitudes transferenciales.

Olievenstein se opone a todo encuadre terapéutico rígido y preestablecido "Todo el movimiento terapéutico está para inventarlo cada vez" (19.94) "Aprehender, recubrir la desmesura drogadicta por una desmesura terapéutica que uno liquidará poco a poco. Esto quiere decir que el sujeto no debe de ninguna manera estar incluido en una dependencia incondicional, a la institución o a un terapeuta.

Que la fase inevitable y necesaria de dependencia debe ser constantemente controlada por el imperativo de ser destruida. Imperativamente: es el término de la dimensión ética

Sin esto la práctica de esta actividad debería ser prohibida. Nosotros tenemos el deber de devolver al drogadicto su propia libertad" (20 Pág.236)

El principio que hace posible la cura en las drogadicciones es apelar a la voluntad del drogadicto fundamento ético de la rehabilitación del drogadicto

Olievenstein, el Yo Paranoico.-

Su agudeza clínica a puesto al descubierto, no solo los múltiples disfraces de la paranoia, por ello la complejidad de su diagnóstico, sino el pasaje que va desde la ‘sospecha’ a la ‘sensibilidad paranoica’, antes de llegar al paranoico; cuando el delirio ha pasado al acto. El paranoico "avanza a una doble velocidad: orden y locura, orden loco, locura ordenada ( ) coherencia e incoherencia se dan la mano" (18 Pág.43) Su pensamiento vive en dos mundos, como víctima y como verdugo. Hay una temporalidad, de la sensibilidad paranoica en tránsito al paranoico delirante. No hay un delirio parásito, el delirio del paranoico, como él lo afirma, "avanza a doble velocidad, orden y locura" en los dichos y en los actos. Se trata de un sujeto que se muestra megalómano, vulnerado en su autoestima. Busca todas las pruebas que afirmen su creencia delirante, soporte de su frágil identidad. Se sabe perseguido, por eso querella, hasta pasar al acto criminal paranoico. Es la complejidad del paranoico como paciente dual, una estructura psicótica y adictiva.

Es así como comenzamos a diferenciar los más variados síntomas en los pacientes drogodependientes, aquellos confundidos con las neurosis, con las perversiones, otros con las pre-psicosis.

Lo decisivo de los síntomas pre-psicóticos es que no son los propios de la drogodependencia, pero al presentarse conjuntamente conforman una singularidad, son los pacientes llamados de ‘doble diagnostico, los que obligan repensar, reformular la clínica de la drogodependencia.

Lacan, las pre-psicosis, Olievenstein, lo pre-adictivo.-

La clínica psiquiátrica nos enseña a distinguir los diferentes síntomas psicóticos como manifestaciones de los diferentes cuadros clínicos. Los síntomas negativos y positivos de la esquizofrenia, de los delirios paranoicos, de la melancolía, de la manía, o de los bipolares. Se tratan de los síntomas del desencadenamiento psicótico en una estructura psicótica. Pero desde la enseñanza de Lacan es necesario establecer la diferencia y la articulación entre la estructura pre-psicótica y el desencadenamiento psicótico.

Lacan menciona la pre-psicosis como la estructura de la psicosis. Lo específico de sus síntomas es lo que Clérambault nominó como ‘El Síndrome de Automatismo Mental’, que "está centrado sobre la producción espontánea, involuntaria y, en cierta manera, "mecánica" de impresiones, ideas, recuerdos que se imponen a la conciencia del sujeto a pesar suyo; por así decirlo, fuera de él aunque en el centro de él mismo" (5 Pág.104)

Tales ‘pensamientos pre-psicóticos’ suelen pasar inadvertidos, se trata de fugaces alteraciones del pensamiento, dispersión del pensar o una rigidez en sus razones. Otros, con aparentes depresiones neuróticas, sin que se advierta la pérdida del sentido de vivir o el dolor de existir. En muchos de ellos habita, sin que se les indague, ideas delirantes suicidas prontas a pasar al acto. Podemos pasar por alto momentos o estados de megalomanía o de elasión durante el tratamiento. Se trata de una amplia gama de trastornos que pueden llegar a delirios alucinatorios, encubiertos por diferentes argumentos explicativos sostenidos en la realidad.

Pero el problema se hace más arduo cuando debemos diferenciar la pre-psicosis de los síntomas del ‘ drogadicto profundo’, el que implica, la anterioridad de la estructura ‘pre-adictiva’; luego desarrollaré éstas conjeturas de Olievestein, las que permitieron un nuevo avance en la clínica de la drogadependencia.

Por razones expositivas se hace necesario ocuparse en forma separada de estas estructuras: la pre-psicosis y la pre-adictiva, las que implican conjeturas teóricas diferentes. Permiten orientar, diferenciar las complejas manifestaciones que se dan en la clínica de la drogadependencia. Hacen posible un diagnóstico diferencial y con ello una mejor conducción de las terapias en el campo de la drogadependencia.

Una nueva significación personal.-

Encontramos en el desarrollo del discurso pre-psicótico, síntomas que podían ser tan simples o variados como sensaciones, sentimientos, estados de ánimo, pensamientos reiterativos, obsesiones, una idea iluminada, pensamientos vividos con un cierto grado de extrañeza, etc. La cualidad diferencial es que en todos estos síntomas portan un rasgo en común: una nueva significación personal que solo remitía a sí misma; la marca diferencial en el discurso. El sujeto no puede dar cuenta de ella; ante la pregunta, reitera sus argumentos, su sin-sentido. Repite un significado oscuro, lo enigmático de una significación personal.

El mismo modo cuando se trata del extrañamiento del yo, de lo ya visto, lo ya vivido, lo nunca vivido, o la anticipación del pensamiento, enunciación de los actos, impulsiones verbales, actos impulsivos, la paralización de la acción con estados de pánico. La transformación del mundo en los más diversos sentidos, ya preanuncia una pre-psicosis transformándose en un posible desencadenamiento psicótico.

Lo esencial: no hay relación de oposición entre la estructura de la psicosis y la pre-psicosis. Es necesario destacar como, para un terapeuta desprevenido, la pre-psicosis puede aparecer como síntomas neuróticos, son muchos los que han caído en esta trampa, luego sorprendidos ante un estallido psicótico.

Lacan sostiene un aserto: "Nada se asemeja tanto a una sintomatología neurótica como una sintomatología pre-psicótica."(8 Pág.273) Aseveración que guía mi clínica, vinculada con lo que funciona como un axioma: "Lo comprensible es un término fugitivo, inasible, es sorprendente que nunca sea calibrado como lección primordial, una formulación a la entrada de la clínica. Comiencen por creer que no comprenden. Partan de la idea del malentendido fundamental."(8 Pág.35)

Solo es posible establecer la diferencia entre la neurosis y la pre-psicosis partiendo del malentendido fundamental del lenguaje; no en la creencia en la comprensión. Sin olvidar que "la verdad delirante ahuyenta las tinieblas, disipa el miedo y da una finalidad de movilidad a la vida" (18 Pág.76) Con toda razón, sostiene Olieventein, que los disfraces de la paranoia como mejor defensa ante la desintegración psicótica, delirios que ya han transpuesto los límites de la pre-psicosis.

Las psicosis temporarias de Nasio.-

Es necesario encontrar en el fundamento teórico clínico de ‘la pre-psicosis’ como de ‘la psicosis’, una nueva relectura. Para ello voy a retomar las conjeturas de Nasio de ‘las psicosis temporarias’. La relectura que introduce Nasio con el concepto de la ‘forclusion local’, en oposición al concepto de Lacan de la ‘forclusión globalizante’ ha dado lugar a la noción de la ‘Psicosis Transitoria’, la que retoma el fundamento freudiano de la coexistencia de las estructuras en el inconsciente.

Nasio hace una relectura de la ‘forclusión lacaniana volviendo a Freud. "El concepto de forclusión propuesto por Jacques Lacan es una de las contribuciones más remarcables del psicoanálisis para la comprensión del fenómeno psicótico. Sin embargo, el campo de la psicosis y de su relación con la neurosis y la perversión permanece para los clínicos como un dominio aún para explorar. En esa inspiración esta el descubrimiento que J.-D. Nasio ha propuesto la tesis de la Forclusion Locale para dar cuenta de las manifestaciones llamadas «psicóticas»-delirio o alucinación-que sobrevienen en pacientes que no presentan obligatoriamente una patología de psicosis"(1)

El gran malentendido que ha generado grandes equívocos ha sido partir de que las estructuras neurótica, psicótica y perversa, son incompatibles en su coexistencia; se presentan como estables. Retomo lo que Nasio llama en plural: ‘las psicosis’, por la multiplicidad de formas en que estas se presentan en relación a que no hay ‘castración ’ sino ‘castraciones’; las que crean en una subjetividad diferentes realidades psíquicas: coexiste la castración con su forclusión; Nasio retoma a Freud. Una psicosis puede ser ‘temporaria’ y alternarse con una estructura neurótica.

Es por este equívoco que surgió lo impreciso del término ‘boderline’ o ‘fronterizo’, como patologías psiquiátricas. Ignoran que es un trastorno que se caracteriza por la intensidad de la contratrasfrencia, involucrando intensamente a quien se situé como terapeuta. Está lejos de ser nuevas patologías, ya coexisten en ellas las estructuras neurótica, perversa y la psicótica; sin ser ni la una ni la otra; no hay estructura única en su fundamento. Estos pacientes ‘no psicóticos’ han desbordado la psicopatología tradicional, la intensidad contratransferencial ha generado toda clase de ‘desbordes terapéuticos’; como el caso de la estructura ‘pre-adictiva’.

Debo enfatizar que, los que creen estar fuera de los efectos contratrasferenciales de estos pacientes, en lugar de interpretaciones hacen confesiones contratrasferenciales, muchas veces cercanas a un delirio persecutorio o tratos degradantes.

