Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Silencio, si-mismo e Internet
Flavio A. Nascimbene y Lamberto Vento

Este ensayo, escrito gracias a las posibilidades brindadas por la red comunicacional Internet, propone un recorrido propio, que atraviesa y relaciona diferentes niveles lógicos en una lectura singular, a partir de un marco teórico que integra aportes del constructivismo, el psicoanálisis, el humanismo existencialista y la lingüística. La problemática ontológica y psicológica de la diferenciación del self es tratada en el contexto de la sociedad contemporánea de los medios masivos de comunicación, con particular referencia a su producción quizás más radical y de mayor impacto: Internet. Desarrolla una crítica a ciertos aspectos del discurso telemático que, por otro lado, permitió su misma existencia: conectó en tiempo real a los dos autores, separados por miles de kilómetros de distancia. De este modo, se despliega un meta-discurso, ó discurso-acerca-del- discurso-de-Internet. El hipertexto implicaría cierto modelo de lazo social predominante, o bien una definición cultural del ser humano, que los autores analizan bajo la luz de la relación existente entre una serie de conceptos, por ellos mismos propuestos: Silencio, Comunicación, Conocimiento, Poesía, globalización, mcDonaldización, homologación, dictadura democrática, deshumanización, Libertad. La paradoja del silencio de Internet podría ser resuelta siguiendo el camino de la Poesía.

 

¿Cuál es la relación entre Internet y el silencio? ¿Qué nos lleva a acercar dos términos tan importantes en el desarrollo de la humanidad, el primero en tanto "gran comunicador" que desde hace tiempo recubre nuestra sociedad multimedial, el segundo por su doble valencia de infranqueable barrera y esencia misma de la comunicación?

Tal vez nada, tal vez sólo algo ... sin embargo, probablemente mucho más de lo que una simple mirada al problema nos permitiría imaginar.

La tarea que nos aprestamos a llevar a cabo trata sobre el develamiento de una paradoja, con la intención de entender, sin pretensión alguna de exhaustividad acerca de un argumento tan vasto y complejo, en qué consiste efectivamente la Comunicación1, y qué lugar le corresponde a Internet en la misma.

El riesgo que corremos es el de perdernos en la tempestad de implicaciones que un tema tan delicado comporta, a menudo sin lograr profundizar en forma justa cada punto. Sin embargo, lejos de blandir la pretensión de donar certezas, nos consideraremos más que satisfechos si pudiésemos generar el input para una serie de reflexiones ontológicas personales, que lleven a una diversa y más consciente consideración acerca de un instrumento potentísimo, que corre el riesgo de convertirse para el hombre en un arma de doble filo.

 

1. Internet y el hipertexto: los motores de la globalización

Aquello que, más que ninguna otra cosa, atrae nuestra curiosidad e imaginación cuando entramos en "la red" por primera vez, es sin duda la facilidad con que accedemos a datos e informaciones que hasta hace pocos años atrás eran, de hecho, inalcanzables para la mayoría de los individuos. La curiosidad con respecto a un mundo sin más confines espacio-temporales concretos, " al alcance del dedo", es más que legítima. Más aún, denota a menudo un potencial investigativo extremadamente positivo en una sociedad que se vuelve cada vez más pequeña y global. Estar al margen del fluir cultural, hoy más que ayer, significa estar al margen del mundo, meros espectadores inconscientes de una representación social cada vez más compleja y articulada, que involucra cada instante de nuestra existencia.

La radio, y sobre todo la televisión, han representado (y aún representan) instrumentos de difusión muy poderosos. La posibilidad de alcanzar un vasto número de personas con ideas e información, sin deber desplazarse materialmente para ello, o deber desplazar materialmente un objeto (como podía ser un libro, una revista o un periódico), abría en la primer mitad del siglo puertas completamente nuevas a la expansión cultural 2. Se estaba poniendo en marcha una verdadera revolución en el concepto espacio-tiempo, que encontraría en "la red" la lógica consecuencia de una progresión inexorable. En efecto, a la facultad de alcanzar prácticamente a cualquier persona en cualquier lugar del mundo en tiempo real, faltaba sólo la posibilidad de ser a su vez alcanzados por cualquiera, desde cualquier lugar y en tiempo real, naturalmente.

El alcance de esta revolución, que es en principio técnica, implicaría necesariamente una modificación profunda y sustancial de la base cultural, y por lo tanto también social, del mundo entero. El anulamiento de las barreras espacio-temporales y la oportunidad de participar en primera persona en el "discurso cultural" eran las premisas lógicas de aquello que hoy llamamos hipertexto3.

En realidad, el pasaje desde la información de divulgación radiofónica y televisiva a la interacción global no fue inmediato. El Proyecto Internet nació por un banal problema de escasez de recursos: las grandes computadoras disponibles para la investigación eran relativamente escasas, y a menudo dispersas en sedes lejanas. La idea de conectarlas entre sí con una ingeniosa técnica de transmisión de datos permitía a un operador trabajar en una máquina que físicamente se encontraba a miles de kilómetros de distancia, como si efectivamente estuviese frente suyo. Corría el año 1969, Estados Unidos, y el elemento central tal vez haya sido la utilización de un sistema de conexión que no requería el establecimiento de una red física especial entre dos computadoras, ya que recurría a los circuitos telefónicos normales, acrecentando así el uso de los mismos y, sobre todo, echando las bases para el desarrollo del sistema más rápido posible.

Sin embargo, por casi veinte años "la red" permaneció como dominio exclusivo de la comunidad científica. Para que pudiese alcanzar e interesar a las grandes masas, debió sufrir una revolución interna, que la llevaría a ser más fácilmente utilizable por parte de usuarios "comunes". Cuando, en el año 1993, el joven técnico informático Marc Andreessen realizó el programa de nombre Mosaic, que volvería simple e inmediata la "navegación" entre las páginas de la World Wide Web, Internet se convirtió en un fenómeno de masa de características explosivas. En el breve transcurso de pocos años, aquello que era tan sólo un mero medio de comunicación científica, se transformó en un extraordinario instrumento de transformación social, que tiene en el hipertexto uno de sus productos más geniales, y al mismo tiempo una de sus armas más peligrosas.

