Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Concepto límite
Pura H. Cancina

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Pensar lo impensado en lo pensado es la tarea del pensar y a este acto lo llama Heidegger localizar, puesto que pone en su lugar lo impensado como la cosa del pensar que así adviene al lenguaje. La localización conlleva por lo tanto un viraje en el que pensar lo impensado es dicho desde el lugar en el que hace causa/cosa lo por pensar.

Nora Trosman

François Cheng relata un diálogo con Lacan 1 acontecido en el curso de los diez años en los que ambos mantuvieron una relación de colaboración. Lacan se había sorprendido de que en chino Tao significara a la vez el Camino y el hablar o la enunciación. Buscaba entender por qué deslizamiento se había producido esa polisemia. Estudiando diversas interpretaciones etimológicas llegaron a la imagen del campesino, el labrador chino de la antigüedad que abre un camino sobre la tierra al trazar un surco en su campo. Abrir ese surco es su manera de hacer, y su manera de hacer es su manera de explicar, de hablar. Lacan propuso entonces el siguiente juego fónico para responder, en francés, al doble sentido de Tao: «La Voie c´est la Voix» (el camino es la voz). Inmediatamente trazó sobre un papel el reparto incluido en el Tao:

Lacan habría comentado luego: «¡Ah, cómo habla esta filiación en dos ejes! Ahora se trata de saber cómo sostener los dos extremos, o mejor, lo que Lao-Tse propone para vivir con ese dilema.» La respuesta de François Cheng fue: «Por el vacío central (Vide-médian).»

El Tao original es conocido como el Vacío Supremo de donde surge el Uno, el soplo primordial. Éste engendra el Dos, que son el Ying y el Yang. Entre ambos, el Tres no es otra cosa que el Vacío Central, siendo él mismo un soplo. Sin él, el Ying (sin nombre) y el Yang (el Nombre), se hallarían en una relación de oposición estéril e irreconciliable. El Vacío Central que reside en la pareja Ying-Yang, reside igualmente en el corazón de todo y mantiene todas las cosas en relación con el Vacío Supremo.

Los encuentros con Cheng, habiendo terminado en 1973, transcurrieron durante los diez años que van desde el seminario X (La angustia) hasta el seminario XXI (Los no incautos yerran 2), desde La Trieb de Freud y el deseo del psicoanalista hasta L´etourdit pasando por Lituraterre. Se trata precisamente del tiempo en el que Lacan vuelve sobre algunos conceptos freudianos –entre ellos el de pulsión- retomando, al mismo tiempo, su discusión del concepto confirmando su carácter de Konvention para Freud, convención, ficción. Es el tiempo en el que, en las vías del bien decir, retoma la cuestión de la letra. Es el tiempo en el que va de la topología de superficies al nudo borromeo sin abandonar por ello la topología de superficies. Es el tiempo en el que creo que queda dirimida la cuestión de si el psicoanálisis debe ser dicho en términos de conceptos o en términos de fundamentos.

Traje este relato de François Cheng porque, recordar que en psicoanálisis nombramos Real lo que Lao-Tse nombra Tao, Vacío Central o Vacío Supremo, me parece bastante clave con respecto a lo que quiero hoy tratar: la relación entre el concepto y la pulsión ya que si nos tomamos en serio la verdad de la realidad sexual del inconsciente ello no puede no afectar la cuestión de la significación, la Bedeutung, aquello que concebimos en términos de conceptos. Podemos ver que, cuando digo concebimos, estoy diciendo ya algo del orden de lo que quiero abordar puesto que concebir quiere decir también embarazarse.

Si la realidad del inconsciente es sexual, tendremos que abordar esta afirmación en su sentido doble: la realidad propia al inconsciente es sexual y la realidad concebida, engendrada por el inconsciente es sexual. Esto sitúa la distancia entre el discurso de la ciencia y el discurso del psicoanálisis ya que ésta se sostendría de excluir el saber del inconsciente como combinatoria significante y le toca al psicoanálisis restituir el nivel en el que el pensamiento del ser hablante sigue precisamente las vertientes de la experiencia sexual, aquello que la invasión de la ciencia ha reducido.

La ciencia primitiva, como lo señala Lacan3 apoyándose en los estudios de Lévi-Strauss, sería, en el límite, una especie de técnica sexual. La ciencia primitiva se sostuvo de un modo de pensamiento que desenvolvía una combinatoria: oposiciones como las del Ying y el Yang, el agua y el fuego, lo caliente y lo frío, motivadas en los repartos sexuales.

Así, el hombre se imagina que "conoce" el mundo pero, si recordamos el sentido bíblico de este "conocer", el mundo es lo que viene allí al lugar donde estaba la mujer.