Las pre-psicosis, el aporte de Lacan, es algo distinto; no indican que éstas sean un paso obligado al desencadenamiento psicótico. Que aún siendo estructuras psicóticas, no tienen la hegemonía temporal como para caratularlas como ‘psicosis’, sino como ‘las psicosis temporarias’. Es así como se debe entender la estructura de las pre-psicosis; quizá un gemelo de los ‘borderline’; lo antedicho implica la clínica de la drogadependencia.

El lenguaje y la psicosis.-

El recorrido de Lacan contraría la postura clásica, asevera que en la alucinación verbal está la causa de la paranoia. Con ello ha dejado abierto el problema del límite de las pseudo-alucinaciones en las pre-psicosis, no solo con las psicosis alucinatorias, sino con el sujeto humano que, capturado por el lenguaje, es siervo del lenguaje. "El lenguaje juega enteramente en la ambigüedad, y la mayor parte del tiempo, ustedes no saben lo que dicen."(8 Pág.168) Si la palabra lo atraviesa, lo marca, lo tortura, ¿dónde comienza la conjunción y la disyunción entre las formas patológicas y las normales respecto a la palabra?. Interrogante que se desprende al enfatizar que, en la palabra humana, el emisor es al mismo tiempo un receptor de su palabra. Si uno oye al mismo tiempo sus propias palabras, puede alucinar voces, experimentar la palabra impuesta. Si la voz es la pulsión invocante, un objeto que apela, que llama a una persona, ¿cuándo se produce el momento límite de la entrada en la estructura psicótica, la pre-psicosis? ¿Cuándo la pre-psicosis se transforma en un desencadenamiento psicótico? Desde este fundamento estructural de todo sujeto, es que encuentro la respuesta en la conjetura de Nasio sobre el concepto de ‘las psicosis’. Este es el problema ignorado por muchos, la drogadicción como automeducación en las pre-psicosis.

Lacan sostiene que: "Algo se vuelve a encontrar en lo que se llama la pre-psicosis, a saber la sensación que tiene el sujeto de haber llegado al borde del agujero, tomado al pié de la letra"(8 Pág.289)

Implica que pueda ser solo una vivencia ‘delirante-alucinatoria’, la de ‘un momento’, y no pasar de allí. Para que un sujeto se precipite en el consumo como forma de detenerse ante ‘ el borde’.

Antecedentes de la pre-psicosis.-

Lo desarrollado es a los fines de descifrar el grave problema que presentan los pacientes duales. El término pre-psicosis lo fundamenta Lacan a partir del Seminario III, pero sus antecedentes están en la Tesis del 32, allí afirma que para introducirse en el campo de las psicosis es necesario partir de la noción de los fenómenos element ales. A partir de este nuevo paradigma se establece una crucial diferencia con las neurosis, no hay prehistoria en la psicosis; esto hace al fundamento de la pre-psicosis. Se trata de una experiencia que no se inscribe en lo simbólico. Es una experiencia fuera de la temporalidad cronológica. Es lo que Lacan conjetura como la temporalidad lógica. El tiempo del instante creador, productor, se vive en las paradojas del presente-pasado-futuro, el delirio se produce en la instantaneidad de un acto sin historia.

Lacan, en la Tesis del 32, prioriza la tradición psiquiátrica alemana del siglo XIX. Neisser, en 1982, nomina el síntoma primitivo de la paranoia como la significación personal. Hace referencia a otros autores que están en la misma postura. Es la ‘vivencia paranoica’, la Erlebnis de Jaspers, afín a la tradición de la significación personal, que se caracteriza por haber introducido en la personalidad un elemento nuevo y heterogéneo. Lacan adopta este término y designa ‘el fenómeno elemental como significación personal’.

Son términos afines (no iguales) en la estructura psicótica: la pre-psicosis, los fenómenos elementales, la significación personal y el desencadenamiento psicótico. Recordemos que en la psiquiatría alemana del siglo IXI el 70% de las psicosis eran paranoias. Luego prosperó la esquizofrenia. Freud hizo sus diferencias al igual que la psiquiatría francesa, la que culmina con Clérambault.

La paranoia con las psicosis maníaco-depresivas son el paradigma de la alternancia y coexistencia de las ‘psicosis temporarias<>psicosis permanentes’, tal como surge de la conjetura de Nasio. Ambos trastornos son los que suelen pasar inadvertidos en un drogadicto, de allí las consecuencias del abandono de la droga sin el tratamiento de las psicosis.

Dijimos que Lacan, en el Seminario III hace explícito su acuerdo con Clérambault, por él conjeturado como el ‘Síndrome del Automatismo Mental’. En su esencia es ser anideico, como fenómenos de automatismo mental, carece de nivel simbólico. A Lacan le resultó imprescindible para descifrar el orden de las psicosis en torno a lo incomprensible de la estructura. Clérambault le abre a Lacan las puestas de sus innovaciones en el psicoanálisis, y así introducir allí la noción de lo real de la estructura. Lo único comprensible es la ruptura que introduce: el eje estructural de lo psíquico es lo incomprensible, solo tenemos acceso a través de sus semblantes; lo que Nasio denomina ‘formaciones del objeto a. Puedo aseverar con mi experiencia la complejidad de los pacientes que presentan, muchas veces, los oscuros fenómenos del ‘automatismo mental’; lo frecuente es que se lo atribuyen al consumo.

La significación del falo.-

De los últimos Capítulos del Seminario III tomo esta referencia que vincula en mi experiencia, el caso Roberto como el caso Schreber: "No hay ningún medio de captar, en el momento que falta, algo que falta. En el caso del Presidente Schreber sería la ausencia del significante masculino primordial (....) durante años parecía sostener su papel de hombre (...)La virilidad también significa algo para él, porque también es objeto de vivas protestas en el momento de la irrupción del delirio, que de entrada se presenta como una pregunta sobre el sexo, un llamado le viene desde fuera como un fantasma: qué bello sería ser una mujer sufriendo el acoplamiento. El desarrollo del delirio expresa que no hay para él ningún otro modo de realizarse, de afirmarse como sexual, sino admitiéndose como mujer, transformándose en mujer"(8 Pág.361)

¿Qué es lo que falta en Schreber? El fantasma que sostiene la significación del falo, En Shreber como en Roberto, la pregunta sobre el falo se convierte en ‘un llamado que viene desde fuera’, es el a que retorna desde fuera del cuerpo y ‘se acopla a éste’. Se trata de una ‘formación del a forclusiva’.

El fantasma pre-psicótico.-

Es el caso del paciente Roberto, el momento intemporal de la entrada en la psicosis; la función del falo, la castración, está forcluida. Parto de la paradoja lacaniana de la pre-psicosis. Hay una correlación en ésta entre distintos términos: como respuestas de lo real, el momento fecundo, la significación personal, el fenómeno elemental. El llamado fantasma schrereberiano implica una contradicción, ya que lo propio de las neurosis es ser portadora de la significación fálica. ¿Cómo detectar el falso anudamiento fantasmático de las pre-psicosis con la estructura fantasmática fálica de las neurosis? Justamente esta contradicción teórica asevera el problema en la clínica, la del diagnóstico diferencial de las pre-psicosis con las neurosis y las perversiones.

¿Cuántos pacientes pasaron años en los divanes como neuróticos y luego la sorpresa de una psicosis? La revisión del caso permitió corroborar lo que algunos analistas ignoraron: los indicios pre-psicótico. Pero este ignorancia hace estragos en el campo de la drogadependencia.

Del síntoma al sinthome.-

Para Lacan, en una primera etapa, la formación del síntoma psicótico estabiliza, permite una cierta fijación del goce en ausencia del falo, lo cual actúa como una barrera, una defensa ante la desorganización y el estupor psicótico. El síntoma estabiliza pero es inanalizable como respuesta de lo real del goce. Lo real del goce, lo imposible, produce la trasferencia ‘masiva’, compacta’. Bleger sostenía una vivencia simbiótica: "Pude ir comprendiendo que su proyección masiva ocupaba tanto su cuerpo como el mío( en tanto yo le servía como depositario) (...) ambos formaban un sincicio indiviso"(4.105)

En Lacan hay un nuevo giro que lo desarrolla en los años 70, del síntoma que estabiliza va a pasa al síntoma como suplencia; lo nomina ‘sinthome’. Es un desarrollo engorroso, tomo de él lo novedoso y a mi servicio: cualquier síntoma al tener una significación personal, puede ocupar el lugar de lo expulsado: la significación fálica. Con ello los diagnósticos diferenciales se hacen mucho más complejos, ya que es mayor el grado de apariencia de neurosis. Si bien la complejidad de la pre-psicosis se amplía, al mismo tiempo ha permitido fundamentar la posibilidad de la ‘la dirección de la cura’ en la pre-psicosis de los drogadíctos.

La Comunidad Terapéutica, la que debería actuar en la creación de transferencias múltiples como nuevos lazos sociales en el trabajo terapéutico, para crear la posibilidad de un nuevo sentido de suplencia con el síntoma pre-psicótico de Roberto, al tiempo que iría suprimiendo la dependencia a la droga. Esta fue mi estrategia de trabajo con Roberto. De este modo sostener una demanda diferente de curación del paciente; fue lo que no se produjo. De esto me ocuparé con el caso Roberto. Como dije, intentaba la posibilidad de ir creando, en la experiencia terapéutica comunitaria, con las entrevistas individuales, un posible síntoma de suplencia.