Por primera vez, la modificación del significante de la palabra "escrita" deviene posible por obra de cualquier persona; lo cual vuelve la relación significante-significado susceptible de cambios repentinos e incontrolables, y los contenidos de los textos extremadamente inestables y caducos. La obra literaria, con la lentitud congénita que la distingue -la estaticidad del significante "castra" la variabilidad de significados interpretables- no representaría más un modelo de transmisión cultural. Aquello que era escrito una vez y para siempre comunicaba la existencia de un orden irremediable que debía ser aceptado, y sin embargo podría ser releído, siempre a condición de recorrer "ciertos espacios y ciertos tiempos" imprescindibles; asimismo transmitía una dimensión ética, de valores establecidos que debían ser respetados. El hipertexto introduce una movilidad, una modificabilidad y una relatividad tan "peligrosas" como insospechadas pocos años atrás.

 

2. El tiempo, "rígido dilatable": el engaño de la velocidad

William Gibson, el escritor norteamericano que ha hecho popular la palabra cyberspace, a través del New York Times algún tiempo atrás afirmaba: "Internet nos ofrece la posibilidad de desperdiciar el tiempo, de vagar sin meta, de soñar despiertos sobre las otras innumerables vidas, sobre los otros, estando en el lado oscuro de tantas pantallas como queramos, en aquél meta-país postgeográfico que llamamos casa" 4. Es aquello que Tullio De Mauro (1996) denomina el "sueño del postergador".

Con la masificación de Internet, hemos encontrado el modo de actuar sobre el tiempo, dilatándolo a nuestro gusto: todo lo que debemos hacer es aumentar la velocidad. En el fondo, ¡no se trata de otra cosa que de aplicar la teoría de la relatividad einsteiniana a la información! Por otra parte, el concepto es simple: si logramos abatir los tiempos de transmisión, tenemos la posibilidad de transmitir mucho más. Punto.

En realidad, las cosas no suceden exactamente de esta manera. La caída de los tiempos de transmisión pierde sus características positivas cuando la velocidad supera ciertos límites, que podríamos llamar "de tolerancia". Lo que nos distingue (entre otros tópicos) de los ordenadores de los cuales nos servimos, entre otras cosas, es la capacidad de captar y sentir aquello que va más allá de la información, de reelaborar en una esfera diversa los datos que segundo tras segundo poseemos a disposición.

Cada uno de nosotros simboliza y organiza las vivencias y las experiencias que percibe, y así construye el propio self. Análogamente, cada cual puede ignorar o rechazar aquello que no es compatible con el propio self (Rogers, 1951), siguiendo el principio de que es difícil percibir y registrar lo que no se puede pensar. Estas operaciones, que nos identifican como hombres y nos vuelven diferentes a las máquinas que utilizamos, precisan de tiempo para poder ser llevadas a cabo.

El Conocimiento 5 no es el resultado de un mero procedimiento de grabación, y la comprensión y la emoción que le son propias hallan en la velocidad un enemigo formidable. Aumentar la velocidad significa volver cada vez más homogénea la transmisión de los mensajes, las "pausas" cada vez más cortas y raras, hasta anular el silencio-ausencia, soporte necesario para aquel Silencio6 que abre camino a la Comunicación.

 

3. El Silencio, ese desconocido

3.1. Silencio y Poesía

Si se nos pidiera una explicación sobre qué es el silencio, probablemente lo definiríamos como "ausencia de palabra, de sonido o de ruido". Definición que sin duda no puede ser considerada errada, pero que ciertamente es, por lo menos, incompleta y reduccionista.

El silencio es, afortunadamente, mucho más; y la ausencia de expresión fónica no es más que un aspecto. Si deseáramos completar la definición, deberíamos empujarnos más allá de la ausencia, hasta la presencia que está más allá del significante: hasta la esencia que se esconde detrás de la palabra; pero también, porqué no, detrás del sonido y de la imagen. Somos llamados a dirigirnos lejos, hasta el concepto de poesía, pidiéndonos a nosotros mismos, una vez más, una definición.

Si liquidáramos el problema afirmando que la poesía es "una composición en versos", nuevamente seríamos incompletos y reduccionistas. Porque la poesía no es solamente una ejercitación de estilo, una composición métrica iluminada por reglas y parámetros precisos.…También ella, como el silencio, puede ser mucho más.

La Poesía, aquella que de aquí en más denominaremos auténtica y escribiremos con la "P" mayúscula, es la esencia misma de las cosas, su consciencia. Y sus lenguajes de expresión son infinitos; ella es figurada en ellos, trascendiéndolos: del verso a la prosa, de la música a la fotografía, a la pintura, a la mímica…En sí mismos insignificantes, todos devienen Poesía en las manos del poeta, que toma su esencia y la une a la esencia misma de las cosas7.

Escribir versos acerca de una flor no necesariamente significa hacer Poesía. Hacer de aquella flor música, y color, y mímica; hacer, de aquellos versos, un movimiento ligero y armonioso, que roza levemente el corazón, y lo acaricia, y lo deja, sí, que contenga la respiración ... hacer de aquellos versos un todo con las cosas mismas…¡Esto, y sólo esto, es hacer Poesía!

Sin embargo, poesía y silencio no tienen en común solamente cierta complejidad de definición. La Poesía posee aquella potencia, propia del Silencio, de significar cada instante singular, y esto en virtud de la naturaleza misma de su lenguaje: que, paradojalmente, allí donde significante y significado divergen hasta perderse uno en la inmensidad del otro, aquel pequeño rasgo, ese color, ese sonido, devela a la imaginación un mundo de inimaginable belleza, en el cual significado y significante se persiguen sin poder alcanzarse jamás, rozándose y perdiéndose nuevamente, iluminándose el uno del otro en un juego casi infantil; hasta caer, exhaustos, en la imagen poética, siempre diversa y siempre nueva, dado que nunca aquel juego se repite igual a sí mismo. Un juego antiguo como el tiempo mismo, como el Silencio al cual tiende y del cual precisa para reproducirse.

La Poesía tiende al Silencio. Sin jamás alcanzarlo, quizás. Y de esta tensión no puede prescindir. Ella requiere del mismo para comunicar lo que el lenguaje normalmente no es capaz de transmitir: la emoción. Y este Silencio, máxima expresión de la realidad aquí y ahora, pero asimismo, como veremos, máxima condición de la escucha y del recuerdo… también lo denominamos auténtico y escribimos con mayúscula, distinguiéndolo del silencio-ausencia, con el cual tal vez tengamos, es cierto, mayor familiaridad.