Comenta al respecto Lacan en El saber del psicoanalista: « ... el campo abierto por el hombre y la mujer en lo que se podría llamar, en sentido bíblico, su conocimiento del uno por el otro, no se recorta sino en el hecho de que la zona donde podrían efectivamente recubrirse, a la que sus deseos los llevan para alcanzarse, se califica por la falta de lo que constituiría su medio: el Falo.» Como vemos, allí donde Lao-Tse sitúa el Tao, el Vacío Supremo, el Vacío Original, la experiencia del psicoanálisis sitúa al Falo, lo Real en tanto que se lo elide.

Pareciera entonces que conocimiento y sexualidad responden a una misma abertura y, por lo tanto, participan de la misma estructura. Trato de extraer las consecuencias de ello en lo que se refiere al concepto. Allí donde Freud propone a la pulsión como «concepto límite» encuentro el lugar desde donde abordar el límite del concepto, lo que no puede no encontrar su lugar como fundamento.

Cuando Freud sitúa a la pulsión como, según la traducción que estemos leyendo, «concepto límite entre lo somático y lo psíquico» 4 o «concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático» 5, está planteando la cuestión epistemológica de las relaciones entre el cuerpo –el soma, lo físico, el organismo- y lo psíquico. Hoy podemos decir, con Lacan, que el corte que está interesado debe hacerse no entre lo somático y lo psíquico sino entre el organismo y el sujeto. Esto exige plantear el interrogante acerca de la naturaleza de ese corte.

Donde Freud sitúa el concepto límite, Lacan va a introducir el incorporal de los estoicos. El cuerpo de lo simbólico hace al cuerpo por incorporarse. A partir de ahí, es lo incorporal lo que perdura por marcar al tiempo de la incorporación. Su homenaje a los estoicos se debe que ellos supieron signar con el término de «lo incorpóreo» el hecho de que lo simbólico se refiere al a-cuerpo: el cuerpo del a y el cuerpo fundado en el objeto en tanto falta.

Al quedar el organismo apresado en la dialéctica del sujeto, la libido, órgano de lo incorporal en el ser sexuado, laminilla que no existe pero que sin embargo no deja de ser órgano, será el instrumento que el sujeto coloca en el organismo en el tiempo en que se opera un corte, una separación. La pulsión, entonces, será el montaje montado en una superficie donde lo operante es el borde, montaje dedicado al dar vueltas a sus objetos para en ellos recuperar y restaurar su pérdida original.

Es a partir de lo que vengo de decir que me parece podemos empezar a aproximar la cuestión de la pulsión a aquella del concepto.

Freud ya había señalado que el circuito de la pulsión se cierra en su retorno, aquello que denominaba su «meta interna»6. Para Lacan se trata de una ida y vuelta del sujeto al sujeto, señalando que la vuelta no es idéntica a la ida, cuestión topologizada por la banda de Moebius la que, en tanto corte, nos permite «captar lo que concierne auténticamente a la división del sujeto.»7

Si se trata de un ir y venir del sujeto al sujeto, contorneando un objeto, me parece que es allí que se juega toda la cuestión de la articulación del sujeto de la pulsión y el sujeto del concepto. Ya desde El Proyecto Freud sitúa el progreso del aparato mental, progreso que tiene que ver con la capacidad de juicio como medio para el conocimiento de un objeto con relación a la acción del principio del placer –la libido- y la represión. Sabemos la continuidad que da a ello en el artículo La negación.

Con respecto a las relaciones de la pulsión con lo real, en el Seminario XI 8 Lacan dice que el objeto de la pulsión debe ser situado al nivel de lo que metafóricamente llamó «una subjetivación acéfala», una subjetivación sin sujeto, una estructura, un trazo que representa una cara de la topología. La otra cara hace que un sujeto, por sus relaciones con el significante, sea un sujeto agujereado. Señala también la comunidad topológica existente entre el sujeto acéfalo de la pulsión y el sujeto del significante. Algo en el aparejo del cuerpo está estructurado de la misma manera porque es a causa de la unidad topológica de las hiancias en juego que la pulsión halla su papel en el funcionamiento del inconsciente.

El sujeto es aquel que ex - siste al sistema significante, pero siendo el sistema significante condición de posibilidad del sujeto, no es suficiente; es necesario adjuntarle la pulsión.

El sujeto es representado por un significante para otro. Si es producido cuando el circuito de la pulsión, surgiendo de un borde se dirige a alcanzar su objeto y, si no se estrella contra él, realiza el rodeo del mismo y vuelve a la fuente, podemos identificar en la fuente de partida y la fuente de regreso a los significantes gracias a los cuales el sujeto encuentra existencia. Se trata de ese tercer tiempo que Lacan señala en el Seminario XI.

En su libro Estofa, Jean-Michel Vappereau encuentra que el grupo fundamental del nudo en su presentación clásica ofrece un homólogo discreto, y en álgebra, del teorema de Stokes 9 que es aquel que Lacan relaciona con la deriva de la pulsión 10 ya que nos permitiría situar, bajo la condición de que se trate de una superficie que se apoya en un borde cerrado, la zona erógena, la razón de la constancia del empuje de la pulsión.