El caso del paciente Roberto.-

Es lo que aconteció con el paciente Roberto de 29 años. En las entrevistas de admisión arribo al diagnóstico de una pre-psicosis. Esta se fue advirtiendo en la aparente coherencia de su discurso, que marcado por un ritmo hipomaníaco, fueron emergiendo fenómenos elementales delirantes. Habla y mira a su alrededor como si sintiera observado, en realidad mira, según lo dice, para saber qué queremos de él. Este sesgo paranoico es lo que le permitirá, durante largo tiempo, una adecuada, pero aparente inserción comunitaria. Ricardo se encarga con esmero de realizar todas las tareas mientras ‘mira’ y ‘escucha’ lo que le dicen, lo que le asignan. Ha puesto en escena la adaptación pre-psicótica, un comportamiento que se ajusta a lo que él reconoce como el Ideal Comunitario. Es lo que todos esperan de él, hace una adaptación pre-psicótica, de allí su enorme eficiencia, con ello el engaño de confundirlo con lazos sociales comunitarios. Atento a lo que ‘viene desde fuera’, como mandatos normativos, dan cobertura a sus alucinaciones auditivas; ‘las que vienen desde fuera’

En una de las entrevistas, está inquieto, comienza diciendo: "no sé quién soy yo, por eso adopto posturas al estar con la gente, trato de suponer lo que los otros quieren de mi para tener una personalidad. Me fijo en todo mi entorno, estoy atento para moverme de acuerdo a lo que los otros quieren. Pero mi verdadera forma de ser es cuando estoy solo, es como que....". Hay una detención, una falla en la significación como sujeto: ‘ es como qué…no sé quién soy yo’.

Es oportuno recordar: "Puede suceder que algo primordial en lo tocante al ser del sujeto no entre en la simbolización, y sea, no reprimido, sino rechazado (...) En un momento cumbre de su existencia, no en un momento deficitario, esto se manifiesta bajo la forma de irrupción e lo real de algo que jamás conoció, de un surgimiento totalmente extraño."(8 Pág.125) Será lo que ocurrirá con Roberto en el momento del desencadenamiento de la psicosis.

Mientras tanto, Roberto suple su identidad fallida como sujeto, con la identidad regida por un ‘Ideal del yo’ comunitario; las normas. Busca, demanda, cómo debe ser para los otros, él responde con tareas normativas que debe realizar. Roberto se adapta a un Ideal, no se identifica como sujeto respondiendo en su nombre a la comunidad, con la alteridad de su valor personal. No subjetiviza la alteridad de los lazos sociales con sus semejantes. No puede responder por lo que él es, sino por algo impuesto. En el caso Roberto como en muchos otros pacientes duales, produce una precaria estabilización, la que no tardará en fracasar y lo que precipitará en un delirio persecutorio.

El grupo terapéutico no advierte el problema, caen en la creencia de que la mejoría es por el nivel imperativo y autoritario de las normas. El paciente cambia por sometimiento y se convierte el sistema en un sustituto de la droga. Las patologías subyacentes siguen su curso, no cesan de proliferar los pasajes al acto. Más grave es en los pacientes duales, como el caso Roberto.

En la continuidad de sus dichos Roberto nos lleva al problema clave: "¿No se porqué no puedo decirle a mi papá de mi problema de la fimosis? No logro explicarme de qué es lo que se trata con mi pene". De este dicho inferimos la función forcluida de su padre, el problema su fimosis ante su padre es el nombre que hace la ausencia de la marca de la castración, de la función del falo forcluida. ¿De qué "no logro explicarme qué se trata?": del falo, solo sabe que su fimosis es la de un órgano, la fimosis del pene es lo que suple en su lenguaje la significación del falo.

En el lugar del falo ha quedado el síntoma pre-psicótico: ‘su pene tiene fimosis’. Es sobre lo que siempre cavilaba y lo que le produce extraños pensamientos y sentimientos. Uno de ellos: ¿cómo serian las relaciones sexuales?. Llamó la atención sus variados comportamientos bizarros, uno de ellos fue su forma del consumo de cocaína, solo lo hacía en su casa paterna, encerrado en su cuarto, nunca lo hacía en su trabajo como viajante. Lo que intento producir es un nuevo anudamiento del síntoma: anudar al cuerpo propio ‘un pene sexualizado’, no reducido a la fimosis.¿Pero si la fimosis es la forclusión del padre?

Pasado un corto tiempo, comienza la demanda de consultar un urólogo y operarse. La negativa le motiva a ir integrándose a la comunidad de otro modo: debe tratar su fimosis en los grupos y en entrevistas individuales. Esto lo va conduciendo a una ‘doble operación ’, la primera, que es establecer algo desconocido para él, escuchar y a comunicarse con sus pares respecto a su problema de la fimosis. Sería ‘la operación’ de ligar a su propio cuerpo su pene con valor sexual.

Es su repetida pregunta: "¿cómo sería sexualmente con mi pene operado?" Mi pregunta: ¿es posible esta suplencia de una significación perdida? Roberto comienza a develar múltiples fantasías y actos sexuales de carácter perverso, los que testimonian su contenido delirante. "Ahora me doy cuenta que, cuando me negaron operarme, empecé a meter la mano en el tacho de mi sexualidad, eran todas porquerías, ahora tengo una idea de lo que no es una sexualidad normal". Este pasaje a actos perversos es la antesala de dos episodios delirantes. Pone al aviso del riesgo que fue intentar suprimir el ‘síntoma fimosis’ por otra suplencia teóricamente mejor.

Llega en una ocasión a la consulta excitado diciendo: "¡Qué es el pánico, pánico! Tengo miedo de volverme loco, pienso sin parar todo el día, no puedo detener mis pensamientos ¿Qué me pasa? Antes no paraba de moverme, ahora se me fue todo a la cabeza, ¡y esto crece y crece!." Hubiera sido impropio interpretarle como si se tratara de su síntoma delirante. Se lo medica con Risperidona 3mg por día. Días después dice "Se me ha frenado las ganas de volar de mi cabeza, ya no tengo la invasión de pensamientos. Me doy cuenta que puedo escuchar a los demás y en los grupos, hablo pensando. Fantaseo que estoy operado" Ahora me parece oportuno preguntarle: "¿Cómo podes ser? con la cabeza de tu pene afuera " Se queda en silencio pensando. "No sé, pero me masturbo pensando ahora cosas normales con mujeres."

Pasado varios días, y ante el firme planteo de Roberto de operarse, se lo autoriza. Roberto se desconcierta y dice: "Lo voy a pensar". Pocos días después, no se hizo esperar, aparece un nuevo brote psicótico, conjuntamente con su perplejidad ante la autorización de operarse. Hay una discreta disgregación del pensamiento marcada por un tono hipomaniaco, no faltan los delirios persecutorios. Se lo medica con Olanzapina 10mgr diarios

En las nuevas entrevistas con Roberto, es digno destacar, no solo hay un nuevo modo de reflexionar, sino que su actitud es distinta, su expresión, los gestos. Dice que su pensamiento ahora tiene pausa, esto le permite una visión retrospectiva de lo vivido en la comunidad y lo que le ocurre en torno a su pene: "ya no fantaseo más en las cosas locas de antes, quiero operarme y esperar que me ocurrirá en la relación con una mujer, algo desconocido para mí." El problema de ‘la mujer’ en las psicosis ha sido profundizado ya por las conjeturas de Lacan.

La operación se llevó a cabo, debe realizarse en dos tiempos, luego de la primera intervención dice: "yo creía que si decía mis preocupaciones Ud. pensaría que estoy mal, pero es lo contrario, son preocupaciones razonables, lo más importante es que ¡ahora va a quedar la cabeza afuera! Con esto se me transforma el cuerpo, yo voy a estar pegado a un pene, quizá, luego ocurra lo contrario". Queda sombrado cuando le relaciono su dicho: ¡Qué va a pasar con mi cabeza!, así como su terror cuando decía: "¡Todo pasa por mi cabeza, crece y crece, no la puedo parar!.

Luego de la segunda operación se realizan entrevistas periódicas, Roberto reitera su estado de expectación, aparenta estar sin sobresaltos frente a su vida sexual futura. Reitera en las entrevistas su pensamiento sobre cómo encarar su vida sexual; ha pensando en elegir primero una prostituta. Es sospechosa su tranquilidad, en los grupos mantiene su reserva. Luego pide postergar las entrevistas, dice que estas lo angustian. Repentinamente decide abandonar el tratamiento, ha estallado un delirio persecutorio irreductible.

No solo la suplencia fue irrealizable, el desencadenamiento de la psicosis no es ajeno a toda esta estrategia y la metodología comunitaria. El caso Roberto es el destino casi inevitable de los pacientes duales así tratados.

DEL PRE-ADICTO AL DROGADICTO.-

Clínica de la drogadependencia.-

Olievenstein, en la clínica de la drogadependencia, es el reverso de lo plateado en el caso Roberto. Es una doctrina nueva que exige pensar otra dimensión témporo-espacial. "Ella obliga a aplicar un método científico a los eventos que sobreviene en tiempos inciertos. Si hay determinismo, no es más que relativo" (20 Pág.10) Hago una relectura de sus novedosos aportes. Esta clínica, sostiene Olievenstein, es impensable sin el psicoanálisis, la neuropsicología, la neuroquímica, y los aportes de otras disciplinas sobre los sistemas autorreguladores y los equilibrios inestables, "En particular a los aportes de M. Serres en su libro <Naissance de la Physique dans le texte de Lucrecio>" (20 Pág.8) Todo esto era impensable para la conducción del ‘Programa’.

Es imposible pensar y actuar en la clínica del drogadicto fuera de la singular temporalidad donde despliega su vida, temporalidad no solo diferente de la del sujeto corriente sino de las patologías corrientes.

Es la singular instantaneidad del tiempo vivido, lo propio del sujeto pre-adicto que, en el encuentro con la droga, ha de surgir el drogadicto. En ambos está la diferencia cualitativa y cuantitativa del tiempo vivido respecto del individuo corriente.