Existe luego un tercer tipo de silencio, que simplemente llamaremos silencio inauténtico. Es el silencio generado por el ruido, por la ausencia de la posibilidad misma de una auténtica comunicación: el insoportable silencio de la nada que se oculta detrás de la palabra, el sonido, la imagen. Es la caída en el vacío de la "charlatanería" (Heidegger, 1927), de la expresión pública, pero también de la ausencia de emoción y de memoria; el silencio engañoso del discurso impersonal, de la imagen insignificante, de la transmisión cada vez más veloz de datos e informaciones, que a menudo se agota en sí misma. Es el silencio, pobre, de la falta de un verdadero contacto con-otro (encuentro auténtico), con la realidad aquí y ahora en su tendencia hacia al infinito.

 

4. La aceleración telemática: self, Internet y Poesía

La pantalla está siempre allí, con su resplandor vertiginoso, con sus palabras obturadoras del silencio. Con sus posibilidades infinitas, anula el espacio concreto y dilata el tiempo convencional. Conecta negros, amarillos y blancos occidentales con la velocidad del relámpago... Y todos escriben de la misma forma, en la lengua universal. Todos hablan aquel mismo idioma, aprietan las mismas teclas, juegan los mismos juegos … los cambian ... y aprenden ... cada vez con mayor velocidad. La aceleración es más potente, más exaltante, y el ruido que se genera vuelve más difícil la Comunicación, cuando no imposible: hasta la pérdida total del contacto que vuelve posible la co-construcción self-mundo. La información es la única cosa que cuenta: impersonal, a-temporal; paradojalmente: a-cultural.

¿Y cómo podríamos hablar de cultura en un contexto de ausencia de memoria? ¿No ha sido siempre la cultura (de una persona, de un grupo social, de un pueblo…) la facultad y la capacidad de transmitir y recordar informaciones, características, costumbres y experiencias? En una sociedad tan veloz en el superar y cancelar todo aquello que pertenece al pasado -donde "pasado" es sólo lo que está excluído del simple presente- no hay más lugar para la memoria. De este modo, no sólo se olvida aquello que ha sido, sino que incluso se establecen las condiciones para volver olvidable, en el futuro más próximo, aquello que "es" en el "será".

Pensamiento, percepción, ideación han sido substituidos por la transmisión de cantidades energéticas medibles en "bits". El contenido se pierde en la búsqueda obsesiva de la cantidad más pobre. La condensación es muy fuerte. Todo adviene en tiempo real. Todo "debe" suceder en tiempo real: no hay más espacio para la espera. No se escribe más: no existe el tiempo para aguardar una respuesta. Y no se lee: aquello que está escrito sobre papel posee tiempos demasiado largos, y ya está superado.

La información8, el conocimiento, el diálogo mismo (en su acepción más amplia), no pertenecen más a la esfera de la memoria, sino a aquella, cada vez más triste, de los bienes de consumo. No hay más cartas de amor a ser releídas después de veinte años, no hay más postales con buenos augurios: no hay más recuerdos. El resplandor "ensordecedor" de la pantalla transmite y borra todo al mismo tiempo. Y entonces las cosas son vividas como un presente, como un devenir en el que "pasado" es simplemente lo que ya acaeció, aunque más no sea hace sólo un instante. La separación inexorable, la falta de continuidad (cuando se posee tiempo para escucharlos) no sorprenden más: no hay más maravilla; en la experiencia presente y, consecuentemente, en la evocación. No hay emoción, ni Silencio, sino solamente palabras, rumor, informaciones. Y soledad. Una soledad inmensa e impalpable que nos oprime con sus millones de voces paradojales e indiscretas, que asesina nuestro vecino de casa que ni siquiera conocemos, que no hemos tenido tiempo para conocer, demasiado ocupados recibiendo datos, demasiado ocupados corriendo y borrando. Empeñados como estamos en la empresa de aumentar indefinidamente la velocidad, estamos arriesgándonos a perder la Poesía 9. Nos estamos armando para cometer un delito cuyas consecuencias desastrosas no dejarían exento a nadie. ¿Luego del silencio de Dios deberemos quizás anunciar el silencio de las musas? ¿Y a quién competirá esta tarea? Ni siquiera el alienado nietzschiano podría asumir una tal misión: ¿quién podría comprender su locura? ¿Quién sería capaz de escuchar su voz?

 

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Aquello que denominamos "realidad" está también constituido por nuestro propio estilo irrepetible de interactuar con las cosas que nos circundan. Y la Poesía es la capacidad expresa de captar esta interacción inagotable, y por ende no definible por completo, en la cual estamos inmersos. En una palabra, Poesía es Comunicación: simple y esencial, si se quiere, en su recepción de la esencia de las cosas; viva e interactiva. Y, sobre todo, humana. En este sentido, el Silencio es Comunicación. Y lo es en su forma más alta, más humana, allí donde tiende a la imagen poética y se lacera en ella.

El hombre posee la necesidad, para desarrollarse como persona, de la comunicación auténtica de la Poesía, del Diálogo, del sentimiento que puede transmitir una mirada y, por qué no, un Silencio. Precisa, constantemente, del otro, así como de la propia personalidad libremente pensante. Y esto es más cierto aún cuando se trata de un individuo en formación, que día tras día proyecta y construye su self, la propia consciencia de sí. La asunción del otro en tanto otro y la consideración de sí mismo como objeto del otro son momentos fundamentales en el desarrollo de la personalidad y de la identidad de rol, el "ser como" que la sociedad nos impone. Esta última y la asunción de sí -la identidad de sí- constituyen el presupuesto de toda forma de socialización.