El desarrollo de Vappereau nos permite avanzar en la homología entre el circuito de la pulsión y lo que el concepto obtendría concebido como aprehensión. Dice: «El sujeto puede comprobar que esa deriva –la de la pulsión-, en cada tentativa de traducción, genera una tensión que se mantiene hasta que él encuentra la palabra justa.» O sea que la referencia al teorema de Stokes encuentra su razón, más que en un modelo físico, en lo que es un trabajo de traducción, trabajo de traducción habilitado por el hecho de que todo signo puede traducirse en otro signo. Calcular en el enjambre significante sería vivir la pulsión en una práctica de traducción. «Esta práctica, dice Vappereau, libera la palabra.»

Lacan retoma la articulación de sexo y habla sirviéndose de la banda de Moebius y del espacio que ella funda como punto de partida para hacer perceptibles los puntos de unión y de disyunción entre ellos. Efectúa así una primera distinción: el campo de desarrollo del inconsciente, en su aspecto de lenguaje y la realidad del inconsciente, que es sexual. La libido es ese punto de cruce que podemos dibujar sobre las superficies encerradas por un ocho interior: punto de unión entre dos campos.

A las percepciones les será dada connotación de realidad sólo a partir del punto en el que el sujeto desea.

En la medida en que la demanda deja siempre un resto a causa de la naturaleza discontinua de los significantes por cuyo desfiladero está obligada a pasar, el deseo se deslizará siempre por debajo de la cadena y la frase se cerrará sobre un sentido, lo que ha sido señalado como la diferencia entre Sinn y Bedeutung. Se trata de la incapacidad de toda Bedeutung para cubrir el sexo.

En la medida en que hay un Real que ex-siste al falo y que es el goce, el falo es su concepto, por lo que con el concepto, Lacan hace eco al término Begriff: «el falo, es lo que se toma en la mano» por lo que en el concepto, habría siempre «algo del orden de la monería»11, de lo masturbatorio. La mano que captura y aprehende como lo quería Cicerón, lo hace dejando al mismo tiempo escapar todos los granos de la arena de su goce.

El concepto se limita a una captura -como lo indica la palabra capere- esa captura no es suficiente para asegurarse de que es lo Real lo que se tiene en la mano. Algo en el psicoanálisis es rebelde al concepto entendido como lo que agarra con la mano.

Se trata del fracaso del concepto como concepción, aprehensión, y ello nos plantea la exigencia de pasar a una forma distinta a la de la aprehensión conceptual. ¿No responde precisamente a esta cuestión ese rasgo de manierismo del estilo de Lacan, rasgo que según él se adecua por completo a nuestro campo? Se trata de un terreno en el cual en vez de un uso del concepto «nos vemos obligados a proceder mediante un abuso del concepto.» 12 El concepto, la idea, la captación de las cosas reitera la estructura del circuito de la pulsión: es un rodeo que sólo atrapa su cosa al modo del paso al límite donde al pasar del cero al uno, en ese paso se abre la infinitud de la hiancia. En el concepto se tratará siempre, como en el fantasma, de un paso al límite en el sentido topológico del término ya que siempre serán necesarios infinitos pasos para que Aquiles alcance a su tortuga.

Propongo: más que concepto, conceptismo 13 según lo querían algunos poetas del barroco español: el uso del contraste, la paradoja, la paronomasia, la elipsis, la dilogía. Para decir el psicoanálisis es preciso el recurso a la retórica y a la red-tórica, a las escrituras topológicas y a la práctica de la letra ya que el campo del psicoanálisis implica ese agujereamiento de la esfera que desemboca en una topología del corte y por lo tanto del borde, esto no sin haber pasado por lo que Kierkegaard nombró «concepto de angustia», o sea la angustia como «única aprehensión última de toda realidad.» 14

(Trabajo presentado en el Lacanoamericano de Recife, septiembre 2001)

Ver también el reportaje a Pura Cancina

Notas

1 Uno por uno, marzo/abril 1992.

2 Les non dupés errent.

3 J. Lacan, Seminario XI, 29/4/1964.

4 Traducción de López Ballesteros.

5 Traducción de Etcheberry.

6 S. Freud, Conferencia 32 «La angustia y la vida instintiva» en Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis.

7 J. Lacan, El objeto del psicoanálisis, 11/5/66.

8 Jacques Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 13/5/64.

9 Este teorema matemático del electro magnetismo demuestra que el flujo de rotacional proveniente de la superficie se iguala a la circulación de rotacional sobre el borde cerrado en que se apoya, el cual es constante. Ese rotacional se obtiene como derivada de las variaciones de un vector las cuales son definidas para cada punto de borde y de superficie en función de su vecindad.

10 J. Lacan, Posición del inconsciente.

11 Seminario XXII, 11/3/75.

12 J. Lacan, Las formaciones del inconsciente, 27/11/57.

13 Estilo barroco desarrollado durante el Siglo de Oro español uno de cuyos máximos representantes es Quevedo.

14 Jacques Lacan, Seminario X La angustia,

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
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