Sostiene Olievenstein: "Nosotros debemos hablar de cinética, de instantaneidad, de desmesura, de desproporción (....) con una necesidad absoluta de trasgresión que se sabe deberá pagarla con una angustia de culpabilidad aún más grande (...) no hay sucesión legítima entre pasado y presente. No puede organizar su tiempo en secuencias orientadas al futuro " (20 Pág.156/57)

De aquí surge la ética en terapéutica propia al drogadicto, un discurso que debe fundarse, comenzando por el Institucional: "debe ser un modelo de práctica <democrática> y no una relación dominante-dominado (…) lo contrario de una discurso o de un método moralizante y culpabilizante" (20 Pág.227) El tiempo terapéutico Olievenstein lo designa: ‘sufrimiento del sujeto desintoxicado’, ya que "es por la falta de la dependencia por la cual sufre el sujeto desintoxicado"(20 Pág.256)

La terapia exige un largo tiempo, es con logros y recaídas. Es lo que permite al drogadicto a convivir y abandonar la desmesura del sufrimiento. La droga le proporcionaba un placer para pasar a otro sufrimiento; el sufrimiento en la abstinencia. Es en la abstinencia donde irá develando lo que la droga le proporcionaba: "la pasión tan brutalmente buscada que no es más que aquélla de la miseria del sujeto" (20 pag.280)

Es el pasaje del drogadicto al dolor del duelo, es al ir dejando la pasión por el sufrimiento; la miseria del sujeto en la posición del goce masoquista. ¿A qué se debe esta pasión?

El estadio de la desmesura y del espejo roto.-

La drogadependencia surge del triple encuentro: el producto, la estructura subjetiva y el momento socio-cultural. La originalidad de Olievenstein radica en la articulación inseparable entre la conjetura del estadio del espejo roto y el estadio de la desmesura, fundamento de la temporalidad del drogadicto; la instantaneidad en la simultaneidad. Este conjunto es el fundamento de la estructura pre-adictiva.-

El estadio del espejo, en la enseñanza de Lacan, es lo que inspira a Olievenstain. Este estadio implica dimensiones témporo-espaciales originarias, la alteridad en la simultaneidad. "Una discordancia, de una fuerte distancia entre un cuerpo prematuro y la imagen anticipatoria de ese mismo cuerpo ya maduro ( ) un cuerpo insuficiente y su imagen reflejada ( ) la sexualidad surge allí en la discordancia." Es la alteridad-temporalidad que va a recorrer toda la obra de Lacan. Su inicio: "El tiempo lógico. Un nuevo sofisma"(9) escrito en 1944. "El estadio del espejo" (11) en el año 49.

Olievenstein retoma estas conjeturas: "Nosotros intentamos integrar principalmente en toda la clínica humana la noción de instantaneidad-la instantaneidad fecunda que permite volver a poner en causa, de manera definitiva o transitoria, una organización tópica o estructural."(20 Pág.126)

El sujeto corriente vive en el tiempo cronológico, la temporalidad en la instantaneidad está reprimida. El drogadicto, por lo contrario la sufre, vive en la temporalidad instantánea, la descarnada asimetría del cuerpo y la imagen. El tiempo vivido es fugitivo, hay al mismo tiempo orden y desorden, el placer y el goce se separan y se unen. La identidad es la dispersión en la unidad del sujeto como objeto.

Para Olievenstein, el rasgo diferencial del drogadicto es: actúa como un neurótico, como un perverso, como un psicótico, como un melancólico o un maníaco; sin ser ninguna de ellas es él. Es lo que hace a la complejidad de la clínica, donde la droga y la estructura previa actuan como una fusión nuclear.

La droga, en el pre-adicto, va a ir reproduciendo esta identidad fallida: el espejo roto. En el consumo, el drogadicto vive la desmesura de los afectos e imágenes en el hig megalómano, en el down sufrimiento de la droga; el goce masoquista, la persecución y la omnipresencia de la culpa.

No sabemos ahora, sostiene Olievenstein, por qué la estructura pre-adictiva se instala en determinados niños. No invoca una causa sino una estructura; es su hipótesis del ‘estadio del espejo roto’ como del ‘estadio de la desmesura’. Es una conjetura desde la experiencia clínica del ‘Centro Médico Marmottan’, el que ha recibido a doce mil pacientes entre consumidores y drogadictos hasta 1983.

La función del fantasma.-

En el drogadicto la organización es en la desorganización, "se tratan de nudos", (20 Pág.41)sostiene Olievenstein. Los nudos son los lugares de resistencia, de repetición de la organización pre-adictiva. A mi entender, es la perturbación de la función del fantasma lo que hace posible pensar en la singular estructura del drogadicto; parecer....sin serlo. La ‘organización’ del fantasma en el drogadicto coexiste su ‘desorganización’; su vacilación y caída. ¿Qué es la caída?: el goce en el sufrimiento del drogadicto: una ‘formación del objeto a’.

Enrique tiene 28 años, consume desde los catorce años, lo hacía para superar una desesperante timidez, siempre se sintió mirado por su mal aspecto; aún por el mismo. A los 20 años en una pelea, recibe una grave puñalada en el epigastrio, de allí en más los momentos de crisis van en aumento, se siente perseguido, observado, despreciado, con una intensidad que solo el suicidio es la salida. Estos episodios se repiten en intensidad al dejar el consumo. Pierde el control de su cabeza, ideas ajenas a él se le imponen. Cuando pasa la crisis, queda extrañado por su comportamiento. Lo más llamativo en su relato es que él, cuando habla de sus distintos momentos vividos, no logra saber quien es él entre todos sus compañeros; son los momentos de sufrimiento.

Es un relato, como el de muchos otros pacientes, con el realismo de la dispersión de su identidad, es sin dejar de ser él el que padece. Podemos relacionar su padecimiento con la conjetura de Olieventein, el estadio del espejo roto y la desmesura. El Yo narcisista se derrumba sin el acotamiento del fantasma; queda al descubierto lo real del sufrimiento. El encuentro con lo real especular del cuerpo fragmentado; su imagen rota. Sus síntomas como el fracaso del narcisismo y del fantasma no constituyen un trastorno psicótico, sino las manifestaciones de la estructura pre-adictiva que lo simula. El fracaso del fantasma da lugar a estas manifestaciones alucinatorias-delirantes como ‘formaciones del objeto a por forclusión’, de acuerdo con la conjetura de Nasio. Más aún este paciente como otros descritos producen los efectos transferenciales masivos, de los cuales hice ya referencia a las conjeturas de Bleger y de Nasio.

La función del fantasma está sujeta a diversas relecturas en la enseñanza de Lacan, tomo como referencia la del Seminario XIII. (12) La función del fantasma es la bisagra entre el Ello y el Inconsciente, el fantasma determina la articulación de ambos. No existe, desde esta conjetura, la anterioridad de un Ello como lugar de un desorden pulsional o bien como un ‘núcleo psicótico’. Se trata de la anterioridad Ello como el ‘no-pienso pulsional’, hace posible que haya una oferta al Inconsciente de un pensar vacío, como una mar posible de pensamientos para el sujeto. Son, entonces, pensamientos por advenir, en el lenguaje efectivo, emergen como invención del sujeto, las que hacen su realidad.

Esta función del fantasma es la que vacila o falla ya en el pre-adicto, más aún en el drogadicto. El fracaso del fantasma hace la instantaneidad témporo-espacial, hace que se deslice el pensamiento como una forma impuesta, con la apariencia de obsesiones, aparentan los trastornos cognitivos propios de las psicosis. Por ello el drogadicto parece un psicótico sin serlo; aún con el pensamiento impuesto, la ideas persecutorias o suicidas, a veces en formas casi alucinatorias. Es lo que he ido advirtiendo en mi trabajo con otros pacientes drogadependientes.

El fantasma no es algo que pertenece a la subjetividad de un sujeto, es como lo sostiene Nasio, lo que lo enlaza de los modos más diversos ‘al objeto fantasmático elegido’. No es posible una cura sin saber cual es el lugar del elegido fantasmatizado, el que puede ocupar sea los padres o hermanos, la pareja elegida. Lo más importante: el terapeuta, si este no advierte que: "yo soy la persona viviente en la que se ha construido su fantasma ( ) mi fantasma será un nudo tanto más estrecho cuando yo soy para el otro lo que él es para mí: el elegido fantasmatizado" (17 Pág.52)

‘El elegido fantasmatizado’, es un concepto psicoanalítico fundamental para abordar no solo las diferentes relaciones del paciente, sino que tiene incidencias en el proceso transferencial; el fantasma diferencia el objeto del psicoanálisis del objeto empírico. Nasio no se refiere al amor al objeto con un sentido ingenuo, el amor del que nos habla puede ser un ligamen pasional a otro que no solo es lo más exterior sino lo más exterior íntimo; ese lugar lo puede ocupar el terapeuta sin saberlo. Más aún, el vinculo simbiótico o compacto producido en la transferencia

El ’objeto fantasmatizado’ tiene un nivel simbólico e imaginario, pero "es la presencia real del otro en mi inconsciente la que plantea más dificultades conceptuales, porque el calificativo de "real" ( ) no designa a una persona sino a lo que, de esa persona, despierta en mi inconsciente una fuerza que hace que yo sea lo que soy y sin la cual no sería consistente. Lo reales es lisa y llanamente la vida en el otro. ( ) un eje vital e impersonal que no pertenece a ninguno de las dos partenaires (17 Pág.53)

Lo real en la enseñanza de Lacan, tal como lo enfatiza Nasio, es que lo que el fantasma produce, no solo la consistencia psíquica de un sujeto, sino la consistencia al lazo con el otro. Las formas de ‘terapia educativa’ son el terreno propicio para estos enlaces. Lo contrario es lo que propone Olievenstein.