Por consiguiente, podría preguntarse (si se pudiera plantear una situación real de este tipo) cómo construye el propio self un individuo que durante numerosas horas, todos los días, no interactúa con realidades diferentes a la de la pantalla de su computadora. A menudo, la velocidad de los estímulos -sobre todo de tipo visual- no deja espacio a la creación de un área personal complementaria y diferenciada del campo total de la experiencia, en la cual elaborar y organizar esta información en base a criterios únicos e irrepetibles. Inevitablemente, el sujeto tiende a ocupar una posición pasiva, de receptor, y a perder contacto con la realidad aquí y ahora en su tendencia al infinito. El otro pierde su valencia subjetiva, no es más reconocido como persona, sino sólo como objeto representante de una conceptualización poco elaborada, y en el mejor de los casos descartada o rechazada. Es el fracaso social del que, cada vez con mayor frecuencia, somos testigos.

 

5. "Mucho ruido y pocas nueces": ¿cantidad o contenido?

5.1. La "dictadura democrática"

Inmersos completamente en la sociedad de la información planetaria, corremos el riesgo de confundir la casi ilimitada posibilidad de comunicación con la sensación de que se comunica más. En realidad, como hemos visto, superado cierto límite, existe una relación inversamente proporcional entre cantidad y contenido. Y si bien es cierto que la posibilidad de transmisión que nos caracteriza aumenta enormemente nuestra potencialidad comunicativa, también lo es que la distracción que la acompaña vuelve al concepto mismo de comunicación más bien aleatorio.

Efectivamente, la información moderna pertenece completamente a ese tecno-capitalismo del que es hija legítima, y del cual ha heredado aquella tensión hacia el consumo que la caracteriza tan profundamente. Y el olvido que le es propio no nace en su interior, sino de la "necesidad de confundir" que implica, en general, la lógica del consumismo.

La mayor participación en el desarrollo de la cultura, que tanto espacio ocupa en la propaganda, en realidad atiene sólo a ciertos sectores de la población mundial, que por condición social, cultural y / o económica, poseen los requisitos necesarios para la integración10.

Si fuese cierto que Internet y la telemática constituyen, antes que nada, un poderoso instrumento para lograr la libertad igualitaria (como desde muchos lados se intenta hacernos creer...), sería por lo menos discutible su servidumbre respecto del poder económico dominante. Sumisión que, por otra parte, aparecería como evidente.

El factor del incremento tecnológico, que parece anticipar la necesidad de continuas actualizaciones, que se suceden a distancias cada vez más cortas, en realidad está subordinado a un preciso plan de desarrollo económico completamente independiente de las reales exigencias de utilización. Permanentemente, en el mercado hacen su aparición sistemas cada vez más sofisticados de escritura, gráfica, gestión y organización de todo tipo de actividades, que requieren instrumentos cada vez más veloces y potentes. Instrumentos que regularmente son comercializados con vencimientos maquiavélicamente predeterminados. Toda esta potencia, toda esta velocidad, no sirven luego para otra cosa que para hacer cosas muy similares a las que se hacían pocos meses atrás, con la diferencia que impiden, a quien no se adecúa, el poder continuar haciéndolas: la total compatibilidad de los diversos sistemas operativos sería, de hecho, absolutamente antieconómica. Si realmente se quisiera ampliar a todos la posibilidad de participar en el fluir cultural, sería suficiente proponer un programa de desarrollo, a un costo relativamente moderado, que posea como objetivo el de alcanzar el mayor número posible de personas, en vez de ocuparse en acelerar la renovación de las máquinas a expensas de los mismos clientes.

Pero esto reduciría la velocidad, y recrearía automáticamente las condiciones para el desarrollo de una consciencia crítica autónoma y libre del poder económico imperante (Forrester, 1996) 11. En pocas palabras, minaría desde su mismo interior esa "dictadura democrática" de la cual somos prisioneros, a menudo inconscientes, enceguecidos por la ilusión de libertad que Internet, y los mass-media en general, crean a nuestro alrededor.

Creer que Internet representa un medio de intercambio totalmente exento de control sería un poco ingenuo, pero creer que se trata de un vehículo de comunicación más allá de todo confín lo sería aún más, y no sólo por lo que respecta a lo anteriormente dicho sobre la cuestión de las posibilidades de acceso a la red. La presencia en la red es condición necesaria pero no suficiente para ser escuchados. Para que esto último ocurra, es preciso que advirtamos a los otros de nuestra presencia, y las más de las veces no podríamos hacerlo. Esta posibilidad es en general prerrogativa del poder económico, que de este modo, una vez más, tiene la oportunidad de transformar un medio de conunicación potencialmente democrático en un instrumento de sometimiento. Ya sucedió con la televisión, por lo que no nos resulta difícil estar de acuerdo con el profesor Edward S. Herman (1997), cuando afirma:

A largo plazo, aquello que es dominado por el mercado tiende a marginar la esfera pública, donde las instancias colectivas son debatidas abierta y honestamente, y a reemplazarla con formas de entretenimiento liviano.

Efectivamente, es ésta el arma más potente y al mismo tiempo más hipócrita de la dictadura económica: el "entretenimiento ligero". Se basa sobre un principio simple y eficaz: ¿qué necesidad hay de usar la fuerza para obligar a alguien a hacer algo, cuando se puede obtener el mismo (o mejor) resultado simplemente adormeciéndolo? La comprensión de este principio constituiría el elemento central que ha permitido la formación de un poder super partes, que minuto a minuto podría controlar nuestras vidas. El resultado es que estamos cautivos de la democracia por la cual hemos luchado. ¡Somos prisioneros del absurdo!

5.2. Capitalismo y "McDonaldización": la homogeneización homologante

Cuando consumimos con prisa nuestro sandwich en un fast-food, enceguecidos por el "ruido" que nos circunda, formamos parte de la cadena de montaje de un sistema que se ha perfeccionado durante cien años de "honorable" historia, en los que constantemente ha afinado sus armas de condicionamiento psicológico, hasta derivar -retomando un concepto que George Ritzer expone en su libro The MacDonaldization of Society (1996)- en la "McDonaldización de la sociedad". Esta refleja en modo admirable aquel indetenible proceso de racionalización en el que, a pesar nuestro, estamos frecuentemente obligados a participar. La producción en serie, la organización científica del trabajo, la burocracia, son sus precursores, y de ellos nacen los principios de la organización social actual: no sólo del trabajo, sino también, como es lógico, de las relaciones humanas.

El fast-food sería, en efecto, la expresión paradigmática de nuestros vínculos sociales, el último y más fuerte modelo de un mundo que parece edificado sobre la base de cuatro principios fundamentales: (1) eficiencia; (2) calculabilidad; (3) previsibilidad; y (4) control.

El espacio en el que nos movemos no es nunca dejado al azar: siempre nos es facilitado el medio más óptimo para llegar a un determinado fin. Hasta nuestro tiempo libre está organizado en sus más mínimos detalles.

El concepto de calidad está siempre subordinado al de cantidad. Todo es reducido a un número. Todo es previsible, disciplinado, sistemático, igual en todo lugar y en todo momento (el sandwich que como en McDonald’s es idéntico en todo el mundo; en todo lugar bebo coca-cola; ¡y no hay sitio donde pueda evitar las series de televisión!). Todo es controlable...

La medicina, sobre todo aquella moderna, ha reducido drásticamente el efecto de la "selección natural" a nivel físico; el capitalismo, con su lógica asistencialista, de hecho anuló la correspondiente a nivel psicológico: hoy ya no es necesario poseer capacidades particulares para usufructuar de todo aquello que el mundo nos ofrece; se puede "viajar" como turistas, manejar como pilotos sin poseer habilidades especiales, navegar como marineros sin siquiera saber cómo es una brújula, cocinar como cocineros sin saber que cosa se está haciendo... No es más necesario aprender alguna cosa, mientras se posea el dinero para adquirir las necesarias "habilidades". Más allá de una cierta cifra, somos todos horriblemente iguales, cargados con una ciencia que demasiado a menudo ni siquiera entendemos. Por primera vez en la historia de la civilización, logramos anular aquel " poco poco" que el pintor ruso Brjullov indicaba como la frontera entre la ciencia y el arte 12.

Sin darnos cuenta, somos víctimas de la homogeneización a la cual estamos sometidos, privados ya de una personalidad autónoma, defraudados de nuestro sentido crítico, robados de la posibilidad de expresarnos más allá del contexto dominante 13.

El entretenimiento liviano nos anula, la publicidad nos condiciona subliminalmente14, ¡y nosotros estamos realmente convencidos de vivir en el mejor de los mundos posibles! En el nuevo milenio la alienación no pasa más a través de los cuerpos, no afea más físicamente, no devasta los rostros oprimidos por la fatiga. Los ojos no se pierden más en el vacío de un horizonte inalcanzable: por el contrario, todo está "al alcance de la mirada", expresión de aquel voyeurismo universal que anula solamente las mentes y ahorra todo el resto. "¡Productividad!" es la expresión a la orden del día. Incluso cuando (y quizás sobre todo) ella consiste sólo en el poder de compra necesario para la supervivencia del sistema. Un sistema global que cada vez más se asemeja a una aldea, en la cual la denominación "ciudadano del mundo" está adquiriendo un significado desconcertante: ya no como apertura a las innumerables perspectivas locales, sino más bien en tanto cierre a priori15, hacia una única perspectiva comprensible: económicamente redituable, culturalmente sin relieve.

El descarte diferencial de culturas deviene día a día más exiguo, a medida del Homo technologicus, en el que se esfuman los caracteres de la individualidad y de la personalidad. El concepto mismo de cultura se vuelve progresivamente aleatorio: el cese de la utilidad de la memoria, además de traer aparejada la extinción de la Poesía, entrega irremediablemente la formación intelectual al campo de la capacidad de acceder a datos. La especialización que la sociedad reclama es cada vez más elevada, en relación de función inversa con la cantidad de mano de obra necesaria. La tecnología ofrece mejores productos (desde el punto de vista de la utilización comercial) a un costo netamente más bajo y, obviamente, en menor tiempo. Esto vuelve al hombre no sólo lento e improductivo, sino hasta inútil y dañino. En la sociedad occidental del tercer milenio no hay más lugar para todos: quien no puede producir no tiene derecho a la integración (sí sobre el documento, naturalmente, de manera totalmente teórica), y termina siendo una de las tantas víctimas de aquella alienación que "no existe más", que "no puede existir más" porque el "progreso" la ha derrotado, en nombre de buenas intenciones hechas a menudo sólo de bellas palabras.

En efecto, podría no permanecer mucho de humano en un mundo en el que las personas valiesen únicamente en función de aquello que producen, en el ámbito de una lógica productiva estandarizada de la cual nadie podría sustraerse; en un mundo en el que la velocidad anularía la capacidad de recordar y transmitir; en el cual la Poesía siquiera poseería los medios para intentar sobrevivir...

No había mucho de humano, pensándolo bien, en aquel conejo blanco que seguía corriendo mientras gritaba: "¡es tarde, es tarde!"16. Y no sólo porque era un conejo...

 

6. La deshumanización

De acuerdo con el mismo Ritzer -quien se refiere a la idea de Max Weber acerca de la "jaula de acero de la racionalización"-, el riesgo que corremos es la "irracionalidad de la racionalidad", esto es, la deshumanización, el vacío, el empeoramiento de la salud de las personas, el absurdo que comporta este proceso de "McDonaldización" de nuestras experiencias o vivencias. El hombre del tercer milenio, habiendo renunciado a la universalidad faustiana, se dirige (a menudo sin tener consciencia de ello) hacia la petrificación mecanizada. En el contexto de una evolución devenida casi indominable, que se nutre de todas y cada una de las fuerzas en juego, y neutraliza todo tipo de disenso, toma lugar un proceso de castración de la especie, al cual resulta difícil oponerse.

Examinemos nuevamente el hipertexto. El mismo se desarrolla como una novela polifónica y multívoca que no es construída por una única consciencia (que toma como objeto a otra consciencia), sino que de hecho se trata de un conjunto formado por la interacción de muchas consciencias, ninguna de las cuales deviene completamente objeto del resto: en este sentido hablamos de multivocidad.

El crecimiento de la red Internet implica la formación de un contexto semántico, una realidad con sus propias leyes y normas, que son transmitidas a un metanivel difícilmente perceptible para el sujeto que es receptor de las mismas. La modificación del vínculo entre los seres humanos es producida por obra de un cambio en los procedimientos de transmisión, introducido por parte de los mismos seres humanos: aquello que en teoría debía ser un instrumento o "embalaje" para volver más cómodas y confiables las comunicaciones, ha condicionado incluso los códigos, los lenguajes, las estructuras de pensamiento de los comunicantes, volviendo quizás problemática la construcción de un self propio y relativamente autónomo.