Partir de esta conjetura de lo real del ‘objeto fantasmatizado’ nos permite pensar cual es el dolor-sufrimiento que ocupa el lugar del ‘objeto perdido’ en el pre-adicto como en el drogadicto. Es la relectura de la hipótesis de Olievenstein, del estadio del espejo roto y del estadio de la desmesura, que privilegia el momento donde se inscribe la marca "de esta pre-instantaneidad donde se va a operar la ruptura ( ) Nosotros sabemos la importancia que va a jugar en el mantenimiento de la drogadependencia los fenómenos de la memoria, particularmente el reencuentro con el primer "flash" y el "planeta" encontrado, la unidad al fin encontrada en aquella atmósfera de goce." (20 Pág.144)

Podemos decir, retomando Freud: "no sabe a quien perdió, ni lo que perdió". El ‘objeto elegido fantasmático’ implica una desmetida del duelo primordial por el objeto perdido, el objeto nunca tenido.

Si la consistencia del fantasma organiza el marco de la realidad, da consistencia al cuerpo y al sujeto para que pueda enunciarse como el yo de la primera persona; lo que vacila, claudica en el drogadicto. Es lo que nos obliga a pensar, buscar entre sus relaciones amorosas, cuál el objeto fantasmatizado que domina sus actos, su subjetividad, el que ocupa el lugar de la creencia del Otro del Goce. Es el fantasma el que enlaza y vale para ambos partenaires.

Es prioritario en la clínica de la drogadependencia no tomar al sujeto aislado, sino que el partenaire fantasmático al que se une puede ser el terapeuta, el lugar que éste, peligrosamente puede ocupar ante el poder de la transferencia. Por ello es oportuno recordar la cita de Bleger: "La transferencia de la parte psicótica de la personalidad es una trasferencia psicótica, que se caracteriza por ser masiva, invasora, precipitada, tenaz y lábil; totalmente equivalente a la simbiosis transferencial" (Bleger.156) "La transferencia de la parte psicótica de la personalidad es una trasferencia psicótica, que se caracteriza por ser masiva, invasora, precipitada, tenaz y lábil; totalmente equivalente a la simbiosis transferencial" (4.156)

El pre-drogadicto.-

Hay una diferencia clínica fundamental entre el ‘drogadicto verdadero’ y el ‘consumidor de drogas’. El pre-drogadicto es el antecesor necesario del drogadicto; no del consumidor. En el pre-adicto hay "una posibilidad mínima de asumir la ley real o imaginaria, también la rapidez de las transformaciones del sujeto y de sus pasajes al acto." (20 Pág.43) "La relación del futuro drogadicto con la Ley es modificarla por necesidad absoluta" (20 Pág.130) La Ley, la que rige las relaciones sociales, es ley que se internaliza en el sujeto, solo es vigente en el sujeto que ha subjetivado la Ley Primordial Inconsciente; pero ésta es una Ley paradójica, como lo demuestra Freud en ‘Malestar en la Cultura’.

En el pre-adicto, las paradojas de la Ley Primordial carecen de velos, es así que su interdicción hace la pasión por lo prohibido. La Ley Primordial se presentifica en la omnipresencia de la culpa, en el imperativo del goce en el sufrimiento. Rige la subjetividad pre-adictiva, la instantaneidad-desmesura. Desde la infancia, hay un consumo bulímico de excitaciones; una masturbación exagerada acompañada de fantasías perversa o incestuosas; el pasaje al acto. El travestismo empieza a ocupar un lugar privilegiado en su vida sexual. Todo debe ser de inmediato y masivo; se desliza al masoquismo. "Es en este consumo bulímico de excitaciones que va a inscribirse para esta nosografía clínica. Y en primer lugar, el aparente carácter perverso que presenta a los ojos del observador el pre-drogadicto, por su consumo bulímico de excitaciones" (20 Pág.42/43) Por lo contrario, nada específico hay en la infancia del ‘consumidor’.

Sostiene Olievenstein, que es necesario reintroducir la noción de ‘los momentos fecundos’, las vivencias del pre-adicto es necesario reproducirlas en la terapia, el actuar tanto de un modo psicótico, neurótico, perverso, sin ser ninguna de ellos. Por ésto hago hincapié en la trasferencia. Desorganizarse lo mismo que reorganizarse de otro modo ante un nuevo obstáculo.

Solo es posible ligar la clínica de la drogadicción a este movimiento, a este orden del desorden; el que comienza en el pre-adicto. Se trata de conducir y producir una clínica que dirija la acción terapéutica en la trasferencia propia del pre-adicto en el drogadicto. Muchas veces estas formas cambiantes reciben el mote de impostores por el efecto contratransferencial ignorado. No solo impiden su cura, sino que lo estabilizan en una postura masoquista, a la que son propensos.

Del sufrimiento del drogadicto al duelo.-

El drogadicto convive con el sufrimiento, la convivencia del drogadicto con lo real del sufrimiento es un misterio. Cuando se produce el reconocimiento del sufrimiento, éste lo hace simulando un síntoma, el que lo puede llevar a la consulta; no consulta por la drogadependencia. Hay una detención del pensamiento en torno al sufrimiento, el sufrimiento no es lo real, está en el límite con lo real; lo real es mudo.

Será necesario que el sufrimiento-síntoma de el paso que lo haga posible arribar al dolor del duelo. El duelo, como Nasio lo presenta en el caso Clémence. Su hijo tan esperado, muere repentinamente luego de nacer. "Durante algún tiempo, Clemence no dio muestras de su sentir. Su silencio no me asombraba, porque yo sabía por experiencia hasta que punto la persona que atraviesa un duelo, desmoronada por el golpe de una pérdida violenta, rechaza de plano el encuentro con todos aquellos que, antes del drama, estaban vinculados al ser desaparecido ( ) Sabemos que este dolor es la última defensa contra la locura." (17 Pág.14) Es la diferencia del dolor-sufrimiento con el trabajo del duelo, en el sufrimiento ‘no sabe a quién perdió ni lo que perdió’. El dolor de Clemance involucra a su analista: "En aquel momento, nuestro vínculo se reducía a poder ser débiles juntos: Clemance, fulminada por su pena, y yo, sin dominio sobre su dolor. Me encontraba desestabilizado por la impenetrable angustia del otro" (17 Pág.15) Nasio no vacila en dar a conocer como es el efecto contransferencial en la cura, un momento esencial para el trabajo analítico. Es lo que remarco que ningún terapeuta esta excepto; salvo de negarlo.

El trabajo con el drogadicto nos plantea situaciones similares a las de Clemance, siempre involucra al analista en su angustia, dolor y sufrimiento.

Paradojas del masoquismo.-

En el drogadicto es necesario el pasaje del mutismo del sufrimiento para producir el síntoma en la cura. El sufrimiento del drogadicto, por el cual consulta, se va a ir deslizando paulatinamente al goce del fantasma perverso masoquista, no al sufrimiento depresivo. Goza de exaltar su propia degradación y utilizar la de aquellos comprometidos con su cura. Es necesario que el goce masoquista se vaya transformando en lo posible en la ‘formación de síntomas’.

Olievenstein asevera: "No es por casualidad que nosotros hemos hablado de sado-masoquismo ( ) así la dependencia no es más que impuesta al sujeto, ella representa para él un atractivo certero, obrando en él toda una perspectiva de vida, principalmente en la relación dominante -dominado, poseedor-poseído a lo que él deviene enteramente él por él mismo (20 pag.53) Esta singularidad masoquista del drogadicto, pude devenir en pasaje al acto en la cura por parte del terapeuta.

El pasaje al síntoma nos remite al caso Jorge, un drogadicto con trastornos maníacos y perversos. Para él era casi lo mismo la vida hetero que la homosexual. Su vida promiscua se alterna con actos delictivos. En él, hay un dominio desmentido del fantasma perverso masoquista; el que comanda la relación dominante-dominado. Hace de su vida la repetición ritualizada del acto perverso; la pasión por el sufrimiento del semejante; que es él mismo.

Puedo decir que hace síntoma en el momento del relato, al descubrir que él es el violado en su violación; él es el violado por él mismo; él, al mismo tiempo que viola, es objeto deyecto, humillado. Jorge relata con sorpresa su descubrimiento, lo sorprende que esto surja en mi escucha silenciosa, es lo opuesto a lo que hacía ante los grupos donde se ofrecía al reproche por su conducta perversa en una actitud megalómana. Ahora hay un intervalo reflexivo, parece hacerse responsable de su acto. Aparece la culpa, desde esta posición de objeto deyecto. Una presencia desconocida, la que ahora lo angustia en sus pesadillas, hace la demanda de tratamiento conmigo, en ella relata la satisfacción por la vida en colecho con su madre hasta su adolescencia. El goce masoquista no es una retórica teórica, en la clínica es necesario descubrir quién, como objeto, comanda el fantasma perverso masoquista. Jorge escindido, él mismo es el dominante dominado, ‘Jorge’ es lo más interior y exterior a su persona. El superyó freudiano del masoquismo moral es lo más interior al masoquismo de la estructura pre-adictiva del drogadíct28o.

En el caso Jorge se entrelaza la estructura pre-adictica con la pre-psicótica de la manía en un drogadicto. El caso Jorge nos remite a lo que sostiene Olievenstein, la complejidad del drogadicto: parece un perverso, lo es sin serlo; al igual que un psicótico o un neurótico. Pero es necesario destacar su aseveración: "La perversión es, en un momento de su existencia, el único modo posible de ser del drogadicto." (20 Pág.257) En la ‘desmesura perversa’ del drogadicto está la fuerza del incesto.

De los estadios al incesto.-

Olievenstein para dar cuenta de la subjetividad libidinal del drogadicto, del fundamento pre-adictivo, retoma la innovación temporal del ‘estadio del espejo roto’. El que, "rompe la existencia fusional que mantenía con su madre ( ) se ha escamoteado este costado explosivo, esta fusión separadora con un desarrollo lineal ontogenético" (20 Pág.133) Olievenstein se opone a una concepción psicogenética, para priorizar el momento, el instante, la ‘simbiosis ’, del júbilo del descubrimiento del Yo, emerge la alteridad traumática del Yo. Con ello, su imagen y la madre fusionados, sufren la rotura. Es el momento de la ‘rotura del espejo’; allí emerge la alteridad con la madre. Es la ‘instantaneidad temporal’ de lo que habrá sido y lo que será siendo el objeto perdido; la madre lo que nunca se tuvo y que será lo buscado nunca encontrado. Allí hace suplencia la droga, un goce fuera del cuerpo que fascina al ser humano, el imaginario encuentro con lo que ‘fueron Uno’. La clínica del drogadicto nos enseña la frecuencia de la madre transgresora, que con la cooperación paterna, desmienten la instauración de la Ley Primordial de la castración: el incesto.

Es lo que permite construir una clínica del pre-adicto descifrando momentos claves de la infancia del drogadicto: "de niño no falta jamás o apenas el calor maternal ni cariño, es más verdadero del costado maternal que el paternal" (20 Pág.135) Es necesario subrayar lo que Olievenstein enfatiza, que el sistema familiar se mueve en actos amorales delante de su hijo: "no escatiman nada: crisis, suicidios, comas, violencia" (20 Pág.136) Todo ocurre a nivel de los actos sin que la palabra sea trasmitida, lo que la tradición familiar oculta es lo que adquiere poder, lo que impide la trasmisión de la Ley: "existe un secreto no dicho" (20 Pág.135) "Las avenidas de la trasmisión, principalmente las de la Ley, fueron ocupadas por lo imposible de decir. Fuente de una angustia y culpabilidad inconmensurables" (20 Pág.136)

Es la razón por la que el drogadicto "busca revivir-o más exactamente recrear-los instantes privilegiados de su infancia, o realizar las situaciones fantasmáticas de su infancia" (20 Pág.137) Es lo que debe guiar su cura. Es lo que hace la conjetura de la instantaneidad del espejo roto y la desmesura, la identificación del Yo en y entre el reconocimiento de su imagen especular y sus pérdidas; la primordial la fusión con la madre. Las aberturas del espejo "no hacen más que reenviar a lo que era el estado anterior: la fusión, la indiferenciación (20 Pág.138) Es lo que hace entrar en escena a la trasferencia masiva; ¿no es un intento de poner en acto el incesto en trasferencia?

"Así en parte fusionado, en parte autónomo, en parte psicótico, en parte perverso y en parte normal, el drogadicto potencial va a su destino (20 Pág.139) Él es, lo que hacen sus partes fusionadas-separadas, donde "se constituye este bastardo polimorfo con la identidad en facetas, parcelado, reenviado a todas las patologías" (20 Pág.141)

Olievenstein plantea un gran interrogante: "Antes de seguir más lejos nos es necesario interrogarnos sobre el porqué de esta rotura, y sobre el momento donde ella se produce. La rotura no tiene un sentido único; interviene de entrada y ante todo la madre. Esta ruptura se produce en el sistema madre niño. Sus causas son múltiples. Es en esta cinética relacional que se sitúa -o no se sitúa el padre. No se puede hablar de forclusión del nombre del padre ni del padre mismo. El no interviene más que de una manera negativa, no testimoniando su deseo para nombrar al hijo, sea abdicando su rol paterno para tomar un rol materno en el lugar de la madre." (20 Pág.40/41)

La última parte de la cita de Olievenstein es respecto a la forclusión del padre o la función fallida del padre. Esto nos lleva a la conjetura de Nasio de la ‘forclusión parcial’ del Padre, en oposición a la ‘forclusión totalizante’. La conjetura de Nasio abre las puertas a la ‘psicosis temporarias’, y sus consecuencias transferenciales, como también plantea un nuevo enfoque de la pasión del ser humano por las drogas; estas ocupan el lugar de la forclusión del padre. Esto nos remite a lo aseverado en el inicio del trabajo: la drogadicción en nuestra cultura como la fallida trasmisión del nombre del padre. El que debe instaurar la ley en la subjetividad.

Serge Leclaire, el incesto infantil.

Leclaire se interroga sobre el incesto, un término que va más allá del psicoanálisis ¿Qué quiere decir ‘gozar sexualmente de la madre’? "El incesto entendido como el goce sexual de la madre es tan válido para el niño como para la niña. Afirmación chocante, sin embargo es lo que corresponde a un enfoque psicoanalítico de la cuestión del incesto" (14 Pág.58)

Leclaire sostiene, con toda razón, que el incesto consumado del púber, de ahí en adelante, lo más frecuente, la hija con el padre, solo tiene sentido médico-legal. No por ello deja de ser un síntoma grave o psicótico. Pero el verdadero incesto en sentido psicoanalítico es: "gozar sexualmente de la madre nos transportaría a una edad, como se dice, pre-edípica, a una edad que va del nacimiento a los cuatro o cinco años (...) una mujercita como el varón no cuenta con los medios para llevar a cabo la posesión de la madre, por lo que el incesto no se realizaría nunca" (14 Pág.59)

El incesto psicoanalítico tiene el carácter de una estructura fantasmática, el niño o niña es el ‘objeto fantasmático elegido’ por la madre, y se consuma como tal en las formas más diversa, el contacto, caricias, colecho, cohabitación, etc. Lo esencial para Leclaire es: la particular excitación genital que el niño o niña experimenta con su madre en esta época precoz.

El incesto pre-edípico es el verdadero incesto psicoanalítico, como tal imposible, pero se manifiesta en la variada patología adolescente o adulta. La función de la madre en el triángulo edípico "tiene que ser concebida como función límite. El límite no es un objeto. Si se toma a la madre como objeto se desvanece como límite. La relación incestuosa es la anulación o el escamoteo de la función límite (14 Pág.64) " Así como el placer es un eclipse moderado momentáneo del límite. El goce sexual de la madre es el modelo mismo del goce." (14 Pág.65) Más aún con su pregunta: "¿Cuáles son estos límites en un sujeto que ha tenido esta experiencia incestuosa y que en su edad pre-edípica quedó marcado con algo relacionado al goce? Se puede decir que está atrapado allí y que ya no podrá salir, o que le costará mucho trabajo hacerlo.(14 Pág.65)

"Todos estos sujetos, a la vez, buscan el límite, tratan de reconstruirlo y al mismo tiempo, por su puesto, de transgredirlo." (14 Pág.65-66) Lo que Leclaire fundamenta es crucial para nuestra relectura de lo pre-adictivo, lo singular de la clínica de la drogadependencia: la pasión por el incesto; una madre inductora y un padre partícipe en su ‘borramiento’.

Los casos que relata Leclaire hay un factor en común, el contacto con la madre se realiza por distintas vías, la mirada los cariños el colecho, etc. En el caso que llama Cleo, una mujer que recuerda el vínculo incestuoso de niña con la madre, ella se encargaba de un modo perseverante de practicarle enemas, hasta vaciar su intestino. Todas estas formas producen una sostenida excitación genital, la marca indeleble del incesto infantil.

No en vano Olievenstein sostiene: "el cemento-por ejemplo de la heroína-su atmósfera arcaica, pre-genital, se comprende que del símbolo a la realidad, el drogadicto cree haber encontrado el paraíso, es decir la Unidad (20 Pág.194) La instantaneidad del paraíso de la droga se dirige al ‘Todo’ de la unidad incestuosa.

Es lo que podemos aportar desde nuestra experiencia, sin entrar a detallarlos, los numerosos casos de pacientes drogadictos que relatan las formas más variadas, como sucesos vividos, de un vínculo incestuoso infantil con la madre. En muchos de ellos, colecho hasta la adolescencia con excitación genital. En uno de ellos quedó la enuresis hasta sus 28 años, sin saberlo, como el síntoma del colecho.

Un paciente de la misma edad pesa, ya como situación traumática la relación sexual inducida por su madre en su pubertad, coincidente con la muerte del padre, es el incesto consumado, más grave que el infantil, con el agravante médico-legal. Un adolescente, antes de consumir drogas experimentaba una fuerte atracción sexual por su madre, luego del consumo de cocaína, durmiendo la siesta con ella se despertó asombrado ante la eyaculación que tenía. Un drogadicto con un delirio paranoico relató, sin implicarse, que su madre le practicaba el felacio de adolescente. Quedan en suspenso las frecuentes fantasías incestuosas, más o menos encubiertas, de los que no llegaron al acto.

Recordamos la afirmación de Olievenstein: "Los drogadictos son expertos en el arte de manifestars e por síntomas tanto neuróticos, perversos, psicóticos, psico-somáticos, que son utilizadas para tapar la abertura dejada por la rotura." (20 Pág.97) La rotura es el incesto infantil, el que retorna como ‘las formaciones del objeto a’. Lo que la clínica nos enseña es en los casos de los pacientes duales, el más significativo es el caso de Pedro, el que luego relataré.

El estadio de la desmesura.-

Sinónimo del incesto: "La noción de maníaco-depresivo es por excelencia la enfermedad de la desmesura"(20 Pág.154) En el drogadicto no es sorprendente encontrar momentos de excitación o de depresión. "El high y el down serán los equivalentes reencontrados de esta ciclotimia" (20 Pág.155) El modo de la desmesura de la estructura pre-adictiva. "Una coexistencia del dinamismo arcaico patológico y la normalidad" (19 Pág.42)

El querer ir ‘más allá...’ lo equipara a: "Literalmente, la expresión Más allá del Espejo se le aplica a él, no es raro escuchar describir visiones de Dios o de la locura, una tras-realidad que en casos ordinarios reaccionamos con horror" (19 Pág.58) Es el lugar de la subjetividad donde ocurre la ‘forclusión local’ del padre’, allí la castración no adviene; en este lugar surge el dominio de la ley materna. Casi siempre encontramos que este hecho ocurrió en la vida del pre-adicto; capturado por la desmesura del incesto.