Estaríamos de acuerdo con Morgan (Landow, 1992) cuando sostiene que el hipertexto desplaza la atención desde la tríada autor-trabajo-tradición hacia la tríade texto-discurso-cultura, sustituyendo así el modelo histórico de la literatura con una estructura o modelo sincrónico de la literatura como sistema de signos.

Esta situación, en la cual el hombre está inmerso, plantea la pregunta sobre cómo se puede estructurar una personalidad libre si es anulada -o reducida al mínimo- la dimensión histórica de un orden precedente del cual diferenciarse, ya que la misma idea de "precedente" perdería sentido. ¿Es posible que la diferenciacion advenga respecto de un otro sólo sincrónico?

Planteemos una situación pura y extrema: Internet se convierte en el "otro estructurante" predominante en un contexto de ausencia de otros modelos o figuras de referencia, quizás demasiado débiles. Esto implicaría indudables problemáticas a nivel ontogenético, no sólo por la pobreza afectiva del marco de referencia, sino también por las características mismas que el modelo Internet propone: el adolescente, que a menudo alterna (y hasta puede invertir) la ascendencia que sobre él mismo poseen adultos y pares -estos últimos, por otra parte, representan un grupo fuertemente consumidor del mundo Internet-, se encuentra a sí mismo en la medida que posee algo establecido contra lo cual luchar, a cuestionar.

Por lo que conocemos hasta ahora, es desde esta interacción entre una consciencia previa -en general adulta- y otra nueva -adolescente- que emerge la posibilidad de delimitar una posición propia, diferenciada. Si el proceso de intercambio no puede advenir más que en un tiempo presente sin historicidad explícita, entonces, ¿de dónde vengo y hacia dónde voy? En pocas palabras: ¿quién soy?

Desde un punto de vista psicoevolutivo, podemos afirmar que en la infancia la persona atraviesa estadios de dependencia en los cuales toma, en forma predominantemente lineal, significados provenientes de las figuras de cuidado, para luego alcanzar fases de mayor diferenciación progresiva. En la adolescencia, encontramos todavía cierta dependencia, expresada sobre todo en el acto de "hacer lo contrario de" (es decir, de todos modos depende de aquel punto de referencia adulto). En fin, una tercera etapa podría ser distinguida por la asunción circular, basada en el reconocimiento de la diferencia ente el yo y el otro social, y entre el yo real y el que he sido y / o quisiera ser. Este último estadio comporta la noción de autonomía o límite, manifestándose la integración entre sincronía y diacronía.

El hipertexto transmite la ilusión -a través de la creación de una falsa consciencia individual- de estar trabajando en la propia máquina y en el propio texto, mientras que en realidad se está compartiendo un sistema, del cual se forma parte junto a cientos de otros sujetos, sin los que no sería posible la misma existencia material de la red. Internet no está hecha "a medida del hombre", no es subjetiva sino masiva. Es tal vez la máxima expresión del "hombre-masa", descompuesto, alienado, deshumanizado.

La construcción de una personalidad auténtica depende del hecho de que cada sujeto pueda dar al rol social en el que se desenvuelve (la asunción del "personaje" 17) una significación singular, en función de sus motivaciones. El desarrollo y la adaptación psicológica -en el sentido de la tolerancia y aceptación auténticas del sí mismo y del otro social- son alcanzados mientras el sujeto pueda integrar (simbolizar y organizar) en la estructura de su self su ser-en-sí y su ser-como (Rogers, 1951; Dörr, 1993).

¿Es posible "ser sí mismos" en el contexto de un sistema masificante cual Internet, que establece un marco social donde el sujeto no se pertenece nunca sólo a sí mismo?

¿Pero acaso el hombre puede ser sin ser-con-el otro? No obstante Internet, en este sentido, no escapa a ciertas leyes que hablan del ser social del hombre, no se pueden ignorar las particulares dificultades de realización del sí-mismo en un ámbito donde es enfatizada la interactividad de los roles, probablemente en detrimento de la expresión de lo íntimo, de lo personal; casi diríamos: de lo secreto.

 

7. Salgamos del túnel de la paradoja: la Poesía y el Deseo de Libertad

La condición de la consciencia de ser se halla en la posibilidad de organizar en un espacio interno y diferenciado las informaciones procedentes del exterior. Evolutivamente, el self se construye a partir de una ilusión de completud, mas en primer lugar ya que ésta es "cortada en dos" por parte de un mundo simbólico que inserta una legalidad, en la cual adviene la diferenciación de la consciencia singular.

La Poesía, entendida como "tendencia hacia", es una expresión que muestra la relación simbólica ente el ser humano y las cosas en sí, vale decir la intermediación hegeliana de la dimensión del signo entre el hombre y "la cosa" 18. Esta falta de contacto directo, o referencia obligada respecto de las construcciones culturales de la realidad, implica, para el hombre, el Deseo, que encuentra su mismo fundamento en la ausencia de satisfacción de la búsqueda. Una vez que se encuentra, una vez que se comprende completamente, no hay más Deseo, entendido justamente como aquella tensión de la búsqueda, bajo las formas epistemológicas o materiales más variables.

La condición simbólica del hombre comporta la Poesía, en tanto vía de búsqueda de la Libertad, que se expresa en el juego que va desde el extravío generado por la infinidad de significados en relación con el significante -su potencia expresiva- al cierre de los significados en el significado esencial, dirigido a la transmisión del concepto del mensaje poético en cuestión. Las "notas distintivas " de este mensaje, captadas por la Poesía, hablan de algo que tiene que ver con la totalidad de la experiencia humana.

La tendencia de la Poesía al silencio auténtico se expresa materialmente en su tendencia a la condensación de los significantes; en este sentido, tiende a la captación de la esencia de las cosas, entendida como el conjunto de significados posibles19. Reduciendo los significantes, la Poesía aumenta su potencia expresiva denotativa y connotativa, y tiende por consiguiente a la esencia.