El estadio del espejo roto y la desmesura es una metáfora de una particular experiencia traumática incestuosa, experiencia que altera la subjetividad temporal del sujeto. Se trata de la experiencia del goce sexual con la madre, sexual no es relación sexual, sino que en muchos se trata del colecho con la madre hasta la adolescencia. No es casual esta cita "La dependencia frente a la madre no es posible de otra manera, porque ella ha p articipado y participa por las ondas de shock negativas que trasmite entre las roturas y los cuidados. Por lo tanto el futuro drogadicto buscará por todos los medios cambiar esta experiencia super-traumática por otra dependencia" (19 Pág.66) Olievenstein articula el shock de la rotura del espejo con el shock "en torno a la reacción con la madre. Toda desmesura comienza en este punto" (20 Pág.146) La droga será el sustituto del incesto.

Para ello Olievenstein relata el caso de Tomás de 5 años, su padre de 33 es un viejo drogadicto que no vive más con su madre. "Thomas ha conocido todo, visto todo, incluso los amantes de su madre. Su actividad de juego es frenética. Pero lo que él nos muestra con orgullo es la dimensión enorme de su sexo. Delante de nosotros, sin molestia alguna, a los cinco años el se masturbaba innumerables veces, realizaba un simulacro del acto de amor con su pequeña prima, sin que le sea censurado. Ninguna ley está aquí establecida. Él nos da a conocer que ocupa un lugar importante en la vida de su madre. No un simple lugar de cuidados, es un lugar fundamental" (20 Pág.146)

El rasgo característico de estos niños, como Tomás, es alucinar lo imaginario en el juego, hay un ‘apremio’ lúdico, el juego va tomando los rituales masoquistas, sufre y hace sufrir a la familia, provoca miedo. Hay una fascinación por las películas de horror. Poco a poco va naciendo en ellos el sentimiento de "parano", ‘estoy perseguido’, neologismo que usa Olivenstein para cubrir la franja que va de la noción de la enfermedad del que la padece, a la sensibilidad paranoica.

Pedro, un adolescente de 17 años, esquizofrénico, padece de delirios alucinatorios. Comienza el consumo con distintas drogas desde los 13 años, tiempo después cocaína. Trabajaba en las playas veraniegas ofreciendo cocaína y su ‘servicio ’ para los homesexuales pasivos. A raíz de una propuesta de dinero importante por un personaje ‘importante' de dejarse poseer homesexualmente, estallan las alucinaciones auditivas, las que lo acusan y se burlan de él diciéndole ¡Puto, matate! Estas voces de distinta manera son presentes en la actualidad.

Cuenta que a los dos años fue violado por el hermano del padre, ocurrió cuando este lo rapta y lo lleva con él, al separarse de la madre. La madre es quien se lo cuenta; le inició una demanda judicial. La madre es drogadicta como su nueva pareja. Con estos padres empieza su largo peregrinaje de maltratos, violencias y violaciones, su padrastro lo viola a Pedro a los 6 años, lo flagela, le hace presenciar los momentos que se inyecta cocaína. Pedro, el objeto fantasmático elegido de su madre, realiza como objeto el fantasma perverso masoquista de ésta.

En un comienzo en la Comunidad, solo escucha lo que sus voces le dicen. Poco a poco comienza a integrarse a los grupos, esto coincide con su demanda de ser escuchado por mí en entrevistas individuales. Allí relata que, "de chico me enamoré de mi vieja, fue porque yo la vi y la escuchaba gritar cuando cogía con el tipo que me cargaba a trompadas. No podía dormir, ella me hacía dormir al lado de su cama separado por una cortina trasparente. Vi una mujer que se me apareció y yo me la quería coger, la llamé a mi mamá para que la viera, no me dio pelota. Los gritos de mi vieja me volvían loco, agarré un pingüino que lo usaba como muñeco inflable para masturbarme". El mismo pide nuevas entrevistas, comenta que ya no le presta tanta atención a las voces, que escucha más a sus compañeros. Me dice: "Quiero que escuche los versos que escribo, toco la guitarra y quiero tener mi conjunto de rock. Me inspiro en mi voz interior, que es mi pensamiento".

Tal como lo afirme al comienzo de este trabajo, el desconocimiento de la ‘transferencia masiva’: la realidad de los relatos de su vida incestuosa, solo era reconocida racionalmente por los operadores de la Comunidad. La ‘transferencia salvaje’ daba lugar a diferentes acting por parte de éstos sobre Pedro. Uno grave, juzgarlo desmedidamente por recaer en el consumo de marihuana, que determinó su expulsión temporaria.

El caso Jorge como el caso Pedro nos plantean la complejidad de los trastornos duales. Pero especial el caso Pedro que, por la frecuencia de los trastornos hipomanícos en los drogadictos, los debemos descifrar a la luz de la estructura pre-adictica, y a ésta a partir de la conjetura de Nasio de las ‘formaciones del objeto a’; de ésta me ocupé al inicio de éste trabajo.

El narcisismo y el fantasma.-

Debemos volver al subtítulo ‘La función del fantasma’, allí afirmo que, lo novedoso de la función del fantasma ha sido modificar el imaginario teórico, el prejuicio de la relación sujeto-objeto. La lectura de Nasio nos permite entender que, solo hay relación recíproca del fantasma: "El fantasma es el nombre que le adjudicamos a la soldadura inconsciente del sujeto con la persona del viviente del elegido ( ) el elegido existe por partida doble: por un lado fuera de nosotros, bajo la especie de un individuo viviente en el mundo, y por el otro, en nosotros, bajo la especie de una presencia fantasmatizada-imaginaria, simbólica y real-que regula el flujo imperativo del deseo y estructura el orden inconsciente. De las dos presencias, la viviente y la fantasmatizada, es la segunda la que predomina" (17 Pág.50/51)

El fantasma tiene dos presencias, predomina la que pertenece a la subjetividad de un sujeto, pero no solo es necesaria la del ‘viviente’ y la ‘fantasmatizada’ sino sus recíprocas relaciones. Son los modos, por partida doble, de funcionar el ‘objeto elegido’. No es posible una cura del drogadicto sin saber como funciona este objeto. En primer lugar la madre, ya que es "la persona viviente en la que se ha construido su fantasma ( ) mi fantasma será un nudo tanto más estrecho cuando yo soy para el otro lo que él es para mí: el elegido fantasmatizado" (17 Pág.52) Es el modo de abordar el ‘caso Pedro’. ‘La madre-Pedro’ como vivientes, forman un nudo estrecho para constituir el ‘objeto elegido fantasmatizado’ en la subjetividad de Pedro. Ocupa el lugar de un ‘objeto simbiótico’, un ‘objeto compacto, según lo asevera Bleger y Nasio

Olievenstein, en su concepción del narcisismo, se opone a la fijación del narcisismo como una tipología, ya que sostiene que el imaginario propio del narcisismo comporta en sí mismo la falta, siempre hay una abertura de lo imaginario narcisista. Hay entonces, una articulación con la conjetura del ‘estadio del espejo’ de Lacan; el posterior estatuto del "fantasma" en la enseñanza de Lacan, que resignifica el narcisismo.

La creación del Ideal del Yo como estatua narcisista para ser amado, sirve para esconder el fantasma. Si se ha confundido la función del fantasma con el narcisismo, es por que no se ha diferenciado que, el narcisismo del Yo, como una envoltura pulida limpia, es la vía a la megalomanía, sirve para ocultar y sostener el secreto sexual del fantasma, entramado con el incesto. El fantasma hace valer el placer en el límite del goce; acota el más allá del placer. El fantasma claudica en el drogadicto.

Si la droga actúa como un cimiento inerte del Yo narcisista megalómano, al mismo tiempo devela y altera el acotamiento del goce en el placer de la función del fantasma. Por ello el drogadicto parece un perverso, un psicótico un neurótico sin serlo. Las formas más diversas de la sexualidad perversa se ponen en acto, hacen real en la escena lo imaginario de la fantasía, hacen posible las prácticas perversas, entre ellas debo destacar la pasión por el travesti, un sustituto, vaya la metáfora: "La penetración erótica de sí por sí, que es el gesto de la inyección con la jeringa. Este objeto(la droga) ha penetrado verdaderamente en sí mismo"(20 Pág.63)

Por ello, los distintos actos del drogadicto, más aún el acto de drogarse, debe entenderse como ‘las formaciones forclusivas del objeto a’. La cura del drogadícto se anuncia cuando progresan ‘las formaciones del inconsciente’.

La pasión por el Andrógino (el travesti) Pasión por el incesto.-

El Ideal Narcisista sostiene lo idéntico a sí mismo, la existencia de lo Uno, el Ideal oculta la función estructural del Rasgo Unario, la marca que introduce en la subjetividad la pura diferencia, la alteridad es lo no idéntico a sí mismo, el sujeto. La subjetividad pre-adictiva es la pasión por la unidad, no solo es la negación de la alteridad del Otro, sino de la escisión del sujeto, allí aparece el travesti. Es común que el drogadicto relate ‘aventuras’ con travesti, como si fuera ‘recaídas’ en el consumo. Es un enigma que Olievenstein destaca en sus escritos.