La Poesía asume, a nivel personal, el paradigma de la elección, dado que de las infinitas posibilidades de elección (apertura de la totalidad de significados disponibles) se pasa a la elección propiamente dicha (cierre provocado por el particular contexto subjetivo). La Poesía es así toma de posición, que implica la obtención de algo a cambio de la renuncia a otra cosa. Límite y Libertad son las dos caras de la misma moneda, mientras que lo ilimitado implica el extravío...

Por el contrario, en la tendencia masiva a la aceleración se halla implícita la aspiración a la obtención de la totalidad a priori: que comporta automáticamente la pérdida del límite, entendido como consciencia y comprensión de la propia condición humana. Nada más difícil de poseer que la totalidad (cuando la posesión que se busca es cognoscitiva y no poética). Esta dificultad es descripta admirablemente por Jorge Luis Borges, a través de la imagen-mito de El Aleph (1957):

(...) vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigos y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha contemplado: el inconcebible universo.

Poesía es Libertad, en tanto toma de consciencia y asunción (elección) de la propia humanidad, esto es como proceso desde la inconsciencia a la consciencia, bajo al menos dos modalidades.

En primer lugar, por medio del recorrido desde el "ser arrojados" en la cultura, con la ilusión de ser absolutamente libres, a la consciencia en relación con los propios límites y potencialidades, la realidad personal: "soy único y diferente del resto, y lo mismo vale para todos": paradojalmente, a nivel personal, es quizás la diferencia nuestro denominador común. Es la consciencia de esta condición aquello que nos permite alcanzar una nueva, más clara y profunda concepción de lo otro, y del infinito como opuesto a nuestra parcialidad subjetiva y social: como algo que nos incluye y simultáneamente nos supera y condiciona.

En segundo lugar, como consciencia de la fluidez del ser-siendo-con-el-mundo, jamás en forma definitiva ni homogénea: "siempre soy diferente de aquél que era hace un instante y del que seré". La Libertad implica la caída del concepto de "identidad" como inmutabilidad y redescubre el de self, en tanto construcción dinámica permanente, por la cual puedo reconocerme como "mí mismo" en este momento y espacio, así como a posteriori. Aquello que es importante señalar es la reciprocidad de esta construcción, donde en el encuentro entre hombre y mundo el elemento central es el entre: es en esta relación que se desarrolla el proceso de construcción de las diversas estructuras emergentes, las cuales toman diferentes contenidos o significados, y sin embargo respetan las leyes trascendentes del self.

Captar esta esencia interactiva, y con todo subjetiva, captar la Poesía en el entre que nos circunda y nos delimita, constituye el camino hacia la recuperación de la Libertad.

 

8. El nostálgico del buen salvaje

Martin Heidegger, en un ensayo de 1938, anticipa el significado explosivo de una ciencia-técnica que, en su desarrollo, volviese gradualmente imposible cualquier imagen "central" del mundo.

Al menos en lo que respecta a las potencialidades del medio telemático, es cierto que, gracias a la multivocidad que le es propia, Internet cuestiona reduccionismos, determinismos y autoritarismos, permitiendo, dentro de ciertos límites no prescindibles, una comunicación (y por lo tanto una información), aunque también puede representar aquél tipo de sometimiento, ya descripto con anterioridad, ciertamente menos evidente.

Ya lo hemos dicho, pero nos parece necesario confirmarlo en este momento. Este mismo ensayo constituye un ejemplo emblemático: probablemente, su realización no hubiera sido posible si no hubiese existido un medio de intercambio veloz y económico cual Internet. Y que hubiese permitido, prácticamente en tiempo real, la transmisión de informaciones a miles de kilómetros de distancia. Y si bien puede aparecer como paradojal el hecho de que una crítica psico-sociológica a Internet haya encontrado en la misma red su espacio vital, nos parece más bien oportuno hacer notar que esto no hace sino reafirmar un concepto fundamental: Internet es un medio, que no recubre la totalidad del hombre y, sobre todo, no lo reemplaza. En esta ocasión, el uso que se ha hecho de la misma ha sido reducido, involucrando exclusivamente la transmisión de datos, elaborados a medida que se procedía con el trabajo.

Por otro lado, la veloz multivocidad del hipertexto, en teoría peligrosa para un individuo en formación, puede asimismo estimular un usuario activo, que no absorbe sino elabora con sentido crítico y participa dinámicamente del evento cultural, deviniendo "escritor". Internet, como nueva forma del lenguaje, puede promover procesos de pensamiento abstracto, nuevas realidades, organizando en modo innovador el pensamiento humano.

Sin embargo, no se puede dar por descontado el hecho que el individuo pueda elaborar y categorizar coherentemente multiplicidades a menudo muy veloces y pobladas de numerosos sincretismos. Este horizonte se vuelve alcanzable sólo a partir de una cierta madurez psicosocial, que permita modular la captación de información en función de las potencialidades de elaboración y desarrollo.

En suma, si bien por un lado el nuevo lenguaje favorecido por Internet puede promover nuevas subjetividades y más vastas producciones de ideas, conceptos, comunidades objetivas y abstractas, por el otro también comporta el riesgo de que el alcance de este proceso desborde al sujeto que se construye en relación con el mismo, no dejándole entrever un objetivo claro, hacia el cual desplegar un proyecto propiamente dicho.

No obstante el contexto, como construcción social de la realidad, nos "atraviese" e incluya, dando una cierta significación a los acontecimientos de nuestro ser -y limitando nuestras "jugadas" a disposición- es siempre posible desde un espacio-self creativo, preguntarse qué se puede hacer, aquí y ahora, recordando que el verdadero progreso no es el material, sino, y en primer lugar, el humano. El uso de las nuevas tecnologías no es algo necesariamente obligado: está subordinado a nuestra capacidad crítica, a nuestra inteligencia, a nuestra preparación para enfrentar un problema que nos involucra a todos, sin excepción, y no debe permanecer como objeto de estudio de un restringido grupo de élite, exclusivo dominio de pocos "especialistas".

Junto a la necesidad de recuperar aquel Arte del cual los chips nos han privado injustamente, quitando valor al sacrificio y entregando la creación del self a la oscuridad de la noche, creemos que es necesario confirmar el concepto de que el progreso pertenece a la naturaleza humana tanto como la Poesía, y por ello ésta no debería ser considerada como la expresión degenerada de una mente enloquecida, sino más bien como aquello que es en realidad: una expresión del genio, que sin embargo requiere, para mantener una connotación positiva, de una adecuada educación.