Olievenstein utiliza el mito del Andrógino como la pasión del drogadicto por ser el Uno de los sexos. Es una forma de salida del sufrimiento de la falla primordial como sujeto desde niño. La conjetura del estadio espejo roto y la desmesura implica, a mi entender, una falla en los tiempos de identificación del sujeto, la falla en la identificación del sujeto es inseparable de la función fallida del fantasma. La búsqueda de unidad narcisista en la instantaneidad del Andrógino(el travesti), es lo que anula toda alteridad de los sexos, es una suplencia a falla primordial en la estructura de la castración. ¿Por qué la alteridad es un sufrimiento? Porque el Yo Narcisita no se identifico en la diferencia con el otro, con el otro sí mismo, menos en la alteridad de los sexos, la oposición masculino-femenino. La alteridad es el sufrimiento del drogadicto, quiere hacerla desaparecer, recurre al Andrógino; al travesti, el drogadicto debe ser "una co-presencia bisexual" (20 Pág.214)

En la alteridad de los sexos no hay uno sin el otro sexo, el drogadicto debe ser Uno, uno y el otro sexo. La desmentida de la castración prepara el terreno para otras transgresiones sexuales del drogadicto, es para cerrar la brecha de su identidad.

Lo real-imaginario del fantasma del Andrógino solo se produce por la incorporación de la droga, "el drogadicto encontrará en su planeta la posibilidad que entreabra el paso del andrógino en una ilusoria mirada de amalgama de los contrarios y en una suspensión del tiempo vivido" (20 Pág.223) Quedará la marca, el "deyá vue" de una trasgresión aparentemente lograda. Pero con cada repetición del Andrógino está la decepción, la caída en el sufrimiento es mayor, en cada repetición se duplica la falta. "La decepción será más importante cuando el deseo y la alucinación hubieran sido mas fuerte" (20 Pág.225) Pero no le será posible vivir sin la instantaneidad de la pasión Andrógina, la que cree que le proporcionará, por un lado la droga, y el sustituto del travesti.

Un paciente de niño se había iniciado a travestirse, se iniciaba así en la fantasía un ser mixto y no un homosexual; se hacía presente su pasión por la instantaneidad. Es lo que corroboro en mi práctica con otros drogadictos: la búsqueda de la Unidad en el travesti; luego su decepción.

"La observación permite poner en evidencia este carácter constante, reencontrado en todos los verdaderos drogadictos: a saber un elemento escondido, virtualmente femenino en cada ser masculino, y en cada ser femenino, un elemento escondido, virtual masculino. El andrógino potencial, fuga, apariencia, y también apasionada búsqueda, deviene en una clave para la comprensión de esta singularidad en acción que es el drogadicto" (20 Pág.48) "La manera de ser travesti marca para nuestros sujetos sus límites. A diferencia de los verdaderos transexuales que reivindican dolorosamente una identidad que ellos no tienen, el travesti actúa tratando de imitar al otro sexo pero al mismo tiempo sin abdicar al suyo." (20 Pág.228)

Para el drogadicto, el travesti, es una manera de ilusionar en el fantasma la Unidad, ya que los caracteres sexuales secundarios del travesti hacen de obstáculo; marcan la incompletud de tener solo un sexo.

Olievenstein plantea una paradoja en la pasión del Andrógino: "La penetración de un hombre por otro hombre puede pasar aquí, en su instantaneidad, por el deseo monstruoso del drogadicto, hacer un niño a su madre, que sería él mismo, inmortal y jamás nacido."(20 Pág.229) Hay drogadictos que testimonian que, el goce sexual de ser penetrado por un travesti, es mayor que el goce con una mujer. Es el deseo del Andrógino de ser tanto lo Uno y la presencia de lo Otro.

Sostiene Olievenstein que, la homosexualidad, es impotente para tapar la rotura, "ya que la droga no es como un partenaire sexual una suerte de espejo. La droga, justamente, ella si permite la fusión e inmiscuirse, no hace más que colmar y no se remonta a los orígenes de la abertura, mientras que el Andrógino se relaciona a lo más cercano del deseo de reintegración-creación del incesto monstruoso." (20 Pág.230) "Busca restablecer un lazo (tan ambivalente) con la madre (20 Pág.234) Olievenstein vincula la pasión por el Andrógino en el drogadicto, con los sucesos traumáticos de la infancia: el incesto infantil.

El Uno lacaniano, el incesto y el andrógino.-

"Nosotros reencontramos en el pensamiento analítico, incluso en todas partes, todo lo que el término significante de la madre entraña con el pensamiento de la fusión, la falsificación de la unidad es lo que de ella nos interesa. A saber: el pasaje de la unidad contable a la unidad unificante, nosotros le damos el valor de 1. La madre como sujeto, es el pensamiento del Uno de la pareja. Ellos dos serán una sola carne, es el pensamiento de Otro maternal" (12 Pág.150)

Para Lacan es el fantasma universal que merodea en el encuentro de los sexos; tiene el peso de lo real del incesto, por ello es necesario que se interponga una función tercera, la función fálica sostenida por el fantasma. "Si la sombra de la Unidad 1 planea sobre la pareja sexuada, aparece necesaria la marca de algo que debe representar una falla fundamental. Esto se llama la función de la castración" (12 Pág.151). Lacan retoma el fundamento freudiano del incesto en la sexualidad humana.

Estos conceptos fundamentales hacen posible pensar en la particular subjetividad del drogadicto. Su pasión por el Andrógino, nos permite pensar tanto en la desmentida de la castración como en ‘el momento’ de la ‘castración fallida focalizada’; el ‘Andrógino’ y el incesto como ‘forclusión parcial’ del padre, tal como lo sostiene Nasio. Es lo que hace posible explicar el comportamiento polimorfo del drogadícto: parece que es…..Sus trastornos son producto de la represión y son ‘formaciones forclusivas del objeto a.

La Ética en la cura del drogadicto.-

La Ética de una posible cura del drogadicto radica en saber y respetar la coexistencia de ser sin serlo: un perverso, un psicótico, un neurótico, en cada momento terapéutico. Por ello es necesaria una terapia que ponga en escena la transferencia; sea múltiples si comunitaria o grupal. Es en la transferencia donde se pone en juego el sentido y el sin-sentido de la estructura subjetiva del adicto, su desmesura, sus mutaciones en la lógica de su temporalidad; en un terapeuta preparado para procesar la contratrasferencia ‘simbiótica y masiva’.

Saber cómo se presentan los cambios: "Lo que va a ser manifiesto es, en primer lugar, la construcción del tiempo y el espacio en el drogadicto, el que, justamente allí, no vivía más que la temible instantaneidad del tiempo vivido: esta aparición y aceptación del tiempo es el primer signo importante de un cambio en tren de producirse. El tiempo común deviene en la medida de todas las cosas; el sujeto puede comenzar a investirlo libidinal y estructuralmente ( ) puede hacer el amor con amor y no más como la sola instauración de la Unidad en el goce, la anulación de la sexualidad arcaica en una relación de pareja progresivamente des-genitalizada" (20 Pág.112)

La propuesta de la cura del drogadicto de Olieventein es, hacer posible que advenga en los tiempos del sufrimiento del sujeto desintoxicado. La primera etapa es la sustitución de la droga por la dependencia terapéutica (en trasferencia) Siempre bajo el imperativo de lo que llamó la ‘democracia psíquica’. En ella los cambios son lentos en solidificarse, la repetición y lo revertido se alternan, nada es estable, si bien perdura la tendencia a la droga, la relación perversa del drogadicto, aparece algo nuevo, solo sí: "La cosa es clara: es de la falta de la dependencia de la cual sufre el sujeto desintoxicado" (20 Pág.256)

Va pareciendo poco a poco un nuevo espacio del pensamiento, el que está fuera y dentro del espacio de la terapia. Distingo este procedimiento, y esta es mi experiencia, del ‘pensamiento impuesto’ de las normas comunitarias, al servicio del poder.

¿Cómo surge una nueva forma de curación? Cuando el pensar de la Organización que pretende curalo "se trata del dominio de la opinión, la que <representa lo que el sentido escapa al sentido>, lo que escapa a la razón y al método ( ) es en la opinión sobre la cual trabaja el terapeuta, es aquí y más allá de la terapia, en el sistema y fuera del sistema (20 Pág.256)

La opinión es dejar en libertad lo que escapa al sentido ¿Cuál sentido? El ‘sentido’ invocado por las ‘terapias educativas’, son ideologías al servicio del poder organizacional. La ‘opinión’ es la escucha de las distintas maneras de pensar de los drogadictos, como de los integrantes del equipo terapéutico. Piensa en el sufrimiento en la abstinencia, sobre los fracasos, las recaídas, como acting-out, efectos de la pérdida progresiva del sufrimiento en la dependencia a la droga, para pasar a otro modo de sufrimiento, ‘el sufrimiento sujeto desintoxicado’.

Sostiene Olievenstein en su libro de 1983, que todas las Comunidades Terapéuticas son ‘Comportamentalistas’. Son Instituciones de distinta especie que dicen luchar contra la drogadependencia, pero es readaptando al individuo a las normas sociales vigentes de su época. Lo fundamental es que detrás de las normas está el poder, la exaltación de un jefe que dirige un sistema de ‘castigos-recompensas’ para crear un paciente a la imagen del terapeuta, "utilizando concepciones dinámicas como distintivo, para crear una relación pervertida de dependencia" (20 Pág.94)

BIBLIOGRAFÍA.-

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3.-del Campo Emiliano.- Fenómenos elementales, delirios, alucinaciones en los pacientes ‘duales’, en la clínica de la drogadependencia.-
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10.-Lacan Jacques.- Las psicosis paranoica y su relación con la personalidad. Edit. Siglo XXI.-
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14.-Leclaire Serge.- Para una teoría del Complejo de Edipo.-Ediciones Nueva Visión.-
15.-Nasio Juan David Aux Limites du transfert. Editions Rochevignes.1985
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18.-Olievenstein Claude.- El Yo Paranoico. De la Sospecha al Delirio. Editorial Paidos.-
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21.-Olievenstein Claude.- Institución y Perversión.-www.Psiconet.com
22.-Ritvo Juan.- La lógica del Fantasma. Grupo de Estudios

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
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