La nostalgia de aquellos buenos tiempos perdidos, del buen salvaje, cuando deviene idealización y rechazo indiscriminado, no hace más que delatar la presencia de una diferente forma de deshumanización.

Podríamos concluir recordando aquello que Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), filósofo español del siglo XIX más famoso como pintor, un día escribió, a propósito de su colección de aguafuertes Los caprichos: "El sueño de la razón engendra monstruos".

Notas

1 La inicial mayúscula identifica a la comunicación auténtica, propia del vínculo humano, caracterizada por la posibilidad de presencia de emoción, escucha y entendimiento. De este modo, la distinguimos de la simple transmisión de datos e informaciones que constituye un fin en sí misma.

2 Podríamos considerar a la creación de la imprenta de Gütemberg como condición sine qua non para una primer y más importante difusión cultural, basada en la tecnología de la impresión de copias de un obra original (que era preservada como tal). Todo material escrito y (re) impreso constituiría un epifenómeno de este hecho histórico.

3 El hipertexto es un texto virtual compuesto por conjuntos de palabras y / o imágenes visuales / auditivas (transmitidas a una computadora conectada a la red Internet) organizados electrónicamente por múltiples normas, en una textualidad abierta-cerrada y nunca definitiva. En este texto, las redes conectadas son numerosas e interactúan entre sí, y ninguna prevalece sobre el resto. El hipertexto es una galaxia multívoca de significantes, no una estructura de significados; no posee comienzo ni final, sino circularidad; es reversible, podemos ingresar a él por muchas vías, igualmente importantes (Landow, 1992).

4 Gibson, William (Internazionale, 139), citado por De Mauro, Tullio, op. cit., 1996

5 El conocimiento auténtico refleja aquella relación entre sujeto y objeto, entre pensamiento y ser, que atiene exclusivamente a la esfera de los vínculos humanos, y que, en cambio, es extraña a las máquinas.

6 El silencio auténtico encuentra su definición en la sumisión del significante poético a la grandeza del significado, propia de aquella tensión lacerante que encuentra sólo en la imagen lírica su expresión más alta.

7 La poesía auténtica vive de aquella laceración que abre el camino a la esencia de las cosas, laceración que únicamente el silencio auténtico -el Silencio- puede generar y producir.

8 EI riesgo que hoy corre el concepto de "información" es el de confundirse con el de "medio de comunicación". Con Alberto Cavallari (1996, op. cit.) consideramos, en cambio, que por información no se debe entender la transmisión de cualquier dato, sino más bien "una ‘cultura de la actualidad’ de interés público, que puede ser difundida por diferentes medios de comunicación: oral, escrito, visual. Por lo tanto, no es el medio (medium) el que califica esta categoría de comunicaciones. Es su ‘naturaleza’. Es su ‘contenido’. Es el ‘valor’ que la misma contiene ".

9 La Poesía, más que cualquier otra cosa, requiere "perder" el tiempo, siendo el fruto de una absoluta contemplación que encuentra únicamente en la espera la única vía (y no siempre cierta) hacia la creación. Cuando afirmamos que "estamos perdiendo la Poesía", nos referimos a la capacidad del hombre común para captar y "escuchar" aquella esencia de las cosas que está en la base de la auténtica comunicación. Obviamente, no estamos pensando en el Poeta, que siempre y de todos modos estará fuera del contexto común, aunque cada vez más cercano a aquel rey de los vientos que es el albatros baudelairiano, "que desdeña las flechas y que atraviesa el mar: / en el suelo, cargado de bajos sufrimientos / sus alas de gigante no le dejan andar". En Baudelaire, Charles P. (1857). Les Fleurs du Mal, Paris, Paulet-Malassis.

10 La expresión "comunicación global" es engañosa. No es en absoluto correcta la idea de que la casi totalidad de las personas que habitan el planeta tierra tiene la posibilidad de comunicarse entre sí con las nuevas tecnologías: en realidad, no más del 3% tiene acceso a una computadora, y el porcentaje se reduce aún más si se toma bajo examen la posibilidad de usar Internet.

11 El enlentecimiento recrearía la justa relación espacio-temporal, bajando el "ruido" y reestableciendo aquella posibilidad de Silencio, que a su vez es el presupuesto necesario de la Comunicación, propia de la dimensión ética.

12 Brjullov, Karl Pavlovic, en Vigotskij, Lev Semenovic (1925), Psicologia ed Arte, pág. 62.

13 La "dictadura democrática" no necesita acallar drásticamente las eventuales voces que se alcen contra ella, ya que sabe que la mayoría le será fiel, incapaz de escuchar aquellas voces y de ver más allá de las sombras que se proyectan sobre las paredes de la caverna.

14 No es un misterio el hecho de que, desde hace ya cierto tiempo, las estrategias productivas no se basan más únicamente sobre estudios de mercado que subrayen los gustos y exigencias de los consumidores, sino más bien sobre la inducción de la necesidad en el consumidor, acerca del producto que se ha decidido comercializar. Fundamental en este sentido ha sido la aplicación de la psicología a la publicidad (Packard, 1957).

15 Veremos más adelante que el aspecto negativo no se halla necesariamente en el cierre en sí, sino en su "a priori": aquello que determina la ausencia de elección y, consecuentemente, de Libertad.

16 Carroll, Lewis (1865). Alicia en el País de las Maravillas, Madrid, Alianza Editorial, 1º edición 1970 (edición original en inglés: Alice’s Adventures in Wonderland, Oxford, MacMillan)

17 Recordemos que una parte esencial de la persona está compuesta justamente por esta dimensión del "ser como": la etimología misma del vocablo "persona" nos conduce al teatro griego, en el cual significaba "máscara".

18 Diversas formulaciones del psicoanálisis (Lacan,1966) subrayan el problema de la situación estructural que debe enfrentar el ser humano, crucial para su desarrollo, en términos de operaciones lógicas necesarias para constituirse como Sujeto de la Cultura.

19 Es fundamental la observación acerca de cómo el cierre de los significados en el significado esencial adviene a posteriori de la consideración de la totalidad de los significados posibles, y no a priori.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 11 - Julio 2000
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